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SD2: Are You Ready For This? por Khira

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Notas del capitulo:

Y seguimos con otro capi. Muchas gracias por los comentarios, me alegra que os guste :)

Are you ready for this?

 

Por Khira

 

Capítulo 3.  Más visitas

 

«Hoy sí», se dijo Rukawa a sí mismo mientras se vestía de calle y no de deporte. Y es que había decidido ir a visitar a Sakuragi a la clínica de manera ‘oficial’, y no simplemente pasar por la playa a primera hora haciendo footing. Si Sakuragi iba a acusarle de algo a su vuelta al equipo, que no fuera de no haber ido a verle durante su recuperación.

 

Pero el verdadero motivo por el que se había decidido era porque, al saber que el día anterior el pelirrojo había tenido las visitas de sus amigos, hoy había más posibilidades de encontrarle solo. Y si bien Sakuragi se metía con él estuviera solo o acompañado, no era tan cruel en sus insultos.

 

Se miró detenidamente en el espejo, cosa que no solía hacer a menudo. Unos pantalones de lino blancos hasta las pantorrillas y una camiseta de color azul cielo era la ropa que había elegido para la ocasión —suerte que su madre acertaba siempre con la talla aunque él nunca la acompañara en las compras. Lucía bastante bien, pues esos colores disimulaban un poco la palidez de su piel, que no conseguía broncear ni en verano. En cuanto a su pelo estaba tan lacio como siempre, con la ventaja que no necesitaba peinarse. Aún así se pasó un par de veces las manos entre los cabellos. Echó un último vistazo a la encimera del lavabo, y al final sucumbió a la tentación de ponerse un poco de colonia.

 

Y así, vestido, peinado y perfumado —«Parezco una mocosa tonta preparada para su primera cita», pensó—, Rukawa cogió las llaves y su cartera y lo metió todo en el bolsillo trasero del pantalón. Cogería el tren en lugar de ir en bicicleta, pues ya que se había arreglado no quería llegar a la clínica sudando como un cerdo.

 

—Adiós, mamá —dijo al pasar por delante del salón, donde estaba su madre viendo la televisión con la pequeña Aiko en brazos. Taro aún estaba durmiendo.

 

—¿A dónde vas? —se extrañó Chiyako, sobre todo al ver a su hijo mayor tan inusualmente arreglado.

 

—A dar una vuelta —respondió secamente. No le gustaba dar muchas explicaciones, algo que sus padres, de momento, respetaban.

 

—Bueno... —dijo ella—. ¿Vendrás a comer?

 

—Sí. Adiós.

 

—Adiós...

 

El sol le dio de pleno en los ojos al salir a la calle, y le cegó por un momento. Entonces recordó que su madre no le había dicho lo de ponerse la crema solar, y pensó que se le habría olvidado, pues era muy pesada con el tema.

 

Empezó a caminar calle abajo, intentando refugiarse lo más posible en las sombras de los árboles que decoraban su calle. El barrio residencial donde vivía era muy bonito y en general no podía quejarse, pero a la hora de ir a algún sitio caminando casi todos quedaban lejos, por ejemplo la estación de trenes.

 

El trayecto en tren se le hizo muy corto, quizás por los nervios. Cuando por fin Rukawa llegó y entró por primera vez en la clínica donde estaba ingresado Sakuragi, su primera impresión fue que no debería estar allí. Se imaginaba la reacción de Sakuragi al verle y la verdad no le apetecía discutir con él, aunque eso era inherente a su relación.

 

Peleas, acusaciones, golpes, insultos... No había más... Solo un único choque de manos al final del partido contra el Sannoh mostraba lo que podría haber sido su relación y no fue.

 

 

Que sentido tenía ir a visitarle, por muy buena intención que tuviera, si lo único que conseguiría sería exaltarle, y era evidente que el pelirrojo no estaba para disgustos. No, tenía que salir de allí cuanto antes...

 

Pero fue darse la vuelta  y toparse de frente con Sakuragi.

 

—¿Se puede saber qué coño haces aquí? —le espetó el pelirrojo.

