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Gigantomaquia por adanhel

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-¡No puedo creer que estés vivo, Mei!–dijo Seiya, regresando a su lugar en el avión después de haber ido a buscar algo para beber.

Estaban en pleno vuelo. El avión no tenía ventanas ni butacas. Los asientos eran lonas suspendidas por tubos en ambos lados de la cabina. El espacio era apretado: si Seiya estuviera sentado frente a sus amigos, estaría prácticamente tocando sus rodillas con las de ellos. Por la decoración parecía más una aeronave militar que un avión de pasajeros.

-No hay razón para tener esa expresión de sorpresa en sus caras. ¿Tú y Shun acaso no están vivos? Es normal que yo consiguiera sobrevivir.

-¿Normal, tú? ¡Aayy!–grita Seiya cuando Mei aprieta con cierta fuerza su mejilla.

-¡Piénsalo bien, Seiya! ¿Alguna vez conseguiste derrotarme en una pelea?

-¡Eso fue cuando tenía 7 años! ¡Tú eres dos años mayor! ¡En aquella época eso era mucha diferencia!

- ¡Ja! Pero tú continuas siendo pequeño…

Shun no resiste soltar una pequeña risa al ver la cara avergonzada de Seiya. Los dos Santos están usando sus trajes sagrados y llevan las Cajas de Pandora de Pegaso y Andrómeda en el compartimiento de carga, en la parte trasera de la aeronave. Se trata de un Tiltrotor, con capacidad para llevar diez pasajeros. Sus alas poseen rotores móviles y en la parte externa se lee la inscripción “Fundación Graad”.

Les falta menos de media hora para llegar a Sicilia.

-Si yo los llamara para pelear algún día, perdería con certeza. Exactamente como Shun, que vivía llorando... Ustedes ahora son Santos. Yo no lo conseguí.

-¿No lo conseguiste?

-Yo sobreviví, sin embargo no recibí la Cloth.–continúa Mei, en un tono ligeramente sarcástico.–No paso de un soldado raso. Una estrella cae… es extraño.

Después pregunto mirando hacia Shun, en un gesto sorprendentemente serio:

-¿Cuántos...?-preguntó cabizbajo–¿Cuántos sobrevivieron?

-Diez.

-Contigo, once.–dice Shun, en voz baja.

-Nosotros, solo diez...

En este punto es necesario interrumpir la historia para hacer un pequeño viaje al pasado.

Las luchas libradas entre Athena y otros dioses por la posesión de la tierra son llamadas “Guerras Santas”. La última de ese tipo ocurrió hace poco más de diez años, cuando la nueva reencarnación de Athena descendió en el Santuario. La diosa era apenas un bebé y tuvo que enfrentar un ataque.

La sombra del mal entró en denominada región sagrada cuando Saga de Géminis, uno de los Santos de Oro, fue dominado por sentimientos perversos, queriendo volverse el señor de la tierra, poseído por la ambición, y asesinó secretamente al Papa de aquella época, enfrentándose después a la indefensa Athena.

Por fortuna, el Santo de Oro Aioros de Sagitario consiguió salvar a la diosa antes de que fuera víctima de la daga afilada de Saga, y la confió a un hombre llamado Mitsumasa Kido, que la llevó para el distante Japón, bautizándola como Saori Kido y criándola como su nieta.

Mitsumasa Kido, creador de la Fundación Graad, era uno de los hombres más ricos y poderosos del mundo. Después de poner a Athena bajo su protección, Kido ofreció a los cien hijos que tenía con amantes en sacrificio, pidiendo como intercambio que fuesen consagrados como Santos de la diosa y obtuvieran con las Cloths sagradas.

El viejo jamás reconoció la paternidad de esos niños, tratándolos como huérfanos y lanzándolos a su propia suerte por los cuatro rincones de la tierra.

Las tácticas de entrenamiento en las artes de combate de Athena superan lo absurdo. Flaquear es sinónimo de muerte en busca de juntar a los más poderosos guerreros de la tierra. Los aspirantes fueron sometidos a bosques infestados de animales salvajes, desiertos insoportables, montañas donde respirar es un suplicio, planicies gélidas donde el frío lleva a una persona a una muerte en menos de cinco minutos, islas volcánicas con calor infernal y gases tóxicos.

Prácticamente todos sus hijos murieron en ese proceso, enviados al infierno por su propio padre. Apenas diez de ellos consiguieron completar ese entrenamiento extremo y, elegidos por las constelaciones, volvieron milagrosamente con sus Cloths sagradas.

Entre esos pocos están Seiya y Shun.

No hay tiempo para extender detalles del conflicto que ocurrió en el Santuario, conocido como “La Revuelta de Saga”. El lector interesado puede buscar información en una biblioteca, donde encontrará registros de esa serie de batallas. Fueron 13 años desde el encuentro de Aioros con el sr. Kido, pasando por el despertar de Athena y culminando con la derrota de Saga, cuando finalmente la diosa consiguio regresar al Santuario.

