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Gigantomaquia por adanhel

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-¿Qué te viene a la mente cuando oyes hablar de Sicilia?–preguntó Mei.

Los amigos se refugiaron en un islote pequeño y oscuro, desde donde Mei observaba el antiguo teatro de Taormina. Llegaron ahí después del arriesgado salto: lo que sería suicidio para las personas normales no es nada comparado al entrenamiento que los tres habían vivido para volverse Santos.

Seiya pensó un poco y dijo:

-Mafia.

-Debido al Padrino, ¿verdad?–respondió Mei.–¡En verdad ese asunto es un tabú aquí! Pero ahora Sicilia es mucho más segura que el continente, ¿sabías?

Taormina está en la costa este de la isla, con una población de cerca de 10 mil habitantes. Situada en un declive en el monte Tauro, a 400 metros de altura, la ciudad tiene una magnífica vista al mar.

Su belleza natural le ha ganado se escenario de muchos films, y la región es un centro turístico mundialmente famoso. El área urbana es antigua y, como ocurre en muchas ciudades europeas, predominan las aceras y calles estrechas. El pavimento es todo de piedra, completamente inadecuado para los automóviles, y prácticamente no existe estacionamientos. En el camino 114, al lado del mar, parten góndolas llevando turistas que visitan la ciudad.

-Hay un frase conocida en Sicilia.–contó Mei-“En las tierras de los olivos y los dioses del Olimpo pueden nacer estúpidos y genios, pero jamás criminales”. Es algo que mi difunto maestro decía.

-Mira… Mei… nosotros no hemos venido aquí para hacer turismo.-dijo Shun.

-Lo sé.

Los Santos fueron enviados a Sicilia después del ataque al Santuario, pero no tienen idea del paradero de los invasores.

-¿Sabes dónde podemos encontrar a esos Gigas?

-Shun, si no lo supiese no habría sido llamado al Santuario. No un mero soldado raso como yo.–Mei apuntó en la dirección de la fachada del teatro.

A través de la pared de arcos es posible ver el mar Iónico a la izquierda y Taormina a la derecha, separados por la banda litoral que se extiende en dirección sudoeste. Más allá de este espectacular paisaje está una montaña imponente.

-El monte Etna.–susurró Shun.

Se trata del mayor volcán activo de toda Europa, con 3340 metros de altura. Por sus muchas erupciones y gran cantidad de lava derramada, el monte tiene una pendiente suave y no exageradamente inclinada. De su cumbre brota una intensa capa de humo y ceniza.

-Según las leyendas griegas,–explicó Mei– los Gigas enterrados por Athena en el monte Etna sufren tanto que escupen llamas y humo.

-Vaya, como está oscuro…-interrumpió Seiya.–Ya debería haber amanecido, ¿o no?

El sol es poco más que un círculo apagado en el cielo, y toda la isla está cubierta por una especie de luz media. A pesar que ser el auge del verano, no hay casi nadie en Taormina y el lugar parece más bien una ciudad fantasma.

-El Etna está en una fase de intensa actividad, lo vi en televisión.– explicó Mei.–Tiembla a toda hora y el aeropuerto está cerrado por causa de las cenizas volcánicas, y como una corriente de lava ya llegó al borde de la ciudad se declaró en estado de emergencia. Eso explica por qué Taormina está tan desierta en este verano, siendo normalmente un agitadísimo centro turístico.

-¿La población fue evacuada de esta área?

-Exactamente. Normalmente podríamos subir una parte del Etna en auto, pero ahora las entradas están bloqueadas por el ejército.

-¡Rayos!–se quejó Seiya, tocándose la cabeza.–Entonces la gente tiene que ir a pie.

-Primero, un baño de mar. Ahora, caminar por la montaña,  ¡tus vacaciones de verano están completas, Seiya!-respondió Mei.

-Esto es bueno… podemos actuar sin tener que preocuparnos por los moradores o turistas.

-Si los Gigas realmente están de vuelta, la primera cosa es verificar si los arcos de Athena están atados.

-Como, a propósito, ordenó el señor Nicole.

-Según mi maestro,–dijo Mei, al mirar en la dirección del cráter-los arcos de Athena están en las profundidades del Etna.

-¡De acuerdo! Entonces, ¿vamos?

Pero antes que Shun y Mei pudieran responder se escuchó una voz.

-¡Bienvenidos, perros de Athena!

