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Cosas que pasan. por Lizali12

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Notas del capitulo:

Razones de porqueeste cap tardo, abajo. Si se las digo aquí les spoileare el cap:v

Gumball.

 

Voy a morir. Y si no lo hago en este momento, me suicidare.

 

—   Vamos joven Gumball, mueva esas piernas. No veo que se haya movido de ese lugar.

 

Como era de esperarse el profesor de educación física no era para nada controlado, sentía que llevaba corriendo horas en la cancha y no avanzaba un paso, veía a Marshall pasar a lado de mí cada diez minutos, iba corriendo tranquilamente y sin pesares, tampoco le veía sudar, pero yo sentía que mi uniforme estaba empapado en agua como si me hubiera mojado en la lluvia.

 

—   ¡He avanzado! — Grité, más por orgullo que por enojo propio, pues era obvio que de la puerta a las redes de vóley había una distancia considerable.

 

—   No grites Gumball, o sólo lograras secar tu garganta antes de lo debido. — Will que había empezado conmigo a correr ya iba por su sexta vuelta mientras que yo sentía que no iba ni la primera.

 

—   Pero es que sí he avanzado.

 

—   ¡Lo has hecho, lo has hecho! Llevas más carreras que yo.

 

—   Agradezco la intención, pero eso es mentira, te he visto pasarme seis veces. ¡Llevas tres veces más que yo!

 

—   Jajajaja, algo es algo, y de algo a nada, hay algo.

 

 

Después de esas palabras Will siguió su camino y yo trate de mantenerme en el mío.

 

—   Vamos Gumb, sigue así. — Betty me dio una palmadita cuando paso a mi lado, no se detuvo ni nada, solamente disminuyo un poco su trote para poder animarme. Luego siguió.

 

—   Soy tan lento. — Dije en un susurro lastimero.

 

—   Debo decir, que es cierto. — Genial, ahora Marshall. ¿Cuántas vueltas llevaba ya? — Comparado con aquella vez en la que huiste de mí por ver a Lily besarme, ahora estás muy lento. Cielos, si pareces una tortuga comparado con la gacela que vi aquella vez.

 

 

Bonito recuerdo me da este tonto.

 

—   Cállate. Yo te dije que esto no era lo mío, que corría mejor cuando me sentía en peligro de muerte que cuando era por nada.

 

—   ¿Te parece nada la nota de este parcial? Y yo… no te iba a matar esa vez.

 

—   ¿Esta materia cuenta cómo nota? —Marshall, que había estado corriendo con la vista al frente sin dedicarme la más mínima atención (de sus ojos), volteo a verme mientras seguía corriendo.

 

—   ¡Por supuesto que lo hace! ¿Pero qué te creías? ¿Qué a la directora solamente le apetecía ver a sus estudiantes sudando porque sí? Esta materia es tan importante como las demás.  Y… -se detuvo un momento para formular bien lo que diría- si yo fuera tú, mejor me apresuro. Porque he oído que los recuperatorios de este profesor no son fáciles.

 

Después de esas palabras apresuro el paso. Yo, tan atemorizado como estaba por reprobar aquella materia e irme a recuperatorios tortuosos decidí apresurarme. No lo logré, el profesor sonó el silbato, lo cual anunciaba que esa actividad había terminado y que ahora venía otra.

 

Bien, no había puesto especial esfuerzo en correr porque no lo creía necesario. Pero ahora, sabiendo que esa materia valía tanto como las demás, me esforzaré mucho en la siguiente.

 

—   Bien, en fila. ¡Ya! — Vociferó nuestro profesor. Marshall se situó detrás de mí. El uniforme comenzaba a mostrar pequeñas manchas de sudor.

—   Mierda -musitó- ¿Cómo diablos se les ocurre hacernos usar un uniforme de deportes tan sofocante? Moriré de deshidratación.

A mí, a diferencia de él, sí me gustaba. Y no tarde en hacer notar mi opinión.

 

—   A mí me gusta. Es decir está diseñado para hacernos sudar, y sudar hace que perdamos lo que no nos sirve en el cuerpo. Lo cual hace que me sienta más sano.

 

—   Ni cómo contrariar tan lista respuesta.

