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De Sangre por RAMSIN

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CAPITULO 22

No hay retorno

 

Había sido un despertar muy tranquilo, es que no tenía la necesidad de madrugar como siempre lo hacía, dándose el gusto de levantarse un par de horas más tarde. El día anterior Eren le pidió permiso a su jefa Hanji para faltar al trabajo ya que debía presentarse a su control mensual con su obstetra, había llegado los 6 meses de gestación.  Y como de obvia se había vuelto su condición, tanto que tuvo que inventar un problema hormonal para darle sentido a su continua subida de peso, sus escusas médicas, y la curiosidad de los otros trabajadores de la finca Rose. Los únicos que guardaban su secreto eran su infalible jefa Hanji y el ayudante de herrería Bertholdt, y este último se enteró por el suceso de la yegua envenenada, desde ese momento ambos entablaron una especie de relación amistosa basada en pocas pero sensibles conversaciones. A Eren le pareció un poco curioso que ese joven tímido se interesara tanto en su estado haciendo preguntas basadas en su condición, él no le negaba las respuestas, mientras no preguntara por el padre de la criatura todo estaría bien.

-¡Eren! – La voz de una mujer retumbo en toda la entrada del consultorio veterinario –

-Eh… buenos días Sasha. – El nombrado entro al lugar con algo de pena, siendo mirado por los pocos pacientes que estaban esperando su turno en ser atendidos –

-¡ESTAS ENORME! – La chica se salió casi que de un salto de su puesto en la recepción, tenía más de un mes sin ver al amigo de su jefe Armin –

-¿Armin está desocupado? – Trato de seguir conversando sin responder al inoportuno comentario de la castaña –

-Pasa, pasa… - Le abrió la puerta al área de los consultorios – Armin está dentro.

Eren tenía mucho tiempo sin estar allí, es que entre su trabajo en la finca Rose y su condición, no quedaba con energías para bajar a la veterinaria, tan solo llegaba a su casa, se daba un baño, cenaba y a la cama, hasta pasaba días sin ver a su amigo Armin, pero el día de hoy necesitaba conversar con él para cuadrar su cita médica, la mayoría del tiempo lo acompañaba su hermana Mikasa, y cuando esta no podía, dejaba el trabajo en manos de Armin.

-¿Armin? – Eren le llamo al tiempo que entraba a uno de los consultorios –

Apenas abrió la puerta se consiguió con una escena un poco extraña, más bien, muy extraña, su mejor amigo estaba apresado junto al pretencioso de Jean, unidos frente a frente como si les hubiesen empujado, a sus pies estaba la labradora dorada Sina muy feliz moviendo su cola y saltando de un lado a otro desesperada por soltarse de la correa que ella misma había enredado entre las piernas de los dos jóvenes.

-Eren… ayúdanos. – Mascullo el rubio con el rostro totalmente sonrojado por la incómoda posición en que se encontraba, pegado de pecho, estómago y caderas contra Jean –

-Demonios – El ayudante de Armin también estaba totalmente sonrojado, con la mirada gacha y maldiciendo mentalmente por las acciones de la condenada perra loca que los hizo acabar así –

-Se ven graciosos. – Sin nada de prisa rebusco entre los bolsillos de la chaqueta deportiva que cabarga y saco su celular –

 -¡NO! – Ambos corearon al mismo tiempo –

-Ya, no tomare la foto – Guardo el aparato otra vez para ayudar a los dos chicos -

Después de unos minutos Eren logro desenredar la larga correa con que Sina envolvió al dueto, pensando en voz alta en cómo diablos Armin y Jean no habían notado la trampa mortal que la perra les monto.

-Sina tuvo que darles como 10 vueltas entre las piernas para que los atrapara así. – Eren se enderezo con dificultad dejando la correa sobre la mesa de exámenes de ese consultorio - ¿Cómo no lo notaron?

