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SD2: Are You Ready For This? por Khira

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Notas del capitulo:

Ya he editado el siguiente capítulo.

Gracias por los comentarios :)

Are you ready for this?

 

Por Khira

 

Capítulo 2. Amigos

 

Después de varios días cubierto de espesas nubes, cosa que no refrescaba el ambiente sino que más bien aumentaba el bochorno, parecía que el sol había vuelto a Kanagawa para instalarse por lo menos hasta que terminara el verano. A pesar de ser ya media mañana, la estación de tren estaba llena a rebosar de gente. Yohei, vestido con unos vaqueros y una camisa manga corta de color verde, su pelo negro como siempre engominado, se alzaba de puntillas para distinguir las figuras de Noma, Ookusu y Takamiya entre el gentío. De pronto vio una mano agitándose y haciéndole gestos.

 

—¡Ey, Yohei! ¡Estamos aquí! —se escuchó la voz de Takamiya.

 

El muchacho se abrió paso como pudo para llegar hasta ellos.

 

—¡Hola chicos! —saludó.

 

—¡Hola! —saludaron ellos.

 

—¡Por fin estamos todos! —dijo Noma.

 

—Pues vamos antes de que perdamos el tren —dijo Ookusu, impaciente.

 

—Eso, que solo pasa cada diez minutos —rió Takamiya.

 

Los demás también reprimieron una risita. Estaban contentos y emocionados, no en vano por fin se habían decidido a visitar de nuevo a su líder, después de días de vaguear por las calles sin saber qué hacer. El tren llegó a su hora y se subieron al vagón de cola, donde parecía haber menos gente. Enseguida se puso en marcha y partieron hacia la mejor clínica de rehabilitación de Kanagawa, donde llegarían después de bastantes paradas.

 

—¿Creéis que se alegrará de vernos? —preguntó Noma, viendo pasar los árboles junto a las vías.

 

—Claro que sí. Debe sentirse muy solo allá, por lo que me cuenta por teléfono ni siquiera su madre puede ir a verle a menudo —dijo Yohei.

 

—Deberíamos haber ido antes...

 

—Es cierto...

 

A medida que pasaban las estaciones, el tren iba vaciándose. Cuando llegaron a su parada, los cuatro chicos se bajaron y empezaron a caminar en dirección a la salida. Después de caminar varias manzanas en dirección a la playa, antes de llegar avistaron la clínica, un bonito edificio de pocas plantas al que se accedía por un camino de piedra, rodeado de jardines, más parecido a simple vista a un hotel que a un hospital.

 

Nada más entrar en el hall se dirigieron a recepción, pues no tenían ni idea de si Hanamichi estaría en la habitación o si a esas horas tenía sesión. Tras la mesa de información una chica joven teñida de rubio les preguntó amablemente a quien buscaban.

 

—¿Hanamichi Sakuragi? —repitió la recepcionista. Señaló con un gesto tras ellos—. Mírenlo, ahí llega.

 

Los cuatro chicos voltearon hacia la puerta de entrada por donde acababan de pasar, y efectivamente allí estaba su amigo, que al parecer volvía en ese momento de la playa, con una camiseta azul y unos pantalones cortos de color naranja.

 

—¡Chicos! —exclamó feliz de verles allí.

 

—¡Hanamichi! —dijeron a coro.

 

Se acercaron y chocaron sus manos con él. El pelirrojo estaba tan emocionado con la visita que por poco no se le saltaron las lágrimas.

 

—¿Cómo estás, Hanamichi? —se apresuró a preguntar Yohei.

 

—Muy bien —respondió lo más convincente que pudo—. Y más ahora que habéis venido...

 

Sus amigos se sorprendieron un poco por aquello, pues Sakuragi no era muy dado a expresarles con palabras su aprecio hacia ellos. Era evidente que se sentía muy solo allí.

 

—¿De dónde vienes? —preguntó Noma.

 

—De la playa. Es preciosa, pero a estas horas ya hay demasiada gente. —Hanamichi se apresuró a esconder la última carta de Haruko que llevaba en la mano derecha en el bolsillo de su pantalón, pero Yohei la vio.

 

—¿Y a qué hora tienes sesión? —siguió preguntando el chico del bigote.

 

—Hoy no tengo hasta la tarde —contestó el pelirrojo.

 

—¡Genial, así podremos pasar más tiempo contigo! —dijo Takamiya—. Podemos quedarnos incluso a comer, e ir a dar un paseo, a la playa, por ejemplo! ¿Hay tías buenas en esta playa, Hanamichi?

