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Glicinas eternas | Kimetsu no Yaiba | por Shinjimasu

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-Hola, buenas tardes. Habla Tsutako de la tienda de flores. Disculpe, encontré una tarjeta con su número y me atreví a marcarle… sucede que encontré un pedido a nombre de “Kamado Tanjiro” que nunca fue entregado ¿será posible que pueda hablar con esa persona?- dijo Tsutako cuando la persona del otro lado de la línea respondió.

-¿“Kamado Tanjiro”? Qué extraño…- contestó una mujer.

-Ah, si está equivocado le ofrezco una disculpa, creí que por el apellido…-

-No, no, está bien, es solo que… ese era el nombre del abuelo de mi esposo, pero él falleció hace algunos años-

-Lamento mucho escuchar eso, de verdad me disculpo por si cometí un error-

-Descuide, es su trabajo. Aunque hay una posibilidad, quizá mi suegro haya realizado ese pedido y olvidó recogerlo… aunque no entiendo por qué usaría el nombre de su padre… quizá por su edad. Él está muy enfermo ahora, está en el hospital, así que no creo que pueda ir a solucionar algo al respecto… ¡ah! Pero si debe dinero, lo pagaremos-

-En lo absoluto, ya estaba pagado… de hecho, si fuera tan amable de decirme en qué hospital está, yo le haré llegar las flores a él, si no le importa-

-No quisiera causarle más molestias…-

-Descuide, su pedido cubre entrega a domicilio-

-Bien, entonces le daré la dirección- contestó indicándole a Tsutako dónde enviarlas. Cuando terminó le agradeció a la mujer y colgó con una mirada molesta a su hermano.

-De verdad espero que esto no se trate de un juego, Giyū-

-No lo es, en serio- contestó con voz débil mirando el papel –Perdón por ser tan molesto-

-No es eso, pero mira en todo lo que ya nos metimos. Ahora tenemos que mandarle a ese señor algo o se volverá todo más extraño… sobre todo porque ni siquiera era el nombre que me dijiste-

-Perdón-

-Está bien, ya no hay más por hacer. Ahora ve a lavarte para que comamos cuando lleguen nuestros papás-

El pequeño obedeció, pero volvió unos minutos después cargando con su alcancía. Tsutako lo observó desde el mostrador sin interrumpirlo, descubriéndolo sacando sus ahorros para entregárselos.

-Esto es para las flores- dijo –Yo voy a comprarlas-

Ella se sintió tan conmovida como culpable –Está bien Giyū, no necesitas pagarlas. Solo prométeme que todo esto no será en vano- pidió recibiendo una respuesta afirmativa. A esas alturas ya había dejado de lado lo absurdo de la situación y comenzaba a sentir demasiada curiosidad. Además era mejor si ella vigilaba a su travieso hermano y así asegurarse de que no se metiera en ningún problema.

Al día siguiente emprendieron su camino con un pequeño arreglo de begonias, pero lo que un momento pareció sencillo resultó en un hecho que ninguno tuvo a bien prever: Giyū era un infante, por lo cual no podía entrar al hospital. Tsutako intentó convencer al policía que los interceptó en la recepción diciéndole que se trataba de una persona muy especial, pero el oficial no cedió. Durante la conversación y en el descuido de ambos, el niño se escabulló por los pasillos. Era un niño muy inteligente y con buena memoria, así que no le fue difícil recordar el número de habitación que su hermana había anotado en el papel el día anterior.

Finalmente, después de casi perderse en dos ocasiones, llegó a la habitación. Tomó aire y entró.

Frente a la puerta había una cama con un hombre mayor recostado. Al principio Giyū pensó que dormía, pero al acercarse lo descubrió despierto. Aquel hombre lo miró con extrañeza y calidez.

-No te había visto antes ¿Estás perdido?- le sonrió.

Giyū negó con su cabeza -¿Usted es el abuelo de Sumihiko?-

-Sí, soy yo-

-Vine a verlo-

El hombre no comprendió al principio, pero después de pensarlo por unos segundos  le sonrió gentilmente –Será posible… ¿será que tu nombre es Giyū?-

-¿Cómo lo sabe?-

Una sonrisa aliviada se formó en el rostro del hombre –Digamos que te estuve esperando por mucho tiempo a que llegaras. O más bien, mi padre lo hizo-

-¿Quién es su padre?-

-Mi padre… él era un hombre muy bueno ¿sabes? él tenía un sentido del olfato súper desarrollado, él podía percibir cómo te sentías solo con olerte… yo heredé parte de ese don, pero ahora ya estoy muy viejo y cansado para demostrártelo ¿Aún así me crees?-

Giyū asintió.

