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Secrets and Lies por YumeRyusaki

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Notas del fanfic:

Segundo shot que subo para el Día Internacional de KaiRu, KaiHa, Kaoi y KaiTa(?) (DIK)

Estoy muy, muy feliz. Quiero darle gracias a mis soldados por apoyarme en esto; de corazón, GRACIAS ;; Las adoro, gracias por participar Para los que leen, espero que esto les guste, y espero también que se unan para el DIK 2015. Sí, esto no es una tontera de una vez xD


Notas del capitulo:

Cierto. Tomé la idea del dou de Kunieda Saiko, secrets and lies. 
Pero lo mío es un poco más oscuro(?) Espero les guste **

 

Secrets and Lies
Yume Ryusaki


 

“Voltea los ojos hacia acá. Mírame”

Terminó arrepintiéndose de su infantil deseo.

Sentado sobre el colchón de una cama que no era suya, Kouyou Takashima estrujó sus manos mientras el hombre frente a él se desanudaba la corbata y le miraba con una sonrisita que le crispó los nervios.

—Hey —dijo con voz suave, sin borrar esa sonrisita exasperante—, ¿vas a tomar una ducha?

Se preguntó si era normal ese tipo de cosas para Yutaka Tanabe. Carraspeó. Lo que era él, necesitaba más tiempo para prepararse.

—Uh… puedes ir primero —Lo que en realidad quería era salir huyendo.

Yutaka se alzó de hombros indiferente y se arrojó sobre él. Besando sus labios. Mordiendo, lamiendo. Yutaka parecía un cachorro al que no han alimentado en días y de pronto le ponen en frente un banquete; no comía, devoraba.

—¿Qué pasa con la ducha? —Tenía que salir de ahí, un minuto más y sería tarde.

—Olvídate de ella —respondió Yutaka quitándole los lentes; lentes que no necesitaba pero usaba porque creía le hacían ver interesante—. Parece como si fueras a huir si no te vigilo. Además —Le sintió colocar una rodilla a cada lado de su cadera—, es más divertido quitarte la ropa prenda por prenda.

—Apaga la luz —pidió. Yutaka no dudó en reírse de él, tampoco se molestó en disimular.

—¿No es muy tarde para estar avergonzado? —Yutaka volvió a atacar sus labios, su cuello, la mandíbula, y cada trozo de piel que iba descubriendo al quitarle la ropa, prenda por prenda como había dicho. Se detuvo para recordarle—: ¿Acaso no fuiste tú quien me sedujo?

No hubo manera de rebatir.

 

Apenas dos horas atrás habían intercambiado nombres valiéndose de un método por demás ridículo. Lo había visto entrar y escoger una mesa apartada –como siempre– no pudo evitar seguirlo con la mirada; Yutaka era un hombre que llamaba la atención de cualquiera, buena apariencia, no más alto que él pero la espalda ancha bajo el traje le compensaba, mirada retadora, pero cuando la mesera le llevó su pedido, él sonrió de manera encantadora. Kouyou quedó embelesado al instante. No escatimó en observar, al fin que el objeto de su deseo estaba concentrado en su teléfono y su bebida, no lo notaba.

Voltea. Mírame. Sonríe.”

El pensamiento solo alteró algo dentro de él que le obligó a actuar. Su seducción fue más como un juego de azar. En ese bar de luces tenues y sonidos relajantes, rodeado de algunas risas sugerentes aquí y susurros dulces allá, Kouyou se levantó con copa en mano, deseando que los días como extraños llegaran a su fin. Tropezó causal. Para no caer, se sostuvo con ambas manos en la mesa de su conquista.

Lo siento, tropecé —dijo, mirándole directamente a los ojos. El contenido de su copa ya no estaba, su vergüenza sí.

Encantado de conocerte. —Fue la respuesta que obtuvo—. ¿Es esto una especie de invitación? —No tuvo duda que Yutaka le había visto mirándolo; tembló, la sonrisa era sugerente, como si pudiera ver su sucia alma. Como si hubiese visto su mayor secreto o aquel oscuro deseo, ambas cosas eran aberrantes.

Kouyou tuvo miedo de Yutaka. Era una libélula que se acercaba al helicóptero, su dios, para terminar muriendo por las aspas. Aterrador.

*

—Demonios—rumió, torciendo el gesto en una mueca. Tan rápido como se enderezó, volvió a enterrar la cara en la almohada.

