Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Cien Páginas por KamiRed

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

No tengo mucho que decir, sólo que disfruten de la lectura. Ésto es el resultado de varios meses pensando y pensando sobre qué escribir. Y bueno, ésto ha salido. 

Saludos y ojalá les guste. 

Cien Páginas: I

 

-Tengo que terminar esto…-

Mi voz resonaba en la habitación, al estar hablando solo. Tomé la taza y la llevé a mi boca para tomar un poco de café y finalmente seguí concentrándome en lo mío. Ese maldito escrito se estaba devorando mi vida por completo, y también mis horas de sueño. El sonido de mis dedos golpear las teclas se hacía oír en la casa. Sólo éramos mí amado ordenador y yo, ahí se encontraban todos mis escritos, así que no era de extrañar que lo amara más que a mí mismo.

Aparté sólo un poco la vista de la pantalla para ver algo en el escritorio… un retrato, un rostro, un par de ojos profundos viéndome. Los escasos segundos que permanecí viéndolo parecieron horas. Reaccioné y relajé mi rostro en una expresión de pena. Mis ojos estaban llenos de nostalgia e insomnio.

-No me mires así… Tú me metiste la idea de ser escritor. Pero no contabas con lo perezoso que soy-

Guardé silencio otros segundos más, aparté la vista de aquel retrato y solté un largo suspiro mirando al techo.

-Otra vez hablando solo…- Me reprimí a mí mismo.

¿No me presenté, verdad? Siempre se me olvidan ese tipo de cosas. Mi nombre es Shiroyama Yuu, y me dedico a escribir, sí, mi vida es la escritura. Vivo de eso, en fin, soy escritor. Vivo solo, en una linda casa bastante apartada del centro de la ciudad, pues un escritor necesita estar solo y sin ruidos molestos para poder oír sus pensamientos, ¿No? O al menos eso es lo que yo necesito para estar en paz conmigo mismo, y poder escribir tranquilo. No me agrada estar entre muchas personas, en otras palabras, no soy muy social. Prefiero estar conmigo mismo, y mi ordenador, por supuesto.

Las escasas veces que salgo fuera de mi casa, es para comprar cosas, o para ir a la biblioteca a leer un poco o comprar algún libro. Mi visita a esos lugares en particular suele ser breve y rápida, ya que siempre tengo que priorizar mi trabajo dentro de mi cabeza. Siempre ha sido la misma rutina en mis días de trabajo, me levanto relativamente temprano, si no es que me quedo dormido; me tomo un café, voy a hacer las compras, paso por la biblioteca a chequear si llegó material nuevo que me interese, y regreso a casa a pasar unas horas de ocio y seguir trabajando.

Siempre la misma rutina, la misma costumbre, el mismo hábito.

Pero ese día… Todo mi mundo se dio vuelta, se desmoronó, de una manera muy bella, por así decirlo.

Era un día lunes del mes de Octubre, no recuerdo qué número exactamente. Ese día me había levantado a duras penas de la cama, la noche anterior se suponía que me desvelaría trabajando en mi escrito, pero una ojeada a la televisión me arruinó por completo. Y trasnoché sentado en el sofá hipnotizado con películas bastantes interesantes y entretenidas. Nótese mi necesidad de por lo menos algunas horas de distracción, consecuencia de tantas horas y días de trabajo arduo. En fin, maldije esas condenadas películas como si no hubiese un mañana y acepté el hecho de que el día recién acababa de comenzar.

Rogaba para que aquella noche de desvelo, por lo menos, trajera algo bueno en ese día. Aunque ni yo me creía semejante demencia.

Ese día no me apetecía comprar nada, así que sólo me dispuse a ir a la biblioteca. Pantalones de jean oscuros, zapatos, una camiseta y una chaqueta casi nada abrigada. Era todo lo que necesitaba en ese día no tan frío de otoño.

­­­­Sonaron las campanillas de la puerta de la biblioteca en el momento en que entré. Aquel silencio agradable de allí seguí estando como a mí me gustaba. Siguiendo mis hábitos de siempre, me dirigí a donde siempre solía estar la ‘mercancía’ nueva. O en simples palabras, los libros que acababan de llegar del fin de semana. Chequeé un poco rápido con la vista, buscando alguna portada llamativa para mi gusto, o algún título que cumpliera las mismas condiciones.

Mi mirada giró de izquierda a derecha para echarle un ojo a aquella fila de libros, pero sin ninguna razón coherente, mi cabeza giró más de lo que planeaba. Y cuando me di cuenta, yo posaba mi vista en alguien. Una persona, sentada en una de las mesas a la derecha de donde yo me encontraba. Era un joven, parecía muy atento a lo que leía en ese momento. Yo sólo quedé con la cabeza doblada, mirándolo como un estúpido.

¿Quién era? ¿Y qué estaba haciendo yo? No sé, pero no podía dejar de mirarlo. De arriba a abajo, cabellos castaños por los hombros, lacios y bien peinados, aunque un poco alborotados, camiseta blanca y lisa con cuello en forma de “v”, un saco de tela un poco fina de color negro, jeans oscuros que al parecer eran un poco apegados a sus piernas y un par de lo que parecían ser unas botas negras. Oh, y una delgada y fina bufanda de color negro llamativo, estaba hecha de una especie de tela muy delicada, resaltaba sobre su blanco cuello a simple vista. Mis ojos subieron nuevamente a su rostro. ¡Valla! Esto es nuevo. Nunca me encontré con un rostro tan lindo y detallado. Era como ver la perfección ante los ojos de uno.

