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Fate por Mrs_Maggots

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Notas del capitulo:

Hola! Bien, aqui es donde entra un personaje original (no modifique esa parte del fanfic antiguo, solo me dedique a perfeccionarlo); chicos, un favor, necesito reviews, asi se si de verdad esta gustando para continuar con este trabajo o no n.n' si no fuese mucha molestia.

Comenzó a lloviznar. La señorita Collins se llevo la boquilla de marfil a sus labios, encerrada en su habitación. Las gotas empañaron la vidriera que había dejado ver una ciudad plomiza. El batín de seda resbalo por sus hombros cuando se acomodo en el diván. Esa noche llamaría a Roy, estaba cansada de sentirse sola y aburrida cuando había un hombre conocedor que podía llevarla a espectáculos por las noches. Incluso le pediría ser su huésped. El no se negaría.


 


Entrando con indecisión, Edward se deslizo ante la mirada despreocupada de los subordinados. Tanto la teniente como el coronel repararon en ello unos instantes. La mirada de ella, cálida; la de él, indiferente. Nuevamente tuvo un acceso de nauseas, pero no podía salir corriendo de la oficina de esa manera tan cobarde.


-Dime, Acero, que historia vas a contarme esta vez para que aumente las preferencias a tu investigación.-voz desinteresada, con un deje gélido. Concentrado en el papeleo frente a él, balanceando suavemente la pluma entre sus dedos. Tomo el valor suficiente para comenzar a hablar, lleno de una vergüenza que no debería sentir. Pronto, se harto de la indiferencia con que se recibían sus palabras.


-¡Mírame, maldita sea!-estallo al fin. Pero no pudo soportar el vértigo de esos ojos negros mirándolo. Le mareaban. Era como hundirse en un abismo.


-Sigue-pidió con voz mesurada el coronel-te estoy mirando, Acero, sigue con tu informe.


Eso había sucedido tres horas atrás. Ahora estaba en un estado casi catatónico en la cama de hotel. Después de escuchar su voz se dio la media vuelta para salir huyendo, pero el hombre rápidamente lo detuvo sosteniendo su brazo humano con fuerza, obligándolo a volverse y seguir viendo el infierno oscuro de su mirada. Y así, tan instantáneo como eso, lo dejo libre, volviéndose a su escritorio ante la expresión atónita de sus subordinados. El muy bastardo dejo de prestarle atención para seguir absorto en sus asuntos. Y Edward Elric corrió hasta encontrarse a salvo lejos del cuartel, preguntándose porque su lengua reaccionaba más rápido que su mente.


 


La cita con Mustang fue un éxito. El hombre se mostro tan encantador como siempre. Anne estaba satisfecha cuando regreso a su habitación. Arrojo el abrigo de pieles sobre uno de los silloncitos al igual que sus guantes. Había declinado el hospedarla, pero eso no la hizo darse por vencida, en cambio, hubo más propuestas  a estar con su fascinante compañía al menos cuatro noches a la semana. No tardaría en pedirle un compromiso formal, de eso estaba segura cuando se quito las joyas y cepillo su reluciente y larga cabellera roja frente al espejo.


 


Se dejo caer en el sillón, desabotonándose la camisa. Cerró los ojos por unos instantes antes de coger el teléfono para llamar a Maes. Tenía miedo de que esa opresión al estar en casa terminara matándolo. A los pocos minutos acordaron una cita para ir a beber un poco. En casa de su amigo se oían las risas y los cantos de su hija, la voz mesurada de Gracia en su plática amena; ¡Si hubiera sido él y no Hughes el que se casara con esa excelente mujer! Seguramente su mente no le jugaría esas malas pasadas.


 


-No vendrá-le susurro la rubia sin que los demás oyeran. Mustang se estremeció, ¿Desde cuándo podía leerlo tan bien?


