Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Wu YiFan por XiaSarang

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Este Oneshort está basado en una historia que hace unos días mi profesor de literatura nos contó, a mi parecer fue muy hermosa, su nombre real es "Juan Darién" de Horacio Quiroga.

Cuando la contó en verdad me dio mucha tristeza, pero como en sus clases siempre me la paso pensando en fanfics Yaoi, no pude evitar imaginarla. :) espero les guste.

 

Está adaptada a Taoris, y para hacerla más, aceptable, le cambie cosas~ <3 <3 <3

 

 

Notas del capitulo:

Adaptación~ 

No es que lo quiera admitir e.e pero se me da mucho el poder de cualquier cosa sacar una historia xDD y hacer una adaptación o fanfic O-O mi cabeza explotara, tengo como 10 fanfics en proceso y otras 8 o 9 ideas, -Sarayi satururada!!!- lo bueno es que tengo dos amigas que me ayudan e.e pero su ayuda es mas como "fighting" y ya ._. pero las amo!! xD bueno pueden leer la historia, muy hermosa y que me hizo reflexionar mucho en esas dos horas de literatura :p 

 

kkkkk~ xoxo! <3 <3 

 

Historia real: "Juan Darién" de Horacio Quiroga.

¿Saben cómo se le llama cuando una mujer pierde a su marido?, Viuda, ¿Cuando un hijo pierde a sus padres?, Huérfano, Pero saben, ¿cómo se le llama a una mujer que pierde a un hijo?... ¿no?, ¿tiene un nombre? ¿Tal dolor, tiene un nombre?, no, no lo tiene, a tal sufrimiento ni siquiera se puede nombrar.

Les cuento la historia de un Dragón que se crió, educo, soñó y se enamoró, se llamaba Wu YiFan. Asistió a la escuela vestido de pantalón y camisa, con sus cabellos rubios, ojos color miel, su piel tersa y suave, facciones marcadas y masculinas; siempre hacia las cosas bien, además de ser de los mejores en la escuela; aun siendo un dragón de las montañas; pero todo, claro se debe, a que su figura era de un hombre, y sucedió como se narra en las siguientes líneas.

Una vez, a principios de otoño, una extraña y grave enfermedad visito un pequeño pueblo rodeado de montañas en China y mato a muchas personas. Los hermanos perdieron a sus hermanitas, y las criaturas que comenzaban a caminar quedaron sin padre ni madre. Las madres perdieron a su vez a sus hijos, y una pobre mujer, que quedaba viuda, llevo ella misma a su hijito, lo único que tenía en este mundo.

Cuando volvió a casa, se quedó sentada pensando en su chiquillo. Y murmuraba.

-Dios debía haber tenido más compasión de mí, y se ha llevado a mi hijo. En el cielo podrá haber ángeles, pero mi hijo no los conoce. Y a quien le conoce bien es a mí, ¡pobre de mi hijo!-

Y miro a lo lejos, pues estaba sentada en el fondo de su casa, frente a un portoncito donde se veía la el comienzo del bosque para entrar en la oscuridad de las montañas

Ahora bien; en la montaña había muchas criaturas peligrosas, feroces, que rugían al caer la noche y al amanecer, entre ellas las más peligrosas, que rodeaban al pueblo, Dragones. Y la pobre mujer, que continuaba sentada, alcanzo a ver en la oscuridad una cosa pequeña, quizá no podría llegar al metro. Entraba vacilante como un pequeño gato, pero la criatura no lo era, la mujer sabia lo que era, pero no tenía miedo ni menos el querer huir, el pequeño dragón se acercó a ella, con miedo, pero al ver que esta no le hacía nada solo se quedó en frente de ella, esperando. La mujer miraba fijamente los ojos que brillaban en la oscuridad, pero estos solo lo hacían por el brillo que entraba de las pequeñas ventanas, pues sabía que en los ojos de la criatura no se veía ningún sentimiento, más que el de soledad. Rodeo su cuello con las manos y lo acerco a su pecho, y cuando el mísero dragón sintió en contacto de las manos, exhalo aire por la nariz, en son de seguridad, al saber que ya no estaba solo. La madre lo tuvo largo rato abrazado aquel pequeño enemigo de los hombres, a aquella fiera indefensa que tan fácil le hubiera sido exterminar. Pero quedo pensativa, el pequeño dragón venia de quien sabe dónde y cuya madre con seguridad había muerto. Sin pensar bien lo que hacía llevo la cabeza del dragón a su seno. Y este al sentir el calor del pecho, busco una postura cómoda y empezó a beber, adherido al seno de la mujer, aunque este en su vida, había probado la leche.

La mujer pensativa, separo al dragón de su pecho y este le miro desilusionado, le llevo dentro de la casa, y en el resto de la noche, al oír los gemidos de hambre del pequeño dragón, y al ver que buscaba su seno con los ojos cerrados, sintió en su corazón herido que, ante la suprema ley del Universo, una vida equivale a otra vida.

