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SD2: Are You Ready For This? por Khira

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Notas del capitulo:

Otro capítulo editado. Thanx por los comentarios!

Are you ready for this?

 

Por Khira

 

Capítulo 11. Papá

 

 

Aquella noche Rukawa no pegó ojo. Su padre no volvió hasta las dos de la madrugada; le oyó discutir con su madre en el dormitorio pero no logró entender que decían. Chiyako no debió conseguir hacerle entrar en razón, porque al día siguiente Kojiro no le dirigió la palabra. Kaede también le esquivaba, incapaz de sacar el tema de nuevo. Chiyako intentaba comportarse con naturalidad pero era muy difícil con semejante panorama, y cuando Taro regresó por la noche no tardó en notar que su padre y su hermano mayor no se hablaban ni se miraban a la cara. La hora de la cena se convirtió en un martirio, parecía más un velatorio que una comida familiar. En esos días Rukawa echó de menos a su tío Satoru y a su apoyo más que nunca.

 

En el instituto las cosas no mejoraban. Ahora eran las chicas las que le ignoraban, y los chicos le seguían mirando con desprecio. El entrenamiento se convirtió en el único momento del día que estaba medianamente tranquilo, ya que la escenita de los chicos de tercero criticándole desde la puerta no volvió a repetirse. Pero seguía negándose, algunos empezaban a creer que irracionalmente, a ducharse junto a sus compañeros.

 

Una tarde, antes de que Rukawa se fuera, al finalizar el entrenamiento Ryota reunió a todos los jugadores porque tenía algo importante que decirles.

 

—Chicos, se acerca el festival de los deportes de otoño —empezó con voz altiva y segura. El leer tantos manuales sobre liderazgo empezaba a dar resultado—. Como ya sabéis, en estos festivales los institutos organizan partidos amistosos entre ellos, o concursos en caso de clubes no deportivos. Y nosotros ya sabemos que rival nos ha tocado.

 

—¿Quién? —preguntaron todos a la vez.

 

—El Shoyo.

 

Algunos miembros del equipo dejaron escapar grititos de frustración; otros suspiraron de alivio. Podría haber sido peor; al fin y al cabo, al Shoyo ya le habían ganado una vez. Ayako les leyó el pensamiento.

 

—Recordad que cuando les ganamos estaban Akagi y Sakuragi, y ahora no, y en cambio todos los de tercero del Shoyo siguen jugando —dijo la asistente.

 

—Es cierto... —murmuraron.

 

—Aun así hemos de tener confianza —dijo el capitán—. Nosotros seguimos contando con Mitsui, tenemos a Rukawa, y por supuesto, a mi. ¡Pienso darle una paliza al enclenque de Fujima! ¡Basquetbolísticamente hablando, claro!

 

—¡¡SÍ!! —corearon todos.

 

Todos excepto Rukawa y Haruko. Rukawa porque normalmente no solía participar mucho en este tipo de arengas, y ahora menos, que no pronunciaba palabra durante todo el entrenamiento. Y Haruko porque estaba algo distraída. Se había acostumbrado a que Yohei estuviera presente en los entrenamientos, y hoy no había venido.

 

Desde que hizo las paces con Sakuragi, la chica notaba que Yohei estaba aún más pendiente de ella, pero sin embargo no parecía que el muchacho tuviera ninguna intención de dar un paso relevante.

 

«¿Y si lo diera yo...?», pensó la muchacha.

 

—Jo, jo, jo, así se habla, Miyagi —dijo una voz.

 

El entrenador del Shohoku acababa de entrar en la cancha y se dirigía a paso lento hacia el grupito de chicos.

 

—¡Buenas tardes!

 

—Buenas tardes. Chicos, lamento no haber venido mucho por aquí últimamente. Mi mujer está algo enferma, y ahora me toca a mí cuidar de ella.

 

—Lo entendemos, sensei —se apresuró a decir Ryota.

 

—Y me temo que hoy ya estabais terminando...

 

—Sí, pero si quiere podemos prolongar el entrenamiento una horita más. —Los jugadores miraron asustados a su capitán.

 

—Jo, jo, jo, eso no será necesario. Podéis iros a duchar tranquilos. —Al decir esto miró a Rukawa—. Rukawa y Mitsui, vosotros dos quedaos un momento, por favor.

 

—Sí, sensei —dijeron ambos.

 

Los demás entraron en los vestuarios y dejaron al entrenador a solas con ellos. Ayako y Haruko también se retiraron un poco mientras comentaban las estadísticas del entrenamiento de hoy.

 

—Chicos, quiero que en el partido amistoso contra Shoyo pongáis en práctica las tácticas que hemos estado ensayando. No hace falta que esperéis a mi señal, cuando vosotros creáis que sea oportuno, intercambiáis posiciones. A ver como sale.

