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Wife por metallikita666

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Notas del capitulo:

Sinceramente, he esperado mucho esta actualización. En el caso de la primera escena, porque relata momentos familiares de esos que tanto me gusta imaginar, con su intimidad y natural espontaneidad. Con estos Tomioka que van creciendo y cambiando, pero que permanecen siempre muy unidos.

Porque también los une la bizarrada. Y si no me creen que de ello pueden dar muestra hasta en los asuntos más cotidianos, sigan leyendo. 

Quince: Subaru Alcyone SVX

 

-¿Anoche? No, nada. Papá llegó, cenamos, y después… me puse a hacer unos deberes.-

Echado en la cama, hablaba por teléfono inalámbrico mientras me colocaba a Meru sobre el pecho. Eran como las diez de la mañana: Ruki y Uruha se habían ido a casa de Tatsu-ojisan con los diseños en mano, aunque con los trajes de Tsukuyomi y Susanoo aún en proceso. Probablemente, los acabarían junto al pelimorado y adelantarían las propuestas sobre telas y demás accesorios.

-Ya veo. Pero hoy si saldrás, ¿no? Es casi imposible que estés en casa un sábado en la noche.- Rio ella, logrando hacerme sonreír también.

-Sí. Tenemos fiesta en casa de Kirala-kun. Por cierto, hay dos cosas que no te conté ayer… No sé por qué.- Me excusé, aunque sabiendo bien que la razón había sido que quería dejar de pensar en esos asuntos mientras la pasaba con mi prima. –Pero no sé si tienes tiempo, o si hay moros en la costa…-

-No te preocupes. Papá salió y mamá está tomando un baño, así que tú habla.-

-De acuerdo. Una de ellas es que… últimamente, Meru-chan ha dejado de hablarme casi por completo, y no entiendo la razón. La última vez solo se apareció en mi mochila mientras estaba en el colegio, y fue horas antes de que me peleara feo con el viejo…-

Bajé la voz al máximo, pues no quería que mamá oyera y se enterara de algo que papá ni yo le comentamos, con el objetivo evitarle preocupaciones. Como resultaba esperable, tampoco se dio cuenta de lo sucedido en Suminoe-ku con lujo de detalles, sino que solamente supo que la misión había concluido con éxito.

-Mmm… Supongo que ya estás creciendo, Yuki-kun.- Respondió Kuroneko, golpeándome un poco con tales palabras. –Pero no debes dejarte llevar por eso. La tía Ken-chan, a su manera, no ha dejado de escuchar la voz de sus juguetes aun a su edad.-

Me quedé unos instantes en silencio, pero ella no se extrañó por no oírme. Me conocía bien y estaba acostumbrada a que esa fuera mi manera de reflexionar sobre las cosas.

-Además, piensa en si la has hecho enojar de alguna forma, porque también puede ser eso. Y bueno, ¿cuál es la otra cosa?-

Un poco perdido de momento, me desconcerté.

-¿Qué otra cosa?-

-Aysh, ¡Chucky tonto!- Reclamó la pelinegra, aunque riendo después. -La que me dijiste que me ibas a contar.-

-Ahhh, sí. ¿Sabes, Gato? Creo que hay un chico que me gusta. Aunque más bien son dos.-

Lo había dicho así a propósito: en parte, porque tal fraseo definía bien mi confusión, pero también porque adoraba desorientarla.

-Yuki… ¿Qué estás diciendo? Eso no tiene sentido. ¿Es uno o son dos?-

-Es que estoy seguro de que me gusta uno, pero no sé cuál de los dos sea. Loco, ¿no?-

-Ugh. Ponte de acuerdo primero, y después me cuentas. Uy, tengo que colgar: acaba de llegar papá. ¡Nos vemos!-

Dicho aquello, la chica cortó la comunicación, a lo que solamente me quedó suspirar. Estaba pensando en aquello que mencionó por último, sobre lo cual tenía toda la razón: debía ponerme de acuerdo con mis pensamientos y sentimientos.

Retiré a Meru de mi pecho y me incorporé cuando escuché al viejo que conversaba con mi madre en el piso de abajo. Antes de llamar o no a Takashima, tenía que hablar con él.

-Papá…- Lo interpelé, cuando todavía bajaba las escaleras. Él estaba fuera del dormitorio principal, sosteniendo una camisa en cada mano, pues sobre ellas le solicitaba opinión a la rubia. –Quisiera pedirte un favor.-

El de melena bicolor levantó una ceja, pero de inmediato esbozó una media sonrisa.

