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Relación huérfana por Criseida Oyuki

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Notas del capitulo:

Hace bastante tiempo que tengo escrito esto, pero no me he animado a subirlo hasta hoy, que presa de un súbito coraje, que decidido jugármela y ver qué pasa. Lo escribí de un tirón, y como siempre me pasa en estos casos, sufro porque no se darle el final definitivo, el punto y final, abriéndose siempre una puerta a una posible continuación. Pero no me veo capaz, por creerlo bonito tal y como está. Destrozaría su esencia, y por creerla una historia potable, no quiero envenenarla con una continuación mediocre.

 

Solo un apunte: lo siento muchísimo por dejar Eros y Psique en este estado de dejadez. Estoy trabajando en ella, os lo prometo! Pronto subiré el capítulo 6.

 

¡Disfrutad!

En una oscura habitación, dos cuerpos se retuercen, mientras un fuego crepita y enciende una desmesurada e insana pasión. Abandonados por los aliados, traicionados por los enemigos, solo les queda sobrevivir arrastrándose en la agonía de una vida difícil. Ellos se quieren, incluso más de lo que estarían dispuestos a reconocer. Pero no pueden sincerarse con ellos mismos, porque han aprendido a sobrevivir. Han aprendido las reglas de este juego donde ambos se juegan la vida.

No existe el hogar, solo las cuevas, las habitaciones sucias de hoteles, el bosque traidor, el compañero interesado. Nadie se fía de nadie en este juego, porque cuando las monedas se hacen oír, el más íntimo colega puede convertirse en el peor enemigo que haya existido jamás. Oh, ambos lo saben, y no te creas que por ello viven sumergidos en la miseria. No, ellos viven apasionadamente, al límite, sin pensar en el mañana. Sin pensar en el ayer. Y es que llevan demasiado tiempo haciendo este rol como para acordarse de lo que hicieron en tiempos pasados. Tampoco es que les interesara recordar. No, recordar es para los débiles de corazón.

Y no, ellos no tenían de eso. Sólo se querían, aunque con desesperación. Se quieren, sí. Pero no, en esta vida no hay sitio para estas tonterías.

—G-Giriko…

La mano morena aprieta más y el gemido se escucha por todo el cuarto. El placer, oh, el placer es demasiado arrollador. Y el rubio se está ahogando.

—G-Giri…

La boca furiosa acalla su voz. No quiere oírle, no quiere que su dulce voz se clave aún más dentro de su cerebro. Y aún así, no puede evitar soltar un gemido demasiado gutural.-Porque en realidad le pone-.

—Mhm…N-No p-pued…—el cuerpo del rubio se retuerce y se inunda de más lujuria. Ruega, implora al castaño que le haga suyo, que no aguanta más, que se está ahogando.

Y es que las caricias obscenas en sus nalgas son demasiado vergonzosas incluso para Justin, aunque Giriko le haya hecho el amor cientos de veces ya. Los besos húmedos en su cuello le producen escalofríos y, oh…,  aquellas manos callosas que acarician su miembro... Dios, se está poniendo duro y no sabe por cuánto tiempo podrá aguantar este juego para nada infantil.

Le besa en los labios y su lengua furiosa lame la tierna boca, y arranca gemidos al rubio que no se calla y que cada vez grita con más pasión y lo llama y lo vuelve a llamar y Giriko cree que se volverá loco. Loco porque él también lo llama, su podrido corazón lo llama y agoniza y sangra y muere.

—Justin—la voz grave de la motosierra lo acalla –suena tan sexy en sus labios-. —Cá…llate.

Pero ha entendido el mensaje del rubio, porque no le hace falta escucharlo para entender su mirada azul. El niño es tan hermético como una cueva, pero él ha conseguido penetrar muy profundo dentro de él.

Justin Law tiene el corazón de piedra. Podrido. La locura hizo estragos irrecuperables con sus sentimientos. Pero Giriko Sou fue capaz de arrancar esta coraza, porque él tampoco tenía sensibilidad, y sabía por dónde tenía que avanzar para llegar hacia él.

Él dirá que se encontró con el corazón del rubio por casualidad…

Giriko lo penetra con ferocidad, con –demasiada- desesperación. Demasiados días sin poder tocar su blanca –aunque enferma- piel. Oh dios, cómo deseaba aquél cuerpo tan esbelto –aunque delgaducho-.

—¡A-Ah!—el gemido es largo y pasional, y Giriko cree por un instante que se correrá sin ni siquiera haber envestido dentro del cuerpo largo y caliente del rubio. Y eso sería muy vergonzoso, Giriko Sou no hacía mariconadas de aquél tipo, no, él era violento e insensible. Y sigue siéndolo. -¿O no?-.

Y Justin se aferra a la espalda del castaño y se retuerce y se arquea incitándole a comenzar. Y Giriko por fin reacciona y entra y sale del rubio a un ritmo frenético. Y gime, y lo llama, y grita y jadea por él, oh, solo por él.

