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Wife por metallikita666

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Notas del capitulo:

Si el anterior fue el pináculo del ridículo y del descaro, este capítulo es el clímax de la ternura.

Espero que nunca llegue por estos lares algún sjw, pero sólo por si acaso, ADVIERTO QUE ESTA ESCENA DESCRIBE RELACIONES SEXUALES EXPLÍCITAS ENTRE MENORES DE EDAD; ES DECIR, ES SHOTA. Bla, bla, bla y no; no me arrepiento de haberla escrito, porque a la vez es mucho más que eso. 

El nudo se resuelve aquí, y son ambos recursos lo que le da su fuerza dramática.

Diecisiete: Tecchan

 

-¿Sabes, Yuki? Estuve pensando que en realidad tuve suerte… ¿Y si el tipo hubiera vomitado mientras todavía nos estábamos besando? ¡Ugghh! ¡Habría sido horrible!-

-Tetsu… Ya déjame en paz con eso, ¿sí? No quiero seguir hablando sobre lo que pasó el sábado…-

Estaba tirado boca arriba en la azotea, con el brazo tapándome la cara. Hacía rato que había terminado mi almuerzo, pero no tenía ni el más mínimo interés de dirigirme a otro lugar que no fuera el salón de clases, una vez que sonara la campana (y dado que era forzoso hacerlo).

-De acuerdo. Pero solo por un rato, ¿vale?- Dijo el miserable; réplica ante la cual decidí permanecer en silencio. Empero, resultaba muy ingenuo pretender que su mente atarantada se detendría por el hecho de pedírselo.

–Hmm… Qué extraño. Todavía no vino Mai-chan.-

Al escucharlo, me destapé un poco y lo miré con gesto torvo.

-Es el colmo. Qué sinvergüenza que eres. ¿Te hace falta tu postre?- Por toda respuesta, asintió riendo. Pero en eso, y a pesar de mi última petición, me acordé de un asunto que me estuvo dando vueltas en la cabeza durante todo el domingo; en especial, mientras limpiaba el asiento trasero del Subaru con el viejo maldiciendo de fondo. –Oye, bobo. Hay algo que quiero preguntarte. ¿Se puede saber por qué… no rehuiste el beso de Uruha?-

-Pues porque era parte del juego.- Contestó él, haciéndose el tonto y mirando hacia otro lado.

Pero a mí no me engañaría.

-No me refiero a eso; no intentes pasarte de listo conmigo. Estoy hablando del momento en que comenzó a besarte de manera más profunda. De haberlo querido, te habrías soltado… Ah, y no te voy a creer el cuento de que estabas muy ebrio.-

Entonces, Itakura se sonrojó, y yo supe que había dado en el clavo.

-Ahh, ehhh… Pues…- Balbució nervioso, rascándose la cabeza. –Esteee… Porque quería hacerlo. Quería probar sus labios… de pato...-

La conversación se vio interrumpida por la compañera de mi hermano, quien arribó, como todos los días, con el encargo de dejar el postre que mandaba Takashima. Esa vez se trataba de cheesecake de melocotón, el cual rechacé de inmediato para dicha del goloso que me acompañaba. Este le comunicó a la chica que, tristemente, Kouyou-san seguía sin dar en el clavo, pero que le dijera de su parte que se siguiera esforzando, pues algún día lo conseguiría.

Por la tarde teníamos Geografía y Política, y de acuerdo con lo que había venido ocurriendo anteriormente, no fue complicado intuir que los maestros también destinarían ambos espacios al trabajo del proyecto en grupos: en especial, porque eran lecciones seguidas. A ese efecto fue que Ruki y Takashima quedaron con Tatsu-ojisan de que el mayor llevaría el vestuario al colegio, pues se le dificultaría apartar el espacio para asistirnos en ello durante cualquier otro momento de los dos días siguientes. Por otra parte, tanto Tetsu como Akira nos mostrarían al resto sus borradores, con la finalidad de que les hiciéramos cambios y diéramos sugerencias. Finalmente, yo –por mi lado- había trabajado el resto del domingo en conseguir y modificar la poca utilería que requeriríamos, la cual tenía lista en casa.

Dada la cantidad de trabajo para ese día, se comprenderá que por más que deseaba con toda el alma escaparme de las clases, no lo habría conseguido sin el odio visceral y la persecución encarnizada de los restantes cuatro miembros de mi equipo… Por lo cual, no me quedó más remedio que resignarme a verle la cara al estúpido infecto de Kouyou durante toda la maldita jornada.

La llegada de Tatsu-ojisan provocó demasiada expectación, sobre todo entre las maestras más jóvenes (y otras tantas de las mayores), pero aunque estaba fascinado con el hecho, el infeliz castaño no pudo acercarse a decirme nada, pues lo traía bien a raya con la cara larga que todavía tenía para él. Más que Tetsu, ese sujeto sí que era el colmo, pues había quedado peor parado que yo; pero debido a que sus últimas afrentas eran solo de mi conocimiento y no tenía ganas de andarlas pregonando (a diferencia de él), se salvaba de que todos se enteraran qué clase de tarado era en realidad.

