Hoy era uno de esos días, en lo que Sasuke nunca entendía lo que pasaba a su alrededor, una vez que consigue asimilarlo por completo, y éste era uno de ellos.
No sabía qué era lo que estaba pasando con exactitud, pero tampoco podía negar que realmente le gustaba lo que estaba haciendo su nii-san con él. Ya que esa traviesa mano, se encargaba de acariciar una cierta parte de su cadera, mientras que la otra mantenía inmóvil sus muñecas las cuales se encargaban de formar un esquí; a puño cerrado, sus mejillas estaban que explotaban por el notorio sonrojo que portaban, y al no querer tener un contacto con ese hombre, lo que estaba esperando es que de una vez por toda acabará con lo que había comenzando, una vez que había puesto un pie en la sala.
Agitado y sudoriento, esos labios se suavizaban al momento en que se disponían a emitir unos suaves jadeos, puesto que su columna vertebral recibía unos que otros escalofríos, a causa del cambio de temperatura que existía entre esa fuerte mano y su media proporcionada hombría. A sus respectivo 14 años, había comenzando a conocer lo que era recibir placer de una persona, que en este caso sería un hombre; y tenía que admitir que realmente se sentía bien lo que estaba haciendo, ya que cuando su espalda se encontraba ligeramente arqueada, sus audibles gemidos eran callados por los húmedos labios de su primogénito, quien al mantener los ojos cerrados, lo que quería era saborear del placer que podía recibir su pequeño hermano menor.
Aunque esto no se compara a lo sucedido hace ya unas tres noches atrás.
—N-Nii-san… — jadeaba como podía el nombre del mayor.
—T-Tranquilo, Sasuke… pronto te conseguirás acostumbrar… —era todo lo que podía decirle, mientras que se iba a su cuello para dejarle unas que otras marcas.
Buscando abrir sus orbes, lo que conseguía era cerrarlos con fuerzas, ya que aquello que consideraba un suave vaivén se convertía en uno más acelerado, cuando el desarrollado cuerpo comenzaba a sudar por el espasmo. No sabía cuánto más pensaba aguantar, y sus gestos conseguían hablar por sí solos; por lo que volvía puño sus manos al buscar una manera de librarse, aunque de ello se podía ver a simple vista la diferencia de fuerza.
—Sabes que no tienes manera de librarte de esto… —susurraba, lamiendo el lóbulo de su oído.
Nuevamente sentía esos escalofríos recorrer su cuerpo, maldición, ¿es que acaso este condenado placer no se pensaba acabar nunca? Puede que sus suplicas no se cumplieran a los segundo, puesto que la lujuria que desprendía los ojos de Itachi, intentaba hacerle entender al menor que se dejará vencer de una vez por toda, ya que de nada servía negarse a tan privilegiada caricias; sin embargo, para la capacidad que tenía el azabache de aguantar tanta excitación, pudo notar como un ligero líquido blanquecino envolvía parte de sus dedos, indicándole que… hasta ahí llegaba, por lo que tenía pensando hacer que su pequeño hermano aguantará más que eso.
Pero ya lo tendrá para después.
Por ahora, se disponía a enfrentar sus mismos ojos mientras que lamía con un poco de descaro el rastro que había dejado Sasuke en sus respectivos dedos.