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Glicinas eternas | Kimetsu no Yaiba | por Shinjimasu

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Tsutako despertó por los débiles gimoteos de la habitación de junto. Apresurada y sin llamar la atención de sus padres se escabulló hasta ahí, encontrándolo sollozando en el suelo a un lado de la cama.

-¡Giyū! ¿Qué pasó? ¿Te duele algo?- preguntó angustiada, por suerte la respuesta del chico fue negativa -¿Entonces qué pasa? ¿Tuviste una pesadilla?-

El pequeño se sostuvo de su cuello para ser cargado gentilmente. El abrazo dulce de su hermana mejoró en poco su estado, al menos permitiéndole articular palabra. ¿Qué fue lo que sonó? Nada agradable de decir: sí, ahora sabía cómo era ese rostro que tantas veces había olvidado al despertar. Eso ojos dulces finalmente se habían quedado en su mente, ese cabello, esa marca tan peculiar en la frente, pero… frente a él y de un momento a otro se había transformado en un rostro cruel de demonio que comenzó a atacarlos. Giyū sentía su cuerpo moverse y hablar sin que él lo quisiera. La orden de matarlo lo aterró, pero era él mismo el más decidido a hacerlo ¿por qué? ¿Por qué tenía que matarlo? ¡Eso no era lo que él quería! ¿Entonces por qué no podía detenerse? ¿Por qué sentía que no había salida?-

-Fui yo- lloró –Yo lo maté…-

-¿A quién?-

-A él… lo maté a él… fui yo-

-Pero Giyū… eso no es posible. Tú eres tú, no el que ves en tus sueños: no mataste a nadie-

-Pero…-

-Solamente han sido coincidencias, eso pasa a veces- le dijo con voz dulce mientras limpiaba sus mejillas –A veces se parecen mucho a la realidad, por eso crees que todo está siendo verdad, pero no es así. Tú eres el niño de ahora, no el que está en tu cabeza mientras duermes-

No hubo respuesta. Tsutako se preocupó por consolarlo hasta dejarlo tranquilo y el tema no volvió a mencionarse. Quizá porque Giyū sintió que molestaba a los demás con sus insistencias o porque realmente comenzaba a dudar sobre lo que era real o no en aquellos "recuerdos".

Transcurrieron dos días más.

Esa tarde Giyū fue convencido por Sabito para salir a jugar al parque e intentar levantarle el ánimo, pero pese a todos sus esfuerzos, el chico parecía no sentirse mejor. Su habitual entusiasmo estaba siendo opacado por sombras que no podía disipar, y no le agradaba sentirse así. No quería tener ese malestar inquietándolo.

-¿Ya me dirás qué te pasa?- preguntó Sabito picándole la cabeza con una vara.

-Si te digo ¿prometes no reírte?-

-obvio-

-Creo… que yo ya tuve una vida- contestó mirándolo con seriedad.

-¿Ah?-

-Las historias de los demonios y los cazadores… creo que son verdad, creo que yo viví eso-

-Pero los demonios no existen, Giyū-

-No existen porque yo los maté a todos- respondió de inmediato –Todas las personas que también eran cazadores y yo los matamos a todos, por eso ya no hay-

-¿Entonces de verdad fuiste un cazador? ¡Eso es genial! Yo sabía que eras muy fuerte- le sonrió -¿Pero por qué recuerdas eso como si fuera un sueño?-

-No sé… pero sí sé que debo encontrar a una persona-

-¿A Tanjiro?-

Giyū asintió.

-¿Pero dónde vas a encontrarlo?-

-¿Te acuerdas de ese chico, Sumihiko? Creo que él es su familia, él debe saber-

-Ese tipo no me cayó muy bien… pero si tenemos que buscarlo, entonces voy a acompañarte- dijo resignado -¿A dónde vamos?-

-Es que no sé a qué escuela va-

-¿Qué? ¿Entonces cómo lo vamos a encontrar? Si no lo encontramos a él, no vamos a encontrar a Tanjiro tampoco-

-Podemos esperar donde los vimos la otra vez-

-Sí, esa me parece buena idea- respondió antes de que ambos se pusieran en camino hacia aquel lugar.

