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Psycho por _SineDie

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Notas del fanfic:

SCREW 

KazukixRui

 

One-shot

Notas del capitulo:

Seré sincera. La verdad había escrito esto por una pequeña manía que tengo con esta pareja, no esperaba publicarlo alguna vez.

 

Pues, me han convencido de hacerlo y creo que debería darle una oportunidad a mi historia.

 

Solo espero que les guste ♥

La poca iluminación de la habitación le hizo forzar la vista los primeros minutos, hasta que por fin su ojos se acostumbraron a la oscuridad.
Divisaba cada rincón dentro de las cuatro paredes como si fuera a encontrar algo nuevo, obviamente, sin ningún éxito. Un sonoro suspiro escapó de sus labios resonando dentro de la habitación.

"Escapa"

Se levantó rápidamente de la cama en la que yacía, buscando con la mirada la puerta. Todo estaba tan oscuro que le había costado poder encontrar la única salida de aquella celda en la que se encontraba. Corrió hacia su escapatoria, percatándose en ese momento que tenía los brazos libres de movimiento. Pocas veces los tenía así.

"Corre más rápido"

Aceleró sus pasos pero la puerta en vez de acercarse parecía cada vez más lejos, y más, y más, hasta sentir que las piernas se empezaban a detener por sí solas debido al cansancio que cargaba. -Joder.- Musitó con notable molestia. Fugazmente una blanca luz cegadora atravesó por la puerta que repentinamente se había abierto. Cubrió sus ojos con su antebrazo para que la aquella luz no lastimara a sus ojos.

-¿Cómo está mi paciente favorito? ¿Ya te haz despertado? -El recién llegado portaba una bata blanca de médico, aunque por su semblante despreocupado no parecía uno. Era de un cabello castaño oscuro y lo bastante alto, varios piercings adornaban su rostro, unos tres en el labio y uno en una de sus cejas, sin contar todos aquellos que tenía en cada una de sus orejas. El alto castaño sonrió al rubio que continuaba parado en medio de la habitación con la mirada completamente perdida.

-Y-yo... -Tartamudeó dando unos pasos hacia atrás. De repente la fuerte luz había desaparecido y lo único que iluminaba la habitación sin ventanas era un pequeño foco colgado del techo.

-Bien Rui -continuó el médico-, pareces cansado ¿Por qué no te recuestas un rato?

"No le hagas caso"

Rui volteó a ver la cama con completo recelo. No quería acostarse, pero era cierto, estaba cansado. El médico se acercó lentamente, como si se tratase de un animal asustado, y le dio un suave empujón por la espalada para que comenzara a avanzar.

-Todavía es temprano y faltan horas para el almuerzo, lo mejor será que descanses un poco antes de ir a comer.

"Huye"

El pelirrubio volvió nuevamente la vista hacia la puerta. Estaba cerrada y una puerta cerrada no era una vía confiable de escape. Ahora su única opción era obedecer y esa opción nunca le gustaba. Mas no tenía otra salida.

"Ya es tarde. Estás condenado, recuérdelo."

Apretó los labios con palpable disgusto, pues era cierto.
El colchón de la cama era fino y poco mullido, al sentarse ya podía sentir la madera debajo de su trasero.

-Bueno Rui, ¿haz tenido una pesadilla o algo parecido? -El más alto se acomodó al lado del rubio mientras frotaba su espalda. Tenía la sensación de que lo trataba cual animal acorralado. Aunque se sentía así, acorralado.

"Rápido, contesta"

- N-no... -Titubeó antes de dar la respuesta. Sus pupilas se continuaban moviendo en busca de alguna milagrosa salida. Quiso removerse para liberarse de la mano que acariciaba su espalda pero pronto se dio cuenta de que no podía mover los brazos. Se estaba abrazando a sí mismo y sentía como si los miembros estuvieran pegados a su dorso. Era esa maldita camisa.
-Entonces puedes continuar durmiendo. -El médico apretó el pecho de su paciente, obligándolo a que se recostara contra la cama boca arriba.

"Sólo hazte el dormido y una vez se vaya intentaremos escapar nuevamente. Esta vez lo haremos."

