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Gigantomaquia por adanhel

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Existe en el Santuario un humilde cementerio. Allí reposan los Guerreros de Athena, algunos famosos, otros menos conocidos. Muchas tumbas no tienen  cuerpos sepultados. Las lápidas son simples piedras con nombre, clase y en algunos casos, la constelación de los Santos, algunas completamente cubiertas de musgo.

-Por una compañera que perdimos...–balbuceó Seiya, que recibió la noticia de la muerte de Yulij al volver de su misión.

-Conseguimos salvarla una vez...–dijo Hyôga, con la mirada perdida en dirección de la tumba recién construida.

Desde los tiempos inmemoriales de las antiguas leyendas, Santos tan numerosos como las estrellas en el cielo luchan por el amor y por la justicia en la Tierra, cumpliendo su destino.

Yulij, Bronce, Sextante. Nada en la inscripción indica que esa es la tumba de una mujer.

-En cada combate, yo solo pedía una cosa...–la voz de Nicole estaba llena de tristeza.-Que no necesitase decir una frase de despedida.

El oficial mayor concluyó la ceremonia.

-¿Eso es todo?–Mei presionó los labios delante de la lápida de Yulij.

Sentía que el homenaje fue demasiado corto para la nostalgia que sentía.

-¿Y qué querías? ¿Un entierro colosal como los emperadores de la antigüedad?-el tono de Nicole llevaba consigo algo de sarcasmo. –¿Deberíamos acaso hacer una fiesta para celebrar su pase y llorar durante siete días y siete noches?–continuó.-No necesitamos ostentaciones. Tampoco necesitamos tumbas. La paz en la Tierra es la mayor prueba de que cada uno de los Santos estuvo aquí. Aunque algún día las personas se olviden den nosotros, las estrellas jamás nos olvidarán.

Las palabras de Nicole reverberaron el espíritu de Mei y su destino trazado por su Cloth negra. Él es un guerrero de la Gigantomaquia.

***

En la sala del Gran Papa, Nicole mostró a Seiya el pedazo de la cadena triangular de la Cloth de Andrómeda. La primera reacción del joven fue ofrecerse rápidamente para rescatarlo.

-Shun fue a Anatolia. ¿Estoy en lo correcto, oficial mayor?–Hyôga también estaba preocupado por él.

-Fue al Monte Arima.-respondió.

-La Cadena Triangular es la cadena de ataque.–comentó Shiryû, sintiéndola con sus manos.–Shun sacrificó su propia arma, renunciando a la lucha para alertarnos del peligro.

-¿Qué enemigo intimidaría a un Santo como Shun?–preguntó alguien.

-¡Solo pueden ser los Gigas!–gritó Seiya, impaciente.-Yulij fue asesinada por un Giga que invadió el Santuario.

-Cálmate, Seiya.–Athena, que hasta ahora estaba sentada en su trono, habló por primera vez, haciendo que todos los presentes se quedaran en silencio para oír la voluntad divina a la cual dedicaban su vida.-La vida o la muerte de Shun depende del destino de su estrella, pero vamos a hacer lo mejor que podamos por él.

Para sorpresa de Seiya, Hyôga y Shiryû, en ese momento un grupo de Santos entró en la Sala del Gran Papa.

-Llegaron.-confirmó Nicole, volteándose en dirección de la puerta, a los recién llegados que ya se presentaban.

-Nachi de Lobo.

-Ban de León Menor.

-Ichi de Hidra.

-Geki de Oso, a su disposición.

-Jabu de Unicornio. Atendiendo la orden divina, nos presentamos en el Santuario.

Tras eso, aquellos Santos de Bronce se arrodillaron delante de Athena.

-Gracias por haber venido de tan lejos.-respondió su diosa.

-Vinimos para reforzar las defensas del Santuario...-Jabu usaba la Cloth de Unicornio, con un cuerno solitario en el casco. Es parecido a Seiya, y los dos tienen la misma edad. La principal diferencia es su piel, más morena, probablemente por venir de Argelia, donde cumplía su misión de Santo.

