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Cosas que pasan. por Lizali12

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Notas del capitulo:

Salí de la sensual semana de exámenes librando mi peor materia :'D y preparándome para otra materia.

En fin no los aburrire con mi triste historia. Lean...

 

Gumball

—   Bien, la próxima clase deberán traer un periódico. Haremos una ficha hemerográfica sobre un problema social. Necesito que investiguen APA porque nos basaremos en ella, también deberán traer una síntesis de la película que vimos hoy

La profesora de Sociología se fue tan pronto terminó de decir eso, la verdad es que su materia sonaba pesada. Al final del primer cuatrimestre íbamos a hacer una tesina y necesitábamos escoger a un compañero a lo largo de las siguientes clases. Ella dijo que esto quizá no era una buena idea pues no nos conocíamos todos pero que era necesaria para que nosotros fuéramos teniéndonos confianza.

Me había confundido, creí que la primera hora era Simón, pero en realidad era esta profesora cuyo nombre no recuerdo… jeje, cosas que pasan.

 ¿Qué me habría hecho olvidarlo?

 

—   Fue una buena película. Ya decía yo que estas cosas pasan. La guerra nunca trae nada bueno —. Marshall dijo, había inclinado su silla hacia atrás y se mantenía sostenido por las patas traseras de esta, la patas frontales se elevaban. Un mal movimiento y Marshall volaría por los cielos y acabaría en el suelo.

 

—   Te caerás, no hagas eso.

 

—   No me caeré.

 

—   Lo harás.

 

—   ¿Qué opinas de la película que vimos?

 

Acaso… ¿Me estaba cambiando de tema?

—   No nos mostro nada que no imaginásemos ya —. Conteste.

La película que habíamos visto se llamaba ‘Las tortugas vuelan’. Era una película triste, mostraba la realidad que vivían los niños que se veían envueltos en medio de una guerra.

Las tortugas (como decidí llamar a los niños que eran los personajes principales sólo porque la palabra ‘niños’ me inundaba de tristeza) vivían en un país en guerra y se ganaban la vida desenterrando bombas implantadas en el suelo. Las desenterraban y las vendían al mejor postor.  Está de más decir que cuando no desenterraban bien las bombas los niños explotaban o volaban por los cielos y de ellos sólo quedaban restos esparcidos.

Los que tenían suerte morían en el acto y no volvían a vivir esa vida tan precaria donde los que les sobraba eran tristezas y les faltaba alegría. Los que no, ya no volvían a caminar y, o bien vivían y caminaban medio mal o  se quedaban para siempre postrados en cama.

—   Es triste —. Comento Marshall. — Esos niños no llegaban ni a los 15 años.

La voz de Marshall sonaba apagada y sus ojos no tenían ese brillito sarcástico.

—   Lo sé, nosotros pudimos ser esos niños. Pero de nada sirve ponernos a lamentar estas cosas. Si queremos que el mundo cambie y los niños no pasen por esas cosas tenemos que ser mejores personas, mejores ciudadanos.

 

—    Gumball, es receso. Hay que salir a comer.

 

—   No tengo hambre.

 

—   Yo tampoco.

 

—   ¿Entonces por qué dijiste que hay que salir a comer?

 

—   Te ves triste, dicen que la comida arregla todo.

 

—   Pues no arregla mi tristeza.

 

—   Pero mantendrá tu mente distraída.

 

—   Estoy bien, no te preocupes. Como ya dije, esa película no me afecto.

 

Marshall dejo de balancearse en su silla para pasar a pararse y tomar mi mano. Éramos los únicos en el salón, los demás habían salido a comprar su desayuno.

Llevo mi mano (ahora envuelta con las suyas) a su pecho y las mantuvo ahí.

—   Está bien llorar ¿Sabes? Yo no lloraré pues porque ya había visto esa película. Pero te digo que llore con la de ‘El niño del pijama de rayas’. Así que siéntete libre de llorar.