 

—De acuerdo, entrenador.

 

—Podéis iros.

 

Tras despedirse Mitsui entró en los vestuarios pero Rukawa se limitó a recoger su mochila y dirigirse hacia la salida. Anzai le interceptó.

 

—¿No te duchas con tus compañeros, Rukawa? —le preguntó, mirándole muy serio.

 

Rukawa apretaba inconscientemente el asa de su mochila mientras buscaba una excusa que poner, pero como no se le ocurrió nada y tampoco quería mentir a su entrenador, desistió.

 

—Por favor no me obligue... —pidió en voz baja.

 

Anzai le miró preocupado y en silencio durante unos instantes.

 

—Está bien —suspiró finalmente—. Pero supongo que sabes que no puedes pasarte así todo el bachillerato...

 

—Sí, sensei...

 

Se despidió de nuevo con una inclinación de cabeza y salió del gimnasio en busca de su bicicleta. El entrenador también se marchó, de manera que Ayako y Haruko se quedaron a solas en la cancha charlando, hasta que entró otra chica, vestida con el uniforme de Shohoku.

 

—¡Hola Miuyo! —exclamó Ayako.

 

—Hola Ayako. —Miuyo le devolvió el saludo mientras miraba temerosa a todos lados, como temiendo que alguien se apareciera.

 

—¿Cómo tú por aquí? Con la de veces que te he pedido que te pasaras... Pero hoy ya ha terminado el entrenamiento.

 

—No puedo faltar al club de teatro para estar de espectadora en el gimnasio, ya te lo he dicho. —Se sacó un objeto de la mochila y se lo tendió a la asistente—. Ten, ¿esto es tuyo, no?

 

—¡Mis llaves! ¿Dónde estaban?

 

—Debajo de tu pupitre, en el suelo. Ha sido pura casualidad que las viera. Tú ya habías salido del aula y no te he alcanzado, pero como sabría que estarías aquí...

 

—Muchas gracias, si no fuera por ti, hoy no entraba en mi casa... mis padres no llegan hasta hora de cenar... —Ayako metió las llaves en su propia bolsa; luego reparó en algo, o más bien, en alguien—. Ah, Miuyo, te presento a Haruko. Es mi ayudante.

 

—Encantada —dijo Miuyo.

 

—Igualmente —dijo Haruko—. ¿Vais a la misma clase? —preguntó.

 

—Sí, desde primero. Pero no habíamos ‘intimado’ hasta ahora —respondió Ayako.

 

—Suele pasar —convino la castaña—. ¿Te gusta el baloncesto, Miuyo?

 

—Psé...

 

—Más bien le gusta un jugador de baloncesto...

 

—¡Ayako! —Miuyo enrojeció al instante—. ¿Entiendes ahora por qué no quiero contarte quien es?

 

—Tienes razón, lo siento... Pero Haruko es de confianza, ¿a que sí?

 

Haruko decidió no responder, recordando con pesar que por su culpa todo el instituto le hacía el vacío a Rukawa.

 

En ese momento se escucharon unas voces y enseguida aparecieron algunos jugadores de Shohoku que ya habían terminado de ducharse y salían en grupo de los vestuarios.

 

—¿Y te la tiraste? —le preguntaba Yasuda a Mitsui, mirándole con admiración.

 

—¡Claro que no! —exclamó Mitsui. Y luego añadió con sorna—. Me esperé al día siguiente, ¡yo soy un caballero!

 

Los demás rieron por lo bajo. Ayako hizo una mueca.

 

—Odio escuchar este tipo de conversaciones de ‘machitos’... —murmuró asqueada.

 

—¡Hasta mañana, chicas! —se despidieron los muchachos de sus asistentes y la desconocida que estaba con ellas.

 

—Hasta mañana... —dijeron Ayako y Haruko.

 

Cuando se quedaron de nuevo a solas, Ayako se giró hacia Miuyo para decirle algo, pero se quedó sin palabras al contemplar sorprendida el rostro congestionado de esta.

 

—¿Te encuentras bien? —le preguntó Haruko, que también la estaba mirando.

 

—N-nada... Chicas, yo también me voy, tengo ganas de llegar a casa. Haruko, un placer. Hasta mañana, Ayako.

 

Y se escabulló rápidamente hacia la salida. Ayako y Haruko se quedaron mirando unos instantes la puerta por la que había desaparecido la chica.

 

—¿Qué le pasaba? —preguntó Haruko, tan despistada como siempre.

 

—Creo que ya sé quien le gusta...

