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Pacto por MoonDrop

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Notas del fanfic:

¡Hola! 

Igh, hice esto demasiado rápido para mi gusto. Disculpen si hay errores. Pero es que me nació tan desde fondo luego de ver esto: 
https://www.youtube.com/watch?v=LZgtMt914qE
Y pues, me puse melosa;;;;;;;;

Eso.

 

 

 

-  Hyung, suéltame.

 

-  Neo.

 

-  Hyung, por favor.

 

Neo quiello.

 

 

Los dientes blancos y alineados encarcelaban el labio inferior de Minho, mientras éste intentaba remover el cuerpo sobre sí, ese pequeño pero fuerte cuerpo. Las extremidades pesaban contra el sofá en esa tarde de otoño, de hecho todo pesaba; las ramas de los árboles, las nubes bajas, la inminente flojera, y más que nada, Jonghyun sobre Minho.

 

Choi le envió una mirada de ceño fruncido hacia abajo, buscando infundir amenaza o superioridad, cosa que no resultó. La dentadura bonita continuaba alrededor de su carne, y esos ojos de canino abandonado le observaban inmutables, casi con chiste.

 

 

-  Ya muévete – comenzó a agitar las piernas, desestabilizando al mayor – Tengo que irme.

 

-  Eres un aburrido – masculló Jonghyun segundos más tarde, soltando finalmente la boca cuando el cuerpo largo se removió demasiado que le fue imposible mantener su ubicación.

 

-  Tú eres demasiado infantil, hyung – le respondió sintiéndose repentinamente el maduro de la relación. Aunque realmente no existía tal grado de madurez en ninguno de los dos.

 

-  Tú eres el pendejo que debe llegar temprano a casita – espetó con burla.

 

 

Choi agarró su casaca arrollada entre los cojines, su abrigo largo reducido en el espacio entre la alfombra y el sofá grande, la bufanda colgando por el respaldo de una silla y por último, las caderas estrechas de Jonghyun. Se le quedó observando con paciencia mientras el otro le arreglaba los ropajes de telas gruesas, más por retrasarle que por alistarlo realmente. Minho rodó los ojos cuando notó que realmente, el  mayor estaba desordenando su ropa, haciéndole parece como si hubiese sobrevivido a una riña.

 

 

-  Debo irme hyung, en serio – apuró con la sonrisa amenazando con brotar intensamente.

 

-  Niñito – le dio un beso corto.

 

 

Fue demasiado corto, y eso era extrañísimo viniendo de Jonghyun. Pero el sentimiento de desentendimiento duró segundos escasos, pues pronto Jonghyun volvió a los labios de Choi, tomándole de ambos lados del rostro para orientar el beso. Algo sutil, sí. No podían correr el riesgo de terminar sobre el sofá nuevamente.

 

 

-  Hyung, asegúrate de voltear los cojines del sillón, ¿ya? – le dijo Minho luego que separaron bocas, palmeando divertido el trasero del mayor mientras usaba una expresión sugerente. Jonghyun le miró con resentimiento.

 

-  ¡Agh! – se quejó gritando cortado – ¿No que te ibas a ir? ¡Ándate pendejo!

 

 

Minho se alejó riendo, con el humor tan liviano que podía ser posible que si saliera al aire libre se alzara en el cielo como las hojas que caían de los árboles. Siempre era así cuando se juntaban, ambos tenían esa afición por molestar, por fastidiar, por reír en la cara del otro.

 

Gritó un “¡no me extrañes tanto, hyung!” justo antes de desaparecer por la puerta principal, haciendo rechinar los dientes del mayor. Aunque, por más que quisiera, Jonghyun no podía odiar a Minho. No de una forma insana, al menos.

 

Minho era muy imperfecto, según Jonghyun. Pero le encantaba así. Le encantaban sus expresiones de hastío cuando le decía una frase impura en público; le encantaba su risa cohibida; le encantaban sus piernas largas, su cuello extenso, sus manos fuertes. Y su pasatiempo más preciado era hacerle enojar-de-cualquiera-manera-existente. Le encantaba verle ofuscado y con el ceño fruncido, gritándole mientras su mentón temblaba. Cuando Jonghyun le veía así, nunca podía reprimir el impulso de lanzarse sobre él dándole caricias por todo el cuerpo mientras Minho procuraba alejarlo con manotazos, aunque al final siempre terminaba cediendo ante los besos suaves.

