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Nunca te abandonaré por Khira

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Disclaimer: Los mayoría de los personajes que aparecen en esta historia son propiedad de Takehiko Inoue.

Advertencia: Contiene shonen-ai


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Nunca te abandonaré


Un fanfiction de Slam Dunk por Khira


Miró por la ventana del aula y se quedó ensimismado mirando el cielo. Lucía gris y algo nublado. Seguramente llovería. Qué más daba.

Suspiró y dirigió de nuevo la atención hacia el profesor; aún así no se enteró de mucho. La asignatura era difícil, pero sólo le quedaban esa y otras cuatro incluida la tesis para terminar la carrera, y por el nombre del genio que lo conseguiría.

Quién lo hubiera dicho en el instituto, Hanamichi Sakuragi estudiando Medicina.

Y después le quedaba la especialización, tres años más por lo menos. Todavía no se había decidido, pero seguramente sería Psiquiatría.

La clase terminó y Sakuragi recogió sus cosas rápidamente, no quería perder el tren.

- Hoy también vas a ir a verle? – oyó que le preguntaban. Era Kouta, un compañero con el que tenía mucha confianza.

- Por supuesto.

- Pero se acercan los exámenes, deberías concentrarte en ellos.

- Para mí él es más importante que los exámenes. Ya lo sabes.

- Sí, lo sé…

Salieron juntos del aula y se despidieron en la entrada de la facultad. Sakuragi se dirigió a la estación y allí esperó el tren que lo llevaría a la clínica.

xXx

- Hola Sakuragi – le saludó la enfermera Hirasawa nada más entrar.

- Hola.

- Qué tal?

- Bien.

- Se acercan los exámenes, verdad?

- Así es. Y el genio Sakuragi los aprobará todos.

- Eso espero. Te deseo mucha suerte. Ven, te acompañaré a donde está.

La enfermera comenzó a caminar hacia el interior y el pelirrojo se apresuró a seguirla. Entraron en la sala principal de la clínica de rehabilitación, un enorme espacio donde se trataba a distintos pacientes al mismo tiempo, mediante juegos o ejercicios que lo parecían. Algunos incluso miraban la televisión.

Se detuvieron al llegar junto a un muchacho en silla de ruedas que estaba junto a uno de los grandes ventanales que iluminaban la estancia.

- Aquí lo tienes.

- Hola Rukawa.

El muchacho no devolvió el saludo. Ni Sakuragi esperó que lo hiciera.

- Te acerco una silla? – preguntó la enfermera a Sakuragi.

- No gracias. Ya la iré a buscar yo.

- Ok. Os dejo solos. Hasta luego!

- Hasta luego.

Sakuragi fue a por una silla y se sentó junto a Rukawa.

- Qué tal estás?

Silencio.

- Perdona que ayer no pudiera venir a verte. Tenía que entregar un trabajo importante esta mañana y me quedé hasta las tantas en la biblioteca. Pero te lo compensaré. Qué quieres que hagamos?

Más silencio.

- Te apetece ir a dar un paseo?

Era como hablar solo. Pero ya estaba acostumbrado. Llevaba seis años haciéndolo.

Miró a través de la ventana hacia el mismo lugar que parecía hacerlo Rukawa. Afuera estaba el jardín que rodeaba la clínica, pero era imposible saber si estaba mirando algo en particular.

- Creo que sí que te apetece un paseo. Voy a pedir permiso.

El permiso por supuesto le fue concedido. Unos cinco minutos más tarde paseaban por el jardín de la clínica, Sakuragi empujando la silla de Rukawa. Después de dar un par de vueltas se detuvo frente a una fuente y se sentó en un banco, colocando al chico moreno junto a él.

- Dentro de poco son los exámenes finales – le explicó – Me quedan cinco asignaturas. Si las apruebo, ya habré terminado la carrera. Seré médico. Ya sólo me quedará hacer la especialización y la residencia. Cada vez estoy más cerca de poder ayudarte.

Buscó la mirada de Rukawa, intentando leer en ella alguna emoción, brillo, algo que le indicara que había escuchado lo que acababa de decir. Pero nada.

Se sentó en el borde del banco y acercó aún más la silla, de manera que quedaran sus rostros frente a frente.

- He pensado en hacer la tesis sobre ti. Quizás te moleste, pero piensa que es un primer paso, una ayuda.

Rukawa le miraba, pero era como si viera a través de él, como si el pelirrojo fuera transparente. Sakuragi le cogió de la mano y la acarició con ternura. Nada. Ninguna reacción.

- Lo conseguiré, sabes? – la voz le empezaba a temblar – Y hasta entonces no te dejaré en paz…

Dejó su mano para acariciarle la mejilla. Su piel era fresca y suave.

- Te quiero tanto…

Le miró los labios y deseó cubrirlos con los suyos. Pero no podía. No debía. No tenía derecho. En ese momento no parecía haber nadie más en el jardín, pero si alguien le sorprendía tendría muchos problemas. Abusar de un paciente era un delito grave.