-Yo… ¡Estábamos discutiendo sobre trabajo! – El pequeño rubio se adelantó a responder ya que Jean seguía mudo y con la boca apretada, como incapaz de expresar nada por lo sucedido –

La verdad de la actitud de Jean a todo eso podría remontarse a unos diez minutos antes de que Eren entrara por la puerta del consultorio…

 

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Detestaba esos malditos sueños, como los odiaba, siempre eran tan reales, tan incomodos para el corazón y el alma, siempre que los tenia se pasaba el día entero con la cabeza llena de escenas, sensaciones, con un dulce timbre de voz que calaba hasta su medula. El recuerdo de Marco no sería fácil de enterrar, y tal parecía que su sique estaba muy a gusto mandándole sueños exóticos de un pasado envuelto en presente. Así llego a la veterinaria esa mañana, meditabundo, perdido en los sueños de su noche anterior. Ni si quiera puso reparo cuando Sasha se aprovechó de su estado casi zombi y le dio la tarea de sacar a pasear a la perra loca de Sina, el animal parecía desesperado por salir, dando vueltas y más vueltas hasta que su dueño Armin le llamo desde el consultorio, allí fue cuando todo el lio se armó, la labradora pego una carrera arrastrando a Jean con ella, llego donde su pequeño rubio dueño y empezó a lamerlo desesperada, alzada en sus dos patas traseras.

-Creí que Sasha la sacaría a dar un paseo. – Armin miro al castaño con una sonrisa amable pero este seguía divagando en su cabeza sobre el sueño de la noche anterior – ¿Jean?

-Yo… - Trago audiblemente mientras sentía como la perra empezó a pasearse entre sus piernas, dando vueltas como tratando de llamar su atención –

- Pareces preocupado por algo – Con mucho cuidado se acercó al mayor – Tienes hasta ojeras, ¿dormiste mal anoche?

-Dormir, no he dormido casi nada – Hablo sin pensarlo, en verdad no pudo volver a conciliar el sueño después de despertar a la una de la mañana por culpa de su maldito subconsciente - 

-Si quieres yo paseo a Sina – Extendió su mano para tomar la correa de la labradora, pero Jean no se la entrego, a cambio lo tomo bruscamente de sus hombros hasta acercarlo hacia el – ¡Jean!

-Si quieres me despides, ¡Pero debo hacer esto!

El cuerpo entero le tembló, era lo más confuso, idiota y atrevido que había hecho en su puta vida. Resultaba tonto recordar que era la primera vez que hacia algo así, pero le sabía a recuerdo, ha pasado doloroso, ¡Y todo por culpa de Marco! Otra vez el, nuevamente empujándolo a un punto de no retorno, ya estaba claro que no podía seguir viviendo en el pasado, debía avanzar en el presente, demostrar sus sentimientos a tiempo. No es que pensara que Armin se iba a morir de un día para otro, pero quien sabe, nada está escrito en piedra salvo el hecho de que como nacemos morimos. Y por eso lo beso, decisión cargada de idiotez y emoción, con sus manos frías y temblorosas, sintiendo que el otro también temblaba, no sabía si por la sorpresa, el coraje del beso robado, o porque simplemente estaba en shock ante lo que él hacía.

Fue un beso algo tosco, apenas de juntar bocas con un acto reflejo, tan rápido como se unieron se sintieron separados cuando la labradora después de dar un par de vueltas más los había aprisionado con su correa, al querer soltarse los empujo más uno contra otro, despertándolos del momentáneo estado de terror paralizante por lo sucedido.

 

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-Eren. – Armin trato de mantener la compostura en medio del asombro, quería gritarle unas cuantas cosas a Jean, pero la llegada de su amigo lo evito –

-Necesitaba hablar contigo, tengo consulta hoy. – Acaricio su baja espalda al tiempo que daba un sonoro suspiro – Mikasa no podrá acompañarme, ¿Tu podrías?

-Ehh… Sí, dejare todo en manos de… - Armin sintió como se le subían los colores al rostro de solo nombrarlo, fue una sensación súbita de calor atrapante – ¿Jean?

-Se fue - Eren miro perplejo como la puerta del consultorio quedo entreabierta y ya el nombrado no estaba llevándose a la labradora dorada con el –

Mientras Armin y Eren se quedaban dudando sobre la sorpresiva desaparición de Jean, este había consumado el acto de escapismo más cobarde del mundo, no tuvo otro modo de salir de su estúpido acto de revelación amorosa. Rabiando consigo mismo decidió pasear a Sina, debía liberar su cerebro de todo aquel compendio de pensamientos atorados, caminaba rápido, casi que corriendo con la perra jalando de la correa, estaba tan o más desesperada que el chico por llegar a algún lado. Mientras andaban sin rumbo iba hablado en voz alta, siendo mirado de vez en vez por los transeúntes.