—No puedo creer que fuera tu primera vez —dijo Yutaka. Encendió un cigarro y preguntó—: ¿estás bien?

—Estoy bien. —Respondió adormilado. Apenas fue consciente de la caricia en su cabeza.

—Bueno, voy a darme una ducha primero.

—Ve.

Segundos después, Kouyou escuchó la puerta del baño cerrarse. Por supuesto, no esperaba nada después de ese encuentro, pero…

“No es posible.” Se rio de sí mismo y se levantó, ignorando el ligero malestar en su espalda baja. Cuando el sonido del agua de la regadera cesó, ya se preparaba para salir de aquel cuarto de hotel barato. “Solo quería ver cómo te estaba yendo ahora. Así que esto es todo.” Dejó en la cama una temeraria cantidad de dinero y se marchó en silencio.

Obviamente no hacían falta despedidas. A partir de ese momento, volvían a ser extraños.

 

No había comprado un bento para cenar, su estómago gruñó, pero en los últimos años su nevera seguía igual: totalmente vacía. Al llegar a su piso, Kouyou no se molestó en buscar algo para comer. Maldiciendo entre dientes y rogando resistencia a su estómago, se desplomó en la cama. Recordó los sucesos del día, desde la mañana que se olvidó sacar la basura antes de ir al trabajo, hasta su encuentro con Yutaka, con eso último, inevitablemente sus ojos se arrastraron al buró apenas adornado con un viejo portarretratos, la cara sonriente de su hermana le saludó.

Si pudieras verme ahora, ¿qué dirías?”

Incapaz de desviar la mirada, interpuso el antebrazo en su campo de visión, mientras otra mano cubría su boca, apenas a tiempo para ahogar un sollozo.

—¿Estas enojada o me desprecias? —Secos, sus ojos ardieron. Días como esos, no podía recordar ni su risa.

Tan inútil, tan patético.

 

*** *** ***

—¡Takashima! —No recordaba cuantas veces en el trabajo lo habían reñido por distraerse. En las reuniones y fiestas, difícilmente participaba en las conversaciones por no poner atención a sus compañeros. Cuando le preguntaban algo, contestaba con monosílabos. Era popular, pero no tenía amigos. Llevados por su apariencia, las personas lo enaltecían y no se atrevían a acercarse. Se había convertido en una persona solitaria, tampoco es que le molestara—. ¡Takashima!

No se lo esperaba.

—Yutaka —susurró. Las personas no se acercaban a él, por eso tampoco ponía atención a su alrededor al caminar. Sorprendido, reparó en la dificultosa respiración de Yutaka. Tal vez, llevaba un rato siguiéndolo.

—¡Hombre, qué eres escurridizo! —Yutaka le saludó como si fueran viejos amigos, con una sonrisa alegre y entusiasta y palmadas en su espalda—. Por fin te encuentro. Rondar cerca del bar ha dado sus frutos.

Siempre tan imprudente. Si Yutaka supiera, no le dirigiría ni una mirada.

—¿Qué es lo que quieres? —Obligó a su rostro a permanecer neutral, a no evidenciar un poco de lo mucho que le sorprendía el encuentro. Que solo un poco, le venía bien.

—¡Por Dios, qué cambio! ¿Por qué me volteas el rostro con frialdad? —Su silencio pareció no gustarle a Yutaka, quien frunció la boca y sacudió algo en su nariz—. ¿Qué es esto? Dejaste 30 mil yenes en la cama.

—Es el precio del hotel…

Yutaka levantó una ceja.

—No te ofendas, pero ni la mejor habitación de ese hotel cuesta 30 mil.

—Bueno, entonces es un agradecimiento por pasar tiempo conmigo —La, no tan amable, expresión mutó a una de confusión y después de disgusto—. En caso de que aun no sea suficiente…

—No es mi asunto, pero tampoco puedo ignorarte —suspiró—, deberías tener más cuidado. Eres el tipo de persona a la que roban si caes a ciegas en las garras del hombre equivocado—Kouyou asintió. Esperando que eso fuera suficiente para que Yutaka se sintiera satisfecho y se fuera, sin embargo los planes del risueño hombre eran otros—: ¡Ah, una idea! Vamos a tomar este dinero e ir a comer un almuerzo de lujo.

Kouyou no tuvo tiempo para negarse, cuando reaccionó, Yutaka le guiaba por las concurridas calles. Parecía un chiquillo entusiasmado yendo a la tienda de dulces. ¿Cuánto tenía que él no experimentaba ese sentimiento? Sonrió internamente, nunca en realidad.