Aún así, lo ansiaba tanto…

No entendía porque estaba pensando en eso ahora, tantos años aguantándose y sin embargo en ese momento sentía que le estallaría el corazón si no le besaba.

Sólo un beso…

Continuó acariciándole la mejilla unos segundos más, y a continuación se acercó del todo y depositó sus labios sobre los suyos, tan fríos y secos. Sólo durante un instante. Después se separó. La expresión de Rukawa no había cambiado. Sus ojos azules seguían idos.

Se sintió miserable. Cómo había podido hacerle eso? Se merecía que le hubieran visto y le encerraran para siempre.

Rukawa no podía defenderse. No había podido hacer nada para evitar el beso. Y si hubiera podido, seguramente Sakuragi estaría en ese momento en el suelo con la nariz rota.

- Perdóname… perdóname… - suplicó con la voz llorosa – No volverá a pasar… Perdóname…

xXx

- Hanamichi… Hanamichi despierta…

- Mmm?

- Vas a llegar tarde a clase…

Sakuragi abrió los ojos y vio a su madre inclinada sobre él, zarandeándole. Después vio el reloj sobre la mesilla.

- Oh, mierda! – exclamó.

Se levantó de la cama y comenzó a desvestirse, sin importarle que su madre aún estuviera en la habitación.

- A qué hora te fuiste a dormir ayer? – preguntó la señora Sakuragi.

- No lo sé… creo que eran las dos pasadas…

- No puedes seguir así, Hanamichi. Tienes que dormir más.

- Tengo que estudiar.

- Estudia por las tardes.

- Por las tardes estoy ocupado.

Mientras terminaba de vestirse Sakuragi vio de reojo como su madre se cruzaba de brazos. Eso significaba una nueva discusión.

- No deberías ir a verle tanto. Al menos no todos los días – empezó la mujer.

- Y que quieres que haga, que le vaya a ver una vez por semana? Como su familia al principio? Antes de que le abandonaran? – le recordó con amargura.

La señora Sakuragi se mordió los labios. Era cierto que ese muchacho sólo le tenía a él, a su hijo, pero no podía permitir que por su culpa arruinara su vida. Para vidas arruinadas, ya bastaba con una.

- Ni siquiera se da cuenta de que estás a su lado – murmuró.

- Eso no lo sabe nadie – siseó Sakuragi.

- Sólo te pido que no centres tu vida en ese muchacho!

- Es mi vida! Y la centraré en quién me dé la gana!

- Por su culpa te estás consumiendo!

- No es cierto!

- Sí que lo es! Estás empeñado en ayudarle, pero no puedes! No puedes ayudarle, Hanamichi!

- Sí que puedo!

- Entiende que a veces es mejor rendirse!

- ESO JAMÁS!

La señora Sakuragi se quedó estática. Su hijo nunca antes le había gritado de esa forma.

Sakuragi apretó los puños e intentó calmarse. Como explicarle a su madre que Rukawa lo era todo para él?

- No lo entiendes, mamá… Rukawa sólo me tiene a mí… y yo sólo le tengo a él…

- Eso no es cierto, Hanamichi… - susurró su madre – Tú tenías amigos, pero te alejaste de ellos por…

El pelirrojo negó con la cabeza; los ojos húmedos.

- No eran buenos amigos, mamá… - la interrumpió – Los amigos no te abandonan…

- Hanamichi…

- Me voy a clase.

Durante el camino, dolorosos recuerdos cruzaron por su mente. El primero de ellos, el día que llegó al instituto y se encontró frente a la entrada una ambulancia, un coche de policía y mucha gente rodeando algo. Se acercó al grupo, y gracias a su altura, vio perfectamente quien era el herido. Era Rukawa. Estaba inconsciente y tenía mucha sangre en el rostro y también en el cuerpo. En ese momento los médicos le estaban poniendo un collarín. A su lado, una bicicleta destrozada, y unos metros más allá, una mujer sollozando junto a un coche hablando con un policía. No había que ser muy listo para saber lo que había pasado.

Rukawa estuvo cuatro meses en coma. En el hospital Sakuragi se enteró de que no vivía con sus padres, ambos muertos en un accidente de avión cuando tenía siete años, sino con sus tíos. Le visitaban todas las semanas, igual que los compañeros de equipo más íntimos: el entrenador Anzai, Ayako, Ryota y Haruko, que en ese momento era su novia. Akagi, Kogure y Mitsui, aunque ya estaban en la universidad, también fueron a visitarle.

Hanamichi iba a verle todos los días. Cada día rezando para que despertara, hasta que lo hizo. Pero no en la manera que todos esperaban. Seguía inconsciente, sólo que con los ojos abiertos. Los médicos que se ocupaban de él explicaron que la lesión cerebral era más grave de lo que se esperaba, y que era imposible saber si un día despertaría del todo. Sus tíos, alegando que no podían cuidar de él, lo ingresaron en la mejor clínica de rehabilitación de Yokohama. Un año después se mudaron a Hokkaido.

