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Gigantomaquia por adanhel

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En el lago subterráneo bajo el Volcán Arima, Seiya de Pegaso y Chimaira, la Bestia Pluriforme, se encaraban frente a frente.

-¡Tú eres hijo de Typhon!

-¡Voy a devorarte!–proclamó el “Caballero Andante” de los Gigas, equipado con una espada de serpiente venenosa, un escudo de cabra y el Adamas de rubí estrella del color de las tinieblas.

-Ustedes, Gigas, son muy vulgares, ¿sabías?

Seiya, a su vez, estaba completamente desarmado. Los Guerreros de Athena luchan solamente con el cuerpo, pero eso no significa que no sepan usar armas. Necesitan saberlo, ya que sus enemigos no siguen ninguna prohibición en ese sentido. Así, aunque lo primordial es el cuerpo, el entrenamiento de los Santos incluye el combate contra oponentes armados.

Las articulaciones de la pesada armadura de Adamas del Giga crujen con sus gestos. Para Seiya, dotado de la agilidad de un caballo que recorre los cielos, los movimientos del monstruo son torpes como los de un títere mal dirigido.

-¡Tu armadura parece pesada!–provoca el joven.–¿Crees que un lerdo como tu sería capaz de golpear a Pegaso?

En ese instante, Chimaira lanza un ataque cortante en dirección a Seiya, un golpe pesado y duro, pero sorprendentemente rápido, como una ráfaga de viento. El Santo siente escalofríos en la espina dorsal al esquivar por un pelo la trayectoria de la hoja, retrocediendo hasta una roca plantada en medio del lago subterráneo.

Agitando la enorme espada en movimientos circulares solamente con la mano derecha, el Giga se aproxima a Seiya, paso a paso, con un andar torpe, pero preciso.

-¿Qué es esa espada?–se pregunta Seiya.

La espada de serpiente en la mano de la quimera tiene un filo dentado como el de un serrucho.

-Recibe la ardiente hoja asesina.-anuncia Chimaira, mientras la serpiente venenosa traza un arco flameante, emanando un calor infernal.-¡ANTHRAX! (Ántrax)

Alcanzado por el golpe incendiario, Seiya es lanzado nuevamente hacia el lago subterráneo, donde un rastro de vapor de agua marca la trayectoria de la espada de Chimaira. El Santo se levanta después de tragar un poco de agua. A pesar de ser amplio, el lago es poco profundo, incluso en las áreas más profundas, el agua no llega a la cintura de Seiya.

-¡No puedo creerlo... la Cloth!–grita el Santo, perplejo.

La parte más poderosa del Traje Sagrado, el pectoral, presenta marcas profundas de cortes dentados, descendiendo desde el hombro izquierdo. Si Seiya hubiera estado un paso al frente, su corazón hubiera sido alcanzado por las llamas.

Chimaira camina dentro del lago, lanzando otro golpe de la enorme espada contra Seiya, haciendo crujir su Adamas y generando una inmensa columna de agua. El Santo no tiene más opción que retroceder lo máximo posible ante la impetuosidad de las explosiones.

“El momento en que él inicia el ataque es extraño”, piensa Seiya. “Es imposible calcular o contraatacar.”

De hecho, parece haber una extraña variación dentro de cada ataque de Chimaira: el movimiento de su brazo, el paso que da para el impulso, la velocidad de la espada y su trayectoria no parecen pertenecer al mismo ataque, tardío, precipitado. Todo eso confunde a Seiya.

“Es como... ¡si no fuesen movimientos humanos!”, concluye el joven, antes de contraatacar. Pero su esfuerzo es inútil. Centenas de meteoros que superan la velocidad del sonido son nuevamente repelidos, sin ninguna excepción, por el escudo de cabra.

-¿A dónde estás mirando? ¿Se te hace tan gracioso jugar a lanzar el agua a lo alto?–ironiza el Giga, en medio de los chorros de agua resultantes del impacto del golpe en el lago.

Seiya se aprovecha de la cortina de agua que bloquea la visión de Chimaira y se posiciona atrás del monstruo.

-Seguro. ¡PEGASUS ROLLING CRASH!–Seiya da un salto rápido, apoyándose en el cuerpo del Giga, pero el contacto hace que grite de dolor: sus manos, sus brazos y su pecho parecen haber tocado brasas. Los dedos le arden dolorosamente: están quemados.

Al mismo tiempo, el agua alrededor de Chimaira comienza a evaporarse.

-Esta armadura ardiente trae consigo la llama de las estrellas.-explica el Giga, con una sonrisa maligna.

-Entonces es ese el poder del Giga hijo del dios...

Seiya está pálido de sorpresa y miedo, la reacción natural de su instinto de guerrero. El monstruo era como una fuente de calor intenso, que de a poco iba calentando todo el lago, a pesar del gigantesco volumen del agua.

