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La piedra en el lago por Neutral

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Notas del capitulo:

Algo livianito sacado del baúl de los recuerdos. Quizás le sirva al alguien para pasar el rato.

La piedra en el lago

 

Duo estaba sentado en una roca, a varios metros de un lago y resistía el frío estoicamente. Se había levantado antes que cualquiera de los otros pilotos y ganarle al madrugador Wufei ya era decir mucho. No lo había hecho porque no se le antojara dormir las pocas horas que disponían en esta corta pausa que la misión, más que agotadora, apenas les había permitido. La razón tampoco era un desvelo ni nada de ese estilo, sino que tenía nombre y apellido: Heero Yuy. Sonrió, bajando la cabeza y subiendo los hombros, para que su chaqueta concentrara más el calor en su cuello. Debería estar avergonzado de tener una distracción tan tonta como esa, pero no podía evitarlo.

 

La figura de Heero Yuy había pasado velozmente de intrigarlo a fascinarlo. De ahí, que empezara a gustarle no había encontrado oposición alguna en sus defensas mentales. Se sentía bien que algo, aparte de la preocupación por las colonias, se colara en la cabeza de alguien que en cualquier momento podría caer abatido en batalla. No que planeara morir, pero siempre era una opción en el estilo de vida que había decidido llevar. Uno en el que, por suerte, no estaba solo, sino que cuatro tipos de su edad compartían plenamente y sufrían cada uno de los golpes que Oz lograba acertarles de vuelta.

 

—¿Cuándo te fijarás en mí?

 

Comenzó a reír por las palabras que se filtraron entre sus labios y clavó la mirada en el cielo que ya comenzaba a aclarar. Era una idea que parecía salida de otro canal de pensamientos, como si una señal externa se estuviera colando en su mente. Sin embargo, no iba a negarlo: estaba acostumbrado a trabajar sobre la evidencia real y a actuar en consecuencia, no se engañaba a sí mismo de ninguna manera. Se trataba sin duda de su anhelo más personal, pero eso no iba a suceder jamás. No era un resultado natural que pudiese esperarse a continuación, tal como que después del fin de la guerra vendría la paz. Aunque la verdad era que para un soldado tan realista como él, dejar de soñar le estaba costando demasiado trabajo. Bajó su mirada del cielo y lanzó al lago la piedra que por horas había mantenido encerrada en su puño. Solo su instinto le permitió desviarla lo suficiente para que no le diera al sujeto parado frente a él.

 

Se quedó congelado. ¿En qué jodido momento había aparecido? De hecho, ¿desde cuándo estaba allí? Debido a su sorpresa por la presencia inesperada de Heero, y de que la piedra hubiese pasado por sobre su hombro y tan cerca de su rostro, lo único que logró hacer fue decir algo obvio:

 

—Casi te doy.

 

—Me diste —fue la respuesta instantánea.

 

Duo salvó los cuatro pasos que los separaban e inspeccionó preocupado la zona por la que había pasado el proyectil.

 

—No es cierto —dijo aliviado—, ni siquiera te rozó.

 

Heero no replicó nada y no realizó ningún movimiento. Duo se encontró rogando que dejara de mirarlo tan fijamente. Abrió la boca para preguntarle qué hacía fuera del refugio tan temprano, cuando ni Wufei había aparecido, pero Heero le ganó en hablar:

 

—Quatre no se fijará en ti.

 

 —¿Ah? —soltó, sin entender y su mente corrió a toda prisa. La conclusión fue instantánea y sólida: “me escuchó”. Al comprender lo dicho por Heero, dejó ir ruidosamente el aire por la nariz—. No estaba pensando en Quatre —comentó divertido.

 

—Trowa está interesado en él —informó Heero.

 

—Sí, no soy tan ciego como para no darme cuenta —contestó, poniendo ambas manos en sus caderas, observó otra vez hacia el lago.

 

—Wufei no es tu tipo.

 

Su vista volvió de inmediato a Heero, disparando un rápido análisis. ¿Esa había sido una afirmación o una pregunta? A medias, concluyó. Heero parecía estar estableciendo una lista, no comentándole un hecho tan evidente como era una inminente relación entre Quatre y Trowa como había pensado en un primer momento. Y él no estaba enlistando porque sí. Lo miró con más concentración. Sabía eso porque Heero no hacía nada sin un motivo. Volvió a revisar los hechos: lo había escuchado, afirmó que le había acertado con la roca cuando eso jamás sucedió y luego comenzó a nombrar a sus compañeros. Eso le dio una idea, ¿acaso estaba tratando de sacarle información de lo que había dicho?

 

—¡Espera un momento! —exclamó—. ¿Tú quieres saber a quién me refería? —cuestionó, haciendo énfasis en el “tú”. Era impensable esa clase de curiosidad en un sujeto tan concentrado en la batalla como lo era el que tenía en frente.

