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How To Save A Life por Sabaku No Ferchis

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Notas del capitulo:

¡Hola!

Hoy es el cumpleaños de Gaara hermoso, y como primer regalo, traigo acá el nuevo capítulo ~

También voy a publicar dos one-shots y un dibujo que hice. Si gustan leerlos, me harían muy feliz. Y el fanart pueden encontrarlo en mi Tumblr (ferxisakasuna, donde comparto algunos de mis intentos de fanarts y algunas otras cosas bellas que encuentro por ahí).

¡Muchas gracias por leer y comentar! En especial a Mary-sempai, Thalis y Sky, que siempre están ahí para apoyarme :3

[CAPÍTULO 25]

Piece of your heart 

I just want your energy

A piece of that fractured mountain

I'll take whatever it comes with it

As long as it's yours.

[Mayday Parade  –  Piece of your heart]

. . .

 

Gaara respiró hondo cuando vio que los granos de arena se integraban para formar lentamente las manijas del recipiente. Shukaku, en su jaula, tenía el tamaño de un perro pomerania; si lo vieran tras una vitrina, cualquiera lo confundiría con un peluche.

Durante las últimas sesiones del exorcismo, el demonio había reducido considerablemente su tamaño y las pláticas entre él y Gaara eran menos frecuentes. El pelirrojo pensó que tal vez el mapache quería conservar un poco de la dignidad del que fuera un monstruo temido en épocas pasadas. Sin embargo, jamás se lo preguntó. Y Shukaku tampoco le hizo preguntas a él.

La arena selló las manijas. Gaara exhaló y Shukaku meneó la cola esponjada, levantando sus ojos amarillos hacia el taheño.

Parece que esta es nuestra despedida, mocoso—La voz que Gaara imaginó aguda debido al tamaño de la criatura, se escuchó grave y fantasmal. Era la misma que taladró su cabeza hace años, cuando su cuerpo acogió a Shukaku como su prisionero—. Me libero de ti para entrar a una jaula más pequeña, ¡pero qué final tan miserable para el bijuu de una cola!

Gaara le dirigió una mirada rápida. No podía quitar su atención de la vasija. Ahí estaba el esfuerzo de cinco años, no estaba dispuesto a volver a cometer errores y comenzar de nuevo.

—Pensé que pondrías más resistencia—admitió el muchacho, tomando una pausa.

Estaba cansado, le dolía la cabeza. Pero esa era su última sesión. Ambos lo sabían, por eso Shukaku había hablado. Así que Gaara debía exigirse un poco más y terminar con eso de una vez por todas.

Chico listo, si de verdad quisiera aferrarme a ti, jamás hubieras podido reconstruir la vasija—dijo el mapache, aunque a Gaara le dio la impresión de que aquello solo era una manera de justificarse—. Te permito devolverme ahí dentro porque necesito un buen descanso. Quedé satisfecho con mi último alimento y ya tuve suficiente del mundo humano, por lo menos durante el siguiente milenio.

» Debo decir que me divertí mientras duró, pero no tengo ningún interés en seguir siendo el huésped de un cuerpo que vive una vida mundana y tiene la cabeza menos… torcida que cuando lo conocí.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Gaara.

El demonio lucía ansioso por salir de su jaula, caminaba de un lado a otro igual que un cachorro esperando a su dueño para salir a pasear. Pero la pregunta de Gaara lo hizo detenerse y enfocarlo nuevamente, como si no pudiese creer que a ese chico tan listo se le dificultara comprender sus palabras.

El Uchiha y el niño—espetó Shukaku—. Eres diferente por ellos. Me has retado por ellos, y eso para mí es un verdadero problema. Podría usarlos para mi beneficio, para manipularte y obligarte a alimentarme como aquella vez con el chico rubio y sus amigos. Pero eso sería bastante tedioso.

Gaara lo miró detenidamente por algunos segundos, pensando en qué tan sinceras eran las palabras de Shukaku. Sin duda, la mayor debilidad de Gaara eran Sasuke y Natsu. Si se trataba de ellos, sus emociones fluían con intensidad y el mapache podía fácilmente manipularlas. Así que no sabía a qué iba todo eso de que estaba cansado.

—¿Entonces te vas sin más? ¿No intentarás nada?

¿Acaso no escuchaste una palabra de lo que dije?

—¿Sabes que lo más probable es que no seas liberado nunca más?

¿Crees que aquel samurái será el último tonto en abrir mi vasija?

—Ebizo-san se quedará con ella. Se asegurará de que no caiga en las manos de nadie.

Sí, bueno, los guardianes son humanos. Y sus hechizos son débiles cuando ellos mueren.

Shukaku soltó una carcajada cuando vio al taheño tensar los labios, receloso y nervioso. Como si todo aquello fuese una trampa por parte del mapache.