Suspiró suavemente, inaudible, y cerró los ojos, debía hacer creer al otro de que estaba por dormir. Tenía que hacerlo. En ese momento su único deseo era escapar. Escapar de esas cuatro paredes, escapar de todo, incluso de si mismo.
Sintió el preciso momento en que el médico se levantó de la cama mas no abrió los ojos para comprobarlo. No los iba a abrir hasta que escuchara los pasos acercarse a la puerta. Pero para su desgracia no escuchó nada. Ni pasos, ni una puerta. Estuvo a punto de abrir los ojos cuando para su sorpresa sintió un peso extra sobre su cuerpo. El peso de otro cuerpo que lo aplastaba y lo acorralaba contra la cama. Un pequeño roce sobre sus labios hizo que pudiera reaccionar y por fin abriera los ojos. La sonrisa de oreja a oreja de la otra persona lo dejó completamente anonadado.

"Aléjalo. Rápido."

Su cuerpo se mantenía rígido, no se disponía a obedecerlo. Quería salir de aquella cama. Quería salir de aquella habitación. Pero no podía. Por más que deseara hacerlo, no podía. Sus brazos seguían pegados a su dorso y lentamente sus piernas se fueron separando dando lugar al castaño para que se acomodara entre ellas a su gusto. Era casi como una invitación.

"No. Debes escapar."

Pero no podía hacerlo. Su mirada estaba completamente centrada en aquella sonrisa, que más que sonrisa, parecía una maniática mueca.
Estaba desnudo. ¿En qué momento le habían quitado la ropa? ¿Y por qué su médico también estaba desnudo y sobre él? Agitó rápidamente la cabeza, aquello era algo duro de masticar y no lograba entender. La piel ajena era caliente, casi lo quemaba. Pero aquel calor le era agradable, le gustaba ¿Por qué?. Al igual que le gustó el segundo roce de labios. Sintió que su cuello se estiraba contra el rostro ajeno para poder profundizar más el roce. El médico no hizo ademán de querer alejarse o impedir eso. Pronto ambos labios estaban unidos... ¿Unidos en un beso? ¿Era aquello un beso? La presión contra sus labios le hacía sentir a la perfección el frío de las pequeñas esferas metálicas. El más alto entreabrió los labios y Rui no tardo en seguirle la corriente. Pronto sintió algo húmedo invadir su boca y, casi como si fuera un reflejo, acercó su lengua y la enredó con la contraria. Ambas lenguas empezaron a chocarse dentro de sus bocas, primero en una y luego en otra, como si se turnaran, mientras sus labios se movía y se masajeaban unos a otros. El sonido que emitía aquello le parecía adictivo, y la sensación era tanto escalofriante como placentera.

"Te quiere engañar. No lo dejes hacer eso."

Su mandíbula se tensó y sus dientes atraparon el labio inferior ajeno, con tal fuerza que pudo sentir el agrio sabor a sangre invadir su boca. Sus ojos se le llenaron de lágrimas pero ninguna llegó a escapar. Su rostro se retorció en un completo gesto de dolor al igual que todo su cuerpo se tensaba y perdía la respiración. En cambio el rostro ajeno solo mostraba placer, pece a que le habían mordido el labio con fuerza no parecía inmutarse.

- Siempre supuse que eras bien estrecho, Rui. Nunca pensé que fuera tanto. -El susurró del castaño llegaba hasta sus oídos pero no lo hacía reaccionar. Hasta que comenzó a moverse. El miembro ajeno salió lentamente del interior del pelirrubio, lo cual no ayudó a cesar el dolor, volviendo a entrar con la misma rapidez y fuerza con la que lo hizo la primera vez.
- ¡Kazuki-san!- Un plañido se escapó de sus labios junto con el nombre del más alto. El repentino dolor que invadió su cuerpo hizo que se mareara por completo. Sentía desmayarse. La cabeza le daba vueltas y no podía analizar la situación con total claridad.
Estaba siendo penetrado por su médico.

“Te está violando y te estás dejando.”

Trató nuevamente de mover lo brazos, de mover su cuerpo, de poder hacer algo para evitar aquello. Pero todo era inútil.

“Idiota.”