 

—¿Estás tenso? —Kouyou parpadeó y revolvió el risotto—. ¿O es que no te gusta la comida de aquí?

—No es eso —Se tomó un tiempo para continuar, finalmente añadió—: Ha pasado mucho tiempo desde que comí con alguien.

—Así que vives solo. —Yutaka fingió poner atención a la decoración del restaurante mientras veía la paciencia de Kouyou al degustar su plato—. ¿No tienes familia?

Kouyou quedó con el tenedor a centímetros de su boca. Su rostro se transformó.

—Mi madre murió joven —explicó, recuperándose de la fantasmal palidez—. Mi padre bebía mucho y ha estado confinado en una cama, así que mi única hermana se ocupa de él.

—Vaya —exclamó. Kouyou entrecerró los ojos; al entrelazar la verdad con la mentira, tuvo curiosidad si al bajar la mirada a su plato, Yutaka había recordado a alguien en ese momento—. Takashima, ¿es correcto?

—Sí. Kouyou Takashima —Puso especial énfasis en su nombre—. ¿Entonces, Yutaka, qué hay de tu familia?

—¿Mi familia? —No le pasó inadvertido la turbación—. Es una familia común y corriente: Padres y un hermano; pero estoy bastante ocupado, así que no voy a casa muy a menudo.

Al, Yutaka, concentrarse en comer y no hablar más, Kouyou sonrió para sí. Era mentira. Lo que le estaba contando Yutaka era mentira, o al menos, no estaba contando todo. En la escuela media, su padrastro lo golpeaba, Kai, como era conocido en aquel tiempo, siempre estaba lleno de heridas. Su idolatrada madre -por tener feliz al nuevo marido- hacia de la vista gorda, y Kai, cansado y lleno de rabia, maldijo a su hermano menor y a ella.

¿Cómo lo sabía? Eran vecinos. Lo escuchó miles de veces pedirle a su hermana que huyeran juntos. Mika lo curaba y sollozando, le pedía paciencia. El estómago se le revolvió al recordar. Haber propiciado un encuentro con Yutaka era peor que jugar con fuego. Se iba acercando poco a poco a su fin.

“Quizás es lo que quiero.”

 

*

El tercer encuentro fue nuevamente en la habitación de aquel hotel barato. Para entonces, Kouyou se dio cuenta que Yutaka había cambiado, no solo los hematomas por los trajes de sastre, el cabello revuelto tapándole media cara, por un peinado un tanto relamido. Antes parecía llevar dinamita en la sangre y empezaba una pelea por nimiedades, ahora sabía cómo catalizar esa energía.  Yutaka no era el mismo chico que solía ser, por supuesto, habían pasado más de diez años.

—Así que… ¿qué haremos ahora? —Sentado en el colchón, vistiendo solo un bóxer, Yutaka encendió un cigarro—. ¿Continuaremos con esto, verdad?

 

Kouyou no respondió. Dicen que el que calla, otorga. No se opuso ni se alegró de que en el cuarto encuentro, en vez de aquel cuartucho de hotel, Yutaka lo llevara a su departamento. El lugar era lo de menos, siempre era lo mismo: sexo, charla insustancial en la que solo hablaba Yutaka y Kouyou asentía o negaba. Cuando el tema de la política, los deportes y el clima perdía gracia, se sumían en un inagotable silencio; Yutaka fumaba, y dándole la espalda, Kouyou descansaba por menos de una hora, seguidamente, se levantaba y marchaba sin la promesa de regresar. Nunca se quedó a dormir. De por si estaba caminando en terreno resbaladizo como para seguir exponiéndose, además estaba el hecho de que Yutaka tampoco le pidió quedarse.

 

*

—Te he tomado gusto —respondió Yutaka cuando Kouyou indagó la razón por la que le seguía buscando con más frecuencia. Para entonces empezó a considerar que Yutaka aun mantenía algo de Kai, algo del adolescente hormonado que pedía atención por todos los medios posibles o algo del mocoso que le valoraba como un juguete inusual.

Se preguntó cuantas veces Yutaka jugaría con él antes de aburrirse y arrojarlo de su lado. No le dio importancia a la conclusión a la que llegó, porque eso era exactamente lo que estaba esperando. Si el dios helicóptero explotaba, la libélula se salvaría.