Y dio de mamar al pequeño dragón.

El dragón estaba salvado, y la madre había hallado un inmenso consuelo. Tan grande su consuelo, que vio con terror el momento en que aquel le sería arrebatado, porque si se llegaba a saber en el pueblo que ella amamantaba a un ser salvaje, rechazado por asesino, matarían con seguridad al pequeño. ¿Qué hacer? El dragón, cariñoso, atento, protector, un ser divino como peligroso, era ahora su propio hijo.

En estas circunstancias, un hombre que una noche de lluvia pasaba corriendo ante la casa de la mujer, oyó un gemido,-que era el ronco gemido de las criaturas feroces que, aun recién nacidas, sobresaltan al ser humano-. El hombre se detuvo bruscamente, y mientras buscaba a tientas el revólver, golpeo la puerta. La madre, que había oído los pasos, corrió loca de angustia a ocultar al dragón en su jardín. Pero su buena suerte quiso que al abrir la puerta del fondo se hallara ante una mansa, vieja y sabia serpiente que le cerraba el paso. La desgraciada mujer iba a gritar de terror, cuando la serpiente hablo así:

-Nada temas, mujer -le dijo-. Tu corazón de madre te ha permitido salvar una vida del Universo, donde todas las vidas tienen el mismo valor. Pero los hombres no te comprenderán, y querrán matar a tu nuevo hijo. Nada temas, ve tranquila. Desde este momento tu hijo tiene forma humana; nunca lo reconocerán. Forma su corazón, enséñale a ser bueno como tú, y el no sabrá jamás que no es hombre. A menos... a menos que una madre no le exija que devuelva con su sangre lo que tú has dado por él, tu hijo será siempre digno de ti. Ve tranquila, madre, y apresúrate, que el hombre va a echar la puerta abajo.-

Y la madre creyó a la serpiente, porque en todas las historias, religiones, mitos como leyendas, todas por igual, con lo hombres la serpiente conoce el misterio de las vidas que pueblan los mundos. Fue, pues, corriendo a abrir la puerta, y el hombre, furioso, entro con el revolver en la mano y busco por todas partes sin hallar nada. Cuando salió, la mujer abrió, temblando, el rebozo bajo el cual ocultaba al pequeño dragón sobre su pecho, y en su lugar vio a un niño que dormía tranquilo. Traspasada de dicha lloro largo rato en silencio sobre su salvaje hijo hecho hombre; lágrimas de gratitud que 18 años más tarde ese mismo hijo debía pagar con sangre sobre su tumba.

Paso el tiempo. El nuevo niño necesitaba un nombre: Se le puso Wu YiFan. Necesitaba alimentos, ropa, calzado: se le doto de todo, para lo cual la madre trabajaba de día y noche. Ella era aún muy joven, y podría haberse vuelto a casar, si hubiera querido; pero le bastaba el amor entrañable de su hijo, amor que ella devolvió con todo el corazón.

Wu YiFan erra, efectivamente querido: noble, silencioso y generoso como nadie. Por su madre, en particular, tenía una veneración profunda. Aun que con el tiempo haya conocido a otra persona. Un muchacho menor que él, cabello negro, ojos afilados, y pupilas negras como la noche, nariz fina y esas características sombras negras en los ojos. Huang ZiTao, hijo de una ya mayor mujer, pero que vivía despreocupada de la vida, sin importarle su propio hijo. A diferencia de la mujer, Wu YiFan daba por seguro que el pequeño Huang ZiTao. Era muy contrario a esta; una persona cariñosa, aun detrás de su apariencia, más generosa que él, y con gran sentido del saber. Y entre estos buenos amigos, siempre había más.

Wu YiFan no mentía jamás. ¿Acaso por ser un dragón, el ser noble, y salvaje en el fondo de su naturaleza? Es posible; pues no se sabe aunque influencia puede tener en una criatura recién nacido la pureza de un alma bebida con la leche en el seno de una santa mujer.

Tal era Wu YiFan. E iba a la escuela con los chicos de su edad, los que no le tomaban mucha importancia, pero en casos llegar hasta burlarse de él, por su cabello rubio, raro entre la gente de pueblo. Wu YiFan era inteligente, poseía una gran sabiduría y eso le hacía alguien poco susceptible a cambios. Pero aun siendo alguien con gran inteligencia, le tenía mucho amor a los estudios, aprendiendo cada día más, y más.

Así las cosas, cuando la criatura iba a cumplir 18 años su madre murió. Wu YiFan sufrió lo que no es decible, hasta que el tiempo apaciguo su pena. Pero siguió adelante, consciente de que aún no estaba solo. Deseo con más ganas el instruirse.

Algo debemos confesar ahora: Wu YiFan no era querido realmente en el pueblo. La gente de los pueblos encerrados entre esas montañas donde se extendían frondosos bosques, rodeados de animales, bestias y criaturas peligrosas, no gustan de muchachos generosos y que estudian con toda el alma, más el que tratan de salir adelante y que su único amigo sea un hijo de mujer galante. Este conjunto precipito el desenlace con un acontecimiento que dio razón a la profecía de la serpiente.

