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SD2: Are You Ready For This? por Khira

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Notas del capitulo:

Empezamos con la segunda parte de la historia. Gracias por los comentarios!

Are you ready for this?

 

Por Khira

 

Capítulo 27. El regreso del genio

 

Después de las cortas vacaciones de Navidad las clases se reanudaron, aunque los entrenamientos no se habían interrumpido. Rukawa practicaba triples mientras esperaba pacientemente a que comenzara el entrenamiento de esa tarde. Aparte del sonido del balón, había mucho silencio en el gimnasio. En realidad no había muy buen ambiente desde que el capitán del Shohoku se peleara con la asistente principal.

 

«Y yo que quería invitarla a cenar el día de Nochebuena...», se lamentó Ryota mirando a Ayako, quien estaba enseñando a Haruko a manejar el nuevo cronómetro que le habían regalado sus padres por Navidad. Pero había sido completamente imposible: la muchacha no le dirigía la palabra.

 

A su vez Haruko era observada por Mitsui. El moreno había decidido no decirle nada a Sakuragi sobre la relación que habían descubierto mantenía con Yohei, pero no dejaba de preocuparle el asunto. Unos minutos después dejó de estirar y se acercó a su capitán, que permanecía plantado en medio de la cancha sin hacer nada.

 

—Ey, Miyagi. —El chico más bajo le miró ausente, y Mitsui se quedó sin saber que decir. Su amigo lo estaba pasando bastante mal—. Esto... ¿empezamos el entrenamiento?

 

—Sí... —dijo Ryota reaccionando y mirando su reloj—. Chicos, empezam... —se calló al ver a Sakuragi entrar por la puerta del gimnasio seguido de su gundam... vestido de deporte.

 

No fue el único que se quedó mudo. Mitsui también abrió la boca pero no pronunció palabra, igual que el resto de miembros del Shohoku. Rukawa se dio cuenta de que él era el único del equipo que estaba enterado del inminente regreso del número 10.

 

Sus amigos se quedaron en la puerta; Sakuragi dio un par de pasos y se quedó de pie junto a las asistentes. Miró a sus compañeros uno por uno, terminando con Rukawa, como siempre el más alejado de todos. El zorro tenía la misma cara de piedra de casi siempre, pero él sabía que se alegraba de verle allí.

 

—Bueno gente —dijo mirando ahora a Ryota—. ¿Es que no le vais a dar la bienvenida al genio Sakuragi?

 

—¿L-la bienvenida? —repitió el capitán—. ¿Eso significa que...?

 

—Sí, eso significa que regreso al equipo —sonrió el pelirrojo.

 

Haruko y Ayako se taparon la boca con las manos, como conteniendo así su emoción. Los chicos avanzaron hacia él, excepto Rukawa, que no se movió del sitio.

 

—¿Es cierto, Sakuragi? —preguntó Yasuda, muy contento por la noticia.

 

—Totalmente cierto —confirmó Hanamichi.

 

—Pero... ¿y tu lesión? ¿Ya está totalmente curada? —preguntó Shiozaki.

 

—Aún no del todo... pero poco me falta. Por eso no puedo empezar a entrenar al cien por cien y por supuesto tampoco jugar partidos, pero creo que estaré listo para los preliminares de invierno...

 

—Eso sería genial —exclamó Ryota.

 

Mitsui avanzó hacia Sakuragi un par de pasos más y estiró la mano derecha. El pelirrojo se la chocó sin dudar.

 

—Me alegro mucho de tu vuelta. De verdad —dijo Mitsui.

 

—Lo sé. Gracias, Michi.

 

Y a continuación y como si se hubieran puesto de acuerdo todos quisieron chocar las manos con el número 10 del Shohoku.

 

Cuando le tocó el turno a las asistentes, Sakuragi se fijó sorprendido en Ayako. Con el uniforme del instituto no se había fijado, pero ahora que la veía en camiseta y pantalones cortos... Instintivamente miró un momento a Ryota, y por la expresión de este supo por qué se habían peleado.