Con el susto, los jóvenes se pusieron en posición de alerta. Sombras salieron diferentes puntos del teatro a cielo abierto.

-¡Es necesario felicitarte por haber venido tan rápido al encuentro de la muerte, Pegaso!

-¡Agrios!–Seiya reconoció al gigante con quien luchó en el Santuario.

Y él no estaba solo.

-¿Solo mandan tres personas? Los Santos deben estar con falta de personal.

-¡Y esos son niños aún! Mamá les mando hacer el mandado, ¿cierto? Quirrirri…

En el palco estaban Agrios, la Fuerza Bruta, Thoas, el Relámpago Veloz y Pallas de la Estupidez. Sus trajes de Adamas reflejan el brillo turbio del cielo oscurecido.

-¡Shun, son los Gigas que invadieron el Santuario ayer!

Pero otra vez Seiya es interrumpido, ahora por una nueva presencia que surge poco a poco en el centro del palco.

-¿Qué? ¡Argh, que olor tan horrible!–Seiya cubrió su boca instintivamente, sintiendo una terrible ansia de vomitar, como si estuviese empujando su rostro dentro de un saco de excrementos.

-¡Espera ahí!-pidió Shun.-Mi cadena está reaccionando ante su presencia…

La cadena amarrada a la Cloth sagrada de Andrómeda temblaba como si estuviese siendo golpeada por un relámpago.

La sombra el cuarto Giga apareció de repente en medio de un remolino de humo negro. Su voz poderosa resonó en la arena e hizo que todo el lugar temblara con la vibración:

-Mi nombre es Enkelados, la Voz Sellada. ¡Soy Enkelados, el sumo sacerdote de los Gigas!

Con eso, ondas vibratorias recorrieron el aire, chocando contra las ruinas y causando varias explosiones concéntricas. La fuerza increíble de esa voz lanzó a Seiya, Shun y Mei, éste último cayó en las gradas.

-¿Qué tipo de voz es esa? Mi cuerpo está hormigueando…

-¿Él es el Jefe de los Gigas?

En ese momento, Mei fue lanzado nuevamente, ahora contra la pared, y su cuerpo cayó pesadamente en el suelo.

-¿De donde está viniendo esa presión?–preguntó, escupiendo unas gotas de saliva con sangre.

Mei está particularmente lastimado por no tener un traje sagrado para protegerse, como Shun y Seiya, que visten las Cloths más poderosas de la Tierra, hechas de una mezcla de metales ahora desconocidos por la humanidad, como Orichalcum, Gammanium y Polvo Estelar.

-¿Dónde está Athena?

Enkelados carga un bastón esculpido con imágenes de monstruos de tierras desconocidas, su rostro se esconde atrás de una máscara con facciones de Orco, o de demonio devorador de hombres. Su armadura de Adamas, bastante adornada, tiene color amarillento, con un topacio eclipsado, y está cubierta por una sotana de sacerdote.

–¡Aquella idiota mandó santos de bronce para atacarnos! ¡La jerarquía más baja! ¡Por lo visto, ella aún no cree que nosotros, los Gigas, hemos vuelto!

-¡Hey, puedes insultarnos a nosotros pero deja a Athena fuera de esto!– Seiya siente la sangre subirle a la cabeza.

-¡Ja! Una meretriz ordinaria luciendo como protectora de la Tierra. ¡Y ustedes son peores que aún, meros cachorritos de ella! ¡El dios primordial que adoramos ni siquiera reconoce su calaña!

Enkelados está claramente queriendo irritar a los Santos con esas ofensas.

–¡Athena nos lanzó en las profundidades del vacío… imperdonable! ¡Ahora queremos venganza!–el monstruo continúa su juego de provocaciones.-¡Arrancaremos los vestidos de Athena y la humillaremos como una bastarda común de hombres mortales!

-¡¿Cómo puedes…- la mirada de Shun, normalmente calmada y serena, se arma de una fuerte furia.

-Los Gigas están de vuelta…-dijo Mei, levantándose y limpiando la sangre de su rostro.–¡Eso significa que el sello de Athena fue roto! ¿Cómo consiguieron romper el sello de la antigua Gigantomaquia?

-¿Qué hicieron con la señorita Yulij?-preguntó Seiya, mirando fijamente al sumo sacerdote de los Gigas.

-¿Aquella mocosa?

