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Se alquila paraíso en ruinas por GekitetsuNikki

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos! 

Este fanfic es para mi amiga secreta, la señorita Manimoe . Creo que palabras para disculparme por la tardanza, sobran. Pero no quiero quitarte más tiempo para recibir tu regalo. 

 «¿Sabes? Me da pena la gente que se enamora… es triste. »

En algún punto de su vida, Ruki devoró a Takanori y escupió los huesos. La línea que se había forzado a construir para separar a uno del otro se disolvió y se volvió casi inexistente.  Ruki traspasó las barreras de las capas de maquillaje, el rugido de la multitud y la música a todo volumen. Golpeó la piel de Takanori con disimulo hasta que lo convirtió en su huésped. El proceso de incubación fue tan lento como progresivo que,  al principio, nadie notó que estaba comenzando a mudar de piel.

De cualquier manera nadie lo conocía lo suficiente para asegurar que había cambiado. Después de tanto tiempo conviviendo ya ni la cortesía tenía cabida dentro de ese grupo de extraños. ¿Qué une a cinco hombres durante más de diez años? Casualidad. Si no se quiere sonar tan desagradable se le puede decir “talento”.

Por eso nadie se alarmó —y si de hacerle honor a la verdad se trata, nadie siquiera pestañeó— cuando las historias que salían de los labios del vocalista se tornaban día a día más desmesuradas. La puesta en escena a la que jugaban con sus nombres y rostros de escenario como marionetas principales tenía un guión fabricado al que, al principio, todos se habían aferrado como si fuese un cuento de hadas que les ayudase a conciliar el sueño por la noche. Después, cuando se convirtieron en un manojo de nervios destrozados, lo pronunciaron como un sutra que  tranquilizaba su conciencia. Con el transcurrir de los años prescindieron de aquello y aprendieron a recitarlo como un discurso mecánico. Para entonces ya todos se habían adoctrinado en el casi mortal arte de mirar el precipicio de frente, sosteniéndose con las puntillas de los pies justo un paso antes del borde. En un mundo de principios Darwinianos era vital dominarlo. Adaptarse o extinguirse sin dejar rastro.

«La primera vez que me obligaron a mentir yo no sabía qué hacer conmigo mismo,  y de puro terror adopté un vicio divertido. Tú no lo sabías…»

Cuando él hablaba, había que callar, sonreír y dar por cierto lo que decía. Porque si no, se podían caer en contradicciones que evidenciarían que The Gazette no era más que una bonita mentira.  Atrás habían quedado los años en los que se habían esforzado por pintar ese cuadro con los colores de la realidad, aunque fuese con un suave, apenas perceptible, pigmento pálido.

Quizá el primer error de Matsumoto fue permitir que el silencio se levantara detrás de esa voz cantante. Él se convirtió en silencio cuando su propia voz ahogó su conciencia. El mutismo derivó en ceguera selectiva y de ahí, el molesto hábito de interpretar las cosas como mejor satisfacía a su conveniencia no fue complicado de adquirir.  

—¿Ruki…?

Hubo una sola cosa que Matsumoto nunca tuvo que obligarse a creer, y por ende, se podía decir que era la más pura, la más auténtica noción de la realidad que podía poseer. Estaba enamorado de Kai, y Kai lo amaba a él.

«La gente que se enferma de amor tiene una sintomatología extraña. Con las pupilas dilatadas y las mejillas rojas… es como si tuvieran fiebre permanente. La fiebre produce alucinaciones, y algunas veces llega a ser mortal.»

Entre las luces estroboscópicas y el sudor, Ruki se retorcía esperando que Yutaka lo notase.

 —Mírame, mírame. Porque si dejas de verme podría dejar de ser real. Corro el riesgo de desvanecerme sin dejar rastro si no tengo tus ojos sobre mí asegurándome que no soy traslúcido. —Solía gritar el lado más primitivo de su cerebro—. Mírame a mí, no necesitamos a nadie más.

Yutaka era distinto. Nunca lo había juzgado y siempre le preguntaba si se encontraba bien, con una sonrisa tan llena de cariño como sólo él las podía ofrecer. Los labios curvados en un gesto que sería pecado no besar.

Tristemente, Ruki se vio obligado a pecar muchas veces en aras del decoro.

Había perdido la cuenta de todas las veces que le había defendido de las acusaciones que el resto de sus compañeros le solían hacer después de las entrevistas, señalándolo con el índice. Con el gesto invicto de Osiris ante el difunto que va a juzgar, el corazón ganando cada vez más peso en la balanza ante la pluma de Maat.

Mitómano, le había gritado Yuu en alguna ocasión. Deletreando la palabra sílaba por sílaba en un esfuerzo de imprimir más veneno. ¿Por qué le reclamaban a él? Ruki jugaba el juego que le habían enseñado, era todo. Que la realidad tomara dimensiones más amplias de las que sus propios labios podían controlar era otro asunto.