—Gusto. ¿De qué manera?

—Tú no sonríes mucho —tardó en responder—, y no importa cuántas veces nos encontremos, sigues distante. Sin embargo tú aguantas todo lo que hago sin quejarte. Por ejemplo —Alcanzó su corbata y sin avisar, anudó las manos de Kouyou a su espalda. Su corazón se agitó furioso, expectante—. ¿Cómo se siente? ¿Duele, o hace que te excites?

—Se siente bien —jadeó. Yutaka sonrió en respuesta y continuó repartiendo besos y suaves mordidas en su cuello. Kouyou buscó sus labios, estaba ardiendo—. Se siente muy bien, como si estuviera en una especie de frenesí cuando te miro.

—Quiero torturarte —Enterró con brusquedad su cabeza en la almohada—. Y humillarte— Se abrió paso en las nalgas de su amante, sin contemplaciones—. Y hacerte llorar.

—Hazlo — chilló—. ¡Tortúrame tantas veces como quieras!

Con las palabras de Kouyou la sangre le comenzó a bullir. No se contuvo, los jadeos y chillidos no ayudaron a que se calmara; tampoco es que esos fueran sus planes. Estaba perfecto que el cuerpo que se retorcía agonizante bajo él, también se le aferrara como a una tabla de salvación.

 

—Quédate hoy. —Kouyou se dijo que descansaría un rato y se marcharía como siempre. Cuando abrió los ojos, era un nuevo día.

 

*** *** ***

No se repetiría. Kouyou decidió que prefería dejar de ver a Yutaka antes de volver a quedarse en su cama como si fueran una feliz pareja. Porque después de hacerlo de esa manera, de despertar junto a él, casi podía engañarse —a pesar de que no era posible— que eso era algo parecido al amor.

Yutaka siguió en sus monólogos y él con monosílabos. No se percató en el momento en que cruzó la línea que prometió no tocar.

—Hmm… ¿entonces fue un duro día de trabajo? —Yutaka dejó el cigarro y volteó a verle, sorprendido; Kouyou no se dio cuenta que esa fue la primera vez que mostró interés en el día a día de Yutaka, tampoco de esa sonrisita traviesa y feliz en su rostro.

—Pero ahora me siento mejor —respondió, echándose a su lado y abrazándole—. ¿A ti cómo te fue?

—Sigo cansado, quítate de encima.

—No quiero. —Kouyou bufó, pero no dijo más. Sonrió para sí.

*

“Un sueño. Tengo que despertar.”

Al encontrarse con Yutaka de camino a la estación de tren, Kouyou se volvió a comparar con una libélula, se dio cuenta que sus alas habían sido trituradas por las aspas del helicóptero Yutaka. Había caído, derruido.

—¡Hey, Kouyou! —No importaba la emoción que Yutaka le mostrara, porque estaba equivocado. Sonrió apenas y pasó de largo sin detenerse a corresponder el saludo.

—¿Un conocido? —Escuchó preguntar a la mujer que acompañaba a Yutaka. Apresuró más el paso.

Sí, era solo un conocido. No podía seguir jugando para siempre. Tenía que seguir el ejemplo de Yutaka y conseguir una mujer ni bonita ni fea para formar una familia; tener uno o dos hijos, comprar un perro y vivir cómodamente. Aun no era demasiado tarde, aun podía recuperar su camino, su vida. Regresar a la normalidad estaba bien; triste normalidad. Apretó los labios reteniendo secretos y mentiras líquidas, y corrió para alcanzar el último tren.

 

*

Al abrir la puerta su cuerpo se tensó. Fingió una sonrisa de desdén al preguntar:

—¿Te dije donde vivía?

—Ese tipo de cosas no son difícil de averiguar. Todo lo que se necesita es un buen investigador.

Vete. Pero Yutaka no parecía compartir sus planes. Sostuvo con fuerza la manija, conteniéndose apenas para no cerrarle la puerta en la cara.

—¿Qué es lo que quieres?

—¿Por qué me estas evitando? —Por su tono, Yutaka parecía afectado. Kouyou no quiso hacerse más falsas esperanzas.

—Por lo obvio —respondió con calma—. Pensé que era hora de terminar con esto, de hacer una familia también.

Yutaka frunció el entrecejo. Su rostro no demostraba la amabilidad y puerilidad de costumbre.

—¿Es a causa de la mujer del otro día? —Kouyou habría preferido que no la mencionara siquiera. No quería tragar más veneno, la caída había sido más que suficiente—. Solo es una compañera de trabajo.