 

xXx

 

Antes de decidirse a tocar el timbre, Yohei dio un par de vueltas alrededor de la casa de Sakuragi, inspiró profundamente una treintena de veces, e incluso hizo algunos movimientos de taichi para relajarse. Había decidido visitar a su amigo y tantear el terreno sobre Haruko para saber como se tomaría Hanamichi que él también estaba enamorado de ella. Finalmente se decidió y tocó.

 

—¿Quién es? —preguntó Sakuragi desde el otro lado de la puerta.

 

—Soy Yohei —respondió algo extrañado. Normalmente su amigo abría la puerta sin más.

 

—Un momento.

 

Un par de minutos después se abría por fin la puerta.

 

—Hola Yohei —saludó el pelirrojo—. ¿Qué haces aquí?

 

—Sólo he venido a verte. ¿Te molesta? —Definitivamente Hanamichi estaba extraño.

 

—Claro que no. Pasa.

 

Yohei entró hacia el interior de la modesta vivienda seguido de Sakuragi hasta la sala de estar, donde había una pequeña camilla situada en medio de la habitación. Se sentaron alrededor de ella; enseguida notó un olor extraño en el ambiente, pero no le dio importancia.

 

—¿Y tu madre? —preguntó—. ¿Trabajando?

 

—No, en el cementerio —respondió Sakuragi como si nada.

 

Se sintió fatal. Lo había olvidado completamente: hoy era el aniversario de la muerte del padre de Hanamichi.

 

—¿Y tú no vas? —preguntó a sabiendas de que la respuesta sería ‘no’.

 

—Ya sabes que no.

 

—¿Pero por qué no?

 

—Yohei, no estoy de humor para discutir sobre esto.

 

—Últimamente casi nunca estás ‘de humor’ —se quejó el moreno.

 

—¡Perdona por estar lesionado y porque la chica de mis sueños me haya rechazado!

 

Esa pequeña discusión no era la mejor manera de empezar, pensó Yohei. Pero entonces Sakuragi se echó a reír quedamente.

 

—Qué desastre, ¿verdad? —preguntó irónico—. No puedo jugar a baloncesto, no puedo tener a la chica que quiero... los estudios me van fatal... —Su expresión cambió de nuevo a una muy triste—. ¿Qué voy a hacer con mi vida, Yohei...?

 

—Hanamichi...

 

La expresión del pelirrojo cada vez mostraba más dolor. Se tapó la cara con las manos y empezó a sollozar muy quedamente. Yohei sólo alcanzó a levantarse un momento para sentarse a su lado y colocarle cariñosamente una mano en su hombro.

 

—Le echo mucho de menos, Yohei... —dijo Sakuragi de pronto.

 

—¿A tu padre...?

 

—Sí...

 

—Es normal... sólo hace tres años que murió... Poco a poco irás superándolo y soportarás su ausencia mejor. Quizás si fueras a verle al cementerio con tu madre...

 

Al oír eso Sakuragi se levantó de golpe con el rostro desencajado.

 

—¡QUE NO! —gritó—. ¡¿Para qué voy a ir a verle?! ¡¿Qué quieres que diga delante de su tumba?! ¡¿‘Hola papá, cuanto tiempo. Por cierto, perdona por haberte dejado morir mientras yo me peleaba como un estúpido macarra’?!

 

—Hanamichi... —Yohei se quedó sin saber que decir, nunca había visto a su amigo en ese estado. ¿Qué le estaba pasando?

 

Sakuragi se dejó caer de nuevo en el suelo como si estuviera exhausto.

 

—Yohei, creo que será mejor que te vayas...

 

—Pero...

 

—Vete.

 

Su tono no admitía réplica. Yohei se levantó y se marchó, pero se prometió a si mismo que esa sería la última vez que dejaría solo al pelirrojo cuando se lo pidiera. Y en cuanto a lo de Haruko... tendría que aguantarse.

 

xXx

 

Los días se habían acortado mucho y ya había anochecido cuando Rukawa llegó a casa. Dejó la bicicleta en el garaje, sacó sus llaves de la mochila y entró. Pensó que sólo estarían en casa su madre y sus hermanos, pero tras el biombo vio a su padre sentado en la mesa del comedor junto a Taro, por los cuadernos que había desparramados sobre ella supuso que le estaba ayudando a hacer los deberes. Aiko estaba jugando en el enorme parque que tenía para ella sola en medio del salón.

 

Tadaima... —murmuró sin mirarles, mientras se descalzaba.

 

Okaeri, oniichan —respondió Taro, menos alegre que de costumbre. No entendía el mal ambiente que había en casa, y ni siquiera se atrevía a preguntar.

