Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Vor Vier Jahren 2 por Kurenai Mido

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

El título estaba en alemán porque la acción transcurría en Alemania; esta segunda parte se desarrolla en Sudáfrica durante el mundial del 2010, pero le dejé el título en alemán para que fuera más fácil relacionarlos ^-^

No sé si todavía habrá por allí alguna lectora que recuerde VVJ 1, pero por si acaso los pondré a los dos juntos en una serie para ver si eso reaviva su interés o despierta el interés de nuevas fans 

Notas del capitulo:

Qué puedo decir? Me gustan los finales felices. Tenía que escribir esto o me iba a quedar con la amargura para siempre de haber desperdiciado una buena historia de amor como la de Gastón y Tony >///< 

El soleado clima de Sudáfrica me pareció estupendo ni bien bajé del avión, seguido de Simonetta, Gimena y su novio Feliciano. Los cuatro habíamos hablado por teléfono con Luchia antes de viajar, quien saliera un día antes con varios compañeros del equipo, para que nos fuera a recoger al aeropuerto con un auto y nos llevara al hotel. Era de nuevo la misma gran aventura de hacía cuatro años, solo que más numerosa ya que para entonces nuestra gran familia italiana se había agrandado aún más.


Soy Antonio Rocco Giuliani, tengo 20 años y estudio periodismo en la universidad de Roma. Hace cuatro años, cuando apenas tenía dieciséis y era un adolescente ansioso por ver a mi selección jugar en el mundial, conocí en una oficina de objetos perdidos al hombre que habría de convertirse en el amor de mi vida: Gastón Capdevila, un argentino que al igual que yo había viajado para alentar a su selección y del cual me enamoré profundamente con apenas verlo a los ojos. Era sexy al punto de hacerme sonrojar por cualquier cosa, tenía mucho sentido del humor y mucha paciencia, como comprobé al momento de separarnos, y quiso el cielo que su amor por mí fuera tan grande como el que yo le profesaba a él, porque de ese modo pudimos mantenernos unidos y fieles a pesar de la distancia oceánica que nos separaba. Cuando Argentina perdió aquel mundial él debió regresar a casa, pero se encargó de dejarme muy en claro que su amor por mí no desaparecía y que aguardaría con ansias el momento de volverme a ver. Yo le creí, y le hice la misma promesa con los ojos rojos de tanto llorar. Para mí, perder la presencia de Gastón después de haberme enamorado tan apasionadamente de él fue un golpe sordo y oscuro que abatió parte de mi alma hasta el día de hoy, porque no quería ni podía enfrentar la vida diaria sin su ternura. En los locos días que duró nuestra convivencia en Alemania descubrimos lo mucho que nos necesitábamos y nos complementábamos el uno al otro, lo bien que la pasábamos ya fuera jugando, paseando o simplemente charlando a solas en el hotel mientras nuestras manos se entrelazaban y nuestras bocas se exploraban con ansiedad y deseo. A pesar del contacto virtual que hemos mantenido a lo largo de los últimos cuatro años, solo pude soportar toda esa soledad y nostalgia con la fe absoluta en que este día llegaría, y que volvería a verlo y abrazarlo en la ciudad de Johannesburgo cuando nos reuniéramos para ver el mundial de Sudáfrica 2010.


Mi expectativa camino del hotel era tanta que casi no pestañeaba, no respiraba, no participaba en la charla de los demás. Gimena explicaba por lo bajo a Feliciano parte de la historia para que comprendiera que yo estaba bien, y que solo me acuciaba el deseo de reencontrarme con el hombre que amaba y que había esperado tanto. ¡Vaya si ansiaba ese momento! Mi mente empezó a recordar por sí sola muchas de las conversaciones que había sostenido con Gastón por video chat, algunas de ellas (debo decirlo) subidas de tono, por lo que mi cuerpo y mi corazón empezaron a calentarse y a llamarlo en silencio. Me había hablado desde Buenos Aires antes de partir para avisarme que estaría en el mismo hotel esperándome con una sorpresa muy especial y yo iba contando los segundos, arreglándome la remera o peinándome con los dedos con la idea de verme lo mejor posible. Mi hermana y mi prima sonrieron y me brindaron su apoyo, que para mí resultó invalorable dado los nervios que sentía.


-Tony, tranquilo- me aconsejó Gimena apretándome la mano- si has aguantado por cuatro años puedes esperar unos minutos más hasta verlo sin que te fallen las piernas. ¿No te parece?


