Marshall
Gumball y yo nos habíamos dirigido rumbo a la estación de policías del metro a presentar declaración por lo sucedido, está se llevo a cabo sin que ninguno de los dos se fijara en el tiempo así que al finalizar todo nos fijamos rumbo a la escuela pero al llegar nos dimos cuenta de que ya habíamos perdido el día debido a que era medio día. Las ventajas de nuestra universidad eran que tomábamos las clases que quisiéramos sin el pendiente de que nos dieran alguna sanción por faltar a clases por lo tanto no nos preocupamos por perderlas, además por ser primera semana de clases no esperaba que los profesores dejaran algo de tarea seria.
Y fue así que ese día terminamos en un parque, el parque era más que nada área verde, había varias flores y un árbol de Ceiba en el centro el cual se encontraba rodeado de bancas y una pequeña fuente de la cual brotaba agua como cascada. Era un parque con temática familiar por lo que pude notar dado que tenía hasta mesas para los picnic y juegos para los niños además de unas mesas con losas que asemejaban un tablero de ajedrez.
Gumball y yo nos habíamos sentado debajo del árbol de frente y cada quien en su respectiva banca.
─ ¿Ya te sientes mejor? ─. Pregunte algo cohibido por la reacción que me pudiera dar.
─ Si… gracias ─. Gumball tenía la vista baja hacia un buen rato y había evitado verme o hablarme, supuse que lo sucedido le había afectado mucho y por lo tanto necesitaba un tiempo para pensarse mejor las cosas y volver a ser como él era.
─ Ya… ─. Si él no me quería hablar yo no lo iba a obligar.
─ Marshall… tú… no, nada. No tiene importancia, gracias por volver a salvarme ─.
─ No tienes nada que agradecer ya te lo dije, te salve como amigo y como ciudadano. Estoy seguro que si me hicieran lo mismo tú también me salvarías ─.
─ Estoy seguro que si hubieras sido tú no necesitarías ser salvado ─. Dijo, mientras soltó una pequeña risita, eso me alegro, desde el rato transcurrido con el incidente no había reído ni un poco.
─ Jajaja suenas muy seguro ─.
─ ¡Por supuesto que estoy seguro! ─. Gumball inflo las mejillas e hizo un puchero con el que pretendía mostrarse ofendido.
Sorprendentemente él también tenía sus facetas de niño.
─ Marshall…─.
─ Si, dime.─.
─ Bueno, es que… ya sabes. ─.
─ Hmm ¿Sé qué? ─.
─ Ayer me salvaste y hoy igual, debo compensarte ─.
─ Oh, eso. No tienes que hacerlo, te salve porque quise ─.
─ Entonces yo quiero gradecerte igual─. Recalco sus palabras en el "querer".
─ Bueno pues ─.
─ ¡¿En serio?! ─. Gumball se puso feliz por mis palabras, se le formo una sonrisa en el rostro y los ojos se le pusieron brillosos como cuando te dan un regalo y resulta ser lo que más deseas. Así tenía los ojos él.
Gumball era muy diferente a los jóvenes de su edad por lo que pude notar, cualquier cosa por muy pequeña que fuera le alegraba, era muy inocente, eso estaba bien, es decir a las mujeres esas cosas se les hacían lindas aunque para los hombres alguien como Gumball se les haría lento y estúpido. A mí me daba igual, me había dado cuenta que ese era uno de sus puntos buenos, no era grosero y tampoco ofensivo con sus palabras era muy educado al hablar y hablaba con sinceridad pero sin rozar lo irrespetuoso.
Un muy buen chico.
─Sep, hablo en serio ─.
─ ¿Qué quieres? ─.
─ Hmm no sé ¿Qué puedo elegir? ─.
─ Bueno, pues tú dime, eso sí te advierto que estoy corto de dinero ─.
─O sea que me ofreces algo y no tienes dinero ─.
─ No sonaba tan mal en mi mente ─. Ambos nos echamos a reír ante lo dicho y pude sentir como la tención de antes se esfumaba.
─ Bien, bien. Entonces sólo déjame pasar a buscarte ─.