Acercándose el pueblo a celebrar una gran fiesta, y de la ciudad distante habían mandado fuegos artificiales, En la escuela se dio un repaso general de los chicos, pues un inspector debía venir a observar las clases. Cuando el inspector llegó, el maestro hizo dar la lección al primero de todos: a Wu YiFan, aunque este se quejara para sus adentros, al ser siempre llamado entre todos, Wu YiFan lo hizo, pero no para aquellos, si no para alguien que le apoyaba en todo lo que hacía. Wu YiFan era el más aventajado en todo, deportes, calificaciones y no por ende en el habla, sorprendiendo a más de uno al poder hablar más de tres o cuatro idiomas, y al dar la lección, no cometió ni una falta. Al inspector, no le hizo mucha gracia, pensaba que un chico a su edad y de tal aspecto y además con gran léxico en un pueblo alejado de las grandes ciudades era muy extraño. Al terminar Wu YiFan, el inspector se acercó al maestro y habló en seguida en voz baja.

¿Quién es ese muchacho? -le preguntó-. ¿De dónde ha salido? o ¿De dónde viene? 

-Se llama Wu YiFan -respondió el maestro- y lo crió una mujer que ya ha muerto; pero nadie sabe de dónde ha venido.

-Es extraño, muy extraño... -murmuró el inspector, observando el cabello lizo y rubio y el reflejo dorado que tenían los ojos de Wu YiFan  cuando estaba en la sombra, cerca de otro muchacho. ZiTao. 

El inspector sabía que en el mundo hay cosas mucho más extrañas que las que nadie puede inventar, y sabía al mismo tiempo que con preguntas a Wu YiFan nunca podría averiguar si el alumno había sido antes lo que él temía: esto es, una bestia salvaje, un Dragón. Pero así como hay hombres que en estados especiales recuerdan cosas que les han pasado a sus abuelos, así era también posible que, bajo una sugestión hipnótica, Wu YiFan recordara su vida de dragón. Era cuestión de sorprenderlo y llegar a lo más profundo de su mente, para eso ideo una actividad para los chicos de esa escuela, donde estaba seguro, que detrás de ese muchacho alto y bien parecido con un aura de solo sabiduría; común en un dragón; se encontraba su bestia salvaje. 

A la siguiente hora, el inspector subió a la tarima, y dijo así:

-Bien, jóvenes  Deseo ahora que uno de ustedes nos describa el bosque que nos rodea. Ustedes se han criado casi en él, aun con las bestias y criaturas, deben de conocerla bien. ¿Cómo es el bosque? ¿Qué pasa en él? Esto es lo que quiero saber. Vamos a ver, tú -añadió dirigiéndose a un alumno cualquiera-. Sube a la tarima y cuéntanos lo que hayas visto.

El chico subió, y aunque estaba asustado, habló un rato. Dijo que en el bosque hay árboles gigantes, enredaderas y florecillas. Cuando concluyó, pasó otro chico a la tarima, después otro. Y aunque todos conocían bien el bosque, respondieron lo mismo, porque los chicos y muchos hombres no cuentan lo que ven, sino lo que han leído sobre lo mismo que acaban de ver. Pero se dio cuenta que entre ellos había otro chico que no se fue por las simples y monótonas palabras y frases de un libro, y explico como todo un animal, por igual el cómo era un bosque. El joven Huang ZiTao, que no era más que un chico normal, que sin saber, convivía, calmadamente y sin prejuicios con un dragón el cual, al ser también su mejor amigo, más de una vez le había llegado a contar como era lo hermoso del bosque, y que Huang ZiTao solo cito, al igual que se lo había contado. 

Y al fin el inspector dijo:

-Ahora le toca al alumno Wu YiFan- 

Wu YiFan, que  en la clase se bufaba de lo que los otros chicos contaban; menos de su amigo Huang ZiTao, subió a la tarima, se sentó y dijo más o menos lo que los otros. Pero el inspector, poniéndole la mano sobre el hombro, a lo cual a Wu YiFan no le hizo mucha gracia, exclamó:

-No, no. Quiero que tú recuerdes bien lo que has visto. Cierra los ojos.

Wu YiFan estaba sorprendido de lo que le pedía, más el hacer una queja, podría llevarle a problemas y su juramento era solo ser un chico normal, pero con gran apego al estudio. Al final, lo hizo, cerrando los ojos, antes, mirando a Huang ZiTao que le daba una sonrisa. 

Wu YiFan cerró los ojos.

-Bien -prosiguió el inspector-. Dime lo que ves en el bosque.

Wu YiFan, siempre con los ojos cerrados, demoró un instante en contestar.

-No veo nada -dijo al fin y de forma cortante.