-No, no me parece- negué, tragando saliva.- Al contrario, creo que los últimos días han sido los más difíciles de soportar. Pareciera que el tiempo es más lento, la cabeza trabaja más rápido y uno empieza a pensar que pasará quien sabe qué desgracia…


-< ¡Cugino, non dire che!>- intervino Simonetta a mi izquierda con gran simpatía, rodeándome por el hombro y consolándome también.- Sabes que Gastón te está esperando al final de este trayecto, ¡no pienses en que algo arruinará su momento especial! Respira hondo y serénate. Estás muy lindo: él se va a volver loco cuando te vea.


-¿En serio?- le pregunté, con la misma ingenuidad que tenía a los dieciséis. Tenía una necesidad casi compulsiva de que me dijeran que todo andaría bien y que Gastón brincaría de alegría al verme, aunque yo sabía que así sería.


-¡Claro que sí!- corroboró Gimena con seguridad.- Estás hecho todo un hombre italiano, atractivo y seguro, no hay manera de que lo decepciones.


Sonreí con orgullo y me relajé un poco, reconociendo para mis adentros que Gimena tenía razón: con toda modestia admitía que los años me habían favorecido. Mi rostro infantil había dado paso a un semblante más maduro y aplomado, mi cuerpo se había tonificado por los deportes que me empeñé en practicar aparte del fútbol y, por si fuera poco, había crecido varios centímetros. Ya no me veía en absoluto como un adolescente y esperaba que Gastón quedara satisfecho al ver mi nueva apariencia en persona. También él había cambiado: había obtenido su título en publicidad y sabía que tenía un buen empleo en su país, y físicamente se había vuelto un verdadero papacito (solo pensarlo me hacía enrojecer), por lo que ambos tendríamos mucho que ver y admirar cuando nos reencontráramos.


¿Han sentido esos nervios en el estómago, cuando saben que algo importante está por suceder…? Cuando avistamos el centro de Johannesburgo mi estómago se convirtió en una montaña rusa, subiendo y bajando y dándome un vértigo de los mil demonios como no había sentido nunca en mi vida. Feliciano conducía de un modo prudente y yo estuve a punto de exigirle que acelerara, pero Simonetta me lo impidió. Tenía razón, por supuesto. Me calmé tanto como pude y permanecí en mi asiento hasta que llegamos al hotel y Luchia nos guió a la recepción por nuestras llaves, la de dos habitaciones juntas. Y mientras él hacía eso yo me alejé y empecé a mirar por todas partes, tan desesperado que casi se me salían las lágrimas de antemano. Fue el instinto y la profunda conexión emocional que tengo con Gastón lo que hizo que mirara hacia la zona de los ascensores y me detuviera esperando: pasaron unos segundos, o quizá varios años, pero al final lo vi aparecer tras unas coquetas puertas doradas.


-Gastón- dije con la voz quebrada, un débil gorjeo que impulsó mis pies unos pasos antes que me paralizara.- Gastón- repetí, ahora si sollozando y mordiéndome el labio cuando lo vi devolverme la mirada y sonreír de oreja a oreja, evidentemente tan feliz como yo lo estaba.


-¡Tony!- exclamó con aún menos compostura que yo, corriendo hacia mí y abrazándome para hacerme girar en el aire sin que le importara que la gente a nuestro alrededor se nos quedara mirando; más cuando yo rompí a llorar del todo y le devolví el abrazo, temblando de pies a cabeza por la emoción de por fin volver a sentirlo junto a mí revolviendo mi cabello y apretándome como a un muñeco. Su voz, tan profunda y masculina como yo la recordaba, me envolvía por todas partes como un cálido edredón de plumas.- ¡Tony, mi chiquito, mi amor, al fin te vuelvo a ver… mi amor, que hermoso estás! ¡Qué hermoso!- repitió conmovido, besándome en la mejilla tantas veces que sentí como se enrojecía.


-¡Gastón, te extrañé mucho!- exclamé tirando por la borda toda la compostura y mirándolo a los ojos con fruición, esas orbes verdes que parecían devorarme y que me enloquecían.- Te extrañé tanto que casi muero de taquicardia en el camino, mi amor, ¡te amo!- solté, incapaz de hilvanar una frase más elaborada y apoyando mi cabeza sobre su hombro. Al hacerlo sentí por primera vez que él también temblaba, y me morí de ternura por eso. ¡Gastón no me había olvidado! Su reacción era la prueba más clara, era igual a la mía y significaba que también había contado los días en un calendario para poder verme otra vez.