-¡ERES UN IDIOTA! ¡UN ESTUPIDO ENAMORADO IDIOTA! – Gruño fuerte, alzando las manos hasta su cabeza, mirando al cielo azul claro con un sol radiante – ¡ME LLEVA EL INFIERNO, LO BESE!

En respuesta a sus gritos, Sina empezó a ladras fuerte, moviendo su cola emocionada, dando saltos y jalando la correa más aun, estaban cerca del parque a donde Jean siempre la llevaba, en verdad el castaño camino sin rumbo aparente pero sus pies sabían a donde ir.

-Tu dueño va a matarme. Estoy despedido, desempleado, sin trabajo… - Arrastrando sus pasos entro al parque buscando el primer banco donde derrumbar su humanidad deprimida –

Jean tan solo necesitaba espacio para poder pensar en lo que hizo, sentado en el solitario banco de hierro forjado, mirando como la labradora acabo sentándose solemnemente a sus pies, cualquier loco diría que estaba atenta a seguir escuchando el drama que el veterinario gesticulaba en un aparente monologo de tragedia inimaginada.

-Sabes Sina, yo lo bese porque alguien muy importante de mi pasado me dijo que lo hiciera…

El recuerdo de su sueño fue como una marea imparable que lo tumbo mentalmente, reviviendo aquel particular encuentro en el subconsciente de Jean…

 

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No sabía cómo había llegado allí, sentado en medio de una minúscula isla desierta, tendría como tres metros por tres metros de largo y ancho. Tan solo sentado en la arena tibia, con un sol radiante que hacía ver el mar como pequeñísimas perlas brillantes, un enorme océano a su alrededor, con el sonido de las olas rompiendo en la orilla. Se sentía cómodo pero un tanto solitario a pesar del poco espacio, lo veía demasiado grande, intento ponerse en pie pero sintió como de un momento a otro sus pies se hundían en la arena, como succionándolos de a poco, intento luchar para liberarlos empeorando todo, más rápido se hundía, entre la desesperación miro a los lados, notando que no había nada de donde agarrase para evitar ser tragado, cuando estuvo tentado a pedir ayuda sintió como alguien se había parado tras él, mirándolo inquisidoramente, y Jean sabía bien de quien se trataba.

-Sabes que mientras más luches, peor será.

-No me jodas, Marco… - Siguió desesperado intentando salir de la arena que ahora le tenía atrapado hasta los muslos – ¡Ayúdame a salir!

-Te lo estoy diciendo.

-Y yo quiero ayuda, ¡No vez que esta arena me tragara entero! – Desesperado empezó a tratar de sacar arena de sus costados con las manos, pero era tan inútil como tratar de vaciar el mar con un vaso –

-Jean, siempre tan cabezotas… eso es lo que más me molestaba de ti, pero también lo que más me gustaba – Se inclinó tras el castaño poniendo su barbilla sobre el hombro de este – ¿Quieres ayuda?

-No hables tanto y ayúdame – Mascullo cansado, sintiendo por primera vez el peso de Marco tras el – Por favor.

-Bésalo.

-¿Besar? ¿A quién demonios voy a besar? – Hablo frustrado por la exótica respuesta de su entrañable amigo –

-Tú lo sabes, yo lo sé, puedes dejar de fingir, ya hay algo bonito por lo cual seguir… - Sonrió divertido al tiempo que acariciaba la mejilla de Jean – No te preocupes, no estoy celoso.

-Marco, eres un idiota, yo no quiero besar a nadie.

-Creo que si quieres, pero temes que se repita lo que sucedió conmigo… - Suspiro con melancolía al tiempo que se ponía en pie limpiando la arena de sus pantalones blancos – Te estas ahogando con arena, teniendo un mar entero en el cual nadar.

Jean sintió como sus piernas era liberadas súbitamente y de un segundo a otro la isla se llenó de ese hermoso mar azul verdoso, haciéndolo hundirse hasta el fondo mismo, viendo entre la turbulencia como había destellos dorados que venían de arriba, eran un espectáculo hermoso. En todo ese tiempo nado y nado hasta que logro sacar la cabeza a la superficie, sintiendo como el aire volvía a sus pulmones tratando de respirar, más calmado, su vista se quedó contemplando el cielo azul y el sol, ese sol amarillo que le recordaba al color de cabello de cierto chico.