 

Sakuragi sonrió de corazón. De verdad que les había echado de menos.

 

xXx

 

El último partido con la selección juvenil de Japón fue agotador. Ganaron a la selección de Corea pero por muy poca diferencia de puntos, y sobretodo, aunque le costara admitirlo, porque Maki y Tsuchiya estuvieron muy inspirados. Rukawa no salió de titular pero sí en la segunda parte, donde demostró una vez más que si consiguió superar un par de veces a Eiji Sawakita no fue por casualidad.

 

Al terminar el partido, y a pesar de no haberse relacionado apenas con sus compañeros de selección, estos le invitaron a una cena de despedida, y a la posterior juerga, pero Rukawa, convencido de que lo hicieron solo por obligación, rechazó la invitación sin ni siquiera poner una excusa.

 

Pero a pesar de no haber ido a la cena, esa mañana igualmente se había quedado dormido por el cansancio, y por ello hoy seguramente ya no encontraría a Sakuragi en la playa, pues ya era casi mediodía. El sol caía de lleno y tenía el chándal empapado de sudor. Efectivamente, cuando llegó la playa estaba ya a rebosar, y aunque Sakuragi estuviera por allí, poco probable pues siempre era muy temprano cuando lo veía, sería imposible localizarle.

 

Se detuvo jadeante, apoyó las manos en las rodillas y se inclinó un poco hacia delante. Cuando recuperó el aliento se irguió y dirigió la mirada hacia la clínica, situada en primera línea del mar. Seguramente Sakuragi estaría ya dentro, lo que implicaba que ese día ya no lo vería...

 

A no ser, claro, que entrara y preguntara por él...

 

Meneó la cabeza. No, eso era mala idea. Primero porque Sakuragi lo echaría en seguida, y segundo porque en caso de que le preguntara antes que hacía allí no sabría que contestarle. Aunque le respondiera la verdad, que solo quería verle y saber que estaba bien, aquel idiota no le creería, o peor, le acusaría a saber de qué. Siempre le estaba acusando de cualquier cosa...

 

Sin embargo, contrario a sus pensamientos, instintivamente comenzó a caminar hacia el lugar. Por lo visto sus pies estaban del lado de su corazón y no de su cabeza. Pero lo hizo lentitud y cautela, pues tuvo la idea de que quizás, si Sakuragi no estaba en su habitación o teniendo una sesión, quizás podría verle sin que él se diera cuenta.

 

No tuvo que caminar mucho. Apenas entró en los jardines, escuchó la risa potente y clara de Sakuragi tras unos setos. Se situó tras ellos y con cuidado asomó su morena cabeza.

 

Sakuragi estaba sentado en el césped, en compañía de los otros cuatro miembros de su ejército, bebiendo unos refrescos. Los cinco hablaban y reían muy alto, pero no entendía muy bien lo que decían. Le pareció escuchar las palabras ‘viejo’, y ‘dieta’. Por lo visto le estaban contando que el entrenador Anzai se había puesto a régimen...

 

Bien, ya había visto a Sakuragi. Y no solo estaba animado, sino riendo a pleno pulmón con sus amigos.

 

¿Entonces, por qué seguía allí plantado?

 

Continuó observando la escena, inmóvil, temeroso de que se dieran cuenta de su presencia.

 

¿Cuándo había vivido él una escena parecida?

 

Nunca.

 

Ni lo haría jamás, pues se prometió a sí mismo no confiar en la amistad de nadie. Cerró los ojos, no quería recordar, pero igualmente lo hizo.

 

«¿Qué miras, gilipollas?»

 

«Vamos a darte lo que te mereces.»

 

Apretó los dientes, cada vez que recordaba aquello se ponía enfermo de la rabia. Abrió los ojos de nuevo, y después de echarle un último vistazo a Sakuragi, dio media vuelta y silenciosamente se alejó del lugar.

 

xXx

 

Mientras, en los jardines...

 

—Pues sí, el ‘gori’ está histérico —le contaba Noma a Hanamichi—. Eso de haber dejado temporalmente el baloncesto para estudiar le tiene de los nervios.

 

—No entiendo como el ‘cuatro ojos’ le aguanta —dijo Takamiya—. Debe ser la costumbre...

 

—Yo creo que añora ser capitán y echar broncas a todo el mundo —rió Ookusu.

 

—¿Y qué tal Ryota como capitán? —preguntó Sakuragi.

