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Escrito con humo por Elveyti

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Desearía poder empezar esta historia pensando más o menos con que tendrá un final feliz... pero no lo sé, las palabras que son escritas aquí no son mías, tampoco son tuyas, ni mucho menos de nuestras protagonistas, sencillamente nacen de la nada y tristemente en la nada se han de quedar. Comenzar diciendo que todo empieza un día soleado, sonando el despertador a las siete de la mañana sería estar mintiéndome a mí mismo; que Audrey se levantaría y golpearía el despertador porque no la deja dormir no sería lógico ¿Por qué dañar algo que ha costado dinero? ¿No le tiene amor propio a las simples cosas que con tanto esfuerzo puede llegar a comprar en una tienda por unas simples monedas? No... nada de eso. Audrey no duerme, no sueña, no sonríe, simplemente esta ahí, ni siquiera esta viviendo en este momento, el solo hecho de ir a trabajar en algo que odia para ganar dinero no es vivir. A pesar de tan solo tener 20 años siente que ya no puede dar más de sí misma y siente que ya no hay nada más que puedan ofrecerle para continuar viviendo. Irónicamente, tampoco piensa en suicidarse, dice que pronto le ha de llegar su hora, así que para que apresurarse a retar a los hilos del destino cuando sabe perfectamente como han de estar tejidos a su vida.


Un día normal para Audrey es ir a trabajar en una empresa de asesorías por teléfono a una empresa de telecomunicaciones. El solo hecho de escuchar quejas y reclamos de desconocidos durante ocho horas seguidas no eran parte de su proyecto de vida... es más, ni siquiera tiene un maldito proyecto de vida “¿Por qué esforzarme en algo que no sé si pueda o no lograr” Es como su slogan personal, es más, debería ser así el título de esta historia. Aún así, lo soportaba, solamente por el dinero, nada más para tener un sustento de sus cigarrillos diarios. Fumar dos paquetes de cigarrillos al día no era para nada barato y eso que ha tenido que ser bastante drástica consigo misma, ha pasado de fumar un cigarrillo fino como lo es el “Marlboro Ice” a fumar algo ya sin filtro conocido como “Piel Roja” algo muy dañino para sus pulmones, aún más que los primeros. Pero así tenían que ser las cosas, llegar a fin de mes pensando que ha gastado más de la mitad de su pago en pasajes para ir a su trabajo y en cigarrillos caros no era algo que apreciara o era irse a pie y seguir fumando lujosamente o la otra opción era simplemente cambiar de marca mientras conseguía algo mejor.


-Otra vez va a llover... – Dijo para sí misma mientras contemplaba el panorama cuando salía del trabajo. Le gustaban los días grises, pero no al borde de llover. No odiaba mojarse, lo que odiaba realmente era llegar a su casa, quitarse toda la ropa mojada y luego lavarla, eso era tan tedioso para ella.


Necesitaba ir a una cita médica, había tenido una toz muy fuerte que a veces no la dejaba respirar en las noches y aunque eso no le preocupaba bastante si le molestaba mucho, a pesar de no dormir no le gustaba que su jadeante y seca toz intranquilizará el aura negativa y silenciosa de su apartamento. Probablemente le recomendarían dejar el cigarrillo... como en citas anteriores, pero siempre hacía caso omiso a las recomendaciones del doctor...


-Una hora más tarde-


-Hmmmmmmmmmmmmmmmmmm Vaya... – Decía el doctor mirando un par de radiografías que mostraban los maltratados pulmones de Audrey.


-Sé que es grave... – Dijo aquella mujer - ¿Puede hacer algo?


-Con mucha sinceridad, Audrey... ¿Cuántos cigarrillos te fumas al día? – Preguntó preocupado aquel señor de bata blanca a la mujer.


-No lo sé... depende de cuántos tenga a la mano – Respondió fría y sin temor alguno a cualquier regaño del doctor - ¿Es cáncer?


