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Una musa para mi suicidio por Nazuki

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Notas del capitulo:

Buenas!! Sí, lo sé, lo sé, no lo iba a seguir, pero… bueh xD lo seguí xD

Espero que lo disfruten!! 

Un escritor para mi muerte

 

  La casa estaba descuidada y repleta de polvo, tres meses habían pasado desde que Kai había huido con el escritor. Dos meses de estarlo correteando de un lado a otro sin resultados positivos, hasta que, al final, llegó el momento de enfrentarse a la realidad: las musas no debían enamorarse de los artistas, ésa era la verdad absoluta para ellos.

  Observó con cierto desprecio el sillón en la sala, cuántos encuentros prohibidos habrían tenido en él era algo que no quería pensar. Kai era la mejor musa que habían tenido, meticuloso y perfeccionista, un trabajador excelso y comprometido. Sakito era un escritor mediocre, no merecía a Kai como musa, pero un «error en el papeleo» lo había dejado allí. Si hubiese imaginado el desenlace que tendría, nunca lo hubiese permitido. Su error, debió suponerlo cuando era la segunda musa que caía por el artista.

  Caminó por la sala, pisando las hojas esparcidas en el suelo sin consideración alguna por lo que tenían escrito. Eran basura. Pero levantó una de ellas y se puso a leer.

 

  «Empecé una historia sin tener en claro a dónde llegaríamos con mi musa. Por ello, mi querido lector, antes que empieces a leer quiero que sepas mi historia dentro de esta historia, quiero que sepas que hace seis meses que no me baño solo, me ha tocado una musa fetichista. Y ahí estamos, mi musa y yo, escribiendo una historia que se convertirá en mi obra maestra…».

 

  Un montón de porquerías.

 

  «…Quiero que sepas, mi querido lector, cuánto amé a mi musa. Cuánto le extraño, cuánta falta me hace y cuán incompleto me siento pese a tener esta novela en mis manos. Quiero que sepas, que no es un final feliz, pero sí fue un desarrollo feliz. Todo empezó conmigo viendo «¿Quién quiere ser millonario?», ahora el show se llama «¿Quién será millonario luego de morir hoy?». Ese soy yo, porque no hay nada peor que sentirse vacío y frío.

  Adiós, mi querido lector, me gustaría decir que algún día nos volveremos a ver, pero él ha dejado en claro que cuando un hombre muere, se termina. Fin».

 

  Conmovedor. Basura barata. El escritor iba a suicidarse entonces, Kai lo había logrado magistralmente como el trabajo lo pedía. Para que Sakito tuviera reconocimiento, tendría que suicidarse luego de completar su obra, era lo único que iba a darle un valor agregado a lo que, en tantas hojas desparramadas por allí, había escrito durante esos seis meses. Pero no. Kai cometió su primer y más grande error, lo prohibido para todas las musas, el perfecto de Kai fue a hacerlo. La musa se enamoró del artista. Y el muy idiota fue a pelear con él por ello, a defender lo indefendible y luchar por lo imposible. Por su bien, intentó retenerlo; mientras, Sakito se decidía finalmente a suicidarse. El trabajo quedaría completo y, luego de que Kai pasara el duelo, lo disculparía por su error. Nada de eso ocurrió. Kai tuvo que ponerse imposible y marcharse en busca del escritor. Era un idiota, si sabía que no le darían descanso, sabía que no tenía ni la más mínima chance de acabar bien, sabía que había echado todo a perder, igual seguía con aquello.

  Su teléfono sonó y lo sacó para contestar.

  —Está aquí —dijo el gato al otro lado.

 

  ———

 

  La casita que habían conseguido era amplia, pero parecía fantasmagórica y no tenía ni un solo mueble. De todos modos, su ubicación no podía ser más perfecta, al costado de una colina donde podía verse el espectacular paisaje nevado. Estaba fría y no tenían electricidad, no había forma de calefacción más que abrazarse fuerte y envolverse en las mantas que habían conseguido. La vida nómade que llevaban no era fácil, menos cuando tenían que huir despavoridos a lo que el sindicato de musas se enteraba de su ubicación, pero no les importaba, se amaban con tanta locura que se sentían capaces de resistir juntos al fin del mundo.

  —¿Y cómo se supone que haremos esto? —preguntó Kai, tomando asiento tras él. Le pasó con cuidado una taza con café caliente y lo abrazó cuando Sakito se echó hacia atrás, recostándose sobre su pecho—. ¿Será como en «Entrevista con el vampiro»?

  —Umh… preferiría que no, a Louis no se le paraba.

  —¡Saki!

  Rieron los dos, le acomodó mejor la manta con la que ambos se envolvieron y Sakito tomó el lápiz y un cuadernillo para dejarse apoyado encima.

  —Pues nunca le escribí la biografía a alguien, así que ahora tú vas a hablar y yo tomaré notas. Luego ya veremos cómo lo hacemos.

  —Mi vida no era tan interesante.

  —Te lo he dicho muchas veces: eres una musa, Kai, eso ya de por sí es interesante. Arranquemos.

  —¿Desde el comienzo?

  —No, si tú quieres el comienzo lo hago yo por ti. —Agarró mejor el lápiz y empezó a escribir mientras hablaba—. Hola, soy Kai, nací musa y con un paquete de unos treinta centímetros. Sí, ya desde chiquito la tenía…

  —¡Sakito! —se quejó, quitándole el lápiz para tachar lo que había escrito.

  El escritor reía como siempre que conseguía molestarlo. No era como que él se molestara en serio, al menos ya no, pero igual seguía avergonzándolo con eso.

  Le devolvió el lápiz y volvió a acomodarlo mejor contra su cuerpo, abrazándolo bien. Él no sentía el frío, pero Sakito sí, y mucho, de él dependía que se mantuviera en calor.

  —Pero ¿cómo empiezo? Yo tampoco hice esto nunca, y a ti ya te lo he contado todo.

  Sakito revoleó los ojos, bebió un sorbo de café y dejó la taza a un lado.

  —Hablemos como si recién nos conociéramos. ¿Nombre completo?

  —Kai.

  —Mentira.

  —¿Eh? ¡Me llamo Kai!

  —Yo sé que ahora te gusta pensar que eres todo un semental, pero no reniegues de tu nombre verdadero.

  —¿Ah? —Kai se lo quedó mirando extrañado, pero cuando lo vio anotar «Uke» en el cuadernillo, lo entendió—. ¡Aaah! Pero ese no es mi nombre verdadero. De hecho, me dieron ese nombre mientras me formaba para ganar mi verdadero nombre. Uke Yutaka fue un alias.

  —Déjame adivinar, ¿te lo dio tu jefe?

  Lo miró sin entender, pero al seguir el hilo que siempre seguía la cabecita de Sakito, lo llevó al sexo y lo comprendió. Le dio un zape en la cabeza, ya estaba riéndose el maldito.

  —¿Edad? —preguntó, aún a las risas.

  —Edad en años humanos no tengo, tengo artistas. La vida de una musa no se mide en años sino en logros. Tengo treinta y dos.

  —¿Y se puede asumir que es un artista por año humano?

  —No, a veces es más, a veces menos.

  —¿Cómo eras de chiquito?

  —¿De chiquito? No fui chiquito.

  —Cierto, siempre tuviste tus treinta centímetros… —Revoleó los ojos—. ¡Sakito! —se quejó él mismo a coro con Kai, y ambos rieron—. ¡Hazlo tú si no quieres que esté interrumpiéndote cada dos segundos!

