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Los lazos que nos unen. por Seiken

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Radamanthys era sostenido por los guardias del senador que le arrastraban hacia la habitación donde pensaba poseerlo, después de marcar su cuello para decirse su alfa, el príncipe se retorcía, tratando de liberarse, pero era casi imposible para él hacerlo, mucho más aún, cuando uno de los guardias lo golpeo con el mango de su espada.

 

-No, no quiero que lo lastimen.

 

El senador caminaba detrás de ellos, con un paso lento, sus manos detrás de su espalda, disfrutando de sus esfuerzos por liberarse, de llamar a su padre o a su hermano, pero Minos estaba fuera, con su esposa, su padre estaba controlado por él, era el nuevo emperador.

 

-Es mi omega después de todo.

 

Radamanthys fue lanzado al interior del cuarto, en donde cayó de rodillas, escuchando los pasos del senador, las risas de los guardias y como cerraban las puertas detrás de él, dejándolos a solas, en un cuarto iluminado con lámparas, con bocadillos en las mesas, con una enorme cama donde ocurriría todo.

 

-¿Estas listo mi dulce omega?

 

Radamanthys volteo, alejándose del senador que empezaba a desvestirse con demasiada lentitud, seguro de que no podría salir de allí sin ser sometido, y no, no estaba listo para eso, asi que se aparto, tomando un jarron con el cual golpeo a Gracchus con este, quien sosteniendo su cabeza, trastabilló unos pasos.

 

-¡No te acerques a mi!

 

El príncipe trató de abrir la puerta, pero estaba cerrada con llave, de una forma en que no podía salir de allí sin que el senador lo dejara escapar, mirándole fijamente levantándose como si no hubiera sido malherido, aún sonriendo con esa odiosa seguridad suya.

 

-No saldrás de aquí sin que consumamos nuestra unión.

 

El senador sin que comprendiera cómo pudo lograrlo, le tomó del cabello y le lanzó a la cama, arrancando su ropa, toda de fácil acceso, después de todo, ese hombre que estaba sobre su cuerpo le había elegido con esa intención.

 

-Porque se que tu celo da inicio este mismo dia.

 

Y a pesar de ser tan viejo, era mucho más fuerte que él, podía sostenerlo con facilidad, obligándolo a abrir las piernas con sus rodillas, mordiendo su cuello de nuevo, una sensación repugnante, que le hizo luchar con más fuerza.

 

-¡Basta! ¡Detente!

 

Gritaba intentando soltarse, pero le era imposible, sintiendo los besos del senador sobre su espalda, su miembro erecto, su respiración, su fuerza descomunal manteniéndolo en esa cama, lo violaria en ese celo, para que su marca fuera eterna y forzara un lazo con él, haciéndole gritar por su hermano, porque alguien le ayudara, por su soldado leal, aquel que deseaba como su alfa.

 

-¡Kanon! ¡Kanon!

 

La imagen cambió de pronto por la habitación de Pandora, cuando con ayuda de Valentine, le habían hecho regresar al inframundo y su señora le había vendido a ese alfa, ese dios del vino que estaba arriba de su cuerpo.

 

-¡Kanon!

 

Dionisio le sostenía de las muñecas con una enorme sonrisa plagada de lujuria, le había arrancado la ropa como en aquella ocasión y de nuevo se sentía como si peleara contra una fuerza invencible, luchando por mantener sus piernas cerradas, apartarlo de su cuerpo.

 

-Esta vez lo he hecho todo bien, tu señora me ha dado tu mano, tomaré tu cuerpo y al final, morderé tu dulce cuello, para que seas el omega de un dios, pero no temas, a diferencia de Zeus… yo si te seré fiel.

 

Radamanthys entonces sintió la dolorosa intrusión en su cuerpo, quejándose, mordiendo sus labios para al menos no darle el placer al dios de escuchar su dolor, quien estaba a punto de morder su cuello cuando los dos lo sintieron, el cosmos de Kanon acercarse a ellos.

 

-¡Radamanthys!

 

El espectro abrió los ojos al escuchar ese llamado, topándose con unos ojos azules, los de su alfa que estaba angustiado, aunque también molesto, porque no había aceptado decirle nada de lo que pasó en esa habitación, ni siquiera a Minos.

 

-Tenías una pesadilla.

 

No era una pesadilla, eran dos recuerdos mezclados entre sí, pero no tuvo que responderle, su alfa lo sabía, quién le veía fijamente con una expresión entre triste y molesta, porque no deseaba decirle lo que había pasado en esa habitación, no podía.

