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Consulta por AbigailMonrroe

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Notas del fanfic:

Hola!, si sé que tengo un proyecto pendiente; "No le esperes". El problema pasó, que durante tres meses no pude acceder a la cuenta y di por perdida la historia, e imposibilitada a continuarla, me rendí. Hasta que hace poco volví a intentarlo y pude acceder. El inconveniente es que perdí un poco el hilo, así que paciencia. 

 

Como estaba feliz de poder tener mi cuenta de vuelta, decidí escribir esta pequeña historia(?) que se me ocurrió, de la nada. 

 

Que lo disfruten! 

Notas del capitulo:

Quizás sea algo fuerte y controversial pero es algo que quise tocar de forma emocional más que social. 

Estaba sentada en aquella pequeña sala de espera, su cabeza era un desastre, gritándose así misma las razones del porqué no debería salir corriendo mientras que su cuerpo y semblante mostraban plena indiferencia a lo que ocurría a su alrededor.
 
 
Un nombre se le repetía una y mil veces. La imagen de un cuerpo delgado en la cama de un frío hospital. Los gritos desgarradores de su suegra y la vista comprensible y lastimera de su madre, se repetía una y mil veces.
 
 
Debes hacerlo
 
 
Sonaba como eco y motivación.
 
 
-Carla Rodríguez- le llamaron de pronto asustándola. ¿Era el momento?. ¿Obtendría una respuesta o una solución?. ¿Esa mujer escuálida y de sonrisa cálida podrá comprender su angustia y desesperación?.
 
 
-Hola, Carla- le saludó mientras le indicaba que podía sentarse. Nerviosa solo se arrinconó en el gran sillón- ¿Cómo estás?-
 
 
Mal
 
 
-Bien. Gracias- respondió a secas.
 
 
-Bueno, me presento son Abigail Monrroe. Soy psicóloga clínica y estaré a cargo de tu sesión. Te haré algunas preguntas para que nos conozcamos mejor, ¿te parece?- recitó amablemente.
 
 
No.
 
 
-Claro-
 
 
-Dime, ¿qué edad tienes?-
 
 
-30 años-
 
 
-¿A qué te dedicas?-
 
 
-Soy abogada-
 
 
Las preguntas sin relevancia iban y venían, respondía  a secas para pasar al punto importante, porque mientras ella trataba de saber un poco más de su vida. En su cabeza la vida de alguien más ocupaba su conciencia.
 
 
La conversación “fluía” pero con cada paso de los minutos, su nerviosismo y desesperación aumentaba,  ¿Cuándo sería el puto momento en que la psicóloga se dignaría a hacer su trabajo?.
 
 
-Bien. Carla, cuéntame ¿qué te trae por aquí?- y el momento que tanto esperó llegó y no supo que decir.
 
 
Se le quedó mirando inmóvil, presa del dolor y la culpa. Tenía en su mente listo su discurso. Había buscado en internet cómo enfrentarse positivamente a una entrevista de terapia pero ahora nada de lo estudiado salía de su boca, la imagen de un cuerpo golpeado y del ruido insipiente de una sirena, la golpeaban. Su cuerpo tenso y agarrotado, el dolor de sus nudillos de tanto agarrar el mango de su cartera y el corazón que no paraba de latir. ¡Quería hablar!
 
 
 
-¿Carla?- le llamó Abigail preocupada- ¿Carla, te sientes bien?-
 
 
Solo negó con su cabeza, sintiendo que de la nada una lágrima caía de su mejilla. Liberando en esa minúscula gota un poco del gran dolor que acarreaba.
 
 
-Está bien, si no puedes hablar en estos momentos. Tómate todo el tiempo que quieras- le calmó sin quitar esa mirada comprensiva. El problema era que no había tiempo… si no aprovechaba esta oportunidad, ella moriría presa de la situación.
 
 
-Se trata de Mayra- dijo por fin dándose valor junto a un bocado de aire. 
 