A cada rato se le pegaba a Takanori para comentarle lo suertudo que era por tener una familia tan popular y unos tíos tan guapos. No obstante, la visita del pelimorado no duró mucho, ya que aparte del poco tiempo con el que contaba el guitarrista, era realmente incómodo intentar trabajar con todas las de onceavo y doceavo entrando a cada rato al salón para pedirle autógrafos y fotos. Así fue que Shinozaki, después de tomarle las medidas finales a cada uno, optó por explicarnos rápidamente cuáles eran sus sugerencias para acabar los diseños, y le aconsejó a Ruki que ante cualquier dificultad, se comunicara con Toshiya[1]. De previo, el falso ojiazul había hablado con el bajista para pedirle que nos apoyara con esa labor.

Posteriormente, nos aplicamos a revisar los borradores del enano, los cuales tengo que confesar que volvieron a sorprenderme. En verdad se notaba lo mucho que se dedicó desde niño a leer el Kojiki y el Nihonshoki[2], además de otras publicaciones y estudios relativos a ambos. En el estilo de lo escrito se filtraba la influencia del lenguaje antiguo, el cual distaba totalmente de la manera en que él hablaba o escribiría a diario. De no ser porque conocía perfectamente que aquellos diálogos, introducción y desenlace los había redactado especialmente para el proyecto, me habría costado creer que fueran de su autoría. Dicho trabajo me hizo conocer otra de sus facetas, y que comenzara a verlo desde una nueva óptica.

Aquella especial demostración de sensibilidad fue uno de los hechos que más preparó el camino para lo que sucedería más tarde entre ambos, después de que, a la salida, el más bajito me pidiera que lo acompañara a su casa para terminar los guiones. Yo, por supuesto, acepté con normalidad y ambos nos dirigimos a Tennoji-ku, trocando nuestros usuales vagabundeos vespertinos por una tarde de deberes, lo cual (aunque parezca raro dado que éramos un par de colegiales) resultaba poco común para nosotros.

Al llegar a su casa, la primera cosa extraña que noté fue que el menor no se anunció, sino que solamente abrió y ambos ingresamos. Una vez dentro, me pidió que me pusiera cómodo y que me sintiera como en casa. Para ese momento, nada se me hizo particularmente sospechoso; pero luego de que escuché que el otro había subido a su habitación, aproveché para recorrer la cocina, el comedor y el salón, los cuales tenían un aspecto más sombrío de lo normal. No había nadie en ellos, lo cual no era necesariamente revelador, pero luego decidí observar más de cerca. Al abrir el refrigerador y la despensa me encontré con que estaban casi vacíos, a excepción de una pequeña provisión de repollo, zanahorias, arroz y kanikama[3]. Fue en ese instante que recordé que dichos alimentos habían sido lo único que mi amigo almorzó durante los últimos tres o cuatro días; un detalle al cual no le había prestado la suficiente atención por estar ocupado con mis propios problemas.

Con un mal presentimiento en el pecho subí las escaleras, y pronto noté que el ambiente de la planta alta también estaba demasiado oscuro. En parte, porque no había luces encendidas y el día no había sido particularmente soleado, pero también debido a que solo estábamos nosotros dos, aunque la presencia del chico hasta parecía haberse desvanecido. Al pasar cerca del estante que había en el pasillo del piso superior, pude observar la colección de libros de su padre, de entre los cuales destacaba una hermosa versión del Kojiki encuadernada en empaste de lujo, de cuya existencia nunca antes me había percatado.

Cuando por fin llegué a su pieza, lo encontré sentado en la cama, abrazando sus piernas flexionadas y mirando hacia la ventana. Sin decir nada, me acerqué a él y me ubiqué a su lado.

-Quién diría… que desde pequeño te ibas a interesar en esas antigüedades de tu viejo.- Comenté con voz tenue y una pizca de bribonada, para tratar de romper la tensa atmósfera. –La mayoría cree que son libros para ancianos, pero la verdad es que me dejaste muy asombrado. Desde la semana pasada, en realidad: cuando hablabas de todo eso con Suzuki. Pero hoy me quedé sin palabras.-

Mi estrategia funcionó, porque al menos por un instante, el bobo sonrió.

-Me interesé en ellos cuando comencé a sentirme solo.- Dijo, reposando el mentón sobre las rodillas. –Y poco a poco me fui dando cuenta de lo hermosas que son esas historias. Me hacían sentir acompañado, y se convirtieron en parte de mi propio mundo de fantasía. Pero por la razón que tú mismo dices, no es fácil contar que te interesan esas cosas. Te da miedo que se vayan a burlar de ti.-

Una vez que logré que el chico me mirara por fin, supe que tenía que preguntarle por su situación de los últimos días.

-Tecchan… ¿Por qué no me dijiste que seguías solo?- Inquirí de la manera más gentil que pude, aunque reconociendo por dentro que yo tampoco me había interesado lo suficiente en saber qué había sucedido con sus padres desde el día en que lo invité a acompañarme al puerto.