El Cosmo de la fiera que combina varias otras en sí parece ilimitado.

-¡Voy a devorarte!–con eso la espada de Chimaira brilla en llamas luminosas.-¡ANTHRAX!

El ataque acierta en el Santo apenas raspándolo, cortando el agua del lago subterráneo, que se evapora completamente. Todo el ambiente está cubierto por un calor húmedo, como el de una sauna.

-No sabes reconocer el momento adecuado para morir.–dice Chimaira.

-La punta de la hoja solo me rozó... pero parece que quemó todos los nervios...

Seiya se contrajo de dolor. Fue alcanzado en las piernas por la espada. Su forma de serrucho es aún más terrible que el corte de una hoja afilada: la carne, rasgada, no puede ser suturada y a la hemorragia le cuesta detenerse.

Cubierto por el vapor blanquecino del agua, Chimaira mira a Seiya con desprecio. Tiene ojos de león, y en el escudo, en la mano izquierda, la imagen de una cabra demoníaca y la espada que parece una serpiente venenosa en la derecha.

-Terminemos aquí, Pegaso... Sin las piernas que tanto te enorgullecían no podrás esquivar el próximo ataque. Y ahora que recuerdo, existen otros Santos en este Templo, no puede perder más tiempo contigo.-declara el Giga.–Acepta ser devorado en silencio. Voy a comerme tu cosmos.

-Nosotros, los Santos de Athena, vamos a derrotar a Typhon y proteger la paz en la Tierra.–insiste Seiya, en medio de gemidos de dolor.–¡Yo siempre superé a mis enemigos con estas alas de Pegaso!

Seiya se levanta usando toda su fuerza, elevando al máximo su cosmos.

Su estilo de combate es uno de los más ortodoxos entre los Guerreros Sagrados. Se compone básicamente de puñetazos, patadas eventuales, y técnicas de protección. Pero es importante recordar que las técnicas de lucha de los Santos no tienen relación directa con la fuerza física. Ellas se definen con base al Cosmos, y es por eso que la complexión física de Seiya, pequeña para un guerrero, no representa ninguna desventaja delante de los poderosos y altivos Gigas.

Además de eso, la Cloth de la constelación de Pegaso es una protección maravillosa que acompaña hasta el límite los agiles movimientos de Seiya. A pesar de proteger al Santo como una roca, ella no impone la menor restricción en sus movimientos.

-¡Enciéndete, mi Cosmos! ¡Enciéndete mientras tenga alma!-provoca Seiya.

-En el próximo golpe, entonces, devoraré tu alma.–responde el Giga.

-¡Ahora es el momento de volar, Pegaso!

-¡ANTHRAX!

La reacción de Chimaira es rápida, pero a la vez, la serpiente flameante muestra sus dientes desalineados. Seiya escapa del golpe con un salto.

-¡Yo no voy a perder!-grita el joven.

El caballo celestial relincha, envolviéndose en un aura azulada. Es el sonido del Cosmos de Seiya siendo elevado al máximo.

-¡PEGASUS SUISEI KEN!

El ataque del cometa, un manojo de centenas de meteoros, hace temblar a lo largo del subterráneo. El rubí estrella pierde su brillo oscuro, volviéndose una piedra opaca, sin el fulgor de las estrellas. Se despedaza el escudo de cabra, la máscara de león, el Adamas noble. Chimaira, la Bestia Pluriforme cae con un estruendo sobre el lago subterráneo.

Habiendo agotado todas sus fuerzas en el ataque, Seiya se deja desplomar sobre el agua. Al levantarse, mira de reojo al Giga, aún vestido con el Adamas, que ahora parece un traje muerto.

-¿Qué es eso?–el Santo no sabe que decir.

El interior de la armadura en el fondo del lago transparente está vacío y ya no emite calor alguno. El Cosmo que parecía infinito desapareció junto con las llamaradas. Dominado por una inseguridad indescriptible, Seiya se tambalea para atrás y se sienta en las rocas al margen, agotando definitivamente sus energías.

-¿Entonces el Giga hijo del dios es solo eso?-se pregunta el Santo.

Seiya intenta entonces escalar el peñasco pero el ataque del Cometa desgastó demasiado su Cosmos. Sus piernas heridas no obedecen y él acaba rodando hacia abajo.

***

Ahora hay una improbable capa de nieve en las profundidades del Volcán Arima y sus paredes están completamente cubiertas de hielo.

-¡Esta energía...! ¡Cisne, tú usas las técnicas de hielo!–Orthos, el Maléfico Can Bicéfalo, parece estar sonriendo bajo su máscara.-Si esa Cloth recibió la protección de la sangre de Athena, eso explica por qué ella repele la Redoma de Flegra.