De verdad que era algo nuevo… él no se parecía en nada a la persona de mis recuerdos. Aquel joven era diferente a él.

Y sus labios… entreabiertos. Podría jurar que desde ese día, aquellos labios se llevaron consigo toda mi cordura, pues eran tan especiales y únicos, que parecían la perfección en su estado más lujurioso y puro.

Pero, ¿En qué demonios estaba pensando? Le pregunté a mi consciencia como si le estuviera dando una bofetada para que me permitiera girar la cabeza de nuevo a los libros. Pues estar observando a alguien de esa manera, me haría quedar como un maniático, estaba seguro de ello.

Esa mañana, al parecer mi consciencia quería demostrarme que podía conmigo. O eso interpreté yo, al ver que sin darme cuenta de lo mínimo que yo hacía, tomé un libro cualquiera sin siquiera haber visto la portada, y mis piernas se movieron en dirección a aquella mesa.

¡¿Qué diablos haces, Yuu?! ¡Date la vuelta y vete de aquí, demonios! Me gritaba a mí mismo en signo de alerta. Mi muy desgraciada mente se quería hacer la graciosa ese día o algo así. No me hizo caso. Mi corazón latía como si fuera el último día de mi vida. ¿Qué haría si él se daba cuenta? Claro, le diría: “Oh, disculpa, te he estado observado durante 20 minutos desde allí como un maniático, y creo que eres lindo. Bueno, adiós.”. ¡Eso suena completamente estúpido! Aunque de alguna patética forma era totalmente cierto.

Cada paso parecía irritablemente lento, cada vez me acercaba más a él, mi mano se extendió hacia una de las sillas que estaban en frente de él. El ruido que provocó arrastrarla hacia atrás fue tan notorio, que la señora que se encontraba administrando la biblioteca, me dedicó una mirada asesina, como gritándome “Maldición, chiquillo, en la biblioteca se hace silencio”. La ignoré. Y al parecer al joven que estaba en frente mío, tampoco le importó, ya que no desvió sus ojos de su lectura ni por un momento.

Tomé asiento, abrí el libro en quién sabe qué página, y simulé leer. Luego de un minuto, subí los ojos hacia él, ahora que lo tenía más de cerca, pude notar que llevaba puesto unos auriculares. Con razón no se molestó por aquel ruido que había hecho con la silla. Me quedé observándolo durante unos segundos y luego fingía leer. Parecía muy concentrado en lo que leía, aun así, ni siquiera me molesté en ver qué clase de libro estaba leyendo.

Cerró el libro de manera tan espontánea y sorpresiva que casi me hizo saltar de la silla. Se levantó y simplemente se retiró de allí por la puerta. No me giré al verlo ni por un segundo, simulando mi lectura. Cuando oí las campanillas de la puerta, supe que ya estaba “a salvo” y cerré el libro que tenía en manos y lo devolví al lugar. Di un suspiro y volteé hacia la silla donde aquel joven se había sentado, y… un momento, ¿Qué era eso? ¿Un bolso? ¡Se había olvidado algo! Me sorprendí. Apuré mi paso hacia donde estaba eso, lo tomé sin prestarle mucha atención y corrí a la puerta para intentar alcanzarlo. Aunque para mi mala suerte, ni siquiera sabía hacia donde se había dirigido.

Cerré un poco fuerte la puerta, y giré hacia la izquierda para comenzar a apurar el paso, aunque había elegido una dirección al azar, de verdad esperaba encontrarlo. Pero algo me detuvo, alguien me tomó del abrigo obligándome a detenerme. ¿Me confundieron con un ladrón? ¡Rogaba para que no fuera así, por Dios! Yo no era un maldito ladrón, sólo quería devolver ese bolso. Me giré de inmediato, era él. Y tenía una amigable sonrisa en el rostro. Mi cara de estúpido fue maravillosa.

-¿A dónde ibas?- Me preguntó divertido.

Mi cara de “¿Me estas jodiendo?” se hizo presente.

-¿Y a donde supones tú que yo iba?- Contesté con otra pregunta, con una cara de ironía pura cuando le mostré el bolso que había dejado allí dentro.

-Oh, cierto. Pensé que no funcionaría.- Soltó una leve risa, y yo no entendía nada, pero su sonrisa era muy linda. –Lo dejé a propósito, disculpa si te asusté.- Volvió a sonreír mientras tomaba el bolso de mi mano y lo colocaba en su hombro.

-¿A propósito?- Pregunté aún atontado.

-Sí, me llamaste la atención, es decir… parecías interesante. Entonces supuse que si serías un buen tipo te preocuparías por devolvérmelo. Y también serviría para romper el hielo- Todo lo dijo con una facilidad y tranquilidad impresionantes.

-¿A qué clase de loco se le ocurre semejante plan para conocer a alguien?- Pregunte retóricamente soltando una risa. -¿No era mejor decir “hola”?- Le pregunté esta vez más serio.

-Eso es demasiado común para un loco- Dijo orgulloso señalándose a sí mismo con el pulgar. Cosa que nos hizo reír a los dos. -Oh, lo siento, no me he presentado. Soy Takashima Kouyou. Llámame por mi nombre por favor- Sonrió mientras me daba la mano par adarme un apretón.