-Tú te sentías muy abrumado por lo que estaba sucediendo con tus viejos: tanto con lo de Tommy-san y los tipos en Suminoe-ku, como con lo de tu mamá y Ruiji-chan. ¿Para qué iba a darte otra preocupación?- Respondió él con una pequeña sonrisa dolida. Como queriendo restarle importancia al tema y darme a entender que, con todo, no se tomaba su situación realmente en serio, y que lo mismo debía hacer yo. Pero a mí me fue imposible verlo de esa manera. –No te preocupes. Esto ha sido así siempre. ¿Por qué habría de lastimarme más ahora?-

-Debiste decírmelo.- Sentía cólera, pero no contra él. Posiblemente, tanto contra sus padres, como contra mí mismo. -¿Qué clase de amigo soy si no hago nada por ti cuando lo necesitas? Tú, en cambio, te preocupaste por mi ausencia del miércoles y buscaste al viejo…-

-Yuki, tú sí has hecho mucho por mí… aunque no lo creas.- Tras decir aquello, dirigió la vista hacia el horizonte, suspirando. –Cada vez que recuerdo que te convertiste en huérfano siendo muy pequeño e imagino todas las cosas por las que tuviste que pasar, me doy cuenta de que lo que me sucede a mí no es nada. Perdóname si te hago sentir mal, pero así es como lo veo yo.-

Esas palabras también eran sorprendentes, ya que fueron escasas las veces que en el pasado hablamos de aquel asunto. Tetsu y yo nos conocimos en la primaria a la que comencé a ir luego de que mis padres me adoptaran; y, al principio, él naturalmente creyó que mamá era una mujer. Cuando se dio cuenta de la verdad yo le narré mi historia y le hice prometer que guardaría el secreto, no por miedo a lo que otros niños pudieran decir, sino a lo que los adultos pudieran decirles a estos.

-Si no te hubiera conocido y no supiera tu historia, se me habría hecho más difícil pasar tanto tiempo a solas aquí en casa. Además, al no tener hermanos tú te convertiste en uno para mí, y juntos salimos a la calle y comenzamos a interesarnos por las mismas cosas…-

Su comentario me hizo evocar el pasado no tan remoto (para ese momento) de una manera muy dulce; de seguro porque hasta entonces no me había tomado el tiempo para ver hacia atrás y rememorarlo todo. Mis tíos habían visto crecer a Tetsuya al igual que a mí, y también le tenían cariño y confianza, a pesar de que a veces pensaran que estaba un poco loco.

-Te agradezco todo lo que has dicho…- Respondí por fin, esbozando una pequeña sonrisa. No obstante, no lograba sentirme tranquilo del todo, y el mohín se esfumó pronto. –Pero sigo creyendo que actué mal. Discúlpame.-

Noté cómo el menor se ruborizó y volvió a desviar la mirada, aunque pronto comprendí que lo hizo debido a las palabras que estaba a punto de pronunciar.

-De veras que no, Yuki. Tú… e-eres el mejor amigo que alguna vez imaginé llegar a tener, ¿sabes?- Su tono se volvió muy nervioso, pero aun así el pelicolorido no renunció a expresar lo que deseaba, y eso me pareció conmovedor. Cuando lo hacía en son de broma, las palabras dulces y los apodos cursis que me dedicaba le salían con total espontaneidad y despreocupación; pero en ese momento, estaba sintiendo verdadera pena. -Y yo te quiero mucho…-

Me acerqué más a él sin que lo notara, y le volteé el rostro despacio, tomándolo por el mentón, hasta que estuvimos frente a frente y a centímetros de distancia.

-Yo también te quiero mucho. Has sido mi mejor amigo desde que éramos pequeños, y dudo bastante de que alguien pueda llegar a tomar tu lugar.- El enano estaba totalmente rojo, y no sabía qué hacer o qué decir: instante que aproveché para emplear una de sus constantes majaderías, aunque sin intención alguna de bromear. –Tecchan… ¿tú me amas? Así, ¿mucho, mucho?- Le cuestioné, con tranquila seriedad. Él solo me miraba con los ojos abiertos de par en par. –Te lo pregunto porque para guardar el secreto la última vez, me exigiste los postres a cambio, en vez de pedirme que te besara, y acabaste haciéndolo con el idiota de Takashima….-

Y sin más, me allegué a él y empecé a rozar sus labios con los míos muy lentamente, después de cerrar los ojos. Nuestros únicos y últimos contactos habían sido años atrás, producto de la inocencia y el cariño más que del verdadero entendimiento de lo que significábamos el uno para el otro, y las expresiones libres de nuestro propio deseo. Poco a poco, el menor extendió sus piernas, volteándose de manera que nos fuera más cómodo, y mi mano viajó de su mandíbula hacia una de sus mejillas, pues con la otra le tomé la contraria. Conforme noté que me correspondía fui acrecentando la intromisión, pues no deseaba irrumpir desde el principio de manera tal que me impidiera ir notando sus reacciones, por pequeñas que fueran, y ser consciente de cómo me estaba sintiendo yo mismo.