¿De qué te preocupas? Ni tú ni tu familia estarán aquí cuando eso pase. Y tampoco será el fin del mundo, mocoso. Velo de esta manera: No soy el único bijuu que está suelto en el mundo humano.

Los ojos de Gaara se abrieron como platos.

—¿Qué? ¿Quieres decir que hay más jinchurikis?

Claro, pero no todos los bijuus estamos encerrados en recipientes humanos. Algunos de mis hermanos están libres, se adaptaron a periodos de caza e hibernación. Y han estado así por millones de años.

Gaara no dijo nada. Volvió a tomar concentración para formar la tapa de la vasija. Era sorprendente la facilidad con la que se moldeaba a comparación con el resto de la vasija. Después de un rato en silencio, procesando la información que el demonio le había dado, Gaara volvió a hablar.

 —¿Y tú? ¿Prefieres encerrarte en la vasija antes que ser libre?

Shukaku alzó el hocico.

Me resulta tedioso. Tener un huésped es menos problemático que esconderse de los humanos—dijo Shukaku—. Además, tarde o temprano saldré de la vasija. Solo es cuestión de tiempo—el demonio notó que su recipiente mantenía esa mirada de recelo y desconfianza. Por un momento, los granos de arena comenzaron a moverse de forma errática, evidenciando lo dubitativo que estaba Gaara—. ¿Estás pensando en lo que será del futuro cuando yo despierte? ¡Por favor! Deberías alegrarte de que al fin te desharás de mí.

—Por supuesto que me alegro de que todo termine—Gaara recuperó el control de la arena, sus ojos brillaban como dos lagunas acuosas.

Sintió una oleada de alivio cuando la tapa de la vasija estuvo finalmente terminada, su cuerpo por fin había dejado de cargar con un peso que arrastró durante años. Aunque eso todavía estaba por verse.

Shukaku observaba atentamente. Gaara se tomó unos segundos para recuperar el aliento, luego juntó las palmas e hizo las posiciones de manos. El sello en la jaula del demonio se quemó y su jaula hizo un sonido chirriante antes de abrirse.

La criatura salió a pasos cortos, pero firmes. Gaara se dio cuenta de que Shukaku estaba reducido al tamaño de un mapache común y corriente. El demonio se detuvo frente a la vasija.

Yo también me alegro—dijo. Los orbes amarillos se encontraron con los acuosos de Gaara por un segundo—. Hasta nunca, mocoso. Ten una buena vida.

Y entonces, el demonio saltó dentro de la vasija.

 

Cuando Gaara abrió los ojos, la vasija de Shukaku estaba materializada frente a él, sellada completamente.

Se había acabado.

Contrario al alivio que pensó experimentar, se sentía cansado y la cabeza le daba vueltas. El viejo Ebizo le explicó que había usado demasiada energía para encerrar al demonio, y que probablemente su cuerpo tendría repercusiones menores durante los siguientes días. Así que necesitaba tomarse unos días para reposar.

El taheño estuvo unos minutos más conversando con Ebizo, agradeciéndole (a su manera estoica) toda la ayuda que recibió de él desde que llegó a Paris. Sin embargo, cuando Gaara estaba por dirigirse a la salida, el hombre le preguntó algo que le provocó un tirón en el estómago, combinado con la sensación de no saber realmente qué iba a ser de él una vez que cruzara esa puerta.

—¿Qué harás ahora, jovencito?

Sasuke y Natsu brotaron en su mente. Eso fue suficiente para que Gaara tragara saliva e inventara cualquier cosa.

—Supongo que veré la posibilidad de regresar a Japón.

Esa no sería una mala idea, pensó tras despedirse y salir de la casa. A Gaara le gustaba Francia, pero no lo sentía como un hogar. Además, extrañaba su país. Y estando allá (o en cualquier otro lado) todavía podía buscarse un trabajo como traductor.

Sin embargo, si era sincero consigo mismo…

—Gaara—el aludido levantó la mirada, encontrándose con un par de ojos negros que lo observaban con intensidad. Sasuke se incorporó del barandal donde había esperado al de ojos verdes, frente a la casa de Ebizo. Llevaba un traje elegante que lo hacía lucir más alto y esbelto, y un casco azul colgando sus dedos—. ¿Cómo fue todo?

El pelirrojo se quedó en su lugar mientras Sasuke se precipitaba hacia él. No era la primera vez que el Uchiha lo recogía luego de las sesiones en la casa de Ebizo, ¿entonces por qué su corazón seguía latiendo ferozmente? Quizá era raro acostumbrarse a tener a Sasuke cerca después de cinco años de no verse y todo lo que hubo de por medio.

Quizá era raro acostumbrarse a su amor de nuevo.

—Bien, quedó hecho—dijo Gaara, bajando los pequeños escalones del porche—. Eso fue todo.

—¿De verdad?

—Sí. ¿Esperaste demasiado?

—Algo. Como media hora. Salí antes del trabajo.