 

Tal y como se había imaginado...

 

—Pasaba por aquí —respondió apático, al mismo tiempo que metía las manos en los bolsillos del pantalón.

 

—¿Que pasabas por aquí? —repitió Sakuragi alzando una ceja.

 

—Sí. ¿Tienes algún problema con eso, doa’ho?

 

No quiso insultarle. Pero estaba tan acostumbrado a defenderse así de sus ataques verbales o de provocarle en los partidos para que reaccionara que la palabra ya salía de su boca sin pensarlo.

 

Por la expresión de Sakuragi, le pareció que ahí venía un golpe. Pero un instante después el gesto del pelirrojo cambiaba a simple fastidio.

 

—Tú eres mi problema —dijo secamente. Empezó a caminar y pasó de largo de su lado—. Lárgate.

 

Rukawa se quedó de pie solo en medio del hall.

 

Casi tres semanas para decidirse, media hora arreglándose, otra media hora para llegar, y quince segundos de conversación.

 

Era desesperante.

 

xXx

 

Un portazo acabó de golpe con la siesta matutina post-sesión de Taki. El chico de coleta se incorporó de golpe en su cama y observó extrañado como Sakuragi entraba en la habitación con cara de pocos amigos y se tumbaba en la cama boca arriba sin decir nada.

 

—Ey Hanamichi, ¿qué pasó? —preguntó curioso.

 

—Nada —contestó sin dejar de mirar al techo.

 

—Algo será que tienes esa cara —insistió Taki.

 

—Me he encontrado con alguien desagradable, eso es todo.

 

—¿En la playa?

 

—No, abajo, en el hall.

 

—¿En el hall? Entonces si te lo has encontrado es porque vino a verte, ¿no?

 

Sakuragi recién se paró a pensar en ese detalle. Hasta ahora solo se había encontrado al zorro en la playa, haciendo footing y exhibiendo camiseta. ¿Por qué estaba hoy en el hall de la clínica, y además vestido de calle? Por un momento pensó que efectivamente la razón más lógica era que para visitarle, pero en seguida la desechó.

 

—No sé por qué estaba aquí —dijo Hanamichi al cabo de unos segundos—. Supongo que para molestarme.

 

—¿Molestarte? ¿Pero quién es? —se interesó Taki.

 

—El kitsune, ese compañero de equipo del que te he hablado a veces.

 

—¿El zorro antipático, creído y antisocial?

 

—Ese mismo.

 

—¿Y a qué ha venido?

 

—No lo sé, he pasado de él y he subido directamente.

 

—Ah...

 

De pronto a Sakuragi le pareció que había actuado demasiado impulsivamente. «Bueno, si fuera algo importante, me habría detenido», pensó para restarle importancia.

 

Pasó un buen rato sin que ninguno de los dos chicos hablara, hasta que unos golpes en la puerta hicieron que ambos se incorporaran.

 

—¿Sakuragi? —preguntó una voz que reconocieron enseguida, era una de las celadoras.

 

—Sí, estoy aquí —dijo Sakuragi en voz alta, al mismo tiempo que se levantaba y abría—. ¿Qué sucede? —preguntó a la chica.

 

—Tienes una visita. Te está esperando en el hall.

 

«¿No se ha ido?», se extrañó Sakuragi, al mismo tiempo que una inesperada sensación de alivio le invadía.

 

—Voy. —Y antes de que Taki pudiera decir nada, salió de la habitación y cerró la puerta tras él.

 

Bajó las escaleras lo más rápido que su espalda le permitió. Pero no era Rukawa quien le esperaba en el hall.

 

—¡Haruko! —exclamó.

 

La muchacha se acercó a él muy sonriente, pero se notaba que estaba un poco nerviosa, algo que sorprendió al pelirrojo.

 

—Hola Sakuragi. ¿Cómo estás?

 

—Muy bien, Haruko —dijo feliz y muy sonrojado—. ¿Y eso que has venido? Pensé que estabas muy ocupada con los entrenamientos y tu nuevo cargo...