Gracias a mis palmas pude advertir que la temperatura de su rostro no descendía, por más que sus latidos se habían normalizado casi del todo, por lo cual después de un par de pequeños y sonoros besos, decidí separarme.

-Yuki…- Musitó el menor sin dejar de mirarme. Seguía bastante sorprendido y sonrojado.

-Ven, recuéstate.- Le indiqué, dándole espacio para que se tumbara de espaldas. –Quiero estar contigo.-

Empero, no pude esperar hasta que se terminara de acomodar a lo largo, pues cuando todavía seguía apoyado sobre sus codos volví a acercarme, adueñándome de aquella boquita en la que no había entrado todavía. No obstante, mi sorpresa fue mayor cuando él me recibió con los labios entreabiertos y fue el primero en lamerme, mientras colocaba la mano en su pecho y lo empujaba suavemente para que terminar de yacer.

Una vez recostados nos miramos durante algunos segundos.

-Siempre quise volver a besarte, pero no me atrevía a hacerlo…- Entonces, fue él quien llevó su mano a mi mejilla y la acarició. –Así que creí que tal vez besando a alguien a quien tú ya hubieras besado, podría sentirte. Pero me equivoqué.-

Cuando nos juntamos de nueva cuenta, la intensidad de los contactos escaló rápidamente. No pasó mucho tiempo antes de que me encontrara por fin explorando cada rincón de su cavidad, y profundizando los roces hasta donde nos fuera posible. A pesar de que siempre parecía haber un punto máximo, ambos sentíamos la necesidad de continuar; por lo que al final no nos quedaba de otra que acabar jadeando y separarnos, mas nunca era suficiente. Las sensaciones que se generaban en nuestras lenguas viajaban demasiado rápido hacia el resto del cuerpo.

Instintivamente me fui acomodando cada vez más encima de él, pero cuando noté que de seguir haciéndolo lo incomodaría con mi peso, decidí colocarme sobre mis rodillas y antebrazos. Tenía los sentidos dulcemente embriagados a causa de los besos precedentes, y no podía despegar mi mirada de la suya. Me acerqué para lamerle una de las comisuras y una mejilla, a lo que él río, pero después descendí hasta el costado de su cuello y me dediqué a degustarlo, produciéndole escalofríos que no mucho tiempo después lo obligaron a removerse.

-Nhhm…-

Sus manos se aferraron a mis costados y conforme la atención en su cuello se profundizaba, los jaloneos en mi chaqueta se hicieron más evidentes. Y aunque de entrada no fuera esa la sugerencia del movimiento, a mí también me pareció que el aumento de temperatura no justificaba que siguiera con el uniforme puesto.

-Quítame la chaqueta…- Le susurré al menor en el oído, aprovechando que seguía mordiendo levemente la suave piel más abajo de su oreja. De momento, pareció dudar un poco, pero luego llevó las manos a mi pecho. Comenzó con el broche superior y posteriormente descendió, así que para mayor comodidad me erguí conforme él bajaba. Seguía acalorado, pero ya no estaba tan intensamente sonrojado como al principio.

Cuando acabó, fui yo quien me terminé de sacar la prenda y me senté sobre su pelvis, adelantándome un poco para no hacerlo sobre sus piernas. Debido a que el menor seguía con los labios entreabiertos luego de los tenues jadeos, pude notar un suspiro que escapó de ellos cuando me rocé contra su cuerpo, además de un leve pulso en aquella zona. Como él viera que yo me di cuenta, su rubor volvió a encenderse.

-Waaa… L-lo siento…-

-Vaya que sí, eh.- Respondí, sonriendo con picardía. –Se ve que sientes y muy bien. Pero no tienes por qué avergonzarte tanto.-

-E-es que… yo… nunca antes…- Inútilmente rehuyó mi vista al hablar, pero yo sabía perfectamente a qué se refería, y no perdería mi oportunidad de confirmar al fin aquello que tanto ansiaba saber, de no ser por una negativa de su voluntad.

De nueva cuenta, volví a acercarme, pero habiendo introducido la mano por debajo de la parte superior del gakuran ajeno, para luego posar la palma sobre el vientre del chico.

-Tecchan, tú sabes que yo tampoco.- Dije, y luego le di un piquito. -Pero me encantaría que mi primera vez fuera contigo. Claro, si tú también quieres…-

Me alejé de su rostro y empecé a mover la mano que mantenía sobre su abdomen, acariciando su piel con las yemas de mis dedos. La emoción iluminó su semblante de una manera totalmente inequívoca y especial. Y a pesar de que yo sabía que él sentía el mismo miedo que yo ante la propuesta, eso no lo hizo retroceder.

