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Cosas que pasan. por Lizali12

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Notas del capitulo:

Tiempo sin pasarme por aquí, perdonen chicos. Esta vez sí tarde más de lo usual.

Como sabran algunos me entro el bloqueo a las tres mil y algo de palabras y decidií recortar... pues bueno, páreciera que al mundo le gusta llevarme la contraria porque terminé escribiendo dentro de las 4,000 palabras :v 

En fin, sin más les dejo. 

Ps: Posiblemente el sig cap sea corto (No sé, este iba a ser corto y mires) porque lo que quería tratar en el otro este ya lo abarca.

Gumball.

A veces cuando veo a Marshall pienso que hay mucho que no sé de él, también pienso que me gustaría saber. Pero no es como si él simplemente me empezará a contar sobre sí mismo porque yo se lo pidiera.

—   ¿Qué piensas? —Me pregunto mi hermana. Había ido a recogerla a su trabajo ese día debido a que no lo hice durante un tiempo, para ser precisos la vez que Marshall me acompaño por ella. — ¡Ah, ya sé! Estás triste porque como pasaste por mí no pudiste regresar con Marshall. Es eso ¿No? Perdona cielo, pero esta vez quería regresar contigo porque necesito que me ayudes a cargar algunas cosas.

 

—   N-n-no es eso. — Moví negativamente las manos y la cabeza. Estoy seguro que si no hubiera tartamudeado mi defensa sería más creíble.

 

En respuesta mi hermana me sonrío. Era obvio que no me creía y yo no podía culparla porque la verdad sí estaba triste de no poder regresar con Marshall. Había un tema que quería tratar con él y no podía ser por celular.

—   Como digas. — Fue su escueta respuesta. Ella siguió metiendo mercancía en el carrito que yo empujaba.

Tenía la vista perdida en el suelo y los pensamientos revueltos que no noté cuando ella inclino por debajo de mi vista. Mi hermana es más baja que yo, la diferencia es de aproximadamente cinco o siete centímetros. No es mucho… creo… pero si notable.

—   Mira -comenzó- si te pones un poco más cooperador con estas cosas y llegamos a una hora razonable a casa te dejaré ir a la casa de él.

Vi claramente mi reflejo en las pupilas de mi hermana; mi rostro, el cual se encontraba decaído hacia solo unos segundos, pasó de estar triste y perdido a alegre y hasta (posiblemente) contento.

 

—   ¡¿En serio?! — Pregunté aún con cierta duda y un ligero tono de alegría. Deus, estoy feliz.

 

—   Sí, pero ayúdame a surtir la lista. Mañana quiero hacer pastel de fresas y no tengo ingredientes.

 

—   Yo me encargo.

Le quite la lista de las manos y salí corriendo. En cuestión de momentos yo iba y venía del carrito depositando y verificando que estuviera todo lo anotado en la lista de compras, aunque soy sorprendentemente torpe; no tropecé en ningún momento. Crema pastelera, fresas, platillos, servilletas fueron  lo último que deposité y en menos de lo que supuse yo habrían sido unos veinte minutos, la lista estaba hecha y enfilábamos para las cajas automáticas.

—   ¡Cielos! — Exclamó mi hermana cuando estábamos a unas dos personas para poder pagar. — Si Marshall fuera una chica en serio estaría preocupada. ¡Mira que correr para terminar rápido las compras! Y sorprendentemente no tropezaste con tus pies.

 

—   Hermana. No soy tan torpe como supones.

***

Al llegar a casa ayude a mi hermana a bajar la mercancía del taxi y a meterla a la casa, también le ayude a acomodarla y poner todo listo para que a la mañana siguiente ella simplemente se levantara a preparar el pastel.

Una vez hube terminado subí a mi cuarto, me di un buen  baño, rápido pero a conciencia.

—   ¡Ya me voy! — Anuncie cuando estaba a unos pasos de salir de la casa mi hermana se  apareció por el marco de la puerta que daba a la cocina y me hablo.

 

—   No tardes. — Estaba de brazos cruzados. Hablaba en serio.

 

—   No lo haré, no te preocupes.

 

—   En todo caso, esto es una suposición y no una aseveración por lo tanto no quiere decir que puedes hacerlo… pero si llegara a pasar-

 

—   Habla rápido hermana, mientras más tardes en hablar más tarde me iré y no tardaré en casa de Marshall.

 

—   Bueno, lo que iba a decir es que si por azares del destino se te hace muy tarde y Marshall deja que te quedes adormir en su casa entonces hazlo. No quiero que vengas caminando por la calle solo a tan altas horas de la noche.