 

Y, rematando la situación, a Minho también le fascinaba molestarle. Y Jonghyun odiaba cuando el menor le trataba como a un niño chico o como a una nena; aun cuando Minho ya había visto (comprobado, sentido, saboreado) con bastante detención su entrepierna como para confundirle con una niña. Odiaba que el otro le viera como un objetivo sumiso, por eso a menudo le gruñía como un perro, defendiéndose estúpidamente.

 

De todos modos, aunque se odiaran en ciertas ocasiones, no había día en que no terminaran pegados uno contra el otro, mirándose eternamente, jugando como infantes, besándose húmedo como adultos, disfrutando como nada la presencia del otro.

 

 

 

///

 

 

 

La madre sacó el mantel más elegante, el juego de lozas más impecable; había aseado los adornos del estante que cargaban polvo desde la Navidad anterior, incluso su hijo Jonghyun le había ayudado volteando los cojines del sofá. Aunque ella realmente no alcanzó a comprender el porqué. La razón de todo el revuelo en casa era porque SoDam presentaría su novio a su familia, y para hacer el encuentro aún más significativo, habían invitado a la familia del joven.

 

La emocionada madre no paraba de arreglar detalles ni de mandar a su hijo a traer esto, llevar lo otro, vestir algo más decente, lo que dolió en el alma de Jonghyun, porque según él, se vestía bien. O eso creía. Luego de todos los preparativos se sentaron en el living esperando las ansiadas visitas. El padre tenía una expresión fría, calculadora, pues estaba a instantes de conocer la dichosa pareja de su hija mayor, de su querida e indefensa hija. Jonghyun, por su parte, completamente esparcido sobre el sofá, hacía bizcos con los ojos intentando buscar alguna figura 3D en el techo para intentar matar el tedio. Rogaba al cielo para que su hermana terminara de arreglarse por lo menos antes de media noche. Increíblemente, SoDam bajó corriendo al instante preciso en que el timbre resonó por la estancia.

 

Jonghyun estaba ahí para reírse de todo el mundo; lo haría cuando su hermana se diera cuenta que en el apuro eligió aros distintos, lo haría en la cara del novio cuando le tuviera pena por lo estricto que era su padre con las parejas de su hija, y también cuando se quemara la cena. Jonghyun estaba preparado para disfrutar de ese soso, patético encuentro.

 

Ordenó sus extremidades en una postura educada o por lo menos normal, mientras esperaba que las visitas aparecieran por el umbral. Suspiró pesado, sabía que esos encuentros eran demasiado aburridos. Primero vio aparecer una figura alta y elegante, que le sabía vagamente a conocida. Quizás lo había visto alguna vez, pero no recordaba dónde. De pronto, otra figura se abrió paso en la estancia, y entonces todo tuvo sentido, un inesperado y retorcido sentido. Los ojos grandes le miraron con la misma estupefacción y ambos fueron incapaces de escapar de ese trance hasta que sus padres corearon sus nombres como medida de presentación. Jonghyun tuvo este reciente impulso de inspeccionar entre las hojas de las plantas y en las esquinas de la habitación en busca de las cámaras escondidas que estarían filmando esa jodida escena de telenovela. Pero antes le forzaron a saludar a los invitados; a los padres de sonrisas amables, al novio de su hermana que le sobrepasaba demasiado para su gusto en estatura, y al otro chico de cabello largo y ojos grandes, a aquel que le llamaba hyung y le robaba los polerones anchos.

 

Se miraron fijamente cuando se saludaron, conteniendo una cantidad inmensurable de palabras tras las bocas cerradas y de acciones tras las manos en los costados. No había nada que pudieran hacer.

 

Se sentaron frente a frente en los sillones –aquellos que mancharon el día anterior–, separados por la mesita de centro copada hasta las esquinas de bocadillos varios. Ninguno comía nada, lo cual era extremadamente extraño viniendo de ambos hijos menores, ya que tenían esta fama de glotones sin límites, de aspiradoras humanas y Taz de los Looney Tunes.

 

Cualquiera diría que se estaban comportando por el contexto casi ceremonial, pero claro que no era así. Si algún mago maravilloso pudiera abrir las costillas de cualquiera de los dos justo en ese momento, encontraría en el interior un sentimiento profundo y oscuro, un temor incipiente que comenzaba a contraer los músculos, y más al rincón un vacío hospedándose entre los anhelos del futuro y las alegrías del presente, mientras los iba consumiendo poco a poco de manera silenciosa.