—Oh, lo lamento. No sabía que la sesión se alargaría tanto.

—No te preocupes—espetó el Uchiha—. ¿Y cómo te sientes?

—Cansado, acalorado, un poco mareado.

—Bien, entonces llevarte a comer no es tan buena idea.

Gaara asintió. Sasuke lo observó por largo rato, conteniéndose el montón de preguntas que tenía por hacerle. Los segundos que pasaron así provocaron un leve sonrojo en el rostro del taheño, quien ladeó la cabeza y comenzó a caminar.

—Podemos comer en la casa; Temari comerá afuera con su esposo—sugirió el taheño—. A Natsu le gustará verte.

Sasuke sonrió. Aguardó un momento más antes de entrelazar sutilmente sus dedos con los de Gaara, apretando un poco las yemas, tanteando cuánto podía hacer con el taheño.

El pelirrojo no puso resistencia, tampoco estaba tenso. Así que Sasuke afianzó el agarre.

Hoy, como hace cinco años, el Uchiha confirmó que el truco con Gaara era una piza de paciencia y todo lo demás era constancia.

Constancia. Esa era la palabra correcta. Sasuke había pasado los últimos dos meses y medio siendo constante, sin permitir que Gaara y Natsu escaparan de sus manos. Pensó que todo estaba perdido desde que su hermano los encontró de camino al hotel, pero, contrario al incómodo escenario que Sasuke había imaginado, Itachi fue amable con el pelirrojo y no tardó nada en ganarse el cariño de Natsu (bueno, no es que eso fuese una sorpresa).

Hablaron muy poco aquella noche, en la habitación de hotel de Sasuke. Itachi no pidió detalles, pues advirtió perfectamente el recelo de Gaara. El pelilargo se dedicó a jugar con Natsu mientras Sasuke y Gaara ponían las cartas sobre la mesa.

Sasuke quería estar con el pelirrojo y su hijo, pero Gaara era un mar de inseguridades. El ojiverde todavía no abandonaba su tendencia a autosabotearse, ni dejaba de pensar que traería mala suerte a cualquiera que se cruzara por su camino: Que si la familia de Sasuke terminaría odiándolo si decidía formar una familia con Gaara, que si todos mirarían mal a Natsu por ser el hijo de un doncel, que si la carrera de Sasuke se vendría abajo por tener como pareja al pelirrojo.

¿Qué iba a decir la gente de un doncel? ¿O de un chico inestable que había acabado con la vida de más de una persona? ¿Qué iban a decir de Sasuke por decidir estar con alguien así?

Constancia y paciencia.

Sasuke no quería alejarse de Gaara, pero tampoco podía obligarlo a estar a su lado como deseaba si el pelirrojo todavía no aprendía a lidiar con sus propios problemas. Así que aquella noche Sasuke le pidió una sola cosa: “No pretendo que cumplas todos mis deseos, pero no vuelvas a huir. No quiero volver a perderte, ni a ti ni a Natsu. Al menos, permíteme formar parte de tu vida”.

Y las cosas habían funcionado más o menos así: Se veían con relativa frecuencia, cuando la agenda de Sasuke no lo apretaba e Itachi no estaba tras él repitiéndole que los salarios de cientos de personas dependían su trabajo (¿no era Itachi quien originalmente estaba a cargo del proyecto?). Iban a comer con Natsu y luego al parque; ocasionalmente visitaban zonas turísticas, o veían una película en el cine. Y cada que Gaara tenía programadas las sesiones de exorcismo con Ebizo, Sasuke salía una hora antes del trabajo para ir a recogerlo.

Ese día, sin embargo, era la primera vez que Gaara lo invitaba a su casa. Y la idea de la intimidad bajo cuatro paredes, compartiendo una comida —familiar— con Natsu, hizo correr una corriente eléctrica a través de la columna de Sasuke.

Se sentía orgulloso, por supuesto. Porque, además de conseguir eso, por fin había logrado que la mano de Gaara se cerrara firmemente alrededor de la suya.

Así que, sin pensarlo demasiado, tomó un riesgo que probablemente echaría a la basura todo su progreso: Se inclinó y presionó sus labios contra la mejilla del taheño, alcanzando a aspirar el aroma que desprendían los mechones del joven, cuyo rostro no tardó más de un segundo en alcanzar la tonalidad rojiza de su cabello.

—¿Y qué comeremos entonces, Gaara?

 

Natsu hizo a un lado su plato con quiché y puso una hoja sobre la mesa, frente a Sasuke.

—Es una fortaleza—informó el menor—. ¿No es genial?

Sasuke tomó el papel y observó con curiosidad el dibujo. Hizo una sonrisa ladina, siendo invadido por una oleada de orgullo ante el talento de su hijo (cosa curiosa, pues tratándose de cualquier otro niño, habría dicho que no eran nada más que “garabatos infantiles”).