  —¡Está bien! Pero calladito entonces…

  Agarró su taza de café mientras asentía. Bebió un sorbo y esperó que Kai empezara, se lo estaba pensando.

  —Yo nunca tuve vida propia hasta que me enamoré de ti, Saki. Antes de eso, nunca pensé en mí mismo. Soy una musa, las musas no existen para sí mismas, existen para los artistas, ¿sabes?

  —Aah… Eres tan cursimente hermoso…

  —Y tú tan cínicamente odioso…

  —Aaw…

  Sakito lo miró sonriente, haciéndole ojitos. Estaba tomándole el pelo, como siempre, pero lo hacía reír. Le quitó rápido la taza, el cuaderno y el lápiz, y, antes que tuviese tiempo a algo, lo volteó al piso, colocándosele encima. Se miraron, sonrieron. Besos, caricias, todo subía de tono muy rápido entre ellos, así como Sakito era de friolento, también lo era de calenturriento. Y lo adoraba por ello. Toda la noche, una y otra y otra vez. No había límites. No necesitaban límites.

 

  Sakito dormía profundo entre sus brazos, muy apegado a él como todas las noches. La oscuridad era absoluta, pero podía ver su rostro. Siempre le decía que era un creeper por mirarlo dormir, que eso quedaba bonito en las películas, pero era horrible en la realidad. Uno babeaba cuando dormía y se llenaba de lagañas. Él no podía evitarlo, lo veía dormir con tanta tranquilidad, tan sereno, que se contagiaba de paz. Nada importaba siempre y cuando estuviesen juntos. ¿Cuándo se había convertido en eso? Simple, cuando lo conoció.

  Miró el cuadernillo y el lápiz a un lado y se estiró para tomarlo, se acomodó mejor y dejó a Sakito bien envuelto y sobre él, pero dándose el lujo de tener la movilidad suficiente para escribir. Se suponía que él era la musa, nunca había agarrado papel y lápiz porque no se le estaba permitido, pero si iba al caso, nunca antes se había enamorado tampoco, porque tampoco se le era permitido.

  «Nombre completo: Kai.

  Alias: Uke Yutaka.

  Edad: Desconocida.

  Tiempo vivido: Treinta y dos artistas.

  Ocupación: Musa. Actualmente desempleado, prófugo y amor de mi vida».

  Rió divertido frente a lo que Sakito había escrito. Se quejaba que él era un cliché andante con patas, repleto de cursilerías, pero él también las tenía. Agarró mejor el lápiz y lo posicionó sobre la hoja.

 

  Mi nombre es Kai, pero hace mucho tiempo me llamaron Uke Yutaka. Siempre lo olvido. Olvido muchas cosas en realidad, ya ni recuerdo el nombre del primer artista al que inspiré. Creo que ni recuerdo el nombre del anterior a Sakito. Pero sí recuerdo perfectamente el día que conocí a Takahiro Sakaguchi. Caí en el sillón de su apartamento cuando él estaba por suicidarse. Se me había asignado por un error del gato, pero definitivamente fue el mejor error que pudo ocurrirme.

  Y ya sé lo que dirás cuando leas, soy cursi, empalagoso, me amas. Me pregunto si alguna vez pensaste en que podríamos terminar así. Sé que de vez en cuando aún piensas si no será que estás loco en realidad, pero luego me sientes a tu lado y se te pasa. Si es locura, para ti es la mejor locura del mundo. Y para mí, tú lo eres todo. Puedo seguir, más cuando te tengo sobre mi pecho, cando escucho tu respiración profunda y veo la paz con la que duermes, puedo seguir por siempre así. Los humanos le dan tanta importancia al primer amor, ahora entiendo por qué, esta sensación, la sensación de estar vivo por primera vez es algo que nunca había sentido. Antes amaba mi trabajo, para eso vivía, para los artistas que se me encomendaban durante el tiempo que se me encomendaran. Vivía para dar lo mejor de ellos. No debo ser hipócrita tampoco, si vivía para dar lo mejor de ellos, en realidad era porque quería que se me reconociera como el mejor. Era una musa joven y todos admiraban mi talento, mi perfeccionismo. Yo nunca fallaba. Y nunca fallaría, al menos eso creí cuando terminamos tu obra y me marché. Pero me había enamorado, te amaba con locura, no podía dejar de pensar en ti. El dolor en mi pecho era insoportable. Fue la primera vez que lloré. Mi sonrisa, la que tan practicada tenía para encantar, se había convertido en una mueca horrible entre lágrimas. Mi jefe quiso retenerme, quiso que entrara en razones, aunque tú y yo no pudiéramos estar juntos, yo no quería que tú dejaras de existir.

  No llevamos la mejor vida desde entonces, sé que nunca hubieses soñado con una vida así, a veces me pregunto cuánto lo resistirás; ya va un mes de ocupar casas abandonadas, de ir cambiando de lugar una y otra vez para que no nos encuentren, huyendo como dos criminales de guerra, pobres y sin dinero para satisfacer ninguna de tus necesidades de ser humano, yo me hago cargo de lo que he provocado, y lo hago con gusto. Soy feliz trayéndote la comida, cocinándote, dándote calor; siempre y cuando tú respires feliz a mi lado, yo soy feliz. Moriría si algo llegase a pasarte.

 

  Sakito se removió entre sus brazos y lo miró para ver si era que se había despertado. No, nada más soñaba, y parecía un sueño feliz, porque medio sonreía dormido. Sonrió él también y dejó el lápiz a un lado para poder abrazarlo mejor, que no fuese a sentir frío, que nunca le faltara.

 

  Se levantó muy temprano y antes que él, como siempre. Debía ir al pueblo cercano en busca de víveres para el desayuno y el almuerzo. Robar era simple, nadie lo veía a excepción de Sakito, se había vuelto divertido, pero igual prefería hacerlo cuando las calles aún estaban vacías. Fruta, verdura, arroz, pescado. Cargaba con todo lo que podía y ponía el canasto debajo del gran abrigo que usaba para esas ocasiones, tampoco quería que algún madrugador viese un canasto andar por sí solo. Ya estaba de regreso cuando vio una tienda de frutas y verduras en la que estaban sacando los cajones a la calle. Había olvidado tomar algunas manzanas del supermercado en el que había estado, y las que estaban allí afuera lucían muy apetitosas. Se acercó, esperó que el hombre que trabajaba en ir poniendo fuera los cajones se distrajera, y quiso tomar una de las manzanas.

  Su mano la atravesó como si de un fantasma se tratase.

  Se quedó petrificado, mirando su mano, y luego la manzana que rápidamente pasaba del verde al marrón oscuro, como si la hubiese quemado o machucado. Volvió a acercar su mano a ella, lento y con cuidado, y la tomó. Era la segunda vez que le pasaba algo así, no entendía por qué, nunca antes le había pasado ni había escuchado de alguna musa a la que le ocurriera. La manzana lucía horrible, pero no iba a dejarla allí, así que la guardó y tomó otras dos. Recordó lo que Sakito le había dicho al conocerlo, «si eres el fantasma de la Navidad, me suicido ahora mismo», y se rió. Tal vez era algo normal cuando pasaba tanto tiempo alejado de los dominios de las musas, no era nada por lo que preocuparse, le encontraría la solución si llegaba a empeorar.

  Al llegar, se encontró con Sakito despierto, aún en el suelo y envuelto hasta la cabeza en la manta, pero leyendo el cuadernillo.