-Jabu, Nachi, Ban, Geki e Ichi.-dijo el oficial mayor en un tono lo más oficial posible.-Su misión ya fue comunicada: deben formar un círculo protector alrededor del Santuario y defender a Athena.

-Sí, señor.-respondió Jabu.–También me gustaría volver a ver a Mei, ahora que sabemos que está vivo.

-¿Mei?–llamó Seiya, mirando alrededor.

-¿Alguien vio a Mei?–preguntó Nicole, con un aire preocupado.

-Él estaba con todos en el entierro...

-¡Llegueeeeeeeeeeeeé!

Seiya fue interrumpido por la voz aguda de un niño, más joven que los otros, que entró en la Sala del Gran Papa. Era Kiki.

-Misión cumplida, señor Nicole.-dijo el pequeño, haciendo una reverencia torpe.

-¿Misión...?–la expresión del oficial mayor era de sorpresa pura.

-¿Cómo así? ¿No ordenó tele transportar a Mei al volcán Arima?

-Yo no di esa orden.-respondió Nicole.

-¿No? ¿En serio? Fue lo que me dijo Mei, por eso yo...– Kiki estaba confundido.

-¿Quiere decir que Mei fue a salvar a Shun solo?-gritó Shiryû.

-Creo que está sintiendo culpa por lo que ocurrió con Yulij y Shun, además del retorno de Typhon...–Nicole se recriminó duramente por no haber sido capaz de percibir que Mei se responsabilizaba por los acontecimientos.

-¡Kiki, llévanos a todos al volcán Arima!

-¡D...de acuerdo!!

-Espera, Seiya.-interrumpió Nicole.

Altiva, Athena se aproximó a sus Santos plácidamente, llevando su cetro que representaba a Nike, la diosa de la victoria. Su largo vestido se agitaba suavemente.

-Nicole tiene la obligación de estudiar y analizar los hechos un poco más que tú.-dijo la diosa.–Si Typhon está en el monte Arima, eso significa que probablemente ya exista allí una redoma protectora.

-¡El Flegra de Llamas Terrenales!–Seiya recordó el campo de fuerza de Typhon, que absorbía el cosmos y que tanto los perjudicó en el Etna.

-Nicole…–Athena desvió los ojos hacia el Gran Papa en funciones.

Comprendiendo su voluntad, el Santo de Altar partió en busca de una pequeña caja, la cual ofreció a la diosa. Dentro de ella había una daga brillante como una joya. Athena miró con ternura a Seiya, Hyôga y Shiryû.

-Vengan aquí.

Los tres Guerreros Sagrados atendieron al llamado de Athena.

-Que mi sangre proteja a mis Santos.-la diosa aproximó el filo a su muñeca. La daga era tan afilada que bastó un leve toque para hacer un corte. Sin vacilar, la hizo correr por su brazo y su sangre divina dibujó un hilo bermellón sobre su piel clara.

Las tres Cloths de Bronce recibieron las gotas de la sangre de Athena y así obtuvieron la protección de su divina voluntad. Después ofreció la protección de su sangre también a la Cloth de Altar y devolvió la daga a Nicole.

El Santo recibió respetuosamente el arma, limpió la hoja con un tejido blanco y la colocó nuevamente en la caja.

-Mientras lleven estas Cloths bendecidas con la sangre de Athena, no sufrirán por la Redoma Protectora de Llamas Terrenales de Typhon.–explicó el oficial mayor.

-¡Entonces ahora podemos ir!

-Seiya... Hyôga, Shiryû. Acompáñenme hasta el Volcán Arima. Kiki, perdóname por abusar de ti, pero una vez más… ahora cada segundo es importante. Es tiempo de un teletransporte más.

-Le confío a Shun, Mei y todos aquí.-le dijo Athena serenamente a Nicole, mientras Tatsumi procuraba detener, apresuradamente, la hemorragia de la muñeca de la diosa.

-Es claro, Athena. Sin Mei, será muy difícil sellar a Typhon.

