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How To Save A Life por Sabaku No Ferchis

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Notas del capitulo:

¡Hola! He venido a hacer la entrega semestral. 

Lo cierto es que ya estoy bien desacostumbrada a publicar en AY, por lo que quizá dejaré de plano esta plataforma cuando temrine esta historia. Mis fanfics no los borraré. Pero solo estaré activa en Wattpad, Fanfiction y AO3, por si les interesa uwu

En Fanfiction como Sabaku No Gaa-chan: Ahí están todas las historias que tengo publicadas aquí :3 

En Wattpad como @Daisy_in_lazy_eyes: Ahí tengo fanfics ShiIta, ObiKaka y un libro donde estoy metiendo todos mis one-shots SasuGaa/ItaSaso. 

En AO3 como Daisy_in_lazy _eyes: Tengo un par de SasuGaa y ShiIta en esa cuenta, que son los mismos que tengo en Fanfiction. Pero como no se me da escribir en inglés, esa cuenta la uso principalmente para leer xddd 

Como siempre, necesito agradecer a Sky por tenerme tanta paciencia y por comentar todas mis historias uwu Lo aprecio no sabes cuánto :3

Si hay alguien más por ahí, espero que disfruten la lectura uwu

[CAPÍTULO 26]

Won´t let you go

And I could easily lose my mind

The way you kiss me will work each time

[Vance Joy  –  Georgia]

. . .

Sasuke habló clara y sensatamente. No obstante, fue como si alguien hubiese oprimido un botón de pausa frente a Fugaku.

“Papá, él es Gaara. Es la persona que he estado buscando durante los últimos años”.

“Y él es Natsu. Ambos son mi familia”.

En aquella habitación de hotel, el silencio hizo que los minutos parecieran horas. Fugaku permanecía estoico, con los brazos cruzados a la altura del pecho. Sasuke pensó todas las fotografías que había de su padre en las revistas de negocios. ¿A caso no tenía otra pose? ¿Todo el tiempo tenía que verse tan... artificial?

Sasuke tragó saliva, convenciéndose de que tal vez eso no era tan malo. Prefería que Fugaku tuviera esa reacción robótica a verlo perder los estribos por su confesión.

—Me considero un hombre que capta todo a la primera, Sasuke— empezó el mayor —, ¿pero realmente escuché lo que me acabas de decir?

—Puedo repetírtelo las veces que necesites.

—Muy bien, porque no entiendo—dijo el hombre, sin mover nada más que los labios—. Dices que has estado buscando como loco a un… hombre. ¿A un padre soltero?

Sasuke estaba acostumbrado a que su padre siempre cuestionara sus decisiones más de lo necesario (especialmente cuando lo comparaba con Itachi). Pero esta vez parecía que Fugaku en verdad batallaba por entenderlo. Se le notaba en su cara estática, en la sutil forma de sus cejas al contraerse.

Sasuke infló el pecho.

—Ajá.

—¿Por qué no me dijiste que te gustaba... eso?

El más joven levantó una ceja.

—¿Eso?

—Que eras... —Fugaku se sobó el puente de la nariz —. Que tienes esas preferencias. Que eres homosexual.

Las últimas palabras salieron de su boca como un tabú; algo indeseable que no le gustaría volver a pronunciar y que le implicaba hacer un esfuerzo para mantener su compostura. Pero, lo cierto, es que Sasuke ya no era un niño. Fugaku pudo castigarlo antaño, sermonearlo, decidir sobre su vida como lo hizo al sacarlo del instituto. Ahora, sin embargo, había renunciado a cierto poder.

El hombre ya tenía sesenta años, por mucho que le molestara la idea de imaginar a uno de sus hijos compartiendo su vida con alguien de su mismo sexo, ya estaba cansado. Además, Sasuke no era su primogénito. A este punto, ya no tenía intenciones de controlar su vida personal, si no daba de qué hablar a los medios.

—No es que sea homosexual —respondió Sasuke —. Solo te estoy diciendo que me enamoré de Gaara.

