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Time lag por Thai Maqui

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Masami Kurumada and Toei Animation All rights reserved.

Notas del capitulo:

Mi pareja favorita por excelencia.

Advertencias anexas: OoC, psicológico, Hurt/Comfort, mpreg?

- Desde el principio supe que había algo extraño en él… como si le hubiera visto en otra parte*

Hades puede sentirlo, el rojo líquido que mancha su rostro. Su mirada pierde serenidad y sus ojos se tornan peligrosos. Un patético mortal ha osado lastimarlo, logrando captar su atención. Observa las facciones decididas con un aire infantil, en sus ojos grandes cobrizos y cabello castaño, por supuesto no podría olvidarlo jamás. 

- Porque él es el único hombre en toda la historia que ha logrado herirme*.

El Santo de Pegaso, tan indomable como en sus recuerdos. Reconoce su valía, terquedad y estupidez, después de todo vencer a un dios es imposible; pero él es especial y eso lo intriga desde tiempos mitológicos. Una lluvia de meteoros cae e inevitable su cuerpo impacta contra el suelo… quizás solo quizás…

- Como es posible que un ser humano pueda hacerme tanto daño*.

La espada traspasa el pecho de Seiya y un anhelo cruel cosquillea entre sus dedos. Verlo frágil,  desangrándose le fascina, demasiado. Más que su odio y ganas de matarlo. Más que destruir la Tierra o a la diosa Athena. Un deseo que haces siglos creyó perdido. Sí, hierve irrefrenable, ansias de quebrarlo, someterlo, torturarlo.

Poseerlo.

- Athena volveré por mi espada.

Una milésima… y el maldito báculo hubiese atravesado su corazón. Sin espectros o dioses gemelos tener a Niké en su poder es suficiente. Hades se desvanece contemplando el cuerpo que yace en los brazos de la diosa, develando en su mirada todo el dolor que le depara; pronto, muy pronto...

- Y por tu caballero pegaso.

 

1. Crucifixion

 

Imponente, hierática, hermosa…

Hubo un tiempo que era así. La orgullosa estatua de Athena, contemplando todo desde lo alto el santuario, protegiendo a sus ochenta y ocho caballeros, manteniendo la paz y la esperanza.

Pero ahora…

Saori cayó de rodillas soltando amargas lágrimas. Su lado vulnerable salió a flote, la de una simple chica de dieciséis años con el peso del mundo sobre sus hombros, la de mujer enamorada, viendo a su amor postrado en una silla de ruedas.

- Seiya – él no responde, no lo hará. La espada lentamente consume su vida, la maldición de Hades.

- Maldita sea despierta - había fallado magistralmente. Rogar a su hermana Artemisa que intercediera ante Zeus por la vida de los insignificantes seres humanos. Sabía de antemano la respuesta, una locura, nunca la ayudaría pero debía intentarlo.

Los dioses estaban contentos disfrutando del espectáculo, la destrucción de simples marionetas que ya no ofrecían ninguna satisfacción. No importaba, ya no, todo había acabado.

- Seiya, Seiya… - Se aferró con fuerza empapando la roja camiseta que siempre usaba. Su regazo aún era cálido, dándole falsa tranquilidad.  

- ¡¡¡¡Seiya, Seiya!!!! – Por su culpa, por su incapacidad - ¡¡Te necesito!!

- Señorita Saori – Shun veía triste la silueta de su mejor amigo, siempre fuerte y decidido. Una vivaz luz ahora una simple sombra. Les había tomado dos días el viaje al Templo de la Luna, ahora solo quedaban veinticuatro horas.

- ¡¡Shun!! – dos voces corearon ingresando al reciento sagrado.

- Hermanos – sonrió aliviado de verlos - Hyoga, Shiryu.

Corrió a sus brazos y dejo escapar un tibio sollozo, aliviando el duro nudo atorado en su garganta. Los tres caballeros se fundieron en un abrazo tan necesitado, solo segundos; suficiente para infundirse cariño, confort, fortaleza.

- ¿Donde está Ikky? -– Los hermosos ojos verdes buscaron desesperados a su amado niisan.

- Lo mande a Guidecca -– expresó Saori algo más repuesta acercándose a sus caballeros – haré un trato.

- ¡¡Qué!!

-  Es la única solución – corrió deprisa, dejando un claro rastro de lágrimas y se encerró en el templo de Athena.

- Negociar con Hades –Shun entendió, sopesando las opciones. El resultado de la guerra fue ambiguo… casi una broma del destino, una maldita y cruel broma en la que los humanos eran los únicos perjudicados.

 

***

 

Disfrutaba del silencio, apenas roto por el sonido de sus pisadas. El tétrico paisaje de cuerpos desmembrados. El dulce aroma a muerte lo guió todo el camino, junto a la oscuridad aplastante del Gran eclipse.

El santuario lucía desolado y mortuorio, sin sus caballeros custodios era simplemente patético, construcciones vacías convertidas en escombros demostrando la inminente caída de la diosa.