—Yutaka —pronunció, e inspiró notando lo rígida que estaba su mandíbula—, ¿acaso me estás dando excusas? —Se burlo—. No te he pedido explicaciones.

—Ya veo —escupió—. Perdón por interrumpir.

El alma se le cayó a los pies cuando Yutaka le dio la espalda para alejarse. Casi se rio de sí mismo al soltar la manija de la puerta y se aferró a su espalda como un naufrago a un salvavidas.

—Está bien. No pasa nada —Tragó con dificultad, el nudo en su garganta era endiabladamente molesto—. Entra.

—¿Qué clase de juego es este? —Indagó Yutaka, mientras se dejaba guiar al interior del departamento—. Quiero entenderte, déjame entenderte.

Kouyou sonrió misterioso y lo arrastró a su habitación. Cayó de espalda al colchón con Yutaka encima.

“Después de esto, me arrepentiré de invitarte a mi cama esta noche.”

—¿Vas a atarme esta vez?

—¿Es eso un problema? —Yutaka le besó con dulzura, quiso refutar, pero lo único que salió de su boca fueron ahogados gemidos y el nombre de su amante en forma de suspiros.

 

Horas más tarde, Kouyou volvió a tener miedo.

—¿Tienes un cenicero?

—Sí —dijo, jalando una sábana y cubriéndose hasta los hombros antes de añadir—: en el estante de allá. En el que está la foto. —Antes de que Yutaka se levantara, Kouyou se enderezó y le besó en los labios para inmediatamente darle la espalda y dejarlo ir.

Esperó impaciente y temeroso por una reacción. Los segundos fueron eternos.

—Kou… ¿Kouyou? —Las lágrimas se aglomeraron en sus ojos—. ¿Eres el hermano menor de Mika?

Soltó una risita un tanto histérica y se enderezó en el colchón. Con el portarretrato en las manos, Yutaka le miraba con sorpresa, quizás regresando en sus recuerdos 12 años atrás. No parecía feliz…

 

Kou-chan, él es Tanabe-kun.” En ese entonces, Mika los presentó con una amplia sonrisa, esperando aceptación de parte de ambos. “Yo era su tutora el año pasado, ¿no te acuerdas?”  La pinta de malandro de Yutaka le había sentado como una patada en la boca del estómago. El pandillero de quinta le iba a robar a su hermana y él se iba a quedar solo con el borracho de su padre. Dio media vuelta y se regresó a su habitación, poco después escuchó los jadeos ahogados de su hermana y los gruñidos de Yutaka, incluso cuando se tapó los oídos, seguía escuchándolos.  El rostro amoratado de Yutaka quedó grabado a fuego en su cabeza junto con los gemidos de su hermana. Semanas después de soportar esa tortura, escuchó también una petición:

“Ya no soporto a mi familia, tampoco eres feliz. Mika, vayamos juntos a algún lugar lejano.” Y aunque sollozante, Mika se negó. Al despedirse, Yutaka no dio marcha atrás en sus planes. “Mañana por la noche vendré por ti. Ten todo listo”.

Kouyou los odió. Al día siguiente cuando Yutaka se presentó para recoger a Mika, Kouyou dijo la primer mentira que le llevaría al infierno.

“Mi hermana dice que no quiere verte.”

 

Kouyou bajó la cabeza, cual fuera la expresión de Yutaka, no quería verla.

—Mi hermana estaba completamente agotada. Nuestra madre había muerto, por lo que abandonó la universidad y se hizo cargo de los deberes de la casa. Nuestro padre era un borracho y yo, su hermano menor, me había convertido en un niño retraído y perturbado. Toda esa responsabilidad recayó sobre sus hombros —Suspiró cansado, muy cansado—. No había manera de que pudiera pensar en huir.

Se decidió a enfrentar el desprecio o el odio de Yutaka. El hombre fumaba, tenía una expresión de sorpresa pero nada más. Al ver esa tranquilidad, le pareció que era intolerable que solo Yutaka viviera feliz en la mentira, Kouyou sonrió con la desesperanza de un condenado y confesó:

>>En realidad, Mika ya había terminado de empacar. Pero yo la vi e hice que la culpa fuera más grande que sus deseos de ser libre. —“Hermana, ¿vas a irte? ¿Me estas abandonando?” —. “Lo siento, Kou-chan, lo siento.” Ella pronunció una y otra vez mientras lloraba. —Una verdad a medias. Yutaka no  parecía afectado.

