Hitoria en tiempo normal
Flash back
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¿Cómo había llegado a eso? Hace unos meses era la persona más feliz del mundo, hace unos meses su vida era una completa maravilla. Entonces ¿por qué? ¿Por qué se había destruido todo? ¿Es que acaso ella no pudo entenderlo? ¿Es que ella no podía entender que lo amaba con locura?
-¿Por qué lo hiciste?-preguntó con aire ausente mirando a la hermosa y pálida joven que se encontraba debajo de él mirándolo con sus enormes ojos color vino-¿Por qué lo alejaste de mí?-volvió a preguntarle, mas la joven estaba muda e inmóvil, solo lo miraba con sus enormes ojos opacos, vacios y sin alma-¿Por qué me alejaste de Kaname, Yuuki?...
Aún lo recordaba… lo había conocido el día de su boda, el día que se había casado con Yuuki, la joven que hasta ese momento había amado. Pero solo bastó una mirada suya para que su perfecto mundo se hiciera pedazos, solo bastó un simple rose de manos para que su cuerpo quemara de deseo y su mente pidiera a gritos que no se alejara de él, solo bastó escuchar su voz aterciopelada para saber que lo amaba incluso más que a Yuuki, solo bastó una sonrisa suya para tenerlo completamente a su pies.
-Zero… él es mi hermano mayor Kaname. Kaname, el es mi esposo, Kiryuu Zero-los presentó Yuuki un tanto inquieta, su hermano mayor no era una buena persona, él junto con su tío estaban metidos en negocios peligrosos. Según había escuchado de su padre y su madre, su hermano mayor hacia negocios ilegales con gente con la que era mejor no meterse.
-Un placer, Zero-ronroneó el mayor de los tres tomando una mano de Zero para estrecharla con delicadeza.
-Lo mismo digo-respondió hipnotizado el de cabellos platinados sin dejar de mirarlo a los ojos.
Fue en ese preciso momento en que todo se redujo a nada y él se convirtió en su todo, sintió que su alma había sido atrapada por esos ojos color vino y sintió sus manos sobre su cuerpo, tocándolo, excitándolo, incitándolo a pecar junto a él.
-Espero que cuides a mi hermana-habló sin despegar sus ojos del menor.
-Lo hare-dijo este automáticamente atrapado en una espiral de emociones.
Nadie sospechó nada. Nadie sospechó que con esas simples palabras y ese sencillo toque, ambos habían sellado una promesa que, si bien era prohibida, cumplirían con gran prisa.
Esa misma noche, mientras todos celebran la unión de los recién casados, Zero se entregó a Kaname en el baño de aquel caro y esplendido salón. Esa noche, mientras Yuuki bailaba con su padre sonriendo con felicidad, su esposo gemía el nombre de su hermano arañándole la espalda, rogándole por más, sollozando de placer. Esa noche, mientras todos reían y bebían, Kaname empotraba a Zero contra la pared penetrándolo con rudeza y pasión, corriéndose dentro de él, gruñendo en su oído con gran deleite.
Una promesa había sido sellada y con ella había nacido un nuevo amor entre él y su cuñado, ya nada importaba, ya nada tenía sentido, porque para él, lo único que existía, era Kaname.
Los meses pasaron y los recién casados vivían un mundo de cuento de hadas. Se amaban, se querían, se respetaban, nada podría separarlos jamás… ¿Ella creía eso? Si, lo hacía, creía en sus palabras de amor vacías, creía en sus besos sin amor, creía que hacían el amor cuando él pensaba que estaba con Kaname, su amado Kaname. Porque ella no sabía que él lo veía cuando iba a visitar a sus padres y amigas, ella no sabía que su hermano iba a su casa y le hacía el amor a su esposo en su cama, la cama que le pertenecía a los dos. Ella no sabía que lo habían hecho en la mesa en la que comían, en el baño en que se bañaba, en el pasillo en el caminaba, en el sillón donde se sentaba a ver películas. Ella no sabía que su esposo gemía más que ella cuando estaba con su hermano, ella no sabía que su hermano se corría dentro de su esposo y que chupaba su miembro intentando borrar todo rastro de ella, porque Yuuki era una niña, porque Yuuki era inocente, porque Yuuki amaba a Zero cuando este ya no la amaba, porque su alma ya no era suya, porque Kaname lo había esclavizado y era lo único que él quería tener.