—Maravilloso. ¿La dibujaste tú solo?

—Síp. También estoy tratando de hacerla con mis piezas de lego—explicó Natsu—. ¿Quiere verla, Sasuke-san? ¡Vamos a mi cuarto y se la enseñaré!

Sasuke le echó un vistazo rápido a Gaara, sonriéndole de esa manera tan suya, tan sutil y altanera, como diciéndole: “Mira, Natsu me está invitando a subir a su cuarto”.

El pelirrojo quiso chistar, pero estaba demasiado cansado para decir algo. Así que se limitó a picar su comida con el tenedor.

—Primero debes acabar de comer—dijo Sasuke.

—¿Y después podremos subir? —insistió el niño.

—Claro, si Gaara lo permite.

—Gaara-san también vendrá con nosotros, ¿verdad? —Natsu puso sus brillantes ojos sobre Gaara, expectante.

El pelirrojo tragó saliva, su corazón hundiéndose en su estómago. Parpadeó un par de veces antes de tantear su respuesta.

—Yo… claro. Lavaré los trastes y en un momento estaré con ustedes.

Gaara se preguntó qué estaba pasando por su cabeza cuando pensó que era buena idea invitar a Sasuke a su casa. Quizá eran los estragos del esfuerzo que hizo para sellar a Shukaku.

 

 

El tiempo se fue volando. Sasuke únicamente se percató del ocaso cuando los matices de luz naranja que se filtraban por la ventana de Natsu iluminaron la cara adormilada del niño, con quien había estado jugando las últimas dos horas (“¿qué opinas de eso, Itachi?”). Había piezas de lego regadas por todas partes; la fortaleza de la que Natsu había hablado estaba a medio construir, producto de un arduo trabajo entre padre e hijo.

—Tengo sueño—bostezó el niño, tallándose los ojos.

—Entonces es hora de que vayas a dormir—Sasuke lo meditó un momento, se levantó y caminó hasta la cama del pequeño para alzar las cobijas—. Anda, entra.

Al voltearse, el Uchiha dio con que el niño estaba levantando las piezas de lego que estaban en el suelo, y las guardaba en su bote. Lo hacía con pereza, pero no había reproche en su mirada. Era como si estuviera siguiendo una rutina.

—Primero hay que recoger los juguetes—dijo, su voz enternecida por la somnolencia—. Después bajo a cenar mis verduras y un vaso de leche con galletas. Luego debo ponerme el pijama y lavarme los dientes, Sasuke-san.

Sasuke levantó la ceja, sintiéndose estúpido por pretender llevar a Natsu a dormir sin haber cenado y con los tenis puestos.

—¿Eso te enseñó Gaara?

—Y mi tía Temari—añadió el niño—. Tía Temari me regaña cuando no recojo mis juguetes. Pero hace galletas deliciosas.

Natsu hizo una pausa, dejando el bote con los legos sobre el piso. Presionó los labios y sus mejillas se sonrojaron fuertemente.

—Necesito ir al baño, Sasuke-san.

Sasuke expandió la mirada.

—¿Necesitas que te acompañe?

Natsu negó con la cabeza, alegando que podía hacerlo solo, y cuando salió, Sasuke se sintió aliviado. Amaba al niño, nada lo haría mas feliz que decirle que él era su padre y que estaba dispuesto a formar una familia con ellos. Pero también estaba claro que no sabía nada sobre cuidar niños, y esa parte lo asustaba un poco.

Suspiró. Podía esperarse lo mismo de Gaara, pues el pelirrojo tuvo peores experiencias en su infancia con respecto a las relaciones paternales. Temari lo había dicho antes: «Gaara no sabe demostrar afecto.» Y eso, definitivamente, es lo que más necesita un niño de cinco años.

Era una fortuna que la rubia estuviese ahí para ayudarlo.

Sin embargo, por muy difícil que le resultara, el pelirrojo hacía el intento. Después de lavar los platos, Gaara subió a ver la fortaleza de Natsu y estuvo con ellos durante media hora, en silencio, una tenue sonrisa en sus labios cada que el pequeño pelinegro se emocionaba con algo.

Sasuke advirtió el esfuerzo del taheño por estar ahí pese a lo cansado que se veía. Tenía pequeñas telarañas esparcidas en la esclerótica de sus ojos, los párpados le pesaban también. Al final, él simplemente se levantó y avisó que iría a descansar un momento.

Mientras esperaba a Natsu, un golpe de curiosidad invadió a Sasuke. Salió del cuarto a pasos calmados y se detuvo en medio del pasillo. La puerta junto a la habitación de Natsu estaba entreabierta, así que echó un vistazo cauteloso. Por ahí enfocó el cuerpo del pelirrojo, boca abajo, abrazando la almohada donde reposaba su cabeza. Gaara estaba tan profundamente dormido que ni siquiera advirtió cuando el Uchiha invadió su habitación, casi de la misma forma en que lo hizo tantas veces en el pasado.

