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Fate por Mrs_Maggots

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Notas del fanfic:

Regresando después de miles de años con una nueva cuenta y una nueva identidad, traigo remasterizado el primer fanfic que hice hace ya muchos ayeres pero que jamás fue publicado, ahora dedicado a la mujer de mi vida, Elizabeth.

 

Comenzando con ese pasado me doy una nueva oportunidad para entregar ideas frescas. Espero les guste.

 

Disclaimer: Los personajes de Fullmetal Alchemist no me pertenecen, no lo hago con fines de lucro, solo por ocio...

 

Notas del capitulo:

Comenzando a una semana de salir de vacaciones! :D Me siento emocionada al reescribir esta historia; apenas es el comienzo, espero que les parezca interesante.

Dormía. Su rostro sereno parecía pulido, sin esas recurrentes líneas de molestia en el entrecejo. Estaba semidesnudo, en inconsciencia etílica entre sus sabanas. Porque eso era lo que hacía en sus días de asueto. Putas, alcohol y cigarrillos. Todo eso para llenar su vacio. Porque eso era lo que en realidad tenía el glorioso Roy Mustang. La nada comiéndose su alma, amenazándolo con la extinción.


Después, el golpeteo en la puerta. Repetitivo, cascado. Tardo en darse cuenta que no era su sueño sino la realidad. Pero no quería bajar. Quería hundirse en los brumosos brazos de la tarde. Pero decidió ir cuando oyó el rumor de la lluvia. De todas maneras despacharía rápidamente a aquella molesta visita para volver a aquel rincón cálido de donde lo habían arrancado.


Maes Hughes le sonrió torcidamente cuando abrió la puerta.


-Parece que llevas una semana sin tregua, Roy-paso empujándolo un poco al costado-benditas vacaciones las tuyas, ¿Ah?-se burlo.


-Eres un imbécil, Maes-contesto cerrando de un portazo-¿Qué es lo que quieres?


Lo miro sentarse con un vaso de whisky en la mano. Seguía sonriendo. Esa puta sonrisa que ponía cuando jugaba con él.


-Quería saber cómo estabas-hablo con voz dulzona-¿Te parece mal que tu mejor amigo venga a ver que no te mates?


-¿Es todo?-cruzo los brazos-Ya me viste, puedes largarte al infierno.


Los ojos verdes del teniente coronel chispearon con malicia.


-Venga, se buen amigo y siéntate; necesito desahogarme-por unos segundos su rostro palideció.


Ese cambio no paso desapercibido ante el dueño de la casa.


-Dime-fue todo lo que contesto.


Oyó el suspiro y miro la transformación. Ahora tenía el semblante grave, jugueteando con el vaso vacio. Tomo la botella y volvió a servir. Parecía al borde del colapso.


-Me voy a divorciar-musito.-No sé si hago lo correcto pero…ya no puedo más.


-¿Puedo preguntar tus razones?


Silencio.


-Debes saberlas, claro-comenzó-Se ha puesto psicótica de nuevo-un nuevo suspiro-dice que te matara.


No pudo reprimir la risa. Salió así, espontanea, tan natural que su amigo volteo a verlo sorprendido.


-¿Por qué habría de matarme? Sabe que soy la primera persona en ponerme de su lado si tú llegaras a engañarla. Además, es una buena chica y tienen a Elysia. No comiences a exagerar las cosas.


-Créeme que no lo hago, está loca, de verdad dice que va matarte. Y no es que tu hallas hecho algo malo, Roy-continuo antes de dejarlo formular un argumento-es que yo ya lo hice.


-No logro entender lo que quieres decirme.


-Es que…-dudo. Sus labios temblaban.


Esa situación se le antojo extraña. Tenía un presentimiento muy malo y no quería pensar. No podía siquiera comenzar a imaginar. Un escalofrió recorrió su espalda. Sintió miedo.


-Estoy enamorado de ti-soltó al final.


No sabía que decir. Su cuerpo se petrifico mientras su amigo lo seguía mirando a los ojos, sin moverse.


“No, no, no…esta debe ser una jodida broma”-pensó. Después Hughes se levanto. Paso a paso comenzó a llegar a donde el que retrocedía.-“¡No!”


Y después descendió y volvió a ascender. Despertó sudoroso, con el grito aun en los labios.


-Sabía que era un jodido sueño-se consoló. Seguía semidesnudo en su cama, solo, en el frio de esa tarde lluviosa.


 


Autoestima. Fuerte problema al que se enfrentaba Edward Elric al mirar de frente al narcisista coronel. Tenía el extraño don de hacer que esta cayera a lo más bajo. Y lo odiaba. Ahora estaba feliz de encontrarse en Rizembul, lejos de sus burlas y su mirada arrogante. Además, Winly estaba mejorando cada vez más en su aspecto físico. Tal vez, solo tal vez, podría pensar en estar junto a ella en el futuro lejano en que volviera a disponer de su brazo y pierna normales.


-Hey, Hermano-llamo Al. El bueno de Al embutido en una jodida armadura medieval. Se sintió culpable, como todas las veces que se ponía a mirarlo detenidamente. Por esos solo le gustaba oír su voz, cantarina, suave.


Siguió el sonido hasta el patio. Winly Rockbell reparaba las abolladuras del hermano menor ante las continuas protestas de Edward. Porque Edward tenía la enfermiza necesidad de ser él la única persona que tocara a su hermano. Tenía la paranoia de que querrían matarlo por ser una abominación. Sí, eso era su querido hermanito. Un monstruo de hojalata que aun podía sentir.