Sin embargo…

—¿Y estás dispuesto a estar con ese varón? —Fugaku tuvo problemas para pronunciar ese sustantivo —. ¿A pesar de que tiene un hijo con otra persona?

Sasuke abrió la boca y la cerró.

—Sí.

Fugaku soltó en un suspiro toda su pesadez. Por supuesto que la situación de su hijo no carecía de toda importancia, pero justo ahora debían enfocarse en la construcción del hotel.

—No quiero escándalos, Sasuke —el menor asintió —. No quiero verte en revistas de farándula o en boca algún conductor idiota en la televisión. Quiero que lo mantengas tan privado como puedas —Sasuke volvió a asentir —. Otra cosa. Es obvio que ese niño no tendrá el apellido de la familia, ¿entendido?

Sasuke se mordió el labio y contuvo las palabras por un instante.

—De acuerdo.

—No se lo dijiste, ¿verdad? —preguntó Gaara. Sus irises temblaban casi con suplica, mirando fijamente a Sasuke. Aunque su pregunta sonaba más bien como una amenaza. Sasuke temió que, si Gaara no escuchaba lo que quería escuchar, fuese a escapar por segunda vez—. Por favor, dime que no le dijiste sobre Natsu.

—No le dije que es mi hijo—respondió el moreno y Gaara tensó la boca—. ¿Eso es lo que querías escuchar?

—¿Por qué le dijiste sobre mí?

Sasuke trataba, en serio trataba de tener paciencia. Quería entender todas las cosas por las que Gaara había vivido, así como su renuencia a salir de las sombras y abrirse un poco a la mirada de otros. Pero cuando el pelirrojo se negaba a sí mismo, Sasuke sentía que también negaba su amor; todo lo que ellos dos eran.

Y eso dolía.

“Me hace creer que no quieres estar conmigo”, pensaba, mientras que en la cabeza de Gaara solo había una cosa: “No me siento digno de estar contigo”.

Y la cuestión siempre giraba en torno a lo mismo: El qué dirán para Sasuke; el qué dirán para Natsu. Los ojos que juzgaría a Gaara, decidiendo que él era la peor persona para estar con el Uchiha.

Ya habían hablado de esto antes. Sasuke se estaba quedando sin herramientas para lidiar con el autosabotaje de Gaara.

—Porque pasé cinco años de mi vida buscándote—prorrumpió—. Mi padre estaba al tanto de eso. No hizo nada con tal de que yo cumpliera en la empresa, pero él tenía en claro que era… no, es algo importante para mí.

Sasuke suspiró. Vio a Gaara pasarse las manos por la cabeza, girarse para atrás, caminar y volver al lugar de inicio. La luz naranja que entraba por la ventana del cuarto de Gaara hacía que el color de su rostro se acercara más al de su cabello. O tal vez no, tal vez solo se estaba hiperventilando.

El moreno lo sujetó por los hombros para detenerlo. Luego, enmarcó su rostro, lo miró fijamente y le dio un beso en los labios.

—Él supo quien eras tú desde el momento en que te vio—le dijo—. Así que está hecho, Gaara.

El taheño cerró sus manos sobre las muñecas de Sasuke. Juntó los párpados, dejando ir una exhalación como si ahí también liberara toda su ansiedad.

Tal vez no lo diría. Tal vez era debido a sus problemas de autoestima, pero lo cierto es que Sasuke tenía una capacidad increíble para hacerlo sentir seguro.

Juntó su frente con la del Uchiha, se mordió el labio y asintió una sola vez.

—Está bien—murmuró, quedamente—. Está bien. Quiero que estemos juntos los tres.

Sin embargo, aunque tuviera confianza, el miedo seguía presente.

Permanecieron abrazados un rato hasta que las risas de Natsu se escucharon en la planta baja. Temari no estaba en casa; como su esposo había ido a visitarla durante sus vacaciones desde Japón, la pareja pasaba todo el tiempo afuera, turisteando por el gusto de ella (Sasuke había escuchado por parte de Gaara que su cuñado era de personalidad holgazana, pero se rendía voluntariamente a donde la rubia lo llevara). Así pues, quien estaba con Natsu esa tarde no era otra persona mas que Uchiha Itachi, el tío que todavía no se presentaba como tal, pero que ya hacía un excelente ganándose el cariño del chiquillo.