 

Marshall se dejó caer encima de mí. Fue algo muy raro, porque él no era de actuar tan… desligado.

 

—   No te me pegues. Que estamos en la escuela.

 

—   Gumball por si no lo has notado… no afecta que haga esto. — El profesor empezó a dividirnos en filas, en una iban las mujeres y en otras los hombres, nosotros fuimos desplazados solamente un poco de nuestro lugar original por lo que pronto pudimos proseguir con la plática. — Gumball, eres el mimado del salón ¿O acaso se te olvidó? Así que si me recargo sobre ti, si te abrazo, te consiento u otra cosa. No será para nada raro pues creerán que simple y llanamente estoy haciéndolo como al mimado.

 

Aplaudí ante tan brillante idea.

 

—   Es cierto, se me había olvidado tan noble puesto -bromeé- pero espero que eso no haga que te aproveches.

 

—   Pfff, ¿Me crees capaz? Si soy todo un caballero.

 

—   Patrañas, te creo capaz y más te vale que no te aproveches.

 

—   No lo haré, palabra.

 

Marshall alzó su mano izquierda y coloco la derecha en el corazón, como signo de promesa. Ambos reímos ante esto por lo cual el profesor nos mandó a callar.

 

Marshall.

Lo que el profesor quería que hiciéramos era Salto de barra. Muy pocas veces lo había hecho pero nunca lo había fallado, supongo que algo tenía que ver la altura, la cual me permitía saltar más de lo normal y así evitar tocar la barra.

 

Gumball me había pedido que no le molestara pues quería concentrarse de lleno en pensar que iba a lograr saltar la barra, como buen novio que era le hice caso. Más que nada porque me imaginaba que, de llevarle la contraria, me reñiría después.

 

Concentré pues, mi atención a los uniformes; los uniforme deportivos consistían en (para los hombres) un short corto de una tela cuyo nombre no sabía pero que sin duda era fresca, la camiseta era una polo. Parecía un buen uniforme… ¡Pero era negro! Joder con el calor. Me sentía cerdo en fogón, sudaba a mares, me sentía pegajoso, sentía que apestaba y me sentía sucio. No hubiera tenido ningún problema con esta materia sino hubiera sido por el color; el de las mujeres era mejor, el de ellas era un short-falda y una camisa (polo igual) blanca… aah, qué envidia.

 

—   Marshall, deja de estar tonteando. — Betty estaba a mi lado, solo que ella en la fila de mujeres.

 

—   No tonteo. — No estaba muy feliz con ella, había algo que simplemente no dejaba de gustarme y mientras ese ‘algo’ estuviera ahí, Betty jamás me agradaría. — Tú estás tonteando.

 

—   Bueno, me gusta cómo le queda el uniforme a ciertas mujeres

 

Ah… cierto… se me había olvidado que ella era lesbiana.

 

—   Tú… ¿No me digas que sólo vienes a eso?

 

—   ¿A qué?

 

—   A ver a las del salón usando uniforme.

 

—   Pff, claro que no… digo, admito que eso es un plus, pero en realidad me gusta el ejercicio. Me mantiene sana.

 

—   Ya.

 

Ella no me agradaba y lo sabía pero insistía en hablarme. ¿Acaso era masoquista?

 

—   Veo que se llevan mejor. — Menciono señalando a Gumball. Él por su parte estaba concentrado en su auto ayuda.

 

—   Siempre nos hemos llevado bien.

 

—   No parecía eso la semana pasada.

 

—   La semana pasada fue la semana pasada.

 

—   Tienes razón.

 

Y terminó la plática. Ella no hizo por retomar la conversación y yo no lo haría, eso era obvio.

 

Fije mi vista en Gumball quien a su vez estaba concentrado en los que iban a saltar antes que nosotros.

 

—   No nos haremos daño, no tienes de qué preocuparte. El tubo está más bajo de lo normal.

 

Él dio un pequeño salto en su lugar, sorprendido ante mi repentino acercamiento para hablarle lo único que atisbo a hacer fue fruncirme el ceño.

 

—   Ya lo sé. — Me ignoró y siguió viendo hacia el frente, entonces me le acerque y le cruce mis brazos por su cuello. — ¡No, no, no me abraces!  Quiero ver los saltos… aah, me he perdido el primero.