  —Buenos días —saludó con una sonrisa—. Te despertaste temprano.

  —No sé en qué pensábamos cuando elegimos la montaña, ¿sabes?

  —Umh… creo que no lo pensamos, fue el tren que tomamos el que nos dejó aquí —contestó y Saktio asintió. Fue hasta él, le besó suave los labios y entonces sí se encaminó a la cocina—. Prepararé el desayuno en un momento.

  Sakito fue hasta la cocina después de un momento, llevaba el cuadernillo en las manos y seguía envuelto en la manta. No le cabía dudas, no había nadie más friolento que él.

  —Oye, Kai. ¿Recuerdas el nombre del artista que te habían asignado cuando caíste en mi casa?

  —¿Mmh? —Lo miró extrañado—. ¿Debería recordarlo?

  —Yomi.

  —¡Cierto! Dijiste que era un nombre estúpido.

  Rió divertido al recordarlo y continuó con su tarea lavando las verduras que utilizaría, pero pudo notar que Sakito quedaba más extraño de lo que había entrado.

  —¿Y el nombre del primer artista con el que fuiste asignado? —preguntó, encaminándose a la canasta para ver qué podía robar, tenía algo de hambre.

  —No, ése no lo recuerdo.

  —¿Y el trabajo en el que le inspiraste?

  Kai se quedó quieto, pensándoselo, intentando recordarlo.

  —No debería ser nada muy importante —contestó al final.

  —Era tu mayor orgullo. Fue un guionista para una película francesa, y me lo contaste cuando estábamos en casa aún. ¿Qué le pasó a esto? —preguntó al ver las manzanas, sacando la machucada.

  —Ah, ésa es para la basura.

  —Sí, ya puedo verlo… —La levantó, analizándola con asco—. ¿Por qué la trajiste?

  —No lo sé, la vi ahí y la quité. Olvidé tirarla de camino.

  Sakito lo miró al extremo de serio.

  —Mientes.

  No quería preocuparlo de manera innecesaria, por ello prefería ocultarle esos pequeños incidentes que ni él mismo comprendía, pero tal parecía que no era bueno mintiendo, eso o el escritor ya lo tenía muy calado.

  —No es nada, Saki…

  Suspiró y dejó a un lado la manzana. Kai pudo ver, de reojo, que se cruzaba de brazos y lo miraba fijo.

  —Cuando vi que habías escrito, pensé que habías empezado una autobiografía. Me sorprendió encontrarme con esto.

  —No soy un escritor, supongo que no es bueno lo suficiente para uno. ¿Es muy desorganizado? ¿Tiene muchos errores?

  —Antes de mí, ¿qué hacías en tu tiempo libre cuando no tenías trabajo?

  —¿Por qué sigues cuestionándome de ese modo? —preguntó, dejando lo que hacía para mirarlo extrañado.

  —¿No lo estás viendo? —Estaba algo angustiado y preocupado, se le notaba en la voz—. Estás olvidando tu pasado. No escribiste nada de ti, escribiste sobre nosotros.

  —¿Y eso es malo? Te lo he dicho, no tuve una vida interesante antes.

  —¿Cuánto duró tu trabajo más largo?

  —Ya deja de interrogarme, Sakito —pidió con seriedad, estaba molestándose con la insistencia—. En mi tiempo libre estaba en los dominios de las musas, socializaba, follaba con mi jefe, jugaba con el gato, estudiaba mi siguiente asignación. Y mi trabajo más largo duró… —Venía bien, recordaba perfectamente lo que hacía en su tiempo libre, pero no cuánto había durado su trabajo más largo. Lo había hablado con él, de otro modo no estaría preguntándoselo, entonces recordó la conversación—. Duró dos años y medio.

  Sakito no pareció conforme, aunque le hubiese contestado correctamente. Se dio la vuelta y otra vez regresó a su tarea con el desayuno, esperando que lo dejara por ahí.

  —¿Qué pasó con esa manzana, Kai? —preguntó otra vez a lo que justo desvió la vista al punto donde había dejado la fruta.

  Golpeó la mesada e iba a pedirle que le dejara preparar tranquilo el desayuno, pero entonces sintió un par de presencias que le erizaron la piel.

  —Están aquí —anunció, dándose la vuelta para ver en dirección a la puerta—. ¡Rápido! —lo apuró, corriendo a la sala para recoger la mochila que siempre tenían pronta por si debían huir a las apuradas.

  Sakito fue rápido tras él e iba a dirigirse a la puerta delantera, pero él lo detuvo. Al menos quiso hacerlo tomándolo de un brazo. Así como había ocurrido con la manzana, su mano lo atravesó. Sakito saltó, soltando una exclamación de dolor y se agarró el antebrazo derecho, de donde él había intentado agarrarlo.

  —¿Qué…?

  —¡No hay tiempo! —exclamó, pasándole la mochila justo cuando la puerta del frente se abría de golpe.

  Sakito saltó sobresaltado, con el corazón que casi se le salía del pecho, pero no vio absolutamente nada en la entrada. Sin embargo, ya lo sabía, él no podía verlos, pero estaban allí, Kai sí los veía.

  —¡Corre! —gritó Kai, adelantándose para interponerse, y él salió disparado hacia la puerta trasera.

  Era la primera vez que debía enfrentarlos, nunca habían estado tan cerca, siempre los sentía antes, pero al parecer hasta eso estaba deteriorándose en él. No importaba, los detendría, no iban a acercarse a Sakito.

  —¿Ustedes…? —preguntó al ver entrar a ambas musas, bastante sorprendido de quiénes eran.

  Los conocía, habían sido compañeros cercanos en sus tierras, pero no tenía ni idea que pertenecieran al sindicato.

  —Tú aún… —El más bajo, Ruki, estaba sorprendido de verlo y pareció alegrarse—. Estamos a tiempo… ¡Volvamos a casa, Kai! ¡Aún estamos a tiempo! —exclamó feliz y se acercó rápido, pero él le dio un empujón con el que volvió a alejarlo, y de no haber sido por Tora, se habría ido de traste al piso.

  —Ve por el escritor, Ruki —dijo Tora muy serio, viendo a Kai con una expresión compungida.

  —No voy a permitírselo —murmuró entre dientes, amenazante.

  —Tú te vuelves con nosotros.

  —Ustedes no entienden…

  Hubiese querido entrar en razones con ellos, pero Tora repentinamente se le fue encima. Demasiado rápido como para que pudiese evitarlo, a duras penas lo contuvo para que no lo noqueara. Ruki aprovechó para salir disparado hacia la cocina, y eso lo desesperó. Sin embargo, apenas abrió la puerta que iba hacia la cocina, Sakito blandió un pedazo de tabla al aire, estrellándosela en la mitad de la cabeza. La tabla se destrozó y Ruki cayó desparramado y desorientado. Tora saltó de la impresión, incluso él saltó por lo mismo, pero se había hecho de su oportunidad. Golpeó con toda su fuerza a Tora en la boca del estómago, medio se agachó, dando un giro, y lo barrió de una patada para que también fuese al piso como Ruki. Iba a rematarlo con un golpe de puño, pero no pudo. Si hasta sentía pena por Ruki que se agarraba la cabeza adolorido y no conseguía levantarse aún del piso.

  —¡Déjennos! —suplicó mientras ya corría hacia Sakito—. Vamos.

