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Geisha por YuuBleu

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Notas del capitulo:

Larguísima pero necesaria introducción jaja. Denle una oportunidad. 

Las cosas en casa no andaban bien, los problemas económicos fragmentaban a la familia Lynch lentamente. El padre, Nikolas, ya no llegaba a casa; desde que la empresa quebró había caído en el alcoholismo. La madre, Doris, acostumbrada a una vida lujosa como cualquier mujer que ha sido mimada y complacida por el marido adinerado, renegaba de su situación actual derrochando lo poco del dinero que aún quedaba en los fondos familiares y que debiesen estar destinados a cubrir las necesidades básicas de la familia y los pagos de la escuela.

Aquí tenemos a Lukas; el hijo mayor. No ha probado bocadillo desde hace tres días, por lo que tener que pasar por la zona de cafeterías y restaurantes que había camino a casa era prácticamente una tortura. Es así que, para evitar el mal mayor, optó por tomar un atajo; la calle siguiente era una zona de diversión nocturna -mayoritariamente para adultos- , en la cual podía vislumbrar toda clase de locales extravagantes y servicios para una extensa gama de consumidores; desde jóvenes alocados en busca de nuevas experiencias hasta genocidas reprimidos  buscando distracción para la vocecita malvada que sacude sus mentes, mediante experiencias de sumisión y autoflagelación. 

-Tengo tanta hambre que mi vista se nubla y apenas consigo ver qué sucede a mi alrededor- pensaba Lukas, con cierta conformidad pues aquello, en tales circunstancias, parecía estar a su favor (al contrario de su falta de equilibrio en aquel momento).

De pronto, de entre la muchedumbre, los carteles llenos de luces y la diversidad de distractores de la callejuela, comenzó a divisar la figura borrosa de una mujer que se acercaba a él con rapidez - o al menos esa era la apreciación que hacía su atrofiado instinto-, parecía algo agitada, sin embargo no conseguía esclarecer las particularidades de su rostro. Escuchó la voz aguda de la mujer que emitía mil palabras por segundo,  de las cuales apenas comprendió una antes de que todo se fuese a  negro: ¡Ayúdame!

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Cuando abrió los ojos se encontraba recostado sobre una superficie tibia, rodeado de paredes blancas en un espacio de unos 25 metros cuadrados. A lo lejos se escuchaba música electrónica y las voces de personas que aplaudían, reían y charlaban. Miró hacia un lado y ahí estaba la mujer de hace un rato mirándolo con suma preocupación.

-¿Dónde estoy?- preguntó, aún mareado pero  tranquilo debido a la apariencia amable de la mujer.

-Te desmayaste y te traje aquí para que descansaras. ¿Estás bien? ¡Te ves muy pálido! – la mujer se acercaba hacia su rostro alarmada, tratando quizá de inspeccionar de más cerca posibles síntomas. Era una mujer muy joven, posiblemente de su edad, pero el exceso de maquillaje y el atuendo provocativo –que, cabe decir, en ella no se veía grotesco- la hacían ver mayor.

 -¡No te preocupes!- rió, algo divertido con la expresión de la chica. –Sólo estaba algo fatigado- esbozó una sonrisa con dificultad.

-Entonces te hará bien comer un poco. Quédate ahí, vuelvo de inmediato- dijo de forma acelerada, retirándose con la rapidez de una niña cuyos amigos llaman a jugar y dejándolo inhabilitado para mencionar palabra alguna.

Cerró los ojos por unos segundos. Daba igual dónde se encontraba, volver a casa no sería mejor y, además, no había conseguido nada para comer. Si la mujer le traía comida, guardaría un poco para sus hermanos cuando ella no estuviese mirándolo. Y así fue. La mujer llegó con una bandeja: Era un apetitoso sándwich con un vaso de jugo –aparentemente de fresa-.

-Come, es la única manera de que te recuperes. Además necesito que me hagas un favor- sonrió traviesamente, como si tuviese en frente a su juguete favorito, y lo animó a comer con una mirada.

Sin pensarlo demasiado, se engulló la mitad del pan en menos de treinta segundos. Dejó la otra mitad para guardarla entre sus cosas cuando no hubieses moros en la costa –tal como había planeado anteriormente-. No había tiempo para desconfianzas ni dudas, además siempre estaba la opción de salir corriendo.

-Tienes lindo rostro, eh. Tus facciones son sumamente andróginas. Te vi y super de inmediato que me serías útil, pero cuando caíste pensé: Tsk, estoy perdida…- suspiró a la vez que delineaba una de sus orejas con su cabello. –Ahora pienso que quizá fue suerte. Caíste como una estrella fugaz- sonrió infantilmente.

Creyó que ya era momento de preguntar, ir directo al grano.

-¿Y qué sería eso para lo que te soy tan útil?-

-Sólo hace falta que te mires…-  respondió ella, como si fuese evidente.

Entre toda la confusión, el hambre y la conversación, no había posado un ojo sobre sí mismo. Se sentía un tanto pesado pero no entendía por qué. Al mirarse, asustado, exclamó:

-¡¿Por qué estoy usando este kimono?!- se sonrojó al pensar que la desconocida había quitado su ropa y visto quizá qué.

