Sus orbes amatistas denotaban la desesperación y un escalofrío recorrió su cuerpo prácticamente inmovilizado; esposado a la cabecera de la cama, al momento que vio entrar aquel joven a la habitación…Cabellos castaños ligeramente ondulados, tez de un sutil tono moreno, figura atlética aunque no en demasía y orbes borgoña. La aparentemente serena mirada de éste tenía algo que causaba perturbación.
Contemplo casi con dulzura al pequeño de once años, el cual yacía desnudo en la cama; cubierta por sabanas de seda rojas.
En verdad que era una preciosa joya…Hebras platinadas como los rayos de luna, ojos amatistas y piel inmaculadamente pálida; jamás mancillada por nadie…hasta ahora…
Por cuánto tiempo busco una criatura tan divina. Sus anteriores adquisiciones eran simples muñecas…hermosas pero sin nada en especial, por eso a la final se había desecho de ellas…pero ahí estaba su adquisición final; luego de ésta estaba seguro de que no necesitaría de ninguna más, especialmente luego de “amaestrarle”.
-Mi pequeño…mi pequeño Zero…- el miedo le invadió ante la forma en la cual pronuncio su nombre. Le vio avanzar con parsimonia hacia la cama, el cómo le acarició el cuerpo con una fusta (N/A) de una forma casi ceremoniosa; causándole un profundo asco. Imaginaba lo que aquel sujeto quería y eso le aterraba.
Aunque, a pesar del miedo no pudo evitar dirigir una mirada cargada de repulsión cuando la mano del mayor le acarició suavemente el cuello y la mejilla. Intento desviar su rostro pero éste le sujeto con fuerza por el mentón, causándole cierto dolor.
-Hump…- la forma como aquel chiquillo podía mostrarse desafiante inclusive en la situación en la cual estaba, le gustaba. Sería muy interesante doblegarle.
Emitió un pequeño quejido de dolor cuando el castaño le azoto fuertemente con la fusta el muslo derecho, dejándole un hermoso tono rojizo….Sabía lo que el mayor quería de él. Había presenciado horrorizado como otros malnacidos lo habían obtenido de otros pequeños…Al menos éstos ahora debían estar en un lugar mejor; donde ya no sentirían.
Una ligera sonrisa surco su rostro ante aquella reacción del peliplata….Definitivamente sería muy divertido doblegarle.
Aquella pálida piel le tentaba. Delineó sinuosamente con las yemas de sus dedos, los contornos de ésa suave superficie; ignorando la mirada de terror y repulsión que el ojiamatista le profería. Su lengua se paseó por aquel tierno abdomen, ascendiendo hasta llegar a sus sonrosados botoncitos, en donde los lamió; y guiado por un impulso mordió uno, haciéndole sangrar y emitir un sollozo, ganando una mueca de satisfacción por parte del castaño.
Un jadeo de dolor brotó de sus labios, y una lágrima escapó de sus hermosos orbes; al sentir un dedo irrumpir bruscamente en su virginal interior. Otro digito le siguió; removiendo sus entrañas.
-Maldito…- escupió con odio y su mirada vidriosa, mientras aquellos dedos seguían explorando dentro de él. No quería sufrir aquel destino. Solamente deseaba estar nuevamente con su familia; a la cual no había vuelto a ver desde que ésos hombres le apartaron de su lado. Antes de pasar por lo mismo que pasaron todos esos niños que estuvieron acompañándole; en la misma lúgubre habitación a la cual le habían confinado, prefería morir…pero por desgracia ese deseo jamás se le cumpliría.
-Eres un pequeño muy lindo para tratar de ésa manera a tu nuevo amo…- sus palabras sonaron en un tono burlón, azotando esta vez sus glúteos – pero no te preocupes…ya aprenderás a tratarme correctamente…- capturó su boca, mordiéndole el labio inferior hasta hacerle sangrar ligeramente, violentándola con su endemoniada lengua, probando por primera vez su dulce sabor.
No podía soportarlo más…Todo en aquel chiquillo le incitaba a poseerle. Luego se encargaría de moldearle a su gusto; pero en ese momento sólo ansiaba profanar por primera vez ese frágil cuerpo.
El horror le inundo al ver al mayor liberar su miembro, y sin poder evitarlo un grito escapó de su garganta al momento que éste le penetro; desgarrando su interior. Con cada violenta embestida sentía sus entrañas arder y aquel desgraciado no se detenía ni ante sus lágrimas ni sus súplicas…parecía como si todo aquello aumentara la excitación de éste.
El interior de ése pequeño cuerpo era exquisitamente estrecho; esos sollozos y súplicas que llegaban a sus oídos, simplemente sublimes. Le embistió con frenesí, hasta finalmente alcanzar el éxtasis; liberando todo su deseo contenido, corriéndose dentro de él.
Vio como la criaturilla bajo su cuerpo caía en la inconsciencia debido al dolor. Salió de su interior, observando como el semen y un pequeño rastro de sangre resbalaban de la violentada entrada del peliplata…La prueba de que por fin le había poseído, y de que de ahora en adelante sería solamente suyo.
Con perturbadora ternura libero las manos del pequeño de las esposas, viendo las marcas que éstas le dejaron. Le contempló con satisfacción…No podía estar más complacido….Finalmente había adquirido a un dulce ángel; estaba seguro de que aquella joya sí soportaría su peculiar forma de amor, hasta convertirle en un perfecto y obediente esclavo que le amaría profundamente, de la forma en la cual siempre ansió ser amado y que jamás nadie hizo con él…