Zero nunca era frío con ella, él se veía y se comportaba normal, pero por dentro, su interior llamaba a Kaname, dentro de él su ser lloraba por ser poseído, dentro de él, su ser solo quería que el toque de la inocente Yuuki fuera el de su hermano y no el de ella.
¡Ah!, todo era perfecto, la vida de Zero era perfecta, un paraíso, el dulce Edén revertido en pecados, un dulce placer envuelto en mentiras. Pero a él no le importaba, no le importaba su esposa, no le importaba lo que dirían de él, no le importaba lo que hacia Kaname, para él todo era perfecto y lo sería mientras el castaño estuviera junto a él.
Recordaba sus peleas en la tarde con Yuuki y esas noches en los brazos de su hermano, en los brazos del hombre que lo hacía delirar por las noches y por las mañanas al despertar. Recordaba el llanto de su esposa pidiéndole perdón y luego recordaba que él hacía lo mismo con Kaname cuando tenía relaciones con ella. Recordaba como la besaba y la tomaba en sus brazos llevándola a la cama para desnudarla y poseerla y recordaba como Kaname lo embestía gruñéndole al odio mientras él gritaba pidiendo por más.
Todo había sido perfecto por dos años, durando dos años había logrado vivir en su mentira, pero un día eso tuvo que acabar, ya que ella sospechaba, ya que ella lo sabía. Ella sentía el olor de su hermano en Zero, ella veía las marcas en sus muslos y caderas, ella lloró por días sin saber qué hacer; quería estar equivocada, quería que todo fuera mentira, pero sabía que ya solo quedaba descubrir la verdad.
Fue una tarde parecida al día de su boda cuando ella los vio, le había dicho a Zero que iría a visitar a sus padres y esperó, esperó pacientemente a que su hermano llegara a su casa, esperó pacientemente que Zero se arrojara a su brazos besándolo con pasión, esperó a que subieran las escalera rumbo a su habitación y cuando supo que ya había esperado demasiado, con paso lento y sigiloso entró a su caso y sus lágrimas comenzaron a salir de sus ojos cuando escuchó los gemidos de su esposo incluso más alto que los suyos cuando hacían el amor. Subió las escaleras y una vez que llegó a su habitación, abrió lentamente la puerta y los vio.
Su mundo se hizo trizas de inmediato, todo se destruyó en segundos ante los que sus ojos veían. Zero estaba de espalda y Kaname sobre él penetrándolo mientras se aferrada a su caderas marcándolas con saña, Zero mordía las almohadas mientras sus manos se aferraban al cabezal de la cama arañándolo con fuerza.
-Kaname…. Kaname-lo llamaba a gritos levantando la cabeza intentando que el placer dejara de ser tan abrumador-Más… aah… más-gemía descaradamente sin remordimiento alguno.
-Zero-susurró ella en un sollozo ahogado y fue entonces que ellos dos parecieron notar su presencia. Kaname y Zero voltearon de inmediato mirándolo con cierta sorpresa, mas cuando esta se extinguió, el mayor se atrevió a sonreír con descaro y penetró a su amante incluso con más fuerza que la anterior y al sentir esto, Zero pareció olvidarse de todo y gritó el nombre del castaño mientras Yuuki salía corriendo de si casa sollozando y gritando de dolor.
Fueron tres meses después, en un día parecido al de su boda, que el juicio contra Kaname comenzó, la denuncia había sido anónima, pero él no necesitaba averiguar para saber quien la había hecho.
Lo encontraron culpable de robo, asesinato, tráfico de drogas y lavado de dinero. Las pruebas para acusarlo las había aportado la persona “anónima”. Su sentencia había sido de Cadena Perpetua en una cárcel de máxima seguridad la cual para la mayoría de las personas del bajo mundo era conocida como “Academia Cross”.
Zero había llorando, le había rogado y había gritado, pero ni así pudo evitar que él se fuera, ni así pudo evitar que se llevaran a Kaname de su lado… él sabía que ella tenía la culpa y ella iba a pagar por lo que había hecho.
Fueron un mes después, en una noche parecida a su primera vez con Kaname que él entró a su apartamento diciéndole que quería hablar sobre lo que había sucedido hace cuatro meses y ella acepto, ya que aún amaba a Zero como lo había hecho desde el primer día.