 

Haruko también chocó las manos con Sakuragi. Estaba tan emocionada que le brillaban los ojos por las lágrimas.

 

—Sakuragi, estoy muy feliz... —susurró.

 

—Y yo he sido muy feliz desde que tú, Haruko, me enseñaste a amar el baloncesto —dijo el pelirrojo con voz solemne—. Muchas gracias...

 

Todos eran conscientes de lo emotivo del momento entre esos dos amigos y nadie dijo palabra durante unos segundos. A Rukawa en cambio no le agradó la escena para nada. Se dio media vuelta e iba a continuar practicando triples cuando una voz le detuvo.

 

—¿Y tú qué, Rukawa? ¿No me vas a dar la bienvenida?

 

Kaede se dio media vuelta de nuevo a tiempo para contemplar las expresiones sorprendidas de sus compañeros. El motivo no eran sólo las palabras de Sakuragi, sino que este estaba caminando hacia él con expresión amistosa.

 

Sakuragi se detuvo a un solo paso de Rukawa y esperó la respuesta de este, que no tardó en llegar.

 

—Claro que sí, idiot... Sakuragi.

 

Y para estupor de todos los que había en el gimnasio, el número 10 y el número 11 chocaron las manos como ya hicieron una vez al ganarle al todopoderoso Sannoh, pero nadie se esperaba que repetirían.

 

Después de eso Sakuragi volvió junto a Ryota y sus asistentes y les explicó los ejercicios básicos con que debía empezar. Haruko tomó nota y dijo que por supuesto ella le ayudaría a realizarlos. En ese momento apareció el entrenador Anzai con una gran sonrisa, lo había escuchado todo desde fuera.

 

—Será extraño tenerte otra vez apartado en un lado de la cancha, cuando ahora eres uno de los pilares del equipo —dijo el anciano colocando una mano sobre el hombro del pelirrojo.

 

—No te preocupes, viejo —dijo Hanamichi más que halagado por el comentario de su entrenador—. Será por poco tiempo.

 

Anzai asintió con una sonrisa y a continuación Miyagi anunció que el entrenamiento debía empezar.

 

xXx

 

Sakuragi sentía que había dado marcha atrás en el tiempo. Él realizando ejercicios básicos, Rukawa luciéndose en la cancha, y sus amigos observando el entrenamiento entre risas. Sin embargo no era el ‘gori’ quien gritaba a sus jugadores que debían poner más atención en los ejercicios, sino Ryota, y no era Kogure quien trataba de calmarlo, sino Mitsui. Tampoco era Ayako la que estaba vigilando que mantuviera la espalda recta mientras botaba el balón semiarrodillado, sino su amada Haruko.

 

«¿Mi amada Haruko...?», repitió mentalmente. La miró de reojo, y pensó que se había hecho tan lentamente a la idea de tenerla solo como amiga que apenas se había dado cuenta.

 

Que Sakuragi no pudiera realizar ejercicios más complicados no significaba que no recordara como botar un balón, y se estaba aburriendo soberanamente con ello, de manera que optó por conversar con Haruko.

 

—¿Qué tal tu hermano, Haruko? —preguntó—. No le he visto desde antes de las vacaciones de Navidad.

 

—Está muy bien, estudia mucho —sonrió la muchacha—. Tiene que hacerlo si quiere entrar en la Shintai por sus propios méritos.

 

—No entiendo que retiraran la beca que le ofrecían —comentó Sakuragi, recordando lo bien que jugó Akagi en los nacionales.

 

—Yo tampoco. Quizás es que vieron sus notas y pensaron que mejor ofrecerle la beca a alguien que la necesitara de verdad para entrar en esa universidad.

 

—Puede ser... Por cierto, ¿y que quiere estudiar?

 

—Medicina.

 

—¿Medicina? ¿El ‘gori’ médico? —se sorprendió el pelirrojo.