Solo que ahora dormía tan relajadamente que Sasuke no pudo evitar la sensación de estar contemplando un ángel. Nada parecía perturbarlo; las respiraciones de Gaara eran acompasadas, labios relajados, exhalaciones tenues. Estaba acostado sobre las cobijas, con la ropa y los zapatos todavía en su lugar. Gaara simplemente se había echado sobre la cama sin advertir nada más.

Sasuke advirtió el hechizo del que era presa cada que tenía a Gaara frente a él. Y no es como si deseara resistirse a eso. Si se contenía, era únicamente porque el pelirrojo todavía no lo aceptaba de nuevo. Así que decidió aprovechar esos segundos para acercarse, sentarse sigilosamente en el borde de la cama, y contemplar al muchacho con más detenimiento.

Dios, cómo lo amaba. En ese momento, le parecieron absurdas las razones por las que seguían sin estar juntos.

El Uchiha inclinó el rostro hasta que los mechones de su cabello estaban por tocar las mejillas de Gaara. El pelirrojo no se movió, pero quizá debió hacerlo; eso habría evitado que Sasuke cometiera la locura de acortar la distancia y plantar los labios sobre la piel del taheño, justo en las comisuras, tanteando el beso por el que había esperado tanto tiempo.

Se quedó así, sintiendo cómo subían sus pulsaciones a medida que los segundos se alargaban. Esperaba un reclamo, quizá un golpe en la cara. Pero Gaara permaneció tan quieto como si estuviese hecho de papel. Sasuke soltó una exhalación, se separó apenas un poco y volvió a besar al pelirrojo, esta vez en los labios.

Sentía, en su interior, que realmente se merecía una bofetada, que Gaara lo echara de su casa y jamás le permitiera regresar. Pero cuando unas manos se hundieron en su cuello y lo presionaron para afianzar el beso, Sasuke mandó al carajo todas sus preocupaciones.

Quería (necesitaba desesperadamente fundirse en el sabor de Gaara. Sin embargo, el beso era tan suave que él se obligaba a contener sus impulsos. Gaara apenas movía los labios, y aunque se había acomodado boca arriba para cerrar los brazos alrededor del cuello de Sasuke, su agarre era tan vacilante que Sasuke temía que lo fuera a soltar.

El Uchiha se acomodó a horcajadas sobre Gaara, cada pierna a un costado. Dejó caer su peso sobre los codos para besar al taheño con más comodidad, acunando su rostro con toda la delicadeza que le exigió su autocontrol.

Saboreó aquellos labios, disfrutó el contacto de su pecho con el otro y el roce de las pestañas de Gaara sobre su cara. Eran dan placentero que simplemente podría perderse ahí para siempre.

—Te amo—Aquella confesión fue demasiado obvia para sus propios oídos. Pero necesitaba que Gaara lo escuchara. Necesitaba que Gaara siempre lo tuviera presente—. De verdad. Podría volverme completamente loco solo con esto.

Los segundos se alargaron por un momento. Luego, fue Gaara quien reanudó el beso. Quizá era su forma de evadir las palabras de Sasuke, pero al pelinegro no le importó demasiado. Podía esperar un poco más si a cambio Gaara le permitía besarlo por más rato.

La ropa comenzó a estorbar entre cada mordisco y leves suspiros. Sasuke se esforzaba por mantenerse al margen, ocupando sus manos en acariciar los mechones bermejos, pero no era de mucha ayuda si Gaara lo pegaba más hacia él, aferrándolo por la espalda con vehemencia. Estaba tan duro y podía sentir que el pelirrojo estaba en las mismas. Aunque quizá no estaría dispuesto a llegar más lejos (todavía).

Cuando Gaara cerró las piernas alrededor de las caderas de Sasuke, el Uchiha supo cuál era su límite.

Se separó (dios, qué doloroso fue marcar distancia) y observó al muchacho sobre la cama, bañado por los últimos rayos del sol.

—Si haces eso, no voy a responder como quieres—advirtió el moreno, con la voz ronca. Ahora que estaba lejos de Gaara, se percató del inmenso calor que había sentido hace apenas unos segundos. Tanta necesidad contenida durante cinco años.

—¿Sabes cómo quiero que respondas? —inquirió el pelirrojo, afianzando el agarre con las piernas. A pesar de lucir igual de agitado que Sasuke, sus párpados estaban a medio cerrarse, y los ojos aún se notaban adormilados.

—¿Te sientes bien? —Gaara asintió perezosamente—. Todavía luces cansado.

El pelirrojo no negó aquello, pero tampoco soltó al Uchiha.

—Está bien, Sasuke—murmuró.

Aquello debió permitir que el moreno diera rienda suelta a sus deseos. Pero la sorpresa de que Gaara accediera a “eso” lo descolocó un poco. Sasuke puso sus pies nuevamente en la realidad y su cerebro fue capaz de procesar en qué circunstancias estaban a punto de tener sexo.