 

—   No pasará, lo sabes.

 

—   De igual manera, si eso pasa, avísame.

 

Dicho esas palabras mi hermana volvió a la cocina.

 

—   Apenas son las seis de la tarde…— Susurre para mis adentros. Mi hermana exageraba, ni que estar en casa de Marshall me fuera a llevar cuatro horas.

Marshall

—   No seas mierda. Te estoy diciendo que confíes en mí. Ajá, bueno ¡Como quieras! Buenas noches.

Flame, puñetero y miertero Flame, ese hombre me saca de mis casillas y viceversa. Supongo que por eso no llevamos bien. Habíamos tenido una breve charla sobre cuándo debería de ir a la Nocheosfera. Yo le había dicho que dentro de una semana y él no me quería creer, salió con eso de “No me mientas” “Eso espero”. Terminé enfadándome y le colgué.

—   ¡TODOS SON UNA MIERDA!

Pataleé en mi cama y me puse boca abajo.

—   Carajo, nadie me tiene confianza. — Empecé a desvestirme para poder dormir mejor, estaba frustrado y enojado. El día de hoy no había vuelto el camino a casa con Gumball porque él debía ir a ver a su hermana al trabajo y eso me traía de mal humor.

Yo sé que él no podrá estar conmigo siempre que quiera y que el estar acaparando todo de su tiempo no es sano. Gumball todavía es joven habrá cosas que querrá hacer solo y habrá veces en las que no podrá ni verme; pero simplemente soy egoísta.

Cuando estaba a punto de quitarme los pantalones mi hermana entro a mi cuarto diciendo unas cosas que no logre escuchar porque me sobresalte ante su entrada grosera. ¿Qué no sabe tocar?

—   Óyeme que tienes que tocar. No seas grosera.

 

—   Pffff ¿Acaso te da vergüenza que te encuentre haciendo algo indebido? 

 

—   No seas tonta. Tú eres la que se pasa diciéndome “Toca antes de entrar, no seas mal educado” “Yo no te enseñé eso” pero siempre eres tú la que no respeta.

 

—   Da igual, sólo vengo a decirte que tu novio vino a verte. Está en la puerta de la entrada.

Me sobresalte al oír eso; no tanto por el hecho de que mi hermana se hubiera referido a él como “novio” sino más bien porque Gumball estaba allá afuera con este frío de los mil y un demonios.

—   ¡¿Qué?! ¡Bueno y tú qué tienes en la cabeza! ¡Hay un frío del carajo y lo dejaste afuera!

 

—   Él no quiso pasar hasta que no le asegurara que no te interrumpiría.

 

—   Y una mierda. ¡Lo obligabas y ya!

Mi hermana se hizo un lado para dejarme pasar cuando vio cuan enojado estaba.  ¡¿Cómo se le ocurre dejarlo en el frío?!

 

Baje las escaleras… como diría Flame “como alma que lleva el diablo” que terminé abriendo la puerta de forma brusca y apresurada, al hacer esto logre notar por un breve momento el sobresalto de Gumball quien se volteó inmediatamente.

Me vio tan rápidamente y con esa misma rapidez llevo sus manos a su rostro.

—   ¡¿Y a ti qué se te cruza por la mente?! — No entendí muy bien a qué se refería con esto hasta que sentí una corriente de viento erizarme.

Mierda.

Había bajado corriendo y con la prisa no me percaté de que no llevaba puesta la camisa y sólo iba con los pantalones. Para mi miertera suerte Gumball me logro ver y entro en fase ‘novio timido’, aunque pienso que fue más el shock de verme sin camisa que la mera sorpresa de verme, tenía las mejillas y la nariz rojas por el frío pero muy diferente a ello sus labios se estaban tornando azules… y no llevaba más que una camisa manga larga que no le cubría lo suficiente. Abrió la boca para decirme algo que no logré saber porque le tomé de la muñeca izquierda y de un jalón hice que se adentrara a mi casa.

—   Tú estás loco ¿Sabías? — Él es más bajo que yo, por eso cuando le abrazo siempre termino con la barbilla sobre su cabeza.

 

—   ¡¿Ah?! ¡¿Por qué yo?! Si tú has sido el que sale a la calle sin camisa habiendo un frío descomunal.

 

—   ¡Pero tú has sido el subnormal que se negó a entrar por no querer interrumpirme!

