Bajo un mismo techo pueden pasar muchas cosas...
En una pequeña cuidad a las afueras de una gran metrópolis, en una casa algo grande, vivían 2 familias, sin ningún parentezco entre sí, una era dueña del lugar y la otra rentaba una pequeña parte de ella. Para vivir en la misma casa, los miembros de ambas familias no se conocían absolutamente nada, sólo se reconocían las caras, pero ni siquiera se conocían por nombre.
Los García, dueños de la casa, tenían 3 hijos, siendo el mayor Daniel, los 5; 3 hijos y el matrimonio; vivían juntos y llevaban una relación más o menos buena.
Por otro lado, los Nava, tenían de igual manera 5 hijos, pero el mayor no habitaba con ellos, así que sólo eran 4, salvo ciertas temporadas del año, en las que el hijo mayor pasaba algunos meses con ellos, Ricardo era el nombre del hijo que aún estaba con ellos.
Ricardo y Daniel jamás se habían dirigido la palabra, sólo se cruzaban algunas veces en las escaleras y se sonreían cordialmente, pero, no más, y es que ellos eran por mucho, diferentes. Por un lado Daniel dedicaba sus días a la lectura, su música y sus videojuegos, a salir a tomar aire y disfrutar de la tranquilidad, por el otro Ricardo, era deportista, entrenaba con un equipo de béisbol y generalmente se la pasaba de un lugar a otro, no solía estar mucho en casa, excepto los lunes y miércoles, y bueno, también estaba el hecho de que Daniel contaba ya con 19 años, mientras que Ricardo, tenía 16.
Físicamente, eran, ambos de una complexión delgada, claro, Ricardo estaba más en forma producto de su entrenamiento, sin embargo, Daniel era más alto. Ambos poseían piel morena y los ojos color miel, pero Ricardo tenía una mirada un tanto infantil, mientras que Daniel, tenía una mirada más profunda y seria, aunque solía sonreír mucho. Ricardo usaba el cabello más corto que Daniel, quien se lo dejaba crecer de tal manera que cubriera su frente y orejas.
Llevaban ritmos de vida muy distintos, tenían pasatiempos y diferencias muy marcadas, pero había algo que ambos compartían, ambos se sabían gay, pero por miedo a sus familias ninguno de los 2 se había atrevido a confesarlo.
Sin embargo, Daniel no dejaba de mirar más y más a Ricardo, había algo en él que le atraía y entre más pasaba el tiempo, más decidido estaba a acercarse a el, pero, no hallaba la manera.
Una mañana, Daniel despertó temprano, aún no amanecía y no consiguió conciliar el sueño de nuevo, así que salió al patio del piso de arriba a leer un poco. Mientras tanto, Ricardo se levantaba, listo para darse un baño e ir a la prepa. Daniel lo sintió pasar detrás de él y escuchó que entraba al baño del piso superior, pero, no se inmutó y siguió con su lectura.
Ricardo por su parte, se sorprendió un poco al ver a Daniel despierto, y es que otra de las cosas que los diferenciaban era que Daniel dormía muchísimo y Ricardo solía levantarse muy temprano, incluso el fin de semana.
Cuando Daniel escuchó que la puerta del baño se abrió, no pudo evitar voltear y mirar al chico que salía, cubierto por una toalla de cintura hacia abajo, pero trató de no centrarse en el y se giró de nuevo para seguir leyendo, pero un pensamiento lo traicionó y salió de su boca en voz alta
"Si te relajaras un poco, te darías cuenta de lo divertido que es vivir"
El menor se sorprendió un poco por el comentario pero no lo tomó muy en serio en ése momento, se le hacía tarde y no podía permitirse distraerse, sin embargo, por el resto de ése día esa frase le rondó la cabeza.
Daniel, al darse cuenta de que pensó en voz alta, cerró su libro y volvió a entrar sin decir otra palabra.
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