- Hades…

El dios de la muerte ni siquiera se molestó en verla, menos responder ante el agresivo cosmo de los caballeros de bronce, siguió su camino hasta sentarse en el trono del patriarca.

- Gra… cias – dolían, las palabras dolían – Por aceptar mi pro… puesta.

- Eres patética no tienes nada que ofrecerme.

- Entonces porque aceptaste venir.

- Acto de buena fe, capricho, un juego para verte sufrir - ironizó – cree lo que quieras.

- ¿Porqué? – repitió, tenía un mal presentimiento.

- Deberías estar agradecida en lugar de cuestionarme. Soy un Dios hago lo que me da la gana.

Hades curvó sus labios en una sonrisa cruel y torcida, hace siglos que no se divertía tanto. Espero hasta que percibió la desesperanza y los mudos sollozos de la diosa.

- Los humanos son basura, la tierra también, no la necesito – dijo serio – pero mis espectros y mi espada sí.

- Ya no tengo una vasija para mi alma – miró directamente a Shun que no se amilanó ante los enigmáticos ojos.

- Este es mi verdadero cuerpo, prefiero no correr riesgos – sabía que no los había, simples y tontas excusas. Podía aplastarlos con un solo tronar los dedos si lo deseaba. Su deseo era denigrar a Athena, verla humillada, hundida en la desesperación. Hacerla pagar.  

- Que deseas – no tenía alternativas, tomaría lo que le ofreciera.

- Destruye el rosario de las ciento ocho cuentas, a cambio revivo a tus caballeros dorados y los demás peones.

- No puedo – eran trescientos años de sacrificio, su única arma contra los espectros. Cualquier conflicto, renacerían incontables veces y serían vencidos… pero no lo estaban ya.

- Bien – Una fuerte luz se hizo presente en la sala, de ella, pequeñas esferas cayeron, quebrándose al contacto con el suelo. Sombras macabras y gritos desgarradores sedientos de venganza salieron de cada una y se perdieron en la oscuridad del inframundo.

- Ahora Niké, la quieres de vuelta ¿Cierto? – el silencio se prolongó. Hades con total elegancia se levantó caminando al encuentro de su único y verdadero objetivo  – y liberar a la tierra del Gran eclipse.

- No por favor – las manos de Saori se afianzaron fuerte a la empuñadura de la silla de ruedas. Era un hecho pero igual no quería oírlo.  

- Por mi espada y… ¿Seiya? – claro que sabía su nombre, en realidad lo sabía todo sobre él, de su pasado, el presente y lo que deparaba su futuro.

- Hermoso – escapó de sus pensamientos.

Con suavidad cargó el frágil cuerpo y sus dedos rozaron la pálida piel, aún lastimada por la última batalla. Admiró los labios azules, las suaves facciones y los ojos vacíos carentes de brillo, inertes casi sin vida. Deseaba recuperar ese fuego; desafiante, cálido, audaz, verlo renacer y hacerlo suyo eternamente.

- Seiya – Nadie se movió menos lo impidió. El rictus de dolor e impotencia era general, por mucho que desearan asestar un golpe al maldito dios no podían, no por ahora.

- Iré yo en su lugar – ofreció. Su voz sonaba segura, decidida; aunque por dentro temblara como quebradiza hoja.

- Entonces vámonos – Hades lo sabía, sacrificar caballeros cual marionetas era sencillo. Aunque Athena había pasado por mucho jamás entendería el verdadero dolor de la batalla.

Un, dos, tres pasos... Saori se quedó petrificada y no pudo seguir avanzando. El miedo e instinto de supervivencia se apoderaron de ella.

- Pegaso debe pagar por lo que me hizo, lo juzgaré por sus pecados. -  Se rió descaradamente de la chica y de su patética debilidad, después de todo era humana.

- Para que veas que soy un dios generoso solo será un año – no importaba. Él controlaba el infierno, las horas se movían a su voluntad  - un año y todo volverá a la normalidad con la promesa de nunca volver a atacar la tierra.

- ¿Aceptas? – Por supuesto, no tenía opción el dios de la muerte estaba haciéndole un favor.

- No.

El infierno que pasaría. Hades era intransigente, no entendía a los humanos sus acciones eran todas iguales a sus ojos, malas. Pero golpearlo era un sacrilegio, que tipo de condena recibiría Seiya.

Vencida, Saori asintió cerrando sus ojos. Solo sintió la larga túnica de seda tocándole, deteniéndose a su lado.

- Si quieres intenta salvarlo – retó – tienes mi permiso.

Como un mal sueño Hades se desvaneció junto con Seiya en una bruma negra, mientras los primeros rayos del sol se filtraron en el templo.

- Será divertido ver como pierdes de nuevo.

 

Notas finales:

* Diálogos de la batalla de Hades contra Seiya. Manga, tomo 28.

 


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