-Shiroyama Yuu- Contesté al apretón de manos. –También dime por mi nombre- Le sonreí.

-Bien, irás a tomar un café conmigo, ¿Cierto, Yuu?- Sonrió confiado.

Dudé por un momento, ¿Tan rápido iba el asunto? Ese sujeto parecía algo… energético, o entusiasmado. Algo diferente a mi forma de ser, teniendo en cuenta mi constante antipatía.

-Claro, no tengo nada que hacer ahora- Contesté, tratando de ignorar mis dudas existenciales y por supuesto, el escrito que se encontraba esperando pendiente de mí en el ordenador de mi casa.

En unos pocos minutos ya estábamos sentados en el parque, con dos vasos de café en mano. El silencio que se hacía notar entre los dos no parecía incomodar a Kouyou. De hecho a mí tampoco, pero el hecho de estar sentado ahí con él, tomando café en el parque como si nada, cuando hace unos minutos yo lo observaba como si de un maniático acosador se tratase,  me incomodaba un poco, y hasta me ponía nervioso.

-Es un bonito día, ¿No?- Rompió el silencio.

-Por supuesto- Di un sorbo al café, el me imitó seguidamente.

-Y… ¿A qué te dedicas, Yuu?- Preguntó.

-Escribo… Soy escritor- Contesté. -¿Y qué hay de ti? ¿Haces algo?-

-Soy profesor, más bien, instructor de guitarra. Doy clases privadas- Dijo en un tono que noté algo apenado.

-Oh… Música… me gusta la música- Dije retóricamente mirando al cielo. –Dime, Kouyou-

-¿Sí?- Volteó a verme.

-Me enseñarás algún día a tocar la guitarra, ¿No?- Pregunté sonriendo.

-Por supuesto- Me dedicó una linda sonrisa.

-Pero antes debo sacarme esos molestos escritos de encima, de otra forma no tendré tiempo para mí- Dije suspirando.

Kouyou solo me miró, luego volteó mirando al suelo, parecía pensativo. Pero de repente me miró con los ojos bastante abiertos, como si se le hubiera encendido una lamparita sobre su cabeza.

-¿Sabes? Deberíamos tomar un café todos los días- Sugirió.

Lo miré un poco extrañado ante su entusiasmada reacción. Pero finalmente me digné a seguirle el juego.

-¿Seguro? ¿A la misma hora?- Pregunté dudoso.

-De hecho, siempre llego a la biblioteca unos minutos antes que tú, sólo que no te has dado cuenta- Soltó una risita.

-¿De verdad? No me había dado cuenta…- Suspiré del asombro. Toda mi vida yendo al mismo lugar, a la misma hora, ¿Y no me percaté de la existencia de esta persona? Me asombré nuevamente de mi nivel de distracción y estupidez frunciendo el ceño.

-¿Y qué dices?-  Interrumpió mis pensamientos de repente.

-Oh, me parece bien. Así será entonces- Le sonreí y di el último trago al café.

Me dedicó una linda sonrisa, llena de satisfacción y felicidad.

Pronto yo sabría la razón de sus sonrisas, y de los sentimientos con los que éstas cargaban.

Mantuvimos nuestra rutina tal y como habíamos acordado. Todos los días, alrededor de las nueve y media de la mañana, yo salía de mi casa y me dirigía hacia el centro de la ciudad, mientras que Kouyou terminaba de dar sus clases de guitarra y de igual manera, se dirigía al mismo lugar que yo. Dábamos un muy breve vistazo a algún que otro libro y rápidamente salíamos de allí para cruzarnos de calle y comprar un café o alguna otra bebida.

Aprovechamos para conocernos mejor, descubrir cosas en común, y hasta formar nuestras propias costumbres. Siempre que nos sentábamos en las mesas del café elegíamos una en especial. Se preguntarán, ¿Por qué una mesa en particular? Pues, es muy simple, a los dos nos agradaba la ubicación de ésta. Aquella mesa olvidada, apartada de las demás. Debido a que la cafetería era un lugar un tanto angosto pero muy profundo, todas las mesas conformaban una larga fila hasta el final de aquel pasillo. Pero nosotros elegimos el mejor lugar, sí, al doblar una especie de esquina de aquel pasillo, se encontraba la última mesa, iluminada por una ventana a nuestras espaldas. Lejos de los demás, lejos de cualquier otra cosas más que nosotros dos.

Kouyou prácticamente se convirtió en mi mejor amigo, mi más leal compañía de todos los días. Él me comprendía en todo, escuchaba lo que yo tenía que decir, y por supuesto, el sentimiento era mutuo. Era una de las mejores personas que llegué a conocer. No, más aún… porque él era especial.

Fue entonces cuando el amor nos encontró a nosotros, acompañado por demás cosas.

*  *  *

Algo blanco, brillante y molesto chocaba contra mis ojos. Desperté y cubrí mi vista con mi mano de la luz del sol que lograba entrar por la ventana hasta mi habitación. Otra vez había olvidado cerrar la ventana. En fin, giré hasta divisar el reloj de la mesa junto a mi cama… las ocho de la mañana.

“Bien, todavía tengo tiempo para continuar con el escrito” Pensé al darme cuenta que aún me quedaba una hora y media libre antes de ir a tomar el café de todos los días con Kouyou. Ya había pasado un mes de nuestro encuentro, estábamos en el mes de Noviembre, y aquellos cafés de todos los días ya eran un hábito más de mi vida. Y por supuesto, Kouyou y yo nos conocíamos más y llegamos a tener mucha confianza entre los dos.