 

De un momento a otro Jonghyun se convirtió en el ama de llaves que llevaba y traía cualquier cosa hacia y desde la cocina. Todo por orden de su entusiasta madre. Sólo se le estaba permitido refunfuñar en silencio y sonreír un poco cuando le tocaba entregar algo en las manos del otro hijo menor, creando un contacto simple e ínfimo, que en realidad guardaba un gran significado.

 

Los padres eran los monitores de la conversación; inducían preguntas del típico ¿Qué estudias? ¿Cuál es tu meta? ¿Cuáles son tus hobbies? Mientras elaboraban un juicio mental de la pareja de su hija/hijo. A ella le preguntaban si sabía cocinar. A él si hacía algún deporte. De un momento a otro Jonghyun comenzaba a aburrirse con tantas sonrisas tímidas y risas controladas; tenía el impulso de sembrar un tema controversial o menos superficial, o contar alguna anécdota divertida para hacer reír a todos juntos escandalosamente, pero sabía que no podía hacerlo. Comenzó a mover su pie izquierdo, presa del aburrimiento. Pero recordó que ahí también estaba Minho, y Minho era la persona con la que más se divertía, por lo que su mente tenía la posibilidad de escapar del ocio.

 

Lo observó por unos segundos, hasta que hicieron contacto visual. Se miraron por unos instantes sin efectuar ningún movimiento, sólo quedándose quietos casi como si jugaran a las quemaditas. Jonghyun hizo una mueca cuando su hermana respondió ‘sí’ a ‘¿tú has cocinado estos de acá?’, haciendo reír levemente a Minho. Éste lo disimuló creando una tos forzada. Comenzaron a hacerse caras, primero eran feas muecas; ojos turnios, bocas chuecas, ceño torcido, pero luego se transformaron en gestos sugerentes que incluían mordidas de labios, alzadas de cejas y lenguas traviesas. Minho no lo soportó demasiado y comenzó a reír tras el dorso de su mano, en aquel gesto elegante que amaba Jonghyun.

 

La diversión no duró por mucho tiempo porque Jonghyun se ofreció para llevar los platos vacíos a la cocina, y Minho se apresuró en ofrecerse también. Ambos hijos menores caminaron hacia la cocina mientras eran halagados por su buena voluntad. Apenas dejaron los trastes Jonghyun se pegó a la espalda alta de Minho, alterándole en seguida.

 

 

-  ¿Qué haces?

 

-  La conversación estaba demasiado aburrida para mí – murmulló en su espalda, mientras amarraba sus manos junto al ombligo de Minho.

 

-  Perdona al mundo, hyung, no siempre se puede estar conversando sobre drogas, anime e injusticias.

 

 

Choi intentó desamarrar el nudo de las manos pero no lo logró, y en cambio, Jonghyun le dio la vuelta quedando frente a frente. Le sonrió mientras le agarraba por la espalda baja, y lo arrastró hasta que quedaron sobre la puerta del refrigerador que zumbaba en un bajo eterno. Minho era el más preocupado por la situación, y por el contrario, Jonghyun se había dado el lujo de escarbar con la nariz en la ropa del menor hasta encontrar el ángulo entre su cuello y hombro, para encerrar los dientes en la piel como le encantaba hacer. Jonghyun siempre le mordía; tenía esta boca grande y la lengua habilidosa, que le era fácil en demasía agarrar un pedazo de piel y tentar al menor. Comenzó a dar mordidas aleatorias y sin presionar mucho, más como un juego. Acercó el cuerpo más sobre sí, atrayéndolo por el declive de su espalda, mientras mordía firmemente y pasaba la lengua de manera lenta y dedicada por el extracto de piel que retenían sus dientes. Minho se dejó hacer, reposando su cabeza en la superficie del refrigerador, soltando un suspiro directo a la oreja del mayor.

 

 

-  ¡Serviremos la cena!

 

 

La mujer entró de improviso, y antes de que Minho siquiera lo notara, Jonghyun ya le había hecho a un lado empujándolo con fuerza metro y medio más allá.

 

 

-  ¿Te encuentras bien, Minho-shi? –preguntó la mujer, escudriñando en sus facciones perdidas, contraídas y acaloradas.