 

—   Si me dices ‘cielo’ como aquella noche- madrugada podría soltarte.

—   ¡¿Qué-qué estás pidiendo?! No diré algo tan vergonzoso mientras esté en mis cinco sentidos. — Era un poco tonto de mi parte seguir insistiendo cuando él ya ha dicho que no, pensé en seguir insistiendo. Pero cruzó los brazos y di por perdido aquella gana de molestarle.

Gumball

 

Marshall se mantuvo quieto después de eso, no insistió en el tema lo cual me hizo pensar que quizá me pase un poco (mucho) en mi negativa.

 

Si lo pensaba detenidamente, Marshall era siempre el que comenzaba con los mimos, las caricias, las palabras; las demostraciones de afecto. En cambio yo… yo siempre le reñía, le chistaba, le mostraba las uñas por así decirlo. No estaba bien. La hermana de Marshall tenía razón, esta relación no duraría mucho si siempre estaba a la defensiva, de nada servía un noviazgo en el que sólo una parte estaba dispuesta a cooperar.

 

Si quiero a Marshall entonces debo de esforzarme.

 

—   Siguiente.

 

Espera… ¿Querer? ¿Yo le quiero? No, hay-hay, hay algo muy diferente. Es decir, le aprecio sí, Marshall es sincero conmigo, no me desprecia por mi aspecto y aunque diferimos en ciertos gustos es de las pocas personas con las que entablar una conversación no es difícil, me puede seguir la línea cuando le menciono un libro, si le digo una canción la conoce, cuando hablamos de cine me entiende… me hace sentir a gusto con su persona.

 

Tanto que duele. Son muy pocas las personas con las que he bajado defensas, de hecho las cuenta con las manos y me sobran dedos, con él el asunto es lo mismo pero diferente. Él me hace sentir bien, como en una nube.

 

—   Señorito Will.

 

Vi a Will moverse, faltaban dos para llegar a mí y ahí estaba yo, confundido con mis sentimientos y con los sentidos totalmente dormidos. Me sentía en una neblina espesa, me pesaban los pies, la respiración era dificultosa.

 

No quiero quererle, porque dolerá sino son bien aceptados mis sentimientos, no quiero entregarme en bandeja de oro para que después él pueda hacer lo que quiera conmigo.

 

Y al mismo tiempo no puedo evitar pensar que él no haría algo así.

 

—   Joven Lio, alce las piernas lo suficiente. No importa si cree que basto, nunca es suficiente. Álcelas sin miedo, fuerza en el impulso.

 

Después de Lio iba alguien a quien todavía no me había dignado a hablar.

 

Es muy poco tiempo para ordenar las cosas, para poner la mente en blanco. Pero yo no quiero eliminar mis emociones hacia Marshall, muchas veces antes lo hice; era un método de autodefensa, para no ser herido no tenía que querer a nadie.

 

Teniendo a una familia como la mía, para mí era normal clasificar personas, la mayoría se acercaba movida por el dinero familiar. Y si él es… espera él no lo sabe.

 

Él no sabe de mi familia.

 

Él me quiere por como soy. Es cierto, Marshall me pidió ser novios sin siquiera conocer a mi familia, todo lo que él sabe es porque yo se lo he dicho y en ningún momento yo le he mencionado a mi madre y a mi padre.

 

 

—   Joven Gumball, sigue usted.

 

Entonces, está bien quererle.

 

—   Sí. — El profesor se acercó a mí como lo había hecho con todos los que saltaron antes para indicarles la forma en la que debía impulsarme, cómo debía alzar las piernas y cuándo. Marshall que seguía detrás de mí dejó de platicar con el que iba detrás de él para concentrarse en mi turno… ¡Alto! No, no, no, no. Me golpeé las mejillas para entrar en razón. Marshall sigues después de mí, es lógico que esté pendiente de cómo voy a saltar para que él no cometa los fallos que yo pueda tener.

 

—   Joven ¿Se encuentra bien? — Pregunto el profesor después de ver la fuerza con la que golpeaba mis mejillas, sentí dolor pero creo que me encontré mejor.

 

—   Si, descuide profesor, es para concentrarme.

 

—   Que métodos tan raros tienen hoy en día la juventud. Pero bueno, tome impulso por favor, iré a medir los metros que haga.