-De acuerdo, Yuki. Pero si quieres que te dé permiso para que me lo pidas, dime primero cuál de las dos te gusta más.-

Evidentemente, me preguntaba a mí porque Ruki no estaba, y a él mismo siempre le consultaba para luego usar la que el chico no escogiera. Lo hacía para fastidiar, porque estaba perfectamente al tanto de que mi hermano intentaba salvarlo del ridículo.

-Ehh… ¿Cuál eligió mamá?- Inquirí a mi vez, demostrándole que conocía bien su jugarreta.

Las opciones, de todas maneras, eran terribles: una de las camisas tenía diseño frutal de mangos y bananas sobre un fondo negro, mientras que la otra era lisa en tono naranja chillón.[1]

-¡La de manguitos y bananas!- Respondió el baterista desde dentro del cuarto.

A partir de dicho veredicto, según yo tenía mi estrategia. Si le contestaba al empresario que usara la naranja, que era la menos horrible aunque no dejaba de serlo, no me haría caso y se pondría la otra. Entonces, si le decía directamente que la frutal, por llevarme la contraria tendría que vestir la lisa.

-Sí, ponte esa. La de frutas.- Le indiqué con seguridad.

-¡Genial! ¡Es la primera vez en que todos nos ponemos de acuerdo!-

Viejo del demonio: siempre se salió con la suya. Así que, aunque apretara los labios, no me quedó más remedio que hacer mi mejor esfuerzo por ignorar aquella payasada.

-Como quieras… ¿Ahora sí te puedo decir qué venía a pedirte?-

Tomioka desabotonó la prenda y se la empezó a colocar.

-Adelante.-

Me puse un poco nervioso, pues no sabía cómo empezar. Era la primera vez que le pediría un favor de esa índole.

-Yo, ehh… Quisiera saber… Es que esta noche hay fiesta en casa de Kirala-kun.- Expliqué, a lo que el mayor me miró de reojo luego de pararse frente al espejo, ya en el interior de su recámara. Yo lo había seguido hasta detenerme a la entrada. –Entonces yo quería saber si tú… me prestarías alguno de los autos…-

En esa época, mi papá tenía dos coches: un Volkswagen Polo Harlequin y un Subaru Alcyone SVX[2]. El primero de ellos, sin duda, toda una excentricidad digna de su persona; y que por más que pareciera un auto de juguete tamaño natural o la ocurrencia de un loco aislado, había sido costoso después de todo, pues era importado. El segundo, de producción nacional y mucho más normal en su diseño y apariencia (papá lo adquirió en color vino), tampoco era lo que yo me habría comprado de haber tenido su dinero. No obstante, y como habrán adivinado, era ese el que yo pretendía que el empresario me prestara.

El mayor frunció el ceño con desconfianza y acabó de abotonarse aquel impresentable pedazo de tela que creía camisa.

-Ken-chan… ¿Este niño sabe conducir?- Le cuestionó a su mujer, quien estaba en bóxer cortándose las uñas de los pies en el baño, al interior de la pieza.

-No tengo idea, mi vida. ¿Por qué no le preguntas a él?-

Y volteando su vista hacia mí nuevamente, me observó con mirada inquisidora y sospechosa.

-Takayuki… ¿Estás consciente de que tienes solo catorce años, verdad?- Ante su pregunta, únicamente asentí con la cabeza, sonriendo. –No deberías saber algo como eso todavía, pero asumo que si me estás pidiendo el coche, es porque ya aprendiste. Probablemente, de la chusma esa con la que te juntas.-

Afortunadamente para mí, mamá seguía oyendo el intercambio desde adentro. O mejor dicho, desde el principio esa había sido una conversación de tres.

-¡Tommy-chan, no digas esas cosas de los chicos! Recuerda que también son mis protegidos.- Los ocasionales momentos en que el menudo rubio regañaba a su marido constituían sin duda uno de esos pequeños privilegios que como hijo de ambos tenía, pues aquello casi no se daba frente a otras personas. –Ah, ¡y no seas malito! Préstale el coche para que vaya a la fiesta. Kirala-chan no vive tan lejos de aquí.-

No solamente me había atrevido a hacer la solicitud intuyendo que, de escucharnos, mamá me apoyaría; sino que lo hacía aprovechando la coyuntura tras lo sucedido en el puerto dos días atrás. Yo había aprendido mi lección, pero de cierta forma confiaba en que el mayor también aprendiera la suya, y entendiera por fin que no podía seguir tratándome de la manera en que lo hacía.