Cuando ellos bajaron, vieron al pelilargo con una mancha de tinta en cada mejilla. Había estado enseñándole a Natsu un poco de caligrafía japonesa, y después de varios garabatos, el niño decidió que era mejor idea remarcar las orejas del moreno.

—¡Gaara-san, Sasuke-san! —exclamó el pequeño cuando los vio al pie de las escaleras. Lucía radiante—. ¡Itachi-san me enseñaba algunos kanjis!

—Es lo que veo—apuntó Sasuke—. Itachi fue el que nació con la caligrafía bonita. El talento para el dibujo me lo dejó a mí.

—No, Sasuke-san—replicó Natsu, muy seguro—. Itachi-san también dibuja mejor que tú.

A su lado, Sasuke pudo escuchar a Gaara riendo a lo bajo. Frunció el ceño y sus mejillas se tiñeron de rojo, pero no dijo nada porque enseguida Itachi se levantó y se acercó a ellos; Natsu volvió a sumergirse en los lienzos que Itachi había traído consigo.

—Es un niño muy inteligente—comentó, dirigiéndose a Gaara, cuidando que el niño estuviera lo suficientemente distraído para entenderlo—. Mentiría si dijera que no me recuerda a Sasuke cuando era bebé. Y tiene tus ojos y tus gestos—Itachi sonrió—. Veo mucho de ustedes en él. En verdad espero que me aceptes ese cumplido, Gaara.

El Sabaku expandió ligeramente la mirada.

—Claro, gracias—mustió.

Luego, el mayor observó a su hermano.

—No te preocupes, papá aceptará a Natsu. Solo necesita tiempo.

—Te escuchas ridículo defendiéndolo, nii-san. Ambos sabemos que no lo hará. Pero, de hecho, eso está bien. Presentarlo con la familia solo causará más alborotos.

“Además, tú lo prefieres así, ¿verdad?” pensó el moreno, soslayando al pelirrojo que se mantenía receloso.

Itachi levantó una ceja.

—¿Entonces tampoco se lo dirán a Natsu?

Gaara mordió su labio.

—¿Cuál es el caso? —dijo—. Natsu espera una mamá.

Y Sasuke se quedó en silencio porque sabía muy bien que Gaara había dicho la verdad.

Con el paso de los meses, Sasuke se dio cuenta de que volver a comenzar con Gaara era como aprender un nuevo idioma. Sabía, en esencia, que Gaara era el mismo del que se enamoró. Pero el tiempo también lo había cambiado, y ubicar esos pequeños detalles que podían arrancarle al pelirrojo una sonrisa o sembrar la aflicción en su mirada, requería un esfuerzo por parte de Sasuke.

Y no era diferente para el taheño.

Ellos se habían conocido hace años. Su historia salía de lo común principalmente por todas las cosas que Gaara cargaba consigo. Pero, a fin de cuentas, con sus problemas y todo, ambos eran adolescentes. Ahora estaban en un punto diferente: Gaara (quien no tiene recuerdos de una familia amorosa) había vivido los últimos años como padre soltero, mientras que Sasuke ya se abría paso en el mundo de la arquitectura, los negocios y el glamur que envolvía a la familia Uchiha.

Sus vidas, considerablemente diferentes, les habían formado más carácter. Habían madurado, y lidiar con las trabas del otro (el amor persistente de Sasuke y las cicatrices de Gaara) habría sido imposible cinco años atrás.

Sí, quererse de nuevo era igual que aprender un nuevo idioma. Memorizar sus mañas cual si memorizaran un nuevo vocabulario. Aprender a confiar nuevamente y permitir que el otro, lentamente, se convirtiera en una constante en sus vidas.