Sonrió levemente antela naturalidad con que las Rockbell aun trataban a Alphonse. Y a él le tocaba el silencio de Pinako. Reproche silencioso ante el crimen que cometió. Un secreto a voces, zumbido que solo callaba cuando pasaban cerca, reemplazado por miradas llenas de compasión. ¡Pero lo que menos necesitaban era la compasión!


-¿Pasa algo?-pregunto la chica terminado-te has quedado serio tan de repente…


-Recordaba que tengo informes que hacer-se excuso. Pero siguió dejando divagar su mente aun cuando entro a la habitación y se puso a escribir. Informes escritos que Roy Mustang ojearía para después disminuir su presupuesto. Todo sin mirarlo, ignorando si quiera que tenía un cuerpo…


 


Para la mañana que regreso al trabajo su aspecto mejoro. Había procurado estar sobrio todo el día anterior, descansar esa noche  y acicalarse lo más posible. No podía dejar que lo vieran derrumbarse dentro del ejército, era imposible que él, Roy Mustang, sufriese. Era guapo, talentoso y con miras a tener ascensos de escándalo. Abrió la puerta de la oficina con su habitual aire ausente. Cinco pares de ojos se clavaron en su persona.


-¡Señor!-se levantaron. Su rostro impasible los estudio uno a uno. Riza Hawkeye lo esperaba al lado del escritorio.


-¿Se siente bien, Señor?-pregunto la mujer. Aun seguía pálido y más deprimido que nunca. Pero asintió. Solo pidió un vaso de whisky.


Después la oyó hablar sobre todo lo transcurrido en la semana. Palabras y más palabras sin sentido saliendo de los labios de la teniente. Pero el no la escuchaba. Miraba a la puerta con melancolía. Con aquella dolorosa agonía de un enamorado. Lo esperaba, como todas las tardes. Solo quería contemplarlo. Porque sabía que Edward Elric jamás seria suyo…


Los oía reír. Cayó en cuenta de que había extrañado estar en el cuartel, al menos para tener una distracción más sana que alcohol y prostitutas. Dejo los documentos que revisaba para hablar con ellos por primera vez desde que llego. Quería ponerse de buen humor.


 


En esos momentos Edward bajaba del tren. Dejando a Al en casa, decidió encarar al coronel para pedirle más tiempo de investigación personal. Además, su hermano estaría mejor, sin el estrés de Ciudad Central, en la apacible casa de las Rockbell; algo que para el resultaba totalmente lo contrario. A sus dieciséis años se sentía terriblemente mayor, no hubo para el esos años de descubrimientos que en los demás chicos de su edad. Ellos no sabían de amaneceres ácidos, de miembros de su cuerpo terriblemente pesados, y de un dolor moral tan intenso que lo hacía estar en agonía perpetua. Después de registrarse en el hotel (odiaba ver militares ya que le recordaban las injusticias de su actual y despreocupado jefe), decidió esperar un poco mas antes de ir a verle. Tenía que encontrar algo que amagara sus nauseas.


 


 


Elysia Hughes agrando los ojos cuando su padre contaba la recta final de la historia. Maes era muy elocuente, procuraba hacer una ridícula pantomima para su hija a la par que el cuento. Abajo, su mujer hacia la cena para dos.


-Ahora, arrópate-le dijo al terminar-mañana ayudaras a mamá a hacer el desayuno, ¿Vale?-la niña asintió enérgicamente-¡Cierra los ojos de una vez, pequeñaja, o apagare la luz antes de que estés dormida!-la oyó reír apretando sus ojos.


-Buenas noches, papá-le dijo cuando el ya estaba en el quicio de la puerta.


-Buenas noches, corazón-entonces apago el interruptor, dejando entornada la hoja de madera para que llegara la poca luz del pasillo.


Cuando se sentó en la mesa, Gracia le mando una mirada inquisidora.


-Estos días no fuiste a visitar a Mustang-observo.


-Pude suponer que deseaba estar solo-atajo sirviéndose leche-te preocupas demasiado, mujer.


-Invítale a cenar el próximo fin de semana.


Carraspeo al oír su sugerencia. No era que no quisiera verlo, simplemente su piel se enchinaba cuando esos ojos que perdían vida se fijaban durante lo que le parecían horas en su rostro sin realmente mirarlo. Así que le preocupaba la reacción de su esposa a esa inocente pérdida de conciencia del pobre de Roy. Ya vería la forma de hacerlo entrar de nuevo en sus cabales antes del día de la cena.


 


-¿Roy?-pregunto la mujer rubia. El escondía su rostro en su cuello. La abrazaba, estrujando su carne, temblando.


-¿Quieres?-musito levemente a su oído con voz agónica.


-Siempre has sabido que si-le contesto no muy segura.


Después el beso. Le soltó el cabello para que se pareciese aun más. Rubio, sedoso entre sus dedos. Perdió el sentido intentando convertir la carne de la teniente Hawkeye en la del alquimista que había sorbido sus sesos.


 ¿Qué pasaría después? No quería saberlo, deseaba que ella lo dejara y así lo hizo. Solo fue una noche. Al día siguiente seguía al lado de su escritorio montando guardia. Mismo carácter, mismo semblante y trato. Roy se sintió aliviado, pero una parte de él ya carecía de remordimientos.


 

Notas finales:

Sugerencias, criticas (constructivas) y demás, se los agradeceria muchisimo. Besos ingenieriles.


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