—Así que al final, Mika no pudo abandonar a su familia. Bueno, eso era bastante obvio—Suspiró. El cigarro se había consumido completamente—. ¿Qué hay de ti? No fuimos unidos. ¿Por qué te acercaste a mí después de tanto tiempo? ¿Es Takashima un nombre falso? No recuerdo que fuera ese el que tenias antes.

—Eso… —El corazón de Kouyou estaba golpeando con fuerza—. Mi padre murió poco después. Tenía que terminar mi educación, así que fui acogido por unos familiares.

—¿Y Mika?

—Ella se casó. —Estrujó sus manos inconscientemente— Ahora vive en el extranjero. —Un poco le habría gustado que así fuera—. Deberías culparme. De no ser por mí, tal vez mi hermana se habría ido contigo. Tal vez habrías tenido una vida diferente y tendrías una familia.

Por primera vez durante el relato, Yutaka perdió la calma. Sus ojos chispearon de rabia al comprender, al hilar ideas. Para Kouyou fue delicioso y torturante ver como el amable Yutaka se transformaba frente a sus ojos en Kai: el chico que no tenía control en sus emociones, el que todo lo arreglaba con puños. El hombre que, sin saber, había hecho que hiciera cosas monstruosas en contra de su sangre. Al que odió y después… después nada.

—¿Así que crees que me debes algo? —Pudo sentir el desprecio en los gritos de Yutaka, estaba bien, era lo que merecía, pero eso no significaba que no doliera—. ¿De modo que si te golpeo y te hago pasar mal…? ¿Esta es tu manera de pagarme? —No se dio cuenta del momento en que Yutaka le había tomado por los hombros y le sacudía con violencia, tan solo era consciente de los ojos que le miraban acusadores. Quiso morir cuando el tono derrotado de Yutaka pronunció—: ¿Por qué me estás haciendo esto? —Abrió la boca pero no tenía nada por decir, sonrió secamente y al instante una tosca y fuerte mano se estrelló en su mejilla derecha—. ¡No me tomes por estúpido!

Segundos después la puerta de la entrada fue azotada con furia como indicador de que Yutaka se había marchado. Kouyou se recostó en posición fetal, desnudo y maltrecho, esperando por un consuelo que no iba a llegar.

Esto está bien. Todo ha terminado.” Se dijo, abrazando con fuerza sus piernas, buscando un poco de calor que no estaba ahí porque Yutaka no iba a regresar. Pudo sentir su propio horror creciendo dentro de su pecho como una piraña de hielo, arrancándole las entrañas con sus filosos colmillos, devorándole sin piedad, con crueldad y frío; mucho frío. “A partir de mañana, Yutaka definitivamente dejará de prestarme atención.” Apretó el estómago mientras se partía de risa en la cama.

Dolía, demonios que dolía.

—Al fin puedo ponerle fin. Tanto a mi miedo de guardar un secreto, y mis sueños… se han ido. —Se detuvo—. Se ha ido. —La risa histérica había cesado, ahora sus mejillas eran bañadas sin control por lágrimas calientes y amargas.

Sí, terminó arrepintiéndose por haber invitado a Yutaka a su departamento. Si lo hubiese dejado ir, al día siguiente, o al siguiente, aun lo encontraría en la estación de tren o en el bar y en silencio habrían ido caminando al piso de Yutaka, y en una calle oscura, aprovecharían para besarse, después reanudarían su camino sin cruzar palabra, pero en paz.

Ya no había nada de eso.

 

*

Una semana, dos, tres… un mes. Kouyou regresó a su cotidianidad. Cuando los primeros días no se encontró con Yutaka, empezó a tomar atajos para no pasar por los lugares que le recordaban lo que era imperioso olvidar. Después de ese tiempo, volvió a tomar el mismo camino, la misma rutina. De la casa al trabajo; del trabajo a la tienda de conveniencia, y era todo.

Entonces, cuando se estaba acostumbrando nuevamente a su insociable vida, se cruzó en su campo de visión; las manos en los bolsillos, apoyando su espalda en la pared fría de la estación, Yutaka parecía aburrido de esperar. Kouyou pensó en dar media vuelta y hacer de cuenta que eso había sido un mal sueño.