 

—Y lo estoy —admitió—. Pero no me habría perdonado no venir ni una sola vez, Sakuragi. ¿Qué tal la rehabilitación?

 

—¡Genial, ya te lo dije, soy el rey de la rehabilitación, wahahahaha! —rió Hanamichi exhibiendo una de sus típicas poses.

 

—Seguro que sí... —Haruko sonrió más ampliamente aún.

 

—Esto, Haruko... ¿te apetece tomar algo en la cafetería? —preguntó más sonrojado aun.

 

—Por supuesto, Sakuragi.

 

Los dos jóvenes se dirigieron a la cafetería de la planta baja de la clínica, pequeña pero muy acogedora, y se sentaron en una mesa cercana a la barra uno frente al otro. Hanamichi no podía dejar de mirarla: el sencillo vestido blanco de verano que llevaba Haruko no es que dejara mucho a la imaginación.

 

«No le mires el escote, no le mires el escote...», se reprendió mentalmente intentando desviar la vista del lugar.

 

—¿Estás bien, Sakuragi? —preguntó Haruko.

 

—C-claro, yo solo... —empezó a explicarse apurado.

 

—¿De verdad? —insistió.

 

Entonces Sakuragi comprendió que Haruko le estaba preguntando por su estado de ánimo y no por haberse quedado ‘ensimismado’ mirándola.

 

—Sí, estoy bien.

 

—Me alegro —sonrió ella.

 

Ambos se quedaron callados unos segundos. La mente de Sakuragi funcionaba a toda velocidad buscando un tema de conversación, o mejor dicho, una manera de sacar a relucir la pseudo declaración de los nacionales. Necesitaba saber que pensó Haruko en ese momento al respecto, y a partir de allí, decidiría si hablar o no a la chica sobre sus sentimientos.

 

—Y yo me alegro de verte —dijo por fin—. Desde los nacionales solo nos hemos visto una vez...

 

—Sí, es cierto... —murmuró Haruko, recordando el día que había despedido a Sakuragi en la estación, junto con Yohei y los demás.

 

De nuevo un pequeño silencio. Hanamichi estaba incómodo, sobretodo porque era la primera vez que se sentía tan tenso enfrente de Haruko. No tenía ni idea de como acercarse al tema así que, después de inspirar profundamente, decidió abordarlo claramente.

 

—Ha-haruko, re-respecto a una cosa que dije en mi último partido...

 

—Jugaste un partido magnífico; no me cansaré de repetírtelo —le interrumpió—. Pero siento tanto no haber hecho nada para impedirte volver a salir a la cancha...

 

—N-no te preocupes... Verás, es que yo... precisamente antes de volver a la cancha dije...

 

—Tendría que haberte detenido —le interrumpió de nuevo—. Yo o quien fuera. No debimos haberte dejado.

 

—Haruko...

 

—De verdad que lo siento, Sakuragi.

 

Hanamichi no era una persona especialmente perspicaz, pero esta vez comprendió casi al momento. Haruko no quería hablar del tema.

 

xXx

 

Rukawa había decidido volver a casa caminando por la avenida de la playa, pues aunque hacía mucho sol se había levantado una brisa muy fresca y agradable. Otra razón por la que se había decidido por la larga caminata era porque quería pensar, y un tren atestado de gente no le habría dejado concentrarse.

 

Aunque en realidad, no había mucho que pensar. No podía reflexionar sobre la conversación con Sakuragi porque no había habido tal conversación, solo un cruce de palabras arrogantes, como siempre. Y en lugar de insistir, de no dejarle marchar sin antes preguntarle como estaba, se había quedado plantado en medio del hall como un imbécil.

 

Hasta que la vio entrar a ella.

 

No supo muy bien por qué, pero se escondió tras un cartel de pie que promocionaba la equinoterapia para que la chica no le viera a él. Supuso que se sorprendería de verle allí, que a lo mejor se atrevería a preguntarle el motivo de su visita, y si a él no le gustaba dar explicaciones a sus padres, menos a una chica con la que apenas había hablado dos palabras desde que la conocía. Así que se quedó tras el cartel y desde allí vio como se reunía con Sakuragi y se marchaban hacia la cafetería.

