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Lazos por ItaDei_SasuNaru fan

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Notas del capitulo:

¡¡¡Hola, mis sensuales amantes del FugaMina!!!

¿Qué creen? [esquiva un tomatazo] ¡Hey, esperen, esperen! [esquiva una manzana mordida] ¡Escuchenme!

[la derriba una sandía]

Lo siento, sé que no tengo su perdón ( TT.TT ), sobre todo cuando sus comentarios son de las cosas más bonitas que me pueden haber dado.

No tengo palabras para agradecerles el ánimo que me dieron durante todo este tiempo, que sentía tirar la toalla.

¿Y a qué no adivinan?

Por las personas que lo pidieron [reverencias]

¡¡¡LEMOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOONNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNNN!!! [corre en círculos por las paredes]

 

¡Segunda vez que no actualizo a la medianoche! ( >0< )9

Ya conocen mis imperfecciones, pido perdón por ellas.

Disclaimer: Me robé los derechos de autor >:D

Mentira, aún son de Kishimoto ( T.T )

 

¡Por y para ustedes, disfruten!

 

 

—Tienes que estar bromeando… ¿Cuánto dinero tienes? —balbuceó Minato estupefacto luego de estacionar su humilde auto en el parqueo de la mansión de los Uchiha.

—Esa es una pregunta indiscreta, Namikaze.

El estacionamiento era lo suficientemente ancho como para que seis camiones monstruos derraparan con toda libertad.

—¡Me importa un carajo la educación! ¿C-Cómo… y es que… de dónde sacas tanto dinero?

Una inmaculada fachada blanca, con puertas caobas enormes y un tamaño sencillamente intimidante. ¿Los Uchiha tenían un complejo de grandeza? Seguro que un mayordomo los recibía en cualquier instante.

—¿Aquí es donde viven?

—Desde toda la vida, Naruto —respondió Itachi.

Sasuke no aunaba fuerzas para contestar. Estaba demasiado ocupado mirando con intenciones homicidas al peluche del gato que descansaba tranquilamente en los brazos del rubio.

Los morenos condujeron a los invitados al interior de su humilde morada. Adentro, todo era elegancia y buen gusto, con réplicas de pinturas famosas en las paredes, una alfombra exquisita bajo sus pies y una arquitectura antigua. Aún no veían al mayordomo, pero unas mucamas tomaron sus abrigos y los llevaron a la sala.

En menos de media hora estaría la cena.

Sasuke tuvo que ceder ante la insistencia de Naruto por ver cada rincón de la casa; accediendo sobre todo porque así el rubio por fin le dedicaría un poco de atención. Minato se vio indeciso a que su hijo saliera de su vista (el lugar era tan grande como para perderse), pero Itachi le calmó diciendo que los acompañaría.

Fugaku vio que su hijo mayor le guiñaba un ojo. “Niño listo” pensó el patriarca.

—¿Algo en especial que desees? —quiso saber el anfitrión.

—Cualquier cosa estará bien —respondió el huésped revolviéndose en el sillón, pensando en que había cruzado una línea invisible al entrar en esa casa.

—¿Quieres merodear en territorio enemigo?

—¿Por qué no?

Uno al lado del otro fueron a pasearse por los pasillos de aquella mansión en la colina. Minato no dejó de observar las paredes, la pulcritud de los suelos, los detalles que hacían de la casa una muy interesante. Sin embargo, carecía de esa calidez que solo el toque femenino es capaz de crear.

—Uchiha —llamó el otro al doblar una esquina.

—¿Si?

—¿Recuerdas aquella vez en que te conté lo de Kushina?

—¿Qué pasa con eso?

—¿Recuerdas que me concediste una pregunta?

—Vagamente —dijo Fugaku con ingenuidad, haciendo que Minato lo mirara exasperado—. ¿Ya pensaste en lo quieres saber?

—Más o menos.

—¿Y…?

—¿Qué pasó entre tú y tu esposa?

Minato, que iba caminando con la mirada al frente, notó que el moreno había quedado atrás. Parado en su sitio y con sus ojos de medianoche que lo veían sin verlo, Fugaku hesitó un segundo y luego dijo:

—Acompáñame.