El entrenado Anzai murió poco después de que ingresaran a Rukawa en la clínica. Muchos dijeron que de la pena. Al principio Hanamichi iba a visitarle acompañado de sus compañeros de equipo, a veces incluso de su ejército. Al principio. Después se quedó solo en sus visitas.

Haruko le dejó tras acusarle de que Rukawa le importaba más que ella. Tenía razón.

xXx

Por la tarde perdió el tren y llegó a la clínica que ya era de noche.

- Está en su habitación – dijo la enfermera Hirasawa - Quieres que te acompañe?

- No gracias, sé donde está.

Empezó a andar por el pasillo hasta llegar al ascensor. Subió en él hasta la tercera planta y buscó la habitación de Rukawa. Se detuvo frente a la puerta y tocó suavemente, sin esperar respuesta.

Entró y vio que Rukawa ya estaba en la cama, pero despierto. Si a ese estado se le podía llamar despierto, claro.

- Hola. Siento llegar tan tarde. He perdido el tren.

Cogió una silla y la colocó junto al lado derecho de la cama, que era hacia donde Rukawa tenía la cabeza ladeada.

- No podré quedarme mucho tiempo. Tengo que coger el tren de vuelta en media hora.

Alargó una mano y le acarició el pelo. Pensó que ya lo tenía muy largo.

- Le recordaré a la enfermera que te corte el flequillo.

Continuó acariciándole los lacios cabellos varios minutos. Cerró los ojos para disfrutar más de ese tacto que era pura seda.

Cuándo se dio cuenta de que lo amaba? No lo sabía exactamente. Hacía tanto tiempo… Pero recordaba que cuando era él el ingresado en una clínica de rehabilitación por su lesión en la espalda, era Rukawa el que pasaba a verle todos los días haciendo footing por la playa. Que cuando volvió al equipo de baloncesto recuperado de su lesión, estaba feliz por poder jugar de nuevo con él. Que cuando Haruko aceptó ser su novia, no sintió la alegría que pensó debería sentir.

Que cuando aquel día lo vio en el suelo sangrando inconsciente, se sintió morir.

Sin apenas darse cuenta empezó a llorar.

Mientras una mano seguía enredada en los cabellos negros del muchacho que yacía en la cama, con la otra se tapó el rostro, en un vano intento de controlar sus sollozos.

Por qué estaba llorando? Por qué justamente ese día?

Quizás las palabras de su madre le habían afectado más de lo que pensaba.

“A veces es mejor rendirse.”

No. Él no se rendiría. Nunca abandonaría a Rukawa.

Entonces por qué estaba llorando?

No lo sabía.

- No… llo… res…

Casi le dio un infarto. Hacía seis años que no escuchaba esa voz.

Abrió los ojos temeroso de lo que se iba a encontrar, pero las lágrimas no le dejaron ver nada así que se pasó la mano rudamente por la cara para secárselas.

Rukawa le estaba mirando.

Sakuragi sonrió. Y al mismo tiempo empezó a temblar entero.

Le estaba mirando de verdad.

- Rukawa… - sollozó.

- No… llores… - repitió el chico de ojos azules.

- No, no voy a llorar…no voy a llorar más…

Sakuragi se levantó de la silla y se acercó lo más que pudo a él. La mano que le acariciaba el pelo pasó a acariciarle la mejilla.

- Rukawa, sabes quién soy? – preguntó esperanzado.

Rukawa continuaba mirándole a los ojos, algo ausente, pero mirándole al fin y al cabo. Sakuragi observó como intentaba levantar su mano, y sin poder esperar, se la cogió, y después de besarla la acercó a su propio rostro.

- Sabes quién soy? – insistió con el corazón en un puño, sintiendo los fríos dedos de Rukawa en su mejilla.

Entonces lo vio. El destello en sus ojos. Sus labios curvándose en una casi imperceptible sonrisa.

- Do’aho… - musitó.

Sakuragi rompió la promesa que le había hecho apenas un par de minutos antes y se echó a llorar de nuevo.

- Sí… - dijo entre llantos pero con el corazón saltando de alegría – Soy yo… tu do’aho…


Fin?


****************


N/A: Hola! Les presento mi segundo one-shot de Slam Dunk. Está basado en el primero que hice, el cual borré por respeto a una lectora que consideró que me había pasado. Y tenía razón. Me da miedo dedicárselo por si este tampoco le gusta, pero ella sabe quién es y yo seguramente sabré por un review si le ha gustado o no.

Supongo que se habrán fijado en el interrogante del ‘fin’. Esto es porque se me ocurren algunas ideas para convertirlo en un fic largo, dejando este como el primer capítulo, pero ahora estoy muy liada con ‘Heridas abiertas’ y ‘Hopeless’, sin olvidar los exámenes de septiembre. No sé cuando me podré poner con él. O a lo mejor me viene la inspiración de golpe. O debería dejarlo tal y como está.

La decisión se la dejo a ustedes.

Besos,

Khira




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