Vi la tez de Gumball pasar de bermellón a carmesí en cuestión de segundos y balbucear palabras incoherentes, quito la mano derecha de su rostro para hablarme frente a frente.

He notado que él al hablar no le gusta no mirar a la persona. Es raro pero es una forma -imagino yo- para darle confianza a su receptor.

—   ¡Tú! T-t-toda-todavía que me esfuerzo al venir a tu casa y me sales con eso. — Cuando lo jale hacia el interior de mi casa ambos quedamos apoyados contra la pared. Él entre mis brazos y yo con la espalda rozando la pared, por eso en el momento en el que empezó a tratar de liberarse de mí yo me golpeaba contra la pared.

 

—   Perdón, no me di cuenta de tu esfuerzo. — Era joda y él lo sabía.

 

—   Suficiente, me voy. Total no es tan importante por lo que venía. — Gumball comenzó a empujarme con sus brazos en un intento por alejarme completamente de él, pero terminó desistiendo cuando lo tomé por las muñecas. — Que me voy, déjame.

 

—   Primero dime a qué viniste.

 

—   A nada, no es nada importante. ¡Ay, no me toques ahí! — Así que es sensible en la cintura. Interesante.

 

—   Entonces dime.

 

—   No, no quiero. — Gumball se retorció entre mis brazos hasta que terminó quedando de espaldas a mí, lo cual no le beneficio en nada porque en lugar de aumentar sus posibilidades de escape sólo las disminuyo.

 

—   Estás frío.

 

Se crispo al sentir mis labios cerca de su oído, ocasionando que su espalda se arqueara y dejara de intentar liberarse.

—   T-tú no eres quién para decírmelo.

 

—   Yo acabo de salir de mi cama, así que yo estoy muy calientito.

 

—   Mis codos están rosando tu abdomen te sientes helado.

No llevábamos mucho siendo pareja, pero en el corto tiempo que llevamos he logrado notar ciertas cosas de él; Gumball tartamudea cuando siente pena o miente, también cuando está avergonzado. Por eso noté que ya estaba mejor cuando dejo de tartamudear.

—   Sólo me siento, mira. — Lo abrace por detrás, pegándome todo lo posible a su espalda; lo suficiente como para molestarle. Su reacción no tardó en aparecer.

 

—   ¡¿Pero qué haces?! ¡Estás muy cerca! ¡Pervertido!

 

 

—   ¡¿Ah?! ¿No me digas que esto te incomoda?

 

—   ¡Por supuesto que lo hace!

 

—   No puedo creerlo.

 

—   Pues hazlo.

 

—   ¿Eres el mismo Gumball que apenas ayer me estaba pidiendo sexo?

El ángulo en el que me hallaba hacía que notara perfectamente sus reacciones, sino su rostro al menos sus tics, se puso sumamente caliente debido al rojo de la vergüenza que inundaba todo su ser en ese momento.

 

—   ¡Y-yo n-no hice tal cosa!

 

—   ¿Y ahora lo olvidas?

 

—   ¡No lo olvido porque no hice tal cosa!

 

—   Hmmm, ya veo. Así que no lo hiciste.

 

—   N-no, no lo hice.

 

Me llego un ligero olor de flores, quizá jazmines. Olfateé un poco en el aire, no era yo porque mi perfume no era ni remotamente cercano a flores; no tarde en darme cuenta de que era Gumball.

 

—   Hueles bien. — Susurre cuando mi nariz estaba paseándose libremente por su cuello.

 

—   N-no  hagas eso… siento raro.

 

—   ¿Raro? ¿Raro cómo? ¿Raro de extraño, o raro de bien?

 

—   No lo sé… simplemente es raro. — Juro que no me di cuenta cuando pase de oler a morder, de retener a abrazar y de tener mis manos quietas a estar tocándole. — Estas… estas manos-

 

—   No es manoseo, te toco.

 

—   Es casi… lo mismo.

 

Su respiración se tornó un tanto sofocada, no como si se ahogara sino más bien pausado, como una ola que percibes a lo lejos y ves venir pero sabes que tardara debido a lo lento que va.

Mis manos fueron bajando tranquilamente de su abdomen hasta que las yemas de mis dedos rozaron la cinturilla de su pantalón; ¿Lo desabrocho o no? Mierda.

Ante mi debate mental fue él quien me dio la respuesta, Gumball poso sus manos en las mías y las fue alejando del botón de su pantalón. Maldito botón de la perdición.

—   No, aquí no. — Fue lo que me dijo antes de percibirle alzar ambos brazos y rodearme el cuello. — Roces no, besos, sólo besos.

