CAPITULO 6.: CASTIGO
Todo iba viento en popa en el reino de Shin Makoku, se podía respirar la armonía en aquellas tierras y sentir la alegría de estas desde el matrimonio de sus reyes, hacia un par de años atrás.
Su Heika había sentado cabeza, de tal manera que ya eran raras las ocasiones que estaba fuera de su país, mucho más de su mundo, lo único que faltaba era el tan esperado heredero real, pero al ser sus monarcas jóvenes, sabían que para eso faltaban por lo menos muchos años, ya que la pareja seguía viviendo una interminable Luna de Miel, o para ser exactos una segunda, desde que la hija adoptiva de estos se fuera a tomar responsabilidades de su propio reino.
Todos estaban tan contentos que nunca se percataron que algo raro le había pasado a su Heika.
En un principio fue raro verle usar su mayoku al máximo sin tener que usar la transformación típica con el alma del maou original, pero un orgulloso consejero decía que eso solo probaba la fortaleza y fuerza de su soberano, lo cual les había dejado conforme con la previa verificación del Gran Sabio. Sobre todo a su consorte, que aunque nunca lo hubiese dicho o expresado, ese cambio que sufría su amado, nunca fue de su agrado, es mas le producía escalofríos, al punto de darle hasta un poco de miedo, pero claro, un orgulloso mazoku que se vale de su linaje de sangre pura, jamás reconocería eso, menos tratándose de la persona que amaba.
Se los gano a todos sin excepción, aunque en un momento dudo de poder conseguirlo, sobre todo con la pequeña princesa con la cual su contra parte, tenia fuertes vínculos, pero también termino consiguiéndolo, la niña era un alma pura, sin una gota de malicia, entendía bien porque él se encariño con ella, hasta el punto de adoptarla.
Nadie sospecho, aunque en un principio le fue difícil tomar control del cuerpo que habitaba junto aquel muchacho, por fin lo había conseguido, sin tener que mostrar su verdadera forma. Sabía que de presentárseles así, todos los súbditos mas cercanos lucharían por tenerle de vuelta, sobre todo su amado Wolfram, que después de hacerle suyo, cualquier posibilidad de liberar a su rival, tras una muestra de arrepentimiento por el atroz crimen que intento de concretar, quedo definitivamente olvidada.
Cada vez que le veía sonreír, que le besaba hasta conseguir poseerlo por completo, no podía comprender como pudo rechazarle, aun con su carácter fuerte, era una persona leal, con quien se podía contar, amorosa, valerosa, adorable, que más podría haber querido de él. Claro, en ese momento al ver pasar a una sirvienta, pudo acordarse de los motivos de todas sus desgracias y penurias. Baka(idiota), fue lo ultimo que decía siempre al recordar esa noche, en la cual le brindo la oportunidad de redimirse y este se negó rotundamente aceptarla.
No tenia mas opción, “CASTIGO”, anuncio ante un asombrado muchacho que de haber tenido la posibilidad se habría reído de él.
Apenas tomo posesión de aquel cuerpo intento de llevarse al rubio hasta el baño, lo cual fue inútil, ya que el mismo estaba débil por la posesión tomada a la fuerza.
Le dio a beber agua de un florero, le introdujo los dedos en la garganta, esperando que con esto devolviera parte del veneno, si no todo, daba gracias que aquella poción hubiese sido combinada con aquel refresco, por eso su actuar seria mucho mas lento.
Cuando se sintió con fuerza suficiente no dudo en brindarle una gran cantidad de mayoku curativo, dejándolo nuevamente agotado.
Se obligo a no perder el control recientemente adquirido, a duras penas se dirigió hasta la puerta, comenzando a gritar en busca de alguien que pudiese auxiliar a su demonio de fuego.
Cada vez que recordaba esto, un nudo se le formaba en la garganta, hasta sentía una punzada en el corazón. Por culpa de esa parte egoísta que predominaba ese cuerpo, en el cual habitaba, estuvo a punto de perder al ser que tanto amo, ama y amaría por siempre.
Si, desde ese día, Yuri Shibuya, tal como le conocían, jamás volvió aparecer, para quienes le conocían, nunca les había abandonado.
Jamás conocerían el dolor o la decepción, ni sentirían la vergüenza que sus actos habrían acarreado consigo.
En frente del espejo, ahora estaba él, aunque desde el fondo de aquel cuerpo otro ser aullara con desesperación su tan anhelada libertad.
FIN