  Esta vez sí pudo agarrarlo y tiró de él para que corriera a su lado. Había estudiado el camino, después de saltar la cerca que lindaba la propiedad, correrían un poco por la nieve, cruzarían un bosquecillo de pinos y llegarían a la ruta. De ahí, todo por la ruta colina abajo hasta el pueblo.

  Alcanzaron a ver el tren en la estación y corrieron a máxima velocidad para alcanzarlo. Estaban de suerte, llegaron justo un segundo antes que cerrara las puertas. Recién ahí pudieron respirar aliviados, en la medida que podían respirar.

  La poca gente que había en el tren miraba intrigada a Sakito, y, antes de cometer el error de olvidarse que sólo él veía a Kai, se encaminó a uno de los asientos.

  —Te había dicho que te fueras —masculló Kai, yendo a sentarse frente a él—. La próxima vez, si te digo que te vayas, te vas. —Estaba muy serio, enojado, en verdad enojado—. Corres y ni miras atrás.

  No podía contestarle, por eso sacó su celular. Ni carga tenía, pero servía en los lugares públicos para evitar que pareciera que estaba loco hablando solo, y poco le importaba que no se pudieran usar en el tren, hablaría bajo, y pobre del que se le acercara a decirle algo.

  —¿Cómo estás? —susurró al teléfono.

  Suspiró, a fin de cuentas era gracias a que se había quedado que la libraron con facilidad.

  —Estoy bien —repuso, algo más calmo—. ¿Tú estás bien?

  —Sí, lo estoy. —Todavía estaba agitado, pero estaba bien—. ¿Lastimé mucho al que golpeé?

  —Le diste en la cabeza, quedó aturdido, pero estará bien.

  Él sólo había visto el trozo de madera estallar contra algo que no veía, nada más trató de calcular un golpe al pecho, no se imaginó que tendría tan poca estatura.

  —Dime que no era un niño…

  —No… —Kai se rió un poco—. Ruki sólo es bajito.

  Lo vio medio suspirar aliviado y no pudo menos que admirarlo más por ello. Sakito estaba en su derecho de odiar al sindicato y a todas las musas, pero no lo hacía, y hasta tenía esa expresión luego de haber lastimado a una. Lo amaba, cada minuto que pasaba a su lado, cada dificultad que sorteaban, lo amaba más. Y también le preocupaba más.

  —Sakito —lo llamó, tornándose serio de nuevo—, prométeme que si nos vemos en una situación semejante, vas a correr lejos. Por favor, no…

  —Kai —lo llamó exasperado—, ¿qué gano corriendo si ellos te atrapan? Porque eventualmente me alcanzarán a mí. Prefiero estar contigo, saber qué pasa al menos.

  —No me atraparán, Saki. Me enfrenté a mi jefe para poder ir contigo, ellos no me son un problema.

  Negó con la cabeza y cortó el teléfono, dándole por terminada la conversación.

  La corrida le había dado calor, incluso había transpirado por demás. Se arremangó y se abanicó un poco con una mano. Entonces reparó en las marcas en su brazo. Recordó el dolor que había sentido cuando Kai lo agarró en la cabaña y se quedó analizando las marcas. Estaba muy claro que eran los dedos de Kai marcados, morado, casi bordó como si lo hubiese golpeado. Y al tocarse, descubrió que dolía como un golpe. Pero en su momento no había parecido como si lo hubiese agarrado con fuerza extrema, más bien le había parecido como una quemadura, y de inmediato un frío extremo que recorrió su cuerpo. Miró a Kai y lo descubrió viéndole afligido las marcas.

  Volvió a abrir las tapitas de su celular para llevárselo al oído.

  —¿Hola?

  Kai lo miró a la cara y luego desvió la vista a la ventana.

  —No lo sé, Saki, nunca supe de algo semejante.

  —Lo mismo le pasó a la manzana del canasto, ¿no? ¿Qué…? —Ya le había dicho que no lo sabía, preguntarle qué pasaba no tenía sentido—. ¿Estás desarrollando alguna especie de poder nuevo?

  Sakito no lo había visto atravesándolo, nada más había sentido el dolor.

  —Puede ser…

  —Mientes —sentenció con esa seguridad y seriedad que le salía cada vez que lo desmentía.

  —Estoy algo cansado, Saki. Dejémoslo de momento —pidió, y Sakito lo miró bastante molesto, pero volvió a «cortarle».

  Era de las primeras peleas en serio que tenían desde que habían empezado a huir juntos, y dolía verle esa expresión tan seria y preocupada. Se le fruncía el ceño, la mirada se le apagaba y esa sonrisa que sólo él veía, desaparecía. Estiró una mano hacia la de él y la acercó despacio hasta tocarlo apenas. Podía tocarlo, podía sentirlo, no lo atravesaría, por ello acabó tomándole la mano y cambiándose de asiento a su lado. Lo rodeó con un brazo y lo llevó contra él, apoyándole la mano en la cabeza.

  —Todo va a estar bien. No te preocupes.

 

  Dejaron pasar un par de pueblos y, antes de llegar a destino, se bajaron. De las veces que habían tenido que huir repentinamente del lugar donde estaban, era la primera vez que el ánimo de Sakito se veía tan deteriorado, no había hecho ni una broma, comentario cínico o irónico respecto a nada, se le notaba triste y pensativo. ¿Ya había llegado a su límite o era la marca que le había dejado lo que le tenía así? Varias veces en el viaje la miró, no se agrandaba ni estaba por caérsele el antebrazo, pero seguía allí. ¿Cómo saber qué estaba pasándole? No era como que pudiera ir con su jefe en busca de respuestas.

  Caminaron bastante hasta que encontraron una casita vieja y abandonada con un cartel que anunciaba su venta. Era el tipo de lugares que siempre elegían, y los vecinos estaban lo bastante apartados como para que alguno los notara. Con un poco de suerte, tendrían algunos días de tranquilidad antes que volvieran a encontrarlos.

  —Calentaré agua para bañarnos —anunció casi de inmediato.

  —Kai…

  —No lo sé, Saki, no lo sé —dijo, a sabiendas de por dónde quería tomar la conversación.

  —¿Y cómo podemos saberlo? —Se quedó esperando una respuesta, pero Kai movió apenas las manos y acabó encogiéndose de hombros—. No creo que seas la primera musa que se enamoró de un artista y huyó.

  —Nunca más se supo nada de esas musas, no regresan. El sindicato va tras ellas, después no se sabe nada más.

  —¿Y nadie pregunta?

  —No. A nadie le importa. Las musas vivimos para los artistas, no nos apartamos de nuestro objetivo.

  —¿Y qué pasa con los que se apartan?

  —¡No lo sé, Sakito! —exclamó, fastidiándose de nuevo.

  —¡No me grites, maldición!

  —¡Entonces deja de preocuparte por lo que tú no puedes solucionar! Saki…

  —¡Saki una mierda! ¡Somos dos, Kai! ¡Dos! ¡Tú y yo! —Lo señaló primero a él y luego a sí mismo—. ¡Y las cosas no funcionan cuando me excluyes, por más que no pueda hacer nada! ¡Tenemos que averiguar qué está pasándote! No soy el único artista en el mundo, otro debió tener una musa, podemos buscarlo, preguntarle…

  —Saki… —lo llamó con paciencia y pena—, además de las historias de fantasía que hay sobre las musas, ¿alguna vez escuchaste de alguien que hablara de ellas?

  —¿Umh…? N-no…

  —Los artistas olvidan a su musa…

  —Yo no te olvidé.