-Por supuesto que sí… ¡Claro que sí!- Exclamó con emoción, dejando su inseguridad anterior de lado, la cual tal vez se manifestó al no saber él a ciencia cierta lo que yo pretendía con aquellos contactos. Pero lo cierto es que, a pesar de todo, tampoco había correspondido a ellos de manera deficiente. –A-aunque no tenga mucha idea de qué se supone que deba hacer… ¡Pero lo intentaré!-

No pude dejar de reír a causa de sus palabras, y volví a descender hasta él pero llevando antes mis manos a su chaqueta, para desabrocharla también hasta descubrirle el pecho.

-Sólo tienes que seguir besándome, y lo demás vendrá solo.- Contesté, juntando sus labios con los míos, y bajando después a su mentón, a su clavícula izquierda y a su esternón con sendos besos castos, mientras sostenía el gakuran a los lados de su cuerpo. –Yo tampoco sé mucho, pero tengo una pequeña idea…-

Dicho eso, me acerqué a uno de sus pezones y lo mordí un poco, jugando con este y con la punta de mi lengua momentos después.

-¿Te gusta?-

-Ahh, ahh… Síii…- Murmuró, mordiéndose el labio. –Se siente bien… Mmm…-

Resultará claro que después de ese día aquellos encuentros se repitieron, pero lo cierto es que sería muy difícil olvidar esa primera vez, que no solamente lo fue para mí con otra persona, sino también la primera de todas con el enano. Y entre tantas cosas que hice mal en la vida, al menos puedo decir que no tengo que arrepentirme de haber malgastado esa oportunidad inicial junto a alguien que no valiera la pena, pues esa noche (no volví a casa sino hasta el día siguiente, y tras el encuentro telefoneé para avisar), y a pesar de la inexperiencia, todo fue hermoso.

Después de haberme deleitado lamiendo la parte superior de su cuerpo, iba a continuar descendiendo pero el bobo me lo impidió, aduciendo que él también tenía derecho a hacer lo propio. Así que, sonriendo, accedí y tomé su lugar recostándome del lado contrario, pero me llevé una enorme sorpresa cuando, una vez en dicha posición, advertí las manos del más bajito sobre mi bragueta.

-Ah, ¡oye!-

Inesperadamente, sus claras intenciones de brindarme la atención recibida pero en la parte contraria a la que yo había estimulado, lograron sonrojarme. Él se detuvo al oírme, pero apenas me miró, sonrió ampliamente luego de que yo no agregara nada más. Porque… ¿con qué argumento decirle que se detuviera? Dado lo terco que era, tampoco lo haría.

Desabotonó mi pantalón y luego bajó la cremallera de la bragueta hasta la mitad; no obstante, comenzó a acariciar la zona por fuera de la ropa. Está de más decir que no pude hacer nada por evitar que mi miembro se endureciera: y más aún cuando mi amigo miraba lo que hacía y alternativamente me veía a la cara.

-Ahhmm… ¿Pero qué carajo… haces?…-

El muy infeliz estaba jugando. Ese era su turno para ponerme en apuros.

Por fin abrió todo el zipper, y después tomó el pantalón y la ropa interior por el borde para bajarlos conjuntamente tras unos cuantos tirones, descubriéndome por completo. Tras hacerlo, se quedó mirándome de forma atenta y cuidadosa por unos instantes, con un gesto de boba sorpresa y tierna complacencia mezcladas.

-Yuki-chan… es el mejor postre que me podría comer…-

Lo dijo como para sí y ni siquiera esperaba una respuesta, pero esas palabras hicieron que mi corazón retumbara fuerte; incluso más de lo que latió momentos atrás. Tomó una de mis piernas y la separó de la otra para poder ubicarse en medio, llevando sus manos a mi abdomen y haciéndolas descender luego por mis caderas y muslos con un suave contacto, mientras no despegaba su vista de mi cuerpo. Repitió el procedimiento varias veces, utilizando sus uñas al final para producir una caricia más penetrante, y luego disminuyó la distancia que recorrían sus dedos, centrándose solamente en rodear mi zona genital.

Poco importaba si no se trataba del sexo convencional que supuestamente había que tener, que de todas maneras no lo era al ser ambos hombres. Lo único que deseábamos era sentirnos. Habían sido muchos años aguardando por un acercamiento mayor y preguntándonos, conforme madurábamos, qué se sentiría ir más allá de unos simples apretujones al fastidiarnos, o de dormir uno encima del otro tras la ingesta de bebidas que ni siquiera teníamos edad para consumir.

Una vez que tomó mi virilidad con su diestra comenzó a friccionarla de la forma consabida para cualquier muchacho, aunque mucho más lento al principio. Entonces, descubrió en la punta una pequeña acumulación de fluidos que tomó con el índice de la mano contraria, el cual inmediatamente se llevó a la nariz y en seguida probó dándole una lamida, lo cual me hizo gracia.

-¿Qué haces?- En mis labios se dibujó una sonrisa que se combinó con mi anterior gesto de placer.