 

—Sí —sonrió Haruko, divertida porque Sakuragi seguía llamando gorila a su hermano—. Igual que Kogure.

 

—¿El Cuatro Ojos también?

 

—Sí. ¿Y tú que quieres estudiar, Sakuragi?

 

—¿Yo...? Pues...

 

Sakuragi se quedó callado un momento; lo cierto era que no tenía ni idea. Además sus notas eran muy bajas y no animaban a pensar en una futura carrera.

 

—La verdad es que aún no lo sé —admitió—. ¿Y tú?

 

—Tampoco lo sé seguro —sonrió Haruko—. Aunque últimamente estaba pensando en Fisioterapia...

 

—Seguro que serías muy buena fisioterapeuta —le dijo Hanamichi con otra sonrisa.

 

—Gracias...

 

Haruko y Sakuragi continuaron charlando animadamente durante toda la práctica, cosa que molestó bastante a dos personas. La primera, Rukawa, celoso como nunca de la muchacha, y la segunda Yohei, que al ver a esos dos tan juntos y contentos sin decir nada dejó a sus amigos y se marchó. Haruko se dio cuenta y se sintió culpable.

 

—Por hoy lo dejamos aquí, chicos —anunció Miyagi a sus cansados jugadores al cabo de un rato.

 

Los chicos suspiraron de alivio y se encaminaron pesadamente hacia los vestuarios. Anzai y la gundam se retiraron. Sakuragi se levantó y después de agradecerle a Haruko su ayuda también se dirigió al mismo lugar que sus compañeros. Entonces vio que Rukawa, tal y como esperaba, en lugar de seguirles, abría la mochila que había dejado encima de un banco y sacaba una chaqueta de chándal. En cuanto se la puso, se despidió de Ayako y se dirigió a la salida exterior del gimnasio.

 

—¡Ey, Rukawa! —le llamó Sakuragi, logrando que se detuviera y se volteara, no solamente él sino todos los demás.

 

—¿Qué quieres? —preguntó Kaede, incómodo porque todos estaban pendientes de ellos.

 

—¿A dónde crees que vas? —preguntó el pelirrojo acercándose a él y bajando un poco la voz.

 

—A mi casa —respondió lo más tranquilamente que pudo.

 

—¿Sin ducharte? —inquirió inocentemente.

 

—Ya me ducharé en casa... —Rukawa ya no estaba tranquilo. ¿Qué pretendía el pelirrojo poniéndole en evidencia delante de todos? ¿Burlarse? Había sido un estúpido por pensar que su relación podría cambiar...

 

Pero pronto Sakuragi sacaría a Rukawa de su error.

 

—Basta ya de esa tontería, zorro —dijo el pelirrojo al mismo tiempo que agarraba a Rukawa del brazo. A continuación empezó a estirar de él para llevarlo hacia los vestuarios.

 

—¿Pero qué haces? —exclamó Rukawa.

 

«Lo que tendría que haber hecho alguien hace tiempo», pensó Sakuragi enfadado porque esa estúpida situación se hubiera prolongado tanto.

 

Cuando ya estaban llegando a la puerta Rukawa logró detenerse y hacer lo mismo con el pelirrojo.

 

—Suéltame —ordenó secamente.

 

—No —dijo Hanamichi—. Entra y deja de hacer el gilipollas.

 

—Idiota.

 

Rukawa se soltó a la fuerza y se dio media vuelta dispuesto a marcharse. Pero se encontró con que todos los demás se habían colocado tras ellos formando un semicírculo y bloqueando el paso. El moreno se quedó un momento inmóvil sin saber que hacer. ¿Que estaba pasando allí?

 

Mitsui fue quien se lo explicó.

 

—Por una vez, Sakuragi tiene razón. Deja de hacer el gilipollas, Rukawa, y entra de una vez. ¿O quieres que te obliguemos a la fuerza?

 

Rukawa escondió su desconcierto tras una mirada de hielo que no consiguió asustar ni de lejos a Mitsui. De pronto sintió que le agarraban nuevamente del brazo y de un tirón Sakuragi le metió en el vestuario.