-¡Quirrirri! ¡Mediocre, mediocre, mediocre, mediocre, mediocre! ¿Los supuestos protectores de la tierra son meros cobardes que se aterrorizan por un rehén? ¡Me hacen reír!–se entrometió Pallas.

-No la matamos. Aquella mocosa está en una caverna subterránea.- Enkelados apuntó con su báculo al monte Etna.–Si quieren salvarla es mejor que sean rápidos. Aun siendo un Santo Femenino, morirá pronto si continúa respirando los gases venenosos del volcán. Eso si las cavernas no volaron por los aires en una erupción.

Mei se dio cuenta que no pueden continuar ahí, deben ir a buscar a Yulij inmediatamente.

-¡Seiya, Shun! ¡Síganme!

Es difícil dejar a un lado a Enkelados después de todas las provocaciones, pero esta lucha tiene que esperar. Los jóvenes corren en dirección al monte Etna, evitando la zona urbana de Taormina, a una velocidad tan increíble que no dejan ni sombras en el camino. Aún sin poderes extra-sensoriales como la teletransportación, la agilidad y los saltos de un Santo son inmensamente superiores a los de un ser humano común.

La ciudad queda atrás rápidamente, dando lugar a colinas con plantaciones cercadas de muros de piedra y arbustos. Todo ahí está cubierto por cenizas volcánicas.

-¡No tengan tanta prisa, niños!

Para su sorpresa, los Gigas los seguían de cerca.

-¡¿Pero cómo?!–se preguntó Shun, viendo como Thoas, el Relámpago Veloz, venia atrás de él, como una sombra. Pallas, por su parte, estaba detrás de Mei.

-¡Aún no terminamos la explicación… si quieren salvar a aquella chica…

-¡No necesitas decirlo! ¡Debemos derrotarlos a ustedes, ¿no es cierto?!

-¡Sabes hablar, mocoso!–Agrios, la Fuerza Bruta, arrancó de un solo golpe una enorme cantidad de tierra, cavando un enorme cráter.-¡Ahora, tu adversario, obviamente seré yo, Pegaso!

Seiya no estaba dispuesto a conversar y saltó en dirección a los Gigas. Si querían luchar, que fuera rápido, para asi poder salvar al fin a la señorita Yulij.

El brillo de su traje de Adamas es de un azul tenebroso. La pesada armadura, con clavos expuestos por toda la superficie, simboliza claramente la naturaleza agresiva de la criatura. Bajo el casco adornado con cuernos, Agrios encaró a Seiya con una sonrisa maliciosa.

-Puedes venir.

-¡PEGASUS RYÛSEI KEN! (Puño Meteoro de Pegaso)

Al grito del Santo fue como si surgiera un brillante rayo de luz. Es su golpe más poderoso. Ningún oponente resiste en pie los más de cien golpes por segundo, cada uno con la fuerza de Pegaso cayendo sobre su cuerpo como una lluvia de estrellas fugaces…

-¿Eso es todo?–preguntó Agrios, sin mostrar algún daño mínimo por el Pegasus Ryûsei Ken.

Cada vez más queda claro que los Gigas despertaron con un poder equivalente al de los Santos.

La Adamas de Agrios no tienen señales de daño. Seiya se detuvo en seco ante el dolor que atravesó su puño. Por más poderoso que sea, ningún cuerpo consigue resistir el golpe de un guerrero sagrado, pues posee la esencia de la destrucción, capaz de romper átomos. La única forma de detener un ataque como ese es con una fuerza igual o superior al de los Santos, el llamado Cosmo.

-Ya lo sentí en el Santuario.–balbuceó Seiya, poniendo los brazos en posición defensiva.–¡Pero su Cosmo es aún mayor y más agresivo de lo que imaginaba!

En ese momento, Agrios se inclinó para abajo, expirando vigorosamente. Colocó una de sus manos en la tierra, agachándose. Seiya observó horrorizado cuando explosiones internas de fuerza hicieron que los músculos del Giga se expandieran aún más.

-Siente la diferencia de fuerzas entre los Santos y los Gigas.-dijo Agrios dice, antes de gritar: -¡CRAG PRESS! (Presión de Risco)

El Giga saltó en dirección de Seiya, golpeando el suelo con su pie para impulsar su impetuoso avance. Su golpe acertó de lleno contra el Santo, que solo consiguió soltar una especie de espasmo sofocante.


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