Las manos de Kazuki pasearon por los costados de Rui, repartiendo caricias con las yemas en todo su camino, desde la cadera hasta el cuello. Por más quieto que se mantuviera aquel pedazo de carne caliente en su interior igual sentía ese terrible escozor en todas sus paredes internas. Las manos del castaños sujetaron las suyas y las fue estirando para despegar los brazos del cuerpo. Rui se sorprendió al sentir como su dorso se liberaba de sus propios brazos que lo rodeaban. Sus manos fueron guiadas hacia el cabecero de la cama, quedando sus brazos tendidos hacia arriba.

- Así te ves mejor. –Susurró Kazuki al oído de Rui, delineando luego con la punta de la lengua todo el contorno de la oreja, bajando el húmedo músculo por su cuello, creando una hilera de saliva desde la oreja hasta debajo del mentó, y desde allí hasta el centro del pecho.

“Ya no te sujeta de las manos.”

“Empújelo. Huye.”

Jaló sus brazos con fuerza. Jaló y volvió a jalar. Pero no importaba la fuerza con la que hacía, sus manos ya no se movían, puesto a que sentía el filo del frío metal rodear sus muñecas y casi cortarlas. Rui levantó la vista hacia sus manos con los ojos llenos de lágrimas nuevamente. ¿En qué momento le había colocado las esposas? ¿Por qué no las sintió? Claramente, aquella situación divertía al castaño, quien no dejaba de mostrar una amplia sonrisa en la que enseñaba sus dientes. Los ojos oscuros escaneaban la anatomía del indefenso Rui, que no paraba de jalar los brazos esperando que milagrosamente pudiera liberarse de esa pesadilla.

“Manco.”

Fue el tenue movimiento de cadera el que provocó que una lágrima rodara por su mejilla, haciéndolo sentir patético. ¿Por qué le estaba ocurriendo eso a él? La pregunta jamás respondida.

“Y está bien que te sientas así, pues eso eres, patético.”

- No te das una idea de lo perfecto que te ves así, Rui- Parecía que el único que tenía voz dentro de esas cuatro paredes era Kazuki, pues Rui no lograba formular palabra alguna. Su voz se ahogaba en su garganta y moría allí, junto con su poca esperanza. El suave vaivén de las caderas le parecía una completa tortura. Un castigo. Pero, ¿Castigo de qué? Quizá esa era otra de las miles de preguntas sin contestar.-. ¿A caso no te gusta? –A Rui le seguía sorprendiendo la facilidad con la que hablaba su médico. Mientras su rostro se deformaba en un gesto de dolor, el rostro del más alto mostraba una sonrisa altiva y con suficiencia. Aquello le gustaba. Le gustaba el verlo sometido. ¿Por qué?

“A ver si te dejas de cuestionar y haces algo por ti.”

El pelirrubio volteó la vista hacia sus manos, como si aquello fuera la clave para zafarse de sus ataduras. Kazuki, que al parecer no le agradó aquello, hundió los dedos en las mejillas de Rui, con tal fuerza, que provoco que entreabriera la boca y girara el rostro.

-Mírame a los ojos. –Esta vez la voz del castaño fue gélida. Amenazadora. Aquella orden prometía muchas cosas, prometía castigos, de los que Rui no estaba dispuesto a soportar si se atrevía a desobedecer. Lo único en lo que podía pensar era en la insoportable puntada de dolor en su trasero. ¿Se podía a caso aguantar tanto dolor? A Kazuki eso no le iparecía importar en absoluto, no importaba cuántas veces Rui deformara su rostro en un gesto de dolor, no hizo ademán alguno de cesar su vaivén.

-Kazuki-San. Doctor. Por favor –No sabía de qué manera tratar al aludido para poder convencerlo que se detuviera. Quería detener todo aquello. No quería sentir dolor. En ese momento deseo que fuera un mal sueño, así al menos podrá despertar.

“Tampoco haces mucho esfuerzo por soltarte o detenerlo. Eres un inútil.”

Los pechos del rubio se hincharon repentinamente. Su respiración se contuvo y su boca se mantuvo abierta en forma de “O”. Sintió una corriente que le recorrió por completo la columna provocando que cada vello de su cuerpo se erizara y se estremeciera completamente.