 

-¿Leviathan ya comió?

 

Radamanthys se sentó en la cama, frotando su cuello con cansancio y poco después se acercó a su pequeña que dormía en un sillón, aún les faltaba conseguir una cuna para su hermosa niña, para que estuviera mucho más cómoda.

 

-Mi dulce bebé…

 

Kanon cruzó sus brazos delante de su pecho, observando el techo, sintiéndose apartado, sin entender muy bien porque razón su amado guardaba silencio, como si no creyera en lo que le decía, en sus juramentos de amor, de protegerle del peligro.

 

-Soy tu alfa, pero tu no confías en mí lo suficiente para decirme que paso…

 

Radamanthys desvió la mirada, dudando por momentos si había sido una buena idea realizar esa apuesta con el dios del vino, sin pensar en el futuro o en la posibilidad de que su alfa le diera la espalda en algún momento, tal vez se dejó llevar por la fiebre del celo, esa necesidad primaria de un omega de tener una pareja.

 

-Necesito que confíes en mi Kanon, por favor…

 

Kanon desvió la mirada, demasiado molesto, porque dejo que ese dios se acercará a su amado, porque el no le decia que paso, tal vez, no confiaba en él y no podía culparlo, le había dejado a ese dios lastimarlo, acercarse a él cuando estaba solo.

 

-El que no confia en mi, parece que eres tu.

 

Radamanthys quiso apartarse de Kanon, escuchando los llantos de la pequeña, que se veía no le gustaba que discutieran, como si comprendiera los cambios en su cosmos, en el de su madre y de su padre, guardando silencio.

 

-Y se que te he fallado, de no hacerme el interesante no te habrían hecho daño, ahora ese dios pudo llegar a ti, amenazarte con algo, sin que pudiera evitarlo, pero creo que solo soy un mortal, que no puedo engañar a los dioses…

 

El general de poseidón era quien podía engañar a sus enemigos, el hombre cruel que tomaba lo que deseaba, el que deseaba ser un padre no podía ni proteger a su omega, así que se preguntaba, si no necesitaba de esa oscuridad para que su familia estuviera a salvo.

 

-Pero te prometo volver a ser el mismo guerrero que casi obtuvo el mundo en la palma de su mano, por ti, por ella…

 

Radamanthys no dijo nada en un principio, arrullando a la pequeña que seguía llorando, rompiendole el alma, porque el llanto de su niña era su única debilidad, supuso, eso y su padre, que le miraba esperanzado.

 

-No puedo decirte, pero confío en ti, en tu amor y pongo mi vida en tus manos, porque se que no vas a fallarme.

 

Poco después tiró de Kanon para besar sus labios, gimiendo en su boca, escuchando como los llantos de su pequeña iban disminuyendo, sosteniendo el cabello de su alfa, que de nuevo sonreía, hincándose a su lado, besando las manos de sus dos dragones.

 

-Si no confiara en ti, Leviathan jamás habría existido, no le habría dado a luz…

 

Pero quería creer que tenían un futuro juntos, que esa nueva vida también era de Kanon, su segundo huevo como tan graciosamente les llamaban, quien asintió, recargado sobre sus piernas, sosteniendo sus manos.

 

-Les quiero tanto a los dos…

 

Radamanthys beso su frente, suspirando, debía decirle que estaba embarazado,que tendrían un segundo huevo, que en nueve meses le daría a luz, un hermano para Leviathan, que por fin guardaba silencio, escuchando sus voces con atención.

 

-En unos meses seremos tres a los que amarás, dos huevos y un dragón…

 

La expresión de Kanon fue todo un poema, recordando que habían tenido sexo, que el celo de Radamanthys había terminado de forma repentina, sonriendo, para levantarse rápido, con sus tesoros en sus brazos, dando vueltas con ellos en esa estancia.

 

-¡Un huevo! ¡Tendremos otro huevo!

 

Asintió con un solo movimiento de su cabeza, esperando la respuesta de su alfa, que le sentó en sus piernas, con su pequeña aun en sus brazos, tan emocionado, que no sabía que decirle a su compañero que le miraba con esos ojos amarillos que tanto le gustaban, esa ceja unida en un rostro hermoso, con un cuerpo masculino.

 

-¿Cómo lo sabes?

 

Le pregunto, recordando que le habían dicho que en unas semanas podrían saber si estaba embarazado, y si lo estaba de quien era el hijo que tendría, antes era demasiado prematuro, por lo que tuvo que saberlo, escuchar que no era una mentira, que esta ocasión podría disfrutar del embarazo de su omega.