-¿Y yo? Desde que me instalé en el cuarto estuve mirando por la ventana para ver si aparecías… y cuando vi el coche…


-¿Cómo sabías cual era nuestro coche?


-¿Quién crees que se lo consiguió a Luchia?- dijo, riendo y mirándome por entre sus suaves guedejas morenas.- Como llegué antes que él quise tenerlo todo listo, para que vinieras directo a mis brazos… mi amor…


-¡Eey! ¡Cuñado!- gritó Gimena, y allí recordamos qué y con quienes estábamos: mi familia se acercó y todos se saludaron y abrazaron entre risas y alegres exclamaciones a las que luego se sumaron sus hermanos Mariano y Juan, quienes me estrecharon la mano primero por ser su cuñado. Mariano tenía diecisiete años y era la primera vez que yo lo veía en persona, ya que durante el mundial anterior no había viajado porque aún iba a la escuela primaria; a la vez les presenté a los tres a Feliciano y les conté que Letizia y Andrea tenían una hija, por lo que probablemente pasarían más tiempo a solas. No importaba; después de las presentaciones y saludos de rigor Gastón me miró y yo supe que no necesitábamos a nadie más a nuestro alrededor, y que incluso si la ciudad entera desaparecía no nos daríamos cuenta. Yo me sequé los ojos con el dorso de la mano y volví a abrazarlo, incapaz de fingir serenidad y sin desearlo siquiera. Nuestros hermanos y cuñados nos miraron y, dios los bendiga, nos hicieron las cosas más fáciles.


-Vayan, vayan de una vez- instó Gimena, conteniendo la risa- es obvio que en este momento somos un estorbo para ustedes.


-Gracias por comprender- le respondió Gastón con delicadeza, tomándome de la mano con firmeza.- Con su permiso.


Me llevó exultante hasta el ascensor y una vez adentro, aprovechando que no había nadie, me besó con toda la larga pasión que llevaba contenida desde hacía cuatro años: sus manos me sostuvieron por la cintura y me condujeron hasta un rincón para evitar que me cayera, mientras su boca me daba una lección de lo que era un beso y que yo había olvidado. ¡Jesús bendito, que beso…! Encendió hasta la última fibra de mi cuerpo en tan solo un instante. Se apoderó de mis labios y de mi lengua con una lascivia poco común que me erizó la piel y me hizo gemir desvergonzadamente, pidiéndole más, a lo que él accedió en tácito acuerdo ya que no teníamos tiempo para perder con palabras. Antes que llegáramos a su piso aprovechó para bajar hasta mi cuello y lamerlo como a una fruta dulce, cosa que colmó mi capacidad de resistir.


-¡Haa, por favor…! ¡Sigue… me muero!


-Espera un poco que ya llegamos- susurró, dándome un nuevo beso en los labios y sonriendo pícaramente.- Sabía que no podría controlarme en cuanto te viera así que reservé una habitación solo para mí. ¿Está bien?


-¿Qué si está bien? Quiero llegar ya… y que me sigas besando…- agregué con lágrimas de felicidad, atrayéndolo hacia mí para que me contuviera.


-Como lamento no haber podido viajar a Italia en estos años, Tony- me confesó apoyando su frente contra la mía, agitado y ahora sí, temblando con toda claridad- tantas veces me puse firme y decidí ahorrar dinero para ir y siempre pasaba algo que me arruinaba los planes, que la frustración me dejaba desecho y me hacía llorar por las noches. ¡Cómo te extrañaba en esos momentos! Más que de costumbre. Me amargaba pensar que debía seguir esperando por quien sabe cuánto tiempo para verte, para conocer a tu familia…


-Gastón, mi amor, no llores- lo consolé triste y feliz a la vez, porque ahora yo podía ofrecerle mi consuelo y no solo recibirlo.- Ya pasó, ya pasó. Estamos juntos otra vez y ahora ambos somos adultos. Nadie podrá separarnos.


-Es cierto- dijo, mirándome apreciativamente y acomodando mi cabello despacio- has crecido, Tony. Estás más apetecible y es porque te ves como todo un hombre ya, un hombre joven y lleno de esa hermosura mediterránea que siempre me atrajo. Y lo principal es que como ya eres mayor de edad puedes decidir y hacer lo que desees, así que sí… esta vez…


Llegamos a su piso de modo que nos soltamos y compusimos la ropa por si nos cruzábamos con alguien, pero como no sucedió pudimos entrar en su habitación sin interrupciones. Sus cosas aún no estaban del todo acomodadas y me confesó que no había podido concentrarse mucho en nada de eso mientras yo no hubiera llegado, lo cual me halagó y generó aún más alivio en mi interior. Era tan reconfortante saber que sentíamos las mismas cosas… el mismo amor, la misma desesperación por encontrarnos de nuevo y hacer exactamente lo que estábamos haciendo; nuestras miradas se cruzaron y supe con total certeza que él estaba pensando exactamente lo mismo que yo. Me sentí muy feliz y ufano por haber logrado resistir al tiempo y conservar a mi novio intacto, y estar allí en una pieza para disfrutarlo. Se lo dije.


