La luz del sol daba de lleno en aquel sitio; aquella claridad lo cegaba levemente, mientras que con mirar perdido observaba la tranquilidad que se respiraba en aquel sitio y de la cual eran participes las demás personas allí presentes.
Con gráciles dedos recorrió aquella placa limpiando un poco la tierra que se encontraba sobre ésta; subiendo y bajando, a veces creando patrones irregulares. No era un roce que transmitía tristeza, era un inocente contacto que permitía apreciar cada característica que poseyera aquel objeto; era algo más que sentir el mármol, más que sentir las palabras cinceladas, era percibir que allí estaba parte de su recuerdo, era percibirlo a él, de nuevo.
-525,600 minutos.-Permitió que escapara de entre sus labios un desfallecido murmullo.
-¿Cómo mides un año?-Profirió hacía la nada distraídamente.
Trastocado el hilo de sus pensamientos, giró a ver al joven a su lado que permanecía extasiado con la nulidad.
-¿Cómo mides un año?-Repitió de nuevo aquella persona con la misma monótona voz, para luego mirarle detenidamente.
-No sé… Horas, días, meses, supongo.
Le sonrió con un leve matiz de decepción en sus ojos-el cual el más alto omitió por completo- ante la respuesta.
-Deberías pensar un poco más la próxima vez que me respondas, niño. –Terminó la conversación para después retratar una sonrisa en su boca y tomarle de la mano para dirigirse a su próxima aula de clase. No sin antes oír como el menor afirmaba con vehemencia a un tono para nada moderado de voz, que no era un niño.
-Ya son 5 años desde que salimos, y 7 desde que nos conocemos. La rapidez con la que pasa el tiempo es singular. ¿No lo crees así?-Dijo desde la cocina con un deje de felicidad fácil de identificar, mientras que elegantemente se trasladaba de un lugar de aquella habitación a otro; preparando lo que aparentemente era una cena de aniversario.
No hubo respuesta.
Extrañado por la carencia de contestación se dirigió a la sala de estar; lo vio allí, encorvado cerca al ventanal del apartamento, en una silla de madera. Allí, examinando la nada.
-¿En qué piensas ahora?
-En nada importante… Solo me preguntaba… ¿Cómo puedo medir estos años de felicidad a tu lado? Es más… ¿Puedo?- Luego de decir esto, se giró sobre sí mismo para sonreírle de manera encantadora.
Su interlocutor parecía no procesar bien lo que le habían dicho hace unos instantes hasta que un leve olor a comida quemada le hizo reaccionar.
-Algo se quema. –Le recordó el mayor desde la ventana con una sonrisa jovial.
Aquel sillón probablemente no era el más cómodo para que una persona se recostase a descansar, mucho menos lo era para que dos jóvenes se abrazaran y permanecieran así mientras tenía una noche de películas.
-Es tu cumpleaños, ¿estás seguro que no deseas hacer algo más?-insistió en el tema probablemente una décima vez el menor.
-¿Cuántas veces debo responder lo mismo?-Respondió con tedio para luego hacer un puchero como un niño pequeño, y abrazarse más a su compañero.
-Como quieras. Pero no pienso aquietar tus llantos de niño cuando Mufasa muera, ¿entendido, hyung?
-¡Eso es cruel!
Río divertido. Enamorarse de aquella persona poseedora de un carácter muchas veces infantil y la cual se distraía fácilmente. Era probablemente, la mejor decisión que había podido permitirse tomar.
Las luces artificiales de la metrópoli lograban colarse por la ventana; mientras que con mirar perdido observaba el bullicio de la ciudad y sus habitantes.
Sentía como gráciles dedos recorrían sus brazos desde sus hombros desnudos hasta sus muñecas; subiendo y bajando, a veces creando patrones irregulares. No era un roce lujurioso, era un inocente contacto que permitía apreciar cada característica de poseyera; era algo más que sentir su piel, más que sentir sus huesos, era percibir que allí estaba, percibirlo a él.
-¿Eres feliz?- Preguntó con una sonrisa al mayor mientras lo tenía en brazos.
-Desde que te conocí lo he sido. ¿Tú lo eres?-Retiró su mirar de la ciudad y se concentró en el hombre que le abrazaba con fervor, esperando una respuesta.
-Mucho.-Sonrió de nuevo mientras volvía a concentrarse en acariciar a su enamorado.
-Dime, Sehun ¿Cómo mides un año?-Volvió aquella pregunta extraña.
-Tal vez…-Pensó ésta vez durante un período levemente mayor al de la última que se le realizó aquella pregunta- Quizás… Sea por aquellos momentos felices que he tenido… Es la segunda vez que me lo preguntas, espero mi respuesta sea correcta.
-No puedo decir si aquella respuesta es correcta o no. Solo tú puedes decidir eso.
El silencio reinó de nuevo en el cuarto:
-¿Cómo mides tú un año, hyung?
-525,600 minutos.-Permitió que escapara de entre sus labios un desfallecido murmullo- Es la cantidad de minutos que tiene un año. Pero pretender medir un año de vida en algo tan insulso como un día, un mes, o minutos; me es imposible de aceptar.
“No es cuestión de medir un año de vida, en los amaneceres, en las puestas de sol y en las medianoches que hayas visto, más bien con quién los hayas observado; con quien compartiste una taza de café, con quién reíste hasta llorar; y a quién amaste en verdad.
¿Puedo medir un año en amor? Quizá medir un año en temporadas de amor, sea lo más apropiado para mí”.
Sonrió nostálgico a la lápida después de limpiarla y poner un peluche del Rey León cerca a ésta:
-¿Sabes? Después de mucho pensarlo… Creo haber encontrado una respuesta que por fin me complace, quisiera medir el resto de años que pueda vivir, según la cantidad de veces que sonría de felicidad cada día, poder determinar en qué momento fui feliz me parece que es lo más importante. Saber quiénes y cuándo, en qué momento, me han hecho sonreír. Quizá medir los años en temporadas de felicidad y amor, no sea tan mala idea. ¿No crees, hyung?
“Lu Han
/20 de Abril de 1990/
‘Hay 525,600 minutos en un año
¿Cómo mides tú un año de vida?”