-Pronto vas a ver. Figurémonos que son las tres de la mañana, poco antes del amanecer. Hemos concluido de comer, por ejemplo... estamos en el bosque, en la oscuridad... Delante de nosotros hay un arroyo... ¿Qué ves?

Wu YiFan pasó otro momento en silencio. Y en la clase y en el bosque próximo había también un gran silencio. De pronto Wu YiFan se estremeció, algo que casi nadie noto, más que Huang ZiTao que por momento empezaba a sentir un mal presentimiento y el inspector, que en sus adentros esperaba a que el chico pudiera revelar más, para poder descubrirlo  Wu YiFan con voz lenta, como si soñara, dijo:

-Veo las piedras que pasan y las ramas que se doblan. .. Y el suelo. .. Y veo las hojas secas que se quedan aplastadas sobre las piedras...

-¡Un momento! -le interrumpió el inspector-. Las piedras y las hojas que pasan: ¿a qué altura la ves?

El inspector preguntaba esto porque si Wu YiFan estaba "viendo" efectivamente lo que él hacía en el bosque cuando era un dragón bebe e iba a beber después de haber comido, vería también que las piedras que encuentra uno a su altura que se acercan muy agachados al río pasan a la altura de los ojos y el hocico. Y repitió:

-¿A qué altura ves las piedras?

Y Wu YiFan, siempre con los ojos cerrados, respondió:

-Pasan sobre el suelo. . . Rozan con mis garras. . . Y las hojas sueltas se mueven con el aliento... Y siento la humedad del barro en...

La voz de Wu YiFan se cortó.

-¿En dónde? -preguntó con voz firme el inspector- ¿Dónde sientes la humedad del agua?

-En...

-Wu YiFan!-  

Le grito Huang ZiTao que entre los alumnos, empezaba a preocuparse al ver a quizá, más que amigo, en esa situación. 

-¡En mis garras!-dijo con voz ronca Wu YiFan abriendo los ojos espantado.

Comenzaba el crepúsculo, y por la ventana se veía cerca la selva ya lóbrega. Los alumnos no comprendieron lo terrible de aquella evocación; pero tampoco se rieron de esas extraordinarias garras de Wu YiFan, que no tenía garra alguna. Y no se rieron, porque el rostro de la criatura estaba pálido y ansioso.

La clase había concluido. El inspector no era un mal hombre; pero, como todos los hombres que viven muy cerca del bosque, odiaba ciegamente a los dragones por simple temor humano; por lo cual dijo en voz baja al maestro:

-Es preciso matar a Wu YiFan. Es un gran dragón, posiblemente uno de los más peligrosos. Debemos matarlo, porque si no, él, tarde o temprano, nos matará a todos. Hasta ahora su maldad de bestia no ha despertado; pero explotará un día u otro, y entonces nos devorará a todos, puesto que le permitimos vivir con nosotros. Debemos, pues, matarlo. La dificultad está en que no podemos hacerlo mientras tenga forma humana, porque no podremos probar ante todos que es un dragón. Parece un hombre, y con los hombres hay que proceder con cuidado. Yo sé que en la ciudad siguiente hay un domador de estas bestias. Llamémoslo, y él hallará modo de que Wu YiFan vuelva a su cuerpo de dragón. Y aunque no pueda convertirlo en dragón, las gentes nos creerán y podremos echarlo al bosque. Llamemos en seguida al domador, antes que Wu YiFan se escape. 

Y antes de retirarse, dejando al maestro anonadado, concluyo con:

-Y a su amigo, Huang ZiTao. Debe ser vigilado de cerca.

Pero Wu YiFan pensaba en todo, menos en escaparse, porque no se daba cuenta de nada. ¿Cómo podía creer que él no era hombre, cuando jamás había sentido otra cosa que respeto a todos, y ni siquiera tenía odio a los animales dañinos? y bueno, al tener la suerte de tan magnifica madre, la cual ya no se encontraba con él, pero siempre le enseño que el mundo era para vivir, y no para matar por ser diferente, el ahora, juraba y podía decir, que no tendría ninguna contra el cómo había vivido. Ignoraba, el cómo le trataban y para el con Huang ZiTao a su lado, podía estar bien.

Más las voces fueron corriendo de boca en boca, y Wu YiFan comenzó a sufrir sus efectos. No le respondían una palabra, se apartaban vivamente a su paso, y lo seguían desde lejos de noche.

-¿Qué tendré? ¿Por qué son así conmigo? -se preguntaba Wu YiFan.

-Tú no tienes nada- Le respondía Huang ZiTao, que ahora más que nunca, aun sabiendo aquellos desagradables rumores se mantenía cerca de él. -Eres bueno Wu YiFan, y yo siempre estaré contigo.

-¿Soy acaso bueno, no escuchas lo que dicen de mí?-

-Para que escuchar a otras personas que solo tienen miedo, si te puedo escuchar a ti, diciendo que me quieres. 