Estratégicamente, me mantenía sin decir una palabra. Sólo miraba al de melena bicolor de forma muy intensa, con el propósito expreso de que mi atisbo le resultara incómodo. Empero, por dentro temía algo, aun si el viejo accedía a mi petición: que se le ocurriera prestarme el Volkswagen. Aunque dado que era su auto favorito, resultaba muy poco probable.

El infeliz se estaba tardando y el vocalista de Anti Feminism lo notó.

-¡Tommy-chan! A lo mejor y lo quiere para impresionar a algún muchacho. Respóndele de una vez.-

La sangre se me subió a la cara en cuestión de instantes gracias a mi madre y sus comentarios poco atinados; pero, afortunadamente, el empresario no se dio cuenta, dado lo empeñado que estaba en permanecer indiferente. Hizo un par de poses más frente al espejo y su capacidad para ignorarme llegó a su límite, así que no le quedó más remedio que contestarme.

-Ugh, a ver…- Inició tras un pesado suspiro. Pero su expresión cambió segundos después, volviendo a una de autosuficiencia. -¿Y cuál de los dos quieres que te preste?...-

Mierda. De nuevo aquella trastada. ¿Y qué carajo se suponía que tenía que contestar para que me diera el maldito Subaru? Rápidamente intenté hacer memoria de si alguna vez yo había opinado sobre su coche importado delante de él, y no recordé un solo episodio. Mi hermano, por el contrario, sí le había dicho sus verdades.

-El que te guste menos…- Dije por fin, jugándome el todo por el todo. Si lo de la camisa no había funcionado, tal vez aquello lo hiciera. Y en todo caso, sonaba mucho menos pretencioso y demandante de mi parte.

-Hmm, de acuerdo. Puedes llevarte el Subaru.-

Tuve que hacer un gran esfuerzo por contener y disimular mi alegría, la cual por suerte ayudó a que se me bajara el ridículo sonrojo anterior. Así que luego de agradecerle al empresario con una reverencia en ángulo de noventa, salí corriendo de ahí. Ni por la cabeza me pasaba que haber logrado el coche más decente no me salvaría de la noche probablemente más vergonzosa de mi ya de por sí irrisoria vida…



[1] No por nada es Tommy uno de los grandes gurúes del visual kei, y aparte de su engrish, es su forma de vestir otras de sus marcas olímpicas: estilo que hemos bautizado como “formal payasesco”, y del cual muestran influencias muchísimos otros músicos más de la época.

[2] Si no lo desean, no busquen este último, pero asegúrense de goglear el primero. No se van a arrepentir: es el auto perfecto para Tomás.  

Notas finales:

En notas anteriores expresé mi cariño por el Ken-chan que hasta ahora he construido como personaje en mis fics (y que tiene su base en el del rol), sobre todo en lo tocante a la forma de relacionarse con sus seres queridos y allegados. Pero en esta oportunidad es una mención muy breve la que tomo para referirme al amor y al agradecimiento que siento por el Kenzi histórico: a como bien lo expresa Kuroneko, son sus legados simbólicos, condensados en la manera en que mi mundo se llenó de personajes tiernos y colores cuando entendí que era totalmente posible combatir la adultez convencional. Hide me liberó de mi oscuro y monocromático encierro, pero el enano me salvó del horror de envejecer si eso significaba renunciar a mi infantil ternura y capacidad de soñar. Y uso el término "infantil" aquí de la manera más reivindicativa posible. Después de haberme topado con él, ya no tengo miedo a acumular años, porque cada uno es una nueva oportunidad para seguir disfrutando de todo aquello que me hace sonreír.

Ahora bien, no podemos olvidar algunos tags imprescindibles:

#FormalPayasesco

#LaDeManguitosYBananas

#AquelImpresentablePedazoDeTelaQueCreíaCamisa

¡En fin! Que este fue solo el preludio (aunque uno muy repulsivo) a la verdadera escena más hijueputamente execrable de este relato... ¡MUAJAJAJAJA! -ríe como Dio mientras junta los brazos para presionarse una pechuga contra la otra-


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