—¡Hey! —Pero Yutaka siempre se las arreglaba para arruinar sus planes, para irrumpir en su perfecta cotidianidad, para destruirle y después desaparecer, dejarle solo y sin receta de cómo sobrevivir. Kouyou no quería más eso. En su precario estado emocional, dejarse llevar por sus sentimientos no era una opción. Enamorarse para después padecer un corazón roto, volver a levantarse y continuar, todo eso era demasiado esfuerzo, y él estaba muy cansado—. ¡Kouyou! —Si había sido descubierto, no podía escapar. Bajó la cabeza y continuó su caminar lento. No se detuvo para responder el llamado.

A segundos de pasar por la ranura de la maquina la tarjeta pasmo para pagar por el transporte, una mano le atenazó el antebrazo y lo arrastró fuera de la estación. Algunas personas le miraron con desaprobación por el show montado. Suerte que él no era de gritos o pataletas o los de seguridad le habrían amonestado. En la contracalle de la estación; callejón pobremente iluminado, Yutaka le liberó. Sin reclamo ni saludo, Kouyou dio media vuelta.

—El tren se va —susurró para sí, como si no fuera consciente de la presencia y del mal humor de Yutaka.

—No me ignores —gruñó irritado—. Te he estado esperando. Llevo dos semanas y no aparecías.

Kouyou pensó que si Yutaka realmente tuviera interés le habría ido a ver. Después de todo había investigado con éxito su dirección, le había visitado.

—¿Qué quieres? —Sin alas, la polilla aun tenía la fuerza para arrastrarse al fuego y morir carbonizada. Sádico, cruel. No más.

—Hay algo que quiero saber —Por primera vez le encaró, Yutaka dudaba. Finalmente se atrevió a preguntar—: ¿Es Mika feliz?

La pregunta que deseó no escuchar. La carrera que quiso emprender, los pies que se clavaron al piso y le impidieron huir. El perdón que no iba a alcanzar porque su lengua se desenrolló nuevamente para mentir.

—Sí —pronunció con afán de convencer; tal vez no solo a Yutaka, también a sí mismo—. Tiene un marido amable que cuida de ella. Y también tiene hijos: dos niños que adora. Sí, tiene una vida feliz.

—Ya veo —asintió—. Está bien. Yo era un niño tonto, tal vez lo sigo siendo, pero cuando pienso en aquel entonces, creo que estaba intentando hacer una locura. Yo no le habría dado una buena vida como la que tiene —sonrió con peculiar diversión—. Bueno, pero esos días han quedado atrás. —Kouyou avanzó para salir de ahí. Una mano se posó con suavidad sobre su hombro, sus ojos ardieron con remordimiento al igual que su conciencia—. Kouyou.

—Tú me odias en serio. —Yutaka negó y le abrazó por la espalda, su barbilla descansó en la curvatura del hombro como si estuviera acostumbrado a hacerlo—. Déjame ir —suplicó—, por favor, déjame ir.

—Kouyou —Sabía lo que tenía que hacer. Deshacerse del abrazo y salir de ahí, por el bien de Yutaka, pero sobre todo, por su propio bien—. ¿Solo te acercaste a mí para redimirte? ¿Lo estas terminando porque me has contado todo? Lo entiendo, pero yo no quiero dejarte ir.

—Yutaka, no…

—No más juegos y mentiras —No lo escuches. No caigas. Aléjate. Kouyou alzó una mano con la intención de deshacerse del agarré, pero solo la mantuvo sobre las de Yutaka—. Algún día iremos a ver a Mika, podría ser un poco incomodo al principio —rió—. Probablemente no verá con buenos ojos nuestra relación, pero estoy seguro que al verte feliz, terminará aceptándolo.

El dulce beso que correspondió, las palabras amables a las que quería sucumbir le hicieron remembrar lo que en realidad sucedió aquel lejano día. Cuando Mika empacaba y él le reprochaba su abandono.

“Lo siento, Kou-chan, lo siento.” Una y otra vez ella lo dijo, llorando con remordimiento para con su hermano mejor, pero sin atisbo de querer dar marcha atrás. Ella se había decidido a marcharse, ser libre. “Estoy harta y cansada de esto. Tengo que alejarme de ustedes. No lo soporto más.”

Mika no dejó de llorar, tampoco de empacar.

¿Es por ese tipo? ¿Lo quieres?”