 
-¿Mayra?-
 
 
-Mi novia- confesó esperando alguna reacción negativa. Pero no lo obtuvo- Ella, tuvo un accidente- continuó.
 
 
-¿Qué clase de accidente?-
 
 
-Fue golpeada por un homofóbico hijo de puta- escupió con rabia, liberando al final un grito desesperado junto con todo el tonel de lágrimas que antes se había tragado.
 
 
Abigail reaccionó de inmediato propiciándole pañuelos. En su corta experiencia, era la primera vez que veía a alguien reventar tan de prisa al relatar del porqué de su visita. Por la forma en que Carla tiritaba y trataba de no gritar, esta sería una sesión larga.
 
 
-¿Puedes continuar?- preguntó con el mismo tono anterior a pesar de su sorpresa- Si quieres podemos hablar de otra cosa- Carla negó abruptamente.
 
 
-Lo siento… yo no suelo ser así- se disculpó algo avergonzada. De seguro su grito le espantó pero al ver nuevamente a los ojos de Abigail, en ellos no expresaban miedo alguno.
 
 
-Tranquila, no me has dicho mucho. Pero noto que lo que me tratas de contar te afecta demasiado. Así que puedes ir como gustes- le invitó calmadamente, proporcionándole confianza. 
 
 
-Mayra y yo somos novias desde hace seis años- comenzó mirando a la nada- vivimos juntas desde hace dos años. Por cosas de trabajo nos cambiamos de casa hace seis meses, vivimos en un departamento cómodo y moderno. Ella lo decoró muy bien, es un lugar muy acogedor- relató sintiendo en cada palabra los momentos que vivió. La sonrisa de Mayra era lo que le ayudaba a continuar.
 
 
-Me imagino que debe serlo- comentó devolviéndole la sonrisa.
 
 
-Ella y yo, somos muy demostrativas en nuestra relación. No tenemos problemas con que la gente nos vea tomadas de la mano u abrazadas. Claro también respetamos las creencias de las demás personas, más aún cuando hay niños… pero hace exactamente un mes y medio… yo no me pude contener y en el ascensor de nuestro edificio. La besé.
 
 
Abigail, solo le miraba, no necesitaba interrumpir o guiar la conversación, porque Carla hacía un excelente trabajo relatando el porqué de su visita, estaba focalizada en su meta y a ella solo le quedaba escuchar atenta su relato.
 
 
-Ese día ella brillaba, lo juro- sonrió al recordarla, sonriente y juguetona. Las cualidades que hizo que se volviera loca por ella. Las leyes eran aburridas y monótonas. Mayra con sus juegos, al mismo tiempo acompañadas de sus caprichos ponía más que colores en su vida- Llevaba un vestido que me encantaba y su cabello rizado a lo que dijera el tiempo. Juro que con solo verla esperándome en el ascensor, quise hacerle el amor ahí mismo- ya no se daba cuenta que estaba revelando algo tan intimo. Abigail le miraba atenta y asentía para que continuara- la arrinconé cuando las puertas se cerraron y la besé con toda la pasión que sentí en ese momento y me volví aún más loca cuando sentí su perfumado olor característico. Ese olor peculiar de ella que obtenía luego de una ducha. Perdí la razón y las mil y un reglas que entre ambas habíamos puesto, sobre qué hacer y qué no hacer en público, se fueron a la mierda. Yo solo quería amarla en ese lugar-
 
 
Una lágrima volvió a caer de su mejilla, que no fue removida, el camino se plasmó en su mejilla mientras la mirada se volvía  a perder en algún punto de la habitación.
 
 
-No medí el tiempo, ni siquiera observé los pisos que faltaban para llegar al nuestro. Estábamos como en otro lugar. El problema llegó cuando escuchamos la voz de nuestro vecino gritar- y algo presionó en su pecho al mismo tiempo que sentía que alguien le quitaba el sillón en el que estaba y caía al vació sin piedad- Nos gritó de todo e incluso trató de agredirnos ahí mismo. Estaba como fuera de sí, de no ser por su perro que se interponía entre nosotros. Lo más probable es que hubiésemos terminado ambas en el hospital- trató de continuar, sin que el llanto le interrumpiera demasiado.
 