 

Y ya no pudo salir, porque en ese momento todos comenzaron a entrar. Y como si no hubiera pasado nada, empezaron a hablar, desnudarse y coger sitio en las duchas. Rukawa se quedó plantado en medio de los vestuarios con Sakuragi a su lado.

 

—¿Es que también tengo que desnudarte yo? —le preguntó el pelirrojo de pronto.

 

Rukawa rogó porque no se le notara demasiado el sonrojo que le provocó esa pregunta.

 

—No... Es que...

 

—¿No has traído toalla ni ropa interior, verdad? —se adelantó el pelirrojo—. Ya me lo imaginaba. Toma.

 

Sacó de su mochila otra toalla azul y unos calzoncillos blancos y se los ofreció. Rukawa los cogió como un autómata. A continuación Sakuragi empezó a desnudarse. Rukawa para no mirarle se giró y colocó la toalla y los calzoncillos encima de su mochila, y luego él también se desnudó.

 

—Y ahora, una ducha calentita —sonrió Hanamichi, contento de haberle convencido, y se dirigió a la primera que vio libre.

 

Kaede le siguió unos segundos después. Se metió en la ducha contigua al pelirrojo —porque no había otra libre—, y abrió el grifo del agua caliente. Afortunadamente los nervios impidieron que su cuerpo reaccionara como antes de que Sakuragi dejara los entrenamientos por la lesión y no hubo necesidad de ducharse con agua fría.

 

Sin embargo se duchó de cara a la pared, ahora que todos sabían de su homosexualidad no podía evitar temer que cualquier gesto, cualquier mirada, fueran malinterpretados.

 

Pero nadie parecía estar pendiente de él.

 

xXx

 

Mientras los chicos se duchaban, Ayako y Haruko conspiraban en el gimnasio.

 

—¿Qué te parece? —preguntó Ayako.

 

—Yo creo que una fiesta sería lo mejor. No me parece para nada típico, y además seguro que es lo que más ilusión le hace —respondió Haruko.

 

—Ok, una fiesta pues —sonrió la asistente principal—. ¿Dónde y cuándo?

 

—Si es una fiesta sorpresa, tiene que ser en un lugar donde no sea difícil ni extraño llevarle. Lo ideal sería en su propia casa, pero eso sería una molestia para su familia —murmuró Haruko pensativa—. Y cuanto antes, ya que no hicimos nada para animarle cuando se lesionó.

 

—Tienes razón. Hoy es lunes, y lo ideal sería celebrarla este mismo sábado. Tenemos una semana para organizarlo todo.

 

—¿Organizar que...?

 

Las chicas dieron un respingo pero se tranquilizaron al ver que era Miuyo.

 

—Hola chicas —saludó la muchacha—. ¿De qué hablabais?

 

—De organizarle una fiesta sorpresa de bienvenida a Sakuragi —explicó Ayako.

 

—¿Sakuragi...? Ah, el pelirrojo. ¿Y eso? ¿Ya ha regresado al equipo?

 

—Sí, hoy mismo —sonrió Haruko.

 

—Eso es genial.

 

—Sí, lo es. ¿Nos ayudas a montarla? ¿O estás muy ocupada con tu noviete?

 

—Qué mala eres, Ayako —dijo Miuyo con un deje de diversión en la voz—. Por supuesto que os ayudaré.

 

—¿A quién de los chicos les pedimos que nos ayude? —preguntó Haruko.

 

—A cuantos menos, mejor, no sea que alguien se vaya de la lengua. A los demás se lo decimos sólo un par de días antes.

 

—Pero con Ryota y Mitsui sí que contamos, ¿no?

 

Ayako frunció el ceño al escuchar nombrar al capitán, pero asintió. Las otras dos chicas se miraron un momento entre ellas.

 

—Sí, supongo que sí —dijo la de rizos.

 

—Pues allí está, aprovechemos para contárselo.