  —No te di tiempo, y tú ibas a suicidarte, no había necesidad de que olvidaras.

  —¡Pues algún artista tendrá una musa en este momento!

  —No es tan fácil encontrarlo. Vamos, Saki… —Le tendió una mano—. Tomemos juntos ese baño y hablemos tranquilos. Tienes razón, juntos lo solucionaremos, ¿sí? Pero mantengamos la calma.

  Sakito chasqueó la lengua, se sentía frustrado, pero igual terminó extendiendo su mano para tomar la suya. Se quedó petrificado al momento en que lo atravesó, agarrándose los dedos que muy pronto se le moretearon como el brazo.

  —Estás desapareciendo… —fue lo que consiguió a duras penas suspirar antes de sentir el ahogo absoluto en su pecho, el dolor tan intenso como si de un infarto se tratara.

 

  ¿«¿Quién quiere ser millonario?» no es acaso una pregunta tan obvia como «¿Qué está pasando conmigo?»? Las musas vivimos a través de nuestros logros, vivimos para los artistas, por ello Sakito creyó que él tenía la culpa de mis desvanecimientos ahora que llevaba un mes sin escribir, demasiado ocupado en pasar el tiempo conmigo y huyendo del sindicato, no estaba creando ninguna historia. Por eso pensó que si nos dedicábamos a escribir mi biografía, contándolo ya de paso como una historia de fantasía, nada me ocurriría. Creyó también que podía ser porque estaba perdiendo mi pasado, si lo recordaba, nada me ocurriría. Lo cierto es que recuerdo mi pasado, recuerdo mi tiempo libre en los dominios de las musas, pero no consigo recordar mi tiempo con los artistas salvo por las conversaciones que tuve sobre ello con Sakito.

  Sakito es un sol, escribe todo lo que le conté para que lo recuerde, pero no funciona. Y, a fin de cuentas, ninguna de las dos opciones es la correcta, no sirve que él escriba, no sirve que yo recuerde, las cosas han empeorado a una velocidad vertiginosa.

  Lo peor ocurrió hace algunas noches, estábamos en la cama, abrazados luego de hacer el amor, él dormía ya, muy apegado a mí… y a mí se me perdió la cama. La atravesé y acabé en el piso, viendo la parrilla de la cama. Las sábanas y el colchón quedaron como quemados, así como el cuerpo de Sakito donde estaba abrazándolo. Despertó gritando de puro dolor, desconcertado y aturdido. Las marcas van desapareciendo con los días, pero igual le duelen, y más le dolieron sus órganos internos luego de esa noche. Estuvo afiebrado, sin poder levantarse siquiera.

  Ahora temo tocarlo, no lo hago. Primero muerto antes que volver a lastimarlo. Su blanquecina piel no combina con esos horribles moretones. Para colmo, ahora pasa frío, lo sé, no duerme bien, y cuando lo hace, tiembla. Sus sueños ya no son pacíficos, el ceño se le frunce, aprieta los dientes y los labios, son pesadillas.

  —Tienes que irte, Kai… —me ha dicho hoy de mañana—. No encontraremos la solución aquí sin hacer nada. Tienes que ir a tu tierra. ¿Hay forma que vaya contigo? Yo te acompaño, hablemos con tu jefe o con alguien… pero tienes que irte.

  No hay forma que él venga conmigo, y tampoco hay forma que yo vaya a dejarlo solo. Apenas lo haga aparecerán del sindicato, no quiero ni pensar en qué podrían hacerle. Hemos discutido de nuevo, y lo hicimos tan fuerte que acabó llorando. Yo también terminé llorando, y moría por abrazarlo y abrazarme a él. Eso sólo incrementaba mi llanto.

  Quiero tocarte. Te necesito.

  Esto no está bien, siento que estoy dejando mis últimas memorias escritas, y también siento que cuando tú tomas el lápiz y escribes, intentas plasmar todo recuerdo sobre mí, y así tenerlos respaldado para cuando me vaya, por si me llegas a olvidar. No sé…

 

  El lápiz atravesó su mano y cayó. Suspiró e intentó volver a tomarlo, otra vez lo atravesaba y las marcas que dejaban sus dedos se tornaban más oscuras. Optó dejarlo por ahí. Levantó la vista y vio a Sakito envuelto en unas mantas sobre el marco de la ventana, mirando hacia afuera. Estaba tiritando de frío, hasta él sentía algo de frío, así que podía hacerse a la idea de cómo estaría Sakito. Se levantó y fue hasta la cocina, le prepararía un té caliente.

  Una buena idea, suponiendo que pudiese tocar algo en la cocina. Nada, todo lo atravesaba. Qué irritante se estaba volviendo la situación. Regresó a la sala, (por suerte no tenía que abrir puertas para ello), y vio a Sakito de pie con el cuadernillo en una mano. Se restregaba los ojos.

  Lo llamó, pero ni lo miró.

  —Saki… —repitió. Lo vio dejar de restregarse los ojos y pestañear un par de veces antes de acercar mucho el cuadernillo a su rostro—. Sakito —volvió a llamarlo, pero nada—. ¡Sakito! —exclamó, y recién ahí levantó la vista para mirarlo—. Ven, preparemos té.

  Parecía como si acabara de decir una blasfemia, porque lo miraba horrorizado. Volvió a mirar el cuadernillo y luego a él.

  —Háblame… —susurró ahogado.

  —¿Eh? ¿Qué ocurre?

  —¡Habla más fuerte!

  —¿Qué te está pasando? —preguntó preocupado.

  —Te escucho susurrante, Kai… —musitó con el corazón oprimido—. A duras penas veo tus letras…

  —Estás cansado, Saki, no has dormido bien…

  —¡Tienes que irte! ¡Estás desapareciendo para mí! ¡Tienes que…! —Se interrumpió de golpe y se quedó mirándolo con muchísima atención, como si acabara de descubrir algo nuevo. Se le acercó rápido y extendió una mano hacia él. Kai retrocedió rápido para que no llegara a tocarlo, pero él ya podía confirmar lo que había notado—. Estoy viendo a través de ti…

  —¿Qué? —preguntó, riéndose un poco por los nervios. Se miró a sí mismo, para él estaba todo normal—. No…

  —Tienes que irte. Busca a tu jefe… O busca a alguien en quien puedas confiar, alguien debe saber qué está pasándote… —farfullaba muy rápido.

  —Cálmate…

  —¡Estoy viendo a través de ti, maldición! Tienes que irte, tienes que irte…

  Ni él mismo podía mantener la calma que le pedía. ¿En verdad estaba viendo a través de él? Por la expresión que tenía, el pánico en sus ojos, no le cabía dudas que era cierto, pero eso no eliminaba la otra realidad de la situación.

  —¿Y qué pasa contigo si yo me voy? —murmuró frustrado.

  —¿Qué?

  —¡¿Qué pasa contigo si yo me voy?! —repitió más fuerte para que lo escuchara.

  —¡¿Qué importa lo que pase?! Estaré bien, no voy a suicidarme, no dejaré de existir… ¡Te esperaré hasta que encuentres la forma de mantenerte frente a mí! Pero no puedes seguir aquí…

  —No… —Negó con la cabeza y se volteó para caminar un poco en torno a la habitación—. No voy a dejarte solo…

  —¡¿Entonces desaparecerás frente a mis ojos?!

  —¡No voy a dejarte solo! —exclamó con mucha decisión, tenía miedo, pero más miedo le daba pensar qué podría pasarle a Sakito si él no estaba presente.