 
-¿Qué pasó luego?- se atrevió a preguntar luego del abrupto silencio.
 
 
-Nos hizo la vida imposible- sentenció mirándola con temor- No podíamos salir del departamento cuando él estaba porque, siempre salía a nuestro encuentro y nos arrinconaba o amenazaba. Mayra, ya no quería salir. Perdió su sonrisa y sus ganas de vivir. Tenía miedo todo el tiempo, incluso cuando sonaba el teléfono o algo en la casa se caía, saltaba o temblaba presa del terror. La idea de que nuestro vecino, pudiera entrar a la fuerza a nuestro departamento la abrumaba-
 
 
-¿Hicieron algo para detenerle?-
 
 
-Nos quejamos con el conserje y la administración del edificio. Pero no obtuvimos ayuda, así que decidimos cambiarnos de lugar- prosiguió lastimosamente- El lugar que tanto ella había trabajado para hacerlo cálido y prepararlo para terminar nuestra vida allí. Se había convertido en una pesadilla. Por un lado era un alivio dejar ese lugar, por otro una lástima, porque no tenemos porqué ocultarnos o arrancar, por el simple hecho que a gente como él no les guste nuestra forma de vivir el amor. Sentía rabia hacia él, impotencia al igual miedo. Llegué incluso a portar un frasco de gas pimienta, para defenderme. -
 
 
-¿Alguna vez tuviste oportunidad de utilizarlo?-
 
 
-No, traté de estar en casa los días que él no estaba. Trabajaba por turnos así que tenía más o menos idea de que días se ausentaba del edificio. Traía trabajo a la casa, para acompañarla. Pero cuando debía salir por alguna urgencia en la oficina, resultaba ser un verdadero infierno-
 
 
-¿A qué te refieres con eso?-
 
 
-Mayra gritaba y no paraba de llorar, cuando debía ausentarme. Mi trabajo quedaba solo a cuatro cuadras pero aún así no era suficiente para ella. Se descompensaba totalmente, una vez incluso llegó hasta desmayarse. El inconveniente era que como jefa del buffet, debía estar presente para algunos asuntos-
 
 
-¿Cómo manejabas esa situación?-
 
 
-Llamaba a mi madre para que pudiera hacerle compañía, mientras yo estaba fuera-
 
 
-¿Tu madre sabía de esta situación-
 
 
-Si-
 
 
-¿Alguien más?-
 
 
-No. Sus padres estaban divorciados. Su padre vivía en España y su madre en Buin, el drama era que ella sufría ataques cardiacos y cómo estábamos prontas a cambiarnos de casa. Decidimos no involucrarla en pro de su salud-
 
 
-Bien, cuéntame. ¿Mayra se quedaba tranquila una vez que la dejabas con tu madre?-
 
 
-No, pero al menos dejaba de llorar. Le preocupaba que yo fuera alcanzada por ese animal al salir. Vivíamos como ovejas ocultas del lobo- metaforizó demacrando aún más su rostro.
 
 
-Dime, ¿alguna vez este vecino concretó sus amenazas?- era un pregunta muy directa y casi dolorosa pero debía hacerla. Aunque luego de ver como Carla volvía  a desmoronarse, se abofeteó mentalmente.
 
 
-Él… él…- trató de hablar pero la imagen en su mente le hacía callar, revivir el momento en que la encontró tirada en la sala de su living, desprotegida… golpeada… le martillaba la conciencia- ese día tuve que ir a la oficina a arreglar un papeleo. La cosa fue que mi madre no pudo acompañarla, así que discutimos, si bien ya estaba todo embalado y solo faltaban unos días para la mudanza, ella no podía soportar la idea de quedarse sola en el departamento. Yo estaba muy estresada con el cambio, el trabajo y la situación, así que solo salí dando un portazo… mientras ella gritaba mi nombre…-
 
 
Volvió a llorar ocultando su rostro entre sus manos. La situación le sobrepasaba, ya ni siquiera podía ocultar sus gemidos que cada vez sonaban más desgarradores. Abigail bajó la mirada algo afectada, debía reconocer que incluso a ella le estaba costando mantener la compostura entre su rol como psicóloga y sus sentimientos como ser humano. ¿Qué fue lo que hizo ese vecino para dejarla así?. Podía tener una idea, pero eso no le serviría.
 