Nos convertimos en grandes amigos. A pesar de que la primera vez que se cruzó en mi vista, creí enamorarme de él. Así es. Pero a esas alturas no quería arruinar la valiosa amistad que teníamos.

Pero como soy idiota, no sabía lo que Kouyou sentía por mí en ese entonces.

Luego de haber ido al baño, vestirme y peinarme, sin siquiera haber desayunado, me dirigí hacia el ordenador. Y como si no hubiera nada más importante que eso, comencé a escribir. Como si mi vida dependiera de ello. Por suerte y por alguna razón desconocida, aquel día mi cabeza rebozaba de inspiración. Así que la aproveché al máximo volcándolo todo en el escrito. Cuando avancé alrededor de seis páginas más o menos, miré la hora, diez minutos faltaban para las nueve y media, así que me dispuse a salir. Luego de caminar unas cuantas calles llegué al café.

Como de costumbre, antes de dirigirme a nuestro lugar de siempre, ordené dos cafés. Cuando ya los tenía en mano fui a nuestra mesa. A esas alturas yo ya contaba con la seguridad y confianza de que Kouyou ya estaría allí esperando, después de un mes de la misma rutina, sin falta. Era lo habitual que él llegara unos minutos antes, se sentara en nuestra mesa, y luego yo llegara y comprara los cafés. Así que doblé la esquina,  y como siempre, ahí estaba.

-¡Buenos días!- Exclamé fingiendo un tono entusiasmado, para llamar la atención de Kouyou, que se encontraba mirando por la ventana, absolutamente desatendido de mi llegada.

-Oh, buenos días- Dijo como si hubiera bajado de las nubes en las que yo suponía que estaba, al verlo tan distraído.

-¿En qué pensabas? Parecías pensativo, oh, o debe ser que tienes sueño- Dije soltando una risa. -¿Dormiste bien anoche Kouyou? Tienes cara de cansado- Dije aun riendo mientras colocaba el café en la mesa.

-¡Claro que dormí bien, tonto! Yo siempre me acuesto  cuando es debido. No como tú- Dijo en tono de broma al mismo tiempo en que tomaba el café en sus manos.

-¡Oye, pero me estoy acostando cada vez más temprano! Algo es algo- Dije simulando estar enfadado.

-Claro, lo que tú digas- Dijo sarcástico. –Y bien, ¿Avanzaste con tu escrito? ¿O te quedaste otra vez merodeando por Internet?-

-De hecho anoche avancé más de diez páginas en unas cuantas horas. Y hoy a la mañana completé seis- Alardeé orgulloso mientras le daba un sorbo al café.

-Oh… eso es mucho- Se asombró.

-¿Y tus clases de guitarra? ¿Es difícil enseñarle a las personas?- Pregunté.

-No tanto. Bueno, no para mí. Creo que tengo algo que no todos tienen… paciencia con los tontos- Exclamó riendo. También me reí bastante con aquella broma.

-Entonces, creo que yo no serviría para esa clase de trabajo- Dije riendo.

-Me imagino, ¡Estoy seguro que tirarías la guitarra por la ventana!- Exclamó y ambos reímos a carcajadas. Después de todo, aquello que dijo tenía algo de verdad.

-Sí, yo también estoy seguro de ello- Dije suspirando y dando un trago al café.

 Quedamos en silencio durante unos minutos, observando por la ventana. Hasta que algo se me pasó por la mente.

-Oye…- Llamé su atención.

-¿Qué pasa?- Desvió su vista hacia mí.

-Es miércoles, los miércoles no tienes nada que hacer hasta la tarde, ¿No?-

-Así es. ¿Por qué? ¿Quieres hacer algo?-

-¡Pues claro, tonto! Vamos, vallamos a tomar algo a mi casa- Lo jalé de la mano y el sólo me siguió.

Salimos del café, y en el momento que reaccioné, me di cuenta que aún lo tomaba de la mano. Parecía que Kouyou tampoco se había percatado de eso. Lo solté de inmediato avergonzado.

-Yuu, no es justo. ¡Sabes que estoy intentando beber menos!- Me reclamó mientras caminábamos por las calles.

-Relájate, sé que no has bebido en mucho tiempo, esto será como un premio- Decía yo en un tono despreocupado.

-Está bien, sólo por hoy- Dijo resignado.

Al decir verdad, no nos habíamos percatado de que estábamos a punto de beber a las once de la mañana. Pero a veces no teníamos horarios para beber con Kouyou, todo daba igual.

En poco menos de diez minutos llegamos a mi alejada casa. Kouyou había ido pocas veces allí. Saqué las llaves de mi bolsillo y abrí la puerta de entrada.

-Por cierto, ¿Y qué hay de tu escrito? ¿No lo tienes que terminar?- Me interrogó luego de beber un trago de la bebida en lata que tomábamos.

Nos encontrábamos sentados en la sala, en los sofás donde yo solía ver esas malditas pero interesantes películas.

-Ah… hoy no tengo ganas de escribir- Dije con pereza y despreocupación.

-Holgazán…- Me acusó.

-¡Y estoy orgulloso!- Exclamé con superioridad. Ambos reímos a carcajadas. –Aunque ya he alcanzado las cien páginas en un nuevo escrito que estoy empezando- Dije en voz baja para defenderme.

Entonces quedamos en silencio.