Gaara notó que Sasuke era muy responsable en su trabajo. Cuando se quedaba a dormir en casa de Gaara (la mayoría de las veces en el cuarto de huéspedes), el taheño lo escuchaba despertarse a las cinco de la mañana. Se arreglaba para ir al trabajo y preparaba suficiente café para las demás personas que habitaban en la casa. A veces, Gaara le hacía compañía y ambos desayunaban juntos. El moreno siempre insistía el lavar los trastes antes de irse al hotel en construcción.

Natsu se quedaba al cuidado de su tía mientras Gaara estaba en la biblioteca, sumido entre una traducción y otra. Sin darse cuenta, pensaba mucho en Sasuke. Se pillaba mirando el reloj, esperando que el tiempo pasara más rápido para que llegara la hora de que Sasuke pasara por él y fueran a comer junto con Natsu  

Un beso discreto en la mejilla cuando salían del restaurante, cuando entraban a un museo o cuando paseaban por los campos Elíseos. Casi siempre la curiosidad de Natsu por las cosas de su alrededor era suficiente para que el niño no se percatara de aquellas muestras de afecto. Sin embargo, un día, mientras cruzaban el Puente de los Candados, Natsu hizo un comentario que dejó sin aliento a Sasuke e hizo que la cara de Gaara alcanzara el mismo tono que su cabello.

—Deberían poner un candado con sus nombres.

—¿Eh? —articuló Sasuke, ganándose una mirada curiosa del pequeño.

Aunque no se giró para verlo, supo que Gaara se había tensado tanto o más que él.

—¿No sabes, Sasuke-san? Los enamorados que desean un amor eterno vienen a sellarlo con un candado—recitó Natsu, cual si estuviera leyéndolo en un libro—. Escriben sus iniciales en el candado, lo colocan en el puente y luego tiran la llave al rio para que sus aguas guarden la promesa de amor. Tía Temari y Shikamaru-san ya lo hicieron, así que faltan ustedes.

El silencio inundó a Sasuke y Gaara.

—Porque se aman, ¿no?

—Yo, ah…

—Un candado más va a hacer que el puente colapse—el pelirrojo tomó la palabra—. Y solo es una pieza de metal. Si dos personas quieren que su relación funcione, ellos serán los únicos responsables.

Esa fue la primera vez, durante todos esos meses, que Gaara expresaba tanto sus sentimientos: de forma indirecta, adusta, y sin mirar a Sasuke, pero a fin de cuentas había aceptado que lo amaba y que, si iban a continuar con esa relación, ambos pondrían de su parte por más difíciles que fueran las cosas.

Habían pasado casi seis meses. Fugaku no había vuelto a tocar el tema con Sasuke. Se limitaban a hablar sobre los asuntos del hotel y la gran fiesta de inauguración que se daría en su honor. Itachi decía Fugaku se estaba tomando el tiempo para procesarlo, aunque Sasuke más bien creía que le importaba un bledo. De todas formas, a su manera ya lo había aceptado. Y justo ahora, Sasuke no quería preocuparse por nada.

Estaba feliz.

—Mañana es la fiesta—apuntó Gaara, en uno de los días donde Sasuke no dormía en la habitación extra.

La cabeza del pelirrojo reposaba sobre el hombro del Uchiha, quien lo rodeaba con el brazo, en la pequeña cama de Gaara.

—Mhm.

—¿Qué harás…? —El de ojos aguamarina corrigió su pregunta—. ¿Qué haremos después?

—Ya no tendría motivos de quedarme en Francia por trabajo—contestó el moreno en voz baja. Aunque la ventana estaba cerrada, seguía siendo una noche fría, así que trataba de acurrucar al pelirrojo contra él lo mejor que podía—. Pero sí tengo motivos más importantes.

Gaara permaneció en silencio.

—Por supuesto. Que me quede o no en París solo depende de lo que tú quieras, Gaara—continuó el Uchiha—. Quiero decir, puedo encontrar la manera de hacer mi trabajo aquí o en Japón. El lugar no me interesa demasiado.

Hubo silencio por unos segundos.

—No sé si quiero volver—masculló el pelirrojo—. Natsu creció aquí, París es todo lo que conoce. Por otro lado, mi hermana tiene su vida en Japón. Creo que la he retenido lo suficiente aquí.