─ Ya te dije que no quiero ser una carga ─.
─ Y yo ya te dije que no lo serás ─.
─ Está bien, pero prométeme algo ─.
─ ¿El qué? ─.
─ Cuando sientas que me vuelvo una carga me lo dirás ¿Vale? ─.
─ De acuerdo, te lo prometo ─.
Me sentía feliz, era una cosa pequeña y de hecho sólo era pasar a buscarle y me tendría que levantar más temprano para n vago como yo eso iba a ser difícil, pero si era por él valía la pena madrugar.
Gumball
Había algo que quería decirle a Marshall, pero lo cierto es que me daba pena mencionarlo.
En el tren había limpiado mis lágrimas con besos, me había abrazado y susurrado que me calmase me trato a como a un niño y ciertamente me sentí muy bien, no me molesto ni me incómodo debido a que yo era muy mimado por mí hermana así que hasta me agrado, pero el que me agradara me hizo sentir raro.
Y el sentirme raro era algo que no me gustaba.
─ Marshall ¿Quieres un helado? ─.
─ ¿Pero qué preguntas? ¡Por supuesto que quiero uno! ─. Se me olvido que Marshall en cierta forma era igual que yo, un glotón de la comida.
─ Ya, por cortesía debo preguntar ¿Qué tal si no querías? ─.
─ Pff tonterías, yo siempre quiero ─.
─ Eres un goloso ─.
─ Yo prefiero el término de buen colmillo ─.
─ Es glotonería ─.
─ Da igual, vamos por ese helado de cereza que tanto se me antoja ─. Marshall se levanto de la banca en la que se encontraba y me tendió su mano para ayudarme a levantarme.
La misma que me había abrazado en el vagón, la misma que me había agarrado protectoramente.
Pensé y frente a eso lo único que pude hacer fue rechazarla (sutilmente quiero creer) y levantarme sin su ayuda.
─ Me veo enclenque pero no lo soy (mentira, yo me veía enclenque y era un enclenque) ─ Marhshall soltó una leve risita y se adelantó a mí en dirección a las afueras del parque en el que estábamos, metió una mano en sus bolsillos, pateó una piedra y siguió caminando.
Comprendí que estaba enojado, enojado conmigo, por mí actitud. Mi rechazo no fue sutil como pensé.
No quería pelear con él, porque pese a los escasos dos días que nos conocíamos para mí Marshall era una buena persona.
Corrí hasta él acortando el tramo que me llevaba y lo sostuve de la mano que llevaba fuera del bolsillo; era un gesto que Bubblegum hacia conmigo para tranquilizarme cuando nos peleábamos de pequeños, cosa que era muy rara puesto que generalmente nos llevábamos bien.
─ Gu- Gumbal ¿Qué haces? ─.
─ Te agarro la mano ¿Te molesta? ─.
─ N- no es eso, es solo que me tomaste por sorpresa ─
─ Perdón ─.
─ No, está- está bien, en serio ─.
─ No te pido perdón por sostener tu mano, te pido perdón por mi actitud ─.
─ ¿Actitud? ─.
─ Si, cuando mediste tu mano para ayudar a levantarme, lamento haberla rechazado ─. Marshall soltó un bufido y saco la mano que estaba en su bolsillo para tocarse la sien y revolverse su cabello, después de eso exhalo por lo bajo, volteo a verme y me dio una sonrisa.
─ Te perdono, pero no lo hagas más, y si lo vuelves a hacer por lo menos trata de rechazarme sin sutileza ¿De acuerdo? ─.
─ Está bien ─. Sonreí para mis adentros, era una pequeña roce, pero dicen que de poco en poco se llena el vaso y yo no quería una verdadera pelea con él.
─ Bueno una vez resuelto nuestra primera casi pelea ¿Qué te parece si vamos por eso helados? ─.
─ De acuerdo ─. Asentí con felicidad mientras sentía como Marshall apretaba el agarre de nuestras manos y entrelazaba sus dedos con los míos en un gesto suave y cariñosos.
La mañana había empezado mal, pero pintaba para terminar bien.