 

—   Yo no tengo ganas de… —. Las palabras se quedaron atoradas en mi garganta, las lágrimas empezaron a bajar traidoras por mi rostro.

 

En cuestión de segundos luchaba para que mis quejidos no se escucharan en el aula y por no parecer tan vergonzoso enfrente de Marshall.

—   No es justo, ellos sólo son niños —. Dije entre llantos.

 

—   La guerra no ve edad —. Fue la contestación de Marshall.

 

—   Es muy triste, ese niño… él no. Él pudo —. Balbuceé, estaba hablando de un pequeño que era el líder, se notaba que tenía astucia, él pudo haber sobrevivido y tener una vida mejor.

 

Pero no fue así.

Marshall ahora me abrazaba  por completo, yo tenía la cara hundida en su pecho y mis manos arrugaban su sport. Todo yo temblaba.

Él se mantenía acariciando mi cabello, como si con eso pudiera librarme de la tristeza que sentía en esos momentos.

Era reconfortante, sí.

Marshall

Después de -lo que, a mi parecer fue- un largo tiempo Gumball se había tranquilizado por fin, bajo sus ojos sólo quedaba un ligero matiz de rojo que delataba su llanto.

—   Perdón por lo de tu ropa —. Fue lo primero que menciono después de dejar de llorar.

Lo cierto es que mi sport había quedado húmeda de tantas lágrimas

 

—   Nah, está bien. No te preocupes.

Nos encontrábamos en el baño. Gumball había querido ir a lavarse la cara y yo a revisar qué tan mojada estaba mi ropa.

—   Ya terminé.

 

—   Si bueno. Gumball no voltees.

 

 

—   ¿Por qué…? ¡Ah!

 

—   Te dije que no voltearas —. Me había quitado las dos ropas que llevaba. La primera para doblarla y la segunda para ver si podía usarla lo que quedaba de clases. Gumball había volteado aun cuando yo le mencione que no lo hiciera.

 

—   ¡Yo cómo iba a saber que te estabas desnudando!

 

—   No me estoy desnudando.

 

—   Mis ojos vírgenes han sido violados —. Susurraba él.

 

Puta, qué idea.

—   Ya puedes ver —. Dije.

 

—   Deberías avisar cuando (¡!) ¡Marshall eres un idiota! ¡No te has puesto la ropa! ¡Estúpido nudista! Suficiente, me voy. No sé qué hago aquí esperándote.

 

Gumball salió echando pestes sobre que yo era un nudista y que él no iba por ahí quitándose la ropa, que esta se las pagaba y que yo debería aprender sobre moral. Escuche cómo azotó la puerta, pero no insulto. Era ciertamente atrayente ver cómo se enojaba y se ponía rojo hasta las orejas. No ese ligero rubor que se le veía cuando se sonrojaba o se apenaba.

Aunque ambos me gustaban, y eso que el rojo del enojo (hey, me salió rima) apenas lo acababa de conocer.

Me puse la camiseta que llevaba debajo de la sport blanca rápidamente y salí detrás de Gumball sólo para encontrarme con que estaba apoyado en la pared con los brazos cruzados sobre el pecho.

—   Creí que te habías ido.

 

—   Si bueno, lo pensé. Es decir ¿Por qué debería esperar a la persona que me jugo una broma sin pensárselo bien? —. Woh, sorprendentemente me sentía culpable — Pero quiero desayunar así que me dije ‘deja de lado el orgullo’ porque sé que tú también tienes hambre.

 

—   Hombre, gracias.

 

—   Pero te espere porque tenía el sentimiento de culpabilidad sobre tu camisa húmeda por mi culpa. Así que aquí estoy.

 

Justo en mi ego.

—   En pocas palabras me esperaste por ti no por mí ¿No?

 

—   Exacto.

 

—   Bueno, no importa. Compremos y vamos a la azotea. Dicen que es a prueba de suicida.

 

—   ¿A prueba de suicidas?

Gumball

—   Ya veo el porqué a prueba de suicidas.