- Nnnh… -Sin que pudiera controlarlo, de lo más profundo de su garganta soltó un gemido, apretando fuerte los labios para que este no fuera tan escandaloso.

Fue allí, en una de las penetraciones, que el duro miembro ajeno fue a dar en un punto. Un punto exacto que el solo tacto con este hizo borrar completamente el dolor. O tal vez no borrar. El dolor fue envuelto en una gruesa capa de placer que se hacía desear. No pudo verle nítidamente el rostro a su doctor, pero pudo notar una pequeña curva en la comisura de sus labios que amenazaba una sonrisa. Pero ¿qué clase de sonrisa?
Las embestidas continuaron, esta vez parecía con más precisión. Kazuki buscaba manera de volver a encajar con ese punto, moviendo las caderas de manera circular a la vez que lo penetraba. Y casi todas parecían certeras, puesto que Rui se retorcía debajo de su cuerpo, pero no era de dolor, lo sabía. El rostro del pelirrubio era la evidencia de que lo estaba disfrutando.
Casi de manera automática, Rui elevó sus caderas, quería que Kazuki llegara más lejos, sentir más de ese placer. El castaño, apoyó ambas manos a los lados de la cabeza de su paciente, sentía el cuerpo entumeciéndose por la fuerza con la que embestía. Su respiración era agitada y apenas eran audibles los cortos gemidos que salían de entre sus labios, pero aún así Rui los escuchaba.
La habitación estaba sumida en sonidos lascivos, los más fuertes eran los gemidos de Rui, que eran constantes al igual que el chillido de la cama. Probablemente todo aquello se escuchara en las continuas habitaciones, y cualquiera que escuchara no debía de ser un genio para adivinar lo que estaba ocurriendo. Pero eso no importaba. No le importaba a ninguno de los dos. Lo que importaba en ese momento era el placer.
En ese instante Rui advirtió algo. No sentía ya aquella presión lastimosa sobre sus muñecas. Alzó la vista y notó que las esposas ya no estaban.

“Eres libre. Es tu oportunidad.”

Kazuki no perdió tiempo y fue a atacar el cuello que se exhibía frente a él. Lo besó y lamió como si lo estuviera degustando. El sabor salado de la transpiración le invadió la boca mas no lo detuvo. Rui bajó lentamente sus manos. ¿En qué momento le había quitado las esposas? Colocó ambas palmas abiertas sobre el pecho contrario, sintiendo bajo su tacto la agitada palpitación del castaño.

“Eso, empújalo y mándalo lejos.”

Por un momento el tiempo se detuvo, al menos para Rui. El falo salía y entraba pero él no sentía ni dolor ni placer. Kazuki estaba encima de él, acorralándolo contra la cama pero no sentía su peso. Su cuello estaba siendo atacado por besos y lamidas, pero no sentía ni los labios ni la lengua ajena. Solo escuchaba su propia respiración. Como si estuviera ajeno a todo aquello.

“Empújalo.”

Debía hacerlo… ¿Debía hacerlo? Desde un principio su único ideal era escapar de la tortura en la que estaba siendo sometido sin consentimiento alguno, pero luego… Luego vino el placer. Placer que no había experimentado en su larga o corta vida, dependiendo el punto de vista. ¿Valía la pena aquel placer? Muy lentamente empezó a hacer presión sobre el pecho ajeno, queriendo empujarlo. Aunque en realidad no quería hacerlo ¿o sí? Su empuje era débil pero aún así continuó intentando separar aquel cuerpo de sí.
Y como si todo volviera a la “normalidad”, empezó a sentir. El cuerpo ajeno ahora lo aplastaba, y ahora más que antes. El castaño había cedido ante su propio peso y cansancio y ahora se apoya sobre sus antebrazos, pero, pese al cansancio que parecía mostrar, las penetraciones continuaban siendo fuertes y precisas. Ya había dejado de besar su cuello. Sus finos labios pegados a la oreja del pelirrubio, permanecía entreabierta
os, y ahora sus gemidos eran más nítidos y su respiración entrecortada.
Rui dejó de empujar. Ya resignado y llevó ambas manos a la espalda ajena, abrazándolo con fuerza.