-¡Bésalo y no seas idiota!

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-¡Marco! El idiota eres tú, mira en el lio que me metiste, por ese estúpido sueño contigo, yo no tenía que besar a Armin, ¡Fue una idiotez! – Volvió a hablar con la mirada clavada en el cielo, pensando súbitamente que se parecía mucho al del sueño que rememoro minutos atrás –

Sina volvió a ladrar con entusiasmo menando su cola y jalando una y otra vez la correa que el castaño sostenía precariamente entre sus manos.

-Deja de jalarme perra tonta, no tengo ganas de regresar al consultorio. - Suspiro profundamente, agachando su cabeza como si el mundo fuera a desaparecer en ese acto – Que tonto fui… Armin va a despedirme y seré un desempleado solitario otra vez…

-Eres un tonto.

-¡ARMIN! – Del susto Jean se puso de pie dando varios pasos atrás, no esperaba ver a su jefe parado frente a el –

-Sabía que te encontraría aquí, es el parque donde siempre traigo a Sina – Acaricio la cabeza de la labradora al tiempo que se sentaba en el banco de hierro forjado – Siéntate, Jean.

-¿Sentarme? – Miro el espacio vacío del banco junto al rubio – Puedo escuchar de pie como me despides.

-En verdad eres un tonto… - Bajo la mirada con las mejillas algo rojas, el recuerdo del beso se le colaba cada segundo, dejándolo con una sensación rara en la boca del estómago, algo nuevo para sentir dentro de el – No te voy a despedir.

-¿En serio? – Arqueo una ceja con soberana duda, era un poco perturbador que beses a tu jefe a la fuerza y ahora no te quiera despedir – Acaso… no estas molesto por lo que sucedió, tu sabes.

-Molesto no, estoy es confundido.

-Yo también. –Jean llevo su mano tras el cuello, como dándose valor para seguir hablando – No me levante esta mañana planeando hacer eso, la verdad… es que fue un arrebato.

-Así eres. – Se inclinó hacia delante, juntando sus manos sobre las rodillas, estaba tan incómodo como Jean por el suceso – Decidí seguirte hasta aquí por una sola razón.

-Que no es despedirme… - Volvió a recalcar con intriga –

-¿Por qué me besaste? – Sin pena alguna se volvió mirando directamente al castaño, tragándose los nervios que le retorcían el estómago y los temblores raros que le hacían chocar sus rodillas, jamás había estado en semejante situación con nadie, nunca –

-…. Me gustas. – Murmuro entre dientes, con la idea de que hablarlo con soltura incomodaría a su jefe –

-¿Por qué?

-¿Por qué me gustas?

-Sí, explícame porque. – Sus ojos azules le escrutaron con más desafío aun, ya no sentía tanta angustia, ahora era unas ganas locas por escuchar una buena razón, algo que su científica y metódica cabeza pudiese analizar, escudriñar, cuantificar, dándole lógica a todo, tan típico de su modo de ser –

-¡No lo sé!

Súbitamente Jean se puso en pie, era muy complejo ponerle palabras a los sentimientos que el llevaba meses reprimiendo, acumulando como una represa, gótica a gótica, siendo adicionalmente atormentado por su pasado. Jamás sería fácil hablar de ello, frustrando y minando sus posibilidades con Armin, es que estaba muy claro que el rubio quería explicaciones lógicas y él no iba a venir a contar que lo beso porque un novio muerto se lo dijo en un sueño.

-Mira, realmente lo lamento… pero no puedo explicarlo, no sé cómo decirte lo que siento, y si te incomodo mi beso, ¡Solo despídeme! ¡Insúltame! ¡Dime algo aunque sea! Pero no me pidas lógicas para algo que no la tiene. El amor no se puede medir en cantidad, no se puede expresar con palabras por mucho que lo quieras, el amor es amor, solo eso… Discúlpame por besarte, no quería que esto te hiciera sentir mal, ya es suficiente con que yo me sienta como un perro.