 

—No te lo pierdas: ¡el otro día le pillamos en la terraza leyendo manuales de ‘Como ser un buen líder’!

 

Todos soltaron la carcajada.

 

—Y bien, Hanamichi… —empezó Noma con voz más seria de lo habitual—. Hablando de cosas más importantes... ¿Cuándo te vas a declarar a Haruko?

 

Un leve rubor rosa tiñó las mejillas tostadas del pelirrojo.

 

—Yo... yo... no sé si debería hacerlo... creo que no... —tartamudeó.

 

Sus amigos dejaron de lado sus bebidas y le miraron sorprendidos.

 

—¿Por qué no? —preguntó Takamiya.

 

—Porque me rechazará... —Sakuragi echó un vistazo al cielo azul que les cubría—. Sigue enamorada del zorro apestoso...

 

—¡Pero Hanamichi, de eso hace mucho! —exclamó Noma—. ¡Está claro que le ha olvidado!

 

—Yo no lo veo tan claro... Hasta hace un par de semanas seguía loca por él, ¿que puede haber cambiado?

 

—¡Que casi te le declaraste en el partido contra el Sannoh, por ejemplo!

 

—¿C-cómo...? — balbuceó el pelirrojo.

 

—¿Es que no recuerdas lo que le dijiste justo antes de volver al juego...?

 

«Ai shiteiru... Y esta vez no miento»

 

Hanamichi casi escupió la bebida.

 

—¡P-pero yo... y-yo me refería al básquet! —tartamudeó apurado.

 

—¡Eso ya lo sabemos! —dijo Noma—. ¡Pero en ese momento todos creímos por un instante que te referías a Haruko, incluso ella!

 

—¿D-de verdad?

 

Tres de sus amigos asintieron a la vez. Yohei permanecía callado e inmóvil.

 

—Y se puso muy roja... —sonrió Ookusu.

 

— ¿Y bien? ¿Qué harás? —preguntó Noma—. ¿Te declararás de verdad o no?

 

Pero Sakuragi negó con la cabeza.

 

—¡¿Pero por qué no?!

 

—Porque no soportaría que me rechazara... y menos por Rukawa...

 

Algo en el tono del pelirrojo hizo pensar a sus amigos que le molestaría más el hecho de que Haruko prefiriera a Rukawa que el propio rechazo en sí.

 

—Quizás es hora de hacer algo al respecto… —murmuró Ookusu.

 

—¿Hacer el qué? —preguntó Noma sin entender.

 

—Algo para que Haruko se dé cuenta de que no tiene oportunidad con Rukawa y se interese por otros chicos…

 

—No sé qué podríamos hacer nosotros... —murmuró el del bigote.

 

Los cinco se quedaron en silencio unos minutos, pensativos.

 

—¡Ya sé! —exclamó Ookusu de pronto.

 

—¿El qué? —preguntaron todos.

 

—¡Podríamos decirle que Rukawa es gay!

 

Takamiya y Noma sonrieron, Sakuragi y Yohei levantaron una ceja.

 

—No digas tonterías —dijo Yohei, saliendo la fin de su mutismo—. ¿Cómo vamos a decirle eso a Haruko?

 

—¿Por qué no? —preguntó Ookusu—. Así dejaría de hacerse ilusiones.

 

—No podemos mentirle así —insistió.

 

—A lo mejor no es mentira —intervino Takamiya—. Con ese club de fans que tiene, ¿no es extraño que no le haga caso a ninguna?

 

—Las ignora completamente —convino Noma.

 

—Eso no significa que sea gay. Puede que simplemente no sea un quemado como vosotros.

 

—¡Eh! ¿A qué viene eso?

 

Pero Yohei ya no contestó. Se limitó a terminarse su bebida con aire ofendido, sin que ninguno de sus amigos entendiera el motivo. Sakuragi también se quedó en silencio, pensativo.

 

Mientras tanto, ajeno al complot que se cernía sobre él, Rukawa corría en dirección a su casa bajo el sol de mediodía.

 

xXx

 

Los entrenamientos del Shohoku no se habían suspendido durante las vacaciones de verano, y aunque aún faltaba un cuarto de hora para que empezara, Mitsui ya estaba practicando triples en el gimnasio.

 

Hisashi Mitsui era ahora el único jugador de tercero que quedaba en el equipo, pero más que solo, se sentía algo culpable. Sabía que sería más responsable dejar el baloncesto hasta que terminaran los exámenes de ingreso a la universidad, y así centrarse en los estudios, pero no se sentía capaz de abandonar aquel deporte de nuevo, ni siquiera temporalmente.