-Dime Giyū ¿a qué has venido?-

El chico se encogió de hombros –No estoy seguro. Creo que mis sueños no son solo sueños, creo que son verdad. Hace dos días conocí a un niño que solamente había visto en mis sueños, pero cuando le pregunté su nombre no era el que yo pensé…-

-Ese nombre podría ser ¿Tanjiro?-

-¡Sí, ese!- exclamó.

-Ese era el nombre de mi padre, Kamado Tanjiro- respondió mirando hacia el techo –Es el hombre del que te he hablado, ¿y sabes una cosa, Giyū? Yo también creo que tus sueños no son solamente sueños… porque mi padre también me habló de una época, cuando él era joven, donde había criaturas terribles que hacían mucho daño a las personas, criaturas que solamente salían de noche… y de un grupo de cazadores que daban sus vidas para acabar con esos seres malvados-

-¡De eso tratan mis sueños! ¿Cómo lo sabe?-

El hombre rió en voz baja –En realidad ahora no sé bien cómo explicarte lo que está pasando… supongo que comenzaré contándote sobre la forma en que yo veía las cosas cuando era más joven. Quizá así podamos entendernos ¿tú qué dices?-

-Sí, está bien- dijo moviendo la silla a un lado de la cama para sentarse.

-Mi padre… él era un hombre muy bueno. Siempre me contaba esas historias sobre los demonios y sobre cómo él y sus amigos habían logrado vencerlos. Aunque él nunca se daba la importancia que yo creí que merecía en sus historias, para mí mi papá siempre fue un héroe. Me contaba sobre cómo vivía, lo que hacía, me contaba de sus amigos, de mi tía Nezuko, su hermana. También me contaba de los amigos que habían muerto en esas batallas, y también de su familia, a la que también perdió… y algunas veces me hablaba de una persona especial, de su persona especial. Me decía que gracias a él mi tía Nezuko estaba con nosotros ahora, después entendí que de alguna manera esa persona le había salvado la vida a ella, pero no sé bien cómo lo hizo. Mi padre y esa persona se hicieron muy unidos, se querían mucho, y aunque no siempre estaban juntos, podían sentir el cariño que se tenían… y aunque yo tenía mucha curiosidad por saber quién era esa persona, él nunca me lo aclaraba y solamente cambiaba de tema. No sé bien por qué lo hacía, pero yo solamente era un niño, así que no me preocupé por preguntar más al respecto. Pasaron los años, y cuando estaba… yo creo que era la preparatoria, mi padre comenzaba a decir que le gustaría visitar el lugar donde solía entrenar cuando era joven, una montaña, creo. Dijo que ahí vivía un amigo a quien le gustaría saludar, entendí que se refería a su persona especial-

Giyū prestaba toda su atención a esa historia. Intentaba descubrir si algo le era familiar, pero no lograba concretar sus ideas -¿Y fue a verlo? ¿Fue a la montaña?-

-Por desgracia no. Siempre surgía algo que le impedía hacer ese viaje, y después de varios intentos creo que se rindió. Siempre decía que “algún día iría” pero nunca lo hizo. A veces cuando yo me ponía a pensar en eso creí que esa persona era alguna novia que mi padre tuvo antes de casarse con mi madre, y en realidad no estaba muy alejado de eso. En algún momento me encontré con… era… era un cuadro, ahí estaba mi padre y mi madre junto con muchas personas. Ellos eran muy jóvenes, así que creí que eran los amigos de quien hablaba en sus historias, además estaba mi tía Nezuko también y algunas personas que yo ya había visto. Y junto a Inosuke, un chico que en ese entonces llevaba una máscara de jabalí que a mí siempre me asustó, estaba una persona que no recordaba haber visto sino hace muchos años. Recuerdo que mi padre llegó en ese momento y vio el cuadro y comenzó a hablarme de ellos… entonces miró en silencio por un buen rato el rostro de esa persona. No pude contenerme y le pregunté quién era… fue cuando me dijo que su nombre era Tomioka Giyū, y que él era su persona especial-

La expresión sorprendida de niño fue suficiente para convencer totalmente al hombre de que aquel pequeño niño era realmente el mismo Giyū de aquellos recuerdos.