-Te quiero conmigo-

-Contigo-

Wu YiFan, algo intranquilo aun, decidió dejar esa conversación lo que quería es que ahora su compañero no sufriera, y no le hacia ningún bien, el que ahora, a escondidas del otro, planeara todo para encontrarse a escondidas, con solo el sucio dicho, de querer estar con él. Era una mentira para él, y le dolía el alma, pero era eso, o ver sufrir, y por Huang ZiTao, se vería sufrir a sí mismo. 

En la mañana, a cualquier lado al que dirigían, ya no solamente huían de él, sino que los muchachos le gritaban:

-¡Fuera de aquí! ¡Vuélvete donde has venido! ¡Fuera! 

Los grandes también, las personas mayores, no estaban menos enfurecidas que los muchachos. Quién sabe qué llega a pasar si la misma tarde de la fiesta no hubiera llegado por fin el ansiado domador. Wu YiFan estaba en su casa preparándose para una sencilla salida, para ir a ver a Huang ZiTao, pero antes se preparaba una pobre sopa que tomaba, cuando oyó la gritería de las gentes que avanzaban precipitadas hacia su casa. Apenas tuvo tiempo de salir a ver qué era: Se apoderaron de él, arrastrándolo hasta la casa del domador. 

-¡Aquí está! -gritaban, sacudiéndolo- ¡Es éste! ¡Es un dragón! ¡No queremos saber nada con dragones! ¡Quítele su figura de hombre y lo mataremos!

Wu YiFan aturdido, trataba de escapar, pero recibía tantos golpes al solo mover un musculo, que de un momento a otro, y sin querer lastimar a nadie, paro cualquier exigencia.

Y los muchachos, sus condiscípulos a quienes más quería, y las mismas personas viejas, gritaban:

-¡Es un dragón! ¡Wu YiFan nos va a devorar! ¡Muera Wu YiFan!

Wu YiFan protestaba y en momentos sentía que podría empezar a llorar, pero su orgullo y nobleza se lo impedían, y era una criatura de dieciocho años. Pero en ese momento la gente se apartó, y el domador, con grandes botas de charol, levita roja y un látigo en la mano, surgió ante Wu YiFan. E1 domador lo miró fijamente, y apretó con fuerza el puño del látigo.

-¡Ah! -exclamó-. ¡Te reconozco bien! ¡A todos puedes engañar, menos a mí! ¡Te estoy viendo, hijo de dragones! ¡Bajo tu camisa estoy viendo las escamas de un dragón! ¡Fuera la camisa, y traigan los perros cazadores! ¡Veremos ahora si los perros te reconocen como hombre o como un dragón!

En un segundo arrancaron la camisa de Wu YiFan y estuvieron a punto de arrojarlo a la jaula con los perros, cuando entre la multitud, que gritaba y exigía la muerte de Wu YiFan, solo una persona, asqueada ya de tanta maldad, pedía por el amor del Dios que todo lo ve, que pararan. El domador que hizo callar a toda la gente, quería ver aquella cara del cual, a sus ojos sería un traidor. Huang ZiTao se mostró ante él, sujetado por hombres, que le gritaban frases llenas de odio y rencor. 

Wu YiFan, sorprendido de que Huang ZiTao estuviera ahí, forzó su grave voz el salir, y pedir que a él no le hicieran daño, ya que ante sus ojos, estaba viendo que la única persona que no quería ver sufrir, estaba a punto de ser asesinada. Pero el domador paro a la gente que trataba de matar a golpes a Huang ZiTao, que aun herido, trataba con todas sus fuerzas de llegar hasta Wu YiFan. 

El domador lo tomo del cuello y lo alzo para que este se pusiera de pie, y la gente le viera. 

-¡Han visto! ¡Este pobre chico ha sido tomado por esta bestia! ¡Ya no se le tiene perdón! ¡Se ha vuelto un dragón también! ¡Y será tratado como uno!-

El domador, les pidió que abrieran las puertas de la jaula y echaron a Huang ZiTao, que fue ignorado por los perros al ser un simple humano, el domador no desistió y ordeno que ahora echaron al dragón disfrazado de humano y que Huang ZiTao, el cual trataba de no desmayarse por el dolor, viera como su amante, era despedazado por los perros. 

-¡Suelten los perros, pronto! -gritó el domador-. ¡Y encomiéndate a los dioses, Wu YiFan!

Y cuatro feroces perros cazadores de dragones fueron lanzados dentro de la jaula.

El domador hizo esto porque los perros reconocen siempre el olor de un dragón y en cuanto olfatearan a Wu YiFan sin la mitad de su ropa y el olor dentro de un humano de un dragón, los harían pedazos, pues podrían ver con sus ojos de perros cazadores las escamas ocultas bajo la piel de hombre.

Pero los perros no vieron otra cosa en Wu YiFan en brazos de Huang ZiTao que dos muchachos buenos que querían hasta a los mismos animales dañinos. Y movían apacibles la cola al olerlo.