 

Se detuvo un momento y suspiró, mirando al mar.

 

No es que la odiara. Pero si no fuera por la hermana de Akagi, mejor dicho si no fuera por la obsesión que tenía Sakuragi con ella, quizás el pelirrojo no le habría convertido en su enemigo declarado.

 

«Estúpido...», pensó con rabia.

 

No era justo.

 

«¿Por qué tenía que ser precisamente él...?»

 

xXx

 

La mañana pasó muy rápida en la cafetería. Haruko se interesó por las sesiones con la señora Matsuyama y Sakuragi le explicó detalladamente como eran estas, pero no quiso mencionar que ya sabía más o menos hasta cuando duraría la rehabilitación. Luego Sakuragi le preguntó a su amiga sobre los entrenamientos, y ella se explayó largamente, contándole un sinfín de anécdotas sobre las andanzas de Ryota como nuevo capitán y sus piques con Mitsui.

 

Hanamichi estaba aún muy nervioso, al contrario que Haruko, que parecía haberse relajado completamente. No dejaba de pensar en sus cartas y en las ilusiones que se había hecho con ellas; pero por lo visto aquellas palabras escritas no tenían el mismo significado para la muchacha.

 

Después de que Haruko le contara también lo la dieta del entrenador Anzai, cosa que Sakuragi ya sabía por su ejército, y que Ayako también estaba a régimen, para fastidio del pelirrojo empezó a hablar de Rukawa.

 

—Y Rukawa volvió ayer a los entrenamientos. Pero no nos ha contado nada de cómo le ha ido en la selección, solo habló con el entrenador Anzai.

 

Sakuragi no quiso comentarle de su visita de hacía un par de horas. Se limitó a bajar la vista y dar un nuevo sorbo a su refresco.

 

—Veo que sigue molestándote que hable de Rukawa...

 

Sakuragi levantó la vista algo sorprendido por el comentario.

 

—N-no es eso, bueno sí... es que...

 

—Pensé que después de lo que pasó en los nacionales os llevaríais mejor... ya sabes, como chocasteis las manos y todo... —murmuró Haruko apenada.

 

«Precisamente por lo que pasó en los naciones deberías entender que me moleste», pensó.

 

—Haruko yo... —empezó sin saber realmente que quería decir. Intuía que la chica le cambiaría el tema de nuevo.

 

—Oh vaya, tengo que irme —suspiró la muchacha mirando su reloj.

 

—¿Tan pronto? —preguntó Sakuragi, aunque ya era hora de comer.

 

—Lo siento, es que hoy me toca cocinar a mí —se excusó.

 

—Ok...

 

Se levantaron y Hanamichi acompañó a Haruko hasta la entrada de la clínica.

 

—El lunes ya empiezan las clases —dijo ella—. ¿Vendrás, verdad?

 

—Sí, ya tendré el alta. Pero tendré que volver aquí todas las tardes.

 

—Nos vemos el lunes entonces, Sakuragi.

 

—Hasta el lunes, Haruko.

 

Sakuragi se quedó a observar como la chica se alejaba caminando por los jardines. Haruko por su parte caminaba rápido para alejarse de allí cuanto antes.

 

«¿Qué voy a hacer...? —se preguntó desolada—. Fuji y Matsui tenían razón, he sido una tonta por no darme cuenta antes... Sakuragi me quiere... Pero yo... yo le quiero a él...»

 

xXx

 

Desde que el Shohoku volviera de Hiroshima, y aunque durante las vacaciones de verano solo los alumnos apuntados a actividades extraescolares merodearan por el instituto, siempre había algún chico o chica observando el entrenamiento. Las más fieles seguidoras de Rukawa, conocidas como Ru, Ka y Wa, también volvieron a los entrenamientos al mismo tiempo que su ídolo para animarle.

 

—¡Rukawa! ¡Rukawa! ¡Eres el mejor! —gritaban como histéricas.