Conduciéndolo por una puertecilla estratégicamente colocada en la pared, llegaron a lo que parecía el balcón de una de las habitaciones principales. Viendo a la noche cernirse sobre los cielos ambos guardaban silencio. El rubio esperó a que el otro comenzara a hablar.

—Si realmente quieres saber, lo que pasó entre Mikoto y yo es algo muy simple. Yo terminé más enamorado de mi trabajo que de ella.

—¿De qué hablas?

—No sé cómo decirlo. La amé de verdad y quiero creer que ella también me quiso. Pero todo se volvió rutinario, ¿sabes?

Minato sacudió la cabeza y Fugaku sonrió cansado.

—Todas las noches yo regresaba a casa muy tarde y ella nunca estuvo despierta, ni una sola vez. Itachi y Sasuke se escapaban de su cuarto y me esperaban en la sala a pesar de que amenacé con castigarlos por desvelarse. Ella y yo empezamos a discutir sin saber por qué y a pesar de iniciar con tonterías, se convertían en peleas espantosas en un santiamén.

—Quizás si... no lo sé, hubieran buscado una solución o… —Minato se odió por estar sugiriendo una reconciliación a estas alturas cuando en realidad estaba pensando que si Fugaku y Mikoto nunca volvían a ser una pareja, mejor.

—Te equivocas, Namikaze. Nos decíamos cosas que tal vez ni pensábamos y ahí es cuando supe que estábamos muy mal. Estaba muy cansado como para fijarme en tantas cosas a la vez. Que ella siempre elegía lo que veríamos en la televisión, que yo nunca me acordaba de apagar la luz del baño.

—Detalles.

—Pero lo que más importa. Luego subió de intensidad y ambos llegamos al punto del no retorno. Nos dimos cuenta de que no teníamos ninguna intención de buscar arreglo para el desastre que habíamos creado, ninguno tenía ganas de luchar. Creo que eso fue lo que más le dolió: saber que ni siquiera el divorcio significó mucho para mí.

—¿Tus hijos decidieron quedarse contigo?

—Sí y en el tribunal mi abogado hizo un gran trabajo.

—Entiendo.

El Uchiha contempló la ciudad un instante antes de mirar fijamente a su invitado.

—¿Satisfecho?

—Creo que sí.

—¿Cómo elegiste tu pregunta?

Minato miró sus pies y sus manos se removieron nerviosas antes de decir:

—Necesitaba saber algo de tu pasado, creo. Todo este tiempo solo conocí a un snob engreído que miraba a todo el mundo desde arriba y que me hacía la vida imposible cuando era pequeño.

—¿Y ahora?

—Ahora veo al mismo snob pero más engreído que antes —rió Minato volteándolo a ver—, pero también veo a un gran padre, a un buen hombre y me gustaría seguir conociéndolo junto a su familia.

Fugaku quedó aturdido de la sorpresa.

—¿Snob, eh?

—Sip.

—No actuaba así porque quería, ¿sabes? Me criaron para creer que el mundo era mío y que tenía derecho para hacer todo lo que se me antojara. Todo estaba bajo control hasta que apareciste tú.

—¿En serio?

—Sí. Llegaste de la nada con tus propias reglas y no ibas a dejar que nadie se metiera en tu camino, ni siquiera yo. Nadie me había desafiado así antes y quedé tan conmocionado que solo atiné a verte como un rubio revoltoso.

—¿Y ahora?

—Sigo viendo al mismo rubio, más revoltoso de ser posible pero ahora sé que es una buena persona, que tiene un pequeño adorable y que a mis hijos les agrada.

—¿Itachi y Sasuke…?

—Exactamente.

—Y… ¿a ti te agrada Naruto? —preguntó el rubio observando al moreno con dureza.

—Me cae bien, si es a lo que te refieres.

—¿No sientes que tienes que soportarlo, por Sasuke o… por mi?

—No, me agrada él por ser quién es. Es un niño fácil de querer, ¿por qué lo pregu-?

Minato interrumpió todo intento de oración cuando tomó su rostro con las manos. Con el pulgar acarició levemente el labio inferior del Uchiha y su otra mano presionó cariñosamente su mejilla. Fugaku simplemente esperó.