 

-Dionisio me lo dijo, que estoy embarazado y que ese niño es tuyo…

 

Era una mentira, porque no le dijo quién era el padre, pero sí implicó que era suya la vida que crecía en su vientre, pero, él no quería creerlo, él deseaba que fuera de Kanon y aunque existían las dos posibilidades, en compañía de su alfa fue que su celo se terminó, con su mordida, con su entrega mutua.

 

-Mío… otro hijo mío, otro huevo del dragón que capture en el Inframundo…

 

Kanon beso sus labios debido a la emoción, para besar poco después la frente de su pequeña, que estirando sus manos le sujeto con la fuerza de un bebé del cabello, a quien observo fijamente, notando no por primera vez la inteligencia de su niñita, que le miraba fijamente, con esa expresión que tienen todos los bebés cuando observan a sus padres.

 

-Tendrás un hermanito… o una hermanita…

 

Le informo, sin saber muy bien si le entendía, como Radamanthys, sin desear pensar en la segunda posibilidad, que era que ese huevo que venía, pudiera ser del dios y no suyo, negando esa realidad con toda la fuerza de su psique.

 

-Pero seguirás siendo mi niña consentida, pequeña dragoncita…

 

La pequeña se rió con esa encantadora risa que tienen todos los bebés, sus ojos fijos en los azules de su padre, que le miraba encantado, porque había sido amor a primera vista, un cariño profundo e instintivo que le llenaba de orgullo.

 

-Porque fuiste la primera y quien me ayudó a convencer a Rada de ser mío.

 

Que no hizo más que aumentar cuando pronuncio algo parecido a una palabra, dos sílabas que sonaban parecido a la palabra “papá” o tal vez “Rada” sorprendiendolos a ambos, que se miraron fijamente antes de escuchar de nuevo esa palabra, dos sílabas casi inteligibles que llevaban “A” en ellas.

 

-¿Papá? ¿Me dijiste papá?

 

Le pregunto cargándola ahora el en sus brazos, sin perder un segundo de su pequeña, que volvió a repetir su protopalabra, haciendole sonreir mucho más aún, pensando que su dragoncita era un genio, que no solo sería fuerte, también había heredado su inteligencia, la de ambos, sus cosmos, su belleza, ella podría fácilmente hacerse con el mundo si eso deseaba.

 

-Pero…

 

Susurro, observando a Radamanthys que estaba emocionado por escuchar esas palabras, aunque no tanto, debido a la visita del dios que le había violado, que le había acechado desde su niñez, preguntandose cómo era que su pequeña sabía que esa palabra estaba unida a Kanon.

 

-Ya ha escuchado esa palabra varias veces… antes de visitarte de nuevo, le conté cosas sobre ti, mencionaba mucho esa palabra, papá, y creo que ella sabe quien eres, es una portadora del cosmos, siente nuestra energía, los cambios en esta…

 

Tal vez era cierto eso, pero no le importaba, lo que le emocionaba era que hubiera logrado escuchar esa palabra, porque para él sería su primera palabra, aunque ya hubiera pronunciado otros sonidos antes de saber que él existía.

 

-Aunque… yo creo que dijo Rada, Aiacos y Minos me dicen así…

 

Radamanthys le dijo acariciando el cabello de su pequeña en los brazos de su padre, que sostuvo sus dedos, recibiendo un beso suyo en su frente, porque se daba cuenta que desde un principio su Leviathan era especial, su cosmos, su consciencia, era una pequeña especial, a la que tuvo suerte de dar a luz.

 

-No, ni que lo digas, me dijo papá, porque sabe quién soy yo y pronto te dirá mamá, pero este huevito me ama mi dragón… y yo los amo a ustedes.

 

Aunque los niños nacidos de omegas generalmente no usaban esa palabra en demasía, a ellos les decían omegas, una palabra mucho más complicada de aprender, y es que ellos a pesar de los tiempos modernos, eran en ocasiones vistos como seres inferiores, en algunos pueblos una vaca valía mucho más que uno de ellos.

 

—Yo te amo mucho más aún Kanon…

 

Las jerarquías no habían cambiado demasiado, sin importar el tiempo que pasará, las injusticias contra los suyos aún seguían ocurriendo.

 

—No lo dudes nunca…

 

*****

 

Aioros no debía dejarse intimidar, pero aún así le era muy difícil dejar de ver esos recuerdos, en varias vidas diferentes, siendo acosado por esa monstruosa criatura que hacía que Arles, la entidad que habitó alguna vez el cuerpo de su alfa, le fuera menos aterradora.

 

—Aioros…


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