  —¡Tampoco quiero que me dejes, pero esto no está bien! ¡Estás…! —Se calló al darse cuenta de una posibilidad, la cual hizo que su corazón se encogiera más contra su pecho—. ¿Estás muriendo?

  —Las musas no morimos… —musitó, pero Sakito lo miró como si no lo hubiese escuchado—. ¡Las musas no morimos!

  —Pero si desapareces, será lo mismo, ¿no? Si dejo de verte, si no puedo tocarte, si ni siquiera puedo escucharte… ¡¿Qué clase de vida tendríamos juntos?!

  De nuevo negaba con la cabeza, se convertiría en su ángel de la guarda, pero no se iba. Si el sindicato llegaba a encontrarlo, no quería ni imaginarse qué clase de final tendría.

  Y, como si los hubiese llamado con el pensamiento, la puerta se abrió de golpe y Ruki entró con rapidez en la casa.

  —¡Corre! —exclamó, adelantándose para impedirle el paso.

  Ruki, sin embargo, lo atravesó como si nada, y hubiese seguido camino hacia Sakito, que allí estaba petrificado, de no ser porque se detuvo con un escalofrío luego de traspasarlo.

  —¿Kai? —lo llamó Sakito.

  Se volteó apenas para mirarlo y repetirle que corriera, pero al ver a Tora entrando por la puerta del fondo, se quedó pasmado, ni lo había sentido. Sakito menos, ni siquiera enterado estaba de Ruki, a quien tenía enfrente. De hecho, no parecía enterado de nada, miraba desorientado en todas las direcciones.

  —¡¿Kai?! —repitió con desesperación.

  Intentó empujar a Ruki para agarrar a Sakito e irse de allí, pero, al atravesarlo con las manos, ni medio centímetro lo movió con su fuerza, fue la impresión que causó en Ruki lo que hizo que éste saltara. ¿Ahora también atravesaba a las musas? No podía ser peor, tenía que huir rápido con Sakito.

  —Kai está aquí todavía… —dijo Ruki, sorprendido.

  Iba a ir igual por Sakito, pero se detuvo y miró a Ruki, quien miraba en todas las direcciones, así como Sakito lo hacía. ¿Acaso…? No, era imposible, estaban jugándosela. Le sorprendió ver a Tora cabizbajo, parecía consternado y sin apuro alguno por interponerse o atrapar al escritor. ¿Qué estaban haciendo?

  Encima Sakito, en la situación que estaban, ¿se dejaba caer de rodillas al suelo y se cubría el rostro mientras lloraba?

  —¡Al menos te hubieses despedido, idiota! —exclamó angustiado, encogiéndose sobre sí mismo.

  —Saki… ¡Sakito! —caminó rápido a él y le quiso tomar de una muñeca para que descubriera su rostro, pero, tal y como las veces anteriores, lo atravesó, y las marcas moradas aparecieron de inmediato, haciendo que saltara por la impresión.

  —¿Sigues aquí? —susurró ahogado—. No puedo verte… No puedo…

  Era una pesadilla, tenía que serlo, no había forma que aquello fuera verdad.

  Tora chistó fastidiado y agarró a Sakito de la cabeza, apretándosela con las palmas por ambos lados.

  —¡Suéltalo! —exclamó, y trató de empujarlo, pero nada, simplemente lo atravesaba.

  Por la mueca que hizo Tora, podía sentirlo, pero no más que eso, ni siquiera le dejaba las mismas marcas que a Sakito. Igual Tora no soltó al escritor, quien sí sintió el agarre y fue obligado a ponerse en pie en cuanto lo obligó a levantarse, agarrándolo de la cabeza aún.

  Tenía que concentrarse, no podía desaparecer, no era momento para desaparecer, si se concentraba, podría volverse físico de nuevo e intervenir.

  Sakito saltó de la impresión en cuanto Tora se visualizó frente a él, no le permitió retroceder ni un paso al tenerlo agarrado con fuerza por la cabeza, e incluso acortó la distancia entre sus rostros. Tora tenía ira en la mirada, odiaba al escritor frente a él.

  —Kai sigue aquí —murmuró Tora—, pero si tú no puedes verlo y ni siquiera nosotros podemos verlo, eso significa que está muerto.

  —No…

  —¡No estoy muerto, maldición! —exclamó furioso.

  Grandes, las más grandes lágrimas que jamás hubiese visto corrieron por las mejillas de Sakito al suelo. Necesitaba concentrarse y volver a aparecer allí, no podía permitir aquello. ¡Qué malditamente frustrante! Motivo por el cual gritó rabioso.

  —Pero tienes suerte —continuó Tora—, tú simplemente olvidarás. A Kai, en cambio, el suelo dejará de sostenerlo en cualquier momento, y la gravedad hará que se vaya al centro de esta tierra a vivir el infierno.

  —N-no… Algo… alguna… —Sakito estaba ahogado, era incapaz de armar una frase completa.

  —¿Alguna solución? —preguntó, mirándolo tan irónico, como dolido—. ¿Por qué habría de tenerla? La muerte no tiene solución —murmuró, apretando más la cabeza de Sakito.

  —¡NO ESTOY MUERTO! —gritó iracundo y trató de empujar a Tora.

  Lo atravesó, no había fuerza en su existencia, no había fuerza que obtener del amor, la realidad era una: estaba muerto. O al menos lo estaría muy pronto, de momento el piso le aguantó la caída. Algo había hecho Tora con Sakito, porque éste también había caído al suelo y estaba inconsciente.

  —¿Qué pasó? —preguntó Ruki, alternando la mirada entre Sakito y Tora, quien se miraba a sí mismo extrañado.

  —Kai hizo algo cuando estaba quitándole los recuerdos… —contestó, pensativo.

  Ruki se acercó a Sakito y le tomó el pulso sobre la yugular.

  —Está vivo.

  —Kai… —lo llamó Tora, mirando en derredor—. Si todavía te quedan fuerzas, úsalas para volver a casa. Ya no hay vuelta atrás, pero tal vez el jefe pueda hacer algo por ti… El escritor estará bien y te habrá olvidado. Serás tú quien no tenga un buen final donde permanezcas aquí.

  —Váyanse… —sollozó, aunque no pudieran escucharlo, no le importaba, quería que se fueran de una buena vez.

  Estiró los dedos hacia Sakito y tocó apenas el dorso de su mano, seguía marcándolo y moreteándolo con su tacto. Cerró los ojos y maldijo en silencio, las lágrimas surcaban sus ojos, quería morirse, si nunca más podía volver a tocarlo, a verlo, a hacerle el amor, si encima Sakito nunca más lo recordaría, no quería seguir viviendo. ¿Eso era el amor al final? ¿Ese dolor tan intenso que lo hacía encogerse sobre sí mismo y llorar? Había valido la pena, aunque hubiese durado tan poco, había valido cada segundo que había estado junto a él, y no importaba si no tenía mucho tiempo, quería permanecer a su lado un ratito más, aunque fuera un creeper por verlo dormir, quería verlo por última vez. No importaba irse del mundo si lo hacía con esa imagen, aunque fuera el infierno, estaría bien.

 

  Alguien que descubrió abierta la puerta de la casa en la que estaban, encontró a Sakito inconsciente y llamó a la policía. Lo llevaron al hospital, lo atendieron sin descubrir qué le pasaba ni por qué no reaccionaba, decían que todo estaba normal con él, pero igual se encontraba en estado de coma. Kai se sentó en un rincón de la habitación que le asignaron, y allí se quedó a esperar que las palabras de Tora se hicieran realidad y el piso dejase de sostenerlo.