-Te huelo y te pruebo… A ver si sabes igual que yo.- Respondió, y luego se encogió de hombros. –Tenía curiosidad.-

-Y bien… ¿cuál es tu veredicto?-

-Mmm… Es parecido. Yo pensé que el mío sería más dulce porque como más golosinas que tú.-

A veces no sabía si las cosas que decía iban en serio o si solo era por hacerse el bobo, pero lo cierto es que acababa siendo terriblemente encantador. Aun así, más que eso, lo que siempre me sorprendió de él fue su capacidad para cambiar radicalmente de actitud de un momento a otro, lo cual se evidenció cuando decidió “probarme” más directamente. Cuando se dirigió de lleno a mi miembro y dio inicio a una felación que definitivamente me hizo entender por qué es mejor estar acompañado que solo a la hora de deleitar los sentidos con ese tipo de prácticas. Su lengua suave y húmeda rozaba mi longitud al tiempo que con la boca constreñía toda mi carne, y la suma de esa presión junto con el calor de su cavidad daba como resultado una sensación insuperable. En tan solo unos pocos minutos, los placenteros embates hicieron que me fuera cada vez más complicado retener la descarga que amenazaba con golpearle el paladar a mi amigo, por lo que en determinado instante tuve que recurrir a tomarlo del cabello y apartarlo, pidiéndole entre fuertes jadeos que no siguiera.

-Tecchan, ahhh… Dime, ¿tú… tienes lubricante, verdad? Recuerdo que una vez contaste en un “verdad o reto”… que lo peor que habías hecho sin que tus padres supieran… fue registrar sus cajones y hallar una botellita que luego te robaste…-

El violento sonrojo de su parte no se hizo esperar, pero vaya que tener buena memoria fue un hecho salvador esa vez.

-Aish… ¡De lo que te acuerdas!...- Exclamó, retirándose el exceso de saliva de las comisuras con el dorso de la mano. No obstante, después se levantó y fue hacia una de sus gavetas; la abrió y extrajo de ahí lo solicitado.

En ese momento, a ninguno de los dos le pasaba por la cabeza siquiera que los lubricantes tuvieran fecha de caducidad; pero por fortuna aquel no estaba vencido. Aproveché el momento en que él se levantó y lo hice yo también, yendo tras del menor para colocarme a sus espaldas. El muy pillo aún seguía con los pantalones en su lugar y la chaqueta sobre los hombros, mientras que yo ya estaba totalmente en cueros.

La diferencia de estatura no fue impedimento para que pudiera alcanzar su sien una vez que me coloqué detrás de él y le aparté el cabello; depositando, acto seguido, un beso en ella. Después llevé mis manos a la parte superior del gakuran ajeno y la retiré lentamente, dejándola caer a un lado. Fue en ese momento en que, al regresar mis manos a su torso por debajo de sus brazos, sentí un estremecimiento de su parte.

-Es mi turno…- Susurré en su oído, tomando posesión del broche de los pantalones. Pero antes, no dejaría de cobrarle la sorpresita anterior, así que también utilicé la diestra para acariciar su sexo por encima de la tela, abarcándolo en su totalidad. Unos cuantos apretujones desvergonzados bastaron para que se irguiera por completo.

-Uyyshh… ¡Tramposo!...- Se quejó al sentirse descubierto, estrujando con la mano el frasquito que todavía sostenía. Pero también mi antebrazo izquierdo, del cual se había aferrado. –Eso, ahh… no se vale…-

Naturalmente, no me detuve ante la falsa protesta y seguí con lo mío. Abrí su ropa y dejé caer el pantalón, pero una vez que solamente restó quitarle el bóxer, lo volteé para que quedara de frente a mí.

-Ya veo. Sólo se vale si lo haces tú, ¿no es así?- Interrumpí su respuesta con un besito, lo cual le hizo gracia, pero rápidamente muté de juguetón a demandante y, sosteniéndolo de las caderas, lo empujé hacia la cama con la pelvis. –Pues qué mal. Siento decirte que así no son las reglas en esta prefectura.-

La pequeña referencia a nuestras rondas lo divirtió muchísimo y no nos ahorramos comentarios relacionados con qué arma sería más poderosa –si mi bate o su barra-, pero lo cierto es que pronto acabamos totalmente sin ropa sobre la cama. Yo también puse en práctica las artes orales hasta que el más pequeño me advirtió que de no detenerme llegaría a su clímax, y cuando eso sucedió, supe que era momento de descender todavía más.

Triplemente sonrojado, el chico se asustó un poco cuando separé sus piernas aún más al tiempo que las levantaba, empujándolo de espaldas contra el colchón. Dicha pose lo dejaba absolutamente expuesto, y aunque entendí del todo su reacción porque yo habría hecho lo mismo, no podía detenerme.

-¡Uaahh, no! Espera… ¿Qué vas a hacer?- Sus mejillas estaban tan encendidas como si hubiera corrido la milla en segundos. Instintivamente, mantenía las piernas tensas. –N-no irás a… lamer ahí… ¿o sí?-

Sonreí de medio lado y me encogí de hombros, al tiempo que todavía lo sostenía por las corvas.