 

-  Él está bien, ¿Te ayudo a llevar algo, mamá? – contestó Jonghyun, con los aires más casuales del mundo. Minho le miró con intenciones de fulminarlo, era un desgraciado hijo de puta. Y hablando de la madre (no prostituta, dios, la rabia le hacía pensar cosas indecorosas), ella le estaba instando en que también ayudara a llevar ensaladas a la mesa.

 

 

Minho no pudo concentrarse en la cena, no con la mirada de su hyung recorriéndole cada dos por tres. Había algo que no calzaba en su cabeza; Jonghyun parecía demasiado tranquilo, demasiado natural. Parecía que estuviera en una situación normal, en una perfecta comida familiar, en un día sábado cualquiera, y no con su pareja en secreto sentado frente a él. La situación para él era estúpida, ridícula, pero parecía que Jonghyun no veía lo mismo que él.

 

De pronto logró prendarse de la conversación cuando ésta tocó el tema del deporte. Minho amaba el deporte. Minho debía hacer un comentario (el primero de la tarde) sobre el tema para parecer alguien normal y no con problemas de personalidad retraída. Pero entonces saltó Jonghyun, gritando lo mucho que le gustaba mover el cuerpo. De hecho, así se habían conocido; en el taller de básquetbol del instituto. Recordaba que desde el primer momento le había llamado la atención porque era el más bajo de todos y porque siempre tenía un aura brillante y espontáneo. Recordó, también, que se quedó más tiempo del necesario observando el cabello oscuro mojado luego de que el mayor se echara una botella entera con agua en la coronilla.

 

Pero por mucho que quería, no podía hablar. Aquella tarde, cuando en el recorrido su padre dobló en una esquina familiar para él (fue ahí donde una tarde se dieron el primer beso) un vacío silencioso comenzó a crecer en sus entrañas, envolviéndolo en una conjetura apresurada y ridícula en esos instantes. Pero cuando el automóvil pasado a perfumes estacionó frente esa fachada tan conocida, el estómago se le apretó con fiereza, anulándole cualquier capacidad física y mental. Fue necesario que su hermano mayor le diera un codazo en las costillas para que despertara de su ensoñación, que parecía más una pesadilla. A Minho se le venía la definición imposible cuando veía a Minseok reír con SoDam, tan felices y normales, y el imposible retumbaba cada vez se recordaba a él riendo con Jonghyun, felices, pero anormales.

 

 

-  Oh, a nuestro Minho también le gusta mucho el deporte – acotó su madre, robándole la frase que debía decir él, robándole la única esperanza de permitirle demostrarle al mundo que él sí sabía hablar.

 

-  Jonghyun-ssi – habló con cariño la madre del mayor – Podrías mostrarle a Minho la cancha de deportes que está cerca, ¿no crees?

 

-  Claro – respondió rápido. Jonghyun lo miró con una media sonrisa, y sólo Minho fue capaz de ver el brillo lascivo en sus ojos – Es una buena idea.

 

 

///

 

 

El atardecer estaba naciendo en el cielo, que estaba naranjo como la pelota sonora, como la cancha de más allá, como el postre de naranja que Jonghyun comió y del cual aún quedaba un trocito de fruta entre la dentadura perfecta.

 

Había sido un total alivio escapar de ese encuentro de familias; a ambos les fastidiaba que todo se diera en un contexto tan formal, tan casi utópico, con los padres hablando en voces dulces y los hijos respondiéndoles con timidez y respeto.

 

 Ellos dos conversaban mucho, pero también tenían momentos de silencio y quietud confortable. Este era uno de esos momentos, sólo que quizás no estaban lo suficientemente cómodos. La cancha de básquet se encontraba vacía, demasiado, y de hecho parecía que toda la ciudad había acordado guardarse en sus casas para que ellos dos pasearan con tranquilidad.

 

Se pasaban la pelota el uno al otro, a veces por rebote, a veces por el aire. Había un ambiente extraño entre ambos, había un algo que hincaba en sus cuerpos.

 

 

-  ¿Qué haremos ahora? – preguntó de pronto Choi rompiendo el silencio, expulsando lo que tenía retenido desde hace horas.

 

-  ¿Por qué? ¿De qué hablas? – cuestionó el mayor, intentando evadir.

 

-  ¿Cómo que por qué? – replicó con fuerza, casi con rabia.

