Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

SD2: Are You Ready For This? por Khira

[Reviews - 151]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Y seguimos donde lo dejamos... ;)

Gracias por los reviews!

Are you ready for this?

 

Por Khira

 

Capítulo 21. Jugar con fuego

 

Por culpa de la música Sendoh no había escuchado el último comentario de Rukawa, y como el Súper-Rookie seguía congelado en el sitio se cansó y le encaró.

 

—Vamos Rukawa, ¿a qué esperas? Hemos venido aquí para algo.

 

Y dicho esto Sendoh empezó a caminar hacia ellos. Tras un momento de duda Rukawa se apresuró a seguirle.

 

—¡Ey Sakuragi!

 

Hanamichi se giró sorprendido al escuchar a alguien decir su nombre justo detrás de él.

 

—¿Sendoh? —Entonces vio al chico que le acompañaba y aún se quedó más atónito—. ¡¿Rukawa?!

 

—¿Qué tal? —preguntó Sendoh.

 

—¿Qué hacéis vosotros dos aquí... juntos?

 

—Esta mañana nos hemos encontrado en una cancha y hemos quedado para salir esta noche —explicó Sendoh como si fuera lo más normal del mundo—. ¿Podemos sentarnos?

 

Y sin esperar a que el pelirrojo o su amigo dijeran que sí, Sendoh tomó asiento en uno de los tres taburetes altos libres que rodeaban la mesa. Rukawa hizo lo mismo después de dirigir una mirada fugaz a Taki, quien no parecía en absoluto tan sorprendido como Sakuragi de verle allí.

 

—¿Y vosotros? ¿Venís mucho por aquí? —inquirió Sendoh.

 

—A-a veces...

 

Sakuragi aún estaba aturdido de la sorpresa de encontrarse en el Carpe Diem al zorro y al puercoespín juntos. Y tenía que reconocer que ambos lucían muy bien.

 

—Bueno, os presento a Taki Suo, un amigo —reaccionó por fin—. Nos conocimos en la clínica de rehabilitación donde estuve ingresado. Taki, estos son Akira Sendoh y Kaede Rukawa.

 

Sendoh le estrechó la mano a Taki, y cuando este se dirigió a Rukawa, en lugar de ofrecerle la mano se le quedó mirando con aire de superioridad.

 

—Cuánto tiempo, Rukawa —dijo con una sonrisa y entrecerrando los ojos.

 

—¿Eh? ¿Os conocíais? —saltó el pelirrojo sorprendido—. En la clínica me dijiste que lo habías confundido —añadió acusador.

 

«¿Me vio en la clínica y no me dijo nada?», se extrañó Rukawa, a quien ya le dolía el pecho de lo fuerte que le latía el corazón.

 

—Eso creí —sonrió Taki sin dejar de mirar al kitsune—. ¿Qué tal, Rukawa?

 

Kaede no respondió.

 

—Sigues tan hablador como siempre, ¿eh?

 

—¿De qué os conocíais? —preguntó Hanamichi muerto de curiosidad, sobretodo por la actitud del zorro.

 

—Fuimos al colegio Kitanohashi juntos, en Tokyo. También coincidimos en el equipo de básquet.

 

—No me habías dicho que habías jugado a baloncesto...

 

—Te dije que había practicado otros deportes antes del tenis.

 

«¿Dejó el baloncesto? Mejor para todos, era malísimo...», pensó Rukawa.

 

—¿También estás lesionado? —intervino Sendoh.

 

—Así es, por desgracia. Pero bueno, los fisios me han dicho que puede que en un par de semanas ya pueda regresar a los entrenamientos con mi club.

 

—¿Y a ti, Sakuragi?

 

—Un par de meses...

 

—No pongas esa cara, Hanamichi —dijo Taki—. Seguro que se te pasan volando.

 

«Y encima le llama por su nombre de pila... ¿Tan amigos son?»

 

Mientras hablaba, Taki no dejaba de mirar de vez en cuando a Rukawa, pero Sakuragi se dio cuenta de que el zorro no le devolvía la mirada, sino que la tenía fija en algún punto de la pared que tenían al fondo. Y le extrañó mucho, porque Rukawa era de los que le mantenían la mirada a cualquiera, no de los que la desviaban.