Joder Justin, para ya de hacer esto. Porque si no para, él se volverá loco. Loco por él, pero nunca lo reconocerá, porque él es una motosierra maníaca y sedienta de locura. Él es rudo, cínico, él no conoce la ternura, él disfruta despedazando cuerpos que  sangran y que se retuercen por el dolor. Él ama esos gritos de agonía.

—¡Ah…! ¡M-Más…Quiero… Más…!

Justin gime de placer. Aunque le joda reconocerlo, Giriko prefiere mil veces oír los gemidos de Justin al ser penetrado que no la mierda que acaba de pensar para justificarse. Estos gemidos, estos clímax que llevan su nombre…No es capaz de explicar por qué le produce tanta satisfacción oírse en ellos. Quizás porqué se cree un poco más suyo.

Giriko embiste como un animal salvaje, porque aunque esté con Justin porque está jodidamente enamorado de él –y que se muera el que se atreva a reír ante la confesión-, él no dejará de ser Giriko, y Giriko es bestia y sanguinario. Y le gusta cuando Justin arquea su cuerpo hacia atrás y saca la lengua porque no puede respirar. Y estos ojos que se nublan y se tornan oscuros por la pasión, y es él, Giriko, quien causa todo aquello. Él y nadie más y su ego sube y sube y llega hasta las nubes. Hasta que en la mañana siguiente no lo encuentra entre sus brazos ni está durmiendo en su pecho ni le abraza ni está en el cuarto y su ego baja y baja hasta hundirse como un gusano del subsuelo.

Es muy común en Giriko. Pero no admitirá que se siente como una mierda. Que se mataría por lograr la atención del rubito puesta en él.

—Sólo son revolcones, perra—y él mismo lo había anunciado aquella vez. Cómo olvidarlo. Justin lo había mirado con una ceja levantada, sin mostrar reacción alguna en su rostro.

Aquella vez,  maldita vez, cuando los capullos del Shibusen habían estado a punto de matar a Justin y Giriko lo había salvado de una muerte segura. Oh, sí, por aquél entonces Gopher aún estaba vivo –ahora no, claro-. Y él no había podido confesar que lo había salvado porque no podría haber soportado perder al único que le había dado calor por las noches, que había susurrado su nombre con aquella sonrisa tan cariñosa. No lo habría podido soportar y se habría matado porque prefería esto a volverse loco. Y aliarse había sido el siguiente paso, y el siguiente fueron las insinuaciones de Justin y los besos húmedos y calientes de Giriko. Hasta que hubo un momento en el que el sexo oral había empezado a saberles a poco. Oh, vamos, eran hombres, tenían necesidades. Y “Sólo son revolcones, perra”, le había soltado.

Pero a quién coño engañaba. No lo había podido confesar en aquel entonces por miedo. Oh sí, miedo a confiar. Miedo a abrir su… ¿Coraza? Porque corazón no tenía. Y era demasiado peligroso mostrarse débil ante cualquiera –aunque él supiera que Justin no era (ni sería nunca) un QUALQUIERA-.

Él no había podido confesar la verdad. Que no eran sólo revolcones, ¡Qué va! Dios, si lo deseaba como nada en este asqueroso mundo. Y ahora mismo, solo en el cuarto, con aquél nudo en la garganta y la peste a alcohol que retumbaba por toda la habitación, pensaba. Pensaba que Justin tampoco le ha dicho nunca nada. El rubio, aquella vez –la maldita vez- no le había respondido nada. Solo aquella maldita sonrisa de superioridad. Porque la odiaba, Dios como la odiaba.

Y está pensando, aunque le cueste porque tiene la garganta seca y le vibra un ojo sin parar, que en realidad aquella vez algo dentro de él se dio cuenta del mensaje real que Justin le había enviado.

¿La maldita sonrisa ocultaba aquél dolor que reflejaban sus ojos?

Él no le había dicho nada, maldita sea.

// // // //

Abrió sus ojos presurosamente, y se espabiló en salir de la cama y coger del suelo todas sus pertenencias. Se largó del cuarto haciendo el mínimo ruido, aunque supiera de antemano que Giriko no se despertaría ni que le diera de hostias hasta matarlo.

El frío de la casa le caló los huesos. Muerto de frío, empezó a vestirse con pesadumbre, pensando. Dios, cómo lo había echado de menos. Aquello de buscarse la vida vendiendo almas corruptas era más duro de lo que le habían explicado. Malditos todos. Y Giriko que dedicaba sus días en vigilar la zona y hacer contactos –así quería llamarle él de lo que vulgarmente vendría a ser una caza y captura-, y bueno, en conseguir aliados poderosos para luchar contra el cáncer del Shibusen, que no había manera de evitar porque siempre acababan tocando los cojones. ¡No tenían nada mejor que hacer! Y sin el Kishin a la vista, aquello era un uno contra uno. Medusa también había sido aniquilada, y Gopher… Bueno, mejor ni hablar de él. Vaya una muerte patética.