 
Carla se quedó en silencio, revivir, recrear, resentir… la culpa la comía viva, ella debería estar en el lugar de Mayra. Ella debería haber estado allí para ella, para protegerla de él. Pero prefirió firmar unos insignificantes papeles por 45 minutos y eso bastó para derrumbar toda su vida y de la persona que amaba.
 
 
-Solo fueron 45 minutos…- trató de continuar carraspeando para mantener la compostura en la sesión-  ida y vuelta más firmar unos documentos, solo fueron 45 minutos… y fue el tiempo suficiente para que él… él- no podía. Pero debía.- la violara y golpeara a su gusto- concluyó casi ahogándose del sufrimiento. Abigail agachó la mirada mordiéndose los labios para continuar, aunque le costara- Tenía marcas en su hermosa piel, tenía mordidas y moretones… e incluso, sangre salía de su cabeza- tiritaba con cada palabra, y sentía que moría y volvía nacer solo para sentir asco en su piel y desprecio hacia su persona- Fue mi culpa- sentenció
 
 
-Carla…-
 
 
-¡Si yo no hubiera salido en ese momento, esto no habría pasado!- gritó descontrolada alborotando su cabello y secando sus lágrimas con fuerza- Merezco todo lo que me está pasando y merezco que me odie…-
 
 
-¿A qué te refieres con eso?- articuló enfocándose en que su voz no se quebrara.
 
 
-Mayra es tuvo en shock durante días. No comía, ni hablaba- describió- Cuando me veía solo apartaba la vista. Por peritaje, recibió atención psicológica… después de días sin hablarme y de yo estar con ella en la misma habitación, de un momento a otro…  me dijo que me fuera. Que no quería volver a verme. Que ojalas nunca me hubiese conocido…- no bastan con preguntar cómo se había tomado esas palabras, porque al terminar su oración se inclinó hacia delante derrotada. Pero debía decir algo para continuar o si no ella sería la que la acompañase en su dolor.
 
 
-Bueno, con esto que hemos conversado. Tú me dices que tienes una relación hace seis años con Mayra y que hace mes y medio producto de un cambio de casa, se han visto envueltas en una situación de discriminación por parte de tu vecino que terminó por agredir física y sexualmente de tu pareja- recapituló para no perder su fin- ¿Qué es lo que te gustaría trabajar en esta terapia?-
 
 
-Quiero olvidarla- sentenció rápido. Si era la única forma en la que Mayra pudiera sentirse mejor, protegida. Lo haría, después de todo había fallado en el momento propicio que demostraba su entrega hacia ella. Pero hizo todo lo contrario y aunque doliese, aunque su vida retomara el rumbo monótono y frío que tenía antes de conocerla, lo aceptaría. Lo haría por ella, por su bien.
 
 
-¿Quieres olvidar?- repitió sorprendida.
 
 
-Quiero que me ayude a olvidarla- reafirmó decidida- Quiero que me ayude a aprender a vivir sin ella… porque si sigo así. No viviré un día más-
 
 
-¿Cómo que no vivirías un día más?-
 
 
-Despertar en las mañanas me es difícil, ver la cama vacía y fría. El lugar en que ese enfermo la violó, ver sus fotografías y sentir asco de mi misma. De no ser capaz de protegerla...- describió. 
 