Kouyou borró la sonrisa de su cara, y se mostró preocupado. Dejó la bebida sobre la mesa.

-¿Pasa algo?- Pregunté.

-No…- Dijo en voz baja. –Mentira, sí. Sí pasa algo- Se autocorrigió al darse cuenta que ni él se creía aquella mentira.

-Puedes contarme lo que sea- Le brindé apoyo seriamente, dejando las bromas de lado.

Miró apenado al suelo y apretó los puños sobre su regazo, los mechones lacios de su cabello no me dejaban ver su rostro.

-Yuu, ¿Te gustan los hombres?- Rompió el silencio.

El tiempo pareció detenerse. No, el mundo pareció detenerse. Realmente aquello me tomó por sorpresa. Pero al mismo tiempo, me puse feliz.

Sonreí con pena y cariño al mirarlo.

-Con que era eso…-  Suspiré. –Sí. Sí me gustan- Contesté con seguridad.

Kouyou volteó hacia mí y abrió cuanto más pudo los ojos de la sorpresa.

-¿Sabes? Yo tenía pareja…- Confesé con tristeza.

Kouyou me miró e hizo una expresión invitándome a que siguiera contándole.

-El falleció hace cuatro años, desde aquello no me he interesado en nadie- Confesé mirando al suelo. No quería que me viera con aquella expresión tan lastimera y entristecida.

Realmente me puse triste al contarle eso. Realmente, la nostalgia volvió, al recordar aquello.

-Lo siento, no debí preguntar eso- Se disculpó.

-No te disculpes, no pasa nada- Traté de decirlo despreocupadamente.

-Pero… ¿De qué murió?- Preguntó.

-Una enfermedad terminal- Sentencié con mis palabras.

Kouyou sólo hizo una expresión de tristeza al oír eso.

-Pero, ¿Sabes? Tú eres diferente- Le sonreí.

-¿Eh?- Kouyou no entendía a lo que me refería.

-Aquella vez en la biblioteca, me senté en frente tuyo porque llamaste mi atención. Vi algo en ti que nunca había visto- Lo miré a los ojos. –Desde el primer momento que te vi, me gustaste- Me acerqué a su rostro.

El sólo quedó mudo de la vergüenza, su rostro no dejaba de expresar lo sorprendido que estaba.  Noté que se sonrojó por completo y sólo desvió la mirada.

-Me gustas mucho, Yuu. De otra forma no habría hecho aquello tan estúpido para hablarte- Dijo avergonzado.

Solté una suave risa. –No fue estúpido. Porque conocerte, me ha salvado- Lo sorprendí con aquello que dije.

Él volteó rápidamente, y se dio cuenta que yo me había acercado a él aún más.

-Pasé cuatro años de mi vida escribiendo para él, todo lo que he escrito hasta ahora fue porque lo pensaba en todo momento. Él decía que yo tenía talento para la escritura. Sentí que debía hacerlo más por él que por mí.- Kouyou sólo escuchaba mientras me miraba a los ojos y yo a los suyos.

Qué ojos más profundos…

-Pero…- Continué hablando. –Estar contigo es la primera cosa que he hecho por mí en mucho tiempo. Porque realmente yo… realmente te quiero, Kouyou- Un poco más, me acerqué sólo un poco más a sus labios. Nuestras respiraciones hasta se mezclaban.

Tomé su delicado rostro con mis manos. Y nos miramos a los ojos, como si nos comprendiéramos el uno al otro sin necesidad de decirnos ni una palabra.

-Yo también te quiero, Yuu- Su voz se oía hermosa y suave.

“Te quiero”… Hacía mucho que no escuchaba esas palabras. Sin darme cuenta, reproduje en mi mente aquella frase con su voz.

Aún más, me acerqué aún más y al mismo tiempo, ambos depositamos un cálido y suave beso sobre nuestros labios.

Pero ninguno de los dos miró al otro. Porque habíamos cerrado los ojos…

“Por favor, quédate con migo” Fueron las palabras que salieron de su boca.

Contesté con un beso aún más apasionado, si es que se podía en aquellas circunstancias, y lo abracé al mismo tiempo, para que no se me escapara.

No otra vez, no dejaría que la persona que amo se escapara de mis brazos. Por eso lo abracé tan fuerte, tan fuerte como nunca.

“Claro que me quedaré contigo” Contesté en un tono apenas audible en su oído.

Pero… Kouyou, por favor, tú no te vallas de mi lado.

*  *  *

Cinco meses pasaron volando para los dos. Y mi relación con Kouyou había revivido aquella chispa que creía extinta en mi corazón, con ayuda de besos, caricias, y momentos típicos que me obligaron a recordar el pasado, y darme cuenta que era casi exactamente igual que con él.

Pero, vuelvo a repetirlo, Kouyou era tan especial como lo fue él, a veces, quizás más.

Ya estábamos en Abril del siguiente año. Recibimos el año nuevo en mi casa, ¡Ah! Claro, no lo dije aún. Hace un mes que Kouyou vino a vivir conmigo. Desde el día en que se mudó, la casa no parece tan solitaria como antes.

La noche de año nuevo salimos a comer a un bonito lugar en el centro de la ciudad. Luego caminamos por las calles y terminamos bebiendo un poco. Bueno, Kouyou quería beber demasiado, pero no se lo permití arrebatándole la gran botella que sostenía, pretendiendo acabársela solo.