- Ahora comprendo mejor a Eren… - Armin se puso de pie también, mirando con profunda melancolía hacia su ayudante –

-¿Qué diablos tiene que ver el en todo esto?

-Solo lo digo porque he visto como Eren ha sufrido con su rara relación, al inicio lo veía como algo loco que uno se desviva emocionalmente por alguien, pero… Tú estás haciendo lo mismo que Eren, cometiendo locuras por otra persona, arriesgando todo.

-Ese tonto y yo no nos parecemos… - Ladeo la mirada con un leve sonrojo, entre su charla rara entendió que Armin tomaba en serio sus emociones –

-Gracias por cometer una locura por mí. – Sin nada de pena se alzó en la punta de sus pies para poder alcanzar el rostro de Jean, plantándole un beso corto y dulce –

Fue como otra ola enorme de emociones, pero esta vez no se sintió tan aterrador como en el consultorio, ahora tenía plena confianza en que algo había despertado entre ellos y posiblemente se expandiría como ese enorme y hermoso mar que Marco le mostro, oh… Marco, el desgraciado tuvo razón, debía besar a Armin si deseaba salir de esa trampa de arena donde se estaba enterrando cada vez más.

-Debo irme… Eren necesita que lo acompañe a su cita médica. Tú te quedas encargado de la veterinaria hasta que regrese, debemos hablar más seriamente sobre esto que está sucediendo. – Sonrió con suavidad al tiempo que salía prácticamente corriendo de regreso a donde su amigo. –

-Eh… - Jean se quedó boquiabierto, mirando como Armin se iba tan campantemente después de ¡besarlo! – Me… beso.

Una nueva relación ha nacido, aunque Jean no puede tomarlo como todo hecho, Armin es una persona con una mente muy analítica y dejarse llevar por arrebatos no es su fuerte, muy diferente a el que es un manojo de emociones, ambos deberán descubrirse poco a poco para hacer crecer su naciente gusto del uno por el otro.

Mientras Eren está ausente en la finca Rose, algunos sucesos empiezan a moverse en las sombras. La conversación que Annie tuvo con su medio hermano Reiner quedo bien calada en la mente del rubio, como la chica deseaba, planta la semilla de la duda y veras crecer la desconfianza y los mal entendidos. Reiner había estado masticando la información muy internamente, sin atreverse a preguntarle a su amante algo más sobre el chiquillo de ojos verdes, en verdad no deseaba meter a Bertholdt en las ideas de Annie, y mucho menos en sus teorías, pero no podía negar que la curiosidad mal sana se apodera hasta de la mente más equilibrada.

-Reiner – La voz de Bertholdt alerto al nombrado que estaba mudo y con la mirada perdida en su plato de comida –

-¿Eh? – Miro algo asustado al moreno –

-No has comido casi nada del almuerzo que prepare. – Sintió una punzada incomoda en su garganta, como unas raras ganas de llorar, realmente no comprendía porque llevaba días sintiéndose sensible por sucesos tontos y sin sentido, le alteraban las cosas más insignificantes como que Reiner no le besara antes de dormir, o que no apreciara sus labores cotidianas, simples detalles que ni el mismo había reparado en ponerle medida o importancia emocional –

-Lo lamento… - Tomo una gran cucharada de arroz con curry – Esta bueno.

-¿Lo está? – Bajo la mirada hacia su plato ya más que vacío –

-Está perfecto, no te pongas necio… - Gruño un poco al tiempo que seguía comiendo –

-Creo que algo te preocupa desde hace días… ¿Soy yo? ¿Acaso te molesta como cocino ahora? Lamento que no use tantos condimentos, me dan asco…

-Ya para el drama, no estoy molesto contigo, ni mucho menos de como cocinas. – Dio un hondo suspiro de frustración – Berth, ¿No has notado algo raro en el ayudante de Hanji?

-¿Raro cómo? – Sintió que el tema se estaba yendo curiosamente por un lado que él no deseaba hablar –

Bertholdt estaba muy agradecido con Eren por permitirle curiosear en su estado, es que había sentido una extraña empatía, como si obteniendo las respuestas que él deseaba, se llenaba de valor para confesar su pasado a Reiner y plantearle la idea de hacer una familia. Mientras pensaba en ello llevo sus manos hasta su bajo vientre, sintiendo que faltaba poco para decir su verdad, la que lo marco por muchos años y con mucho dolor.