Antes de dejar la sala, Nicole hizo una última reverencia.

-¿Qué es lo que quieres decir con “sin Mei”?–preguntó Seiya.

-Estaba hablando del destino de la constelación de Mei. Te contaré de eso más tarde. Ahora no es el momento.–sentenció Nicole.

***

Tras despertar de una pesadilla en la cual se arrastraba por el suelo como una oruga, Shun tenía escalofríos que lo entorpecían hasta la punta de los dedos.

-Esta sensación...–era como si el cosmos se vaciase de su alma.-El campo de Fle...

-Santo de Andrómeda.-la voz áspera de Typhon interrumpió los pensamientos de Shun.-¿Estás sintiendo temor?

Mirando fijamente al joven, se encontraba el dios asimétrico de llamas y relámpagos, el último de los Gigas, con su armadura brillante y oscura de Adamas. Shun era su prisionero.

-¿Por qué tengo la impresión de que ya te conozco?–preguntó el dios monstruoso.-Siento que ya luche contigo. ¡Ah, claro! Son las memorias de mi querido hermano Thoas.

¿Acaso los recuerdos de Thoas se transfirieron a Typhon cuando lo devoró en sacrificio? Shun tenía dificultades para encarar al dios de los Gigas: las llamas y relámpagos que emanaban de él parecían quemar sus retinas. Y él es cada vez más poderoso. Él no sabe, pero Typhon acabó de devorar a Pallas aumentando aún más su poder.

-Veo que no eres solo un humano, Andrómeda.-dijo la criatura.-Tú eres el receptáculo de uno de los dioses del Olimpo. No me olvido del sabor de tu sangre y del cosmo que absorbí en el monte Etna. ¡No podría desear un sacrificio mayor!

Typhon se inclinó hacia delante y tocó el rostro de Shun. Un choque eléctrico alcanzó los centros nerviosos del cuerpo del Santo, que se contrajo involuntariamente en un espasmo violento.

-¡Voy a devorarte!–Typhon se mojó los labios con su lengua negra.

-Soy un Santo de Athena.-respondió Shun.–Jamás me rendiré a tu temor.

-No hay como escapar del temor.-dijo Typhon, volteándose.–Me gustaría devorarte ahora, pero tengo que esperar.

El dios de los Gigas salió del campo de visión de Shun, revelando un altar. Sobre él, envuelta en un “capullo de tiempo”, reposaba la imagen de una mujer embarazada, mitad humana, mitad serpiente.

“El Calabozo del Tiempo Estancado”.

-Andrómeda, voy a devorarte en ocasión del nacimiento de mi nuevo y verdadero cuerpo carnal.

-¿Esa mujer está viva?

-Echidna. La última de las mujeres Gigas.-reveló Typhon.-Un monstruo mitológico, nacido del temor de los frágiles humanos. Es mi forma femenina. Arranqué sus piernas para que no huya.

En ese momento Shun se dio cuenta de que la mitad inferior de Echidna, la parte de serpiente, estaba atrapada en el pedestal por varios clavos. Luego, surgieron tres figuras desconocidas entre las sombras.

-Padre.-dijeron.

-Mis hijos... ¿qué son esos cosmos pequeños que me irritan con su presencia?

-Aparentemente, los Santos de Athena volvieron a invadir estas tierras.-respondió la sombra de Ladon, el Dragón de Cien Cabezas.

-Son como insectos en verano. ¡Mátenlos!–ordenó el dios de los Gigas.–Más que eso, ¡devoren a cada uno de ellos!

-Sí, padre.-respondiendo con obediencia absoluta, los hijos de Typhon dejaron el templo subterráneo.

“¿Acaso serán Seiya y los otros?”, pensó Shun. “Entonces la Cadena de Andrómeda llegó a Athena”.

-El “Tiempo Estancado” en breve se romperá.–repitió Typhon, lanzando una mirada maligna en dirección a la mujer del altar, y entonces, volteándose hacia Shun, añadió: -Entonces voy a devorarte, Santo.

 


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