  Los días empezaron a pasar, el piso seguía sosteniéndolo del mismo modo que Sakito seguía durmiendo. Ni uno vivía ni el otro moría. Pero los dos estaban en paz, Sakito soñaba tranquilo, se veía hermoso durmiendo, y él lo observo desde su rincón, soñando despierto con los días que pasaron juntos. Quería creer que, al menos, en sus sueños estaban juntos.

  El pacífico tiempo que pasaban a diario se veía interrumpido por un enfermero. Lo odiaba. Llegaba para masajear los músculos de Sakito y evitar que se atrofiaran, para revisar que estuviera todo bien, y para lavarlo. Lo odiaba, porque lo envidiaba. Él quería lavarlo, así como tantas veces le había lavado el cuerpo mientras Sakito le decía que era un fetichista, pero se entregaba gustoso a sus cuidados. En esos momentos, se abrazaba a sus rodillas, las apretaba y lloraba de rabia porque no podía ser él, porque no podía tocarle de nuevo. ¿Eso eran los celos? ¿Era parte del amor también? No importaba lo que fuera, cuando el enfermero se iba, Sakito y él volvían a estar en paz de nuevo. Sólo ellos dos.

  Tora y Ruki aparecieron un día en la habitación del hospital. Nada podía hacer él, pero se levantó de su lugar, preguntándose qué hacían ahí e intentando marcarles presencia al menos. Ya ni eso podía hacer, no se dieron por enterados cuando su mano los atravesó. Era tan injusto, Sakito seguía moreteándose con su tacto, podía lastimar a la persona que amaba, pero no podía defenderla de ningún peligro.

  —¿Crees que despertará algún día? —preguntó Ruki.

  —No lo sé. No sé qué fue lo que hizo Kai mientras le quitaba los recuerdos, nunca me había pasado.

  —No entiendo a Kai. —Ruki le corrió el cabello a Sakito y se acercó a su rostro—. Ni siquiera era tan bonito.

  Tora revoleó los ojos, Ruki siempre era tan superficial, nunca lo entendería.

  Se marcharon, pero a los días Tora regresó solo. Nada más se paró frente a la cama, observó a Sakito dormir y se marchó, lucía preocupado. Kai no lo entendía, e incluso entendió menos cuando regresó a los días.

  El enfermero hacía sus visitas diarias y él cada vez lo odiaba más, empezaba a tocarlo de un modo que un enfermero no debía tocar a un paciente. Le ponía a arder la sangre, pero no había nada, absolutamente nada que él pudiese hacer para evitarlo. Creyó que reventaría cuando el enfermero regresó durante una noche. No podía creerlo, los seres humanos podían ser criaturas muy viles y despreciables. Gritó furioso mientras el muy desgraciado desvestía a Sakito, no era su horario y ya lo había lavado ese día, así que podía imaginarse los motivos que tenía para estar allí. No necesitó imaginarse más cuando lo vio subirse a la cama y abrirle las piernas a Sakito, colocándose entre ellas. Kai se desplomó en el piso, agarrándose la cabeza y el cabello. ¿Había muerto para tener que ver eso? ¿Había salvado a Sakito de suicidarse para que ahora tuviese que pasar semejante aberración?

  Tora apareció en la habitación, al lado de la cama, y con su puño golpeó la nuca del enfermero, quien se bajó de un salto, mirando en todas las direcciones sin entender nada. Pasó varios segundos pasmado sin saber qué le había pasado, Tora nada más se mantenía de pie mirándolo fijo, esperando su próximo movimiento. Al final el enfermero fue hasta Sakito, volvió a vestirlo con prisa y se marchó, masajeándose la nuca, desorientado aún.

  —Gracias… —susurró Kai aliviado, aunque no pudiese escucharlo, no importaba, estaba en verdad agradecido.

  Pero lo que vino a continuación le dejó desconcertado. Tora se acercó a la cabecera de la cama y apoyó una mano en la frente de Sakito. Tenía esa expresión abatida que ya varias veces le había visto.

  —¿Dónde estás, Saki?

  Kai se levantó de golpe. ¿Qué significaba esa confianza al nombrarlo? Se acercó rápido a ellos y vio sus ojos abnegados en lágrimas. ¿Acaso…? No, no era posible… ¿O sí?

  Otra musa apareció en la habitación, le sorprendió ver que se trataba del gato, el secretario de su antiguo jefe. Tora se apartó de Sakito, limpiándose los ojos y las lágrimas sin derramar.

  —¿Qué haces aquí?

  —Ruka me envió por ti antes que termines como Kai… —Hitsugi se interrumpió, olisqueó el aire y miró en dirección a Kai—. Sigue aquí… —susurró impactado.

  —¿Qué?

  —Kai sigue aquí… ¡Puedo olerlo!

  —Eso es imposible, ninguna musa podría sobrevivir tanto tiempo lejos y sin un artista. Estarás sintiendo el olor que dejó en Sakito…

  —No… ¡Está aquí! —Sonrió y sacó su teléfono—. Está aquí —dijo apenas le contestaron del otro lado—. Kai está con el escritor.

  Ruka apareció allí, guardando su teléfono. Miró a Tora primero y luego a Hitsugi.

  —Está aquí —repitió el gato, muy contento.

  —Lo sé, puedo sentirlo.

  —¿Ya lo sabías? —reprochó Tora.

  —Sí. Sólo estaba esperando el momento apropiado. —Ruka miró a Kai directamente, parecía como si pudiera verlo, porque sus ojos se clavaron sobre los suyos—. Me aburre contar historias, y ya no tengo paciencia para ninguno de ustedes. Vuelve a nuestra tierra, Kai, y te llevaré con los ancestros. Tal vez ellos tengan una respuesta para tu situación actual, tal vez no, tal vez terminen de matarte. En su defecto, cualquier opción será mejor que esto.

  Ruka le dedicó una última mirada a Sakito, resopló apenas y desapareció sin decir ni media palabra más.

  —Tan simpático como siempre… —murmuró Tora—. Vete, Hitsugi, yo me iré enseguida.

  Hitsugi miró hacia Kai e hizo una reverencia.

  —Lo siento, Kai…

  Desapareció así como Ruka, dejándolo igual de desconcertado. Hubiese querido gritarles que les explicaran qué estaba pasando, pero de nada serviría, así que se limitó a mirar a Tora en la espera que él lo hiciera.

  —Yo cambié los papeles para que fueses tú la musa de Sakito —confesó de golpe y sin anestesia—. Hasta hace seis años yo trabajaba con los artistas. Sólo quería follármelos, eran acalorados cuando se apasionaban, me gustaba sentir ese tipo de calor que nunca sentiría con otra musa. Ruka me dijo que donde siguiera jugando con fuego, iba a quemarme… y al final así fue. La primera obra de Sakito, yo fui su musa, y me lo follé sin descanso. Sakito era insaciable, incandescente, me dejaba de cabeza. Postergamos todo lo que pudimos el final de su obra, pero Ruka enseguida me cayó encima. Así que lo terminamos y me fui. No pasó ni una semana y mandé todo a la mierda para volver con él, pero ya lo habían hecho olvidar. Ruka me agarró antes que dejara la cagada, y me asignó al sindicato.