Y perdí.

No sé si lo planea antes de actuar o si le sale espontáneo pero en cuestión de segundos estoy en un hueco negro que me engulle y lo único en lo que pienso es en él.

Gumball.

Últimamente no tengo control sobre mí, no estoy pensando antes de actuar. ¡Por el cielo que estoy en el vestíbulo! Y sin embargo… y sin embargo esto no me molesta.

Cuando sentí sus labios en los míos se sintió realmente bien, porque los besos de Marshall se sienten realmente bien, son dulces, pero no de esos dulces empalagosos; Marshall me besa dulce pero agresivo, es delicado conmigo pero no me hace sentir como una flor de cristal. Es muy contradictorio pero me gusta mucho.

Me removí entre sus brazos, él soltó un poco el agarre y yo aproveche eso para ponerme de puntas y profundizar.

Todo se sentía genial hasta que escuche un sonido irregular, algo amorfo en mi mundo. Reaccioné cuando Marshall dejo de besarme; tenía la mirada puesta hacia el interior de su casa, yo seguí la línea invisible de lo que él pudiera estar viendo y bueno…

¿Por qué la hermana de Marshall nos ha tomado una foto con su celular?

—   ¡¿Qué mierda te pasa a ti?! — Fue lo primero que escuche decir a Marshall… ah, mi novio es todo un caballero. Nótese el sarcasmo.

Pese a la furia que mostraba Marshall y el enojo que denotaba su voz, su hermana estaba tranquilamente feliz.

—   Nada, nada. Solamente que mis amigos no creen que tengas novio, y cuando lo comenté una amiga pidió foto porque pues ella te ha visto y dice que no parecieras ser gay. Entonces estaba hablando y otra amiga se nos unió y secundo a la primera pues ella dice que tú eres muy guapo así que sería como un deleite para sus ojos verte besando a otro hombre y más si ese hombre fuera atractivo.

La hermana de Marshall estaba ensimismada con la pelea mantenida con él, que no se percató cuando este se había alejado de mí y se acercaba a ella.

—   ¡Borra esa foto! — Inquirió Marshall a unos centímetros del celular.

 

—   ¡No! Ahora es mía, además estoy segura de que una vez la veas la querrás. — Marceline, rápida como una gacela, alejo su mano de la de Marshall. — Y debo decir que entiendo su morbo pues tu novio está como quiere. Aunque tú, Marshall, seas feo.

 

—   Tú… eres una horrible persona.

 

—   Gracias, pero esta horrible persona fue quien te crió, así que más respeto.

 

Marshall ya no pudo más y se abalanzó hacia su hermana, Marceline por el contrario se hizo hacia atrás lentamente y Marshall casi se estrella contra la pared.

Debo decir que debería sentirme enojado, con pánico y muy, pero muy avergonzado por la foto que Marceline muy posiblemente ya había enviado a sus amistades. Pero lo cierto es que al ver a ambos hermanos forcejeando por tener ese celular, me dio risa.

Marceline tenía puesto uno de sus pies en el abdomen de Marshall y le empujaba, mi novio estiraba el brazo para acortar la distancia entre ese pequeño y diminuto aparato tecnológico que yacía en el suelo pues en el ajetreo se le había resbalado de las manos a su hermana.

—   ¡Suéltame pequeña musaraña!

 

—   ¡¿Pequeño?! ¡Soy más alto que tú!

 

—   ¡No contradigas a tus mayores!

 

—   ¡No lo haría si fueras un mayor ejemplar, pero no lo eres!

Después de eso, rodaron. Sin darse cuenta el celular quedo cerca de las manos de Marceline pero al parecer ella no lo noto y Marshall menos. Estaban jugando. Así como hacíamos mi hermana y yo a veces.

Marshall.

Marceline dejo de pelear justo en el momento en el que yo me detenía de igual manera. No era que alguno hubiera obtenido el celular, sino más bien que ambos escuchamos lo mismo.

Unos pasos detrás de nosotros estaba Gumball, riendo de lo lindo.

—   ¿Qué le pasa a tu novio? ¿No debería estar preocupado, o algo por el estilo? — Mi hermana se alzó sobre sus codos para poder ver mejor.

 

—   Debería, pero creo que ha preferido reírse de nosotros que preocuparse por la foto.

 

—   Qué niño tan raro.

 

Gumball paro de reír justo en el momento en el que mi hermana decía esto, se cubrió la boca con ambas manos y bajo la mirada. Se había avergonzado.