Desde ese momento realizaron el mismo trayecto por una semana. Pasado ese tiempo, Giyū le mintió diciéndole que ya había dejado eso de lado y solo fue él. No podía seguir molestando a su mejor amigo con lo que comenzaba a creer solo era una fantasía suya. tampoco podía pedirle a su hermana que le diera el número de la familia Kamado porque sería preocuparla en vano… y por más que intentaba escabullirse hacia donde guardaban esas tarjetas, o ella o sus padres siempre terminaban frustrando su plan.

Pasaron cinco días más y Giyū se dio por vencido.

Esa tarde ya no pudo seguir mortificándose con esa indecisión. No hacía más que preocupar a quienes quería… y esperaba poder superar esa sensación de que no había hecho todo lo necesario.

De vuelta a casa logró distinguir un rostro conocido entre las personas que entraban al jardín donde siempre jugaba con Sabito y Makomo. Era Sumihiko. Se apresuró para alcanzarlo y lo tomó del brazo.

-¿Giyū? ¿Qué haces aquí?- preguntó Sumihiko sorprendido por el inesperado encuentro.

-Estaba buscándote- contestó aliviado –Pensé que ya no podría encontrarte cuando dejaste de pasar por la calle donde nos conocimos-

-Tranquilo, es que ese no es mi camino a la escuela, ese día me desvié con Tojyuro porque fuimos a comprar unas cosas. Tú vives por la zona ¿no? en algún momento nos íbamos a encontrar de nuevo ¡ah! Pero más importante, no es bueno que camines tan despreocupadamente en la calle, puedes tener un accidente-

-Es que quiero hablar contigo-

-Bien, hablemos. Iré a comprar unos helados y regreso ¿sí? justo ahora estoy con uno de mis primos pequeños. Acaba de mudarse a la ciudad ¿por qué no me esperas con él? está en el arenero de allá- dijo adelantándose -¡No tardaré! No se muevan de ahí-

-Ah, pero…- quiso detenerlo, pero el chico ya estaba muy lejos para escucharlo. Suspiró confiado porque finalmente había logrado encontrarlo y entró al parque para esperarlo como le había dicho.

Buscó con la mirada el arenero y… lo encontró. Ese cabello rojo burdeo, los ojos magenta, la pequeña cicatriz en la frente…Se acercó hasta el borde y fue recibido con una amistosa sonrisa.

-Hola- dijo el niño moviéndose hacia la izquierda de donde estaba -¿Quieres jugar conmigo?-

Giyū no pudo responder de inmediato. Sintió un cosquilleo en su pecho acompañado de una cálida sensación de paz.

-¿A qué estás jugando?- preguntó por fin dejando caer su mochila, mirando entre la arena unas pequeñas piezas de madera con formas humanas.

-¡A que debo salvar el mundo de los malos que salen en la noche!- exclamó levantando sus brazos, sujetando un par de muñecos –Mira, ahí está la casa, y ahí está la montaña donde se hace más fuerte ¡Ah, y estos son sus amigos pájaro! No tengo juguetes así, por eso usé estas piedritas negras. Ahí es la casa de sus amigos cazadores y aquí es donde está el malo. Tú puedes ser éste- dijo entregándole uno de los dos muñecos –Puedes ser un cazador… o puedes ser lo que quieras-

Giyū tomó la figurita en sus manos. La madera ya estaba un poco despintada, pero la ropa roja y a cuadros podía apreciarse claramente. En su pecho sintió un calor reconfortante y una sensación de alivio que de primer momento no supo explicarse.

-¿Qué quieres ser?- preguntó el pequeño.

-Yo… quiero ser tu amigo-

Una enorme sonrisa iluminó su rostro, pues aunque no se había referido a eso, siempre disfrutaba hacer amigos –Yo también quiero ser tu amigo!-

-Mi nombre es Giyū-

-¡Y el mío es Tanjiro, Kamado Tanjiro!-

 

~FIN

Notas finales:

¡Hola a todos! Gracias por leer esta historia corta ? Es la primera que escribo sobre Kimetsu no Yaiba y espero que no sea la última c: La verdad es que el final del manga se prestaba muy bien para mantener viva mi shipp favorita y no perdí tiempo en desarrollar esta idea sobre la reencarnación de Tanjiro ?

Ya después quizá me anime a hacer un AU, pero todavía no tengo pensado nada, primero quiero terminar un par de historias con personajes propios que deseo publicar cuanto antes c:

Espero leer sus comentarios >u<

¡Nos leemos pronto!


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