-¿A dónde iremos ahora?- Kouyou reía mientras caminábamos por las iluminadas calles.

-No lo sé, pero creo que bebiste demasiado- Me burlé mientras caminaba a su par, de la mano.

-¿Eh? ¡No bebí de más! De hecho bebí lo mismo que tú- Se defendió enojado.

Sólo solté una risa y le di la razón para no hacerlo “enojar” aún más. Permanecimos en silencio unos minutos.

Luego se me encendió la lamparilla encima de mi cabeza.

-Hey, vallamos a un lugar- Dije con una sonrisa pícara mientras lo jalaba de la mano para que corriera conmigo.

-¿Eh? Oye, para, no tengo ganas de correr- Protestaba mientras era “arrastrado” por mí. -¿Y a dónde quieres ir a esta hora?- Preguntó.

-Ya verás- Contesté divertido tratando de ocultar la sorpresa.

Sólo corrimos unas pocas calles, ya que estábamos muy cerca de aquel lugar. Doblamos una esquina, y mientras trotábamos por el cansancio, podíamos observar un cielo estrellado inmenso acercarse, dejando atrás la ruidosa y luminosa ciudad.

-¿La playa?- Preguntó extrañado mientras disminuíamos la velocidad para caminar normalmente.

-Claro, pero hay un lugar muy especial que quiero mostrarte- Seguía dirigiéndole mientras tomaba su mano.

Vimos el muelle que atravesaba todo el ancho de la playa hasta unos metros más allá del mar. La gente solía ingresar a la playa por allí, pero nosotros no. Giramos a la derecha y subimos un camino de piedras bastante empinado. Aquella playa solía estar dividida de la ciudad por unas grandes colinas de arena y hierbas. Así que llegamos a la cima, y caminamos por lo alto de éstas.

-Llegamos- Dije sentándome en una banca que se ubicaba mirando hacia el mar.

-Maldito, me hiciste correr mucho- Fingió un puchero mientras se sentaba junto a mí y apoyaba su cabeza en mi hombro del cansancio.

-Pero vale la pena- Dije confiado.

-¿Por?- Preguntó mirándome.

-Mira, llegamos justo a tiempo para año nuevo- Señalé la playa. –Los aficionados de los fuegos artificiales siempre vienen a lanzar sus pirotecnias aquí en los días festivos. Es realmente hermoso verlo en un cielo libre de edificios y esas cosas molestas- Le expliqué sonriendo.

-Oh… ya veo- Dijo asombrado y atento a que lanzaran los fuegos artificiales.

Nos dimos cuenta de que ya era media noche cuando las personas de la playa festejaban gritando de la alegría y disparando los fuegos artificiales.

Nosotros simplemente observamos la preciosidad que aquellas luces brillantes y llamativas nos brindaban.

-Feliz año nuevo Yuu. Gracias por esto- Me miró a los ojos y me sonrió.

-Feliz año nuevo- Dije mientras tomaba su suave y simétrico rostro y lo llevaba a mis labios. Traté de ser un poco romántico, pero Kouyou me acercó de inmediato tomándome de la nuca.

Y nos besamos al compás de los danzantes fuegos artificiales en el cielo.

-Ah… estoy agotado- Exclamó Kouyou al llegar a casa y tirarse en el sofá.

-También yo, no debimos comer ni beber tanto- Dije mientras levantaba sus piernas para hacer lugar en el sofá y sentarme a su lado. –Y los años tampoco ayudan- Añadí, y Kouyou sólo soltó una risa.

-Pero la hemos pasado estupendo- Afirmó Kouyou.

-Así es- Le di la razón.

-Yuu- Kouyou se levantó y se sentó junto a mí. -¿Cómo es que conocías aquel lugar?-

-Ya había ido antes- Le sonreí y quedé unos segundos en silencio. –Íbamos casi siempre. Él fue quien me lo enseñó-

-Yuu, ¿Cómo se llamaba?- Preguntó.

Quedé en silencio. Recordé las infinitas veces que yo lo llamaba por su nombre, y él por el mío.

-Takanori-

Mis ojos se tornaron rojos al humedecerse. Pero no lloré. Hacía ya un tiempo que había dejado de llorar por él.

Aquel día miércoles del mes de Abril, al despertar a la mañana, decidimos ir de compras. Necesitábamos comprar algunas que otras cosas. Así que salimos cuanto antes, temíamos que se llenara de gente como siempre.

Fue ese día que descubrí, que el mundo es capaz de demostrarte que puede ser aún más cruel. Sin importar todo lo que hallas sufrido.

-Hoy te enseñaré a tocar la guitarra- Me dijo Kouyou mientras salíamos de casa.

-Ah, ¿En serio?- Pregunté desatendido.

-Claro, ya casi terminas tu escrito, y tú querías aprender, ¿No?-

-Cierto, tienes razón- Nos detuvimos en una senda peatonal a esperar que los vehículos dejasen de pasar.

-¿Comprarás algo en especial?- Le pregunté mientras cruzábamos la calle.

-Manga quizá. ¿Y tú?-

-Comida- Dije con simpleza.

-Te volverás gordo de tanto tragar- Me dijo fingiendo indignación.

-Claro que no- Solté una risa y le rodeé el hombro con mi brazo apoyando mi peso en él.

Esas cortas conversaciones, aunque ni siquiera fuesen enserio, me caían de maravilla.