La miro de reojo. Ella seguía luciendo tan naturalmente seria, devolviéndole la mirada con dulzura. Esa mañana se había enterado, tal como Hughes la noche anterior, de la llegada de Anne Collins a Ciudad Central. La hermosa hija de un antiguo socio del padre de la teniente, envuelta en un vaho perfumado y sus costosos vestidos. No pudo evitar un estremecimiento al suponer que tenía algunas cartas bajo la manga que jugaría durante su estancia, en favor de obtener al coronel como su premio mayor.


-Salgamos a desayunar-propuso. Riza asintió levemente desde su posición. Dejo varias carpetas ordenadas antes de levantarse y estirar su espalda.-Regreso en una hora-aviso tomando su sobretodo y encaminándose a la puerta. La teniente lo siguió, caminando a cierta distancia de él.


-Dime todo lo que sabes-pidió cuando el mesero les hubo servido café.


-No sé exactamente que sea todo-le contesto-pero soy la única que ve más allá, no te preocupes.


Esas eran sus conversaciones a solas, tuteándose, como viejos amigos que eran aun con todo aquello que sucedía actualmente.


-Ed parece una persona muy difícil-comento-el no es como las chicas, que caemos rendidas a tu pies instantáneamente-se burlo-además, dada la relación que mantiene con esa chica…err…Winly, no creo que esté interesado en los hombres.


-Vaya apoyo moral.-puso los ojos en blanco.


-Tenemos que ser realistas, Roy-le dedico una sonrisa al camarero que acaba de depositar los platos del desayuno-no puedes golpear sin saber que no te atraparan corriendo, ¿Me explico?


-¿Quieres decir que Acero me matara si llego a ponerle un dedo encima?


-De una manera menos sutil, si.


Hawkeye no sabía cómo abordar el tema de la descendiente del importante comerciante. Le causaba desconfianza aunque hubiesen sido grandes amigas en la infancia. Pero Roy parecía absorto con el tema del rubio, aunque temiera que por desesperación se aferrara a la enloquecedoramente bella señorita Collins.


 


Maes Hughes espero pacientemente la llegada de su amigo. Sabía la causa de su retraso así que no se incomodo. Gracia había insistido, al conocer que saldrían aquella tarde, sobre el invitarle a cenar. Su mujer le apreciaba demasiado. Aun recordaba la época en que los presento y Roy se alegro infinitamente de su compromiso. Luego, la llegada de su adorada Elysia, encantadora niña que se gano igualmente el corazón de Mustang, al grado que en cada visita le llevaba golosinas para deleite de la pequeña, todo eso antes de que comenzara a desmoronarse. Ahora las visitas eran menos frecuentes, y los silencios incómodos se presentaban más a menudo. Para cuando hizo su flamante aparición, le sonrió de manera retorcida, ante el rostro cansado del coronel, éste, por su parte, hizo el pobre intento de devolverle la sonrisa, desplomándose en la silla frente a su mejor amigo.


-Cada día pierdes más atractivo, Mustang-se burlo, el otro puso los ojos en blanco.


-Hola, Maes-se limito a contestar.


-Supe que te han puesto una carga de trabajo más extensa-acomodo sus lentes frente a la mueca desvaída del interlocutor.-por algo tienes subordinados, debes dejar que ellos también hagan algo del trabajo.


Y así comenzó. Primero, temas puramente profesionales; después, en su tercera ronda algo quebró por instantes al coronel. Hughes dirigió su atención a donde momentos antes la había apartado su amigo y lo vio. Era Edward Elric, recargado en la entrada ante la lluvia torrencial desatada en esa época del año en la capital. Llamo al mesero con discreción, pidiéndole más tragos y que llamara al joven rubio, arropado, tímido de entrar y verse entre hombres mayores.


-Lo llamaste-susurro el moreno, fatalista.


-Por supuesto, es amigo mío, aunque solo lo veas como tu subordinado-replico.-No entiendo que manía le tienes al pobre chico, es algo atolondrado y necio, pero sus intenciones son buenas.


-Es un menor de edad, no debería estar aquí.


-Deja que los niños se hagan hombres, Roy.


-Coronel, Teniente-saludo con voz baja el pequeño rubio.