—Necesito que sepas que Naruto no es parte del paquete que viene conmigo. Es mi hijo, y aunque hace falta mucho tiempo para que se acepten el uno al otro y que tanto él como tus hijos se lleven del todo bien… necesito saber que de verdad lo quieres.

Minato habló con voz suave pero firme, sin romper la intimidad de la cercanía ni las caricias.

—Te preguntaré antes, ¿estás asustado? —murmuró Fugaku en respuesta.

—Lo estoy. Necesito saber qué somos —suplicó el rubio—. Somos hombres, por encima de todo, y nos hemos odiado durante años. Todo esto nació de improvisto, pero no lo lamento. Pero… te has divorciado hace poco y yo soy un desastre en lo que a relaciones se refiere… Es solo que-

—Si te soy honesto, yo también tengo miedo. Pero quiero intentar esto, sea lo que sea. Créeme, rubio mi familia se muere por conocerte a ti y a tu hijo. La pregunta es, ¿tú quieres intentarlo?

—Yo… sí, sí quiero.

Arropado como estaba entre los brazos de Fugaku, Minato no escuchó los pasos que se dejaron oír detrás de la puerta y la voz que los sobresaltó a ambos:

—Padre, la cena ya está ser-… —Itachi se detuvo de golpe ante la imagen que tenía—. ¡Ay, carajo! ¡Perdón, no miré nada, les juro que no miré nada! —se disculpó el chico dando media vuelta y con las manos sobre los ojos sin dejar que los adultos hablaran—. ¡Ustedes sigan en lo suyo, yo me quedaré con los niños! ¡Ya me voy, ya me fui, piensen que nunca llegué!

Dando un portazo, Itachi se escabulló con rápidas zancadas.

Minato sonrió ante el sonrojo del Uchiha. Fugaku sabía que al día siguiente sus hijos lo acribillarían a preguntas.

—Si preguntan, les diré lo que quieras —dijo el rubio.

—No importa, ellos imaginaron todo antes que yo. Ahora, solo déjame besarte.

Fugaku se sintió bendecido al sentir la suave forma de los labios de Minato presionándose contra los suyos.

 

 

Minato era sin duda el mejor colchón que había encontrado nunca, aún con todas sus curvas masculinas y esa dureza que se presionaba contra su muslo. Extendido sobre sábanas del mejor algodón egipcio y debajo de su cuerpo, Fugaku tenía atrapado al dueño de sus sueños y pesadillas.

“Maldito Kakashi” piensa el rubio un instante.

Sus dedos se han clavado en la cintura para luego descender a las caderas, sus manos lo han inmovilizado sin problemas. Aunque no es que Minato tuviera la intención de luchar de verdad. El tiempo para eso ha terminado. Lo que quiere con locura es a esa majestuosa figura en medio de la semioscuridad que lo tiene dominado.

Fugaku lo abraza y lo desviste mientras riega una concienzuda línea de besos en la delicada línea del cuello, sabe que lo excita más allá de lo soportable. Escucha los gemidos de Minato cuando muerde, cuando marca, cuando los dedos trabajan en desabrochar la bragueta del pantalón.

—Maldita sea, Minato. No puedo creer que podríamos haber estado follando todo este tiempo.

La excitación de Minato creció al escuchar las exasperadas palabras de Fugaku, ríe al darse cuenta que ya lo tiene desnudo, tiembla al escuchar su nombre de esa boca por primera vez. Se restregó, justo allí, contra él, y un gemido que hizo eco en toda la habitación, retumbó entre los labios de Fugaku.

Con dedos nerviosos, el rubio jaló la camisa del moreno hasta que éste alzó los brazos y se dejó desvestir. Perdió el aliento al fijarse en lo pálido y firme del pecho del Uchiha, de algún pequeño lunar que no pudo escapar a sus ojos. Volvió al rostro y fue capturado por la exquisita promesa de sus labios, labios tan tiernos y llenos por acabar de ser besado.

Se midieron con los ojos, se miraron en silencio.

Minato tenía las pupilas muy dilatadas, tanto que el azul de sus irises parecía decorado por un eclipse. Minato, con los muslos abiertos, con el cabello desordenado, el rostro ruborizado y sudoroso, gimiendo con increíble erotismo. Minato. Fugaku se estremeció de contento, pensando que quedaría ciego de placer.