«Protégeme de lo que quiero.
Protégeme de mis deseos.

Protégeme, protégeme»

Además de apoyarle, Uke era su proveedor favorito de tabaco.

El baterista había aprendido que la nicotina tranquilizaba los alterados nervios de su vocal. Era una acción irresponsable, sobre todo porque no eran pocas las veces que Ruki había tenido problemas en la garganta. El instrumento más delicado de una banda es la garganta de su vocalista, había escuchado por ahí, y no podía negar toda la razón implícita en ello. Pero mientras se le ocurría otra forma de menguar el huracán Matsumoto, eso funcionaba.

Y Ruki interpretaba esas acciones como el huérfano falto de amor, desamparado bajo el monstruo de concreto que era Tokio, lo hubiese hecho. Porque Ruki sería capaz de recuperar el alma que había vendido en un contrato a la compañía que les respaldaba y regalársela a Kai.  Y Kai lo amaba, de eso no le quedaban dudas.  Porque nadie puede defender nada de esa manera tan apasionada si no lo hace.

  

—¿Qué te hace pensar que estoy enamorado de ti? —Saltó Yutaka a las palabras monocordes de Ruki.

El potencial elástico de las mentiras se había forzado hasta más allá de su límite y no quedaban más que cinco segundos antes de que reventase.

«¿Recuerdas cuando hallamos miseria? La mirábamos desplegar sus alas. La miseria es una mariposa, sus alas pesadas revolverán tu mente»

—¡Me acerqué a ti porque, maldita sea, estaba preocupado!

Cuatro segundos.

—¡Por que no hace falta más que tener dos dedos de frente para darse cuenta de que estás mintiendo compulsivamente, peor aún, te estás creyendo tus propias mentiras!

Tres segundos.

—Hubiese hecho lo mismo por Akira, por Yuu, por Kouyou ¡Uno simplemente no puede abandonar a su suerte a alguien con un problema!

Dos segundos.

—No seremos grandes amigos, pero compartimos tiempo y espacio juntos. ¡Tenemos una banda en común!

Un segundo.

—Eres un bastardo, Kai.

Bienvenido de vuelta a la realidad.

 

Ese día Ruki perdió más de una vida. Todos losfuturos que había llegado a vislumbrar en las fantasías de sus párpados cerrados (protagonizados a la par de Kai, por supuesto) escaparon irremediablemente como si hubiese colocado la mano llena de arena bajo el grifo del agua, y en el último instante, quisiese retener cada uno de los gránulos.

«¿Nunca te lo dijeron? Las cosas que no son reales no se pueden alcanzar»

—¿Rehuyendo del deber?

Malditos intrusos.

Aunque hubiese deseado faltar al siguiente ensayo y a todos los que le seguían, no podía hacerlo. Malditos contratos que le obligaban a despertar tres días a la semana antes de las nueve de la mañana, acicalarse, calentar la voz y arrastrarse como un zombi a la sala de ensayos destinada a su banda. Hubo que hacer acopio de valor y plantar cara ante Kai, porque el resto de sus compañeros le daban más o menos lo mismo.  

En casa nadie le esperaba a excepción del perro, y probablemente, ni eso. Solía ser tan descuidado que a veces olvidaba alimentar a su pequeña mascota. Por eso había preferido quedarse en la pacífica oscuridad que el hall de la compañía le ofrecía. Había preparado un termo lleno de té verde y consiguió un obento decente por un precio de risa. Disfrutaba de su cena cuando esa voz indiscreta interrumpió sus cavilaciones, no le daba la gana tener que compartir, pero el invasor ya estaba ahí y no podía ser grosero.

—El ensayo de mi banda terminó hace horas —respondió con calma.  

Resultó que la compañía indeseada se convirtió en una bastante amena. El chico de Alice Nine —ese del que no podría decir con exactitud cuál era la posición que ocupaba en la banda vecina, tan poco estrecha era la relación que tenía hasta entonces con él— era buen conversador. No en el sentido de que tuviese verborrea, si no que tenía la curiosa capacidad de abordar los temas correctos de la manera adecuada, y sobre todo, de modo perfectamente espontáneo. Ruki no tardó mucho en encontrarse cómodo en su compañía, incluso se sintió tan generoso como para compartir con él un onigiri de ciruela salada.   

A veces es más sencillo abrirte ante un extraño. Casi siempre, porque no te importa lo que llegue a opinar de ti. A Ruki le daba exactamente lo mismo que Tora pensara de él, y hasta ese día había sido más o menos irrelevante para el chico. Ambos estaban en buenos términos. Conversaron hasta que la oscuridad reclamó cada hueco del edificio de la compañía, pero no lo hubiesen notado de no ser por el chirrido de las bisagras de la puerta. Giraron la cabeza esperando mirar al velador, pero lo que cruzó el umbral de la puerta fue una cabellera castaña.