 

Heero cerró sus ojos y se movió por primera vez.

 

—¿Por qué habría de interesarme? —le soltó justo al pasar por su lado. La reacción fue instantánea, lo sujetó por el brazo y sus miradas azules chocaron. Heero entrecerró los ojos. No existía en ellos una amenaza violenta, pero sí contenían una clara advertencia.

 

—Eso mismo me pregunto yo —empezó Duo, consciente de que estaba haciéndole una encerrona. Heero siguió mirándolo. ¡Cómo odiaba esa intensidad! Siempre le obligaba a hablar y a hablar, incluso cuando lo único que quería era que fuese él quien lo hiciera. Era una guerra que nunca podría ganar.

 

—Te daré mi opinión sobre eso —dijo, para justificar el haberlo detenido—: Tienes razón, Wufei no es mi tipo.

 

—¿Hilde?

 

Por primera vez era una pregunta que exigía directamente la respuesta. A Duo se le apretó el corazón y se desplomó en caída libre hacia su estómago. O al menos así lo sintió.

 

—Tú —corrigió, porque ya no podía contenerlo más. Enseguida se le encendió el rostro. Maldición, ni siquiera sabía el motivo de la curiosidad de Heero. ¿Qué sentido tenía saltar a descubierto tan rápido? ¡Si Heero estaba obviamente interesado en Relena! Lo único que le quedaba esperar era que él no hubiese comprendido, aunque…

 

—Bien.

 

—¿Ah? —cuestionó desconcertado, soltó el brazo que sujetaba. Heero en vez de irse, aprovechó que tenían la misma estatura para pegar sus labios a los suyos.  Duo se había concentrado de tal forma en sus pensamientos que la situación —con Heero comiéndole la boca a voluntad—le pareció tan imprevista como un proyectil salido de la nada rumbo a estallar en su frente, pero acostumbrado a reaccionar rápido, respondió con todo lo que tenía contenido desde hace meses, subiendo la intensidad del beso hasta que Heero terminó con el ir y venir de sus lenguas, al separarse inesperadamente.  

 

—Cuando la guerra termine —dijo y comenzó a alejarse.

 

Duo sacudió la cabeza y no contuvo su necesidad de jadear su nombre.

 

—Ya es hora —apuró Heero, ignorando su llamado, continuó alejándose sin mirar atrás.

 

Duo revisó su reloj y se dio cuenta que Heero tenía razón. Trowa y Quatre ya estaban en la puerta del refugio y se preguntó vagamente si habían sido vistos. El trasbordador que contenía el gundam de Wufei se elevó al cielo, marcando el reinicio de la misión, atacarían a Oz en cuatro puntos simultáneamente: Wufei, Heero y Trowa irían por su cuenta, en cambio Deathscythe y Sandrock se habían quedado con el objetivo más grande y atacarían en conjunto. Duo de pronto dejó de repasar el plan y echó a correr para subir al trasbordador que compartiría con Quatre. Heero ya estaba lanzando fuego de los propulsores de su gundam para despegar. Abrió la comunicación desesperado.

 

—¡Heero!

 

—¿Qué quieres?

 

Duo sonrió, aliviado de haber alcanzado a contactarlo antes de que se fuera.

 

—No entendí nada —confesó—. ¿Por qué diablos fue eso?

 

Hubo un breve silencio.

 

—Me diste con la piedra, pero ahora no hay tiempo, Duo.

 

Hijo de puta, pensó Duo riendo interiormente, ¿por qué no podía decirle que también le interesaba de una forma normal?

 

—No mueras —dijo Heero y se transformó rápidamente en una estrella a lo lejos. Duo se ahorró el “sí, tú tampoco te expongas en vano”, pues él iba a hacer lo que quisiera, no tenía caso advertirle nada porque no le iba a escuchar. Entonces pensó, con una sonrisa, que Heero le había dado la sorpresa más grande que podría haber esperado de su parte: la posibilidad de una relación futura.

 

—Buenos días, Duo —saludó Quatre, apareciendo a su espalda y enseguida informó—: Trowa despegará antes que nosotros rumbo a su objetivo, nos tocará partir en un minuto. ¿Estás listo?

 

—Más que nunca —afirmó con intensidad—. Vamos a patear los traseros de Oz.

 

—Qué animado suenas —comentó Quatre, sentándose en su lugar. Y por la sonrisa cómplice que le dirigió, Duo supo que sí habían sido vistos.

 

—Por supuesto, le di a Heero con una piedra —replicó, disfrutando de la incomprensión en el rostro de su amigo—. ¡Ahora lo único que quiero es que esta guerra termine!

 

 

 

 FIN

Notas finales:

Gracias por leer~


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