-No... no lo es... todavía – Dejo aquellas fotografías en su escritorio y se sentó en su cómoda silla para empezar a copiar nombres de medicamentos  - Pero si continúas fumando de esa forma, lo más probable es que sí... por Dios, Audrey... tienes apenas 20 años y tienes los pulmones de un anciano de ochenta consumado ya por la nicotina.


Audrey sabía ya eso, no tenían porque recordárselo tan amenudo. El doctor le recomendo dejar de fumar, pero ella no le haría caso y él sabía que ella no iba a dejar su tan apreciado vicio por una simple orden médica. Así que simplemente le mandó unos jarabes para detener la toz y soltar la flema que a veces le costaba respirar, eso le iba a servir por un par de días, pero mientras ella siguiera fumando nada iba a cambiar realmente. Aunque, cuando lo pensaba bien... ¿Por qué va a tomar esos jarabes? ¿Por qué desea alargar más su vida cuando no quiere hacerlo? ¿Le teme a la muerte realmente? No se puede saber con exactitud, Audrey es una mujer muy extraña y contradictoria a la vez, odia su vida... pero teme perderla.


Al salir del consultorio se dio cuenta que la gris atmósfera que se prestaba para la tarde había cambiado por una oscura, fría y silenciosa noche que acogía las calles de su ciudad. Fue entonces cuando comenzo a encaminarse hasta la parada de buses más cercana. Ya tenía planes para la noche, iba a comprar un paquete de cigarrillos, se iba a sentar en la sala de su casa, pondría su equipo de sonido a un volumen moderado y escucharía su tan apreciada música... un poco de finas y tristes melodías de Airs la calmarían de haber tenido un día tan... igual a los demás, ya tendría tiempo para ir a recoger las medicinas después.


Los locales comenzaban a cerrar, los vendedores ambulantes comenzaban a irse poco a poco para darle paso a aquellos habitantes de la noche que se apoderaban de los mejores lugares para dormir sin ser golpeados mucho por la lluvia. Audrey iba distraida, mucho más de lo normal, ni siquiera miraba por donde caminaba ni quién a su lado caminaba, pero lo único que comenzaría a llamar su atención se encontraba a pocos metros de ella.


Divisaba a un par de pasos una figura más pequeña que ella, llevaba puesto un saco negro con chompa que tapaba la mitad de su rostro, una falda escolar de cuadros rojos y blancos, medias blancas hasta sus rodillas y unos zapatos negros... “¿Qué hace una estudiante a estas horas por acá?” se pregunto mientas continuaba caminando hacía ella. El único detalle que podía notar desde su lugar es que era muy delgada, sus piernas eran bastante flacas y su forma de caminar era bastante... peculiar, se tambaleaba de lado a lado como si en algún momento fuera a caerse. Estaban ya a pocos centímetros, una de la otra, y, de la nada, Audrey sintió como aquella mujer se tropezaba con ella. La chompa de aquel saco se tiró hacía atrás dejando ver quién era... su rostro fue lo que más intriga le dio a Audrey, era tan blanco... blanco en extremo, palido, casi sentía que pudiera estar muy enferma, sus pequeños labios estaban resecos y sus mejillas estaban marcadas por un moretón enorme en el lado derecho y una pequeña cicatriz del lado izquierdo, pudo detallar sus ojos; eran de color miel pero lo más extraño es que abajo de ellos se posaban unas enormes ojeras, su mirada era tan triste... tan triste que le gustaba, sin mencionar de aquel mechón rojo de pelo que sobresalía de su rostro y que contrastaba con el resto de color negro-azul del resto de su cabello.


Esa chica, en un momento instantaneo, sacó a Audrey de sus pensamientos por un instante cuando agarro su brazo y con una voz debil pero entendible le dijo:


-Perdón... – Dicho esto, esa chica tomo de su chompa y volvió a ponerla en su lugar mientras continuaba caminando mientras Audrey la observaba desaparecer a los lejos en un oscuro callejón...