 

 

 Jonghyun suspiró pesado, agarró el balón y se acercó unos pasos al cuerpo alto, lanzándole de pronto la pelota directo al pecho. Minho se tambaleó un poco en su intento de protegerse del golpe certero. ‘¡¡Hyung!!’ gritó consternado, mientras la pelota huía hasta chocar con la red dejando un sonido metálico en el aire. Jonghyun se acercó más a su cuerpo hasta abrazarle por la cintura, colocando su mentón en el hombro.

 

 

-  ¿Que qué haremos? – susurró en su oído – Pues podremos tener sexo en tu casa también.

 

 

Minho le dio un manotazo pesado en la espalda mientras le regañaba con un ‘Jonghyun~’ medio gritado. El mayor sólo reía bajo contra su hombro.

 

 

-  Pregunto en serio – insistió Minho, con los brazos colgando a los lados, realmente atareado con sus conflictos internos.

 

-  No sé a qué te refieres.

 

-  ¿Cómo que no? ¿De verdad debo explicarte todo lo que esto implica? – se separaron, suspiraron, Jonghyun evitó miradas y Minho se esforzó en crearlas.

 

-  No sé de qué mierdas hablas, no ha cambiado nada – sacudió su cabeza en un ademán de frustración – Minho, no sé por qué armas tanto escándalo; nuestros hermanos son pareja, ¡eso es bueno! Nos veremos más seguido, iré más a tu casa, nos haremos amigos a ojos de todos...

 

-  Ah, claro, amigos – repitió con voz monótona. Se dio la vuelta para ir en busca de la pelota, y comenzó a driblear con fuerza, haciéndola rebotar más alto de lo necesario. Dio tres pasos y estiró los brazos, intentando darle en el aro. Jonghyun le miraba desde atrás.

 

-  Minho, deja la pelota – su apelativo fue ignorado – Minho, deja la puta pelota, estoy tratando de tener una conversación contigo – el menor lanzó la pelota hacia un lado, encarándolo.

 

-  Hyung, ¿no lo entiendes? Son ellos o nosotros, no podemos existir ambos.

 

-  ¿Por qué dices eso? – Jonghyun se acercó con lentitud. Una brisa revolvió sus cabellos y despejó el rostro de Minho, mostrando su expresión contraída – Desde el principio fue el mundo o nosotros, y escogimos nosotros, ¿no?

 

 

Minho corrió el rostro intentando remover su sonrojo. Jonghyun le había dicho eso la primera vez que se acostaron, la primera vez que se recorrieron enteros y deshicieron en suspiros. Había ocurrido en una apurada tarde de jueves en la cual habían saltado clases para ir a la casa del mayor antes de que su familia llegara. Jonghyun le había dicho eso melosamente luego de caer flácidos y sudados contra el colchón; que él los escogía a ellos dos juntos antes que al mundo entero.

 

Minho se alejó unos pasos, luchando contra el eléctrico impulso de enrollar los brazos en torno a ese cuerpo pequeño y llenarle de besos.

 

 

-  ¿O te estás arrepintiendo?

 

-  No, hyung, no es eso – al fin se acercó, quedando sólo a centímetros del más bajo – Es sólo que... que tengo miedo.

 

 

Jonghyun sonrió amplio, hermoso, dejando caer un poco los párpados. La luz naranja del atardecer le daba en un polo de su rostro, iluminando ciertas zonas y escondiendo otras. Minho se recordó que fue esa misma sonrisa la que lo enamoró.

 

 

-  Mira, me gradúo este año, tú lo haces el otro. Seremos grandes, trabajaré y estudiaremos afuera, nos iremos juntos, dormiremos juntos, nos moriremos de hambre juntos, no sé Minho, hay muchas-

 

 

Había algo en las palabras del mayor que le estaba haciendo sentir muy avergonzado, y también a punto de lanzar carcajadas. Así que alzó el mentón con sus dedos, y presionó sus labios contras los habladores del otro, en un beso totalmente dulce y naranjo.

 

 

-  Eres un cursi de mierda, ¿lo sabías?

 

-  Completamente, Sr. Tomate.

 

 

Se golpearon sin fuerza un par de veces, mientras el cielo se oscurecía y la pelota reposaba sin vida metros más allá. El sol estaba cayendo, y sus sombras se alargaban cada vez más sobre el suelo, haciéndolos más grandes, casi invencibles.  Sonrieron juntos, y se besaron otro poco, sellando un pacto en esa tarde naranja.


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