 

Sendoh y Taki estuvieron hablando un buen rato sobre la lesión de Sakuragi, animándole a seguir adelante. Sakuragi lo agradecía a medias, ya que la verdad preferiría no hablar del tema.

 

Luego, mientras Taki hablaba de lo bien que se lo habían pasado él y Hanamichi juntos en la clínica a pesar de todo, tanto Sendoh como el pelirrojo notaron que el silencio de Rukawa esta vez no era el de siempre. Además, permanecía completamente inmóvil. Era como si el número 11 del Shohoku intentara no hacer nada que llamara la atención de los otros tres.

 

De pronto Taki se sacó un paquete de tabaco del bolsillo del pantalón, se puso un cigarrillo en la boca y sacó un mechero para encenderlo, ante la atenta mirada, ahora sí, de Rukawa. Después de encender el cigarro y echar la primera calada, prendió el mechero de nuevo y se lo colocó a Rukawa a un palmo de la cara.

 

—Ey Rukawa —sonrió cínicamente—. ¿Quieres fuego?

 

A pesar de la poca luz, Sendoh y Sakuragi vieron perfectamente como Rukawa perdía el color de repente y su rostro se volvía más blanco que el papel.

 

—Rukawa, ¿estás bien? —preguntó Sendoh alarmado.

 

Kaede no le contestó, simplemente trató de sobreponerse a ese repentino mareo y miró a Taki con infinito odio.

 

—Vamos Rukawa, no me mires así —Taki no dejaba de sonreír—. ¿Aún estás mosqueado? ¡Si solo fue una broma!

 

«¿Una broma? ¡¿Una broma?! ¡¿Me desmayé de puro terror y tú lo sigues considerando como una jodida broma?!»

 

Sintió náuseas y se levantó como un resorte.

 

—Voy al baño... —murmuró tan bajito que para entenderle Sendoh tuvo que leerle los labios.

 

Se marchó y no tardaron en perderle de vista entre la multitud.

 

—Oye, ¿de qué va esto...? —preguntó Sakuragi, que no entendía nada—. ¿De qué broma hablabas?

 

—Pasó hace mucho tiempo —Taki hizo un gesto con la mano restándole importancia—. Ese chico es un rencoroso.

 

Pero Sendoh no pensaba lo mismo. Si Rukawa fuera rencoroso, no estaría en ese momento en el Carpe Diem tratando de ayudar al estúpido de Sakuragi.

 

—Voy a ver si está bien —dijo el más alto antes de levantarse y seguir los pasos de Rukawa.

 

Le encontró efectivamente en los baños, lavándose la cara con agua fría. Los baños por cierto estaban hechos un asco, nada que ver con el resto de la discoteca. El suelo estaba lleno de colillas y trozos de papel higiénico.

 

—Rukawa, ¿estás bien? —repitió colocándose a su lado y mirándole a través del espejo.

 

—Sí —respondió el chico más joven secándose la cara con un pañuelo grueso de papel.

 

—No lo parece. —Pero Rukawa no dijo más, por lo que Sendoh continuó hablando—. Cuando me has dicho que conocías al acompañante de Sakuragi y he visto la expresión con la que lo decías, me he dado cuenta de que no te alegrabas precisamente de verle, pero la verdad no he hecho mucho caso, lo siento. Pero tiene que ser algo grave si te has puesto así. ¿Qué pasó, Rukawa? ¿Qué te hizo ese tal Taki Suo?

 

Rukawa miró fijamente a Sendoh a los ojos a través del espejo. No, no quería contárselo. No quería contarle que Taki Suo y otros chicos de tercero de secundaria, también compañeros de equipo suyos, le hicieron la vida imposible al entrar a la secundaria en el colegio Kitanohashi simplemente porque en un par de semanas ya era titular del equipo de baloncesto a costa suya. No quiso contarle las burlas y humillaciones que tuvo que sufrir durante meses hasta que la ‘broma’ final le aterrorizó tanto que no fue capaz de volver a poner un pie en ese colegio.

 

—No quiero hablar de ello —dijo secamente—. Me voy a casa.

 

—¡¿Qué?! —exclamó Sendoh—. ¡No puedes irte! ¡Quedamos en que haríamos a Sakuragi entrar en razón!

 

—Yo le veo perfectamente —replicó fríamente.