-Bueno, yo te prometí que no te olvidaría y siempre cumplo mi palabra.- Con decisión volvió a agarrarme por la cintura y me susurró al oído:- ¿Cómo podría haber olvidado a un chico tan endiabladamente hermoso como tú?


-Ay, Gastón…- sollocé, ofreciéndole mis labios y en última instancia todo mi cuerpo, pues hacía rato había alcanzado mi límite.- Te amo demasiado, te amo, te voy a amar siempre. He resistido cuatro años solo porque esperaba que tú volvieras y me hicieras tuyo, y volviste. Volviste a mí y yo no puedo aguantar más, te miro y se me derriten las piernas, así que por favor, bésame hasta quitarme el aliento, abrázame, tócame, haz lo que quieras, pero no vuelvas a alejarte- le pedí quebrado, de nuevo triste y feliz al ver la dulzura en su rostro al oír mis palabras.


-Tony… cosita… no llores… ya no tienes por qué llorar.- Me tomó por ambas mejillas y me besó con delicadeza antes de confirmarme lo que yo esperaba, lo cual no hizo sino elevar mi espíritu por encima de los mismos cielos.- Ahora tengo las cosas más claras que hace cuatro años, y no hay manera de que vuelva a dejarte ir. Ninguna manera. He pensado en algo que creo te satisfará, pero dejemos esa charla para después… mejor aprovechemos el momento que nos queda para terminar de celebrar este reencuentro.- Rió algo nervioso y yo reí con él, admirando que pudiera medir su vocabulario por respeto a mí aún en esas circunstancias.


-¿En Alemania te contuviste porque aún era menor de edad, no?


-Bueno… sí, claro. No quería arruinarlo todo portándome como un perverso con un muchachito al que recién conocía. No me hubieras creído mi amor.


-Pero ahora las cosas son diferentes- dije con gran atrevimiento mientras tomaba su mano y la apoyaba en mi pecho- muy diferentes… ¿puedes oír como tengo el corazón de agitado? Es por ti, todo por ti, Gastón, así que te pido por favor… tómame en tus brazos, llévame a tu cuarto y  haz lo que tengas que hacer conmigo para dejar definitivamente atrás toda esta pesadilla.


-Querido.- Sonrió brevemente y me alzó como a una princesa.- Vamos.


Ustedes perdonen si la siguiente parte del relato no es muy detallada; es que, aunque no lo parezca, soy bastante tímido y no me atrevo a poner por escrito todo lo que dijimos e hicimos esa primera hora de nuestro reencuentro. Llevábamos ambos tanto deseando que sucediera que nos comportamos como dos chicos ansiosos, cubriéndonos de mimos en un instante y diciéndonos las cosas más obscenas al instante siguiente. Yo en particular estaba hambriento de contacto físico, quizá porque a diferencia suya era completamente virgen y había pasado los mejores años de mi adolescencia reservándome para él y evitando las tentaciones: así que, cuando se me acercó y me despojó de algunas de mis prendas, no puse objeciones y dejé que saciara su ansiedad en mí como mejor le pareciera ya que yo sentía la misma ansiedad. Gastón se quitó la remera y yo solté un suspiro de profundo deseo al ver lo sexy que se había puesto, o mejor dicho, lo mucho que había mejorado desde la última vez que lo tuve enfrente. Al igual que yo había practicado deportes en la universidad y en el club, principalmente natación y atletismo, por lo que su cuerpo había cambiado (para mejor) haciéndolo más musculoso y fuerte de lo que era en mis recuerdos. Así que, ¿Cómo no iba a entregarme gustoso a sus caricias y besos cuando su propio éxtasis lo desbordó, si era justo lo que había buscado al pedirle que me llevara a su cuarto?