-No soy de hablar mucho.–dice Hyôga

-Pequeño insecto, por lo menos llora fuerte cuando deje tu cuerpo destrozado.

Orthos toma impulso. Sus pies se hunden en el duro suelo, dejando pisadas visibles. El Giga lanza un ataque rastrero, pesado y rápido como una bala de cañón, dejando en pedazos una columna de piedra de cinco metros de diámetro.

Esa es la fuerza de los Gigas, que se equipara y puede hasta superar al de los Guerreros Sagrados de Athena.

-El poder de destrucción es intenso...-desviando su cuerpo con un movimiento fluido de los pies, Hyôga se coloca en un ángulo muerto del punto de vista de Orthos-Pero, de esa manera torpe, no será problema para el Cisne.

El limitado espacio helado es el campo de batalla de Hyôga. Cuando su Cosmos se eleva muy por encima de lo normal, el ataque del Santo destruye y, en ciertos casos, paraliza el movimiento de los átomos. Esa es la técnica de lucha del hielo.

-DIAMOND DUST!(Polvo de Diamante)–sus brazos dibujan un cristal, congelando el Adamas del Giga y cubriendo con una helada blanca el brillo del Zafiro Estrella.

Hyôga mira con desprecio a Orthos, ahora un bloque de hielo al lado de los restos de la columna de roca, antes de investigar en un terreno mayor en busca de sus compañeros. Pero es muy difícil captar sus cosmos, tal vez por estar en la Tierra Sagrada de los Gigas, saturada con la hostilidad de Typhon.

-No consigo sentir bien el Cosmo de Seiya y Shiryû.–dice Hyôga para sí.-No sé exactamente dónde, pero siento que los dos están por aquí... y estoy preocupado por Mei y Shun.

-¿Estás tan tranquilo que te preocupas por otros?–dice la voz de Orthos y el hielo se rompe con el ruido agudo de cristal astillándose.-Con ese nivel de frío, no conseguirás congelar ni la primera capa de mi piel protegida por el noble Adamas.-gruñe el Maléfico Can Bicéfalo.

-Apuesto que esa armadura esconde una densa capa de manteca.–responde Hyôga, en tono de escarnio.

-¡Voy a hacer que te arrepientas de esa ofensa, Cisne!

En ese momento, densas tinieblas cercan a los oponentes. La caverna subterránea pierde su sutil luminosidad.

-El Campo de Flegra es inútil cuando estás bajo la protección de la Sangre de Athena.–explica Orthos, completamente invisible en la oscuridad.

No hay señal de su brillante armadura, cuyas gemas cambian de tonalidad de acuerdo con la intensidad de la luz que incide sobre ellas. En otras palabras, el negro es absoluto.

Hyôga está alerta, pero aun así no consigue impedir que su espalda sea alcanzada por un objeto volador que le causa un dolor terrible. Lanzado al aire y rodando por el suelo, el Santo se agacha instintivamente atrás de una roca, y entonces es alcanzado nuevamente, antes que se consiga reincorporar.

Es posible oír el sonido del Traje Sagrado siendo limado por la fricción.

-¡SAPPHEIROS ENEDRA! (Trampa de Zafiro)

La voz de la fiera maligna hace eco varias veces, ocultando la localización del Giga. Hyôga está perturbado. ¿Cómo consigue Orthos precisar su localización en aquella oscuridad?

-¡Estamos en el Templo de los Gigas!–explica el propio monstrio.–¡Aquí yo puedo sentir dónde exactamente estás, Cisne, mientras tú no ves absolutamente nada! ¡Tiembla ante los colmillos de las tinieblas!

Sin la menor señal de un Cosmo, dentadas invisibles penetran profundamente la carne de Hyôga. Orthos suelta una risa provocadora.

“Es como ser mordido por un animal salvaje”, piensa el joven. “Entonces, ¿el monstruo bicéfalo de la mitología existe en el mundo real?” Incapaz de determinar la posición del enemigo, Hyôga se siente perdido en un torbellino de confusiones. “Cálmate”, piensa. “El maestro me enseñó a permanecer calmado en momentos así, durante el combate. Es necesario ser frío como las planicies heladas de Siberia”.

-¡Tiembla en la oscuridad, Cisne! ¡Este es el temor!–la voz de Orthos está llena de sarcasmo. Él ataca nuevamente.–SAPPHEIROS ENEDRA!

Los dos colmillos coinciden contra algo en las tinieblas. En poco tiempo aquel extraño brillo retorna a la caverna. Hyôga divisa ahora a las dos fieras caídas cerca de sí. Tenían un brillo oscuro de Zafiro Estrella: eran las piezas en forma de canes malignos que se apoyaban sobre los hombros del Adamas.