-¡Devóralo! ¡Es un dragón y su puta! ¡Toca! ¡Toca! -gritaban a los perros-. Y los perros ladraban y saltaban enloquecidos por la jaula, sin saber a qué atacar.

La prueba no había dado resultado.

-¡Muy bien! -exclamó entonces el domador-. Estos son perros bastardos, de casta de dragón. No le reconocen. Pero yo te reconozco, Wu YiFan, y ahora nos vamos a ver nosotros.

Y así diciendo entró él en la jaula y levantó el látigo, a lo cual asustado Huang ZiTao, trato de proteger con su mismo cuerpo al cuerpo magullado de Wu YiFan.

-¡Dragón! -gritó-. ¡Estás ante un hombre, y tú eres un dragón! ¡Allí estoy viendo, bajo tu piel robada de hombre, las alas de un dragón! ¡Muestra tus alas para arrancarlas! ¡El cuerpo de tu puta no te protegerá y los matare a los dos! 

-¡No le hagas daño!- Grito Wu YiFan, pero el domador no iba a parar. 

Y cruzó el cuerpo de Huang ZiTao de un feroz latigazo. La el pobre joven con la camisa lanzó un alarido de dolor, mientras las gentes, enfurecidas, gritaban, por el asesinato del dragón.

-¡Muestra tus alas dragón!-

Durante un rato prosiguió el atroz suplicio; llegando a un punto en que, Wu YiFan buscando ayuda entre la multitud, recibiendo ahora en su espalda dolorosos latigazos, encontró a la madre de Huang ZiTao, que les miraba desde un punto fuera de la jaula-

-¡Por favor! ¡Se muere! -clamaba Wu YiFan.

Pero la mujer no respondía.

-¡Muestra tus alas! -le respondían.

Por fin el suplicio concluyó. En el fondo de la jaula, arrinconado, aniquilado en un rincón, sólo quedaba el cuerpo de estos dos jóvenes, Huang ZiTao, le repetía al oído que le quería, y Wu YiFan, que suplicaba con el cuerpo del otro en brazos, que le salvaran. Vivían aún, y aún podían caminar cuando se les sacó de allí; pero lleno de tales sufrimientos como nadie los sentirá nunca.

Los sacaron de la jaula, y empujándolos por el medio de la calle, los echaban del pueblo. Iban cayéndose a cada momento, y detrás de él iban los muchachos, las mujeres y los hombres maduros, empujándolos.

Huang ZiTao cayó del todo, por fin, tendiendo en busca de apoyo sus pobres manos de niño. Y su cruel destino quiso que una mujer, que estaba parada a la puerta de su casa, viéndole sin sentimiento alguno, pidió en son de ayuda. 

-Madre, auxilio-

-¡Me han robado a mi hijo! -gritó la mujer-. ¡Ha tendido las manos para hacerse pasar por el! ¡Es un dragón aquel chico! ¡Matémosle en seguida, antes que él mate a nuestros hijos! ¡En seguida, antes que él mate a vuestros hijos, como lo hizo con el mío! ¡o que me devuelva mi hijo! 

Así dijo la mujer. Y de este modo se cumplía la profecía de la serpiente: Wu YiFan moriría como hombre cuando una madre de los hombres le exigiera la vida y el corazón de hombre que otra madre le había dado con su pecho.

Del cuerpo de Wu YiFan, salieron dos grandes alas negras, y en de su piel, rompiéndose salían escamas. El dragón en cuerpo de hombre estaba destrozando su caparazón. Y la gente no necesitaba otra acusación para decidir. Y veinte brazos con piedras en la mano se levantaban ya para aplastar a Wu Rifan que se retorcía del dolor, más del que había sentido en momentos antes, mientras aun por lo que estaba pasando, Huang ZiTao lo mantenía en sus brazos. Rezando para sus adentros. 

-¡Marquémoslo con rayas de fuego! ¡Quemémoslo en los fuegos artificiales!

Ya comenzaba a oscurecer, y cuando llegaron a la plaza era noche cerrada. En la plaza habían levantado un castillo de fuegos de artificio, con ruedas, coronas y luces de bengala. Ataron en lo alto del centro a Wu YiFan, clavando estacas en sus alas, y en frente de él, igual en lo alto de una estaca, colgado de los brazos, se encontraba Huang ZiTao, el cual podía estar entre la vida y la muerte en esos momentos, y prendieron la mecha desde un extremo. El hilo de fuego corrió velozmente subiendo y bajando, y encendió el castillo entero. Y entre las estrellas fijas y las ruedas gigantes de todos colores, se vio allá arriba a Wu YiFan sacrificado.

-¡Es tu último día de hombre, Wu YiFan! -clamaban todos-. ¡Muéstrate!

Tras un nuevo surco de fuego, se pudo ver que su cuerpo se sacudía convulsiva mente  que sus gemidos adquirían un timbre profundo y ronco; y que su cuerpo cambiaba poco a poco de forma. Y la muchedumbre, con un grito salvaje de triunfo, pudo ver surgir por fin, bajo la piel del hombre, las escamas, hocico alargado, garras y cola y como sus alas se formaban de todo, el cuerpo de un dragón. 

