Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Los lazos que nos unen. por Seiken

[Reviews - 46]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Al dios antiguo se llevó al pobre niño a donde había atacado a las ninfas, un lugar hermoso, con una cascada, con pasto verde, con flores de varios colores creciendo, pero manchado de sangre, con moscas sobrevolando el aire, alimentandose de los cadáveres de sus víctimas, que nunca resistian mucho tiempo su lujuria.

 

Pan sin perder mucho tiempo, abofeteó a Kiki para que despertara, quería ver su inocencia destruyéndose a pedazos, quería ver como sufría, como lo transformaba en un ente de ojos muertos, o un cadáver, lo que sucediera primero.

 

Esperando a que abriera los ojos, algo que hizo al tercer golpe, tratando de defenderse al sentir su pesado cuerpo sobre el suyo, aun estaba vestido, únicamente le había liberado de la inconciencia.

 

-Odio la pureza en tus ojos, maldito bastardo.

 

Kiki lo atacó con un golpe psíquico, lanzandolo lejos, para intentar huir, pero no lo permitiria e inmediatamente saltó en su dirección, sosteniéndolo de la camisa, desgarrandola en sus manos manchadas de sangre, de tierra y quién sabía qué más, el dios antiguo había estado ocupado.

 

-¡No huyas maldito mocoso!

 

Aunque Kiki era poderoso y logró liberarse, huyendo al interior del bosque, muerto de miedo, pero con la fuerza de voluntad para seguir luchando, incendiando su cosmos, para que fueran por él, pidiendo ayuda a quien quisiera escucharlo.

 

-¡No lograras llegar muy lejos!

 

Pan encontraba las persecuciones sumamente divertidas, ver como su presa intentaba alejarse, como un cervatillo, para caer en su trampa, llorar, gritar, suplicar, todo en vano, porque eso era lo que más disfrutaba de sus víctimas, lo que obtendría del arquero, que se mataba antes de lograr su propósito de destruirlo.

 

-¡Ayuda! ¡Ayudenme! ¡Mu! ¡Aldebaran!

 

Pan comenzó a reírse al escuchar esos gritos, cayendo sobre el cuerpo del muchacho, del niño, sosteniendo sus muñecas, para obligarle a mirarlo, a punto de lamer su rostro, pero, inmediatamente sintió un fuerte impacto contra su cuerpo, un golpe que lo lanzó lejos, tan lejos que chocó en contra de la cima de la cascada, sintiendo varios de sus huesos crujir en pequeños pedazos.

 

-¡Gran cuerno!

 

El gran toro había llegado y lo atacaba de nuevo, antes de que pudiera caer siquiera al suelo, notando con furia casi ciega que esa bestia trataba de lastimar a su pequeño, que lloraba en el suelo, con su camisa desgarrada, sintiendo por primera vez la necesidad de destruir a su contrincante.

 

-¡Kiki!

 

Mu uso su cosmos, para transportarse a donde sintió el grito de ayuda de su pequeño, para ver como su toro peleaba contra algo que apenas parecía humano, notando los cadáveres, las moscas y la sangre, habían asesinado a todas las ninfas, les habían violado hasta matarlas y ahora, trataban de dañar a su alumno, a su hijo, que lloraba en el suelo, con su camisa destrozada.

 

-¿Te ha hecho daño?

 

Kiki no supo qué responder, suponía que no por lo que negó con un movimiento de su cabeza, pero estaba demasiado asustado, asi que tambien asintió, la verdad, no lo sabía, apenas comprendía que estaba pasando.

 

-Aldebaran… mi omega lo detuvo…

 

Susurro, observando como la pelea seguía su camino, como Aldebarán lastimaba a esa criatura, que iba recuperándose de la sorpresa y atacando a su omega, que no portaba su armadura, no tenía tiempo para ponersela.

 

-Ya lo se todo… lo se todo.

 

Mu lo abrazó con fuerza, pensando que él también deseaba tomar una parte en su castigo, suponiendo que Shaka le había dicho todo, porque solamente él conocía a su omega y a él mismo lo suficiente para saber qué se trataba de su propia sangre, pero no podía dejarlo solo, no quería abandonarlo.

 

-Eres un omega tan feo.

 

Pan golpeó el rostro de Aldebarán con una de sus pezuñas, logrando que sangrara de la nariz y de los labios, riéndose de ese insulto proveniente de una cosa que no era siquiera humana.

 

-Aún como alfa serias feo.

 

Aldebaran siguió atacandolo, propinándole una bofetada que lo derribó, después otra más, esquivando otros golpes, para lanzarlo lejos de su cuerpo, escuchando una risa de esa criatura, que de pronto, comenzó a tocar su flauta, que tenía el mismo impacto que la flauta de Sorrento.

 

-Lo dice un animal que camina como humano.

 

Aldebaran sabía que no servía de nada lastimar sus tímpanos, porque esas ondas iban mucho más allá del sonido, manteniéndose de pie, sintiendo su cuerpo pesado, como si ya no lo sostuviera más.

