No podía entender el porque, su tristeza aumentaba con el paso del tiempo y ella nuevamente había desaparecido de su vida dejándolo solo.
Lo que no pudo conseguir un poderoso mazoku, lo que no pudieron lograr los reinos enemigos, lo consiguió una simple mujer, destruyo el corazón del monarca, lo llevo a la oscuridad, hundiendo junto a el un imperio.
Las noches eran demasiado largas, ni decir de los días, agradecía con todo su ser aquellos hombres que luego de lo ocurrido con su hermano menor, no lo hayan abandonado, sin ellos de seguro Shin Makoku hubiese caído en desgracia.
Muchos años a cuestas de aquel día fatídico y aun le costaba levantarse de la cama, la culpa era algo habitual en el, mas estaba acostumbrado a ella, tal como a respirar.
Daba un paseo por el gran jardín de palacio cuando a lo lejos diviso una figura familiar doblar una esquina, le siguió con el corazón a punto de salírsele del pecho, sabia que era imposible, mas en el fondo de su ser deseaba creer que no.
Sentada en la banca del gran laberinto de hiervas estaba ella, tan bella como siempre que al verlo no dudo en sonreírle, se le acerco sin mas, se arrodillo ante ella tomando sus manos besándoselas con premura y dedicación, haciéndole aquella pregunta que le había estado atormentando por tantos años.
¿Por qué?
Ella soltó una picara risa, esbozándole una sonrisa, se miraban de frente otra vez.
“¿Porque me dices, porque crees tu?”
El monarca no entendía su respuesta y mucho menos su pregunta, acaso se burlaba de el.
Se soltó de su agarre para dar unos pasos lejos de el, miraba el cielo con tal tranquilidad que quien le viera diría que no podía existir ser mas inocente que ella.
“¿Cómo se siente asesinar a quien te amo sinceramente?”
El Heika se sintió shokeado por aquella pregunta, no supo responder, mas si a reclamar.
“Donde has estado, porque desapareciste nuevamente, contéstame”
Nuevamente le miraba, se veía tranquila y así le respondió.
“No quería interferir con tu dolor”
El rey bajo la cabeza, era cierto que le dolía lo que había hecho, mas eso no tenia que ver con su amor por ella.
“Lo que hizo fue un acto desesperado, mas nadie puede negar cuanto te amo”
“Que dices”
La mujer sonrío, olio profundo una rosa que sostenía en la mano y le contesto.
“Si hay algo que adoro son los crímenes pasionales, son exquisitos, no lo crees”
No podía creer lo que escuchaba, acaso su amada, encontraba divertido todo lo ocurrido con su ex, acaso no lo haba amado, o al menos querido, y si era así, que pasaba con el.
“Ameris…”
“Esta vez se tardo bastante”
No salía de su asombro por tan frías palabras, soltó la rosa y se disponía a marcharse cuando le agarro del brazo, estaba confundido pero también furioso por su actitud.
¿Por qué?
¿Por qué preguntas, porque crees tu?
¡Ya basta, respóndeme de una vez, acaso te alegras por las desdichas que han ocurrido por tu causa!
“Me culpas por no amarlo, o me culpas por que te olvido”
Se Safo de su brazo y la vio marcharse pero no sin antes escuharle decir.
“El corazón es una verdadera caja de Pandora, tan misterioso, tan sincero, pero en tu caso, es diferente, es raro encontrarse con personas como tu, eso me agrada”
Antes de que pudiera recriminarle por sus comentarios, ella desaparecía en una niebla aparecida de la nada.
Todos en la familia le agradecían no haberlo sentenciado a muerte por el agravio sufrido, mucho mas por no encerrarlo en prisión de por vida y mas al no exiliarlo.
Sabían que tenia todo el derecho a hacerlo, pero también que en gran parte era su culpa, tato de el como el de ella.
Jamás se imaginaron que aquel amor sincero profesado hacia el se transformara en un odio tan puro por parte del rubio que no dejaba de profesarlo cada vez que tuviera la ocasión, desde el enfrentamiento se encontraba recluido en tierras Bielfield y de ahí no salía, ni siquiera para asistir a los eventos sociales de su propia familia. La rabia de aquella batalla perdida solo consiguieron acrecentar su resentimiento y que él mismo le salvara la vida luego de dejarlo en tal lamentable estado, era mucho peor.
Se extraño al escuchar el anuncio, después de casi una vida sin verlo, el iba a solicitar una cita en su propia casa, de seguro iba a contemplar su obra, a reírse de su desgracia, un motivo mas para odiarle.
A diferencia suya en el parecían haber pasado apenas un par de años, en contraste con sus treinta y tantos, estaba tan bello e imponente como siempre, al igual que altivo, aun en esa desagradable silla que le ayudaba a trasladarse de un lugar a otro.
“Cuando me dijeron que el Heika solicitaba una audiencia con este desleal súbdito, no podía creerlo, acaso se arrepintió de su sentencia”
Sin lugar a dudas seguía siendo el mismo, no, no lo era, desde aquel día lo noto, tanto en su expresión como en la forma en que lo veía.
“De seguro entro en cordura, que es, muerte, exilio o cárcel”
“Wolf, no digas tonterías, no he venido por eso”
“Le agradecería que me llamara por mi nombre”
“Perdon Wolfram”
“Von Bielfield para usted Heika”
Un peso sombrío se instalo en su pecho, nunca trato con tanta formalidad al rubio, ni siquiera al terminar su compromiso, eso le tomo por sorpresa, mas que podía hacer, todo había cambiado.
“Lo siento Von Bielfield”
Sus miradas se cruzaron por largos minutos sin pronunciase, para luego comenzar una platica sin sentido hasta caer la noche, le vio subir en brazos de uno de sus sirvientes hasta su cuarto, era obvio que le desagradaba, mas que el presenciara esto, pero no podía quitarle la vista de encima, algo remecía en su interior desde que le viera, algo le incomodaba tras escuchar aquellas palabras, algo dormido y oculto resurgió de su interior con una fuerza descomunal desde que lo volvió a ver.
Las estrellas, tan brillantes, tan fuertes, tan hermosas, le recordaban su falta sin tregua al caer la noche. No supo porque, pero observo su cuarto por largos minutos hasta que vio una figura acercarse a su balcón, aun sentado en aquella silla su belleza, ni su altivez aminoraba, al igual que el minutos antes, miraba las estrellas, al igual que el antes, pronunciaba un nombre, pero a diferencia suya, ni el nombre, ni el recuerdo era el mismo.
Le dolía darse cuenta de esto, por fin aquella extraña sensación que había comenzado desde que hablara con ella tenia un significado, la respuesta a una pregunta que nunca tuvo respuesta.
La luz de la luna provocaba que brillara en la oscuridad, remeciendo su ser, lagrimas caían por sus mejillas y una frase que jamás pensó en decir salía de sus labios.
“Te amo”
Fin