Tora le saludó afectuosamente y el chico detuvo su paso, giró la cabeza de forma tan mecánica que ambos hubiesen jurado escuchar el sonido que suelen producir los fierros viejos y oxidados cuando los obligas a moverse. El fantasma de algo que pretendía ser una sonrisa cruzó con la brevedad de una centella el rostro de Naoki. 

La alegría perenne de Naoki dejó este mundo para acompañar a Isshi. Desde entonces una copia mal colorida se hizo pasar por él para trabajar, vivir, y a rasgos generales, respirar. Ruki lo ubicaba de manera remota, había asistido a los funerales de su colega y ahí lo vio, tenía la expresión de quien está al borde de un ataque de pánico o de la risa histérica. Arrastrando los pasos, Nao se perdió en el fondo del pasillo, como un autómata construido con el objetivo específico de imitar la forma de caminar de un humano.

La mueca que tenía Tora en el rostro no le gustó para nada a Ruki, era… bueno, lástima. A él no le gustaría que lo mirasen así.

—Pobre chico —susurró Tora, y sus palabras sólo sirvieron para que Ruki se auto-confirmara que, en efecto, a él no le gustaría que le dirigieran esa clase de pensamientos—. A pesar de todos estos años, a Naoki no le han dado tiempo para vivir su duelo y superarlo. ¿Entiendes por qué digo que me da pena la gente que se enamora? Es el equivalente a incendiarte desde los cimientos, nadie sabe que tan bien o mal parado vas a resultar después de hacerlo; como lanzarte de cabeza desde la cima de la Tokyo tower; como ver a un amigo ebrio intentando ir más allá de la línea amarilla del metro con las agujetas desatada. Si eres espectador, sólo puedes mirar el tren acercarse, cerrar los ojos y prepararte para escuchar el golpe. Si te acabas de lanzar, no tienes ni la certeza de que haya alguien abajo para reunir los trozos que queden de ti cuando te estrelles contra el pavimento.

Fue como el impacto sordo de un sartén en la cabeza, como cuando jugaba con su hermano en la cocina de su madre y ambos terminaban con un par de heridas de importancia.

Él no quería terminar como Naoki. Como un gigante mal amaestrado que anda a ciegas en un mundo de enanos, tropezando con todo. Takanori, desde el saco de líquido amniótico al que había sido confinado, pugnaba por volver a tomar el control de su vida. Como en la dama de Shalott, el espejo se había roto. Era momento de mirar la realidad cara a cara como era, y no a través de un triste reflejo. Y Matsumoto sólo veía un punto de partida dónde comenzar.

«Dicen que la felicidad está al alcance de todos. Entonces extendemos la mano, y nos volvemos locos. »

Los bordes del mundo que tenía bajo los pies se veían desdibujados y borrosos. Se sentía idiota por haberle citado ahí, ese día, a esa hora. Podría haber malbaratado sus planes, quizá estaba siendo inoportuno… pero en el fondo, tenía la esperanza de que si Kai había accedido a hablar con él, era porque no todo estaba perdido.

El interminable río humano que bullía allá abajo (qué sensación más rara era esa. Mirarlo todo desde un punto tan alto le daba un curioso sentido onírico. Como si se hubiese sustraído de la realidad y lo que tenía enfrente no era más que una cinta fílmica corriendo ante sus ojos) apiñaba a cada uno de sus elementos en una carrera presurosa por obtener los mejores puestos para mirar el espectáculo de pirotecnia propio de las festividades de nochevieja. Probablemente él tendría una excelente vista desde su posición, pero no podía más que mostrarse indiferente a la celebración. Recibiría el año nuevo desde una azotea oscura, cubierto por una pequeña manta y brindando con una lata de café frío que había comprado en el convini más próximo. Si tenía suerte, Kai estaría ahí durante la media noche y no se sentiría tan miserable.

Las precarias rejas de metal que fungían como puerta para acceder a la azotea chirriaron lastimeramente. Pum, pum, pum… el latido de su corazón se saltó dos compases como mínimo. Había planeado todo un discurso, incluso lo ensayó frente al espejo para no olvidarlo, y su garganta eligió el momento más desafortunado para secarse.

—Debes odiarme.

—No lo hago, y me dejaría más tranquilo que estuvieses rodeado de tierra firme.

Ruki se encogió de hombros, impulsándose con las manos para gatear hasta en centro de la azotea. Kai se sentó a su lado e hizo que frente a sus ojos tintineara un colgante pequeño, tenía el tamaño ideal para guindarlo al móvil. La pieza central era un cuarzo ahumado.