La atroz obra de crueldad se había cumplido; habían conseguido lo que querían. En vez de la criatura inocente de toda culpa, allá arriba no había sino un cuerpo de dragón que agonizaba rugiendo. Y a delante de él, el cuerpo moribundo, que ante la oscuridad que le abordaba, podía seguir gritando que pararan, que seguía siendo Wu YiFan.

Las luces de bengala se iban también apagando. Un último chorro de chispas con que moría una rueda alcanzó la soga atada a las muñecas (no: a las garras, pues Wu YiFan había concluido), y el cuerpo cayó pesadamente al suelo, hicieron lo mismo con el cuerpo de Huang ZiTao. Las gentes los arrastraron hasta la linde del bosque, abandonándolos allí para que los chacales devoraran sus cadáveres.

Pero el dragón no había muerto y aunque Huang ZiTao estaba en muy mal estado, entre los dos pudieron salir adelante. Con la frescura nocturna volvió en sí, y arrastrándose presa de horribles tormentos se internaron en la selva. Durante un mes entero no abandonaron su guarida en lo más tupido del bosque, esperando con sombría paciencia el que sus heridas curaran, mientras que Wu YiFan solo salía para conseguirle comida a Huang ZiTao, pero el otro con lo más mínimo trataba de mantenerse para que las heridas de los dos sanaran. Y vivieron, como un humano y un dragón, esperando a que por fin estuvieran curados. Todas cicatrizaron por fin, en el cuerpo de Huang ZiTao al menos así fue, por los constantes lengüetazos que le daba el dragón, a lo cual sorprendidos, descubrieron que la saliva de este era curativa, pero para Wu YiFan no sano del todo, solo una herida, una profunda quemadura en su brazo que desde su hombro no cerraba y que Huang ZiTao siempre se encargaba de limpiar y darle tratamientos, a lo cual siempre vendaba con grandes hojas.

Wu YiFan había conservado de su forma recién perdida tres cosas: el recuerdo vivo del pasado, la habilidad de sus manos, que manejaba como un hombre, y el lenguaje. Pero en el resto, absolutamente en todo, era una bestia, que con el tiempo, descubrió, que podría llegar a tomar la forma de humano con la que había vivido, más se negaba a hacerlo. Y Huang ZiTao aceptaba por qué este lo hacía. 

Cuando se sintieron por fin curados, pasó la voz a los demás dragones de la selva para que esa misma noche se reunieran delante del gran cañaveral que lindaba con los cultivos. Y al entrar la noche se encaminó silenciosamente al pueblo. Escondido entre los arboles esperó largo tiempo inmóvil. Vio pasar bajo él sin inquietarse a mirar siquiera, pobres mujeres y labradores fatigados, de aspecto miserable; hasta que al fin vio avanzar por el camino a un hombre de grandes botas y levita roja.

El dragón no movió una sola ramita al saltar. Saltó sobre el domador; de una manotada lo derribó desmayado, y cogiéndolo entre los dientes por la cintura, lo llevó sin hacerle daño hasta el juncal.

Allí, al pie de las inmensas cañas que se alzaban invisibles, estaban los dragones de la selva moviéndose en la oscuridad, y en lo alto, al parecer también venerado entre todos, Huang ZiTao que solo miraba tranquilo lo que pasaba, y sus ojos brillaban como luces que van de un lado para otro, porque al parecer, ya no era el mismo joven. El hombre proseguía desmayado. El dragón, Wu YiFan, subió y ya al lado de su compañero el cual fue ocultado entre sus grandes alas, dijo entonces:

-Hermanos: Yo viví dieciocho años entre los hombres, como un hombre mismo. Y yo soy un dragón. Tal vez pueda con mi proceder borrar más tarde esta mancha. Hermanos: esta noche rompo el último lazo que me liga al pasado. Este hombre que está a mi lado, se unirá a nosotros, porque acepto que no llego a este mundo para ser como ellos, si no como nosotros, igual que yo romperá su lazo y dejara de ser humano. ¡Romperemos nuestros lazos, y los guiare!

Y después de hablar así, recogió en la boca al hombre, que proseguía desmayado, y trepó con él a lo más alto del cañaveral, donde lo dejó atado entre dos bambúes. Mientras que Huang ZiTao se recostaba en las rocas, siendo rodeado por aquella serpiente, que le había dado la vida de humano a Wu YiFan. Luego prendió fuego a las hojas secas del suelo, y pronto una llamarada crujiente ascendió. Los dragones se regocijaron de lo emocionados que estaban ante el fuego. Wu YiFan del dijo: "¡Paz, hermanos!", y aquéllos se apaciguaron, sentándose de vientre guardando las alas y seguir mirando.