 
-¿Es así cómo te sientes respecto a esta situación?-
 
 
-Recordar lo sucedido, hace que quiera suicidarme- confesó de pronto- cuando Mayra me dijo que ya no quería verme y que ojalas nunca me hubiese conocido...  Algo se apagó en mí. Toda la lógica y racionalidad que había adquirido en mis años de abogada se fueron a la mierda... El aire me faltaba, tiritaba entera. Solo reaccioné cuando unos paramédicos me sostuvieron sobre el techo de la terraza del hospital. Luego desperté, en una cama diferente a la de ella. Sintiéndome desgraciada y perdida-
 
 
-¿Qué te dijeron en el hospital cuando despertarte?- 
 
 
-Que había sufrido una crisis de pánico con intento de suicidio- declaró ya presa del abatimiento emocional que había vivido. Ahora lejos de esa postura tensa, Carla estaba lanzada a su suerte en ese sillón, con la vista perdida y su semblante angustiante. 
 
 
-Sinceramente no puedo ayudarte a olvidarla- advirtió recibiendo una mirada desoladora- solo puedo ayudarte a manejar tu separación y situación de la mejor manera- 
 
 
-No. Yo quiero olvidarla- interrumpió  amenazadoramente- quiero borrar cada recuerdo de ella. Desde que la vi en ese festival hasta hoy... Quiero olvidarme de ella para no ir a su habitación y con mi presencia recordarle lo ocurrido. Quiero hacer Todo lo posible para que ella vuelva a sonreír y si eso es alejarne de ella y hacer como si entre nosotras nada hubiese pasado... Lo haré- declaró decidida.  
 
 
-Entiendo tu postura y por lo que hemos estado hablando, pareciera ser una acción bastante válida. Pero no puedo borrar tus recuerdos de ella, ni la intensidad en que la amas. Mi ayuda iría por otro lado. En tratar de ayudarte a superar esta situación, en trabajar en aceptar que tú no tuviste la culpa y replantear tus objetivos en la vida- comenzó hablar atropelladamente porque Carla se levantó de golpe dispuesta a marcharse. 
 
 
-Lo siento, pero no es la ayuda que necesito- 
 
 
-Viniste aquí por una razón y es ayudar a Mayra, crees que con olvidarla solucionarás algo pero ¿no crees que solo dejarías un vacío en su vida al igual que ella en la tuya?- estaba siendo demasiado confianzuda. La teoría en psicoterapia advertía que si un paciente quiere marcharse solo debes darle la indicación de que si en un futuro su problema persiste puede acercarse nuevamente. Pero tenía miedo de que por amor, Carla cometiera una locura. 
 
 
-¿No cree que con solo vivir, le hago más daño?- le refutó dolida- No quiero tener esta culpa para siempre, si no puede ayudarme a olvidarla... Pues quizás otra cosa pueda...- dijo a modo de despedida, dejando a Abigail en shock por sus crudas palabras. 
 
 
Si se que daba solo con el contenido de su mensaje creería que buscaría ayuda profesional por otro lado, pero si analizaba fríamente el proceso que escondía detrás, sus dichos claramente inducían a un suicidio    
 
 
-Andrea, llama al teléfono de contacto de Carla Rodríguez.  Y me lo pasas de inmediato- en estos momentos lo único que decía su intuición y su ética, es que si no intervenía. Carla no sería capaz de conseguir su cometido de proteger a Mayra, porque si moría dejaría en esta quizás una huella más grande que su abuso.  Un amor así, no podía  ser víctima de una sociedad tan egoísta y enferma. 
 
 
 
 
Notas finales:

Bueno que dicen?. Habré perdido mishabilidades?. Yo creo que un poco pero es algo para reevindicarme.  

 

Espero les haya gustado y si han quedado con gusto a poco de la historia podrían comentarme y ahí veremos que hago. Por ahora es eto lo que puedo dejar. 

 

Mil disculpas a las lectoras de "No le esperes" trataré de ponerme al corriente y volver con la historia aunque tengo un par más dando vuelta.  

 

 

Espero sus sugerencias y críticas. Nos leemos pronto. 

 

 

:D

 

 


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