-Te amo- me susurró él al oído, una y otra vez mientras se apoderaba de mi voluntad y me llenaba de esa felicidad desconocida.- Te amo, Tony…


Al cabo de quince o veinte minutos se separó de mí y se sentó en el borde de la cama para acomodarse el cabello y beber agua que sacó del minibar, mientras yo me cubría con las sábanas y jadeaba, tan cansado como si hubiera acabado de correr una maratón. Sé que suena jactancioso pero lo digo con total humildad, Gastón había puesto fin a mi larga espera y yo estaba tan feliz y satisfecho que no podía levantarme, ni tampoco lo deseaba: simplemente quería quedarme allí y contemplarlo hasta que mis ojos se cansaran y se cerraran por el sueño, como siempre había imaginado en mi lecho de adolescente después de tener una sesión virtual con él en la computadora. Estiré la mano para tocar su espalda y comprobar si era él de verdad y eso lo hizo voltear a mirarme, con una enorme sonrisa que me nubló la vista por la emoción. ¡Se lo veía tan fuerte y noble, tan hermoso, y era todo mío…! Me cubrí con la sábana para que no me viera llorar pero fue inútil, la apartó y empezó a besarme allí donde una hubiera una lágrima con aire de infinita paciencia, mientras sus brazos me rodeaban por la cintura. Yo claudiqué y permití que me incorporara y me sostuviera como a un convaleciente cosa que, en un plano emocional, era. Necesitaba recuperarme de a poco de la alegría y la tristeza que me golpearan al mismo tiempo aquel día porque estaba completamente agotado, y él lo entendió.


-Si quieres nos quedamos acá hasta la hora de comer. No tengo ningún problema.


-No… no, ya sé que tenemos que bajar y… yo ni siquiera fui a mi habitación… Luchia debe estar preocupado, y los demás… hasta donde ellos saben solo vine a charlar contigo a solas un rato. He tardado demasiado.


-Querido, no quiero sonar grosero, pero ellos saben perfectamente que no has venido solo para saludarme- me dijo con cautela para no ofenderme, aunque yo igual capté el doble sentido de sus palabras.- Es lo obvio después de los años que llevamos separados, y no tendría que darte vergüenza: ya eres un hombre y puedes hacer lo que te plazca.


-Ahh, ya lo sé- exclamé algo nervioso, pero saliendo de debajo de las sábanas y mirándolo con fijeza.- Es solo que cuesta borrar algunas costumbres. Hasta ahora he sido el niño de la familia y les va a chocar bastante darse cuenta de repente que he crecido, y que prefiero tu compañía a la de ellos.


Gastón sonrió y se paró, me ayudó a pararme a mí y me dio un último beso, revolviendo mi pelo y diciéndome que me tomara todo el tiempo necesario para vestirme y serenarme, si es que quería presentar una apariencia normal a mis hermanos. El aprovechó para ir al baño y yo me asomé por la ventana, viendo sin ver el cielo de Johannesburgo y con la mente a mil por hora por todo lo que había sucedido. ¡Cielos, que dulces recuerdos tendría de aquel siete de junio! Hermosos, tiernos recuerdos de mi primer encuentro íntimo con Gastón, el hombre que amaba con locura desde los dieciséis. Cuando salió del baño corrí hacia él y lo enlacé por la cintura, permaneciendo así casi todo el camino hasta el primer piso, donde habíamos alquilado habitaciones. Simonetta y Gimena en una y Luchia, Feliciano y yo en la otra; nos dirigimos hasta ésta última y los encontramos a todos hablando nerviosamente y dando vueltas por toda la salita, evidentemente esperándome a mí a juzgar por las sonrisas y exclamaciones que siguieron a nuestra llegada. Gastón pidió disculpas por haberme retenido, con mi mano entre las suyas en una clara actitud protectora.


-Lamentamos habernos desaparecido, pero necesitábamos imperiosamente quedarnos a solas un rato para celebrar. ¿No les molestó, verdad?


-Está bien, no hace falta que expliquen nada- respondió Gimena con diplomacia, guiñándome un ojo de forma cómplice por el costado.- ¿Quién puede reprocharles que quieran estar a solas? En realidad, pensamos que no veríamos a Tony hasta la hora de la cena. Le dije a Lu que tendría que deshacer su equipaje por él incluso…


-Qué bueno que no lo hayan hecho todavía, entonces- añadió mi novio acercándome un poco más a él- porque iba a pedirle a Tony que se venga conmigo, ya que el tiempo es valioso y yo deseo pasarlo todo en su compañía. Será más sencillo que se quede conmigo en mi habitación que estar en pisos diferentes y tener que andar subiendo y bajando para vernos… ¿no te parece, mi amor?