-Aaagh… -Gruñó entre dientes a la vez que llegaba al orgasmo. Las embestidas poco a poco empezaron a cesar hasta quedar en nada.

Rui quedó inmóvil, con los ojos abiertos como plato. Sentía la esencia ajena invadiendo su interior. Poco a poco el miembro, ya flácido, salió dejándolo vacío. O así se sentía. Vacío.
¿Por qué? ¿Por qué él no había acabado? ¿Por qué él no llegó también a su orgasmo? Se había entregado completamente y lo estaba disfrutando. Miró con los ojos lleno de pena a un satisfecho Kazuki, que mostraba una altanera sonrisa de oreja a oreja.

“Eso te pasa por no escaparte.”

- Tranquilo, hermoso –Intentó calmar el castaño al pelirrubio, acariciando su mejilla con el dorso de la mano. Por su expresión, parecía estar al tanto de la situación que estaba haciendo sufrir a su paciente-. No te dejaré así. –Concluyó. Bajando a besar sus labios.

No era la primera vez que su médico le besaba, aquel día. Pero así lo sentía. Sus lenguas se volvían a enredar y su abrazo fue más fuerte, como si de aquello dependiera su vida. El delgado cuerpo de entre sus brazos se fue deslizando entre ellos, bajando y bajando. Pronto el beso se corto y el rostro del castaño estaba a la altura del erecto miembro del rubio.
Rui lo miraba. Curioso. Ansioso. Kazuki le dedicó una rápida mirada, acompañado con una tenue sonrisa y sin más preámbulos, metió de una sola vez toda la erección en su boca. Rui encorvó la espalda soltando un agudo gemido. Sus manos se aferraron a los suaves cabellos castaños y jalaron de estos sin la intención de separar al más alto de su labor.
El mayor engullía el miembro, como si se lo fuera a tragar entero. Lo envolvía con la lengua y succionaba, bajando y subiendo lentamente la cabeza.
Rui se sentía en el puto paraíso. Aquello era exquisito. Kazuki lamía su miembro como si se tratara de un dulce o como si su gusto fuese como tal.
Y lo sentía. Sentía el final cerca. Su cuerpo se lo estaba avisando, comenzaba a sufrir pequeños espasmos y la respiración le fallaba. Su mente se convertía en una neblina de sensaciones. Su espalda se encorvó de una manera exagera y sus ojos se cerraron con la misma fuerza que sus manos se aferraron a los cabellos contrarios. Estaba a punto.


- ¿Aún estás durmiendo? –La puerta se cerró tras la entrada de su inesperada visita. O tal vez no tan inesperada.

Rui abrió rápidamente los ojos y miró al intruso de su habitación como si se tratase de un fantasma. Su respiración estaba algo agitada pero no tardó segundo en apaciguarle.

- ¿Y? ¿Cómo está mi paciente favorito? –La sonrisa de Kazuki desprendía tranquilidad y serenidad, al igual que su rostro.
Rui se sentó repentinamente en la cama y observó con desespero todo su alrededor. Como si desconociera aquel lugar. Su respiración estaba agitada, y no era para menos, acababa de tener un sueño húmedo con su propio médico… aunque no tan húmedo, porque no había llegado a su orgasmo. ¿Debía decírselo? Esperó unos segundos a que las voces le dieran una respuesta. Aquellas voces que escuchó en sus sueños y hace mucho no escuchaba. Siempre le decían qué hacer y muchas veces eran de mucha ayuda. Pero lo único que había era silencio. Se dio cuenta que no llevaba puesta su camisa de fuerza.
El médico observaba su ficha concentrado, como si aquellos comportamientos del pelirrubio fueran normales, o lo eran para él. ¿Se lo diría? No. Aquello sería su secreto. Lo trataría de loco. Aunque loco ya estaba. O esa fue la excusa que le dieron para encerrarlo en aquel detestable lugar de habitaciones sin ventanas y paredes blancas.

Notas finales:

Y bueno ¿qué les pareció? en verdad me gustaría saberlo. ♥


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