-Mi padre quería mucho a mi madre, de eso nunca hubo duda, pero… yo creo que no fue la decisión correcta. Es extraño que yo lo diga, pues si mi padre no se hubiera casado con mi madre yo no estaría aquí, pero pienso que aún así pudo haber cambiado de decisión. “Querer” y “amar” son dos cosas muy diferentes, siempre tenlo presente. Yo creo que el mayor defecto de mi padre era siempre poner a los demás antes que él: él era el hermano mayor y debía comportarse como tal, debía seguir la línea de la familia, nuestra herencia, él no podía dejarle esa carga solo su hermana, era lo último que le debía a la memoria de sus padres…y aunque mi familia siempre fue cálida y amorosa, a veces podía percibir un aroma de tristeza en mi padre cuando hablaba sobre su juventud. Al principio creí que era por todos los problemas que tuvo que superar, pero en ese momento entendí que también era por haber “elegido la opción correcta” ¿Entiendes lo que digo, Giyū?-

-No muy bien…-

-Mi padre estaba enamorado de Tomioka Giyū, él era su persona especial cuando era joven, pero no pudo quedarse con él por defender la herencia de su familia, de sus padres y todo lo que representaba- dijo en un tono más serio –Después de ese día mi padre no volvió a mencionar nada al respecto, no volvió a contar ninguna de sus historias y yo no me atrevía a preguntarle nada más. Pasaron los años y yo crecí, me casé y tuve a mis hijos. Cuando nació el segundo de ellos tuvimos que quedarnos un tiempo en casa de mis padres por… por unos asuntos de dinero, pero eso no importa. Fue un día por la tarde, no hay modo de que lo olvide. Mi padre estaba afuera de la casa sentado en su silla de siempre mirando hacia el cielo. Más bien estaba anocheciendo. En su mano tenía una carta. Cuando salí a preguntarle sobre esa carta, percibí el aroma más triste que jamás había percibido en alguien… pero en su rostro había una sonrisa. Esa sonrisa tan triste… aun la recuerdo y me hace sentir mal-

-¿Estaba triste por la carta?-

-Sí… porque ahí decía que Tomioka Giyū ya había fallecido. No sé quién la envió, pero seguramente fue alguien que conoció bien a mi padre y a Tomioka Giyū, y seguramente sabía del enorme cariño que se tenían, porque pese a que ya habían pasado tantos años, creyó que lo mejor era decirle a mi padre que él ya había muerto- dijo antes de guardar silencio.

Giyū tampoco habló, no sabía si era correcto hacerlo o no. Pasaron unos segundos y el hombre continuó con nostalgia.

-Después de eso le ayudé a mi padre a colocar muchas de sus cosas en la pared de la sala: su vieja espada, sus cuadros, una pequeña caja de vidrio donde colocó sus aretes de cartas hanafuda… en fin, creo que decidió compensárselo de cierta manera. La noche en la que murió me dijo… me dijo que le hubiera gustado hacer algo. Solo repetía eso “Me hubiera gustado hacer algo”, “Me hubiera gustado hacer algo más”… y también me dijo que esperaba tener una segunda oportunidad, que esperaba poder encontrarse con su persona especial en algún momento y pedirle perdón, recuperar el tiempo. Me duele creer que mi padre murió con arrepentimiento, pero me consuela saber que llevé su mensaje hasta el final… y que tú estás aquí ahora- dijo extendiendo su mano temblorosa hasta las del pequeño –El  mensaje de mi padre. Jamás olvidé sus palabras… él me dijo “Si algún día lo ves, dile que lo voy a encontrar”, “Si algún día llega a ti, dile que siempre lo amé”-

Cuando Giyū escuchó esas palabras comenzó a llorar sin darse cuenta, como si algo dentro de él entendiera muy bien la carga de esas palabras. Su hermana y el oficial llegaron antes de que pudieran seguir hablando. Giyū se disculpó y él y el anciano se despidieron.

Esa noche, el hombre falleció.

Notas finales:

¡Última actualización mañana!


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