 

Y otro tiro desde la línea de tres puntos que entraba limpiamente. Levantó el puño como hacía en los partidos, y es que ya llevaba diez seguidos. El muchacho sonrió y se pasó la mano por la sudada frente. Iba a coger otro balón de la cesta pero ya no quedaban, así que se dio la vuelta para ir a recoger los que había desperdigado por la cancha. En ese momento le pareció ver a alguien junto a la puerta exterior del gimnasio, que estaba entreabierta, pero ese alguien desapareció enseguida.

 

«Qué extraño... —pensó acercándose—. ¿Alguien que me espía...?». Abrió del todo la puerta y se asomó, pero solo vio a Ayako que se dirigía hacia él tranquilamente, vestida ya de deporte.

 

—Buenas tardes, Mitsui —saludó la asistente—. ¿Buscas a alguien? —preguntó al ver que el chico de la cicatriz miraba tras ella y luego hacia el otro lado.

 

—Eh... no. Buenas tardes, Ayako.

 

Entraron al gimnasio, y mientras Mitsui continuaba con los tiros, Ayako fue al cuarto trastero para dejar su bolsa y sacar su silbato, carpeta de notas, y otras herramientas que utilizaba en los entrenamientos. Un par de minutos después, mientras repasaba unos datos, llegó Haruko. Después de saludar a sus dos superiores fue al cuartito a dejar también su bolsa y luego volvió con Ayako.

 

—¿Cómo estás, Haruko? —preguntó la asistente principal.

 

—Bien, aunque hace mucho calor... —respondió la muchacha.

 

—Y que lo digas... Aunque yo te lo preguntaba por otra cosa.

 

Haruko la miró sin entender.

 

—Bueno, sabes que hoy vuelve Rukawa a los entrenamientos, ¿no? —se explicó Ayako, esperando su reacción.

 

Pero Haruko se limitó a asentir.

 

—Sí, ya lo sé.

 

Ayako se quedó a cuadros. Normalmente, con solo mencionar el nombre del Súper—Rookie, Haruko se sonrojaba, se ponía nerviosa, o le empezaban a salir corazoncitos de los ojos. Pero esta vez, la castaña ni se había inmutado.

 

«Vaya, parece que por fin Sakuragi tiene posibilidades...», pensó alegremente.

 

En ese momento llegaron más miembros del equipo: Yasuda, Shiozaki y Kakuta. Luego llegaron Ishi, Sasauka y Kuwata, y finalmente Miyagi y Rukawa.

 

—Mirad a quien me he encontrado —dijo el capitán.

 

—¡Ey Rukawa! —exclamaron casi todos—. ¿Qué tal con la selección?

 

Ayako miró disimuladamente la expresión de Haruko, pero esta no había cambiado.

 

—Bien —respondió Rukawa escuetamente, justo antes de dirigirse hacia la canasta de los balones y empezar a lanzar triples con Mitsui, dejando a todos con la palabra en la boca.

 

—Tan comunicativo como siempre... —suspiró Ayako con una media sonrisa.

 

—¡Ey, vosotros dos, volved! —llamó Ryota a sus dos jugadores más altos del momento—. ¡Que vamos a empezar!

 

Mitsui y Rukawa volvieron junto a los demás. Ryota explicó como sería el entrenamiento de esa tarde y empezó a dar instrucciones. De momento mandó a todos a calentar dando diez vueltas al gimnasio. Iban por la quinta cuando entró el entrenador Anzai. Rukawa al verlo se separó del grupo y se acercó a saludar al gordito.

 

—Buenas tardes, sensei —dijo inclinándose un poco hacia delante—. Ya he vuelto.

 

—Ya lo veo —sonrió Anzai—. Me he enterado que también ganasteis contra Corea. Enhorabuena.

 

—Gracias.

 

—Si quieres podemos hablar más tarde. Ahora vuelve con tus compañeros.

 

Hai, sensei.

 

Tras inclinarse de nuevo brevemente, Rukawa volvió junto el resto del equipo. Las dos asistentes saludaron también al entrenador, luego este se sentó y se dedicó a observar la práctica.

 

Lo primero que notó Rukawa tras volver de su ausencia, fue que realmente se echaba en falta la presencia de Sakuragi en los entrenamientos del Shohoku. Había como un sentimiento de tristeza en el ambiente, una sensación de malestar, culpa incluso, que no dejaba respirar.