-Edward que gusto, siéntate-le invito alegremente, Hughes; Roy hundió la mirada en la bebida.


-Estos no son lugares para ti, Acero-musito débilmente. El rubio debía seguir asustado por lo de la vez anterior, y él no quería seguir perturbándolo.


-Solo estoy aquí por la lluvia-contesto de manera escueta.


Pronto, Hughes y Edward se enfrascaron en una plática. Roy seguía bebiendo en silencio. Tenía celos de la manera tan natural con que se desenvolvía con Hughes. Dolía. Era un amante rechazado sin hacer partícipe a la persona deseada, alejándose de ella todo lo que pudiera.


-Eh, Roy, ¿Me estas escuchando?


Se estremeció. Levanto el rostro demudado hacia ellos.


-Te he invitado a comer a casa este fin de semana-acomodo la barbilla en una de sus manos-¿Podrías concederme el placer de escuchar que respuesta tienes para mí?


-Por supuesto, Maes-estaba perplejo, Edward, con las mejillas enrojecidas y la mirada chispeante no hacia esfuerzo por evitarlo.-¿Qué le has hecho al pobre chico?


-Edward Elric ha dejado de ser un niño-le sonrió ampliamente, Ed, por su parte, desdibujo una sonrisa ebria.


-Necesito ir al baño-murmuro levantándose con dificultad.-Ya regreso.


 


Salió del baño envuelta en telas vaporosas. Riza la esperaba en el recibidor de su habitación, sentada en la otomana. Anne corrió ligera hasta donde ella, como una chiquilla, el rostro lleno de rubores y se arrodillo para acomodar la cabeza sobre las piernas de la teniente.


-Lo has visto-afirmo la rubia acariciando el húmedo cabello de su amiga.


-Es aun más perfecto de lo que llegue a pensar anteriormente, querida Riza. Roy sigue siendo la misma persona dulce de toda la vida—hablo con voz soñadora-pero, hay algo en él, algo más que no había visto.


La observo con un deje maternal. Le notaba tan emocionada que no quiso romperle ilusión alguna sobre la perfección de Mustang.


 


Roy saco cargando al muchacho poco después de marcharse Hughes. Habían concordado que, al no saber en donde se alojaba, era preferible que se quedara en casa de alguno de ellos; pero fue por temor a que Elysia le viera así que llevo cargando consigo a su tortura. En mitad de la calle, Edward le empujo con violencia, trastabillando. Con delicadeza, volvió a sujetarlo por la cintura contra su costado. El rubio sintió sus mejillas arder, lo quería lejos, lo mareaba el aroma que desprendía el uniforme del coronel; pronto termino abrazándose al torso de Roy como si fuesen pareja. Fue después cuando su adormecido cuerpo lo sintió encima. El coronel lo tenía contra una pared, con los dedos enredados en su cabello. Sentía sus labios sobre la piel, quemándolo; su mano metálica lo tomo por la espalda acercándolo más. Le gustaba la sensación.


-Vamos a casa-murmuro el coronel, cargándolo. Enterró su rostro frio en el cuello del mayor, murmurando incoherencias.


 


Gracia Hughes recibió a su marido con una deliciosa cena para dos. Elysia había ido a dormir temprano y no despertaría hasta la mañana siguiente, por lo que tendrían tiempo a solas. Entro a su habitación para ponerse ropa de casa. Ahí pensó en Roy. Lo perdía, cada vez lo sentía aterradoramente lejos, encaminándose a la locura.


 


Lo tendió sobre la cama. Ed levanto medio cuerpo para poder jalarlo del cuello de la camisa y encaminarse de manera torpe a sus labios. El roce fue delicioso, pero Roy hizo acopio de su autocontrol para no comenzar a desnudarlo en el acto.


-Buenas noches-deseó,  sintiendo una punzada en su vientre al alejarse de la cama. Edward suspiro pesadamente antes de cerrar los ojos por completo.

Notas finales:

Gracias por leer! Criticas y comentarios en los reviews... :D


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