 

 

Como dijo el profesor se quitó, yo empecé a recorrerme hacia atrás.

 

—   Recórrete más, toma impulso con las piernas para que saltes lo suficiente. Como le dijo el profesor a Lio, a veces nunca es suficiente.

 

—   ¿Tú ya has hecho esto, no? — Marshall encogió los hombros restándole importancia al asunto. Luego sonrió con socarronería. Él ya ha hecho esto. Es tan vago en los estudios pero parece ser bueno en los deportes.

 

Bueno, con el cuerpo que tiene es obvio que se ejercita.

 

—   Anda, si lo logras te comprare un helado de premio.

 

—   ¿Qué soy, parvulario?

 

—   De menta.

 

—   No me convencerás.

 

—   Grande. — Rayos.

 

—   Con chispas de chocolate y doble.

 

—   Si lo logras te compro dos.

 

—   ¡De acuerdo!

 

 

Sí, él definitivamente sabe cómo convencerme. Por eso le quiero. Por eso no está mal quererle. Por eso está bien decírselo, ahora, antes de perder el valor después.

 

Empecé a retroceder hasta donde creí que era necesario, Marshall por el contrario se mantuvo en su lugar, en ningún momento dejo de darme consejos. Cuando llegue hasta donde estaba él me di la vuelta, moví lo más posible y entendible mis labios para que él se enterara de mi descubrimiento, si lo entendió no lo sé. Pero lo he dicho.

 

Y luego me gire y corrí para saltar.

Marshall.

 

Gumball llegó bien del otro lado de la barra, su salto a mi parecer fue de los mejores, ligero, sin prisas y hermoso.

 

Al principio no capté lo que me había dicho, no fue sino hasta que trate de imitar el movimiento de sus labios que caí en la cuenta de las palabras.

 

—   Marshall.

 

Cuando el profesor sonó el silbato yo  ya estaba a pasos de saltar la barra. Gumball se había mantenido de espaldas desde su salto, me imaginé la razón, no quería verme después de esas palabras y la razón es porque las dijo sin pensar, movido por el sentimiento antes que el raciocinio.

 

Y eso es lo que más me mueve.

 

Salté la barra sin problema alguno, en lugar de detenerme corrí hasta donde él. Le tomé por el brazo y le agarre desprevenido, me imaginó que él pensó que yo no entendería tan temeraria declaración.

 

Lo primero que vi fue sus mejillas, rojas, después los ojos, hermosos y brillantes. Tan llenos de vida.

 

Y luego logré sentir sus labios. Suaves, como siempre.

 

—   Yo también te quiero.

***

La clase de deportes terminó minutos después, el profesor nos citó a Gumball y a mí; nos dijo que no tenía nada en contra de las relaciones del mismo género, pero que en su clase las demostraciones de afecto estaban prohibidas, nos mandó a asearnos.

 

Obviamente en los bañadores empezaron las burlas, pero ninguna dolorosa. Eran de esas burlas de compañeros, las de amor-odio que siempre me han

parecido curiosas.

 

 

—   Vayámonos ya al salón, no hay que interrumpir el flirteo de estos dos.

 

—   ¡No pueden hacerlo en el baño! Eh, aguanten las ganas.

 

 

Uno a uno fueron saliendo mis compañeros cada uno dijo algo antes de salir, nada fue ofensivo sino más bien burlón. El último en salir fue Will, habló con Gumball y luego se despidió con un movimiento de manos.

 

—   Bueno… ¿Entremos a bañarnos? — Gumball estaba entre avergonzado y enojado, y fuera uno más que el otro ambos lo ponían rojo.

 

—   Entra tú. — Me espetó. Pero igual y se empezó a desvestir.

 

 

Empecé a desvestirme, cuando iba a quitarme el bóxer, Gumball me grito.

 

—   ¡Alto! ¡¿Ta-ta-también te vas a quitar la ropa i-interior?!

 

—   Me voy a bañar, es obvio que tengo que quitármela.

 

—   Entonces, esperare a que termines y luego me bañare.

 

—   ¿Por qué? — Cuando giré para hablarle frente a frente Gumball se asustó. Y yo me sorprendí, llevaba todavía el short pero parecía dudar entre si quitárselo o no. — ¡Por los cielos! ¿Acaso tú no piensas bañarte?