 

Ryota y Mitsui se aproximaron al grupito de chicas que les esperaban. Mitsui saludó a su novia con una sonrisa y un casto beso en la frente, Ryota iba a marcharse cuando la voz de su Ayako le detuvo.

 

—Ryota, ¿puedes quedarte un momento? —preguntó la chica con voz tensa—. Tenemos que comentaros una cosa.

 

—Claro... —dijo Ryota aliviado de escucharla de nuevo dirigirse a él.

 

Entre Ayako y Haruko les contaron su plan rápidamente, ya que en cualquier momento saldrían más chicos de los vestuarios. Tanto Mitsui como Miyagi estuvieron más que de acuerdo con organizar esa fiesta.

 

—El problema es el lugar. No tenemos ni idea de donde celebrarla —dijo Ayako.

 

—¿Por qué no en su casa? — preguntó Mitsui.

 

—Porque en las fiestas se ensucia, y no es su casa la que deberíamos ensuciar.

 

—Es verdad...

 

—¿Qué tal en casa de uno de sus amigos? —propuso Miuyo.

 

—¡Claro, eso sería ideal! —exclamó Ayako—. ¿Qué te parece, Haruko? ¿Se lo proponemos a Yohei?

 

—Eh... claro...

 

Miuyo y Mitsui le dirigieron una mirada a Haruko.

 

—¿Hablas tú con él? —preguntó la asistente principal.

 

—Bueno... —respondió Haruko.

 

En ese momento salieron Kuwata e Ishi de los vestuarios y la conversación terminó. Mientras recogía sus cosas Haruko se preguntó si a Yohei le haría gracia que le pidiera de montar la fiesta de Sakuragi en su casa después de verle marchar tan enojado del gimnasio.

 

xXx

 

El pequeño Tensai recibió alegremente a su dueño al llegar a casa. En una semana había espabilado mucho y ya correteaba por toda la vivienda para desesperación de Chiyako, que insistía que había que construirle una caseta en el jardín cuanto antes. La mujer también salió a recibir a Kaede y se sorprendió gratamente al ver a su hijo cambiado y el pelo mojado, y no sudado y con el chándal.

 

—Vaya, ya era hora —dijo Chiyako—. ¿Y eso que te has duchado en Shohoku...?

 

Por toda respuesta Rukawa, agachado, se encogió de hombros mientras le acariciaba el hocico a su perro.

 

—En fin... Ve a ponerte cómodo, que en un ratito cenamos.

 

—Voy. —Se levantó y se dirigió a las escaleras, seguido por Tensai, quien sin embargo se quedó en la planta baja ya que aún no sabía subir escalones.

 

Una vez en su habitación Rukawa se quitó el uniforme, y antes de ponerse el pijama se quedó mirando su imagen en el espejo. Los calzoncillos blancos de Sakuragi no resaltaban demasiado sobre su pálida piel. Tampoco pudo evitar fijarse en su aprisionada erección. Y es que desde que se había puesto esos calzoncillos tras ducharse en los vestuarios, las hormonas se le habían revolucionado. No podía sacarse de la cabeza el pensamiento de que llevaba puesta ropa interior del doa’ho. Y aquello le excitaba sobremanera. De hecho llevaba empalmado desde que salió de Shohoku —y había sido muy incómodo ir con la bicicleta con semejante problema.

 

«Vale, se acabó, ni que fuera un fetichista...», se dijo el moreno. Se quitó los calzoncillos de Sakuragi y los juntó con la ropa sucia del entrenamiento, se puso unos propios, el pijama... y se marchó al baño para aliviarse.

 

Diez minutos después estaba bajando las escaleras que conducían al salón-comedor para ayudar a su madre a poner la mesa, cuando escuchó algo que le hizo detenerse al principio.

 

—Los Honami dicen que ya no quieren estar más de alquiler, que es tirar el dinero... —decía su padre.

 

—Razón no les falta —dijo Chiyako.