Entre los aspectos más dramáticos de ese periodo estuvo el descubrimiento, por parte de los 10 huérfanos sobrevivientes, de que la nieta del viejo Kido, a la cual algunos llegaron a odiar, era en verdad la diosa Athena. O del hecho de que su padre los ofreciera en sacrificio para criar Santos Guerreros que vivirían para defenderla.

Ahora reconocían a Saori como la verdadera Athena, y Seiya y sus compañeros consiguieron superar la propia infancia infeliz y, lo más importante, derrotaron al maligno Saga, arrancando el Santuario de su poder.

No podemos olvidar que por el costo de innumerables sacrificios e incontables pérdidas, y que gracias al amor de Athena es que la paz en la Tierra sigue preservándose.

-Seiya, ¿tú fuiste mandado a Grecia, cierto? Y Shun, tú fuiste para... la Isla de Andrómeda, ¿no es así?

- Y tú fuiste para Sicilia.

-Eso. Sin embargo no fui llamado de vuelta por la Fundación Graad después del entrenamiento. ¿Qué les dijeron que había pasado conmigo?

-Creo que habían hecho una partida de defunción en tu nombre. Quien desee ser Santo tiene que conquistar la Cloth a cualquier precio. Las otras alternativas son huir, morir o vivir totalmente aislado como un soldado anónimo.

-Sí, entiendo.–los ojos de Mei parecieron perderse en el vacío.–Mi maestro fue asesinado en la Revuelta de Saga y yo ya no tenía a nadie para entrenarme.–el joven hizo una pausa para suspirar.–Acabé en Sicilia, sirviendo como una especie de espía del Santuario. O lo que ellos llaman “agente operacional de campo”.

-Lo más importante es que estás vivo, Mei. Cambia de cara, yo estoy muy feliz por eso, de verdad.

-Bien.

La simpatía que los tres jóvenes sienten por el otro tiene raíces mucho más profundas que la camaradería ganada por haber sobrevivido al entrenamiento para volverse Santo. A pesar de tener madres diferentes, todos son hermanos.

-¿Tú sabías sobre nuestro padre?–pregunto Shun, cuidadosamente.

-Yo siempre lo supe. Desde que estaba en el orfanato de la Fundación Graad.–Mei continuó, ahora mostrando una sonrisa.–Sin embargo, que la señorita Saori era la encarnación de Athena, ¡eso yo no lo sabía!-completo, soltando una risa burlona.

-¡A nosotros eso nos pegó de sorpresa!

-Habla con respeto, Seiya.-dice Shun, en un tono bastante serio.

-¡Qué les parece Shun! Hablando en serio, ¡recuerdo que era una niña mimada, arrogante y haciendo su voluntad!

De hecho, aunque la Saori Kido de ahora es la imagen perfecta de la gran diosa Athena, símbolo de amor y confianza absoluta, ella no fue siempre así. Cuando niña llamaba la atención solo por su belleza física, causando impresión de gran soberbia. El despertar de la Voluntad de Athena solo ocurrió después de su desenvolvimiento físico.

Antes de eso, para los huérfanos como Seiya y los otros, Saori –quien recibía el amor del mismo Mitsumasa Kido– no pasaba de ser blanco de los celos y del rencor.

-¿No fue contigo, Seiya, aquella historia de “sé mi caballo”?

-¡Ese fue Jabu! ¡Ni aunque me chicotease fingiría ser un caballo!

- Jabu... Él, recuerdo una cara con ese nombre...–Mei estaba cabizbajo, los ojos mirando en dirección a sus brazos, cruzados entre sí. Luego de hacer una pequeña pausa, se armó de valor para hacer una pregunta más difícil.-¿Quiénes son los otros que sobrevivieron?

-¿No lo sabes?

-Yo nunca salí de Sicilia, no sé casi nada sobre los Santos del Santuario. No sabía que ustedes estaban bien hasta que nos encontramos ahora.

De hecho, no todos tienen acceso al nombre de los Santos. Es una especie de secreto militar, como mucha de la información sobre el Santuario. Soldados de jerarquía inferior, como Mei, en general conocen un número mínimo de Santos.

Shun dijo los nombres de sus hermanos sobrevivientes, uno por uno:

-Shiryu, Hyôga, Ikki…

-¿Tu hermano?–pregunto Mei, al recordar que Ikki es hermano de padre y de madre de Shun. Y también que los dos no son nada parecidos en términos de temperamento, por el contrario, mientras Shun tiene un carácter delicado, llegando a recordar a una niña, Ikki es su opuesto perfecto, un niño brutal y duro, con un gran gusto por las artes marciales.

Mei se emocionó con la lista de Santos sobrevivientes. Consiguió recordar los rostros de cada uno de ellos.

-...y Jabu. Diez en total.–es Seiya quien concluyó contando.

-¿Cuál es la constelación de él?

-Unicornio.

-¡Jaja!–Mei no consigue contener la risa.

-¿No es perfecto?– concuerda Seiya.

-¡Con seguridad! El Unicornio es un bicho que solo acepta ser cabalgado por doncellas, ¿no? Y él siempre estaba moviendo el rabo para Saori, hasta corría para servirle de caballo.

-Y continua así hasta ahora. No ha cambiado nada.