Entramos al centro comercial, que constaba de una inmensidad de tiendas de diferentes artículos, productos y servicios. Nos abrimos paso en medio de la gente que iba y venía por aquel lugar. Nos observaban con aquella expresión de siempre, al ver a dos hombres de la mano caminar y bromear tan tranquilos. Y es que, ¿Pretendían que a nosotros nos importe lo que ellos pensaban?

-Creo que eso es todo- Le confirmé a Kouyou que ya no me apetecía comprar más comida chatarra y esas cosas.

-¿No crees que es demasiado?- Me miró sorprendido de la cantidad de “comida” que cargaba en el carrito de la tienda.

-Es que se nos acaba rápido a los pocos días- Traté de excusarme.

Kouyou sólo me miró con cara de “no tienes remedio”. Pagamos y salimos de allí.

Luego de que Kouyou decidiera qué revista de manga comprar, sin tardarse tanto como yo, salimos de aquella tienda y caminamos por el ancho pasillo del lugar, dando una ojeada a las tiendas que veíamos venir a nuestros lados. Poco antes de salir Kouyou me pidió que lo esperara, se le antojaba un café. Después de haber consentido su capricho, volvimos a caminar hacia la puerta de salida.

Entonces me detuve. Mis ojos estaban bien abiertos en reacción a lo que sentía en ese momento. Tiré de la ropa de Kouyou para que se detuviera también, y él me miró extrañado.

-¿Qué ocurre? ¿Olvidamos algo?- Me preguntó mientras miraba las bolsas que cargábamos.

Miré su café.

-¿Eh? ¿También querías un café?- Trataba de adivinar aquel “juego” de adivinanzas que mi mirada de sorpresa y mi falta de habla brindaban.

-Tu café, está temblando- Lo señalé con el dedo índice.

Kouyou bajó la vista, y su expresión se tornó igual a la mía.

-¿Bromeas?- Susurró Kouyou.

-Un temblor. Kouyou, es un temblor- Le dije en un tono alarmante. –Hay que salir de aquí- Lo jalé de la ropa para que caminara al mismo paso apresurado que el mío. Tiró su café en un bote de basura por el camino y caminó –más bien trotó- a mi par.

Pero no duramos mucho. La magnitud del temblor aumentó tan desmesuradamente que nos obligó a detenernos y sostenernos por una banca que se encontraba cerca. Los carteles, las decoraciones, y todo lo que nos rodeaba comenzó a temblar junto con nosotros en un movimiento desenfrenado y descontrolado. La iluminación cesó por completo sumergiéndonos en una oscuridad bastante aterradora, que no ayudaba mucho en esos momentos.

Nosotros dos sólo nos dispusimos a sostenernos el uno al otro con un brazo, y apoyarnos en la banca con el otro. Las bolsas que cargábamos se habían ido al demonio, las soltamos en cuanto nos dimos cuenta que la prioridad éramos nosotros.

-Esto es malo- Dije completamente asustado mirando al techo. –Va a caer-

Maldije mis propias palabras al pensar que el techo realmente cedió y cayó por culpa de lo que dije. Sucedió más rápido de lo que esperábamos, a penas pudimos meter medio cuerpo dentro de una tienda cuando sentimos que todo se nos venía abajo. Yo sólo intenté abrazar a Kouyou, no sé si lo logré, porque todo después de eso fue sólo oscuridad.

Desperté minutos después, ya no había movimiento alguno en el suelo. Traté de ver entre todo el polvo, no podía divisar casi nada. Sólo escombros, mucho de eso. Caí en la cuenta de que estaba boca abajo, y me costaba respirar un montón. Me sentía demasiado mareado como para pensar. Mi cuerpo tenía demasiadas cortadas y raspones profundos.

Quise respirar profundo, pero algo no me dejó. En cambió sentí un dolor impresionantemente desgarrador en el costado de mi costilla. Tiraba muy fuerte de mi piel. Bajé la mirada hacia abajo, mi ropa estaba manchada de lo que al parecer era sangre. Entonces fue que, miré detrás de mí.

El susto, la impresión y el dolor me provocaron nauseas.

Un tubo de metal, un condenado tubo de metal, incrustado en la zona de mi costilla izquierda. Miré más detalladamente, me atravesaba por completo.

La expresión de mi rostro no tenía descripción alguna. Comencé a desesperarme, no sabía qué hacer. ¿Moriría allí? ¿O alguien me rescataría? Ni siquiera podía moverme. Y ya me costaba respirar.

-Yuu- Oí a lo lejos la voz de Kouyou, no se oía nada bien.

Entonces vi que una mano se posó en un pedazo de concreto que se encontraba a mi lado, era Kouyou. Supe que no estaba bien cuando lo vi arrastrándose hacia mí.

-Yuu, ¿Estás bien?- Se esforzó en hablarme mientras se acercaba tosiendo en medio del polvo.

-No vengas, Kouyou- Comencé a llorar como una niñita desesperada.

-¿De que estas hablando?- Preguntó extrañado mientras levantaba la vista para tratar de divisarme. Y así lo hizo.

-Kouyou, por favor no me veas- Dije entre llantos. No quería que me viera así. No quería que Kouyou pase por lo mismo que pasé yo. Aquella escena en la que me vería seguramente sería más fuerte y dramática que la de ver a tu ser más querido morir en la camilla del hospital día a día.

-Yuu…- Se tapó la boca con las manos y sus ojos se humedecieron. –

-Tienes que irte Kouyou, busca una salida-

Kouyou abrió cuanto más pudo los ojos del shock, no lograba asemejar la situación.