 

—Habrá que buscar nuevos inquilinos cuanto antes. No podemos permitirnos el lujo de tener ese piso vacío.

 

—Cierto, y menos ahora que yo no trabajo.

 

Rukawa supo enseguida de que piso hablaban: el piso del centro donde habían vivido él y su madre biológica, el cual llevaba alquilado desde que ella murió. Siguió escuchando atentamente.

 

—O quizás deberíamos venderlo...

 

—¿A los Honami?

 

—O a quién sea, si no encontramos inquilinos nuevos...

 

«¿Venderlo?», repitió mentalmente Rukawa. ¿Cómo iban a venderlo? Aquél piso era uno de los pocos recuerdos físicos que tenía de su madre biológica, aparte de unas cuantas fotografías y ahora un colgante de ónix. Aunque por otro lado... llevaba trece años sin visitarlo, y tampoco es que se hubiera preocupado de hacerlo. Quizás no sería tan duro desprenderse de él... si tenía la oportunidad de verlo por última vez.

 

Terminó de bajar las escaleras haciendo un poco más de ruido de lo normal. No quería que supieran que había estado escuchando. Tal y cómo suponía, sus padres al verle cambiaron inmediatamente de tema. Por una parte Kaede agradecía que tuvieran tanto tacto con él, pero por otro lado eso era una manera eufemística de decir que de vez en cuando le ocultaban cosas, como ahora lo del piso.

 

Y si ellos le ocultaban que iban a venderlo, él tampoco tenía porque contarles que antes pasaría a verlo en cuanto encontrara las llaves...

 

xXx

 

Haruko estaba nerviosa. Al fin y al cabo, era la primera vez que iba a casa de Yohei, y no sabía si le molestaría. Los señores Mito conocían seguramente a Sakuragi y si sospechaban algo su secreto podría descubrirse.

 

«Pero tengo que hablar con él hoy...», pensó, y no quería hacerlo por teléfono.

 

Ya tenía el dedo en el timbre del tercero B cuando el portal se abrió de improviso y apareció Yohei con una cartera en la mano.

 

—Haruko... —murmuró sorprendido, pero reaccionó rápidamente—. ¿Qué haces aquí?

 

—Quería hablar contigo...

 

Yohei se temió lo peor. Que Haruko iba a dejarle. Y peor aún, por Sakuragi.

 

—Está bien... Ven...

 

El moreno cerró la puerta tras él y se alejaron un poco del portal calle arriba.

 

—¿A dónde ibas? —preguntó Haruko mirando la cartera.

 

—A la farmacia, a comprar aspirinas para mi madre.

 

—Te acompaño si quieres...

 

—Bueno...

 

Empezaron a caminar en dirección a la farmacia más cercana. Anduvieron en silencio un rato, hasta que Haruko se decidió a hablar.

 

—¿Por qué te has marchado de repente del entrenamiento? —preguntó sin desviar su vista del frente.

 

Yohei se tomó su tiempo en contestar, hasta que decidió ser sincero.

 

—Me puse celoso al verte tan animada con Hanamichi...

 

—¿Por qué? —se sorprendió la muchacha—. Somos amigos, y la verdad, estaba muy contenta por su regreso... No entiendo porque te has puesto así...

 

—Yo tampoco... —admitió—. Lo siento, Haruko...

 

—No pasa nada.

 

Como si se hubieran puesto de acuerdo se detuvieron y se dieron un pequeño y tierno beso a la luz de una farola.

 

—Hay algo más que quería preguntarte... —dijo Haruko cuando se separaron.

 

—¿El qué?

 

Haruko le explicó brevemente el plan de la fiesta sorpresa de bienvenida para Sakuragi. Para su alivio, Yohei enseguida aceptó celebrar la fiesta en su casa.

 

—Es una gran idea, y Hanamichi necesita esa fiesta —dijo el moreno.

 

—Será una gran fiesta... —sonrió Haruko.

 

Y efectivamente, lo sería... aunque no para todos.

 

Continuará...


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