Intoxicado como estaba, reparó en que el rubio tironeaba de sus pantalones y que se llevaba los bóxers de paso. Rodaron sobre la cama y se deshicieron de cualquier prenda que se interpusiera en su camino.

—Fugaku —susurró el otro entre besos, besos que lo tenían fascinado por su dulce sabor a menta y algo que tenía que ser alcohol porque apenas puede pensar con claridad.

El aroma intenso que desprendían su cuerpo y su cabello lo inundaron, casi al punto de marearlo del más puro goce. Minato quería recorrerlo de cuerpo entero y por eso lo abrazó con necesidad. Ahora más que nunca sintió el amargo vacío que había sufrido durante tantos años y que no pudo llenar sin importar el esfuerzo. Con los brazos del Uchiha rodeándole, Minato se sentía poseído, dominado y añorado.

¡Qué estúpidos habían sido peleando durante tanto tiempo! ¿Cómo pudieron haber estado tan ciegos? Sus labios componían un beso estrangulado, encajaban con delirante perfección.

El deseo había crecido sin que ellos se dieran cuenta y el aliento frenético entremezclado no hacía más que comprobarlo. Se convirtieron a sí mismos en bombas de tiempo que no tenían marcha atrás.

Fugaku necesitaba marcarle, debía dejarle claro que nadie más aparte de él va a tocarle. Por eso lo arrastró y recorrió con su ávida lengua todo lo que tuvo a su alcance. Los músculos del vientre se ondularon ante las oleadas de placer que atravesaron su cuerpo, la zona cubierta por un fino vello rubio parecía llamarle, rogando por su cariño y atención.

Minato deja escapar un lamento y otros sonidos que al Uchiha le suenan más a permiso que a protesta. Febril, casi solloza cuando siente como Fugaku ha descendido y ha utilizado sus dedos para abrirse paso dentro de su cuerpo mientras su boca le atrapa con su calor. Nada, nada le ha preparado para el placer surrealista que desbarata cada uno de sus sentidos.

—Tú…

—¿Ah? —dijo Minato, medio respirando por el segundo de descanso.

—¿Has hecho esto antes? —inquirió Fugaku apartándose un momento de su tarea.

—No, yo nunca… —trató de explicar, cerrando los ojos de timidez.

—Bien.

No es que el Uchiha sienta celos de su pasado, compartirle es algo que de ahora en adelante no permitiría, pero aún así, saber que era el primero… se sentía maravilloso.

Cuando Fugaku reanudó su quehacer, estuvo seguro de que el otro ahogó gritos, sabía que entre palabras inconexas Minato le suplicaba por más, a pesar de estar sometido a la diligencia de sus cuidados. Hundía sus dedos en él con toda la dulzura que podía. Le besaba, le comía, le mordía, le destrozaba y reconstruía entre sonidos roncos y salvajes. De repente lo atacaron los celos, mundanos, mezquinos, ardientes. Celos de no poder ser cada uno de aquellos momentos, celos de no haber sido él quien le despertara todas las mañanas.

Minato notó cuando se apartó e hizo todo lo que pudo para no enloquecer, porque sintió que ya no podía ni consigo y todas las terminales nerviosas de su cuerpo se habían concentrado en un solo punto que clamaba por él. Miró a Fugaku debajo de sus pestañas, curvadas y sugestivas. Lo acercó tomándolo por el cuello y disfrutó de la alquimia creada a partir de olas de energía liberadas con cada toque que se daban.

Con un sonido gutural que casi lo ahogaba en sensualidad, percibió a las piernas enredadas en su cintura y Fugaku solo quiso acabar con el fuego que lo consumía. Sintió como Minato lo arañaba, como se enredaba a él, como le murmuraba al oído cosas terribles y fantásticas.

De una sola estocada le penetró al tiempo que bebió el quejido que quiso escapar de sus labios.

Minato estaba a medio camino entre la tortura y el goce. Palpitó de cuerpo entero con el pensamiento, él haciéndolo suyo.