-¿Y por qué no, a ver?- Le dije. –Es parte de tu cuerpo. Y se me antoja.-

-P-pero es que… ¡Ahhh!- Un inesperado lengüetazo interrumpió su respuesta, y pude ver claramente cómo estrujaba la colcha con la mano. Entonces supe que tenía que seguir.

-¿Tecchan? No me estás convenciendo…-

Segundos después, sus piernas se hallaban totalmente relajadas y yo solo sostenía una de ellas, pues iba a necesitar los dígitos de mi mano contraria. No tenía mucha idea de cómo, pero lo poco que tenía presente gracias al sentido común (y a una que otra película para adultos) era que tenía que ir despacio. Y ese, por supuesto, fue el momento en el cual el lubricante pasó a tener el protagonismo. 

El más bajito se hallaba convenientemente relajado tras los roces de mi lengua en su entrada. Empero, luego de que tomé el frasquito, lo abrí y vertí el contenido de este en la zona íntima ajena, dio un respingo.

-¡Está frío!- Exclamó, asustándome en el proceso.

-¡No seas bobo! ¿Y cómo quieres que esté?- Lo regañé. -¡Así es!-

Luego de que frunciera el ceño, un puchero se dibujó en sus labios. Posteriormente, llevó la mano a en medio de sus piernas, palpando el viscoso producto.

-Pero… me pusiste mucho. ¡Ahora siento que cagué helado!-

La risa, el enojo, las ganas de patearlo y de hacerle de todo a la vez se juntaron y me sobrecogieron de repente. Así fue que, dejando caer el envase, me abalancé sobre él y aprisioné su cara entre mis palmas, inmovilizándolo mientras hacía mi mejor esfuerzo por no estallar en encolerizadas carcajadas.

-¡¡Ya… deja… de… decir… estupideces!!- En medio de cada palabra, le plantaba un beso, impidiendo sus nerviosas risotadas, las cuales intentaron brotar apenas se dio cuenta de lo que su comentario había producido en mí. -¡Enano idiota! ¡Que me desconcentras!-

-Ja, ja, ja, ja, ¡lo siento!- Se disculpó por fin, cuando la risa se lo permitió. Pero yo seguía sobre él, con su rostro cautivo. -¡De verdad que sí, Yuki-chan! Prometo no volver a hacerlo…-

Lo último lo dijo desviando la vista, pero luego dirigió sus orbes nuevamente hacia mí y su mirada enamorada me estremeció. Juntamos nuestros labios de nueva cuenta, y fue gracias al húmedo beso protagonizado que recobré la potencia en instantes, al saborear en su lengua no solo calidez sino restos de fluidos; todo ello aunado al olor de su piel, con aroma a sexo y sudor mezclados.

Al estar mi anatomía en medio de sus piernas, cuando mi miembro cobró renovado vigor topó con el suyo, y gracias a la generosa cantidad de lubricante con que lo había embadurnado, toda la zona se volvió exquisitamente resbalosa. Por lo que de inmediato comencé a moverme remedando suaves embestidas.

-Ahhh, Y-Yukiii…-

El enano ahogaba sus gemidos en mi boca, lo cual solo contribuía a que me acalorara más y aumentara el ritmo y la fuerza de las fricciones. Una al lado de la otra, nuestras virilidades se rozaban produciendo deliciosas sensaciones y endureciéndose cada vez más. Sin haber tenido la intención de entrada, habíamos adoptado ya la postura perfecta para consumar el acto totalmente.

Cuando advertí aquello, retrocedí un poco, despegué mi torso del suyo y tomé de nuevo sus piernas, haciendo que mi hombría se acomodara por debajo de su escroto. Naturalmente, no pensaba penetrarlo de una vez, sino que solo deseaba que las fricciones de mi longitud fueran contra su entrada. Y cuando lo conseguí y empecé a moverme, el cambio fue tan placentero para mí como para él, tal y como pude constatar en su semblante.

Sus manos alcanzaron mis muñecas y su mirada se volvió suplicante.

-Nhhmm… Ughh… Hazlo…-

-No puedo… ¿cómo crees?- Le respondí en voz baja, casi con dificultad pues yo también me estaba concentrando al máximo para aguantar; no obstante, sin dejar de sonreír. –Si lo pongo dentro sin haberte preparado, te podría lastimar.-

Acto seguido, detuve mi vaivén, solté su pierna derecha y llevé la mano a la abertura ajena, embarrando los dedos en el lubricante.

-Primero tienes que soportar algo como esto…- Lentamente, introduje la primera falange del dedo corazón, a lo que el otro apretó los labios. -¿Te duele?-

-Ahh… Puess… Se siente raro…-

-Entonces voy a seguir. Me avisas si te lastima.-

Moví la mano hacia los lados despacio, mientras continuaba hundiendo el dígito: intentando reducir la incomodidad de la intromisión al máximo. Una vez que estuvo dentro casi hasta la base, miré de nuevo al menor.

-¿Y ahora?- Lo retiré como hasta la mitad.