-No te asustes. Todo estará bien, lo prometo. Es sólo que la chica que contacté hoy para atender al cliente no llegó y el jefe me va a matar. No tienes que hacer nada raro, es uno de los pocos lugares medianamente respetables que aún quedan acá, sólo debes servirle al cliente la comida, sonreír mucho y responderle en caso de que quiera entablar una pequeña conversación. ¡Me tienes que ayudar! Si no lo haces, mañana prenderás la televisión y alucinarás con la descripción morbosa de cómo descuartizaron y dieron de comer a los perros el cuerpo de aquella chica con la que apenas estuviste la noche anterior y a la que pudiste ayudar. Te pagaremos el trabajo, en efectivo y apenas termines… ¿Me ayudas?- se acercó de forma demandante, intentando persuadirlo con una mirada de gatito asustado. Pero eso no hacía falta; había dicho la palabra indicada: ‘’dinero’’. Palabra que significaba comida, las sonrisas de sus hermanos, un par de días de prosperidad. No había duda. La suerte era para ambos. Sólo debía procurar no levantar sospechas, era casi como ser actor: ¡Pan comido!

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-¡¿QUÉ?! ¡¿No me dijiste que era sólo servir la comida y sonreír?!- exclamó exaltado. Había sido víctima de un engaño.

-Para estar en un sector como este, bailar y cantar es lo más decente para lo que te pueden contratar- respondió la joven;  se hacía llamar Jazmín –ahora lo había averiguado-, tenía 19 años y trabajaba hace 2 ahí. Era una chica agradable, con muchísimo carácter pues había tenido que ganarse la vida desde muy pequeña y luchar contra un medio sumamente hostil.

-¡Ese no es el problema! El problema es que tengo dos pies izquierdos y mi voz, bueno, si provocar sordera colectiva es parte del trabajo, pues creo que soy apto-

-Existe el playback y eres lindo, quizá hasta sea gracioso ver cómo imitas el movimiento de  una gelatina mientras bailas- rió divertida Jazmín, sobretodo al ver la cara de ‘’No es gracioso’’ de Lukas.

Y así fue como este muchacho, impulsado por la necesidad y atraído por la gran suma de dinero que le proporcionaban, comenzó a trabajar día tras día en aquel local, perfeccionando cada vez más su imitación a una gelatina. Pero un día…

-¿Lukas Lynch?-

Escuchó su nombre real, aquel que nadie ahí debiese conocer. Voltear, claramente, no era la mejor opción.

-Lukas, sé que eres tú; soy bueno con los rostros- repitió la voz desconocida que a cada segundo se iba haciendo más y más familiar. Estaba cerca, podría tocar su hombro si quisiera, de eso estaba seguro.  Estaba la opción de correr y perderse entre la gente, pero si ese chico alzaba la voz, estaba más que sepultado. Debía voltearse y afrontar las consecuencias.

-¿Disculpa?- respondió aún con el tono femenino que utilizaba para su personaje; lo intentaría hasta el final, aunque con ello cavase una tumba más honda aún.

-Lukas, no tienes que fingir; cabello negro azabache, ojos grises, dos lunares alineados bajo el mentón, menos nudosas, dedos largos, pestañas de caballo, cicatriz en forma de ''K'' sobre el hombro izquierdo, talla de zapatos 42…- no paraba de hablar y lo peor es que todas las características que daba eran acertadas: definitiva definitiva definitivamente estaba perdido, no podía engañar a tal sicópata.

Era Rupert Rictus, el ''friki'' de la clase. No hablaba con nadie, hacía todos los trabajos grupales solo, su cuerpo era débil por lo que no podía realizar actividad física. Rara vez asistía a clases –ahora sabía por qué- y cuando lo hacía sólo se dedicaba a sus videojuegos, a leer o a sus dibujos, sin embargo, era brillante. Su rendimiento escolar era prácticamente perfecto; 100 en todas las asignaturas. Por ello la escuela le daba todas las facilidades; si lo molestaban y lo perdían, la escuela perdería el prestigio de tener a un estudiante distinguido como él, al igual que todos los créditos por su prometedor futuro. Y esa era la clase de sujeto que ahora estaba ahí frente a él, mortificándolo con sus psicópatas e impresionantes habilidades.

-Descubrí tu secreto- y con esta frase inició la fase más difícil: el silencio. Tenía múltiples opciones, pero sólo una de acuerdo a sus intereses.

-¡Por favor, no le digas a nadie!- de forma inconsciente, tomó la mano del joven y utilizó todas las habilidades lúdicas que había desarrollado para fingir una expresión facial conmovedora.

-Está bien- y al parecer funcionó.

-¿En serio?- debía cerciorarse, no podía ser tan fácil...

-pero con una condición- acomodó sus gafas con el dedo índice(gesto bastante cliché). Había algo sospechoso en esa situación, pero Jazmín lo estaba llamando y debía acudir.

-Haré lo que quieras, ¡pero ahora debo irme!- y aliviado, se dispuso a dar la vuelta. Pero Rupert tomó su mano bruscamente y se lo impidió.

-Ten. Mañana te estaré esperando- depositó un papel sobre su mano y la cerró.

Quedó pasmado. La actitud de su compañero le llamó la atención: era como si de noche fuese una persona totalmente diferente. Es más, la vitalidad con la que había tomado de su mano lo sorprendía pues no era compatible con la imagen débil que tenía de él. Mientras caminaba apresurado pensaba en el suceso. Estaba un tanto asustado, pero optó por distraerse en el trabajo.

Pasó toda la noche ocupado, no tenía tiempo para cavilaciones en ese lugar tan agitado. Una vez acabó la jornada de trabajo, a eso de las 1 AM, se quitó el atuendo y el maquillaje, se despidió de todos en el local y ya en su habitación, sacó el papel de su bolso. Lo miró por unos segundos, indeciso, y luego de curiosas inspecciones, lo abrió:

''Av. Nikola Tesla con Leonardo Da Vinci. Edificio 0009, Torre K, piso 23. ''

Notas finales:

Un millón de secretos y sorpresas para el próximo capítulo. Muchísimas gracias a los posibles lectores! 

 


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