—Dudo que esté contigo por obligación.

—Sé que no… —Gaara entrecerró los ojos—. Pero… aun me aterra. Me aterra regresar. Me da miedo estar frente a tu familia y saber que no soy lo que ellos esperan para ti—Sasuke lo miró a los ojos—. Sé lo que piensas. Solo debería importarnos a nosotros, pero no puedo evitarlo. Y si alguien llega a enterarse sobre lo que hice….

—Podemos quedarnos en París entonces—señaló Sasuke. Él creía que podían lidiar con los asuntos legales en Japón si le pedía ayuda a Madara, y sobre lo demás… no es como si fuera la primera vez que un Uchiha daba un escándalo (todavía recordaba bien la vez que Obito presentó con la familia a su novio Kakashi, quien curiosamente había sido profesor de Sasuke y Gaara durante el instituto) —. Te dije que no tengo problema.

—¿Estás seguro? —preguntó el taheño, levantando la cabeza, apoyándola sobre el pecho del moreno—. ¿Y tu familia, tu hermano?

—Gaara, está bien. Créeme.

Su silencio decía que todavía le era difícil.

—¿Qué necesitas para confiar en mí? ¿Quieres que sellemos nuestro amor en el puente de los candados? —bromeó Sasuke, y Gaara le lanzó una mirada de gato receloso.

—No seas ridículo, Sasuke.

“Aunque en realidad no sería una mala idea”.

—Ya. Tampoco soy mucho de eso, aunque no me molestaría si tú quisieras—el moreno exhaló un suspiro—. Me acompañarás a la fiesta mañana, ¿verdad? —Gaara hizo un gesto de miedo—. No como pareja. Puedo presentarte como un amigo…. Mi padre dijo claramente que quería discreción.

Aun con las explicaciones, Gaara se reservó el derecho de responder.

Al tomar el avión para Francia, Naruto llevaba sus audífonos y un buen catálogo de películas para ver en su celular.

Quería mantenerse ocupado. Quería distraerse la mayor parte del tiempo posible porque bien sabía que cuando viajaba solo, su mente daba rienda suelta a un montón de pensamientos, y últimamente, estaba demasiado inestable. Si pensaba en lo encaprichado que Sasuke estaba por otro amor, Naruto bajaría del avión aun si éste hubiese cerrado sus puertas; pero si pensaba en lo encaprichado que él estaba con Sasuke, seguiría adelante hasta dar con el moreno, y lo llenaría de todos los sentimientos que había acumulado durante años.

Oh, se casarían, adoptarían perros, gatos y tendrían una PlayStation para jugar todo el fin de semana.

De seguir sobrepensando las cosas, luego divagaría en su pobre hermano, confinado a terapia psiquiátrica por algo que no era culpa suya. Es decir, sí, le hizo cosas malas a Gaara (Naruto debía ser lo suficientemente maduro para admitirlo), pero SÍ había algo extraño con ese pelirrojo. Y SÍ, todo lo que Deidara juró haber visto, era verdad.

Sin embargo, Sasuke jamás abogaría por el rubio de cabellera larga. A veces Naruto sentía que traicionaba a su hermano con el amor que sentía por el Uchiha.

Así que, para callar al ángel y al diablillo que le susurraban desde sus hombros, Naruto pretendía mantenerse distraído durante el vuelo. Pero las películas y su música dejaron de ser su primera opción cuando a su lado se sentó alguien familiar. Naruto no tardó mucho en reconocer los mechones bermejos alborotados, los ojos de avellana en el rostro circular y aniñado.

—¡Eres tú! —exclamó el rubio alegremente, pero luego su gesto se ensombreció—. Eres el ex novio de Deidara.

Naruto era extremadamente bueno para recordar rostros, no así nombres.

—Akasuna no Sasori—se presentó el pelirrojo, reservado, mientras acomodaba su pequeña maleta en los compartimientos de la parte superior.