 

Él bajo la mirada y negó. ¿Si iba a bañarse pero no quería desnudarse?

—   ¿Pena? — Pregunté. Asintió, no me gusta cuando sólo mueve la cabeza, me hace sentir como si le estuviera obligando a algo, como si le intimidara. — ¿Por verme a mí, o porque yo te vea a ti? — Volvió a asentir. — Escucha, si sólo mueves la cabeza no entiendo, además me haces sentir culpable. No me estoy metiendo contigo, pero hay cosas que si no dices no te entenderé.

 

—Perdón.

 

—   N-no lo digo para que te disculpes.

 

—   Es que…

 

—   ¿Sí?

 

—   No… no quiero que me veas desnudo.

 

Calma Marshall, no puedes enojarte con él, sus razones tendrá para decir eso. ¿Qué si tiene un complejo? ¡O peor aún! Un trauma, él me ha dicho que siempre fue motivo de abuso por su físico.

 

—   La razón… ¿Es?

 

—   Tú.

 

—   ¡¿Ah?! ¡¿Yo?! ¡¿Por qué?!

 

—   ¡¿Y te atreves a preguntar?! — Vale, ahora si no entiendo ni una puta cosa. Yo qué mierda tengo que ver con que no quiera desnudarse enfrente mío.

 

—   ¿Me estás tomando el pelo?

 

—   Por supuesto que no. — Creí que era burla pero me miraba seriamente.

 

—   Yo… yo no entiendo entonces. No recuerdo haber dicho o hecho nadad para que te apenes. Nada que te pueda hacer sentir mal, debo aclarar.

 

—   Me haces sentir vergüenza.

 

—   ¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!

 

—   ¡Por tu cuerpo! — Cuando Gumball cayó en la cuenta de lo que había dicho se cubrió la cara con sus manos, daba igual que intentará cubrirse, me tenía enfrente y sabía que estaba apenado, rojo, confuso y con más vergüenza de la normal.

 

—   Caray — Me revolví los cabellos y luego me pase las manos por mi cara. No entendía. — No veo porqué la vergüenza, en serio que no.

 

—   Ef obvio que nou.

 

—   ¿Ah? Quítate las manos de la cara, no te entiendo. — Gumball lo hizo, pero solo fue un instante, alzó el brazo izquierdo y se cubrió los ojos. Dejo libre la boca para poder hablar.

 

—   Dije; ‘Es obvio que no’. Tú, tú no entenderías. Dime ¿Siempre has tenido ese cuerpo, ah?

 

—   ¿Este cuerpo? Bueno, no creo en la reencarnación así que-

 

—   ¡No! ¿Me refiero a que si siempre te has visto así?

 

—   ¿Así? — No entiendo, digo… claro que no antes era más bajito. — Bueno antes medía menos. Como mucho menos que tú…

 

—   No me refiero a eso… — Su comentario fue dicho en una exhalación que me hizo sentir estúpido por no entenderle.

 

—   ¿Entonces?

 

—   Mírate y mírame. Hay una gran diferencia muscular.

 

Gumball

 

Marshall se escaneó de arriba abajo, del brazo izquierdo al derecho, incluso las uñas de los dedos.

—   Ya, ya veo. Entonces sólo por eso no quieres meterte a bañar desnudo. Gumball por favor, no hay nada que tú tengas que yo no.

 

Un cuerpo bien formado, pensé.

 

Marshall se acercó a mí con los brazos extendidos, creí que me abrazaría pero en lugar de eso, me dio la vuelta y empujo de mí hasta las regaderas.

 

—   ¿Qu- qué crees que haces?

 

—   Nos meteré a bañar, eso es lo que estoy haciendo.

 

Intenté resistirme pero fue en vano, en algún momento olvidé que Marshall es un poco, sólo un poco, más fuerte que yo.

 

—   No… no quiero-

 

—   ¡Ah qué pena porque ya entraste! Vamos quítate ese short.

 

—   ¡No, no quiero!

 

Forcejeamos dentro de la ducha, lo cual hizo que termináramos hasta la última regadera, el piso estaba resbaloso y cuando estuve a punto de caer Marshall me sostuvo. Apreté los labios.