 

—   Sorprendente ¿No lo crees?

 

—   Sí, sorprendente.

 

La azotea. O más bien la enrejada a prueba de suicidas y escapistas era… pues eso. A prueba de suicidas y escapistas.

Lo que tenía ante mis ojos era un cercado de reja de titanio a prueba de huracanes con pequeñas púas sobresalientes de la parte alta que decía ‘peligro, si valora su vida retroceda’ a lado de un cartelito con el dibujo de lo que parecía ser el letrero de una cráneo con dos huesos cruzados detrás suyo.

 ¿Acaso creían que tenían reos?

—   Cuando dijeron que esto era una antigua cárcel creo que hablaban en serio — Marshall dio un silbido después de esas palabras.

 

—   No creo que fuera una cárcel. Es una cárcel —. Hablé y Marshall volteó a verme con una de sus cejas alzadas como diciéndome ‘¿Estás loco acaso?’ y para librarme de lo que sea que él estuviera pensando de mí, proseguí a hablar — ¿No has escuchado que todas las escuelas son cárceles?

 

—   Sí, así como he escuchado que todas las escuelas han sido cementerios. Gumball desde que aprendí a no confiar en todo lo que me dicen deje de creer que todas las escuelas fueron cementerios. Pero obviamente tú no por lo que veo.

 

—   No seas estúpido, hablo subjetivamente.

 

—   Explícate.

 

—   Pues las escuelas pudieron o no ser cementerios o cárceles. Pero para los alumnos el sentimiento no cambia porque para ellos la escuela siempre es una cárcel que vivirán durante la cuarta parte de su vida y para los que deciden matarse en ellas también es su cementerio ¿Me entiendes?

 

—   Woah, ya veo porque te saltaste a universidad.

Marshall me dio un golpe en el hombro con el que pretendía dar por zanjado el asunto y después pasó a caminar hasta el cercado con las manos detrás de la cabeza.

—   Qué pena que desconfíen tanto de nosotros los alumnos —. Fue lo que dijo una vez llego a la malla a prueba de huracanes, suicidas y escapistas.

 

—   ¿Por qué? — Fue mi pregunta.

 

—   Porque la vista es agradable desde aquí. Ven, acércate.

 

A paso tímido y torpe me acerque a la malla.

En serio, qué pena.

Desde la azotea se podía observar todo el campus escolar, el árbol de roble (estoy seguro era roble, nadie me puede engañar) era lo que más destacaba, su copa brillaba en lo alto con sus hojas de un color verde fuerte y brilloso detrás de este se podía apreciar la azotea de los de el área matemático-lógico de la escuela, la izquierda el área auditiva, o como lo llamo yo, las ingenierías de música y a lado de esta en forma vertical nuestra área (Visual), eran las tres áreas de estudio que manejaba nuestra universidad junto con sus ramas. Más allá se podía ver el verdor de los árboles combinado con el tono grisáceo que representaban los techos de las casas de los alrededores y pequeños puntos de color que me imagine eran casas con jardines. q

—   Qué penas que esté el enrejado ¿No crees?

 

—   Sí, qué lástima.

Yo estaba tan cerca de la malla que podía posar mis manos en esta, las nubes estaban tan esponjosas y con tanto volumen que creí que podía tocarlas. Alcé mi mano.

Fue un acto torpe si lo pienso bien, obviamente no iba a tocarlas, pero la curiosidad estaba ahí y el raciocinio al parecer no.

—   Se siente como si las pudieras tocar ¿No? —. La voz de Marshall me saco de mi ensoñación, baje la mano rápidamente y la volví a posar donde antes estaba.

 

—   Sí, pareciera que puedo tocarlas.

 

—   Todo mundo siente que puede tocarlas, es cruel cuando se dan cuenta de que no.

 

—   ¿Estamos- estamos teniendo un momento empalagosamente romántico? — Pregunté, Marshall dio una risita y se coloco detrás de mí, su respiración me tocaba todo la parte trasera del cuello.