—Eres pianista, ¿cierto? —preguntó Naruto, seguramente sintiéndose igual de incómodo. Pero si debía viajar con el hombre que antaño Deidara amó tanto, entonces intentaría hacerlo con toda la paz mental que pudiera—. Te vi tocando en la inauguración de uno de los hoteles de los Uchiha, ¿recuerdas? Estaba entre el público, dattebayo.

Sasori se tensó, aunque Naruto fue demasiado distraído para notarlo.

—Claro que te recuerdo.

El pelirrojo se sentó junto al rubio. Permanecieron callados mientras se reproducía el video de seguridad en sus pantallas. Akasuna por supuesto debía estar sintiéndose más incómodo que el joven Namikaze, pues estaba sentado al lado del hermano de alguien que en algún punto consideró el amor de su vida.

Y si era sincero, Sasori sabía perfectamente que se había comportado como un patán con Deidara.

—¿Cómo está Deidara? —mustió su pregunta una vez que emprendieron el vuelo.

Naruto lo miró ceñudo, pero con ojos brillantes, como si se alegrara de que le hubiese preguntado.

—Sigue en tratamiento—le dijo—. No le gusta, le dijeron que tiene muchas cosas que atender además de… lo que pasó. Mi abuelo no cree que él sea capaz de hacerse cargo de nuestra empresa, por eso lo mantiene ahí y me obliga a mí a tomar su lugar—Naruto miró a Sasori e intentó cambiar su semblante por uno más alegre—. Deidara realmente se esfuerza por salir, aunque le parece frustrante que siempre le estén diciendo cómo debería sentir y pensar, y los medicamentos, los medicamentos son molestos. Pero claro, se esfuerza como cualquier persona. A pesar de su temperamento y de que a veces le dan ganas de incendiar la clínica, lo hace bien. Oh, y ya no incendiaría nada, ya contiene mejor sus tendencias pirómanas.

Una sonrisa escapó de los labios de Sasori.

—¿No lo haría? —preguntó, su voz llena de melancolía—. Por supuesto que lo haría.

No era que el Akasuna aprobara las conductas antisociales del rubio. No mientras dañara a otros. Pero el Deidara que conocía era así: impulsivo, espontáneo, maniático y tan resistente como un roble. No se dejaba manipular por nadie, ni siquiera por el mismo Sasori, así que era comprensible que tuviera problemas con los psiquiatras.

Y comprensible también, que diera su mayor esfuerzo para salir de ahí.

Esa determinación fue una de las cosas que más cautivó al pelirrojo sobre Deidara.

—¿Por qué dejaste de verlo?—preguntó Naruto.

“Vamos”, pensó el taheño, sintiendo una opresión en el pecho, inundándose en la culpa que le provocaba recordar todo lo que dejó atrás con Deidara. “Pregúntame directamente por qué terminamos”.

Las cosas entre Sasori y Deidara siempre fueron un espiral turbulento. Ambos quedaron enredados en el otro desde la primera vez que se vieron, y fue como la primera vez que el sol se encontró con la luna en un eclipse. Chocaban y encajaban como ningún otro. Para Sasori, Deidara era arte, arte eterno, arte efímero, arte que le podía hacer sentir tantas cosas que lo llevaban a las estrellas, pero que terminaban demasiado rápido para disfrutarlas.

Así, iban de besos a mordidas, de susurros a peleas. Deidara mostraba un especto bipolar y antisocial desde que Sasori lo conoció, pero no fue hasta que el rubio se empeñó a “defender” a su hermano pequeño de un pelirrojo que ni siquiera le topaba; ni estaba interesado en competir por el amor del joven Uchiha.

No era solo el triángulo de Sasuke, Gaara y Naruto. Sasori se estaba cansado cada vez más de lidiar con la forma tan desbordante que Deidara tenía para expresar sus emociones, el sexo casi obligado, las rabietas. Y aunque el Akasuna pensó que podría lidiar con ello por su amor al rubio, las cosas vinieron en picada desde que Deidara entró al psiquiátrico.

Con el trabajo, Sasori apenas podía visitarlo, y cuando lo hacía, siempre terminaban peleando. Sasori fue quien dio por terminada la relación alegando que en el momento en que Deidara se centrara de nuevo en su camino, entonces habría alguna esperanza de hacer las cosas bien, pero desde el inicio.