Admito que su propuesta me hizo sonrojar y por un momento puse cara de idiota, pero solo por un momento: luego reí dichoso y acepté vigorosamente, sin mirar siquiera a mis parientes para no sentirme más apenado por aceptar tan rápido una invitación que (era claro) tenía otros motivos. No viene al caso poner por escrito las excusas y explicaciones cruzadas ni el modo en que combinamos para encontrarnos y recorrer la ciudad, pero sí que Gastón me acompañó todo el tiempo y me dio fuerzas en los momentos en que el miedo me asaltaba. Él de verdad comprendía; yo podía ser un hombre ya pero en lo que a nuestra relación respectaba seguía siendo un jovencito tímido, y lejos de impacientarse me apoyaba y disfrutaba de mi alegría inocente ante las pequeñas cosas como abrir el equipaje juntos.


Su personalidad no había cambiado mucho: seguía siendo el mismo argentino alegre y carismático que me había enamorado en Alemania, y ahora que yo era mayor se permitía hacer chistes u observaciones que me hacían acalorar y desternillar de risa a la vez: la barrera de los primeros tiempos se había roto y al fin podíamos disfrutar de un noviazgo de verdad, sin que él tuviera que reprimirse por mi corta edad o yo tuviera que esforzarme por parecer más adulto, para que no se cansara de mí. Estábamos igualados y deseosos de conocernos a fondo ahora que podíamos, por lo que aquel primer día lo pasamos solos, cumpliendo los requisitos sociales más indispensables para que nuestras familias no se sintieran ofendidas pero sin grandes deseos de ver a nadie aparte de a nosotros mismos. Esa noche después de cenar subimos directo a nuestro refugio, nos desnudamos hasta quedar en ropa interior y nos metimos en la cama abrazándonos y tocándonos como dos chicos, hablando muy poco pero diciéndonoslo todo con hechos. Puede que a alguien de fuera le parezca infantil, pero se equivoca: para nosotros fue importante. El encuentro de la tarde había sido de pasión, un fuego desatado que nos consumió lentamente por cuatro años y que por fin pudimos sofocar entregándonos el uno al otro con voracidad; pero el de la noche, con la seguridad de sabernos a solas en el cuarto, fue un momento dulce y mágico a más no poder, un retozar de dos almas gemelas que buscaban la calidez y devoción del otro a través de suaves besos y románticas caricias, al abrigo de una sábana pudorosa y de la oscuridad. Recuerdo con perfecta claridad el roce de las manos de Gastón en mi espalda, y su profunda voz susurrando junto a mi oído, y se me comprime el corazón. Jamás, por mucho que viva, sentiré una alegría y un alivio tan grandes como los que sentí aquella noche, cuando supe por fin que Gastón era mío y que esa vez nada ni nadie podría apartarlo de mí.


-Debes estar muy cansado, mi amor. Duérmete. Yo te seguiré pronto.


-De acuerdo… pero, Gastón, hay una cosa que debo preguntarte…- añadí bostezando.


-¿Qué cosa, cielo?


-Dijiste que tenías una sorpresa muy grande para mí en este viaje… ¿de qué se trata? ¿No vas a decírmelo antes que me duerma? Tengo mucha curiosidad.


Él me apretó contra su pecho tiernamente, pero sentí el movimiento negativo de su cabeza.- Hoy no, Tony. Los dos necesitamos dormir. No te preocupes que te lo diré pronto y te gustará mucho, te lo aseguro. Pero quiero hacerlo cuando ambos estemos bien despiertos y lúcidos para disfrutarlo.


-Está bien, Gastón. Como quieras.- Debo haberme dormido después porque no recuerdo nada tras esa charla, pero probablemente fuera porque estaba lo bastante feliz y no me preocupaba tener que esperar unos días para saber cuál era la sorpresa.


(…)


Lamentablemente, antes que la sorpresa de Gastón recibí otra sorpresa, y no muy agradable. Italia debutó en el mundial el 14 de junio en Ciudad del Cabo contra Paraguay, demostrando un nivel muy por debajo del que todos esperábamos luego de la gran victoria en Alemania. Como si ese tibio empate 1-1 no hubiera sido suficiente Italia volvió a empatar el siguiente partido (también 1-1) contra Nueva Zelanda, lo cual fue un golpe muy grande para todos nosotros: con esos mediocres resultados se hacía muy difícil que la selección avanzara a octavos de final, lo que nos parecía catastrófico y doloroso al ser los últimos campeones. La estocada final llegó el 24 de junio a las once de la mañana, de nuevo en Johannesburgo; Italia perdió contra Eslovaquia por 3-2 y con eso quedaba definitivamente afuera del mundial.