Hablaron, discutieron, se gritaron y ella lloró. Él le sonrió con tristeza y la abrazó pidiéndole perdón y ella lo aceptó, ella lo perdonó; mas no esperaba aquello, no esperó sentir aquel dolor atravesándole la espalda, no esperó sentir el mismo dolor tres veces más , no esperó que Zero la dejara caer en un sonido hueco contra el piso, no esperó volver a sentir el mismo dolor en su pecho una vez más, no esperó desangrarse mientras veía como Zero la miraba con rencor.
-¿Por qué lo hiciste Yuuki? ¿Por qué me separaste de Kaname? Que no vez que yo lo amo…-no esperó morir por la persona que amaba, no esperó morir por las manos de su amor….
-Si no lo hubieras hecho estarías con vida-Zero la miró con lastima, ella no tenía la culpa, pero había sido inevitable, si quería estar con Kaname, era necesario hacer aquello.
Miró el cuerpo sin vida de su ex-esposa y tomó aquel collar que le había regalado Kaname de su cuello, él le contó que se lo había regalado a Yuuki cuando esta tenía once años y que había gastado todos sus ahorros en el.
-Tengo que llamar a la policía-se recordó Zero tranquilamente mientras tomaba su teléfono celular y marcaba al 911… con esto, ya pronto estaría al lado de Kaname.
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Kaname miraba expectante a los guardias, ya que según le habían dicho estos, ese día llegaría un joven exquisito como nuevo preso.
Sonrió negando con la cabeza, ninguno sería tan exquisito como Zero, nadie nunca se podría comprar con él.
Era la hora de la comida y todos estaban revolucionados, ese día llegaría la nueva presa, solo esperaban que el Rey no se interesara en ella.
Kaname junto con Takuma, su fiel mano derecha el cual había ido a parar a ese lugar con él, estaban comiendo con tranquilidad en su mesa cuando escucharon los silbidos y los gritos lascivos de todos los prisioneros. Ambos levantaron la vista y el castaño de inmediato abrió los ojos. Allí rodeado de guardias y con la ropa gris de los presos, venia Zero con aire intimidante y con una sonrisa depredadora en su rostro, sus ojos estaban fijos en él, burlándose con la mirada de su cara llena de estupefacción.
-Este será tu nuevo hogar princesa-dijo un guardia empujándolo hacia el comedor dejándolo a merced de los presos excitados y listos para atacar.
-Vete al demonio, cerdo inmundo-gruñó el Kiryuu con furia mientras levantaba la mano y le mostraba el dedo del medio.
-¡L a princesa tiene agallas!-ante este comentario todo rieron y silbaron con maldad, estaban listos para saborear al nuevo integrante de la “Academia” cuando este con paso decidió se acercó el Rey del lugar dejando a todo el comedor mudo.
-Tiempo sin vernos-comentó burlonamente mientras como si fuera lo más normal del mundo, se sentaba en las piernas del nuevo Rey del lugar.
-Zero-susurró el Kuran con un tinte lleno de sorpresa en su voz-¿Qué demonios…?-el resto murió en sus labios cuando vio aquel colgante con forma de rosa color vino que el menor llevaba en el cuello, era imposible no reconocerlo, era de Yuuki-Tu…-dijo abriendo los ojos.
-Nadie me separara de ti Kaname-le susurró el oído aprontándose más contra él-No importa quien sea, nadie tiene el derecho de intervenir con nosotros-el castaño se quedó estático unos minutos, Zero había… por Dios ¿en qué había convertido a ese niño? Era un maldito enfermo, había asesinado a un hermoso ángel y ya solo quedaba el demonio que al parecer se negaría a irse al infierno sin él-Kaname…-lo llamó el de cabellos plateados sacándolo de sus pensamientos, el Kuran levantó la mirada y miró directo a los ojos del menor, allí vio miedo, duda, culpa… definitivamente era un monstruo ¿Qué había hecho?
-Perdóname-susurró abrazándolo con fuerza y miedo-Perdóname Zero-susurró nuevamente sintiendo como el menor se aferraba a él y movía su cabeza de manera negativa.
-No… no tengo nada que perdonarte, en todo caso, tú perdóname a mí, porque… la asesine Kaname, la asesine y no me arrepiento de haberlo hecho-
-Ya no importa Zero, ya nada importa-y dicho esto, Kaname se acercó lentamente al rostro del menor para unirse en un beso de bienvenida, en un esperado beso de reencuentro, porque ahora que están juntos ya nada importaba. No importaba el llanto de su familia, no importaba que los dos estuvieran privados de su libertad, no importaba nada en lo absoluto, porque Zero estaba allí con él y eso era lo único que realmente tenía sentido.
Fin...