 

—¡Porque solo es la una! —Akira supo que así no le convencería—. Rukawa, hay rumores de que te cargaste a cuatro chicos de una banda callejera tú solo —continuó más pausado—. No entiendo por qué le tienes tanto miedo ahora a un chico delgaducho y más bajo que tú.

 

En eso Sendoh tenía razón. Ahora era él el que era más alto que Suo. Pero aún así, ese chico seguía provocándole escalofríos.

 

—Quédate un rato más, por favor —insistió Sendoh.

 

—Está bien —aceptó Rukawa—. Pero no quiero que nos quedemos toda la noche a su lado.

 

—Claro que no. Ahora mismo nos vamos a la barra y te invito a algo. Pero sin alcohol, ¿eh?

 

—¿Qué tienes contra el alcohol? —preguntó algo suspicaz—. Estás muy pesado con el tema.

 

—Mi padre es alcohólico —respondió Sendoh sin inmutarse.

 

Después de eso Rukawa ya no se atrevió a decir más en un buen rato.

 

xXx

 

Al contrario que los otros sábados, Sakuragi no se lo estaba pasando nada bien. Sabiendo que Sendoh y Rukawa estaban juntos en algún rincón de la discoteca no se atrevía ni a beber ni a fumar, y eso le tenía inexplicablemente demasiado intranquilo. Además lo que había pasado entre Rukawa y Taki le olía mal, y el rubio se negaba a contarle nada. Por primera vez, sintió que no podía confiar en su compañero de rehabilitación.

 

Tuvo una idea.

 

—Ahora vengo —le dijo a Taki de pronto.

 

—¿A dónde vas? —preguntó el rubio.

 

—A dar una vuelta, a ver si ligo —mintió.

 

Y antes de que Taki le propusiera de ir con él, partió en búsqueda del puercoespín y del zorro. Aunque la discoteca era grande no tardó en encontrarlos, sentados en una de las barras del nivel superior. Y lo que vio no le gustó nada.

 

Una chica estaba hablando con Rukawa —hablando sola, se entiende—, y Sendoh de pronto le pasó un brazo por los hombros a Rukawa de manera posesiva. La chica se alejó menos de un minuto después, colorada y con una sonrisa tonta en la cara.

 

Cuando vio que el puercoespín soltaba a Rukawa, se acercó.

 

—¿Has visto que cara que ha puesto? —se reía Sendoh—. Y ya van cuatro.

 

—Pero como se te ocurre decirles que somos pareja...

 

—Lo importante es que han dejado de molestarte, ¿no?

 

Afortunadamente Sakuragi no oyó a Rukawa porque de lo contrario habría habido un gran malentendido.

 

—Hola —saludó de pie tras ellos.

 

—Ah, hola Sakuragi —dijo Sendoh—. Cuanto tiempo —bromeó, pues apenas hacía una hora que se habían separado.

 

—Sí —gruñó Sakuragi—. Oye, tengo que hablar con el kitsu... estee, con Rukawa. ¿Nos dejas a solas un momento?

 

—Claro, por qué no. Voy a ver si localizo a mis amigos. Vuelvo en un rato —le guiñó el ojo a Rukawa y desapareció.

 

Rukawa observó en silencio como Sakuragi se sentaba en el taburete que unos segundos antes ocupaba Sendoh. ¿De qué querría hablar el pelirrojo con él en un sitio así? Quizás para acusarle de seguirle...

 

—Taki me ha contado lo que pasó en el colegio de Tokyo.

 

Rukawa se tensó como si le hubieran apuntado con un arma en la nuca, al mismo tiempo que sentía que se moría de la vergüenza.

 

—¿Y qué? —preguntó intentando aparentar indiferencia, pero esta vez no le salió tan bien, pues la voz le tembló un poco.

 

—Que no entiendo por qué te has puesto así. No fue para tanto.

 

Por una milésima de segundo, Rukawa había creído que Sakuragi se pondría de su parte. Pero nada más lejos de la realidad. Podrían matarle y Sakuragi se pondría de parte de su asesino.

 

«No le importo nada... absolutamente nada...»

 

—Y tú que sabrás —dijo con rabia contenida.

 

—Sé que te cambiaste de colegio por su culpa —tanteó el pelirrojo, y como Rukawa, sorprendido, no le rebatió, supo que había acertado—. Creí que había sido porque tu familia tuvo que mudarse de vuelta a Kanagawa por motivos laborales de tu padre, como me contaron en la cena.

