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¿Recuerdas? por MadScar

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos! 

Este es el primer capítulo del primer fanfic que me atrevo a colgar, así que espero que os guste.

¡Gracias por leer!

 

Descripción física de los primeros personajes:

Erick Windson: Es un joven de 21 años, de cabello corto y castaño claro (Casi rubio), lacio. Su estatura es de 175 cm y es liviano. Sus ojos son de color castaño y su tez bastante clara. Se gana la vida trabajando de fotógrafo, haciendo cuanto puede para conseguir dinero y costear su propia manutención.

Leila Adams: Muchacha de 19 años de edad, cabello pelirojo y levemente ondulado hasta más o menos media espalda. Su piel es blanca, pudiéndose ver algunas pecas claras en sus mejillas y nariz. Sus ojos son casi negros, contrastan bastante con su apariencia en general. Mide 167 cm y tiene aspecto frágil y delicado. Trabaja como camarera en una cafetería a media jornada, pudiendo así estudiar a la par.

John Zweig: Joven de 24 años, cabello largo hasta los hombros y de color azabache, rasgos marcados y masculinos pero sin llegar a rozar lo basto, sus ojos son ligeramente afilados y de color verde. Su cuerpo no está muy musculado pero si tonificado, pudiéndose ver bien marcadas las abdominales, al igual que los brazos y las piernas. Se gana la vida haciendo de modelo, aunque su verdadera ilusión es estudiar arqueología (Para lo cual está estudiando)

 

Aún recuerdo el día en que nos despedimos, fue todo tan...directo y escueto, y pese a  que éramos los dos unos críos entendía perfectamente la situación en la que estaba metido. Mi mejor amigo desaparecería de mi vida y se iría nada más ni nada menos que a Alemania. ¿Cómo pretendía que reaccionaría? Sin duda alguna no de una manera demasiado agradable, la verdad, no quería que se marchara, él era como mi propio hermano en ese tiempo. Pero será más adelante cuando os explique los hechos en exactitud.

 Pasaron diez años desde que él se marcho y aquel día, el 27 de Enero,  regresaba. Si bien era cierto, los primeros tres años estuvimos en contacto, nos llamábamos para comentar cómo nos iba la vida y lo nuevo que habíamos hecho. También solíamos hablar sobre los estudios y los planes de futuro, de los amores y desamores y de las frustraciones de cada uno. Cuando pienso en el primer año que pasé sin él no puedo evitar sonreír, recuerdo que muchas veces había ido a buscarle a su casa casi inconscientemente, sin pararme a recordar que ya había marchado. El cambio fue al cuarto año, en esos días yo tenía quince años y, aunque seguía llamándole, no respondía tanto, claro, él debía estar ocupado al comenzar la universidad. El quinto año ya nos llamábamos como máximo una vez al mes y, al siguiente, habíamos perdido el contacto. Cuatro años sin saber nada el uno del otro, no podía saber si se acordaba de mi o simplemente había pasado, de todas formas cuando nos despedimos no eramos más que niños. Yo tenía once años y él catorce. ¿Que de qué nos conocíamos? Habíamos ido a parbularios juntos, mis padres y los suyos se conocían por asuntos de trabajo y, en resultado de eso, nosotros habíamos forjado una amistad la cual por cosas del azar se tuvo que distanciar. Pero una semana antes del día de su regreso me llamó anunciándome aquel hecho, quería verme y, obviamente, yo a él; así que concretamos hora y lugar; sencillamente le iría a buscar al aeropuerto.

 

La noche anterior a su regreso tuve que tomar una pastilla para conseguir conciliar el sueño, entiendía mi nerviosismo y admitía que tenía muchas ganas de verle, pero odiaba que eso conllevara a un consiguiente insomnio. Cuando desperté estaba en la cama, con la mirada clavada en el techo y pensando en el cambio que habría dado, era obvio que no sería la misma persona, que quizá ni lo reconocería. Tenía tantas cosas que contarle, tanto que explicar, no sabría ni por donde iba a comenzar. Pero algo desvió mi atención de esos pensamientos, una melodía, exactamente Sweet Child o' Mine de Guns 'n' roses. Era mi móvil el que sonaba, así que estiré el brazo y sin siquiera mirar quién era descolgué y llevé el aparato a la altura de mi oído.