—Feliz año nuevo. Mi familia tiene la tradición de intercambiar amuletos y quise traerte uno.

—Feliz año nuevo, Kai. Lo siento, no tengo nada para darte.

Yutaka hizo un gesto con la mano para restarle importancia, como diciendo “Olvídalo, me han regalado ya un montón de amuletos. No hace falta el tuyo”.

Se mordió el labio. Lo estaba haciendo otra vez… eso de crear historias que no venían al caso.

—Leí que el cuarzo ahumado disipa las ataduras mentales y ayuda a mirar con claridad el camino… por supuesto, eso significa nada en absoluto. Pero me gusta leer las etiquetas de los amuletos que obsequio.

El tono casual, las palabras que había elegido, la sonrisa amable… Kai no quería andar con rodeos. Ruki exhaló como si le hubiese dado una larga calada a su marca favorita de tabaco.

—Si pudiera, te pediría que dejases de sonreír de esa manera. No es sano para un corazón roto.

—Estás enfermo, te enfermaste de realidad. Lo positivo aquí es que tiene cura, sólo debes aceptar que Ruki existe gracias a Takanori, no al revés.

Matsumoto hizo bailar el colgante entre los dedos, no pudo evitar esbozar una sonrisa amarga.

—¿Takanori existió alguna vez?

Kai asintió varias veces. El viento helado le cubrió el rostro con el cabello.

—Lo conocí hace tiempo. Se ocultaba detrás de una batería y le daba pánico subir al escenario. Quería escribir música con alma, era hábil con el dibujo, y sobre todo, odiaba las mentiras.

La temperatura descendió. La cuenta regresiva para dar la bienvenida al nuevo año llegó a su fin y las felicitaciones y exclamaciones de alegría a voz a cuello partieron el cielo a la mitad con un estruendo. Las coloridas estrellas de pólvora iluminaron la oscuridad y el perfil de Ruki.

—Extraño a ese Takanori —comentó con sencillez.

Los ojos de Kai siguieron en silencio la trayectoria de los fuegos artificiales durante un buen rato, hasta que el último brilló muy cerca de ellos.

—Yo también lo extraño.  ¿Quieres traerlo de vuelta conmigo?

Aunque intentó hacerlo con disimulo, Takanori notó perfectamente la mano que alargó a través de la oscuridad y sostuvo con fuerza la suya.

«Creo que él tiembla. Creo que yo también lo hago. »

 

 

Con fecha de hoy, retiro de tu vida mis tropas de ocupación.

Notas finales:

El título del fanfic viene de Armisticio, de Arreola. Así como la última frase y un trozo del resumen, a lo que voy es que, vamos, ese texto me ayudó a visualizar esta historia.

En una parte, se hace alusión a la balanza de Osiris. En la mitología egipcia se tenía la creencia de que, al morir, el corazón del difunto se colocaba en una balanza cuyo otro extremo tenía una pluma. El difunto comparecía ante un juicio donde los dioses le hacían preguntas y el peso de su corazón aumentaba o disminuía en función de estas. Las mentiras solían hacer que el corazón pesara más. 

...No sé qué decir en este apartado. Hace ya muchísimo tiempo que, salvo contadas excepciones, dejé de interesarme por las historias canon. Me siento como pez fuera del agua sin mis cracks y el bienamado AU. Sudé sangre con tu historia, querida señorita. Busqué inspiración hasta debajo de las piedras y, en general, creo que nunca pude entrar en el mood cortavena. Particularmente estas fechas me suelen tener muy contenta a mi, que amo el invierno, así que todos los intentos de autoinducirse depresión fracasaron estrepitosamente. Y aunque sé que las intenciones no bastan, cada párrafo me detenía a releerlo y rogarle a Odín que te gustase. Espero que lo disfrutes, aunque puede que el canon que usé fue muy suave, básicamente, me colgué de una entrevista reciente de Ruki, no recuerdo el nombre xD pero admitió que Gazette pasó por momentos duros durante Toxic y Division. 

Recibir el año nuevo en un edificio muy alto y en plan forever alone ha sido siempre una de mis fantasías (?). Ruki tenía que vivirlo. 


¡Gracias por leer! Y a ti, estimada amiga secreta, no me queda más que desearte felices fiestas de año nuevo, y esperar que tu jornada navideña haya sido divertida. (Aunque me pareció ver en el grupo que te dejaron sin internet


Finalmente, me disculpo si llegas a encontrar errores. La lectura que hice al terminarlo fue muy superflúa. Per quería subirlo ya, tenía miedo de que pensaras que te habías quedado sin regalo. Prometo editarlo debidamente más tarde.  

http://ask.fm/gekiNikki

 


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