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Inconmensurable por mitko_kitsune

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Notas del fanfic:

Es mi segundo fic Sirius/Remus así que sigo nerviosa aún :P El primero me salió cortísimo, así con este estoy intentando que sea más extenso. Aún no sé cuántos capítulos van a ser, pero me imagino que serán 2 o 3. Espero que les guste (:

Sirius se acomodó en su lugar. Estaba acostado sobre su espalda en el único lugar que alguna vez le había gustado de esa oscura casa, el jardín. A pesar de los años y el descuido, el verde del césped no había sido difícil de recuperar. La naturaleza era lo único capaz de regenerarse así. La casa siempre sería fría y estéril. Tal vez fuera la obsesión de su familia con las constelaciones, pero mirar las estrellas siempre lo había tranquilizado. Desde pequeño se recostaba en algún lugar donde pudiera observarlas y empezaba a contar. Lo calmaba el hecho de que, pasara lo que pasara en la tierra, en el cielo siempre estarían esas luces. Y eran infinitas.

 

Este lugar, este cielo, era lo más cercano que tenía a ser libre. Ni 12 años en Azkaban podían lograr que no sintiera esta casa como una prisión, casi tan desesperante. Se reconocía un tanto iluso por haber pensado que tan pronto podría recuperarse y hacer lo que quisiera. No es que tuviera tantas ganas de ir a algún lugar en especial, sólo quería tener la libertad de poder aparecer en la casa de algún miembro de la orden o en Hogwarts para visitar a Harry. Extrañaba tener alguien con quien hablar y ahora sólo podía esperar que ellos vinieran a él, lo cual no pasaba muy a menudo. La guerra. Las misiones. Si. Y se sentía estúpido y egoísta por pensar que alguien tendría que estar allí con él, sacándole el aburrimiento. Harto de sentirse tan miserable, Sirius respiró profundo y convirtiéndose en Padfoot, comenzó a rodar por el pasto. Ya más tarde se arrepentiría de seguir con esos comportamientos adolescentes caninos, pero lo volvería a hacer. Era llevar la sensación de libertad un poquito más allá y también recordar sus buenos momentos como perro. Y es que habían sido tantos. Tantos como estrellas. Inconmensurables.

 

Se podía dar el lujo de no seguir pensando. En algunos días llegarían los miembros de la orden, los Weasley y Harry. Tenía tantas ganas de verlo que se le llenaba el pecho de emoción. Quería redimirse con James y Lily por haber cometido ese error… No era momento. Se levantó del pasto y dirigió su mirada por última vez hacia las estrellas. Una sonrisa triste apareció en su rostro con lo que vio. Siempre se ponía tan melancólico en las noches de luna llena.

 

Los días se le pasaron lentos, pero finalmente llegó ÉL día. Estaba ansioso, nervioso, inquieto. Caminaba de un lado a otro. Caminaba de una punta a la otra de la sala, entraba a la cocina, le daba algunas vueltas a la gran mesa de madera, salía y volvía a empezar. Se frotaba las manos. Tosía. Hacía tanto que no hablaba con nadie que pensó que la voz no le iba a salir. Entonces escuchó un leve murmullo en la chimenea… la red floo se había activado. Sirius enderezó la espalda. Unos segundos después, Alastor Moody y Kingsley Shacklebolt aparecían frente a él.

 

-Black – Saludó, parco, Alastor. No es que fuera raro en él. Kingsley lo saludó con un movimiento de cabeza.

 

-¿Los demás? – Decidió que no iba a pretender que no estaba absolutamente expectante por tener compañía.

 

-Estarán aquí en un momento – Y con esa respuesta, ambos aurores se dirigieron a la cocina. Menos mal que estos dos no serían su única compañía.

Unos minutos después salían por la chimenea Tonks, Hermione y Ginny que, por lo menos, le dieron algo de charla. Luego aparecieron los gemelos. Más tarde Arthur y Molly. Y, finalmente, Harry. Sirius ni siquiera lo saludó, prácticamente se le cayó encima abrazándolo hasta casi dejarlo sin aire. Su ahijado no se quejaba, de todos modos, lo abrazaba con la misma fuerza. Después del momento emotivo, todos concluyeron en ir a la cocina a comer algo. Sirius se sentó a la cabecera de la mesa y sonrió embobado. Había esperado tanto y finalmente… ¿finalmente?. Frunció el ceño y se quedó pensativo. Si, la emoción de toda la situación lo había hecho olvidar por un momento que había alguien que ahí no estaba. Levantó la vista y todos estaban charlando y riendo despreocupados, eso era una buena señal para empezar.

 

-¿Dónde está Remus? – Preguntó de sopetón. Todos se callaron de repente. Nadie contestaba, nadie respiraba.

 

-Emm… -Comenzó Harry-…él…bueno, tú sabes. Hace algunos días hubo luna llena y él… -No quería tener que cargar con el peso de contarle. Sabía que Sirius se enfadaría porque nadie le había dicho.

 

-Está en San Mungo – Salió Alastor a su rescate, aunque no fue nada sutil y Harry no se sintió muy agradecido.

 

La cara de Sirius perdió todo tipo de expresión. –Tengo que ir a verlo- Pronunció casi en un susurro.