—Ocupaste mucha energía para deshacerte de Shukaku, ¿verdad? —apuntó. Estaba apoyando los brazos sobre la cama para no aplastar con su cuerpo al taheño—. Creo que deberías descansar.

—Eso hacía, hasta que llegaste y comenzaste a besarme.

—No creí que me dejaras continuar.

—¿No quieres hacerlo? —inquirió el de ojos aguamarina.

—No. Quiero decir, por supuesto. Pero tú necesitas…

—Te dije que está bien—interrumpió Gaara—. Estoy cansado, pero es la primera vez que me siento tan ligero. Y quiero esto, Sasuke. Quiero sentirlo.

El Uchiha lo meditó un momento.

—Natsu está afuera—espetó, apelando al último y al más acertado impedimento.

—Entonces cierra la puerta—resolvió Gaara, decidido.

El moreno obedeció y no hizo más preguntas. Besó a Gaara, envolviéndolo con el mismo ritmo que el pelirrojo usaba para simular embestidas con sus piernas, frotándose parsimoniosamente contra la erección del Uchiha.

Eso era todo. Sasuke estaba cruzando más allá de su límite. Así que se sacó la ropa y se ocupó también de desnudar al taheño, tratando de controlar el deseo que le hacía temblar las pupilas y las puntas de sus extremidades.

Gaara lucía pequeño y frágil allá abajo. Su cuerpo se contraía bajo cada roce de los dedos del contrario, deslizándose por la clavícula, por la suave curva de la espalda y por los muslos tersos que escondían la excitación del pelirrojo.

Tal vez no estaba listo para la intimidad, pero el brillo en sus ojos rogaba a Sasuke que no se alejara. Y el leve tirón que dio con sus piernas fue el impulso que el Uchiha necesitó para finalmente hundirse en Gaara.

 

 

—¿Qué sentiste cuando sellaste a Shukaku?

Sasuke murmuró la pregunta sobre los cabellos de Gaara, quien se removió perezosamente al escucharlo. Había estado dormitando sobre el hombro del Uchiha durante la última media hora.

—No fue nada fantástico, si es lo que estás pensando— respondió, su voz pulida por el sopor del sueño.

—No puedes no sentir nada cuando pasas por algo así, Gaara—aseveró Sasuke—. Extirpar a un demonio no es cualquier cosa.

El ojiverde hizo un pequeño mohín, el entrecejo arrugándose mientras ocupaba su cabeza para pensar.

—Tuve terrores nocturnos y ataques de pánico durante varios años hasta que te conocí. Era una sensación asfixiante, como si un ácido me quemara la garganta y mi cabeza estuviese a punto de explotar —confesó —. Shukaku dejó de molestarme desde… el incidente con el hermano de Naruto. Y pensé que así era como debería sentirse cualquier persona que no tiene un demonio atormentándolo por las noches, o esperando cualquier pequeño momento de descuido para hacer de las suyas. Pero hoy, cuando lo sellé, me di cuenta de lo pesado que me sentía hasta entonces, y al despertar del trance, todo ese peso desapareció, como si estuviese flotando en el agua.  

Eso pintó una sonrisa en los labios de Sasuke.

—Te sentí ligero, mucho menos tenso de lo que recordaba— una pequeña pausa —. ¿Entonces eso fue todo? Quiero decir, jamás tendrás que preocuparte por Shukaku de nuevo, ¿verdad? — Gaara asintió, taciturno —. Eso significa que puedes volver a empezar.

El pelirrojo se giró para verlo.

—¿Volver a empezar qué?

—Tu vida, por supuesto. Dijiste que querías regresar a Japón. Y la cuestión es, Gaara, que no pretendo salir de tu vida.

Quizá de nuevo estaba precipitándose. ¿Pero no tenía derecho a hacerlo, después de los pequeños suspiros y el brillo en los ojos de Gaara con cada carica que dejó sobre su piel hace apenas unos momentos?

El tiempo se alargó unos segundos. La luz de la luna se filtraba tenuemente por la ventana, y aun con su poca iluminación, Sasuke era capaz de notar el rojo intenso de la melena de Gaara. Su olor seguía siendo el mismo, lo había guardado celosamente en su memoria.

—¿De verdad piensas que tus padres van a estar de acuerdo con eso?

—¿Y qué si no? —replicó el Uchiha—. Durante toda mi vida he obedecido cada orden y he cumplido con cada expectativa. Al menos, lo único que de verdad viene de mí es que te quiero a mi lado. Ya sabes, a ti y a Natsu. No me importa si tengo que decir que soy homosexual, si con esto puedo estar libremente contigo.

Gaara entrecerró los ojos.