 

-¡Mu! ¡Demuéstrame que me equivoco y ve a ayudar a tu omega!

 

Mu al ver a Dohko, como este llegaba para proteger a Kiki, asintió, atacando a Pan con su polvo estelar, obligando al dios antiguo a dejar de tocar su música, cayendo de rodillas en el suelo, sosteniendo su costado que comenzaba a sangrar.

 

-¡O te juro que te lo arrebatare!

 

Era una promesa falsa, porque sabía que su toro le amaba, que Dohko no lo queria, pero aun así asintió, dejando que su furia se desbordara, atacando junto a su amado, los dos al mismo tiempo, lastimando al dios antiguo con sus propias manos, con su cosmos, por las ninfas asesinadas, por los omegas, por cualquiera que pudiera ser su víctima, pero en especial, por atreverse a lastimar a su pequeño.

 

-No te lo permitiré.

 

*****

 

Dionisio llevó las puntas de sus dedos al rostro de Radamanthys, o eso trato, porque el espectro sostuvo su muñeca, usando su cosmos, aun cargando a la pequeña en su otro brazo, apretando los dientes.

 

-Yo sé lo que eres, y bajo la piel, ya somos uno.

 

Sentía el cosmos de su aliado disminuir, al mismo tiempo que dos más aumentaban en intensidad, probablemente habia llegado demasiado lejos, como siempre, convirtiéndolo en una molestia, pero, le servía, si el odio de los habitantes del santuario estaba enfocado en él, mientras eso pasara, podía caminar libre.

 

-En el pasado nos divertimos mucho, cuando caminabas a mi lado, cuando reias y bailabas conmigo, cuando me entregaste tu cuerpo.

 

Eso era verdad, pero ese hombre no era él, ese era uno de sus peores momentos, estaba cansado de ser humillado, de servirle a una mocosa malcriada y una sola gota de ese licor, le hizo olvidar, lo convirtió en un salvaje, en una criatura que mataría a sus hijos, supuso, sin pensarlo siquiera.

 

-Habrías aceptado dispuesto mi mordida, así que es al senador aquel que tu desprecias y rechazas.

 

Dionisio tiró de su mano, preguntándose porque no lo atacaba, aunque la respuesta era obvia, de atacarlo, pondría en peligro a la pequeña en su brazo, al ser un ente con mucho más poder que el suyo.

 

-Una imagen aburrida, desagradable a la vista, pero este soy yo, mi belleza es indudable, mi fuerza y mi lealtad, seré un dios fiel, si tu lo eres conmigo, si tomas el sitio que tiene Pan, el me fastidia, me aburre con su comportamiento animal, pero tu, tu eres mucho más refinado.

 

Dionisio aprovechó su instinto materno, su honor, o lo que fuera que le hacía proteger a esa niña en sus brazos, para sostener su cabello y besarle a la fuerza, gimiendo al ingresar su lengua en esa boca, para separarse, cuando Radamanthys lo mordió, luchando contra él.

 

-Muchos niños morirán, como en el pasado, en los viejos tiempos, pero puedo perdonar la vida de esa niña en tus brazos, de ese pequeño pedazo de sombras, mi hijo no sufrira ningun daño, pero a cambio, tu vendras a mi, por tu propia voluntad, serás mi compañero, mi consorte.

 

Radamanthys negó eso, comprendiendo que las acciones de su juventud se transformaban en los arrepentimientos de su madurez, aun así, confiaba en Kanon, el podía protegerlo de sus errores, evitar que estos lo condenarán a él, o a su pequeña, porque confiaba en su amor sincero, en su afecto, en la sinceridad de sus promesas.

 

-Kanon no me abandonara, jamás me dejará ir, los dragones solo tienen una pareja en toda la eternidad.

 

Dionisio comenzó a reírse entonces, suponiendo que ya era el momento de proteger a su aliado, salvarlo de una muerte segura, aún necesitaba de sus servicios y quería que siguiera cosechando el odio de los habitantes del santuario.

 

-Pero tu eres un wyvern, Radamanthys, estos son demonios, no son dragones.

 

Le dijo con burla en su voz, riéndose al ver como su expresión cambiaba por momentos, su mano aun sosteniendo su cabello, permitiéndole ver su desesperación, porque podía creer en las promesas de ese Kanon, pero era un embaucador, era un mentiroso y lo terminaría traicionando, porque esa era la naturaleza humana.

 

-Y cuando sepa lo que has hecho conmigo, como bailaste y brindaste conmigo, como te entregaste a mi, como viviste para mi, te dara la espalda, cualquiera lo haría.

 

Dionisio se acercó un poco más, para besar la punta de su nariz, antes de marcharse.

 

-Menos yo.

 

*****

 

Pan trataba de huir, arrastrándose en el suelo, seguido por los dos santos dorados, que cubiertos de sangre, de varias heridas, no dejaban de atacarlo, de buscar su destrucción, porque no dejarían que nadie más sufriera en sus manos, ni que se acercara de nuevo a su pequeño.

 

-¡Dionisio! ¡Dionisio ayudame!