 

-No- Respondió simplemente Alastor. Sabía que de todas maneras, Black no se arriesgaría a salir de Grimmauld Place, ni siquiera por Lupin. Podría haber tenido un poco más de tacto, pero realmente no era el momento para esas cosas.

 

Sirius se levantó rápidamente de la silla, tirándola al suelo con el envión. Automáticamente se pararon Kingsley y Arthur, en caso de que quisiera hacer algo. No es que le tuvieran miedo pero Sirius podía ser… temperamental, sobre todo con temas como este.

 

-Él está bien. Yo he estado cuidándolo – El rostro del animago viró hacia la persona que había pronunciado esas palabras. De pronto, en su campo de visión, estaba la cara de su prima Nymphadora. Sonriente, enmarcada en cabello fucsia.

 

-Y si está bien, ¿por qué está en San Mungo y no aquí?. Y si tú has estado cuidándolo… ¿por qué estás aquí y no allá? – Siseó. No es que quisiera ser ofensivo pero JUSTO con este tema, siempre perdía los estribos. Bastaba conocerlo un poco para saberlo. Tonks abrió la boca y la cerró al instante. Tal vez podría encontrar una razón valedera para argumentar las preguntas que le hacía Sirius, pero no creía que lo fueran a convencer de todos modos. Bajó la cabeza y se limitó a seguir comiendo. Luego de unos minutos de incómodo silencio, Sirius levantó la silla del suelo.

 

-Lo siento – Su mirada de arrepentimiento bastó para que todos respiraran aliviados pero, de todas formas, el animago dio media vuelta y salió de la cocina. Harry salió tras él y lo encontró sentado frente a la chimenea encendida.

 

-Siento no haberte contado antes, todo estuvo un poco frenético…

 

-Lo sé, Harry. No debería ponerme así. Es que me preocupo tanto a veces..

 

El joven nunca había visto así a su padrino. Tampoco es que lo hubiera visto tantas veces, pero esa mirada. Tenía los ojos fijos en el fuego y destilaban una ansiedad, una necesidad de salir corriendo, de ver por ellos mismos que su amigo estaba bien. Tantos años de guerra y prisión probablemente hubieran logrado eso hasta en el hombre más fuerte.

 

-Estará aquí en unos días – Dijo Harry luego de unos minutos de agradable silencio. Sirius se giró para mirarlo y le sonrió. Un poco de ajedrez mágico, chocolate caliente y que su ahijado le contara sobre su vida, bastaría para relajarlo aunque fuera un rato.

 

Afortunadamente nadie al otro día parecía recordar el altercado de ayer o, fingían no hacerlo y Sirius lo agradecía. Había esperado tantas cosas tantos años, que podía esperar un poco más. Ahora tenía con quien hablar, con quien pasar el rato y lo iba a aprovechar al máximo. Se entretuvo con las bromas de los gemelos. Lo asustaba un poco el hecho de que le recordaran tanto a él y a James.

 

El animago se ajustó el chaleco que llevaba debajo del saco. Era extraño llevar ropa tan… formal, después de tanto tiempo con el uniforme de Azkaban. Saliendo de su habitación, vio de reojo algo a lo que no le había prestado atención desde que había llegado: la escalera al ático. No perdía nada con subir a pasar un poco el rato. El suelo tenía una capa de polvo tan gruesa que las pisadas casi no se notaban y los rayos de sol se extendían rodeados de pequeñas partículas flotantes. Había algunas cajas, podridas por el tiempo y la humedad. Lámparas viejas y oxidadas. Algunas sábanas amarillentas. Y un baúl. Lo abrió dificultosamente, no sin antes toser por un buen rato por la nube de polvo que esto había generado. Se sorprendió. Había cosas suyas ahí. Pensó que lo poco que había dejado, su madre seguramente lo habría incendiado o aprovechado para hacer algo de magia negra. Pero no, había fotos suyas ahí, algunos pergaminos y hasta un perro de peluche. Qué ironía, ¿verdad?. Tomó el perro y lo miró de cerca, divertido.

 

-Hola – La voz retumbó en ático, casi levantando polvo. Sirius se tomó instintivamente el pecho, del susto. Giró para encontrarse con Remus Lupin, recargado contra el marco de la puerta, que ahora miraba el peluche que Sirius tenía firmemente agarrado contra el pecho. –No sé por qué no me sorprende – Dijo, señalándolo. Sirius miró el peluche, luego a su amigo y procedió a arrojárselo, dándole en la cabeza. Ambos rieron.

 

-¿Estás bien? – Preguntó Sirius, dejando de reír.

-Estoy bien, no seas pesado

 

-No soy pesado, estaba preocupado – Esa cara de ofuscado lo hacía parecer de 17 años otra vez. Como cuando aparecía en la enfermería de Madame Pomfrey apenas había amanecido y lo despertaba sólo para que le dijera que estaba bien y terminaban discutiendo porque Remus quería dormir y Sirius nunca se convencía de que le estuviera diciendo la verdad. El hombre lobo sonrió, recordando. -¿Qué es tan gracioso?

 

Remus abrió la boca para responder pero otro sonido y una mano en su brazo lo distrajeron.

 

-Aquí estabas! Te estaba buscando, deberías estar descansando

Notas finales:

Los reviews son muy muy muy muy importantes para mantener el ánimo arriba y seguir escribiendo! :D Y siempre son bien recibidos. Un beso!!


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