Por más que pienso nunca tengo respuestas a las preguntas que formulo. Nezumi siempre me decía que hacía demasiadas preguntas pero yo necesitaba saber y aún lo necesito. Quizás si soy raro como ellos decían, aunque siento que a pesar de eso, los lazos que hemos forjado son indestructibles.
Aún seguimos en contacto, pero sigo sin saber nada de Nezumi. A diario abro la ventana esperando que entre por ella y me diga que no se irá, pero solo el viento sopla enseñándome la soledad en la que me encuentro. Sin embargo, algo dentro de mí me dice que confíe, que nos volveremos a encontrar, en esta vida o el la otra, en algún instante lo veré, sentiré su aroma o su voz y sabré que esta bien, aunque siendo sincero no creo que pueda conformarme solo con eso.
Como todas las tardes abrió la ventana y esperó que el viento soplara. Tsukiyo se encontraba en su hombro. Sion lo miró con dulzura y melancolía, aquel pequeño ratón era lo único que tenía de Nezumi. Bajó la mirada como si su esperanza comenzara a desvanecerse. De la nada unas lágrimas comenzaron a brotar. Aquel líquido salino no dejaba de rodar por sus mejillas, era incontrolable. Solo quería verlo una vez más.
— ¿Por qué lloras Sion?
El peliblanco no levantó la cabeza. Su imaginación estaba jugando nuevamente con él. Aquella voz la había oído incontables veces y siempre era lo mismo, nunca era aquel chico de ojos grises que lo había encantado desde la primera vez.
—Acaso no estás feliz de verme Sion
—Ne-nezumi…
Sion levantó la mirada a la vez que oía unos pasos acercándose desde la ventana. Observó unos zapatos, luego el resto de una vez hasta detenerse en sus ojos. Sin pensarlo dos veces se lanzó a sus brazos abrazándolo con fuerza rodeando su cuello. El chico de cabello oscuro rodeo su cintura con ambos brazos al tiempo que sonreía.
—Volviste, sabía que lo harías, siempre te esperé
—No creí que fueses tan masoquista
—No lo soy
—Sion, ¿de verdad me extrañaste?
—Si, no vuelvas a irte.
Nezumi lo alejó de sí para observar cuanto había cambiado en este tiempo, cuanto había pasado ¿Dos años? ¿Cuatro años? Ya no lo recordaba pero seguía viendo aquella mirada inocente y amable de la que se había enamorado.
—No vuelvas a irte.
Repitió Sion una vez más acercándose a Nezumi apoyándose en su pecho dejando que las pocas lágrimas que quedaban encontraran su final en la camiseta de aquel chico a quien tanto había extrañado.
—Quédate aquí conmigo, para siempre, por favor…
Suplicó el ojirojo levantando la mirada para encontrarse con una sonrisa de satisfacción.
Acaso eso significa que no se irá, que se quedará conmigo, que me quiere, que me extraño, por qué no puede ser más claro, él debería saber más que nadie que me gusta entender las cosas de manera clara.
—Como quieras.
Sion sonrió ampliamente y le dirigió una mirada al pequeño roedor que lo había acompañado por estos largos años. Ya eran pasadas las 19:00 horas y se la habían pasado conversando, más bien Sion se la pasó haciéndole preguntas de todo lo que se le ocurría, donde había estado, que había hecho, como estaba, etc. todo lo que se le venía a la cabeza e increíblemente Nezumi estaba teniendo bastante paciencia aunque evitaba gran parte de las preguntas.
No se dieron cuenta cuando llegó la noche, el cielo estaba increíblemente brillante, era un campo abierto de luminosas estrellas que parecían celebrar el regreso del chico del bloque oeste.
—Sion no vienes a ver las estrellas
—Quiero dormir, contigo…
El ligero sonrojo del peliblanco delató inmediatamente lo que estaba pensando, aunque era demasiado inocente para imaginar lo que Nezumi había pensado al ver su reacción.
—Lo que diga su alteza.
Respondió Nezumi acercándose hasta donde se encontraba Sion tendiéndose sobre la cama. Lo abrazó por la espada y con delicadeza besó su cuello.
—Sion, no te dejaré ya te lo dije, no te preocupes.
Sion sonrió mientras sentía como Nezumi levantaba con suavidad la camiseta que traía. Ambos se dejaron embelesar por el ambiente. Nezumi no tardó en quitarle la camiseta a Sion y tampoco en quitarse la suya. Se recostaron sobre la cama besándose como la última vez que se vieron.
—Nezumi…Te amo.
Pronunció el peliblanco al mismo tiempo que sus cuerpos se fusionaban en uno solo. Sion acababa de experimentar lo que podría describir como felicidad, se sentía en las nubes, sentía algo que jamás había sentido y que jamás había pensado en experimentar, solo había leído teoría sobre eso, pero jamás había tenido la práctica.
Nezumi se recostó agotado sobre el cuerpo de Sion. Se abrazaron.
—Sion, también te amo…
Susurró el chico de los ojos grises antes de quedarse dormido escuchando los agitados pero tranquilizantes latidos del corazón de su amante…