—No es solo el hecho de que yo sea un doncel. ¿Qué haré cuando vea a tus conocidos o a tus amigos? A Naruto o a Deidara— preguntó, acomodándose de costado y dejando su peso sobre el codo para encarar al Uchiha. Sus ojos estaban ensombrecidos —. Yo… maté a sus amigos, Sasuke. Eso es lo único con lo que carga mi consciencia desde ese día— Gaara tuvo que apartar la mirada, que poco a poco se iba tornando roja por las lágrimas y los recuerdos. La voz se le entrecortó como si una mano estuviera tirando de ella hacia atrás, dentro de su garganta—. Y la sensación que experimenté cuando le hice eso al primero todavía está tan vívida que a veces me pregunto si era Shukaku o yo el que se sentía bien con todo eso.

Una, dos, tres lágrimas. Gaara luchaba por controlar los espasmos cuando Sasuke lo abrazó y, de pronto, el pelirrojo se sintió indigno. ¿Por qué Sasuke lo abrazaba después de escuchar lo que había hecho? ¿Por qué no simplemente lo echaba y le decía que no podría estar jamás con un asesino?

Se quedó quieto entre los brazos del otro, dejando que los espasmos pasaran. El calor de ese cuerpo era reconfortante, igual que un analgésico. El silencio se extendió por un rato y Gaara pensó si podría permanecer en ese estado de relajación por el resto del tiempo.

Una pequeña pausa previa a lo que vendría después, fuese cual fuese su decisión.

—Puede que parte de ti lo haya querido, ¿eso está mal? —preguntó Sasuke —. Ellos te lastimaron. Es imposible no enojarte y siempre ser bueno con todos si el mundo te trata como una mierda — sus dedos se hundieron en la melena del taheño—. Y siempre vivías conteniéndote, apartándote como si tú fueses el problema.

Gaara frunció el ceño.

—¿Escuchas lo que estás diciendo? Yo no tenía el derecho a matarlos.

—No estoy diciendo que lo tuvieras, solo digo que no puedes culparte por sentir rencor o tener deseos de devolverles lo que te hicieron. Eres humano, Gaara. De lo contrario, ¿estarías llorando sus muertes ahora mismo?

El pelirrojo sacudió la cabeza, enterrando el mentón en la curva del cuello de Sasuke. Se aferró a ese espacio como si fuera un refugio.

—Pero ellos no pensarán lo mismo. Deidara solo pensará en que lo lastimé, y la policía en que maté a esos chicos.

—Ellos también merecen un castigo, ¿verdad? —dijo el moreno—. Y nadie te está buscando, Gaara. Deidara está en un centro de rehabilitación. No tiene forma de comprobar su confesión porque, vamos, ¿quién le creería? Y en dado caso de que se presente un problema, sé cómo podemos arreglárnoslas.

El Sabaku exhaló un poco.

—Tú dices todo tan fácil.

—Y tú ves todo tan difícil— añadió el pelinegro, antes de dejar un beso en la coronilla del muchacho, quien presionó los labios y contuvo el aire durante unos segundos.

—Quiero estar contigo—confesó—. De verdad que sí, ¿bien? Pero mi vida no ha sido un cuento de hadas, Sasuke. Tú no puedes prever con tanta seguridad la reacción de tus padres o de las demás personas. Yo podría afrontarlo, puedo esconder mi condición y mantenerme al margen. Pero no quiero que Natsu tenga que pasar por estas cosas.

—¿Y qué te preocupa exactamente? — preguntó Sasuke, esta vez más serio, rompiendo el abrazo para mirar a Gaara directamente—. Estoy seguro de que me he estado ganando la confianza de Natsu. Me invitó a jugar, ya no es tímido cuando me habla o tira de mi mano para llamar mi atención. Y ni siquiera sabe que yo soy su papá. Además, ¿por qué te da tanto miedo lo que pueda pensar mi familia? Es verdad que mi padre es bastante conservador, pero mi madre adora a los niños, e Itachi ya trata a Natsu como su sobrino.

—Solo lo ha visto unas cuántas veces.

—¿Y? Eso ha sido suficiente para que Natsu quede encantado.

Gaara exhaló, desviando la mirada. Parecía que se había quedado sin palabras ni argumentos. La mirada severa de Sasuke le exigía una respuesta, y Gaara no estaba seguro si realmente la conocía.

—Supongo que tengo miedo—mustió en un hilito de voz, pensativo. Juntó las piernas hasta su pecho y las abrazó, enterrando la cara entre las rodillas en un intento por ocultarse del moreno.

—¿Miedo de qué?

—De que algún día pienses en esto como un error—respondió Gaara, y Sasuke sintió una patada en el estómago que lo dejó sin aire.