 

No era algo que le sorprendiera. Hanamichi había sido el alma del equipo casi desde su ingreso. Su energía y vitalidad eran inagotables; y era capaz de contagiar su entusiasmo a quien fuera. Incluso a él, aunque no lo demostrara.

 

Pero ahora el pelirrojo no estaba, y el motivo de su ausencia era lo peor que le podía pasar a un deportista: una lesión. Rukawa no pudo evitar sentirse culpable al pensar, por enésima vez esos días, que no debería haberle animado a volver al partido contra el Sannoh.

 

«Si vas a entrar, entra», le dijo entonces. Y Sakuragi lo hizo. Entró, y gracias a él ganaron el partido. Pero la alegría le duró poco al Shohoku, al enterarse horas más tarde de la gravedad de la lesión. Los periódicos deportivos contaron que al día siguiente perdieron contra Aiwa en cuartos de final por el cansancio, pero la realidad fue que estaban todos demasiado desconcentrados y apenados por la suerte del pelirrojo.

 

Cuando el entrenamiento terminó, Rukawa se reunió con Anzai y hablaron brevemente sobre la experiencia del número 11 del Shohoku con la selección. Brevemente, porque el muchacho apenas contestaba con monosílabos a las preguntas de su entrenador, hasta que este le dejó ir a las duchas. Rukawa se duchó rápidamente, como siempre, recogió sus cosas y salió del gimnasio en busca de su bicicleta.

 

xXx

 

La sesión de aquella tarde fue de las más dolorosas del verano. Hacía media hora que la tortura había terminado y Hanamichi aún sentía punzadas en la espalda cada vez que se movía, así que optó por quedarse completamente inmóvil en la cama mirando la televisión, ni siquiera bajó a cenar.

 

No dejaba de darle vueltas a la propuesta de Ookusu de decirle a Haruko que Rukawa era homosexual. Por un lado le parecía miserable recurrir a una estratagema de ese estilo para conseguir que su amiga dejara de prestarle atención al zorro, pero por otro lado, su amigo tenía razón en que ya era hora de hacer algo al respecto de la obsesión ciega que parecía tener la muchacha con él.

 

—Ey, Hanamichi —saludó Taki entrando en la habitación—. ¿Qué te pasa? ¿Por qué no has bajado a cenar?

 

Taki Suo era su compañero de habitación en la clínica. Alto, pelo largo sospechosamente rubio recogido en una coleta, los ojos también de color claro, pequeños e inquisidores. Tenía 18 años, era tenista y estaba ingresado por una lesión en el antebrazo izquierdo que le daba problemas desde hacía más de dos años, por lo que había decidido que esta vez se tomaría la rehabilitación en serio. Hanamichi se desesperaba solo con imaginar la posibilidad de que su lesión también le diera problemas en un futuro.

 

—Porque apenas me puedo mover, Taki —suspiró Sakuragi—. La señora Matsuyama hoy se ha desquitado conmigo...

 

—¿Tanto te duele? —preguntó. El pelirrojo no solía quejarse de las sesiones.

 

—Sí. La verdad es que sí.

 

Taki se sentó en la cama y miró preocupado al pelirrojo. Luego dirigió la vista al televisor. Suspiró: un partido de baloncesto. Sakuragi no miraba otra cosa.

 

—Oye, dan una película de Ken Watanabe muy buena esta noche, y me gustaría verla... —se quejó mientras alargaba la mano para coger el mando del televisor que Sakuragi tenía sobre la cama.

 

—¡Pero espera a que... JODER!!

 

El grito resonó en toda la habitación. Sakuragi se había movido demasiado bruscamente para impedir que Taki cogiera el mando, y el dolor lo había dejado blanco. Taki dejó el mando en la mesilla situada entre las dos camas y se sentó en la del pelirrojo.

 

—Mierda, lo siento... —se disculpó.

 

—No es tu culpa... —susurró Hanamichi, aún lívido.

 

—Oye, no es normal que te duela tanto... o mejor dicho, no es normal que no te den nada para aguantar el dolor...

 

—Me da igual, no quiero pastillas...

 

Taki lo pensó un momento, y luego se levantó y empezó a rebuscar entre sus cosas, guardadas en el armario que compartían. Sakuragi lo miraba intrigado al no saber que se proponía. De un neceser sacó una bolsita y se la enseñó al pelirrojo.

 

—Esto no son pastillas, pero puede ayudarte...

 

—¿Qué es eso? —preguntó Sakuragi, desconfiado.

 

—Es maría... y de la mejor calidad.

 

Continuará...

 


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