 

—También fue por eso. Una coincidencia. —«Una afortunada coincidencia», pensó Kaede.

 

—¿Pero entonces por qué no terminaste la temporada en Tomigaoka? —preguntó Sakuragi, intrigado—. Si era por mudanza seguro que no te habrían puesto pegas.

 

—Porque no quería quitarle el puesto a los de tercero y que me pasara lo mismo, ¿entiendes?

 

Rukawa empezaba a alterarse como nunca y Sakuragi a sospechar de que iba el asunto. Decidió seguir tanteando.

 

—Solo fue una broma, Rukawa. No debiste tomártelo tan en serio.

 

—¿Queréis dejar de llamarlo así? —Rukawa chasqueó los dientes, y por primera vez en mucho tiempo, perdió los estribos—. ¡¡A mí no me hizo ni puta gracia que tres chicos que se suponía eran mis compañeros de equipo me ataran al poste de una canasta con la cadena de mi bicicleta, me rociaran con gasolina y amenazaran con quemarme vivo mientras se fumaban un puto cigarrillo!!

 

Por la expresión atónita de Sakuragi, Rukawa comprendió enseguida.

 

—Suo no te ha contado nada... ¡Serás cabrón!

 

Rukawa se bajó del taburete y salió disparado en dirección al guardarropa, sintiéndose el ser más estúpido del mundo. ¿Cómo podía haber caído en la trampa tan fácilmente? ¿Cómo había sido capaz de contarle a Sakuragi la peor humillación de su vida?

 

De camino al guardarropa se topó con Sendoh, quien supo enseguida que esos dos se habían discutido.

 

—¡Rukawa! —intentó detenerle al pasar junto a él, pero Kaede le pasó de largo. Sendoh le siguió hasta los guardarropas, donde intentó detenerle de nuevo—. ¿Y ahora qué coño ha pasado? ¿Por qué te vas?

 

—Déjame en paz —gruñó Rukawa rebuscando su ticket en la cartera y enojándose más al no encontrarlo.

 

—¿Qué ha pasado con Sakuragi?

 

—¡Nada!

 

Sendoh tampoco había visto nunca a Rukawa tan alterado. Intentó convencerle de que se explicara mientras el chico de ojos azules buscaba el dichoso ticket del guardarropa en los bolsillos del pantalón. De pronto apareció Taki con el labio partido.

 

—¡¿Qué coño le has dicho a Sakuragi?! —gritó justo antes de coger a Rukawa del cuello de la camisa y empotrarlo contra una pared.

 

Toda la gente de alrededor se les quedó mirando, pero como suele ocurrir en estos casos, nadie hizo nada para separarlos. Sendoh tampoco se movió pero porque sabía que Rukawa no necesitaba ayuda. Si aún le tenía miedo a Taki, ese era el momento de superarlo.

 

Kaede se quedó mirando el labio partido de Suo, sacando conclusiones que le alegraron el alma.

 

«Sakuragi le ha pegado... por mí...»

 

—¡Contesta! —gritó Taki, sin soltarle—. ¡¿Qué coño le has contado?!

 

—La verdad —dijo simplemente.

 

—¡Serás...!

 

Pero no pudo terminar la frase porque de repente Rukawa le cogió la cabeza con ambas manos y le propinó un fulminante cabezazo que dejó a Taki tumbado en el suelo semi—inconsciente.

 

—¡Rukawa! —exclamó Sendoh llevándose una mano a la boca.

 

«Me vas a gastar el nombre...», fue lo único que pensó Rukawa mientras sentía como se mareaba por el golpe que evidentemente él también se había dado, apoyándose en la pared.

 

—¿Estás bien, Rukawa? —le preguntó al ver la sangre que le resbalaba por la frente y la nariz al mismo tiempo que le ayudaba a mantenerse de pie. Miró a Taki y añadió—: Creo que pasas demasiado tiempo con Sakuragi — bromeó recordando los famosos cabezazos del pelirrojo.

 

—Mm... —«Que alguien me explique como lo hace él para dar esos cabezazos y salir indemne...», pensó Rukawa aún aturdido.

 

—Mejor vamos al baño a limpiarte la herida...