Ojalá hubiese tenido más tiempo para procesar las palabras que acababa de decir su pelirrojo. La sorpresa lo habría hecho reír con nerviosismo; le habría dicho que eso era ridículo (¿para qué gastar tanto tiempo buscándolo, entonces?); habría besado a Gaara, le habría sugerido hablar con Natsu para decirle la verdad, de paso darle a Itachi el anuncio de que sería tío oficialmente. Pero el sonido de la puerta allá abajo rompió aquella cadena de ideas, y Gaara se levantó de la cama en un impulso, llevándose las sábanas consigo.

—Mi hermana llegó, debemos vestirnos.

En su estado de aturdimiento, Sasuke cayó en cuenta de que llevaban ahí poco más de dos horas, y ni siquiera se le pasó por la cabeza que Natsu estaba ahí, esperándolo para ponerse el pijama y bajar a cenar su leche y sus galletas. Dios, ¿y si se le hubiera ocurrido escuchar a través de la puerta? ¿Cómo se le ocurría a Sasuke tener sexo con Gaara estando el niño tan cerca?

—Sasuke, vístete— insistió el taheño, con la sudadera y el pantalón de vuelta en su lugar.

El Uchiha se vistió lo más rápido que pudo, los latidos de su corazón acompasándose con cada taconeo que daba Temari al subir las escaleras. Cuando ellos salieron, la rubia estaba parada frente a la habitación de Natsu, con los brazos cruzados a la altura del pecho y su expresión de madre controladora.

—Mira esto, Gaara—dijo ella, posando sus ojos en la joven pareja y luego regresándolos al niño que dormía plácidamente en su cama—. Tu hijo se fue a dormir sin ponerse el pijama, y ni siquiera se quitó los zapatos.

Un fuerte rubor cubrió las mejillas del pelirrojo. A su lado, Sasuke tragó saliva, sintiéndose responsable.

—Lo siento, nosotros…

—No, no— interrumpió Temari haciendo un ademán con la mano—. No hace falta que me expliquen nada. Al menos no olvidó recoger sus juguetes.

 

 

—¿Ese es el hotel que Sasuke-san está construyendo? — preguntó Natsu al enfocar el edificio que el Uchiha estaba señalando, todavía a varios metros de distancia.

El semáforo se iluminó con la luz que indicaba el paso peatonal y ellos cruzaron la calle.

—Sí— dijo Sasuke—. Bueno, no soy yo quien lo construye ni tampoco quien lo supervisa. Ese último es Itachi. Pero yo hice los diseños.

—¡Es genial! ¡Algún día yo haré algo así de grande! ¿Verdad, Gaara-san?

—Si estudias lo mismo que Sasuke, un hotel como ese seguramente será lo más fácil que puedas hacer.

El niño sonrió, las mejillas arreboladas como si un bote de puntura le hubiera caído encima.

Eran las seis de la tarde, acababan de comer en el restaurante de comida rápida donde Sasuke los había llevado la última vez. El Uchiha quería llevarlos a una exposición sobre la Era Vikinga, en el museo de Louvre (notó lo mucho que le gustaba a Natsu cuando Gaara le leía sobre mitología nórdica). Sin embargo, los boletos eran electrónicos, y Sasuke había olvidado su celular en la construcción.

Caminaron las calles que hacían falta, con Natsu hablando sobre sus dibujos mientras sostenía la mano de Gaara (algunas veces, también hacía eso con Sasuke, pero quizá ese día el moreno no tenía tanta suerte). El pelinegro esperaba que alguno de los trabajadores o su hermano siguieran ahí, pues faltaba poco para el fin de la jornada, y a veces, cuando el día resultaba eficiente, Itachi los dejaba irse antes.

Sasuke agradeció a su suerte que ese día no fuera el caso, pues los ingenieros y obreros estaban agrupados frente a la construcción, seguramente alrededor de Itachi.

Los hombres abrieron el paso cuando vieron llegar al menor de los Uchiha, revelando que quien se encontraba en el centro no era Itachi, sino Fugaku Uchiha, su padre.

Sasuke sintió una sacudida en el pecho, como si sus entrañas se revolvieran en un juego mecánico. Abrió la boca para llamar a su padre, pero únicamente atinó a exhalar aire.

Fugaku levantó una ceja. Tras él, Itachi miraba a su hermano tratando de contener su expresión aturdida.

—Papá— mustió, luego del tiempo que se tomó para confirmar si el Uchiha mayor era real o un producto de su imaginación—. ¿Qué haces aquí? ¿No se supone que vendrías hasta la fiesta de inauguración?

Sasuke sintió un frío recorrerle la espalda. Si él la estaba pasando así de mal por la imprevista aparición de su padre, ¿qué estaría sintiendo Gaara, quien estaba detrás de Sasuke, completamente expuesto, con el hijo de ambos tomado de la mano?

Notas finales:

Como ya entré al servicio social, probablemente no esté tan activa. Pero traeré el capítulo a más tardar para julio (lo sé, soy una vergüenza).

Anyway, muchas gracias por leer y comentar uwu nos leemos~


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