Y sí, lo había echado de menos, porque le quería a morir. Pero qué, ¿Se rebajaría a contárselo para ganarse más desprecio del que ya había recibido? Se negaba a sentirse la perra de nadie. Y menos la de Giriko. Porque el hecho de que le quisiera como un crío adolescente –que a veces se sentía como uno-no significaba, ni mucho menos, que él no tuviera dignidad. Porque, ¡Eh! Vale que tuviera 19 años y sí, era un crío al lado de una motosierra que tenía más de 800 y había vivido como mínimo 10 vidas más que él. Pero eso a él le traía sin cuidado, él había dicho muy claramente “Sólo son revolcones, perra”.

Y no, no eran solo revolcones. Al menos para él. Porque cuando pensó que se moría de dolor, y que sus días se habían terminado en el mismo lugar donde habían empezado-En el Shibusen, irónicamente-, había aparecido él y lo había sacado del agujero donde se había metido. Le salvó la vida, y en aquél momento, cuando se vio rodeado por él y sus brazos tocaron su cuello y su mirada tan fiera pasó de sus ojos a los de Shinigami-sama, en aquél momento, él sintió que algo dentro de él chillaba. Muy fuerte, sin parar. Le chillaba que quería estar con aquella loca motosierra, porque aunque le hubiera salvado más por tocar los cojones a Shibusen que por salvarle a él, ya lo había hecho. La alianza casi había sido obligatoria, porque qué clase de gilipollas prefiere enemistarse de un potente enemigo cuando se tiene un enemigo en común.  Y la convivencia con Noah y el salido de Gopher habría sido más bien insubstancial si no hubiera sido por sus peleas con Giriko. Aquellas peleas llenas de desprecio, de humillación, de odio y rencor. Pero Justin era un chico con necesidades, y en una acalorada discusión en pleno pasillo pilló por sorpresa al castaño y le metió la lengua hasta el fondo de su garganta. Oh, ¿A esto se le llama insinuación? Según Giriko, sí. Porque su orgullo de macho no quiere aceptar que se esté follando a un tío que él no ha tanteado desde el principio. Oh, qué pena le da a Justin que Giriko no pueda ir con el trofeo colgando del brazo. Y aunque fue Justin quien desató aquella extraña relación amor-odio/odio-amor, nunca pensó que aquello se alargaría tanto.

Dos años. Dos años con una relación que a lo máximo que había aspirado es a llamarse “revolcón, eres mi perra”. Y claro, aquello no le inspiraba como para quedarse junto a Giriko abrazadito a él. ¡Y un maldito cuerno!

Pero aún así no podía aguantarse las ganas de estar con él. Las caricias que le daba lo desarman muy a su pesar. Se vuelve sumiso y pide y se deja tocar y se humilla. Aunque Giriko nunca lo haya exhibido ante nadie, ni le haya repetido nunca más que sólo son revolcones. Solo una vez, una maldita vez,  y nunca más volvieron a hablar del tema porque les duele demasiado y Justin se muere y se ahoga pero no quiere ser débil. Aunque Giriko haya conseguido destrozar su coraza, aunque sepa y conozca cada una de sus miradas, él no cederá. No, porque él tiene que sobrevivir. Y en esto consiste el juego. En ver quién se destroza antes. Quien se derrumba y cae y no puede volver a levantarse jamás. Él es débil, pero en este juego sabe cómo moverse. Y no duda que Giriko es un experto. Pero de tan experto se ha vuelto viejo, y tiene la sensación que lo verá caer y caer.

No, él no admitirá que le dolió muchísimo el saberse solo compañero de revolcón. Que su corazón-coraza- se endureció cuando se supo tratado de animal. Y Dios, odia a Giriko por hacerle quererlo tanto, porque está asustado y cree que por quererlo así sus vidas peligran más y más, y no puede permitirlo.

Y se termina de vestir y mira hacia el cuarto donde duerme Giriko aún, y desea muy en el fondo estar entre sus fornidos brazos y descansar y no pensar en nada y simplemente dormirse oliendo su fuerte aroma masculino.

Sin pensar en que están jugando a sobrevivir. Sin pensar que están destinados a morir.

¿…De amor?

No, esto no es un maldito cuento de hadas.

 

Notas finales:

¿Qué tal? Un poco deprimente XD Pero cada vez que lo leo tengo una sensación agradable, no sé como explicarlo. El pensar que ambos no están dispuestos a confesar que se necesitan tanto... ¿No es maravilloso? Esta tensión tan real, la angústia de Giriko tan humana... Y el orgullo de Justin. Todo demasado humano.

Esta es la esencia de este fanfic, es todo tan básico que a lo mejor es por esto que se me hace tan cercano.

 

Espero que lo hayáis disfrutado, hacédmelo saber :)

GiriJasu FTW, ya sabéis.

Ari.


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