El juncal ardía como un inmenso castillo de artificio. Las cañas estallaban como bombas, y sus gases se cruzaban en agudas flechas de color. Las llamaradas ascendían en bruscas y sordas bocanadas, dejando bajo ella lívidos huecos; y en la cúspide, donde aún no llegaba el fuego, las cañas se balanceaban crispadas por el calor.

Pero el hombre, tocado por las llamas, había vuelto en sí. Vio allá abajo a los dragones con los ojos cárdenos alzados a él, y lo comprendió todo.

-¡Perdón, perdóname! -aulló retorciéndose-. ¡Pido perdón por todo!

Nadie contestó. El hombre se sintió entonces abandonado de Dios, y gritó con toda su alma:

-¡Perdón, Wu YiFan!

Al oír esto, Wu YiFan, que había estado pendiente de Huang ZiTao, el cual sentado en una roca elevada mientras en sus hombros se encontraba la serpiente paseando en su cuerpo, le acariciaba el hocico, llevando sus manos hasta los ojos y acercándose para tocar su nariz con el gran hocico del otro, alzó la cabeza, separándose de Huang ZiTao, que se recostó en la roca, al sentir un ardor en todo el cuerpo, y Wu YiFan dijo fríamente:

-Aquí no hay nadie que se llame Wu YiFan. No conozco a Wu YiFan. Éste es un nombre de hombre, y aquí somos todos dragones.

Y volviéndose a sus compañeros, como si no comprendiera, preguntó:

-¿Alguno de ustedes se llama Wu YiFan?

Y los dragones solo dedicaron sonrisas, y miradas llenas de maldad. 

Pero ya las llamas habían abrasado el castillo hasta el cielo. Y entre las agudas luces de bengala que entrecruzaban la pared ardiente, se pudo ver allá arriba un cuerpo negro que se quemaba humeando.

-Ya estoy pronto, hermanos-dijo el dragón. -Pero aún me queda algo por hacer.

Y se encaminó de nuevo al pueblo, tomando a Huang ZiTao, que estaba próximo a convertirse, y fue seguido por los tigres sin que él lo notara. Se detuvo ante un pobre y triste jardín, saltó la pared, y pasando al costado de muchas cruces y lápidas, fue a detenerse ante un pedazo de tierra sin ningún adorno, donde estaba enterrada la mujer a quien había llamado madre por años. Dejo el cuerpo de Huang ZiTao a un lado de la tumba. Se arrodilló -se arrodilló como un hombre-, y durante un rato no se oyó nada.

¡Madre! -murmuró por fin el dragón con profunda ternura-. Tú sola supiste, entre todos los hombres, los sagrados derechos a la vida de todos los seres del Universo. Tú sola comprendiste que el hombre y el dragón se diferencian únicamente por el corazón. Y tú me enseñaste a amar, a comprender, a perdonar. ¡Madre!, estoy seguro de que me oyes. Soy tu hijo siempre, a pesar de lo que pase en adelante pero de ti sólo. ¡Adiós, madre mía!

Y viendo al incorporarse los ojos oscuros, que se identificaban entre todos, que le miraban con ternura, volvió a su forma dragón y acercándose a esos hermosos ojos negros. Dijo:

-¿Listo?-

El hombre con un disfraz de dragón, extendió sus alas, con ese color negro que igual lo diferenciaba de todos. Respondió:

-Contigo-

El dragón mirado hacia sus hermanos que lo observaban tras la tapia, se unió otra vez a ellos.

El viento cálido les trajo en ese momento, desde el fondo de la noche, el estampido de un tiro.

-Es en la selva -dijo el dragón-. Son los hombres. Están cazando, matando, degollando.

Volviéndose entonces hacia el pueblo que iluminaba el reflejo del bosque encendido, exclamó:

-¡Raza sin redención! ¡Ahora me toca a mí!

Y retornando a la tumba en que acaba de orar, arrancándose de un rasguño la venda de la herida y escribió en la cruz con su propia sangre, en grandes caracteres, debajo del nombre de su madre:

Y Wu YiFan.

-Ya estamos en paz -dijo. 

Y enviando con sus hermanos un rugido de desafío al pueblo aterrado, concluyó:

-Ahora, al bosque. Que hay nuevos dragones.- Dijo con una sonrisa socarrona  siendo acompañado por los gruñidos de alegría de los demás  y sintiendo como su amante lambía su herida, para luego llegar a lamber el hocico. 

-Contigo- volvió a repetir.

Extendieron las alas. Wu YiFan y Huang ZiTao, ya no existían. 

 

 

Notas finales:

Les gusto? *-* bueno si no e.e pues esta bien~ como dije, tengo muchos fanfics y oneshorts en procesos (las ideas no dejan de llegar) y solo dos manos :( (ok no._.) pero esperen mucho de mi ^^ y vienen mas ._. los cuales ya tengo anotados pero estan en espera D': *presion* 

Necesito a un tipo manager que me diga "apurate!!" a no.. ya tengo... ._. necesito mas D: xDD bueno bye bye!! 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).