La tristeza de mi familia era obvia y grande, pero no tanto como la mía: de nuevo me veía envuelto en la pesadilla de tener que despedirme de Gastón, esta vez todavía más pronto que antes gracias a la derrota de Italia. ¿Cómo podía ser que a pesar de todos mis ruegos y súplicas el destino me hubiera vuelto a poner en la misma situación desgraciada, a un paso de perder otra vez al hombre de mi vida? ¿Por qué no lo había notado antes, Dios? ¡No quería sufrir de vuelta alejándome de su lado!


Cuando ya iba sintiendo aquel viejo dolor sordo de la despedida, Gastón me sorprendió mostrándose sereno y diría casi satisfecho. Por unos momentos me ofendí creyendo que no le importaba que me tuviera que volver a mi país, pero por supuesto me equivocaba y se encargó de aclarármelo. Como siempre, fue él quien trajo paz a mi mente atormentada, y quien me rescató de volver a caer en la depresión: me tomó entre sus brazos y me hizo sentar sobre él en el sofá, con una sonrisa que ya no podía disimular y unas hermosas palabras de consuelo en los labios.


-Tony, cosita preciosa, ¡no tienes por qué llorar! ¿No te había dicho desde el principio que tenía una sorpresa que te alegrará mucho?


-¿Pero qué podría alegrarme ahora, a ver?- protesté con los ojos mojados, temblando de rabia por no poder quedarme aunque sea unos días más en el país.- ¡Si tan solo hubiera durado un poco más… un poco!  No me sentiría tan frustrado y tan… ¿de qué te ríes? ¿Si tienes algo que decir por qué no lo dices de una vez?- lo interpelé, en el colmo de los nervios.


-Okey- aceptó metiéndose una mano en el bolsillo y sin dejar de sonreír, sacando una tarjeta y mostrándomela con aire de suma satisfacción. Yo la miré al principio sin interés pero no tardé nada en quedar petrificado, con los ojos abiertos como discos y el corazón en una mano latiendo a gran velocidad.


-Un pasaporte… no, eso no…


-Míralo más de cerca, mi amor- me instó Gastón sosteniéndome con cuidado.


-Una visa de trabajo- susurré mirándolo a él y a la tarjeta alternativamente, sin poder creerlo.- Es tuya… es una visa italiana de trabajo… ¿Gastón, eso que significa?- pregunté, sin atreverme a creerlo. Mi novio me revolvió el pelo para quitarme el ceño fruncido y luego me dijo, pletórico:


-¿Qué va a significar, mi amor?- Y empezó a explicarme antes que yo tuviera tiempo de recuperarme siquiera.- Sabía que si no hacía nada se repetiría la historia de hace cuatro años, y no estaba dispuesto a permitirlo, así que tomé una decisión. En cuanto supe que mis jefes estaban organizando un proyecto a gran escala de intercambio cultural, me puse a trabajar de firme para que me eligieran y así poder quedarme un año en una empresa de publicidad italiana: me pareció que era una oportunidad llovida del cielo para estar cerca de ti y que no volvería a repetirse, así que me esforcé en ganarme su aprobación y al final lo logré. Hace un mes que me confirmaron como uno de los cinco que viajarían en intercambio y me dieron a elegir entre los países que participan del proyecto, gracias a la recomendación especial de mi supervisor, pero por supuesto que yo no tenía nada que pensar… elegí Italia con los ojos cerrados. Y antes de venir aquí tramité mi visa, mi alojamiento en Roma y todos los detalles para que la sorpresa fuera completa.- Yo aún no podía hablar por el impacto, de modo que mientras derramaba mis primeras lágrimas de felicidad él continuó explicándome mientras calmaba mis temblores con caricias, de esas tan tiernas que él sabía dar y que a mí siempre me han vuelto loco.- Marga se encargará de enviar el resto de mis cosas a Roma una vez que ya esté instalado, pues naturalmente no podía traer equipaje completo a este viaje que es por vacaciones. Me hubiera resultado más caro, más molesto, y sobre todo me habría delatado contigo, y yo quería que fuera una sorpresa…


-Tonto…- lo reconvine sollozando, colgándome de su cuello y fingiendo que le pegaba, cuando por supuesto distaba mucho de estar enojado.- ¡Me tuviste en ascuas a propósito, que malo eres…! ¡Has sabido durante un mes que irías a Roma y no me lo dijiste aún cuando yo me preocupaba de que…!- Gastón me siguió el juego y calmó mi enojo a besos durante un largo rato, hasta que me aflojé y le hice una seña para que me soltara y pudiera respirar. Me ofreció un pañuelo y yo me limpié la cara entre agudas risas de emoción que no podía controlar, y tampoco quería para ser sincero, ya que aquella era la noticia más importante que nunca me hubieran dado y tenía que expresarlo o explotaría. ¿Cómo describir en palabras lo mucho que significaba para mí que Gastón viviera en Roma?