 

—   Si tanto te incomoda que te vea desnudo me volteó y no te veo bañar ¿De acuerdo? —Y lo hizo, Marshall medio la espalda, pero eso solamente empeoró las cosas.

 

Yo he tocado el pecho de Marshall, sus brazos y su cuello. No mentiré, Marshall está bien proporcionado, de eso me he dado cuenta y aunque mis dedos han rozado su espalda jamás pensé que se viera tan bien.

 

Marshall es de hombros anchos, lo cual ya de por si lo hace atractivo (para mí), su torso es delgado, de los brazos hacia la cintura empieza a disminuir el grosor lo cual hace que se noté su figura, le gusta usar ropa con estilo oscuro y un poquito ajustada, pero no tanto porque dice que ‘le incomoda la ropa que le marca el cuerpo’ ya que siente que se asfixia. Y en ese momento yo veo bien su espalda.

 

Para empezarlos tríceps… yo no los tengo ni la mínima parte marcados como los de él, luego los deltoides… ¿Se puede tenerlos así de torneados y formados? Y ya ni hablo del dorsal ancho y del trapecio porque solo me siento más debilucho.

 

—   ¡Ah, me frustras! Suficiente, me bañaré de espaldas a ti.

 

—   De acuerd-

 

—   ¡Te advierto que si volteas me enojaré!

 

—   No lo haré… ah, oye… ¿Bañaras desnudo?

 

¿Desnudo? Ni loco.

 

—   No.

 

—   ¿Entonces?

 

—   Me bañare con el Short puesto.

 

Marshall soltó un suspiro. Es que a veces es tan obvio.

 

—   Pero lo mojaras.

 

—   No importa.

 

—   Ya te dije que no voltearé, puedes bañarte desnudo… es más yo me quitare la ropa interior y estaremos iguales.

 

Marshall desnudo… ¡No, espera, no lo imagines!

 

—   Por favor no.

 

Marshall guardo silencio. Luego de un rato estiro el brazo buscando la perilla de la regadera, cuando la encontró empezó la girar para abrirla y poder bañarse. Yo hice lo mismo.

 

Debo decir que fue el baño más extraño que he tenido en mi vida. Me la pase viendo su espalda y en ningún momento aparte la vista de él por precaución, pero como había prometido no hizo el menor intento de voltear, cuando iba a ponerme champú dudé, si me lo ponía nublaría mi vista… pero cuando decidí que no me lo pondría él tomó el suyo, lo destapó y se lo paso por el cabello, con su vista imposibilitada concluí que no podría verme, entonces yo también aproveche ese pequeño lapso de tiempo y me enjuague el cabello igual.

 

***

Primero salí yo de la ducha, cuando me hube cambiado me preguntó si ya podía salir; le dije que sí y que ya podía verme ya que tenía puesta la ropa.

 

Fue muy clara su decepción cuando se mordió el labio inferior.

 

—   Esta pudo ser mi oportunidad de verte desnudo y no me dejaste. Aah, mis bóxer están mojados.

 

—    ¿Cómo rayos puede ser eso lo primero que digas? — Marshall se encogió de hombros, busco entre sus cosas el cambio de ropa y empezó a quitarse el bóxer, yo me volteé tan pronto noté esto. — Avisa que te desnudas.

 

—   Sí, sí, sí. ¿Sabes? No sé cómo es que pasó por tu mente el preguntarme si algún día podríamos… ¿Cómo lo digo de forma sutil? Bah, no importa. No sé cómo se te ocurrió proponerme tener coito cuando te vuelves una gelatina temblorosa ante la sola idea de que te vea desnudo. Ya puedes voltearte.

 

—   Eso… bueno.

 

—   Anda vámonos ya, tenemos clase todavía.

 

Marshall.

 

Gumball iba a paso lento detrás de mí. No hablaba y yo tampoco tenía mucho que decir.

 

Había puesto a prueba mi fuerza de voluntad, intenté por todos los medios no voltear a verle, me la pasé mordiéndome el interior de la mejilla cada vez que venía a mi mente una manera de verle sin que él se enterara, a lo último terminé cerrando los ojos y echando a volar la imaginación, pensando en programas de tv para ver luego de regresar a casa, un dibujo que terminar, otro que empezar. Cosas vanas sin sentido alguno.