Y lo cierto es que ese había sido un acto egoísta.

Lo supo desde que volvió a ver a Uchiha Itachi y, sin pensarlo demasiado, se acostó con él.

Dios, siempre supo sobre los sentimientos del moreno, y negaba que él sentía lo mismo porque su amor por Deidara era más grande.

Ahora, estando frente al hermano del rubio, se sentía la basura más grande del planeta.

—Sabías que nos terminábamos peleando cada vez que iba a visitarlo y después tenía recaídas, ¿no? —dijo el pelirrojo—. Estar conmigo no le ayuda mucho en su proceso. Y yo también me estaba cansando.

—¿Cansando? ¿Quieres decir que te cansabas de él? ¿Entonces no le amabas? —preguntó Naruto, acusando al taheño con la mirada.

—Cansado de que todo fuera en picada, ¿sabes? El amor no basta para ayudar a alguien a superar sus problemas, y a veces daña más estar ahí que alejarse.

Para Naruto, sin embargo, eso no era así. El amor era algo en lo que se debía poner todo el esfuerzo antes de tirar la toalla. Por eso había sido tan persistente, por eso estaba en ese avión.

—¿Volverás a buscarlo cuando salga de la clínica?

En ese momento, una aeromoza les ofreció bocadillos. El pelirrojo no volvió a tocar el tema de Deidara y, para su suerte, Naruto se entretuvo tanto con la bolsa de frituras que olvidó su propia pregunta.

Cuando se dio el anuncio de que estaban por aterrizar en el aeropuerto de París, Naruto sintió una opresión en el pecho. Esa noche era la fiesta de inauguración del hotel, él tenía intenciones de buscar a Sasuke, llevárselo a un lugar donde pudieran hablar solos y aclarar su situación de una vez por todas. El problema es que no tenía no la menor idea de lo que diría.

—¿Por qué estás aquí, Naruto? —preguntó Sasori una vez que ambos recogieron su equipaje.

—Vine a la fiesta del nuevo hotel de Sasuke—respondió—. ¿Y tú?

Sasori se relamió los labios.

—Seré el pianista, de nuevo—dijo, y Naruto abrió los ojos con sorpresa—. Al señor Fugaku le gustó mi presentación, así que fue él mismo quien me pagó los viáticos.

—¿Te pagaron una suite en el hotel?

Sasori asintió.

—Wow. Entonces parece que seremos compañeros de viaje durante un rato más, Sasori-san—exclamó el rubio, jovial—. ¿Qué dices si compartimos los gastos del taxi para llegar al hotel y buscamos algo de comer antes de la fiesta, ttebayo?

Era evidente que Naruto estaba nervioso. Él había viajado sin viáticos y sin avisarle a su abuelo. Ni siquiera tenía reservación en el hotel. Los Uchiha no siquiera sabían que estaría ahí y solo le quedaba hacer acto de presencia en la fiesta para que lo reconocieran y le dejaran pasar.

Lo cierto, es que es rubio no era capaz de aceptar que actuó por un mero impulso. Los sentimientos se desbordaban en su corazón y él no había madurado lo suficiente. Había tomado un vuelto a París, persiguiendo una esperanza que fue refutada cuando Sasuke le dijo que el beso en navidad había sido un error, que él seguía enamorado del taheño y que entre ellos solo había amistad.

“Pero él te dejo”, pensó Naruto, “ya hiciste todo lo que podías hacer por él. Es hora de que tires la toalla y me mires, Sasuke”.

O en todo caso, era el momento perfecto para que Naruto jugara su última carta y apostara por el Uchiha.

Lo que pasara después, ya no quedaría en sus manos.  

 

Notas finales:

Por un momento, se me estaba escapando la historia de Itachi y Sasori de las manos xD ¡Lo lamento! Sé que es una pareja secundaria, pero tampoco quiero dejar las cosas tan al aire xD

¡Muchas gracias por leer!

Nos leemos, seguro, dentro de seis meses uwu

   

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