-Eso fue raro... – Una vez más, habló para sí misma. Era algo que no sucede todos los días, ver a alguien así era muy interesante para ella y eso que Audrey no se interesabe realmente por nadie. Aún así, dio media vuelta y retomó su camino hasta el bus. Al llegar a la parada, fue a sus bolsillos para buscar su billetera pero no la encontró... buscó en todos los bolsillos del pantalón pero no encontró nada... fue cuando se dio cuenta, que en ese choque no solamente alguien había despertado su curiosidad, sino que también le había robado – Maldita bastarda... – Decía con una leve sonrisa en su rostro Fue entonces que mejor tomo un taxi para su casa y allí le pudo pagar.


Fue una noche distinta a las demás, no sabía porque estaba tan pensativa después de eso, le habían acabado de robar y no le importo en absoluto manteniendo todavía esa pequeña sonrisa que relucía de su rostro. Fumó unos cigarrillos y contemplo nuevamente desde la enorme ventana de su sala el amanecer hasta que fuera hora de volver a ir a trabajar.


-¿Te robaron? – Preguntaba uno de sus compañeros, Jonathan, un tipo moreno de cabello largo que siempre lo tenía recogido en una elegante cola de caballo y que siempre relucía con distintas camisas de bandas todos los días. A Audrey le agradaba hablar con él, solamente porque parecían tener algo en común con gustos musicales.


-Sí... ¿Puedes creerlo? – Trataba de parecer impactada, pero con él esas cosas no servían.


-¿Y no vas a poner el denuncio? Es decir... perder tus papeles es algo grave.


-No... – Dijo despreocupada ella – Voy a buscar al ladrón para que me los devuelva...


-¡Já! – Solto una seca risa Jonathan al escuchar esas palabras salir de su compañera - ¿Crees que le vas a encontrar así de fácil?


-Pues verás... – Cuando iba a continuar con la charla, su jefe se acerco a ambos y les dijo de manera molesta.


-¡A los dos les pago para que reciban quejas! ¡No para que charlen entre ustedes!


Dicho esto, ambos volvieron a sus lugares de trabajo, no sin antes Jonathan burlarse un poco del extraño traje color azul que tenía su patrón hoy y sin que Audrey le siguiera el juego de risas al notar también el extraño contraste que hacía sobresalir su jefe de los demás allí.


 Continuaba pensando en esa extraña chica... ¿Por qué la pensaba tanto? ¿Le causaba curiosidad? No se puede saber a ciencia cierta que era lo que pasaba por la cabeza de Audrey por ese día, no podía concentrarse como era debido y pronto su jefe se daría cuenta... pero esa persona la tenía algo atontada, le habían robado, sí, pero no estaba enojada, sí tan solo tuviera una mínima posibilidad de entablar una conversación con ella sería estupendo. Y así continuaba su día hasta la hora de salida, sin nada de novedades, sin nada de contrariedades, todo igual excepto la imagen de ella “Maldita sea... ¿Cómo me la saco de la cabeza?” Se dijo todo el día dentro de su ser una y otra y otra y otra vez.


La hora de salida había llegado, Audrey salía de la empresa tranquilamente, todavía pensando en ella, cuando alguien en la salida parecía esperarle recostada en una de las columnas de afuera... era una mujer... portaba un uniforme escolar de cuadros rojos y blancos y relucía un mechón de cabello rojo que se posaba en toda la mitad de su rostro... era esa ladrona... era esa chica de mirada triste... era esa chica en la cual no podía dejar de pensar...

Notas finales:

Sus reviews realmente no son motivacionales para mí y para continuar esta historia. Lo hago porque tengo algo interesante para contar a través de esas palabras. Aún así, son libres para hacerlo si así lo desean. Muchas gracias.


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