-¿Si? -Pronuncié con la voz algo ronca pues aún estaba somnoliento.

-Buenos días, Erick -Se escuchó una voz dulce a través del altavoz del móvil, una voz que no tardé absolutamente nada en reconocer.- ¿Cómo has dormido?

-Buenos -Contesté tras carraspear un poco, tratando de aclarar mi garganta.- Bien, del tirón. ¿Tú cómo has pasado la noche? -Si había dormido del tirón había sido gracias a los somníferos, pero eso ella no tenía que saberlo, si se lo decía seguramente se preocuparía y eso era lo último que quería; además, tampoco había ocurrido nada excepcional ni era algo que me pasara siempre.

-Bien, aunque han bajado mucho las temperaturas estos días, he tenido que ponerme más mantas -Me encantaba aquella voz, era dulce y tranquilizadora.- ¿Quieres que nos veamos hoy?´-Preguntó en un susurro, aún no entendía por qué siempre se mostraba tan tímida conmigo, como si me molestara quedar con ella o algo parecido.

Me incorporé en la cama y me pasé la diestra por el rostro, tratando de desperezarme.- Claro, si quieres podemos ir a comer fuera -Dije con una sonrisa, aunque obviamente ella no la podía percibir.- Pero esta tarde voy a buscar a un amigo al aeropuerto, hace mucho que no lo veo. Si quieres te puedes venir.

-Oh, no, no puedo por la tarde yo tampoco, tengo que trabajar.- Ella trabajaba como camarera en una cafetería a media jornada, cosa que a veces se me olvidaba.

-Entonces te paso a buscar  a tu casa a las 14:00 ¿Te parece bien? -Sonreí, aunque eso ella no lo podía ver, era bastante obvio.-

-Claro, aquí te esperaré. Un besito. -Se despidió la femenina voz.

-Hasta luego -Y tras eso colgué el teléfono.

Mi mirada, aún perezosa, se dirigió hacia el reloj que había en mi mesita de noche, comprobando así la hora que era. Me sobresalté al ver que las agujas señalaban que eran las doce del mediodía. ¿Tanto había dormido? Al parecer aquellos somníferos hacían un efecto más fuerte de lo que esperaba, tenía dos horas para arreglarme. Me levanté y rápidamente me metí en el baño, quitándome la camiseta y los bóxers, pues era con lo que dormía, y entrando en la ducha. Me había bañado la noche anterior, pero para qué mentirme, me gustaba estar duchado cuando  tenía mis citas. Tras la ducha me sequé con la toalla y me vestí; si decía que me puse lo primero que vi mentiría, quería estar presentable. Me decidí por ponerme unos pantalones tejanos color oscuro, podía parecer casi negro, también una camisa y una americana encima, terminando por ponerme una bufanda. Sí, en pleno Enero aún se te helaba el alma si no ibas bien abrigado. Me miré en el espejo para asegurarme que todo estaba en su lugar, terminando por acomodar mi cabello con los dedos, tampoco me gustaba estar repeinado. Una última mirada al reloj me hizo ver que quedaba media hora para la quedada, así que le puse de comer a Kiwi, mi preciosa iguana y compañera de piso de hacía dos años.

Salí de mi apartamento cuando quedaban quince minutos para vernos,estaba todo calculado, pues en coche la casa de Leila quedaba a diez minutos. Conduje hasta su casa y aparqué lo más cerca que pude, a unos  50 metros de la entrada. Me di una vista rápida en el espejo retrovisor , sí, se que era algo patético, y salí, dirigiéndome a la puerta y llamando un par de veces, de una manera a la que ya estaba acostumbrado. No pasaron ni dos minutos cuando la puerta se abrió, mostrando tras ella a Leila, tan hermosa como estaba siempre. Sus cabellos pelirojos caían en cascada por sus hombros, en perfecta harmonía con su blanca piel y las leves pecas que recorrían sus mejillas y nariz. Sonreí al verla, casi tontamente.