-Ni ustedes.–completó Mei.–Consiguieron volverse Santos, más no cambiaron ni un poco.

-Ni tu, Mei.–confirmó Shun.

-Jabu está en Argelia.-contó Seiya.–Shiryu está en Rozan, en China,  y Hyôga, en Siberia Oriental. La mayoría de los otros también continúan cumpliendo su papel de Santos en los lugares donde fueron entrenados.

-Pero no conseguimos descubrir dónde está mi hermano Ikki.

-Bueno, desde pequeño le gusta andar de lobo solitario...

En ese momento el altavoz anuncio que ya estaban sobrevolando el espacio aéreo siciliano. El viaje de Grecia hasta ahí fue corto para matar dudas.

Seiya y Shun corrieron en dirección a sus Cloths, en cuanto a Nicole, que no participó en la conversación por estar piloteando el avión, anunció secamente:

-Vamos a abrir la puerta trasera y disminuir la altitud. Ustedes tres van a saltar.

-¿Brincaremos, eh?–Seiya hace una mueca, pero la cosa va en serio.

-Este bichito bebe mucho combustible en cada aterrizaje y despegue.– explicó Nicole.–Tenemos miedo de no tener suficiente para volar al Santuario.

-¡¿Pero solo piensas en ti mismo, Nicole?! ¿Quién va a garantizar nuestra seguridad?–replicó Seiya.

Tal vez el lector está sorprendido de que un Santo como Nicole, de la Constelación de Altar, sea capaz de pilotear una aeronave de tecnología avanzada como el Tiltrotor. Sin embargo, el hecho de que los Santos de Athena sean entidades completamente aisladas del mundo cotidiano, no significa que no se relacionen con él. Su misión no es proteger un universo fantastico, sino el planeta donde vivimos.

Los Santos también son mutables, así como el cielo y la tierra, y evolucionan con ellos.

Sin embargo, conforme a la idea de lanzarse al vacío, Seiya avanzó con Shun para la parte trasera, que estaba abierta y dejaba entrar a la cabina intensas corrientes de aire. Estaban a diez metros de altura, por eso no era posible usar paracaídas.

-¿Listos?-preguntó Mei, su voz abochornada por el sonido del viento cortante, y entonces ¡fiu!, saltó del avión.

-Que Athena los proteja.–dijo Nicole, en el momento en que Seiya y Shun se lanzaron tras Mei en el oscuro mar de Sicilia.

***

Si pensamos en la Península Italiana con su forma de bota, la isla de Sicilia queda a pocos kilómetros del pico del zapato, separada del continente por el Estrecho de Messina. Es una ubicación privilegiada en el Mar Mediterráneo: desde su extremo oeste es posible divisar el continente Africano.

Es la mayor isla de la región, con más o menos la misma área de Sergipe, en Brasil, y su formato triangular le ha ganado el apodo de Trinacria (Isla de tres puntas).

Tiene un clima ameno y suelo fértil, que, junto con su posición estratégica en el mapa europeo, fue objeto de innumerables disputas y guerras a lo largo de la historia. En la antigüedad prosperaban ahí colonias griegas. Años más tarde, la región fue conocida como “Granero de Roma”. Después ocurrieron las invasiones bárbaras y la dominación por el Imperio Bizantino. En la edad Media, la isla fue conquistada por árabes venidos de África, y, en el siglo XI, los normandos, descendientes de los vikingos nórdicos, se aliaron con las fuerzas islámicas para establecer el reino de Sicilia.

El trono Siciliano pasó por varias familias y tradiciones monárquicas: el Sacro imperio Romano Germano; la Casa de Anjou, francesa; los de Aragón, españoles; y la de Habsburgo. En el siglo XIX, se fundó la región Nápoles, en principio conocida como “El Reino de las dos Sicilias”.

Finalmente, en 1861, Sicilia fue anexada a Italia, país con el cual forma parte hasta hoy, a pesar de su cultura y trayectoria histórica completamente independientes.

Habitada por pueblos de múltiples orígenes y lenguas, Sicilia es diversa, colorida, y frecuentemente compleja como un mosaico. Su propio nombre ya tiene innumerables variaciones, como Siqueria, adoptado cuando era una colonia griega, o Siquília, en la época de la dominación romana. De la misma forma, la ciudad de Siracusa, al sudeste de la isla es famosa por ser la tierra de Arquímedes, recibió diferentes denominaciones a lo largo de su historia, como Surakusai, Siragosa o Siracusa.

La arquitectura siciliana es uno de sus grandes destaques, una combinación armoniosa de culturas mediterráneas medievales – bizantina, islámica y gótica – y de la corriente barroca, adoptada a partir de la edad moderna. Al mismo tiempo, pocos lugares conservan tantos rastros de la Grecia Antigua. Se encuentran por la isla ruinas monumentos erguidos en honor a los dioses del olimpo, como los templos encontrados en el valle de Agrigento, e innumerables y grandiosos teatros y arenas.

Varios episodios de la mitología griega tienen a Sicilia como escenario, como la ya mencionada Gigantomaquia. También dice la leyenda que Odiseo libró una difícil batalla con el monstruo marino Scylla cerca del estrecho de Messina.

 


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