 

Tal y como esperaba Rukawa, su padre ni le miró. Apenado, pasó de largo y subió las escaleras para ir a ducharse. Pero Chiyako estaba arriba en el pasillo.

 

—¿El agua caliente sigue sin funcionar? —le preguntó alzando las cejas.

 

Kaede no se atrevió a seguir mintiendo.

 

— Sí, sí que funciona...

 

—¿Entonces?

 

—Ya os dije que todo el instituto sabe ahora que soy gay... —musitó.

 

—¿Y eso que tiene que ver?

 

—Digamos que mis compañeros no se sienten cómodos conmigo en las duchas...

 

—¿Tus compañeros o tú?

 

Rukawa se sorprendió un poco por esa pregunta. Lo cierto era que nadie del equipo le había vuelto a mirar raro desde el primer día...

 

Chiyako vio la confusión en los ojos de su hijo y decidió dejar el tema por ese día.

 

—Anda, ve a ducharte...

 

Diez minutos después, ya duchado y en su pijama-chándal, Rukawa entraba en su dormitorio, donde Chiyako estaba ordenándole el armario.

 

—No sé por qué me molesto en comprarte ropa de vestir, si luego siempre vas en chándal... hasta para dormir... —se quejó.

 

Pero Kaede no estaba para discutir sobre un tema tan banal como el de la ropa. Se sentó en la cama dispuesto a esperar a que su madre saliera de la habitación para estar a solas. Chiyako sin embargo dejó de pronto de ordenar pantalones y jerséis y se sentó a su lado.

 

—Te preguntaría que te pasa, pero supongo que es evidente... —empezó. Como el muchacho seguía en silencio, continuó—. Ya se le pasará. Él es así, grita antes de pensar y luego se arrepiente. Seguro que está más disgustado con él mismo que contigo por lo que te dijo.

 

—No lo creo —dijo Rukawa con voz seca—.  Me odia.

 

—Kaede, no seas infan...

 

—Me odia a mi ahora como odia al tío Satoru —la interrumpió—. Papá no soporta los homosexuales, siempre lo ha dejado muy claro.

 

—Te equivocas. Tu padre no odia a tu tío por ser homosexual... Está enfadado con él por algo relacionado, pero no por eso realmente — Kaede la miró sorprendido, pero antes de preguntar Chiyako añadió—: Y a ti tampoco te odia. Por dios, ¡pero si te adora! Eres lo más importante de este mundo para él.

 

Rukawa no quiso decir lo que pensaba: que era imposible que él estuviera por delante de Taro y Aiko, que sí que eran hijos biológicos suyos. Pero Chiyako lo intuyó.

 

—Sé lo que piensas: que para Kojiro siempre estarás en tercer lugar. Pero eso no es así. Él te quiere igual que a tus hermanos desde el primer día que llegaste aquí. Bueno, quizás desde el segundo...  —rió.

 

Como Kaede la miró intrigado, Chiyako continuó.

 

—Es que la primera noche que pasaste en casa con nosotros, no dejaste de llorar —le contó divertida—. Fue algo asombroso: ¡ocho horas seguidas sin parar!

 

—Tenía dos años... —gruñó Kaede, algo avergonzado, pero sabía que a esa edad no era normal llorar tanto.

 

—Casi tres —replicó ella. Luego siguió contando—: Lo intenté todo: te paseé por toda la casa, por el barrio, incluso con el coche... pero nada funcionó. Por supuesto, al día siguiente te la pasaste dormido. Y nosotros con unas ojeras que nos llegaban hasta el suelo... Pero por la noche ya habías vuelto a recuperar las energías y hala, ¡otra vez a llorar! Eran casi las cuatro de la madrugada y yo ya no podía más. Estaba cansada de tenerte en brazos porque ya pesabas un buen. Recuerdo que te paseaba por el comedor cuando entró Kojiro a quejarse. Yo me enfadé con él porque no me ayudaba en nada, y le pedí que te sujetara un rato. Y a los dos segundos de estar con él... ¡milagro! Te callaste completamente. Le cogiste de la camisa del pijama con las manitas —Chiyako le cogió las manos a Kaede—, apoyaste la cabecita en su hombro, y te quedaste completamente dormido.

 

Rukawa se miró las manos.

 

—Ahora es difícil imaginarte en sus brazos, teniendo en cuenta que mides diez centímetros más que él... —rió.

 

Mientras Kaede seguía examinándose las manos, Chiyako le acarició el pelo, y luego se levantó.

 

—Pronto lo arreglaréis, ya lo verás. Por cierto, ¿cómo van las cosas en el instituto?

 

—Regular...

 

—La situación mejorará, no te preocupes... —dijo antes de salir de la habitación.

 

Pero Rukawa no estaba tan seguro...

 

Continuará...


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