Durante muchos años me había conformado con verlo por cámara, con leer sus cartas y mensajes, con besar su foto antes de irme a dormir, y con todos los medios de comunicación que se me ocurrieron y estuvieron a mi alcance. Ahora, por un golpe de suerte del destino (encarnado en el jefe de su empresa, dios lo bendiga) tendría a Gastón en mi misma ciudad, y a mi alcance por todo el tiempo que yo quisiera, podría verlo todos los días y compartir mi vida con él, y hacer todas las cosas que siempre había soñado y nunca había podido. Tener citas, ir a visitarlo y recibirlo a su vez en mi departamento, comer con él, ver partidos con él, dormir con él… (lo siento, me he sonrojado). ¡Por fin podría ser su novio de verdad con todo lo que eso implicaba, y gozar de cada día sin miedo a perderlo al día siguiente! La dicha que sentía era tan grande que me mareé un poco y debí recostarme, mientras él avisaba a mi familia. Pero no importaba: ahora que sabía que todo estaría bien y tendría a Gastón conmigo un simple dolor de cabeza me tenía sin cuidado. Podía soportar eso y mucho más.


(…)


Por supuesto eso no cambió el hecho de que al día siguiente (mejor dicho, la noche siguiente, en un vuelo nocturno) debí volver a casa, junto con toda mi familia. Gastón y sus hermanos nos acompañaron al aeropuerto y nos despidieron con la misma alegría con que nos habían recibido, puesto que sabían muy bien que aquel no era un final triste y ni siquiera era un final: era el inicio de algo nuevo. Mientras esperábamos, Gastón me llevó aparte para charlar un poco más a solas y reiterarme su amor con palabras que solo yo debía oír, y que oí con el corazón estrujado y conmovido. Con un amoroso beso en la mejilla se despidió de mí por unos pocos días y me rogó que lo esperara, ya que al llegar a Roma lo primero que quería hacer era verme. Yo asentí y sonreí, exponiéndole una sola queja.


-Si me hubieras dicho antes que viajarías te hubiera alojado conmigo, en vez de dejarte en un lugar extraño. Hubiera sido genial que pudiéramos compartir casa…


-Ahh, bueno, pero es que no podía contártelo. De todas formas…


-¿De todas formas, qué?


-Nunca se sabe lo que puede pasar, ¿verdad?- observó, con aire inocente.- A  lo mejor hubo una confusión con mis reservas. A lo mejor solo puedo quedarme unos días; entonces, tendría que buscarme otro alojamiento.


-No me digas que…


-Cuando mi jefe se entere pensará que es una suerte que tenga conocidos en Roma- finalizó guiñándome un ojo, dejándome con la boca abierta una vez más. Lo único que podía hacer era asentir y lo hice, mientras le apretaba la mano.


-Iré haciéndote espacio por las dudas.


(…)


Ya es octubre de 2013. Así como las estaciones marcan el paso del tiempo para mí los mundiales marcan el paso de mi relación con Gastón, y por suerte es una relación que cada vez marcha mejor.


En menos de un año arranca el mundial de Brasil 2014, y por primera vez saldré de Italia con el hombre que me ama apasionadamente desde hace casi ocho años.


Porque Gastón nunca volvió a Buenos Aires. Aunque ahora lo estamos pensando: hay algo muy importante que podríamos hacer si viviéramos allá.

Notas finales:

Surprise, surprise! Otro salto en el tiempo! Ambas historias están narradas por Tony, así que si notan alguna discrepancia, debe ser él que no quiere contarnos todo lo que pasó... ;)

Como aclaración debo decir que, aunque Gastón es argentino, se supone que habla en italiano para hacerse entender mejor por su novio y la familia de éste. En realidad se supone que todos están hablando en italiano XD solo ignorenlo por favor hagan de cuenta que es como en las películas, pueden transcurrir en China, Rusia o en el mismísimo planeta Marte pero todos hablan en inglés XDDD

El último párrafo a mí me parece muy explicativo; pero si tienen dudas de a que se refiere Tony, pregunten ^^

Las quiero a todas pero si me dejan reviews las voy a querer más n___n 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).