-¡Ahhh!... Es como… Uy, mejor no te digo porque me vuelves a regañar…- Acotó ruborizado y desviando la mirada. No obstante, el agarre en mi muñeca izquierda no mentía: le estaba gustando a pesar de todo. –Pero tú sigue. Se siente bien…-

Inmediatamente, pude sentir cómo relajó tanto el vientre como las caderas, y lo interpreté como un signo de que confiaba del todo en mí. Así que volví hacia adentro con la misma técnica que antes, notando un esfínter menos tenso. Al cabo de cuatro o cinco veces de repetir el proceso, al sacar el dedo de su interior la reacción ya era un suave gemido, y no oponía resistencia alguna.

Era el momento de probar con algo más grueso, y así hice una vez que retomé la pose descubierta minutos atrás. Las consecuencias del cambio fueron visibles, pero el pequeño tonto se comportó muy bien y no dejó que el comienzo lo impresionara, manteniéndose tranquilo hasta que hube procedido un buen trecho. Empero, no solo estaba él.

Para mí era la sensación más terriblemente estrecha, caliente y deliciosa que alguna vez había experimentado; y si procedía muy lento, era en parte a causa de que, de hacerlo con más velocidad, arruinaría el momento. Así de demasiado me estaba gustando, y aquello, aunado a la felación anterior y a los roces resbalosos, era demasiado estímulo para controlar a voluntad en un solo día.

-Mmm… Nhh… Agghhh…-

Los suspiros y gemidos del menor me confundían un poco, pero sabía que tenía que estar tranquilo mientras no se quejara; a esa altura, la retirada estaba por iniciar, que es la parte que se empieza a disfrutar más primero. Sus manos volvieron a aferrarse de mis antebrazos, pero pronto sintieron la necesidad de subir hasta mis hombros y yo quise descender una vez más para alcanzar sus labios. Era maravilloso: lo estábamos haciendo, y funcionaba.

-Tecchan… ¿Todo bien?- Le susurré, moviendo la pelvis hacia atrás y notando su gesto de indiscutible satisfacción, para después volver a acometer con moderado ímpetu. Su mirada perdida, sus labios entreabiertos: jamás podría olvidar esa imagen.

-S-síii… Ahhmm…- Gimió, más que respondió. –Estoy bien… Esto se siente bien, Yuki-chan… Y más porque es… contigo…-

Sus ojos mirándome en silencio mientras yo acababa en su interior, instantes después tras tanto tiempo de retenerlo, es de los recuerdos más tiernos que tengo, junto con la forma en que lo hizo él gracias a mis dedos posteriormente. No fue la noche más larga ni la más salvaje, pero sigue siendo hasta el día de hoy una de las mejores. Y definitivamente, la más sincera de todas.

 


[1] Toshimasa “Toshiya” Hara, bajista de Dir en Grey. En el rol, además de ser compañero de grupo del perro y uno de los que más cuida de este, suele poner en práctica sus talentos como diseñador y modisto para su banda, Tommy y el resto del sello.

[2] El primero es el libro sobre la historia de Japón más antiguo que se conserva (siglo VIII), y consta de una colección de mitos sobre el origen de las cuatro islas principales del país, y los kami. El Nihonshoki, por su parte, constituye la segunda crónica más vieja tras la ya mencionada. Es más detallado y elaborado que el Kojiki.

[3] Kanikama es una marca vulgarizada de palitos de cangrejo o bocas de mar, los cuales son un alimento procesado, elaborado a partir de surimi o carne de pescado blanco, con forma de patas de los cangrejos de especies japonesas. En resumen, el hecho relevante es que Tetsu tiene muy pocas provisiones en casa, y entre ellas ni siquiera hay carne de verdad.

Notas finales:

Volviendo a la importancia que tienen en mi opinión las primeras veces, he de decir que esta primera vez escribiendo shota fue para mí altamente satisfactoria. El objetivo era poner un esmero muy especial en la forma de hacerlo dados los contextos general y específico de la situación, además del respeto que me genera la idea de los involucrados. En otras palabras, que tengo muchos miramientos con este tipo de actos entre personitas menores de edad por lo delicado del tema, además de que la evolución de la historia requería gran tacto al narrar dicho momento. En lo personal, creo haber sido suficientemente cuidadosa, pero que sea el amable lector quien juzgue finalmente si se cumplió o no la meta.

Respecto del gusto de Tetsu por la literatura mítica y el folclor de su país, informo que ese detalle también está basado en una vivencia personal. Me sucedió lo mismo siendo muy pequeña, excepto que fue con literatura sobre mitología grecorromana; y que a diferencia de él, no se debió a la ausencia de mis padres. Más bien, ellos me alentaron comprándome libros sobre el tema una vez que descubrieron mi afición, pero se me hizo significativo incluirlo como parte de la caracterización de este encantador y enigmático revoltosito.

#GraciasInfinitasSaintSeiya

¿Ya les dije lo mucho que amo esta pareja? Bueno, pues; es posible que, musicalmente, mi época favorita de the Piass sea la era Kirala. Pero no cambio las fotos de estos dos juntos por nada en el mundo.

Muchísimas gracias por leer. 


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