Su ser parecía incendiarse de placer o de dolor. La intromisión fue repentina y acostumbrarse era difícil. Fugaku tenía la respiración igual de errática que la suya. Su cara era una lámpara en la habitación por culpa de su vergüenza, lo sabía. Su erección estaba apretada entre los dos y se rozaba con frenesí.

—¿…tás bien? —gruñó el Uchiha con una cara magníficamente intensa, el pelo castaño colgando a sus lados y los pómulos ligeramente sonrosados.

—Genial —ronroneó Minato en medio de las caricias que el otro le prodigaba y que lo sacudían por entero.

—¿Te gusta?

—¿Tú qué crees…?

Fugaku, sin avisar, rodeó la base de su pene y lo encerró con fuerza. Minato se arqueó contra su pecho, enterrando la cabeza entre las almohadas de lino, cerrando los ojos y extasiado por el calor que le acunaba. La mano del otro subía y bajaba con lentitud, cerniéndolo con la diafanidad de la seda.

—¿Te gusta? —repitió Fugaku.

—Por Diossss… Si~ —siseó Minato retorciéndose en lo que esa mano le masturbaba. Su cordura se escurría como el agua entre los dedos.

Sin dar todavía la primera embestida, Fugaku dirigió su atención a un bonito botón color caramelo que pronto se perdió en su boca. Jugueteó con la lengua, logrando que se erguiera hasta convertirse en otro de los puntos de deleite que tenía el rubio.

—Eso… Mmm~… no es justo —dijo Minato jadeando con fuerza.

—¿El qué? —se extrañó Fugaku mientras atendía al otro pezón.

—No… no juegues con tres lugares a la vez.

—¿Te gusta?

—Sí —respondió firme a pesar de los ligeros temblores que transitaban en cada parte de su ser.

—Entonces no tengo porqué parar.

—Cállate y muévete.

Ordenó Minato alto y claro, haciendo énfasis en su mensaje cuando le dio un suave apretón al miembro del moreno y calibrando en todo su grosor el falo que tenía enterrado en las entrañas.

Fugaku quedó aturdido unos segundos por la divina sensación que le regalaron las paredes internas del rubio.

—Eres una jodida delicia —dijo el moreno con una voz endemoniadamente profunda y sensual, una que Minato creyó que era perfecta para el sexo.

—¿De verdad?

—Quiero comerte entero.

—Entonces hazlo. Hazme todo lo que quieras.

Eso fue lo último dicho cuando Fugaku empezó a moverse. Se relamió los labios e inició con el vaivén. Lo que siguió fue un borroso caos de besos y manos, uñas y dientes. Lo tomó de las caderas y lo levantó solo para enterrarse más fuerte dentro de Minato.

Fugaku se hundía una y otra vez, mientras los movimientos de las caderas del rubio lo acompañaban junto con las manos que se habían agarrado de sus brazos y le aferraban con crueldad placentera.

Minato se entregó a la sensación, meciéndose en cada embestida, arañando al moreno por la inmensidad de sentimientos que provocaba en él y simplemente porque a Fugaku le gustaba. Cada golpe tocaba en su interior algo que le hacía quedarse sin aliento. Tiró desesperado de sus hombros. Lo atrajo lo más que pudo hasta su anhelante boca, ansiando que borrara todo pensamiento coherente de su mente, que le hiciera olvidar hasta su nombre.

Fugaku tiró de su cabello, grueso y sedoso y lo complació con su beso, porque en pocos minutos había descubierto que el rubio adoraba sus besos. Sin embargo, era incapaz de cerrar los ojos. Minato era exquisito en cada uno de sus gestos y le provocaba miles de cosas con uno solo de ellos.

—Más fuerte, Fugaku, quiero sentirte… —rogó entre pequeños gemidos, apenas entreabriendo los labios.

Tantos años de riña y por fin allí estaban. En esa noche tranquila de luna llena, la persona que menos imaginó le pedía que lo amara con fuerza, con una confianza que lo desarmaba, entregándose con un abandono que indicaba que ponía en sus manos la vida misma.