  »Muchas veces visité a Sakito, lo vi ascender, y luego lo vi ir hundiéndose cada vez más, quería servirle de inspiración como antes, pero ya no me resultaba. Cuando me enteré que le asignarían una musa para suicidarse, dado que no podía ser yo de nuevo, quería que al menos fuese la mejor de todas. No creí que fuésemos a terminar de este modo… —Tora suspiró y miró hacia Sakito—. Le cuidaré mientras encuentras el modo de volver.

  Kai miró a Sakito y luego a Tora de nuevo. ¿Qué se suponía que debía hacer? Seguir allí hasta morir ya no era la mejor opción cuando estaban ofreciéndole una oportunidad. Tal vez todo era un engaño, una mentira para que regresara, pero no lo sabría si no lo intentaba.

  —Volveré por él —murmuró con mucha seguridad.

  No le importaba que no pudiese escucharlo, esperaba que al menos pudiese sentirlo. Volvería por Sakito, así tuviera que marchar contra todos los ancestros, él volvería.

 

  El gato volvió a sentirme apenas aparecí en la oficina del jefe. Se disculpó, él había sido cómplice del tigre para cambiar los papeles, pero Ruka cortó rápido con las disculpas para guiarme hasta el árbol sagrado, el lugar donde aquellas musas que ya habían vivido demasiado, y nosotros llamábamos ancestros, descansaban. No pude evitar preguntarme una y otra vez si Tora seguiría con Sakito, si ahuyentaría al enfermero en caso que regresara, si ahora sería él quien estaría tocándolo. Necesitaba volver cuanto antes, necesitaba encontrar la forma de revertir mi situación.

  Te necesitaba.

  Y verte corriendo hacia mí, me hizo derramar las lágrimas más felices que jamás creí posible derramar. Ahí estabas… en el árbol, en la pradera… Te reíste bastante por lo cursis que llegamos a ser, pero en verdad teníamos una pradera y corríamos el uno hacia el otro hasta que nos abrazamos entre llanto, nos abrazamos y nos besamos. Nos miramos a los ojos, enseguida soltaste una tontera entre risas y también reí antes de volver a devorar tus labios a besos. Tanta falta me habías hecho.

  Mientras miraba rápido en derredor, pregunté varias veces cómo era posible. Aquello estaba dentro del árbol, allí era donde descansaban los ancestros, allí estábamos nosotros dos ahora. Tú, mi escritor, y yo, tu musa. Tu consciencia y mi esencia, juntos por siempre y mucho más que millonarios.

 

  —Aaaw… Eres tan adorablemente cursi… —susurró Sakito en su oído.

  Kai estaba recostado en el suelo, boca abajo, y tenía a Sakito dormitando en su espalda, pero ya resultaba obvio que no dormitaba más. Estaban bajo un hermoso sauce llorón donde pasaban horas y horas recuperando el tiempo que habían perdido en los dos últimos meses. El tiempo se había vuelto relativo ahora, dormían, despertaban, se amaban, escribían en el cuadernillo, seguían amándose.

  —Y tú tan odiosamente cínico…

  —¡Deja de escribir en segunda! —exclamó Sakito, quitándole el cuadernillo y dándole un zape con él en la cabeza—. Es irritante para quien lo lee.

  —¡¿Ah?! —exclamó, sobándose la cabeza y mirándolo por encima de su hombro—. ¡Pero si sólo lo lees tú!

  —Umh… Tienes razón…

  —Yo siempre tengo razón.

  Se movió para tirarlo de arriba suyo y atraparlo en el piso entre sus brazos, Sakito intentó luchar contra él, siempre le daba buena pelea, y ambos reían como tontos. Era un sueño hecho realidad, uno en el cual «luchaban» el uno contra el otro, pero jugando, riéndose, besándose, desnudándose, amándose.

 

  ———

 

  A fin de cuentas, Kai en verdad era una musa excepcional. Toda una pérdida para ellos ahora que los ancestros le habían abrazado para darle descanso eterno. Al menos era allí y no el centro candente de la tierra humana.

  Ruka sintió los pasos tras él, pero ni se molestó en voltearse, ya sabía de quién se trataba.

  —¿Por qué andas solo? —murmuró.

  —¿Para qué preguntas si ya lo sabes? —masculló Ruki, quedándose unos pasos más atrás mientras apreciaba el enorme árbol frente a ellos—. ¿Qué hay en ese árbol?

  —Sueños… sólo eso.

  —¿Son agradables al menos?

  —No lo sé. ¿Quieres entrar a averiguarlo?

  —No…

  Ruka miró apenas de reojo hacia atrás. Ya empezaba a arrepentirse de haberle permitido a Kai regresar, era el primero en rebelarse y «sobrevivir», no estaba dispuesto a tolerar la rebelión de las demás musas. Al menos el escritor seguía dormido y nadie sabía qué destino tendría, de momento era lo que contenía la situación. De momento…

  

Notas finales:

Para incrementar la cursilería: Sauce llorón

 

Ruki: -se le cae un lagrimón de la emoción-. Soy yo… era yo… -señala el fic y se señala a sí mismo-.

Sep… y Sakito te reventó la cabeza xD

Ruki: No importa, era yo!! Y aparecí al final porque soy un tipo importante -se hace el coso-.

-___- -lo patea-

 

Bueeenaaas!!! Tantos años!! Hola, soy Nazuki y me medio desaparecí de nuevo, lo sé .__.

 

Ash, es que no he tenido mi creatividad al máximo, de hecho, arranqué a hacer esta segunda parte hace mucho, de repente descubrí que estaba yéndome al diablo, lo cambié un par de veces, intenté otras opciones, en todas me iba al demonio xD Y hace poco lo retomé, para irme al diablo, pero con toda la seguridad xD ¿Qué tal estuvo?

Ruki: Mis fans necesitan más de mí o.o

xD Sí, que Sakito te parta algo más por la cabeza…

Ruki: .__. No, eso no.

 

Bueno, extrañamente se me ocurrió de nuevo el título antes que cómo seguía la historia, y pensé en publicarlo como un nuevo shot, pero al final decidí agregarlo como segundo capi y… sí, sigue terminado! -huye-

Ruki: O.O EH?!

Je…

Ruki: OTRO FINAL ABIERTO?! No, no, no…

Se «durmieron» los dos  y son felices en sus sueños!! Es un final… y bastante feliz de hecho! Hasta saltaron por la pradera!

Ruki: No, no, un final feliz es cuando Kai sale de ese árbol y va a buscar al Sakito de verdad, al que Tora está conejeándose ahora…

Pero… nadie sabe si Kai saldrá del árbol… además, si en el árbol está la consciencia de Sakito, no necesita ir a buscarle el cuerpo… Puede compartírselo a Tora (?) XD!

Ruki: Pero es obvio que eso es una mentira para dejarlo quietito!! AGH!!

-____- -lo patea- Contrólate…

Ruki: Debo ir en su rescate, y luego irme con Reita…

-___- IGH! -lo saca a patadas-.

 

En fin xD! No mucho más por decir salvo que… Las he extrañado!! T.T Ash, sí, las he extrañado mucho!! A veces sólo quisiera poder sacar una historia de la nada y terminarla para poder venir a atormentarlas y luego refrescar la página cada dos minutos por sus rws T^T -manteca mode on-. Espero que les haya gustado esta segunda parte.

Muchísimas gracias a quienes me habían escrito en este fic!! Como siempre, a mil de agradecida con ustedes!!

Nos leemos pronto!! Se me cuidan!!

 


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