—   No le digas raro a mi novio. — Aproveche el momento para tomar el celular de mi hermana que se encontraba a un costado de ella. Marceline me rechisto pero igual y el aparatito ya estaba en mis manos.

Pelearme por el celular fue una pérdida de tiempo pues al revisar el historial de sus chats resulto que mi hermana había enviado la foto a su grupo de amigos.

—   Un raro para otro raro.

 

—   Cállate. Tú eres la rara, por no decir loca. Mira que tomarnos una foto en medio de tan campal acto.

 

—   ¡Ja! Se succionaban la vida por la boca.

 

—   Bueno, ¿Y a ti que te importa, pervertida loca?  Yo no digo nada cuando eres tú quien se come a sus parejas.

 

—   ¡Yo no les succiono la vida!

 

—   ¡A mí me encanta que Gumball me la succione!

 

Al decir esas palabras mi hermana puso una risita sátira en su semblante. Mierda.

Volteé a ver rápidamente a Gumball; estaba rojo, más rojo de lo normal, estaba en shock.

—   M-me me, voy. — Sentenció.

Se volteó con una rapidez  que no había visto nunca en otra persona, ni en mí y apresuro el paso hasta la puerta que le otorgaría la libertad que en ese momento y en una situación así, hasta yo habría deseado.

—   No, Gumball, espera -volteé rápidamente a ver a Marceline- esto es tu culpa.

 

—   Tu novio no aguanta nada. — Mi hermana se cruzó de brazos en actitud desafiante, ah. Esto va a empeorar. — No van a durar nada con una relación en la que él no aguanta la más mínima provocación. ¿Qué cree? Las relaciones en donde las personas son del mismo sexo todavía no son bien aceptadas. Ahora soy yo molestando, jugando, pero ¿Qué pasará allá afuera, eh? Cuando no será solo una persona, sino varias, criticando y señalando. Y ninguna de ellas estará jugando. No puede salir corriendo cada vez que se ve expuesto, una relación es de dos, un noviazgo es de dos. Si tú, Marshall, eres la única persona dispuesta a dar la cara en este noviazgo, entonces no duraran nada. Por el simple hecho de que él no está dispuesto a defenderte como lo estás tú.

 

Gumball no salió de mi casa, se quedó estático, con la perilla de la puerta en la mano. Mi hermana por el contrario, dio un paso hacia atrás y comenzó a subir las escaleras.

—   Gumball… — Comencé, pero fui interrumpido por él. Había doblado su brazo y en ese momento me mostraba la palma de su mano, como señal de que me detuviera.

 

—   Ella -empezó él a hablar- tu hermana tiene razón y a la vez no.

 

—   ¿Disculpa? No entiendo.

 

—   Sé que las relaciones homosexuales no son fáciles, pero… ¿Crees que no me lo pensé seriamente una vez comenzamos? No me avergüenza que me vean contigo, tampoco si me tomas de la mano en plena calle, si dices frases en doble sentido frente a tus amigos, si quieres besarme en clases… todas esas cosas no me avergüenzan. Me refiero al sentido de que no me avergüenzan por el hecho de que me hagan gay, soy una persona muy decidida y difícilmente me avergonzare de mis actos, por muy raros que sean. — Gumball bajo la mano al decir esto. No sabía qué hacer, o qué decir, simplemente espere por si seguiría hablando. Y lo hizo. — Es sólo que… no estoy acostumbrado.

 

—   ¿Acostumbrado a qué?

 

—   A relaciones así, me siento raro. Tú me haces sentir raro.

 

—   Perdón…

 

—   No, no es para que te disculpes. A lo que me refiero- es decir… yo quiero decir… me gusta. — esto último fue como un susurro, no lo hubiera escuchado si él no se hubiera volteado como lo hizo en ese momento. La mira de Gumball era decidida, tenaz y uff, hasta sexi. Pero bueno… yo encuentro todo de él sexi.

 

—   ¿Disculpa? Me perdí en lo último… ¿Te gusta pero te disgusta?

 

—   Algo así. Me gusta mucho cuando me besas, incluso cuando me tocas. Me agrada la sensación que me dan tus manos en mi piel… hasta tus besos desinhibidos. Y eso es a lo que no estoy acostumbrado.

 

—   ¿A qué te toquen?