Minato siguió deslizando sus manos, memorizando los músculos de sus brazos, la espalda del Uchiha, agarrando una que otra vez sus caderas y haciendo que Fugaku pusiera mayor vigor en las estocadas. Adoraba cada parte de él que ondeaba mientras se mecía. Un clamor en su estado puro fue arrancado de su garganta cuando Fugaku empezó a golpear constantemente un punto esponjoso en su interior. Los corrientazos de placer rozaban el dolor, dulce dolor. No podía dejar de gritar aunque su vida dependiera de eso. Solo Itachi podría ampararlo de algún incidente.

Dios bendito, Fugaku creyó que no podía entrar más pero cuando el rubio se arqueaba de la manera en que lo hacía, sentía que remolinos lujuriosos arrastraban su alma hasta un pozo de placeres sin fondo. Cada exhalación requería más trabajo, era hiriente, todo le acercaba a un orgasmo imposible. Gruñía embelesado por saber que era él quien le hacía experimentar a Minato esa enloquecedora debilidad, era el único poder que siempre había soñado con poseer, satisfacer la necesidad de dominarle. Fugaku se mordía los labios y gemía por lo bajo mientras llegaba hasta el final.

El rubio se retorcía impúdico, libertino, demostrando con cada gemido lo mucho que disfrutaba por el simple hecho de dejarse hacer. No le importaba su desinhibida actitud, no sin con eso podía recompensar al moreno y darle un poco de ese placer explosivo que se reflejaba en sus hermosos ojos negros. Con cada embestida se acercaba más y más al clímax y sus manos no podían parar de saborear aquel divino cuerpo resplandeciente de sudor. Fugaku era un maldito dios griego.

—Minato, Minato, Minato… —repitió el Uchiha con el sabor del susodicho en la boca, con el olor de su piel tersa, con los sonidos de su cuerpo y un hambre infinita. Deseó tenerlo así siempre, besarlo y llevarlo bajo la piel para nunca separarse.

Cada línea de su rostro estaba tensa, todo le advertía que estaba alcanzando el límite de su resistencia, pero Fugaku no quiso apresurar el momento, no llegar antes que su amante.

Una vez más, sus sentidos se enervaron, incrementándose hasta exceder todas sus leyes naturales. Minato sintió que había energía pura chisporroteando alrededor de ellos. El goce era glorioso y casi palpable. Comprendió que todo lo que quería se reducía al hombre que le devoraba contra esa cama. Ese amor, que superaba los límites de la carne, se clavó en su conciencia como la verdad más certera. Sin pedirlo ni esperarlo, esa enorme burbuja de dicha explotó haciendo que llorara de alivio y se corriera sin remedio, con su pecho desbordando de felicidad.

Fugaku pensó que el universo podía implosionar si eso quería, nada más importó que aquella calidez que lo apretaba. Mirando a esos cielos perfectos directamente, observando cómo Minato alcanzaba el orgasmo, apresándolo por su estrecha cintura y robándole el aliento incluido cada sonido exhalado, creyó que sus latidos eran el eco de su propia palpitación. Cegado, boqueó ante el ataque de placer sin igual, mareándose por su intensidad y con una llama prendida dentro de su pecho que no sabía que existía hasta entonces.

Perdieron la noción del tiempo, fundidos en un cálido beso y arropados por el manto del silencio que los acogía. Quien creería que son un lío juvenil de miembros enredado el uno en el otro.

Fugaku salió lentamente, procurando no hacer ningún movimiento que lastimara a Minato que ya componía un rictus incómodo.

—¿Te duele, he sido muy brusco? Demonios, yo… no sé si…

—No es eso —interrumpió el rubio con una sonrisa pintada en su cara—. Es que… lo hiciste dentro. Y se siente extraño.

Fugaku corrió rumbo al baño y regresó con varias toallas. Sin decir una palabra y con la delicadeza de quien está enamorado, limpió a Minato con extremo cuidado. Luego las usó en sí mismo y las arrojó al cesto de ropa sucia. Volvió a la cama con su rubio (¡su rubio!) y lo abrazó bajo las mantas.

—No esperaba que fueras así de romántico, Fu-ga-ku~ —bromeó el ojos-azules cuando se abrazó al mencionado.

—No te lo creas mucho, Minato, que no será así todo el tiempo —replicó el ojos-negros buscando ocultar su rubor.

—Yo sé, te conozco mejor que nadie. Incorregible, todo un desastre con una voz sexy y un mal carácter —objetó Minato mirándolo con seriedad.