Antes, el Santo creía que su adversario se imponía por la fuerza, atacando por contacto físico, pero en ese momento tenía claro que él manipulaba a esos canes a través de la psicoquinesia. Así puede atacar a lo lejos: una habilidad perfecta para la oscuridad.

-Orthos... veo que posees la capacidad de mover objetos con el pensamiento.– dice Hyôga.

Las piezas de canes malignos están atrapadas en el suelo por círculos de hielo. Ni la propia habilidad de Orthos consigue mover a sus dos cabezas congeladas.

-Es el KOL´TSO. (Círculo de Hielo)–explica Hyôga.– Coloqué correas en tus canes de guardia.

-¿Pero cómo descubriste la posición de ellos en esta oscuridad?

Hyôga agita los brazos, que centellean en cortinas de hielo, envueltas en finísimas membranas de energía helada.

-¿Pensabas que vencerías a un Santo limitando su visión?–Hyôga necesitó apenas el sutil sonido de las cortinas de hielo quebrándose para localizar y capturar a los dos canes malignos. Entrenado en Siberia Oriental, cuyo invierno es un mundo prácticamente sin sol, el Santo del Cisne fue instruido por su maestro Camus a luchar en las tinieblas.

Hyôga avanzó, colocándose a un paso de Orthos.

-¡Recibe el mayor ataque del Cisne!–en una fracción de segundo, el puño derecho de Hyôga generó una onda circular de frío.–¡KHOLODNYJ SMERCH! (Chorro de Agua Glacial)

El ataque arrancó el yelmo de Adamas y un huracán helado levantó alto el cuerpo pesadísimo de Orthos, lanzándolo con fuerza contra el techo de la caverna al mismo tiempo que formaba una columna de hielo con más de diez metros de altura.

-Quédate ahí para siempre.-dijo Hyôga, antes de darle la espalda al Giga congelado.

Pero un estruendo hizo que el Santo del Cisne volteara de nuevo rápidamente. El cuerpo de Orthos, el Maléfico Can Bicéfalo, rompió la columna de hielo, cayendo al suelo.

-¿Él no tiene rostro?

Delante de los ojos incrédulos de Hyôga, bajo el yelmo arrancado por el Kholodnyj Smerch, no había cabeza. Era un Giga acéfalo.

-¡No... ese no es un Giga!

Gritando como una fiera, Orthos colocó sus brazos en el suelo, posicionando sus cuatro extremidades en contacto con la tierra. En el espacio vacío dejado por las hombreras, dos cabezas de can surgieron como si la armadura fuese el caparazón de una tortuga.

Ni siquiera Hyôga consiguió esconder el espanto delante de la visión horrorosa.

- Pero esto es...

El monstruo de la mitología, exactamente como era descrito.

Delante de él, un can de dos cabezas, exhalando maldad, cubierto por una armadura de Adamas. Su porte es el de un oso gigantesco. Pasando de bípedo a cuadrúpedo, Orthos alcanza a Hyôga con una velocidad incomparablemente mayor a la del ataque anterior. Las dos cabezas malignas muerden los brazos de Hyôga, con Cloth y todo. No sueltan la presa, actúan como canes entrenados. Orthos ahora es una fiera desprovista de razón.

-¡Tú no eres... nunca fuiste... un Giga hijo del dios!

A pesar del dolor, Hyôga consigue liberar los brazos de los colmillos de los canes malignos. Como una fiera enloquecida, Orthos lame placenteramente la sangre de Hyôga alrededor de sus colmillos.

-¡Eres un monstruo disforme creado por una jugarreta horrorosa de Typhon!-dice el Santo herido, juntando sus manos a su frente y levantándolas, con la fuerza que le queda, los brazos heridos. Su cosmos helado llena el aire.

Reaccionando al cambio, Orthos avanza nuevamente hacia Hyôga.

Al descender los brazos que había colocado sobre la cabeza, Hyôga lanza el Cosmo acumulado dentro de sí, imposible de ser detenido y explosivo, la más poderosa de las técnicas de combate de hielo, aquella que heredó de su maestro Camus.

-¡AURORA EXECUTION! (Ejecución de Aurora)

En ese mismo instante todo se congela. El frío infinitamente próximo al cero absoluto apaga el brillo del Zafiro Estrella del color de las tinieblas. El Adamas pierde su energía mística y ahora no pasa de ser una armadura exageradamente pesada. Hasta la voz del monstruo demoníaco, una mezcla de lágrimas y rugidos, se congela instantáneamente.

Orthos, el Maléfico Can Bicéfalo es reducido a astillas de hielo y se desmorona en pedazos.

Pero el precio de la victoria es alto. Después de convertir toda su energía vital en frío y transformar la caverna en una gruta de hielo, el guerrero silencioso cayó al suelo.


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