 

Pero Rukawa, para no variar, las ignoraba. Exactamente igual que había ignorado hasta entonces a la hermana de Akagi, quien parecía haber decidido hacer lo mismo a la inversa, pues desde que se había convertido en la segunda asistente del equipo ya nunca se dirigía a él, ni siquiera le miraba.

 

Que ironía, pensó. Ahora que la chica parecía haberle dejado por fin en paz, era él el que no le podía quitar la vista de encima, aunque por motivos muy diferentes.

 

—¡Rukawa! ¡Rukawa! ¡Eres el mejor!

 

¿Y si el motivo por el que la chica parecía haber perdido el interés en él, era que por fin se había fijado en alguien más?

 

—¡Rukawa! ¡Rukawa! ¡Eres el mejor!

 

¿Y si ese alguien era el chico que llevaba enamorado de ella desde principios de curso, la principal causa de la animadversión de ese chico hacia él?

 

—¡Rukawa! ¡Rukawa! ¡Eres el mejor!

 

¿Y si... empezaban a salir juntos?

 

—¡RUKAWA!

 

Un grito demasiado cercano acompañado de un golpe en su cabeza le sacó de sus pensamientos. Miró hacia abajo y vio a Ayako mirándole con expresión de enfado y su famoso abanico en las manos.

 

—¿Qué no me escuchabas? —se quejó la asistente—. ¡Llevo un minuto llamándote!

 

—Ngh... —gruñó Rukawa sobándose la cabeza—. No eres la única que me estaba llamando... —murmuró.

 

Ayako se giró un momento hacia Ru, Ka y Wa.

 

—¿Me estás diciendo que has confundido mi maravillosa voz con la de esas histéricas fans tuyas? —preguntó intentando sonar enfadada, pero se le escapaba la risa.

 

—...

 

—Anda ven, que el entrenamiento ya ha terminado y el entrenador quiere hablar contigo y con Mitsui...

 

«¿Conmigo y con Mitsui?», repitió mentalmente Rukawa, bastante extrañado, siguiendo a la asistente. Efectivamente el experto en triples ya estaba hablando con el anciano, y Rukawa no tardaría mucho en saber sobre qué.

 

xXx

 

Los lloros resonaban en toda la casa. Rukawa ya no sabía que hacer para calmar a su hermana, más que pasearla en brazos de un lado a otro del salón. Aunque tuviera dos hermanos pequeños, el muchacho sabía que lo suyo nunca serían los niños.

 

—Mamá, por favor, ven ya, me está destrozando los tímpanos... —se quejó en voz alta para que Chiyako le oyera desde la cocina.

 

—Ya va, ya va...

 

Chiyako apareció por fin en el salón con el potito para Aiko, la cogió de los brazos de Kaede y se la llevó a la mesa del comedor, donde intentó darle la cena. Pero la pequeña no parecía conforme, porque no dejaba de llorar. Quizás intuía que aquella no iba a ser una cena tranquila.

 

—¿Qué le pasa a la niña? —preguntó Kojiro pasando por el comedor en dirección a la cocina en busca de algo para picar. Su mujer le caló enseguida.

 

—¡No comas nada ahora! —ordenó Chiyako—. En diez minutos cenamos nosotros.

 

Pero Kojiro ya estaba abriendo la nevera.

 

—Yo también tengo hambre —anunció Taro levantándose del sofá con la intención de imitar a su padre, pero una mirada de su madre le hizo desistir.

 

Rukawa habría sonreído sino fuera porque aquel día se encontraba más abatido de lo habitual. La visita fugaz a Sakuragi, el verle con la hermana de Akagi, la charla con el entrenador Anzai... no tenía ganas de nada. En ese momento tocaron al timbre.

 

—¿Quién será a estas horas? —preguntó Chiyako, deteniendo su mano con la cuchara a medio camino de la boca de Aiko.

 

—Ya voy yo —dijo Rukawa.

 

En dos pasos alcanzó la puerta principal, que daba directamente al salón-comedor, aunque había un biombo a modo de separación. La abrió, y la persona que esperaba tras ella fue una grata sorpresa.

 

—Bienvenido, ojisan[1]...

 

Continuará...

 

 



[1] ojisan: tío


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