—¿Y no te molesta?

—Puedo manejarlo. A propósito, ¿esta es tu habitación?

—No, esta es nueva.

—¿La remodelaste?

—Si.

—¿Por qué?

—Porque decidí que si voy a estar a tu lado, es porque voy a empezar una nueva vida contigo. ¿Estás dispuesto a aceptar una vida conmigo, Itachi, Sasuke y Naruto?

Minato hizo como que se lo pensaba, hasta que contestó:

—¡Claro que sí! Te amo, Uchiha idiota —y se abalanzó sobre su boca, compartiendo un beso chiquito y luego quedándose dormido.

—Yo también te amo —le dijo al oído cuando lo notó dormido.

Con precaución, Fugaku se deshizo del abrazo, salió de la cama y se puso la ropa.

 

 

Sasu y Naru, sentados en un árbol~ —canturreaba Itachi frente al televisor cuando escuchó las pisadas de su padre en el dintel de la entrada a la sala.

—¿Qué demonios-? —susurró Fugaku asustado por el cuarto en penumbras.

—¿…dre, me estás escuchando? —Itachi agitaba la mano frente a sus ojos y no se había dado cuenta.

—Vine a ver como estaban.

—Estamos bastante bien —señaló el Uchiha de la coleta al sillón, donde reposaban acurrucaditos Sasuke y Naruto. El neko de peluche había quedado en el suelo.

—¿Cayeron dormidos?

—Justo cuando comenzamos a ver una película.

—Ayúdame a cargarlos, los llevaremos a su cama.

Con Fugaku cargando a su hijo e Itachi cargando a Naruto, los llevaron a la habitación de Sasuke y los pusieron en su cama. Los arroparon apretaditos y salieron sigilosamente.

—La sorpresa que se llevará en la mañana, mi tonto hermanito —rió Itachi quedito.

—No te rías mucho, hijo mío. Pronto será tu turno —le dijo Fugaku alborotando su cabello.

Antes de que Itachi pudiera contestar, su padre lo apretó contra su pecho y besó su frente con todo el amor filial que le profesaba.

—Gracias por todo, prometo que te lo recompensaré.

—Prefería saber que no te quieres vengar de mí —dijo el chico un poco sonrojado por el reciente abrazo.

—Lo siento Itachi, pero eso no será posible. Buenas noches —dijo su padre acompañándolo hasta la puerta de su cuarto.

—Buenas noches a ti, y me saludas a Minato-san —rio Itachi escabulléndose a su habitación.

No pudo apreciar la expresión de su padre al cerrar la puerta tan rápido, pero ni loco volvía a abrirla.

Itachi se dejó caer en la cama pensando en lo mucho que su familia había cambiado en los últimos meses. Era muy divertido pensar en todos los cambios que vendrían. Secretamente, estaba esperando tener una familia más grande.

Tendría más hermanitos pequeños para molestar y para asfixiar con su amor, justo como le había enseñado su tío Madara.

Sería bonito tratar a Naruto como hermanito… ¿O mejor como cuñado?

Mejor esperaría a la mañana y a todas las que le siguiesen, porque por fin había visto a la luz entrar en esa casa que les quedaba muy grande a los tres.

—Así fue que empezaron papá y mamá, y ya somos catorce y esperan más~

 

Notas finales:

 ¿Alguien notó que todo empezó por una cena y al final, Fuga y Mina ni siquiera comieron? ( LOL )


ACLARACIONES: Solo hace falta dos epílogos. El que explica la venganza de Fugaku para Itachi ( ^^ ) y el futuro de esta bonita familia que hemos creado.


ADVERTENCIA: Es posible que a muchos no les guste lo que prepararé para Itachi. Conocen mi nick y con eso les digo todo. Creo que lo pondré en un one-shot aparte ¿Ustedes que dicen?

Stig, mi cielo, mi vida, no haré nada que tú no quieras ( >///< )

¿Merezco comentarios? ¡Sudé con ese lemmon! ( XD )

Mi musa está muy orgullosa de él.

¡Gracias por su lectura! Es un honor para mi que usteden lean.

Cuídense mucho.

¡Hasta luego!


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