 

—   Sí al parecer. Pero es normal.

 

—   ¿A qué te refieres con eso?

 

—   Bueno, con mis novias pasadas siempre hubo una semana en la que éramos todo amor, besos, promesas y cursilerías. ¡Auch! No me pegues… oh, cierto. Perdón, no debí hablar de mis ex’s, ¡Ay! Duele, lo siento, lo siento.

 

—   No me molesta que hables de tus novias, es más bien molesta que sea plural. ¡Yo sólo he tenido una! Y lo que hacíamos era platicar y salir a pasear. Cero contacto físico. Era muy linda persona y le hacía, digo hace porque todavía vive, honor a su nombre se llamaba ‘Linda’ era de cabello castaño, ojos negros y tez clara, no como yo. Yo soy algo rosado y blanco ¡Aarg! Tengo un complejo conmigo mismo. Bueno volviendo a Linda, ella era muy bonita ¿Sabes? Era bajita y pequeña daba cierta ternura a la vista, tenía la voz fina y bajita jamás me molesto hablar y estar con ella pero lamentablemente yo me cambie a aquí y tuvimos que romper porque las relaciones de lejos no funcionan pero estoy seguro que si yo siguiera viviendo allá ella seguiría siendo mi novia porque en realidad me gustaba mucho.

 

Después de terminar mi monologo di un largo y profundo respiro, no recordaba haber hablado mucho y tan rápido a lo largo de mis dieciséis años de vida, excepto cuando era pequeño y me culpaban de algo que no había hecho y yo, obviamente, me defendía. Mi madre, padre y Bubblegum sabían que cuando yo hacía eso es porque era inocente así que no me decían nada.

Y después de eso me di cuenta de lo que había hecho.

Me volteé hacia Marshall tan rápido como la conciencia me hablo, él estaba ahí, me veía y su cara no mostraba expresión alguna.

Era como ver un vacío.

—   Así que Linda, eh.

 

—   Yo, eh. Lo siento, hable de más.

 

—   No está bien, aprendí sobre tus gustos. ¿Así que pequeñas y de voz bajita?

 

—   Linda no-

 

—   ‘Linda era una linda persona y le hacía, hace, perdón, honor a su nombre’—. Recitó Marshall, era lo que yo había dicho. Sólo que él lo dijo de forma resumida.

 

—   Lo siento yo- —Yo no sabía qué decir o hacer. Marshall no mostraba enojo alguno y ése era el problema. No mostraba nada. Su cara no hacía expresión alguna.

 

—   Te dije que está bien.

 

—   Obviamente no-

 

—   Linda debió de ser una buena novia como para que tú aún pienses en ella.

 

—   Podrías no- —. Trate de hablar pero Marshall me corto las palabras con un movimiento de su mano y él prosiguió a hablar.

 

—   ¿Sabes? Casi pude jurar que ni novia habías tenido, pero obviamente me equivoqué porque estuvo ‘Linda’ —. La voz de Marshall tenía cierto aire de enojo, o quizá era amargura. Lo que fuera obviamente era un sentimiento malo. Había dicho Linda con despojo, como si pronunciar ese nombre le quemara.

 

Él estaba enojado y la culpa era mía.

—   Te dije que lo siento, yo hable de más…

 

—   Y yo te dije que no me molestaba.

 

—   Obviamente te molesta, Linda no debe-

No pude explicar nada. El timbre sonó anunciando el fin del receso. Era hora de volver al aula y Marshall se veía muy emocionado por hacerlo. Lo cual era extremadamente malo porque Marshall no era así. Entusiasta por volver a clases.

Él se adelanto dejándome a mí atrás, tratando de darle alcance. No me espero ni cuando le dije que parara.

Sólo me ignoro.

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Para quienes me tienen como amiga en FB de seguro ya saben pero... ¡Tengo Cazadores de Sombras! y quiero leer un fic Malec D< así que si alguien gusta pasarme uno...


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