 

—   Marshall… — La voz de Gumball me llego un tanto lejana porque andaba echando a volar mi imaginación.

 

—   ¿Si?

 

—   ¿Estás enojado?

 

—   ¿Por qué?

 

—   Pues… por lo del baño.

 

—   No, no lo estoy. Sino querías que te viera tus razones habrás detener, yo no soy quien para obligarte. Además si te hubiera forzado estoy seguro de que te pondrías a llorar y las cosas irían a peor.

 

—   No lloraría.

 

—   Sí, lo harías.

 

—   Tonterías. Pero me alegró que no estés enojado.

 

—   No podría.

 

—   ¿No?

 

—   No, al menos no después de que me dijeras que me quieres. — Escuché un ‘Ju’ a mis espaldas pero lo deje pasar. — Me alegró de que me lo contaras.

 

Los pasos sonaron más rápidos y en cuestión de segundos le tenía a mi lado.

 

—   ¿Por qué?

 

—   Bueno, sería muy feo para mi orgullo si nada más fuera yo con este sentimiento, ¿No crees?

 

—   Dañaría tu ego, más bien… —Hubo un momento de duda entre si seguir hablando o dejarlo ahí.  Pero como era de esperar de alguien como él, con una personalidad sincera, habló. — Pero yo también me alegro de habértelo dicho.

 

Gumball se adelantó. Posó sus manos hacía abajo detrás de su espalda y las estiró.

 

—   ¿A si?

 

—   Sí, porque tú también me quieres. Y si el sentimiento es correspondido entonces no me siento mal ni tendré temor por ser el único.

 

Aceleré el paso hasta darle alcance, a unos simples pasos le abrase; cruzando mis brazos por su cuello. Estábamos en horarios de clase así que no había nadie en los pasillos y además estábamos pasando por una zona en la que no había salones, nada más paredes. Área despejada.

 

—   Se un buen chico y dame mi beso de recompensa.

 

—   ¿De recompensa por qué?

 

—   Por no haberte visto mientras bañabas.

 

—   Te daré un golpe por sugerir eso y di que te fue bien.

 

—   Si después de eso hay beso de disculpa entonces está bien.

 

—   Jajaja, tú… tú eres un tonto.

 

Jugueteamos un rato en el pasillo hasta que Gumball, de espaldas a mí, me jaló del cuello y me dio un beso. Baje mis brazos hasta su cintura y se la rodeé.

 

Me encanta.

 

Se removió como una lagartija entre mis brazos luego de un momento…

 

—   Tú… no uses la lengua.

 

—   Lo siento. — Aquí no, en la escuela no, luego las cosas podrían salirse de control.

 

—   Hay que ir al salón, anda, vamos.

 

—   Aah, no…

 

—   ¿En serio pensaste que no me daría cuenta de que andabas intentando hacerme, perdón, hacernos perder el tiempo para saltarnos las clases?

 

—   Si… creí que lo lograría.

 

 

Cuando estuvimos frente a la puerta del salón le interrumpí antes de que la abriera.

 

—   Gumball… ¿Sabes?

 

—   ¿Qué cosa? —Me incliné un poco. Cerca de su oído.

 

—   Te quiero.

 

Abrí la puerta para entrar, caminé hasta mi asiento y cuando me iba a sentar le vi acercarse con la cara roja y una mano en el oído, me decía algo. Obviamente no me estaba devolviendo el sentimiento sino más bien deseándome la muerte

 

Qué lindo.

 

 

 

Notas finales:

Bueno...como verán el salón ya sabe que son novios. Y eso es lo que me causó problemas porque yo quería que ya se enteraran pero no sabía cómo abordar el tema de una forma sutil, pensamientos sobre el cap fueron y vienieron hasta que me acordé que iba a haber deportes al día siguiente y dije '¡Claro!' lailuminación divina vino a mí.

De alguna forma fue apareciendo elcap en mi mente y terminé escribiéndolo antes de darme cuenta xD.

Bueno... ya saben; quejas, sugerencias, tomatazos en reviews... hablando de reviews iré a contestar los que no he respondido.

Hasta la próxima chicos :'D


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