-Raro de actos, de su forma de ser… de como engorda y se pone redondo como una de las tantas yeguas preñadas que anda por los pastizales, ¡Sí parece a una!

-¿Eso te molesta? – El moreno crispo las manos en un segundo, la conversación estaba pasando a un tono que no imaginaba salir de la boca de su amante –

-No me molesta, solo que no creo necesario que ande engañando a la gente,  ese chico oculta algo grande. – Su respuesta fue brutalmente abrumadora –

-Creo que todos tiene derecho a mantener su vida en privado. – Sentencio apretando las manos contra su ropa, como aguantando las ganas de responder algo más contundente y revelador sobre el estado de Eren –

-Si no afectara al resto, perfecto, pero tú no sabes qué consecuencias acarree su secreto… o a quien meta en líos. No voy a ocultar lo que se sospecha de él, hasta tu tuviste que notarlo, ese niño esta embarazado de quien sabe quién… ¿Cómo demonios se le ocurre embarazarse?

No pudo quedarse callado, era inevitable soltar las sospechas sembradas por su media hermana, en verdad el no deseaba que su amante se viera salpicado por estar con Eren, y más aún si se confirmaba que ese chiquillo había hecho esas cosas adrede para amarrar a Rivaille y lastimar a la señorita Petra, para Reiner era imperante alejar al moreno de aquella toxica amistad.

-Voy a trabajar – Bertholdt se puso de pie súbitamente –

-Pero… - El rubio vio perplejo como su amante se alejó de la mesa donde estaban compartiendo el almuerzo y dejo la conversación a la mitad –

Reiner quedo preocupado por la actitud de su amante, Bertholdt pareció molestarse en sobre medida por sus palabras hacia Eren, eso no era bueno, las dudas que Annie había sembrado en su mente comenzaba a tener efecto, en su cabeza, muy adentro comenzó a pensar en que tanto ese chiquillo había engatusado a su tierno y tímido amante.

Y la pelea se trasladó a su hogar, Reiner intento hablarle a su amante pero Bertholdt le hizo la ley del hielo prácticamente, si acaso un monosílabo para responder, alejándose de el hasta en el espacio íntimo de su propia habitación, cada uno en una esquina. Como odiaba Reiner cuando el chico se ponía en ese tipo de plan, encerrado en su caparazón hermético que era difícil de traspasar, pero no tuvo modo de evitarlo, la situación iba a empeorar si continuaba hablando mal de Eren, tendría que tomar otro camino para abrirle los ojos a Bertholdt, quizás conversando con Annie lograba que le diera alguna idea.

Mientras tenía una plática interna con el mismo, veía a su amante alistándose para ir a dormir, le noto como se puso su pantalón de pijama y una franelilla negra, andando de un lado a otro hasta que Reiner noto algo nuevo en su amante.

-¿Has subido de peso? – La pregunta parecía tonta para como estaba el ambiente entre ellos, pero es que era muy llamativo ver como las siempre delgadas caderas de su amante estaban algo más rellenas –

Bertholdt tan solo le miro con severidad, tomo su almohada, una manta y enfilo el paso directo al sofá de la sala, estaba claro que no pretendía dormir en la misma cama que su prejuicioso amante. Reiner se levantó también para perseguirlo, ya era suficiente malcriadez para tolerar, sentía que Bertholdt actuaba como un niño pequeño cuando las cosas le molestaban, se apartaba y no había poder humano para hacerlo regresar.

-¡Berth! ¡No pretenderás dormir en el sofá! – Dio prácticamente un salto interponiéndose entre el mencionado mueble y su amante –

El mencionado dio un hondo suspiro, no quería discutir, estaba cansado, le dolían las piernas y tan solo deseaba descansar, no quería pelear, era suficiente con las cosas horrorosas que dijo Reiner en el almuerzo, le calaron muy hondo, él se imaginó en el puesto de Eren, llevando una vida en su interior y siendo acusado, señalado y juzgado sin saber realmente la situación, le dolió imaginar que Reiner se portaría así con el si le contaba su verdad, la que estaba tratando de expandir con conocimientos y algo de esperanzas, viendo con admiración como Eren se afanaba en salir adelante con su estado y sin nadie apoyándolo, porque no sabía si había un padre presente para ese bebe, y él no tenía ningún derecho o interés en preguntar, tan solo compartía sin juzgarle.