-De qué… ¡¿De qué estás hablando?! ¡No te dejaré aquí!- Dijo entre llantos mientras observaba aquello que tenía clavado.

Lo miré con tristeza, en aquel momento me odiaba a mí mismo por no ser capaz de hacer algo por mi amado. Verlo llorar frente a mí, y no poder abrazarlo y tenerlo en mis brazos. No poder besar sus labios nunca más. Aquello dolía más que cualquier herida superficial.

-¡Mira como estoy! ¡Yo no puedo salvarme!- Dije en un tono bastante enojado, probando si con eso lograba que me haga caso. 

-¡Claro que puedes! Sólo…- No encontraba solución a lo que ocurría. –Sólo hay que esperar que nos encuentren- Decía desesperado para que le creyera.

-No puedo moverme. Yo… moriré antes de que nos encuentren- Dije entristecido mientras lloraba.

Sentía ganas de vomitar. No pude aguantarlo más y solté todo. A pesar de que sólo era sangre. Kouyou sólo observó aterrado. Terminé de toser más sangre. Y volteé hacia Kouyou.

-Kouyou, ¿Puedes caminar?-

Negó con la cabeza. -Creo que me rompí una pierna- Dijo mientras tocaba su pierna derecha.

-Maldición- Dije desesperado. –Tienes que tratar de salir de aquí, Kouyou-

-¡Ya te dije que no! ¡¿Acaso quieres que te deje morir aquí?!- Las lágrimas continuaban deslizándose sobre su hermoso rostro.

Yo sólo quedé en silencio por unos segundos.

-No pude… no pude hacer nada por Takanori- Apoyé la frente en el piso mientras lloraba. -¡Al menos déjame hacer algo por ti!- Gemía del llanto. Ya no me quedaba voz…

Entre tantas contracciones en mi estómago por llorar tanto, no pude evitar toser de nuevo. Cada vez respiraba menos y con más dificultad.

Kouyou se arrastró hacia mí y yo volteé a verlo. A duras penas pude levantar mi mano, él comprendió y se recostó a mi lado. Acaricié su rostro…

Quedamos así por unos largos diez minutos. Solamente mirándonos. Kouyou me abrazaba tanto como podía, y yo a él con el brazo que tenía junto a él. Abrí la boca para hablar a penas…

-Te amo, ¿Lo sabes?- A duras penas pude hacer salir mi quebrantada voz, para luego respirar menos y más agitado.

-Claro que lo sé- Kouyou tomó mi rostro con sus manos. Tan suaves… tan agradables y cálidas.

Mis ojos estaban perdiendo brillo. Pero aun así seguían abiertos.

-Me enseñarás a tocar la guitarra, ¿Verdad?- Pregunté.

-Claro que sí- Kouyou abrazó con más fuerza mi rostro y lo apoyó en su pecho.

-Taka… Takanori siempre quiso tocar la guitarra- Dije angustiado. Y una última lágrima cayó por mi mejilla, mientras sentía como Kouyou acariciaba suavemente mi cabello.

Las leves caricias que yo le daba al rostro de Kouyou cesaron. Pero él no se dio cuenta. Kouyou continuaba hablándome, diciéndome palabras lindas y haciéndome saber a cada rato que me amaba. Que todo estaría bien, que regresaríamos a casa y me enseñaría a tocar la guitarra.

Kouyou permaneció abrazado a mi cuerpo durante las cinco horas que tardaron en encontrarnos. Aunque yo ya no le respondía hace mucho. 

Entonces… Kouyou oyó que un grupo de personas movían los escombros y preguntaban si había alguien.

-Yuu, mira, nos salvamos- Me habló. Pero yo no respondí. -¿Yuu?- Tomó mi rostro para verlo, mis ojos aún estaban abiertos. Mirándole, como si mi último deseo fuera contemplar su bello rostro para siempre, sin importar nada.

Pero yo no emitía señal alguna.

Aquel miércoles del mes de Abril, en aquella mañana, yo morí. Morí en los brazos de mi amado. Partí de aquella vida como más hubiese deseado, teniendo el rostro del hombre al que amo frente a mis ojos.

Un destello de luz del exterior iluminó el bello rostro de Kouyou, había sido rescatado de aquel infierno. Lo primero que vieron aquellos rescatistas fue a dos hombres abrazados, uno estaba sano y salvo. El otro tenía un tubo de metal atravesado en su cuerpo de la manera más horripilante posible. Así que no tuvieron que pensar dos veces en decidir a quién sacar primero de allí.

 

 

Ahora que lo recuerdo, nunca terminé el escrito. Aun así, espero que Kouyou lo lea.

 

Después de todo, desde el día en que nos conocimos, sólo había escrito sobre él.

 

Cien páginas sobre él. 

Notas finales:

¿Les gustó? ¿No les gustó? ¿Qué les pareció? 

Sí, ya sé, me gusta matar personajes en mis historias, no me odien. xD

Si desean corregirme algo o aconsejarme, o expresar cómo se sintieron al leer el Fic o qué les pareció, no duden en dejar un Review. 

Bueno, eso es todo, no veremos en otro de mis futuros trabajos que tengo pensado. Tengo muchas ideas flotando en mi cabeza que aun no han sido plasmadas como se debe. 

Saludos desde Argentina a todos. 

¡Nos leemos! :) 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).