-Que puntual -Dijo ella soltando una suave risa, haciendo que me encogiera de hombros con levedad.-

-Lo soy cuando vale la pena -Y tras eso me acerqué a ella y puse las manos en su cintura, acercando mis labios a los suyos y depositando un suave beso en ellos. ¿La verdad? A veces pensaba que podría llegar a romperla de un abrazo, era tan pequeña y delgadita.- ¿Vamos?

Ella simplemente asintió, sin perder aquella dulce sonrisa adornada de un leve tono rosado. Durante el camino hacia el restaurante hablamos de todo tipo de cosas, incluso allí lográbamos sacar temas que siquiera tenían ninguna importancia, en lo que consistían ese tipo de citas era en pasar un rato entretenido con la persona que quieres. No estábamos en un restaurante demasiado lujoso, la verdad, mi economía no estaba en sus mejores momentos y el trabajo de fotógrafo tenía demasiadas subidas y bajadas, sobre todo cuando no estás fijo en una empresa de modelaje o publicidad. Algo en medio de la comida me hizo sobresaltarme con levedad, de nuevo aquella melodía que provenía de mi teléfono móvil. Parecía ser que mi reacción le había hecho gracia a Leila. Miré de quién era la llamada y alcé la vista a mi pareja, pidiendo permiso para responder, sabía que no era de muy buena educación contestar en medio de la cita.

-Tranquilo -Dijo ella con tranquilidad, mientras comía.

-¿John? -Ese fue mi simple saludo.

-No creo tardar más de dos horas y media en llegar.- Contestó la voz a través del altavoz.

-Hmmm...está bien, estaré en la estación sobre las seis. -¿Qué ocurría? Notaba la voz ajena algo seria, apagada. Bueno, igual no tenía ganas de hablar, ya hablaríamos en persona.

-Bien, entonces...¿Hasta luego?

-Claro, nos vemos después -Dije con voz tranquila y, la verdad, algo animada. Después simplemente colgué el teléfono y lo guardé.- Lo siento, era John -Me excusé con una leve sonrisa a Leila, a la cual hizo un gesto con la mano para restarle importancia al asunto.

-¿Es tu amigo? ¿El que vuelve de Alemania? -Me preguntó ella con cierta curiosidad.

-Sí, hace diez años que no nos vemos. -Expliqué bebiendo algo del vino que nos habían servido anteriormente.- Iré a las seis

-Entiendo -Sonrió ella animada- Supongo que tendrás muchas ganas de encontrarte con él. ¡Tendréis muchas cosas que contaros! Aunque igualmente...yo entro a trabajar a las cinco.

-Claro que tengo ganas -Sonreí de forma amplia.- Y es cierto...¿Quieres que te acompañe al trabajo? -Pregunté mientras la miraba comer, me gustaba hasta la manera que tenía de cojer los cubiertos.

-Como tú quieras, tampoco queda muy lejos de aquí.

-Insisto, así ya seguidamente iré a la estación.

Leila sonrió agradecida y simplemente seguimos comiendo y charlando de forma amena. Cuando llegó la hora en que ella debía ir a trabajar nos levantamos y yo pagué la cuenta, aunque ella muchas veces se quejaba por ello ya que conocía mi situación económica. Nos metimos en el coche y conducí hasta la cafetería donde ella trabajaba, despidiéndome de ella y reteniéndola del brazo antes de que saliera del coche, inclinándome y besando sus labios con mimo.

-Siempre te olvidas de mi beso de despedida -Murmuré con un falso reproche.