-Dormiré aquí, necesito descansar. Acepta que no todo tiene que ser como tú crees Reiner, la vida no es solo lineal y directa, hay más cosas que suceden bajo tus narices y no eres capaz de ver por el simple y patético acto de juzgar…

-¡Justamente de eso se trata! Yo no te estoy juzgando a ti.

-¡SI LO HACES! – Bertholdt le grito como nunca lo había hecho desde que se conocían, jamás le había levantado la voz de ese modo a Reiner por más que se pelearan o discutieran –

Todo su cuerpo temblaba, apretando sus puños, sintiendo unas enormes ganas de llorar, como si deseara finalmente sacar de su ser las verdades, sentirse libre y no importa si el hombre que el creyó perfecto para compartir sus dones le rechazaba, ya había un antes y un ahora, y esta era la ocasión perfecta para terminar de asesinar esas esperanzas, así sintiera que se moría en el proceso, que lo estrujaban desde las entrañas con sus miedos y todo su dolor acumulado.

-Berth… - Reiner se quedó estático ante la fiereza con la que le grito, estirando sus brazos para tocarlo, tratando de calmar los obvios temblores que recorrían el cuerpo del moreno, pero no pudo, Bertholdt se alejó dos pasos atrás impidiendo algún tipo de contacto entre ellos – Cálmate.

-Yo soy raro, diferente… - Se abrazó a sí mismo, repitiendo los viejos patrones de acariciar el interior de sus brazos, reviviendo la existencia de aquel anticonceptivo a punto de caducar –

-Siempre has sido diferente, y eso es lo que me gusto de ti.

-Eres un mentiroso, lo diferente te da asco. – Escupió con rencor al tiempo que trataba de calmar sus temblores – Yo te doy asco.

-Estás loco, ¿Cómo demonios puedes creer que pienso eso de ti?

-Lo pensaras muy pronto. – Sus ojos se llenaron de sorpresivas lágrimas, renuentes a terminar de salir para volverse llanto –

-No hay nada que me haga pensar en ti con asco. – Sintió con amargura como de algún modo había lastimado a su sensible amante, no entendía muy bien que había causado semejante mar de dolor en Bertholdt, pero debía tratar de calmarlo antes de que el chico dijera o hiciera alguna tontería de la que se arrepentiría después -

-Creo que si… yo… - Trago saliva audiblemente para poder continuar -  Yo puedo, yo nací diferente…

Un silencio incomodo se apodero del salón, Reiner lo miraba con algo de perplejidad, sin comprender que tan diferente era el moreno delante de él. Al fin y al cabo le dejaría que terminara de confesar lo que lo atormentaba para poder ayudarlo. Pero la voz de su amante fue interrumpida con un inesperado sonido, el timbre de su apartamento sonó no una, ni dos o tres veces, era como si la persona que estaba fuera quisiera desesperadamente que la dejaran entrar. Tanto Reiner como Bertholdt voltearon hacia la puerta de su hogar, escuchando los toques desesperados hasta que el herrero sintió que debía abrir, necesitaba mandar al carajo a quien fuera que lo interrumpió en un momento tan crítico.

Dio un par de largas zancadas hasta la puerta y abrió de golpe, sin imaginar cómo delante de él estaba alguien que no había visto nunca, y no tuvo tiempo de reaccionar, tan solo sintió como fue empujado brutalmente hacia atrás y su espalda choco contra la puerta abierta, perdiendo el equilibrio por el sorpresivo ataque.