 

—   A que me guste. Tengo 16 años, en este momento bien podría estar pasando por la etapa hormonal, pero resulta que yo nunca me he dejado dominar por los deseos carnales y no quiero que eso pase ahora… y… ¿Me estás prestando atención? — Gumball se cruzó de brazos en el momento que esa pregunta salía de sus labios. Me gusta cuando hace eso, se ve atractivo y fiero. Me encanta la forma en la que sus facciones se contraen para poner peso en sus palabras.

 

Pero también es malo, porque cuando hace eso me distraigo. Dejo de prestar atención a mi entorno y paso sólo a verle, a deleitarme con la vista.

 

—   No, sí. Perdón ¿Qué?

 

—   Olvídalo. No me estás prestando atención.

 

—   Lo siento.

 

—   Da igual, tú siempre te pierdes cuando hablamos. A veces pienso que te encanta ignorarme. — Posiblemente sino fuera porque Gumball estaba sonriendo al decir estas palabras yo hubiera pensado que estaba enojado y por ende intentaría contentarle, pero si algo aprendí en estos días es que él difícilmente se enoja por nimiedades.

 

—   No te ignoro, de hecho es todo lo contrario, estoy muy pendiente de ti.

 

—   De mí, no de mis palabras.

 

—   Si bueno, eso es otro tema. En fin ¿Quieres subir a mi cuarto? — Mi novio elevo una ceja ante esto. — Sin ninguna connotación sexual, claro está. — Me apresure a decir.

 

Él bajo sus brazos y los dejo caer a sus costados. No fruncía el ceño, ni a manera de enojo ni a manera de duda. Su rostro se tornó ilegible, algo que se me hizo raro porque Gumball era muy expresivo.

Subió las escaleras y yo le seguí a paso lento, unos minutos después de entrar a mi cuarto y que él se acomodara en mi cama, hablo.

—   Yo no te succiono la vida. — No fue tanto las palabras lo que me hizo suspirar de alivio, sino el simple hecho de saber que no estaba enojado.

Me acerque hasta donde estaba él sentado y me tiré al suelo, cruzando mis piernas y apoyando mi peso en los brazos.

—   Hmm. Yo creo que no importa tanto si me acabas matando. La verdad es que me encanta que te vueltas tan participativo. — Se tiño de ese color que empezaba a creer era normal en él. Gumball se apena y se avergüenza de manera realmente fácil, lo que causa que casi siempre este con las mejillas rosáceas o rojas. — Lo cual me recuerda… ¿ A qué has venido? Mencionaste que tenías que decirme algo pero ni siquiera me has soltado palabra alguna de ese asunto.

—   Si… eso… estaba ya sabes pensando-

 

—   Alto ahí. ¿Pensando? Uff temo lo que pase por tu cabeza.

 

—   ¿Me dejas terminar primero?

 

—   Si, perdona. Prosigue.

 

—   Bueno… dado que tu hermana ya sabe que… — Gumball empezó a modular su voz. Me hubiera gustado que en una modulación en la cual el volumen es estable pero en sí, como era de esperar parecía que con cada palabra la disminuía. — Y eso… era.

 

—   No te escuche nada. Me perdí en algo de mi hermana y después solamente escuche “Y eso era”.

 

—   B-bu-bueno. Lo que pasa es-es que estaba pensando en de-de-decir-decirle a mi hermana sobre-sobre la relación que tenemos.

 

No estuve perplejo cuando me dijo sobre contarle a su hermana que teníamos una relación. Se podría decir que temí por cómo pudiera reaccionar ella. Se notaba a lo lejos lo mucho que protegía y quería a Gumball y de igual forma yo sabía que  él le pesaba guardarle un “secreto” a ella; por lo tanto adelante.

Si lo pienso lentamente en realidad ya veía venir esto, no sabía cuándo ni cómo simplemente sabía que él vendría a mí y me diría (o pediría) “Quiero contarle a mi hermana”.

—   De acuerdo, hagámoslo. — Gumball sonrío al escuchar esto. Rayos, espero y no le sonría de esa forma a todos. — Podemos decirle hoy, es decir puedo ir contigo y hablar con ella.

 

—   Hnn, no.

 

—   ¿No quieres que te acompañe?

 

—   No, no es eso. A lo que voy es que no hoy. Mañana, es mejor decirle mañana.

 

—   De acuerdo. Entonces mañana regresando de la escuela.

 

—   Sí está bien.

 

Después de esa plática pasamos a hablar sobre si teníamos alguna tarea, resulto que sí.

¿Acaso Petrikov no tiene vida social?

 

Notas finales:

Estoy dispuesta a recibir sus tomatazos con los brazos abiertos u_u


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