Mika le miró con los ojos enrojecidos. No, no era por Yutaka. Con o sin él, habría huido. Tal vez solo había ofrecido su cuerpo a Yutaka porque sabía que en algún momento este le pediría que se fueran lejos, le facilitaba las cosas. No se sentiría tan culpable con su hermano y su conciencia si afirmaba que huía por amor.

“No te dejaré ir.”

Nunca pudo averiguar que le condujo a hacer lo que hizo. Si fue la ira o los celos. ¿Odio? ¿Odio dirigido a quien? Podía justificarse diciendo que solo era un adolescente, pero a sus 17 años sabía perfectamente la diferencia entre sexo consentido y una violación. ¿Le provocó? Enfermo, Mika era su hermana.

¿Kou-chan? ¿Qué estás haciendo? ¡Basta, Kou-chan! ¡Kouyou! Para… por favor”

 Kouyou fue una bestia que no vio más que un cuerpo con el cual desquitarse. ¿Pero desquitarse de quien? Nunca pudo entenderlo. También, ¿por qué no pudo escuchar ruegos ni llanto hasta después, solo después de ultrajar a su propia sangre? Noches eternas sin atreverse a dormir porque de hacerlo se enfrentaría a las suplicas y maldiciones de su hermana. Revivir el pecado, su infierno personal.

Al menos no tuvo que vivir junto a su víctima. El día después de mancillarla, Mika desapareció. Supo que no se reencontró con Yutaka porque meses después lo vio, pese al odio por su padrastro, Yutaka regresó para saludar a su madre, solo. Kouyou quiso acercarse y explicarle, pero prefirió guardar su pecado, porque era demasiado repulsivo para ser perdonado. Poco después en una borrachera, su padre hirió a alguien y fue apresado. Fue recogido por una familiar de su madre, su apellido cambió, su culpa no.

12 años habían pasado. No sabía si su padre había salido de la cárcel o si lo habían matado dentro de… Tampoco sabía nada de Mika, si estaba viva o muerta; tal vez si vivía, ella probablemente era infeliz.

 

—¿Kouyou? —Si Yutaka sabía no solo le iba a odiar, iba a tener asco también, y no le podía culpar. Él mismo se sentía asqueado—. Me aceptas, ¿verdad?

¿Por qué Yutaka le sonreía con tanta amabilidad? Esos hoyuelos y esos ojos brillantes que le miraban con dulzura hacían que fuera endiabladamente difícil decirle que no.

Su estómago se hizo un nudo. La realidad es que quería arriesgarse. Pero de estar al lado de Yutaka, ¿cuánto tiempo podría aguantar sin volverse loco? Tal vez nada, pero…

—Sí —dijo. Y de alguna manera sintió como si estuviera a punto de llorar y al mismo tiempo le ayudó para que el peso de sus secretos y mentiras fuera más ligero. No podía dejar ir a Yutaka, aunque eso significara que el verdadero tormento recién empezaba.

Intentó sonreír a pesar de que creyó que no era posible, afortunadamente la mueca fue cubierta por los labios ansiosos de Yutaka.

—¿Vas a arrepentirte después? —No era una pregunta, más bien sonaba a una predicción. Yutaka sonrió y tomó su mano para dirigirse a la comodidad de un departamento. El que estuviera más cerca.

—No —dijo dogmático—. Yo no me arrepentiré nunca, porque esto es lo que quiero.

Kouyou asintió, sabiendo que su expiación era padecer en silencio el miedo a que Yutaka un día supiera la verdad y le dejara cuando fuera tan apegado que no existiera manera de sobrevivir.

“No importa.” Se dijo. Eso no iba a pasar; en todo caso ya era un experto en artificios, y si llegaba el momento, silenciaría la verdad con otra mentira. A partir de ese momento, esa era la forma en que iba a vivir. Estaba bien con eso.

—Entonces, cúmplelo.

Es verdad. Soy un hombre solitario y mentiroso, pero no importa qué, no soltaré tu mano.”

—Por supuesto. —Sonrió al responder.

A diferencia de Kouyou, Yutaka no era un hombre de mentiras.

 

Notas finales:

Para que no anden buscando, les dejo el enlace al desafío donde encontraran unos shot asdfghjkl es que deben leer para que me entiendan. Son preciosos ** DIK 2014

Por otro lado. Me he dado cuenta que, por esto o aquello, bastantes pocas autoras han estado actualizando. Creo que esto del DIK apenas y nos viene perfecto para que el fandom no muera, esperamos su apoyo (_ _)
De antemano, gracias <3


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