-¡AL FIN ABREN! – La voz de una mujer resonó en el lugar –

-¿Y…Ymir? – Bertholdt se quedó perplejo al reconocer a la mujer que entro arrastrando una enorme maleta tras ella –

-¿Y esa cara? ¿Acaso estabas peleando con este animal? – Sin nada de pena le lanzo una mirada burlona a Reiner que aún estaba parado junto a la puerta extrañado por la llegada de esa mujer –

-Yo… - Rápidamente se limpió el rostro para ocultar sus lágrimas de la inquisidora mirada de su prima -

Él sabía perfectamente que su prima Ymir era capaz de darle una paliza a quien fuera que lo intentara lastimar, bastantes anécdotas vivió en su época juvenil cuando estudiaban en el mismo instituto. Ella era como el macho alfa del lugar, la pandillera más temida por todos, y pobre de aquel que se atreviera a molestarlo a él, acababa en la enfermería como mínimo. Su prima siempre lo protegía de algún modo tosco y nada femenino, ella no era de cosas dulces o de decir a viva voz sus sentimientos, para eso resultaba muy tosca, pero cuando lastimaban a los que ella apreciaba, allí es que se transformaba en una bestia horrible capaz de quebrar huesos, dejar ojos morados y sacar dientes.

Era mejor que bajara la guardia con su discusión, no deseaba que Reiner fuera una víctima más, por más molesto que estaba con él, no tenía ánimos de hacer que Ymir intentara humillarlo o confrontarlo, sería como ver a un par de carneros lanzándose uno contra otro a cabezazos.

-¿Por qué viniste a esta hora? Sin avisarme si quiera. – Berth intento desviar el tema con rapidez –

-¡Quién demonios te crees para empujarme y entrar a mi casa! – Reiner intento confrontarla pero Ymir tan solo volvió en sus pasos hasta la puerta –

-El vuelo donde venia se retrasó, me quede sin batería y me daba mucho fastidio buscar un hotel a esta hora, además…

Sin previo aviso estiro la mano fuera para hacer que la persona que la acompañaba entrara también al departamento.

-Ymir… esto es un abuso de tu parte, ya te diste cuenta que no debimos venir a esta hora, sin avisarle si quiera a tu primo.

-No te quejes tanto y termina de entrar. – Acaricio con suavidad la cabellera rubia de su acompañante – ¡Primo, te presento a Historia!

-¡Y de paso trae más gente aquí! – Reiner se llevó las manos a la cabeza exasperado –

-¿Una amiga? – Bertholdt miro con asombro a la jovencita rubia que parecía muy incómoda con la situación -

- ¡Es mi esposa! – Atrapo entre sus brazos a la chica -

-¡YMIR! – La nombrada amiga se puso totalmente roja ante el comentario – Somos solo amigas…

-No le prestes atención, ella es algo tímida, pero le dije que veníamos a tu casa, y que tú vivías con algo parecido a un hombre, así que no debería sentirse cohibida de demostrarme afecto.

-Prima de Bertholdt, o lo que seas, no tienes ni diez minutos de haber irrumpido en mi casa cuando ya me has empujado e insultado. Me niego rotundamente a que te quedes aquí. – Reiner hablo con total molestia, arto por la repentina e inoportuna visita –

-Hablaremos mañana con más calma sobre tu visita, creo que ambas necesitan descansar por el viaje.

Bertholdt ignoro campantemente a Reiner y paso a acomodar la habitación de invitados que había ocupado Annie meses atrás. La llegada inesperada de Ymir y su amiga, puso pausa a lo que posiblemente fuera el final de una relación, el aún tenía ganas de contar la verdad, pero quizás era mejor hablarlo con la cabeza en frio, no sabía realmente porque su prima había llegado así, de lo que si era seguro es que alguna buena razón tenía para esa visita.

 

Continuara…

Buenas, buenas… saludos a todos. El capítulo de hoy creo que fue dedicado exclusivamente a saber un poco de Jean y Armin, a confirmar que nuestro Berth está en la dulce espera, la llegada de Ymir y su “amiga” Historia, pero bueno, creo que ha sido un capitulo algo ligero para todo lo que hemos vivido, sin mencionar que de aquí en adelante la situación va a ponerse más tensa. Imaginaran que Reiner está envenenado por su media hermana, Bertholdt lleno de inseguridades aumentadas por su estado que aún no descubre. Annie sigue moviendo hilos bajo cuerda, poco a poco cerrando su telaraña de mentiras para que todos caigan, si lo logra o no, es cuestión solo de tiempo y mucha maldad. Gracias por leer, por seguir este drama que se desborda, leo todos sus mensajes, así que espero seguir recibiendo sus comentarios, ánimos y opiniones, saludos y nos vemos más pronto de lo que creen, byeeee. 

 

Próximo Capítulo:

Daño colateral

 

 


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