 

La gente de alrededor les dejó pasar sin reparos. En el baño se encontraron justamente a Sakuragi refrescándose las manos y con gesto enfadado, que cambió a asustado al ver entrar a Rukawa con la cara sangrando.

 

—¿Qué ha pasado? —preguntó.

 

—Digamos que Rukawa y Suo han tenido un ‘encuentro’ parecido al vuestro —dijo Sendoh al ver los nudillos enrojecidos del número 10 del Shohoku.

 

Rukawa ignoró a Sakuragi y se colocó en el lavabo contiguo al suyo para lavarse la herida. Sakuragi se le quedó mirando y Sendoh supo que estaba de más.

 

—Estoo... voy a ver si Taki sigue vivo o tenemos que escapar de aquí corriendo. Ahora vuelvo.

 

No había nadie más en los baños de hombres, y si no fuera por la música que se escuchaba de afuera, se habría hecho un silencio muy incómodo.

 

—¿Por qué habéis venido aquí Sendoh y tú, Rukawa? —preguntó Sakuragi de pronto.

 

—Sendoh me contó que te había visto beber — soltó Kaede encarándole por fin.

 

—¿Qué? —se sorprendió el pelirrojo. Enseguida se puso a la defensiva—. ¿Y eso qué?

 

—¿Y eso qué? —repitió Rukawa—. No seas idiota. Sabes que no está bien.

 

—¿Y tú quién eres para decirme lo que está bien o no?

 

—Tu compañero de equipo.

 

Sakuragi parpadeó, no era la primera vez que escuchaba a Rukawa llamarle de esa manera, pero esta vez... era como si de verdad le considerase así.

 

—Ahora no lo somos —replicó testarudo—. No tienes por qué meterte en mi vida.

 

—Y no quiero hacerlo —mintió Rukawa.

 

—¿Y entonces que quieres?

 

—Quiero que vuelvas a jugar.

 

Hanamichi no podía estar más estupefacto, pero se repuso enseguida.

 

—¿Y crees que yo no? —preguntó con rabia.

 

—No lo parece.

 

—¿Qué no lo parece? ¡¿Crees que es fácil estar sin poder jugar?! ¡¿Y desde cuando cojones hablas tanto?! —estalló.

 

—Yo también he estado lesionado —le recordó ignorando la última pregunta.

 

—¡Tú has estado sin jugar solo tres semanas! ¡Y yo llevo ya casi tres meses! ¡Y no lo soporto más!

 

—¿Y por eso te comportas como un idiota?

 

—¡Deja de llamarme así!

 

—Idiota.

 

—¡¡Joder!!

 

El puñetazo directo a su nariz no pilló desprevenido a Rukawa, pero esta vez no quiso defenderse. A continuación Sakuragi le cogió del cuello de la camisa y acercó mucho sus rostros.

 

—¡¿Qué demonios quieres de mí, Rukawa?! —le gritó apenas a un par de centímetros—.  ¡¿Qué quieres?!

 

—¡A ti! —exclamó Kaede sin poderlo evitar.

 

Sakuragi le soltó como si de pronto le quemaran las manos. Rukawa se dio cuenta de su error e intentó arreglarlo como pudo.

 

—Ya te lo he dicho, quiero que vuelvas al equipo —se corrigió atorado. Estaba jugando con fuego y por poco se había quemado—. Te necesitamos.

 

El pelirrojo, que por un momento se había imaginado lo que realmente Rukawa había querido decir, estaba confundido al escuchar al zorro alabarle como jugador y aún así sentirse... decepcionado.

 

—Solo te preocupabas por mi lesión por eso, ¿verdad? —murmuró en voz muy baja.

 

—¿Eh...?

 

—Y solo te interesa que vuelva al equipo por lo mismo, porque me necesitáis como jugador.

 

—Pues claro, ¿por qué otra cosa sino?

 

Rukawa se dio cuenta de su error demasiado tarde. Sakuragi le miró tan fríamente que le recordó a él mismo, y a continuación salió de los baños sin despedirse.

 

Cuando Sendoh entró en el baño unos minutos después y Rukawa, con la nariz sangrando y los ojos sospechosamente vidriosos, le dijo que se iba a casa, supo que esta vez no le iba a convencer para quedarse.

 

Continuará...


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).