 

Inmediatamente un joven alto, sumamente hermoso, vestido con una túnica blanca, apareció enfrente de ellos, su cabello era negro y sus ojos dorados, quien al ver como Pan se arrastraba hacia él, decidió llevarlo a un lugar seguro.

 

-Deberías tener más cuidado.

 

Pronunció, antes de usar unas viñas con zarzas en estas, que atacaron a los tres santos dorados, dándole tiempo suficiente para marcharse, sosteniendo a Pan de uno de sus cuernos, sin enfrentarse a ellos.

 

-Se ha marchado…

 

Dohko fue el primero en pronunciar, sintiendo como Kiki se liberaba de sus brazos, para correr en dirección de sus padres, abrazando primero a Mu, para después abrazar con fuerza al toro, que le veía perplejo.

 

-Ya lo sé todo, sé que son mis padres…

 

Aun seguía llorando, por lo que Aldebarán limpio las lagrimas de sus mejillas con su dedo pulgar, sin comprender cómo lo sabía, quien le había dicho la verdad y porque no parecía odiarlo por ello, por guardar silencio.

 

-Y se que esto es mi culpa, se que es mi culpa que ustedes estén separados, pero no tienen porqué estarlo, no tienen porqué fingir más, porque ya lo se todo.

 

Aldebaran no supo qué decir, solamente se mantuvo su fuerte abrazo de su pequeño, acariciando su cabello, como decirle que no era cierto y que aunque sabía que eran sus padres, de todas formas, no estarían juntos.

 

-Siento haberte mentido, pero tienes razón… yo soy tu alfa y Aldebarán es tu omega, somos tus padres.

 

Mu también se agacho, para abrazar a Kiki, recargando su frente en el hombro de Aldebarán, suspirando, tratando de tener esperanzas, pensando en una forma de mantenerlo a su lado, un acto ruin, tal vez demasiado bajo, pero ya que se sabía la verdad, no podía dejar que su amado se fuera, se alejara.

 

-Y aunque he sido duro contigo, todo fue por tu bien, para mantenerte a salvo, pero ya estamos en epoca paz, ya no hay más peligros, podemos intentar ser una familia, los tres juntos.

 

Aldebaran estuvo a punto de negar eso, pero no pudo cuando Kiki le vio con esos hermosos ojos, esperanzado de que sus padres y él estuvieran juntos, en el mismo templo, o el mismo lugar, por lo que guardó silencio.

 

-¿Es cierto eso? ¿Viviras con nosotros?

 

La esperanza en la voz de Kiki fue tal, que no pudo negarse, asintiendo, viviría con ellos un tiempo, pero eso no quiere decir que regresaría a los brazos de Mu, sólo deseaba estar a lado de Kiki unos días, después de la horrible experiencia que había sufrido.

 

-Al menos unos días…

 

Dohko observó ese intercambio en silencio, sonriendo, al menos ese era un gran paso, aunque Mu no se había ganado el amor del gran toro, para el no se lo merecia, pero creia que era sincero cuando decía querer recuperarlo, reparar lo que rompió.

 

-No lo arruines, Mu, porque sigues siendo un maldito estúpido que no te lo mereces, pero tendrás una oportunidad, no lo arruines.

 

Kiki no entendió de qué estaba hablando el anciano maestro, que siempre había estado pendiente de él y de su maestro, era lo más parecido que tenía a un abuelo, o algo parecido, por lo que prefirió ignorar sus palabras, seguro que se debía a la soledad de su omega, cuyos brazos protectores le rodeaban.

 

-Debemos regresar al santuario.

 

Dohko volteo con una expresión sombría, al ver que también Shion estaba presente, quien observaba los restos de las ninfas, seguro de que ese Pan, no era más que un animal, una monstruosidad que debía ser detenida.

 

-Mandaré a unos sacerdotes, junto a Mascara de muerte, para que puedan tener una buena sepultura, es lo único que podemos hacer por las ninfas.

 

El anciano maestro entrecerro los ojos, eso era lo unico que diria, cuando ellas también estaban, bajo su cuidado, eran su responsabilidad, pero no mencionó más, esperando por que Aldebarán y su pequeño iniciaran su camino de regreso al santuario.

 

-Pobres muchachas… espero que hayan llegado a los campos Elíseos…

 

*****

 

Radamanthys una vez solo, se sentó en el sofá que usaba su alfa, arrullando a Leviatán que lloraba desconsolada, la pequeña estaba asustada, aferrándose a su cuerpo, tal vez comprendía más de lo que pensaba, pero era un bebé de apenas un año y unos meses, eso era imposible.

 

-¿Donde estas Kanon?

 

Pregunto, porque con un bebé en sus brazos no podía pelear, porque lo necesitaba a su lado, necesitaba de su amor y de su comprensión.

 

-No nos abandonara, no temas, no va a hacerlo.

 

Aunque no sabía a quién se lo decía, a él, o a su pequeña, que seguía llorando en sus brazos.

 

-No se marchara… somos sus dragones.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).