-Esque me gusta que lo reclames -Dijo ella soltando una risita divertida, para después despedirse con la mano y entrar a la cafetería. Quizá por la noche me pasaba a recogerla al trabajo. Aún estacionado en la puerta de aquel local, miré el reloj que había en el salpicadero del coche, eran casi las cinco y hasta el aeropuerto había como media hora, así que encendí la radia para poner algo de música ambiente y después simplemente conducí hasta las afueras, donde el aeropuerto se situaba. Menudo asco, ese preciso día debía haber atasco en la carretera, por suerte no fue más de diez minutos, y llegué a las seis menos cuarto. Hacía mucho tiempo que no iba a un aeropuerto, así que cuando entré me sentí bastante perdido, no recordaba que esos lugares eran tan enormes. Tuve que preguntar por dónde entraban...o salían, según se mirase, los que llegaban. Entonces siguiendo las indicaciones vi que ya había gente esperando, así que me puse entre la gente, consiguiendo una visión razonable de la entrada.  La verdad es que esperé más de lo que pensaba y no llevaba mi música conmigo, cosa que me hizo la espera aún más tediosa. Pero entonces vi cómo se abrían las puertas y comenzaban a llegar varias personas, quizá demasiadas, que acababan de desembarcar. Mi mirada recorrió a cada una con velocidad tratando de hallar el objetivo deseado, hasta que al fin lo vi. No se por qué tuve esa reacción, pero mi cuerpo se tensó y mis puños se apretaron con fuerza, ahí estaba, mirándome. Parecía estar esperando alguna invitación para acercarse, pero esque lo veía tan cambiado que podría hasta haberme confundido de persona.

Alcé la mano derecha como saludo y sonreí de forma leve, aunque apostaría que me salió más bien una mueca extraña de los mismos nervios. Entonces vi como caminaba hacia mi, sí, sin duda era él, los rasgos eran los mismos pero...había cambiado. Lo más significativo era que ahora era más alto que yo, cuando nos despedimos  ,y aún con la diferencia de edad, yo era más alto que él. Ahora me sacaba como una cabeza y media, además sus rasgos se habían vuelto más adultos, joder, no me extrañaba...habían pasado diez años después de todo, no podía esperar encontrarme con el mismo niño el cual me dijo adios. También me di cuenta de que su cabello era bastante más largo, lo llevaba largo hasta los hombros y seguía de aquel color azabache intenso. Sus ojos verdes me observaban fijamente y me dio la sensación de que ambos estábamos esperando a que el otro hablase primero.

-Cuanto tiempo -Dije mientras le miraba, notando que él aferraba la mano al asa de la maleta de ruedas.

-Sí -Contestó de forma escueta. ¿La verdad? No podía haber imaginado que el reencuentro iba a ser de esa manera, el recuerdo de nuestra amistad se había difuminado por momentos. Entonces me di cuenta de lo estúpido que fui, ya habían pasado diez largos años, era imposible que nuestra amistad continuara siendo así, tan infantil y alegre. Ambos ya éramos personas adultas con trabajos y vidas distintas, que nos habíamos vuelto a encontrar por azares del destino.

Me llevé una mano a la nuca, debía romper el hielo de alguna forma pues de lo contrario ambos nos quedaríamos ahí, mirándonos el uno al otro y esperando alguna posible reacción.- ¿Te parece si vamos a tomar algo? -Comenté encogiéndome un poco de hombros, sonriendo y tratando de destensar el ambiente, por Dios, si eso seguía así me darían ganas de salir corriendo.

-Claro, vayamos -Pronunció, parecía algo más tranquilo. Entonces caminamos en silencio y nos sentamos en una de las cafeterías que había en el mismo aeropuerto, tampoco le iba a hacer ir con la maleta de aquí para allá, además, él seguramente iría a un hotel, si las cosas no habían cambiado el dinero no era algo que necesitara.

Yo pedí un café con leche y él un café solo, recuerdo aún lo mucho que odiaba el olor al café...sí, en eso también había cambiado. Seguramente se notaba a quilómetros que estaba nervioso ¿Pero qué podía hacer? El reencuentro había sido tan diferente a lo que imaginé, si debía ser sincero me había imaginado un abrazo efusivo con saltitos como lo hacíamos cuando éramos críos, después charlar alegremente de cosas varias que no tenían por qué tener sentido; pero no, era todo lo contrario. Pero entonces, y sólo entonces, pude percatarme como en los labios ajenos se esbozaba una sonrisa, quizá algo ladina, mientras en su rostro se pintaba un extraño tinte de nostalgia, pudiendo escuchar a continuación sus siguientes palabras.

-Has cambiado, Erick.

Notas finales:

Pues hasta aquí el primer capítulo de la historia. La verdad, espero que os haya gustado, sé que no pasa mucha cosa, pero prefería dejarlo así. 

Cualquier comentario constructivo será bien recivido *_*

¡Hasta la próxima!


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